Hola, esta es mi primera historia, ya que por fin me anime a escribir y publicar, espero que les guste.
Le quiero dar las gracias a mi super beta PknaPcosa y a Maricoles que me ayudaron a traer al mundo esta historia. Chicas las adoro y se que sin ustedes jamas me hubiera animado a escribir.
Gracias a Melina y a las chicas de Élite Fanfiction por su gran apoyo.
También quiero dedicarle este capítulo a mi amiga Zoalesita. Mi Zo te super rawr.
Disclaimer:
Los personajes son de la Inigualable Stephenie Meyer.
La historia es producto de la mezcla entre mi imaginación y mi amor por Twilight.
La historia se encuentra registrada en Safe Creative: Copyright Registry
Buenos deseos y segundas oportunidades
Una segunda oportunidad para un corazón herido y un soñador que no parara hasta que sus deseos se vuelvan realidad.
"Si lo deseas realmente, las segundas oportunidades pueden ser concedidas"
Capítulo uno
Salía de la oficina pasada las ocho, nos habíamos quedado después de hora a repasar las pruebas de un caso de suma importancia que estaban llevando los socios de bufete de abogados Hale—McCarty y asociados para el que trabajaba. Ya era noche cerrada y se comenzaban a sentir los primeros fríos del invierno. Ajusté el cuello de mi abrigo y aceleré el paso hacia mi auto.
—¡Bella, espera! – ¡Demonios!, solo deseaba llegar a casa tomar un baño caliente, comer algo rápido e ir directo a la cama para tener un sueño reparador.
—¿Sucede algo, Edward?
—Hoy nos hemos visto mucho en el salón de juntas, pero hemos hablado poco y me gustaría enmendar eso invitándote a tomar un café –dijo terminando con una pequeña sonrisa torcida.
—¿Sabes? Hay algo que no entiendo de ti, cada día te has tomado tiempo para preguntarme si quiero tomar un café contigo y aun sabiendo la respuesta vuelves día tras día, sé que eres ambicioso y compites en el bufete para que te consideren como futuro socio, porque eso es lo que deseas lograr, así que ¿Por qué no inviertes mejor tu tiempo para poder cumplir tus deseos?
Él simplemente sonrió de forma pícara y respondió:
—Que tú aceptes tomar un café y compartir parte de tu tiempo conmigo también sería cumplir mis deseos.
Luego de semejante respuesta me fue imposible negarme, así que pasamos las siguientes dos horas bebiendo café caliente y conversando mientras caían los primeros copos de nieve de la temporada.
Habíamos estado conversando de todo y nada al mismo tiempo, cuando se hizo un silencio y Edward parecía meditar algo mientras acariciaba el borde de su taza.
—Hay algo que yo tampoco entiendo de ti, Bella –me sorprendió su declaración y le indiqué que continuara – Sé que eres una abogada brillante y que te recibiste entre los mejores de tu clase, sin embargo no destacas en la oficina, no demuestras ambición de querer más que ser parte del equipo "asistente", no te molesta si tu nombre no figura en los logros o papeles importantes, y no dejo de preguntarme ¿Por qué alguien tan joven como tú no quiere más?
Era una pregunta mucho más compleja de lo que él se imaginaba, por lo que opté por brindarle una respuesta sencilla que no revelara mucho.
—Soy una persona simple, no me gustan las complicaciones, me gusta la tranquilidad y la estabilidad, así de esa manera estoy bien. –puedo decir con orgullo que fui "casi" sincera.
—Cosas simples… —dijo meditando las palabras.
A partir de ese día Edward se tomó de forma muy literal mis palabras. Me invitaba a comer hamburguesas y hot dogs, me regaló una bonita pulsera que él mismo hizo trenzando finas tiras de cuero, me traía flores que tomaba de un parque cercano a la oficina, solíamos salir a caminar tomando un helado o café mientras hablábamos de varias cosas. Caminábamos juntos regalándonos sonrisas y riendo por boberías, hasta que un día simplemente nos tomamos de la mano y, sin que ninguno dijera nada, como si fuera algo natural y cotidiano, seguimos haciéndolo.
—Quiero invitarte a comer esta noche. — dijo Edward asomando la cabeza por mi cubículo.
—¿McDonald's? –pregunté sonriendo.
—No… será una sorpresa. Paso por ti a las seis, no te quedes trabajando de más –advirtió antes de marcharse.
Edward me llevó a cenar a un pequeño y acogedor restaurante de ambiente familiar, donde comimos mientras él intentaba llevar una charla amena.
—¿Cómo eras de pequeña? —esa pregunta me incomodó, aun no estaba preparada para hablar de ciertas cosas.
—Como una niña normal supongo —respondí esquivando una respuesta más profunda.
—Supongo que yo también era un niño normal, aunque si le preguntas a mi madre te dirá que era todo un revoltoso. —dijo sonriendo. —¿Y tus padres?
—¿Qué hay con ellos? —sabía que estaba siendo cortante, pero los nervios me estaban jugando en contra.
—¿Viven aquí en Seattle? ¿Tienes hermanos? ¿Has vivido toda tu vida aquí? No lo sé, Bella, tírame un hueso, por favor. Siento que estoy haciendo un monólogo —protestó con fingido dramatismo.
Sonreí por un momento, pobre Edward, estaba poniendo todo de sí para que tengamos una agradable velada mientras luchaba con mi apatía.
—Hola —dije.
—Hola…
—Mi nombre es Bella Swan, nací en Forks, un pequeño pueblo de este mismo estado, soy hija única, mis padres se divorciaron cuando tenía dieciocho años y estoy siendo totalmente grosera contigo y lo siento, porque sé que no lo mereces ya que has sido un caballero toda la noche.
Después de eso nuestra cena continuó con pequeñas anécdotas y risas cómplices. Para cuando retiraron los platos Edward se veía nervioso y había comenzado a repetir ciertas preguntas.
—¿Siempre has querido ser abogada? —preguntó.
—Si luego de esta pregunta sigues con el clima consideraré la cena un fracaso Edward. Vamos qué sucede, pareces nervioso.
—Deseo que seas mi novia –dijo de pronto sorprendiéndome totalmente –Deseo que la gente sepa que somos novios. Deseo pedir días libres en la oficina para poder salir de viaje con mi novia Bella. Deseo entrar en un centro comercial y comprar chocolates y decirle a la vendedora que me recuerdan a los ojos de mi novia, Bella. ¿Puedes convertir mis deseos en realidad?
—Sí, Edward, deseo concedido, quiero ser tu novia. –respondí emocionada.
Edward sonrió extasiado y llamó a camarero.
—Una botella de champagne y fresas con chocolate, por favor, mi novia Bella y yo tenemos un deseo que festejar –pidió tomando mi mano.
Volvíamos caminando hacia la entrada de mi edificio tomados de la mano luego de la cena, cuando me detuve abruptamente.
—¿Qué sucede?
—¡Eres un pésimo novio!
—¿Qué…? – preguntó preocupado
—Lo que has oído. Llevamos de novios unas –miré mi reloj— tres horas y aun no me has besado. —exclamé con fingido tono enojado mientras se me escapaba una sonrisa.
—¡Maldita sea! Tienes razón, esto ha sido un fracaso. Olvida esta noche, mañana lo volveré a intentar –dijo dando media vuelta.
—¡Edward!
—¿Si? –se volteó a verme
—¿En verdad te irás? —pregunté siguiéndole el juego.
—Solo hay una forma en la que me quedaría.
—¿Si? ¿Cuál sería? –respondí pícara.
—Que me concedieras un deseo más esta noche— susurró muy cerca de mí.
—Pídelo y tal vez se conceda—respondí mirando su boca.
—Desearía sentir tus labios en lo los míos…
Juntamos nuestros labios en un beso largo y lento. ¡Dios este chico sabía cómo derretirme con un simple beso! aunque de simple tenía muy poco.
—Deseo concedido –dije con el poco aliento que me quedaba cuando nos separamos.
—Sí, eres como mi bella genio –respondió acariciando mi mejilla –creo que compraré una lámpara—bromeó.
—No pienso cambiar el color de mi cabello a rubio por mucho que desees –advertí entre risas siguiéndole la broma.
Edward rio y volvió a besarme.
—Buenas noches novia.
Ser novios y al mismo tiempo compañeros de trabajo con Edward era… interesante. Él pasaba todas las mañanas por mí para ir juntos a la oficina, había descubierto que me gustaban los malvaviscos y todos los días al abrir la puerta del edificio lo encontraba con un dulce distinto de esta golosina (bombones, paletas, etc). Pero en la oficina era totalmente distinto, serio y ambicioso profesionalmente, siempre dando más de lo que se requería; mientras yo era una abogada más que pasaba desapercibida, Edward era el chico dorado al que todos admiraban y consideraban como la mejor opción para el puesto de futuro socio. Sin embargo, cuando la hora de salida llegaba, se convertía en el sujeto tierno y considerado de las mañanas.
Mi relación con Edward crecía, comenzaba a sentir cosas por él que me asustaban y emocionaban en igual medida, pero no me sentía lista para hablar de mi pasado, de la persona que soy y la que fui.
Mi vida era tranquila por elección, con días grises pero templados, algún que otro día malo, pero desde la llegada de Edward también se habían agregado los días felices y alegres.
Mi padre solía llamarme todos los sábados por la mañana, si bien no era tan grande la distancia que nos separaba, nos veíamos pocas veces al año.
Ese sábado en particular se había convertido ni bien comenzó en uno de esos días malos.
—Hola, Bells ¿Cómo estás?
—Hola papi —respondí desanimada.
—Oh cariño ¿Qué sucede? — preguntó al notar mi tono de voz.
—¿Crees que los cambios son buenos, Charlie? Porque hay cambios recientes en mi vida y me están asustando — aunque mi padre no lo supiera, lo decía en referencia a mi nueva relación con Edward.
—Claro que sí, pequeña. Los cambios siempre son buenos, tal vez no resulten siempre bien, pero abren caminos nuevos, Bella. Dios sabe que fingir para que las cosas no cambien no sirve, pero la forma en la que los encares hará la diferencia.
—Me dan miedo…
—Tener miedo es bueno, hija, afrontarlo es aún mejor.
—Te amo papá —dije emocionada.
—También te amo, siempre serás la nenita de papá.
Ese mismo sábado antes del mediodía mi madre se presentó en mi apartamento.
—¿Qué haces aquí, pensé que solo cenaríamos luego?
—Cambié de opinión, creo que es un lindo día para hacer tarde de compras entre madre e hija —respondió mi alocada madre.
—Renée. Papá te llamo ¿cierto?
—¿Prefieres hablar o liberar tu angustia en Victoria's Secret?
Luego de tres horas recorriendo diversos locales de ropa nos encontrábamos sentadas en la heladería del centro comercial con varias bolsas de prendas cada una.
—Bien, te escucho —exigió mamá mientras llevaba una cucharada de su helado a la boca —Las tarjetas de crédito ya han pagado la liberación de angustia, ahora es momento de contarle a mamá que sucede, bebé.
—Estoy saliendo con alguien —la cuchara de Renée cayó de su mano por la sorpresa.
—Bella…
—Trato de ser feliz y eso hace que me sienta mal, mami —dije con los ojos llenos de lágrimas —Sé que es tonto pero…
—Bella —me interrumpió —seré feliz por las dos hasta que tu estés lista para estarlo plenamente, pero jamás te sientas mal por intentarlo, ni por sentirlo.
El viernes Edward llegó con una propuesta inusual
—Esta noche tocará una filarmónica en el parque para anticipar la navidad ¿Me concederías el deseo de ir con mi novia a escucharlos?
—Edward, moriremos de frio —me quejé haciendo puchero.
—Prometo abrazarte en todo momento para que mi cuerpo te dé calor.
Eso había sonado como toda una propuesta para otras cosas y la mejor parte es que me agradó la idea.
—Deseo concedido —dije con un suspiro dramático —Creo que te estoy consintiendo demasiado—lo reprendí al tiempo que lo abrazaba.
Fue una noche mágica, sentados abrazados bajo una manta bebiendo chocolate caliente mientras escuchábamos un tema navideño tras otro.
—Gracias, fue realmente hermoso —agradecí besándolo tiernamente en la puerta de mi edificio.
—Siempre es bueno mantener a mi Bella genio contenta—respondió juguetón, mientras me abrazaba poniendo su rostro en mi cuello.
—Te quiero —dijo aun contra mi cuello —Sé que nos estamos conociendo, pero deseo todo contigo, deseo que seamos el uno para el otro.
No podía moverme, no sabía si estaba lista para abrirme a Edward, pero ante semejante declaración decidí que él merecía saber mi historia.
—Hay algo que debes saber de mí, algo que podría cambiar tu decisión de desear un futuro conmigo… —respondí temblando. La cabeza de Edward se despegó de mi hombro rápidamente y me miro expectante, creo que en cierta forma esperaba que le soltara alguna broma —Estuve casada una vez.
El sonrió incrédulo y con aire dubitativo pregunto:
—¿Tienes veintiséis años y ya has estado casada? ¡Vamos! Bella, sé que crees que es muy pronto, pero realmente quiero esto contigo. Si sientes que no estás lista para dar un paso más, yo esperare el tiempo que sea necesario, pero no tienes que inventar algo así para alejarme.
—Estuve casada seis años, Edward.
—Lo dices en serio —susurró —Jamás has dicho nada al respecto, ni siquiera…
—Lo siento, lo siento. Lamento decepcionarte de esta manera —me lamenté con lágrimas rodando por mis mejillas.
—No me has decepcionado, amor. Lo que dije es cierto. Te quiero y quiero todo contigo.
Nos encontrábamos sentados en el sofá de mi sala con tazas de café en la mano. Edward me miraba atentamente dándome mi tiempo para comenzar el relato de mi historia.
Conocí a James cuando tenía doce años, él jugaba en el equipo de football americano de la secundaria de Forks y aunque tenía solo dieciséis años ya media cerca de metro ochenta.
"Hola soy James, tú debes ser Isabella. Lamento mucho lo que mi padre y tu madre hacen"
Pude haber fingido que no sabía a qué se refería, pero lo cierto era que hace tiempo era consciente de la situación marital de mis padres, tal vez no tenía la edad suficiente para comprender todo y lo que significaba, pero a mis ojos era claro que Phil, el padre de James, era el amante de mi madre. No es que mi madre fuera la mala de la relación y mi padre el pobre marido víctima del engaño, ellos me habían utilizado como excusa para poder encontrarse con sus respectivos amantes. Durante años mi padre me llevó a merendar a la cafetería de Sue, en la reserva de La Push, donde pasaba horas jugando con sus hijos Leah y Seth, mientras su madre y mi padre desaparecían estratégicamente.
No es que fueran malos padres, siempre me sentí querida, jamás me faltó nada, todo lo que necesité y más me fue brindado con sus humildes salarios de maestra de preescolar y oficial en la policía local; solo… eran malos esposos y suficientemente cobardes para que ninguno tomara la decisión de poner fin a un mal matrimonio.
James y yo formamos rápidamente una extraña amistad, porque si, era extraño ver al chico popular del equipo de la escuela sentado almorzando con una preadolescente desgarbada cuatro años menor que él.
Dos años después, mi cuerpo cambió y pasé de ser una niña desgarbada a tener curvas, pechos, unos cuantos centímetros más de altura y un buen trasero —palabras del sector masculino de la escuela, no mías— y James pasó de ser mi amigo a ser mi todo. Mi primer beso. Mi primer novio. Mis primeros celos. Mi primera vez.
Con aire despreocupado pasaba mi tiempo con James todos los días, mis padres estaban demasiado ocupados fingiendo su matrimonio como para notar mi relación. Los problemas comenzaron cuando James partió hacia la universidad. Entre besos y lágrimas prometió que volvería por mí para iniciar nuestra vida juntos cuando terminara mis estudios y tuviera la edad necesaria. Durante cuatro años James viajaba dos fines de semana al mes de Seattle, donde estudiaba mecánica, a Forks para estar conmigo. Durante cuatro años creí que algún día él ya no volvería, pero nunca sucedió.
Para mi décimo octavo cumpleaños ya había sido aceptada en la universidad de Seattle para estudiar abogacía.
Una noche James entró por la ventana de mi habitación mientras mis padres dormían, podías ver la emoción en su mirada. Me contó que Victoria, su hermana, le prestaría el dinero para que él y su mejor amigo Sam pusieran un taller mecánico como socios en Port Angeles, sus ojos azules brillaban más y más cuando contaba sus planes con respecto a su proyecto, como así podríamos irnos a vivir juntos y yo estaría a un corto viaje de la universidad, como todo sería perfecto para nosotros sí solo podía resolver un pequeño detalle y que la única que podía ayudarlo en cumplir sus sueños era yo. Cuando pregunté qué necesitaba que hiciera, él se apoyó sobre su rodilla y dijo "solo tienes que casarte conmigo". Tres días después volábamos a las Vegas.
Creo poder decir a ciencia cierta que el inicio de mi matrimonio desencadeno la culminación del de mis padres, que entre gritos y culpas firmaron el divorcio. Cuando me lo comunicaron les dije que los amaba a ambos pero no entendía por qué habían esperado tanto, ninguno de los dos tuvo una respuesta para darme.
Vivir con James era una aventura interminable día a día. Siempre traía alguna atención para mí por las noches, si no era un dulce, era una flor, o un pichón con un ala herida que necesitaba de nuestros cuidados. Terminamos ocupando el pequeño departamento que estaba sobre el taller, mientras Sam y su novia Emily, quien se encargaba de la contabilidad del taller, ocupaban la pequeña casita detrás del mismo. Cuando había mucho trabajo y poco tiempo para los chicos, hacíamos noches de películas y palomitas entre los cuatro, donde nunca faltaban las risas y las cosquillas. Cuando había poco trabajo y poco dinero, simplemente salíamos a caminar tomados de la mano mientras los chicos inventaban absurdas historias para distraernos. No era perfecto, pero éramos felices.
Hace dos años, una tarde a última hora, cuando solo James y Emily se encontraban en el taller mientras Sam había salido a entregar un auto y yo aún estaba en la universidad, entraron un par de delincuentes armados, había sido una semana con poco trabajo por lo que no había mucho dinero en la caja y uno de los delincuentes se puso nervioso apuntando a Emily exigiendo más dinero, fue cuando mi mundo se derrumbó... Sé que me lo han contado en detalle, pero solo logro recordar las palabras diciendo que James murió, algo sobre interponerse a un disparo, Emily suplicando entre lágrimas perdón, Sam lamentándose por no haber estado allí, la policía diciendo que mi esposo había sido un héroe…
James murió a los veintiocho años, dejándome fondo universitario para poder completar mi último año y una pequeña cuenta bancaria donde había más dinero del que sospechaba. Junto con los datos del banco donde guardábamos nuestros ahorros encontré un papel prolijamente doblado donde detallaba pequeñas sumas que James había ido agregando a nuestra cuenta bajo el nombre "para nuestros futuros hijos". Habíamos decidido luego de mucho meditar y hacer a un lado ilusiones, que esperaríamos a que me recibiera y encontrara un trabajo estable para que entre ambos pudiéramos juntar dinero para poder ser una familia completa. No me sorprendió saber que se había adelantado a nuestros planes, así era él cuando algo le hacía ilusión, no dejaba que el tiempo le arrebatara las metas a conseguir.
Cuando concluí mi relato Edward me miraba en silencio.
—Y esa es mi historia. Lamento haberla ocultado, pero no estaba lista para hablar de James…
—Eres increíble, Bella —dijo tomando mi mano —cuanto más te conozco, más te admiro —con una brillante mirada afirmo —Ahora más que nunca quiero todo contigo.
Lo abracé con fuerza sintiendo que diez toneladas abandonaban mi pecho. La angustia me había abandonado por unas irrefrenables ganas de besarlo, de amarlo.
—¿Edward?
—Mmm... ¿sí?—respondió.
—Quédate —él me miro con ojos brillantes.
—¿Estás segura?
—Lo estoy —susurré antes de besarlo apasionadamente.
Entre besos y caricias nos dirigimos hacia la habitación, donde nuestra ropa fue desapareciendo lentamente, descubrí la nueva fascinación de Edward por mis pechos a tal punto que debí distraerlo acariciando su parte más íntima haciéndolo soltar un gemido, descubriendo ahí mismo mi nuevo sonido favorito. Mi novio nos recostó en la cama quedando él sobre mí y procedió a besar mi cuerpo, comenzando por el cuello, hombros, deteniéndose obviamente más tiempo en mis pechos, bajando hasta mi estómago para dejar besos de mariposa, para terminar acariciando con su lengua mi parte más íntima, haciéndome estallar en un millón de pedazos. Su ternura y pasión me conmovieron. Lo empujé sobre sus hombros para poder quedar sobre él, besé su rostro integro, su cuello, su pecho, mientras iba introduciéndolo dentro de mí. La brillante y embelesada mirada de Edward cuando terminamos de hacer el amor hizo que me estremeciera maravillada y un calorcito se instalara en mi pecho.
Definitivamente puedo decir que lo que hicimos fue mucho más que sexo, hicimos el amor, no hubo nervios, no fue torpe, era natural, como si nuestros cuerpos y mentes fueran uno. No hubo que pensar, ni planear, nuestra energía fluía entre besos y caricias. Si, fue distinto, fue nuevo y maravilloso, no fue mejor y no fue peor. No era James, era Edward y amé que así fuera.
Hasta aquí el primer capítulo de este tierno two shot. Espero que les haya gustado, como les conté esta es mi primer historia y me encantaría poder leer sus reviews para saber que les pareció.
