Lemna
Una cosa era Fermer acariciándome, enervando cada célula de mi cuerpo bajo su toque, haciendo que temblara y me sintiera todo menos hombre. Podía sobrevivirlo, aunque fuera inexperto. Porque encontraba una forma de placer allí. Incluso si era más para su disfrute que el mío. Pero no es lo mismo el hierro al fuego vivo, las cuerdas con las que me ataba, su lengua en mis heridas mortales (que habían perdido su cualidad, pero no por eso dolían menos), su risa martillando en mis oídos, su constante negación del disfrute. Oh, si me lo hubiera dicho. Que me torturaba porque eso lo excitaba más que cogerme. A mi modo lo hubiera entendido y me habría conformado con huir. Habría dicho incluso que lo lamentaba. ¿Pero él me hubiera dejado ir así nada más? Tal vez me hubiera cazado y de vuelta al martirio o a su estómago. ¿La única solución que existía era la que tomé, comiéndolo? Nunca lo sabré y ya no importa.
