Querida Hermione:

No sé ni por dónde empezar, ¿cómo consigues tú encontrar siempre las palabras adecuadas para expresar a la perfección lo que sientes de entre todo ese atajo de letras dispares? Me siento ridículo escribiendo esto, dirigiéndome a ti de esta forma tan poco usual en mí, tanto que creo estar perdiendo la razón, lo que aún no soy capaz de discernir es si es debido al idiota de Blaise o por el contrario, a ti. Puede que esta sea la última vez que te sea sincero, la única y última vez. No sé con seguridad lo que pasará mañana, si me veré con fuerzas para llevar a cabo la tarea para la que he sido elegido, y sin embargo en lo único en lo que puedo pensar es en ti, una y otra vez. ¿Qué me está pasando Granger?, ¿qué embrujo me has lanzado con esa destreza tuya para dejar boquiabierto hasta a ese enano de Flitwick? ¿Por qué tuviste que escogerme a mí?, ¿acaso no tenías suficiente con tener al estúpido de Potter y al memo de Weasley rondándote día y noche como dos gallinas enceladas? No, definitivamente no te conformaste con eso. ¿Pero es que no lo entiendes? No puedo quererte, no puedo desearte porque no puedo tenerte. No puedo porque eres todo contra lo que llevo años tratando de luchar, porque eres amiga de Potter, porque eres lista, cabezota y preciosa, pero también una asquerosa sangre sucia. Y mientras, yo, soy hijo de un mortífago, pertenezco a una de las más honorables familias de magos, y a pesar de ello, no soy nada, no soy nadie, no soy valiente ni honrado, ni siquiera soy tan inteligente como tú. Aun así, debo cumplir con mi cometido, aunque eso signifique alejarme más de ti, aunque tú termines odiándome eternamente. Quizás tenga que ser así. Estamos condenados a despreciarnos al igual que yo lo estoy a quererte. Porque pese a que he intentado reprobarte, alejarte de mí con palabras vacías, ahora comprendo que trataba de alcanzar un imposible; soy tuyo, aunque tú nunca serás mía. Perdóname, perdona cada lágrima, perdona mi cobardía, perdona cada vez que te maldije cuando esa voz iba dirigida a un dios en el que no creo, a un cielo al que maldigo por ser quien soy. Su eco se clava ahora en mí como cien puñales apuntando a mi garganta y no me deja respirar. Porque me ahogo Granger, me ahogo en tu risa, me ahogo en tus labios, esos que nunca rozarán los míos; me pierdo en mil recuerdos olvidados, en aquellos momentos que nunca fueron, y ya nunca serán. Porque tan solo quiero que sepas que lo has sido todo, todo por lo que me encontré cuando estaba perdido, todo por lo que daría mi vida. Pase lo que pase mañana y el resto de los días, espero que seas feliz, espero que lo seas con Weasley. Sí, he visto como lo miras, como tus grandes ojos castaños se posan en él constantemente en busca de una respuesta recíproca. Él también siente lo mismo, ¡cómo no hacerlo!, ¿quién sería tan idiota como para dejarte escapar?, ¿quién puede serlo tanto como yo dejándote ir? Ojalá pudiese protegerte de esta estúpida guerra, ojalá fuese yo quien te consolase, ojalá no fuese yo el causante de todo ese dolor. Tal vez en otra vida, Granger, tal vez entonces nuestros caminos fuesen a la par y no en direcciones opuestas. Tal vez en ese momento te dijese lo que siento, tal vez allí te dijese que te quiero, tal vez entonces, tú también lo hicieses.

Siempre tuyo, Draco.