¡Ey! Llevo un tiempo pensando en escribir esta historia, pero no me había atrevido a empezar a publicar capítulos hasta que no tuviese pensado un final más o menos claro. Y, como ya lo tengo más o menos en mente, me he decidido. He de admitir que, entre todos los de la tercera generación, Freddie y Roxanne son mis prefes desde siempre.
Antes de nada, sabed que muchos de los personajes que aquí aparecen no son míos. Y, por si necesitáis que os lo diga, ahí va: La única y magnífica propietaria de Hogwarts, los Weasley y mi infancia en general es Su Majestad Rowling.
Sinopsis: La gente es realmente irritante. Nadie se entera de nada. Al menos, eso es de lo que Fred Weasley está profundamente convencido. Vamos a ver: él odia a Eleonora Black, pero acabó saliendo con ella por una serie de catastróficas desdichas de las que prefiere no hablar. Duraron seis meses. Cortaron. ¡PUNTO! ¿Tan fácil es aceptarlo? Aunque quizá el hecho de que se pasa el día pendiente para meterse con ella cada vez que la ve les lleva a impresiones erróneas... o igual es Fred el que está equivocado.
Aunque lo niegue
When will I know that I really can't go
to the well once more-time to decide on.
Well, it's killing me, when will I really see,
all that I need to look inside.
Red hot chili peppers-Snow
A Roxanne no le ha sentado bien Slytherin.
Al menos, eso es lo que piensa Fred a veces. Porque, vale, es su hermana favorita (sí, es la única, pero tiene claro que aunque tuviera más la preferiría a ella), pero hay veces que la mandaría a sus amadas mazmorras de una patada en el estómago y se quedaría tan a gusto.
Como, por ejemplo, le va a ocurrir hoy. Aunque él todavía no lo sabe.
Fred ha decidido ir a hacer los deberes a la tienda de su padre. Es curioso, pero no es capaz de concentrarse en ningún lugar silencioso. Quizá es porque la gran mayoría de sus recuerdos, incluyendo esos tan difusos de cuando no llegaba al metro de altura, están relacionados con esa tienda. Incluso tuvo su primer brote de magia accidental allí (y no, de eso no se acuerda; aún babeaba y ni siquiera podía dar dos pasos sin caerse cuando lo hizo). Oh, hizo aparecer chispas de colores porque su padre no le estaba prestando atención, por si os interesa. Pero a lo que vamos. El caso es que Freddie es probablemente la única persona del mundo capaz de concentrarse sentado en una escalera totalmente incómoda mientras decenas de artefactos hacen ruido y explotan a pocos metros de él.
Sin embargo, hoy, por alguna razón extraterrenal, ni siquiera los detonadores trampa que se le han caído a Verity logran que Fred pueda concentrarse en la tercera (¿o la quinta?) revolución de los duendes. Sus reflexiones van a parar, inevitablemente, a su hermana menor. Está pensando en lo mucho que ha cambiado en los cuatro años que lleva en Hogwarts. Aún recuerda lo asustada que estaba cuando llegó; incluso temía un vociferador de su padre (¡venga ya! ¿George Weasley enfadado con alguno de sus hijos?). Y Fred recuerda la mala pasada que le jugaron poco antes de Navidad esos dos gorilas de Slytherin, la cual, por supuesto, él devolvió con creces. En cambio, bastó que Roxanne se sintiese protegida en casa del contrario (Fred sabe que Albus, tan callado como manipulador, se encargó de eso) para que lograse conocer gente. Aunque amigos, lo que se dice amigos, sólo tiene uno, y Fred está deseando que llegue el día en que Rox anuncie oficialmente su noviazgo con Daniel Nott (un chico de su edad, mudo y serio con todo el mundo excepto con ella), para tener un motivo razonable para partirle las piernas al susodicho. Además, poco a poco ha dejado de ser la niña sonriente y callada que era para demostrar los genes de su tía Ginny que han llegado hasta ella, lo que se traduce en un desarrollo espectacular de su adormecida lengua viperina. Fred entiende ahora mejor que nunca por qué está en Slytherin.
Con un suspiro, baja la vista hacia sus deberes. Genial. Acaba de poner "cambiada serpiente" en lugar de "revueltas de duendes". Lo tacha y corrige rápidamente el error. Intenta concentrarse con todas sus fuerzas en "Historia de la Magia", tratando de averiguar qué diablos hizo Urg el Guarro por la comunidad mágica, pero antes de lograrlo, una pastilla vomitiva cae en su regazo. Fred mira alrededor, buscando al torpe al que se le ha caído y, para su sorpresa, descubre a su padre sonriéndole mientras se acerca desde el otro lado de la tienda.
-¿Te pasa algo, Freddie?
-Um… no-miente él. Sentado en uno de los peldaños más altos de la escalera, disfruta del privilegio de una vista panorámica de la tienda y, sobre todo, de mirar a su padre desde arriba-. Sólo que no puedo concentrarme.
George alza una ceja, tan sorprendido por el hecho como su propio hijo.
-¿Y eso? Igual si vas a casa…
-No creo que ahí me concentre más, papá-. Sabes que necesito ruido.
-Eh…-George mira alrededor, ignorando a una niña de unos nueve años que se choca con él-. ¿Y si saco a los micropuffs de sus jaulas?
Fred ríe ante la idea de esos pequeños animales pululando libres por la tienda.
-Luego no hay quien los coja-replica-. En fin, voy a ver si sigo-George asiente y se pone a hablar con un chico que, por su expresión maravillada ante la más ligera cosa que se mueva o brille, Fred supone que es hijo de muggles. Todos sus compañeros de colegio han tenido, al menos, un objeto comprado en Sortilegios Weasley. Excepto quizá ese estirado de Scorpius Malfoy. O a lo mejor Eleonora.
Fred se reprende mentalmente cuando Eleonora Black entra en su cabeza de sopetón. Porque ya sabe a ciencia cierta que no va a ser capaz de hacer los deberes en ese día.
Sólo para aclarar, Eleonora Black (Gryffindor sin remedio, porque si no lo hubiese logrado, el Sombrero Seleccionador estaría sufriendo tanto que rogaría para que Voldemort volviese a prenderle fuego) es la persona más aburrida y con menos sentido del humor sobre la faz de la Tierra y parte del extranjero. O, al menos, eso pensaba Fred hasta que empezaron a salir más o menos en diciembre del pasado año (se besaron en el aula de Pociones el diecinueve de diciembre de dos mil veintidós, pero Fred prefiere pensar que no recuerda el día con exactitud), cuando descubrió que tenía una enorme afición por reírse y un instinto para las bromas tan bueno como el suyo o el de su padre, sólo que muy reprimido. Y estuvieron saliendo hasta la tarde en que Fred salió de su último TIMO (Aritmancia, sí, le encanta, ¡¿pasa algo?) y dieron un largo paseo por los jardines y ella le dijo que no podían seguir, que discutían demasiado (Oh, por favor, ¡un promedio de dos discusiones diarias! Que habían aumentado a cuatro, pero sólo por la presión de los exámenes). Y lo habían dejado. Así. Sin más. Y Ellie (Fred fue el único capaz de llamarla así sin sufrir daños, al menos durante esos meses) encima le dijo que podían seguir siendo amigos.
¿¡Amigos! No, en serio. ¿Qué tienen las mujeres en la cabeza? Porque Fred y Eleonora nunca habían sido amigos; de hecho, no se aguantaban hasta que se besaron. Relación amor-odio, como canturreaba Roxanne cuando se enteró de que estaban saliendo. Fue como un globo que se hinchaba, más, más y más, hasta que se besaron tras una estúpida discusión (como todas las que tenían, en realidad), sobre quién había hecho que el caldero de Stewart (la repelente y aburrida profesora de Pociones, en opinión de… de todo el mundo, en realidad) explotase (fue Ellie, pero intentó culpar a Fred para que lo castigasen en venganza por haber teñido todas sus pertenencias de rosa chicle). Fred nunca ha sido amigo de Eleonora, ni Eleonora de Fred. La relación más estrecha que habían tenido hasta aquella tarde fue la de dos compañeros de equipo (ella, guardiana; él, buscador), cuyas funciones por suerte no dependen del otro (menos mal; Fred cree que si Ellie fuese golpeadora no sólo no lo protegería de las bludgers, sino que las lanzaría derechitas a su cabeza).
Quizá por eso, piensa él, es por lo que fue tan breve. E intenso. Porque lo suyo fue como los fuegos artificiales que tanto gustan al chico: preciosos, ruidosos, coloridos... y cortos, y que dejan el cielo frío y vacío cuando se acaban.
Fred suspira de nuevo, triste. En efecto, no va a ser capaz de hacer los deberes. Pero, ¡eh! No estoy triste porque me haya… lo hayamos dejado. Ni siquiera estoy triste. Es simplemente que no entiendo de qué va proponiendo "ser amigos"… Joder, es que me quedan dos cursos con ella y no sé cómo voy a mirarla sin acordarme de lo bien que le queda mi camisa del uniforme y de la piel que… ¡Frederick! No desvaríes, por favor. Que tus pensamientos dan arcadas.
Es entonces cuando una cabellera castaña con ojos violetas entra en la tienda, y sus gruesos labios se curvan para formar la sonrisa de aún-no-sé-cómo-pero-vas-a-sufrir-hermanito. Fred teme ese gesto casi tanto como una reprimenda de su madre. O una "mirada" de McGonagall.
-¿Estás estudiando?-pregunta Roxanne, acercándose a él tras saludar a su padre con la mano.
-Sí-responde él, preguntándose por qué diablos se empeña en engañar a todo el mundo. Pero es sólo porque me incomoda estar cerca de ella, y eso es porque… porque es incómodo estar cerca de alguien con el que te has estado acostando seis meses-. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
-He quedado con Dan; es…-No, si le partiré las piernas antes de tiempo. Como sea tan capullo como Ellie para… ¡Fred! ¡Tu hermana te está hablando! ¡Concéntrate!-… y no sabe qué comprar-termina Rox-. ¿Ideas?
-¿Eh? Pues… lo que quiera, supongo-responde Fred, desorientado.
Roxanne lo conoce mejor que él mismo. Eso, unido a la astucia que el Sombrero vio en ella mejor que nadie, y a su hiperdesarrollada lengua bífida, la convierten en alguien con quien no conviene buscar problemas. Lo malo es que ella venga hacia ti provocándolos.
-Ya, claro. Y tu ex no tiene nada que ver.
-No, Rox, no tiene nada que ver-miente Fred, rehuyendo su mirada.
-Ricky, que nos conocemos-si hay algo que Fred odie más que su nombre completo (al igual que su tío, como George comenta cada vez que se enerva porque su madre lo llama así cuando se enfada), es esa abominación que es llamarlo por la última sílaba del mismo y le pongan una "I" delante. O quizá una "Y". Fred nunca se ha puesto a escribir esa aberración de apelativo.
-Roxie, no me llames así-le advierte, utilizando el diminutivo que sabe que su hermana no puede ver ni en pintura. O, mejor dicho, oír.
Roxanne finge más o menos bien indiferencia.
-Oh, vamos. ¿Por qué rompisteis?
Resignado, Fred la mira al fin a los ojos. Roxanne lleva tres semanas haciéndole esa pregunta (las tres semanas de vacaciones, para ser más exactos). Y es lista. Y tenaz. Y Slytherin. Y siempre consigue lo que quiere.
-Rompió ella conmigo. Discutíamos mucho. Punto y final. ¿Contenta?
Por un momento, teme que su hermana haya visto el dolor que sus ojos azules han mostrado sin él quererlo. La expresión de Roxanne cambia de una sonrisa burlona a una especie de puchero con los ojos muy abiertos.
-Vaya. Lo siento.
-Pues yo, no-replica Fred-. Casi lo prefiero así.
-Ya, claro. Fred, que estás coladito por Black-le recuerda su hermana.
Sé que en el fondo tiene buena intención, pero… ¿Es necesario torturarme psicológicamente y restregármelo por la cara? Merlín, Rox, ¿qué te han hecho esas serpientes?
-No estoy colado por ella-replica Fred-. Sólo es una niña caprichosa que deja los juguetes que ya no quiere.
Roxanne lo mira con lástima.
-Vamos, Fred. Eleonora se muere por tus huesos. Yo creo que si la buscaras y le comieras la boca un rato y luego…
-Roxanne, hazme un favor, ¿quieres? ¡Cállate!-sin saber cómo, Fred ha acabado levantando la voz. Los clientes más cercanos lo miran, alarmado. Y ni siquiera sabe con exactitud por qué está enfadado. Ni con quién-. ¡No necesito que me digas lo que tengo o no tengo que hacer con Eleonora Black, porque para empezar, es asunto mío! ¡Para seguir, preocúpate más por ti! ¡Y, para terminar, lo único que esa tía me inspira, es indiferencia!
Ahora sí. Absolutamente toda la tienda (que no es pequeña, precisamente), se ha quedado en silencio, mirándolo alarmados. Roxanne ha palidecido un poco; es la primera vez en años que su hermano le grita así. Desde la caja, George frunce el ceño, poco acostumbrado a que sus hijos discutan. A Fred no le importa. Enfadado, cierra sus libros, doblando los pergaminos que tiene dentro y manchándolos de tinta, baja las escaleras y desfila hacia la puerta ante la curiosa mirada de los clientes. Aparta a alguien que se ha puesto-muy oportunamente-justo en mitad de la puerta bruscamente, y sale al callejón Diagon caminando a zancadas.
Decir que Fred aporrea la puerta de casa es quedarse corto. Si tuviese más fuerza, en estos momentos su casa estaría convertida en escombros. Tiene las llaves en el bolsillo, pero sus manos están ocupadas llevando sus libros de Hogwarts, sus plumas y sus pergaminos. El bote de tinta se le ha caído en algún lugar entre la tienda y su casa, y tiene las manos tiznadas de negro. En cuanto la puerta se abre, se cuela en la casa y sube las escaleras de tres en tres, y entra en su cuarto antes de que su madre tenga tiempo de decir algo más que: "¿Qué te ha…?". Fred deja los libros en el suelo (en realidad, los tira de mala manera), coge un pañuelo de su escritorio (cuya función es desconocida; Freddie siempre ha hecho los deberes en la tienda) y se limpia la tinta de las manos.
Tira el pañuelo sucio a la papelera y se deja caer en el suelo, apoyando la espalda en la cama y clavando los ojos en algún lugar del infinito.
¿Por qué le afecta tanto que Roxanne, o cualquier otra persona, mencione a Eleonora? Joder, sí, los amigos se interesan por uno, para eso están, pero… podían dejar de meter el dedo en la llaga, ¿no? Dejar de restregarle que ha perdido a Ellie (siempre tuvo prohibido, él y el resto del castillo, llamar a la chica por ese diminutivo, pero no podía evitarlo; adoraba cómo sus ojos color miel se oscurecían hasta adoptar un tono más negro que la más negra de las oscuridades).
Con todo, Fred sonríe cuando recuerda la primera vez que habló con ella. Pese a que fue un absoluto desastre.
La locomotora silbó mientras empezaba a moverse. El niño entró de un salto en el tren justo milésimas antes de que se cerrasen las puertas. Se asomó a una ventana y vio a sus padres y a su hermana despidiéndose de él; su hermanita lloraba, su madre sonreía y su padre tenía una expresión extraña, pero sus ojos le decían que se echarían de menos sus trastadas en casa. El niño movió la mano, sonriendo, y no apartó la vista de la ventana hasta que el tren tomó una curva y su familia se perdió de vista. Sólo entonces echó a andar hacia su compartimento, limpiándose con disimulo la lágrima que había escapado de uno de sus ojos.
Encontró a su prima Lucy sentada, muy entretenida leyendo "Historia de Hogwarts; revisada y ampliada por Hermione Granger". Fred se juró a sí mismo que algún día leería ese libro (porque a él le gustaba leer, aunque le gustase más gastar su tiempo molestando a los que tenía alrededor), sólo para que la tía Hermione y el tío Percy dejasen de darle la lata (y también porque le habían dicho que su padre y todos sus tíos salían, al menos una vez, en dicho libro). La niña, mes y medio mayor que él, de pelo castaño oscuro, piel pálida y pecosa y ojos entre gris y azul, alzó la vista para mirarlo.
-¡Hola!
-Hola, Lu-respondió Fred, sentándose frente a ella y estirando sus piernas en el asiento-. ¿Te has despedido de tus padres?
-Sí, hace ya rato; papá y Molly nos han hecho venir a todos media hora antes-explicó. Fred rió; su tío Percy era, sin duda, la persona más aburrida del mundo mundial. Seguido de cerca por Molly. Al menos, que él conociese-. Todo para largarse con sus amigos y ese McLaggen. ¿Y tú?
-Mamá no quería soltarme; ha tenido que rescatarme Rox-Fred suspiró. Realmente iba a echar mucho de menos a su hermana-. Y papá, ya ni te cuento; casi me rompe una costilla, por lo menos.
Los dos primos siguieron charlando de cosas banales. Lu era la prima preferida de Freddie; no sólo por ser la única con la que iría a Hogwarts, sino porque era la más bipolar de todas sus primas. Lo mismo se pasaba toda la tarde corriendo y prendiendo fuego al pelo de Victoire (no es que la odiase; pero era muy divertido), que se sentaba con Rose y su hermana a leer, gruñendo a cualquiera que alzase la voz por encima de quince decibelios.
Entonces, la puerta del compartimento se abrió, dejando ver a una niña, algo más baja y más delgada que Lucy, con el pelo negro y ondulado hasta la cintura y los ojos del color de la miel. Miró a los dos niños y suspiró, mordiéndose el labio.
-¿Podemos ayudarte en algo?-inquirió Lucy educadamente. Fred casi logró reprimir un resoplido al reconocer el tono de su tío, ese con el que su padre tanto se metía. Casi lo logró.
-Pues… ¿me puedo sentar aquí?-preguntó ella, algo incómoda-. Unos alumnos mayores me han echado del compartimento.
-Claro-respondió Fred, bajando rápidamente las piernas al suelo. La niña se sentó a su lado y se quedó callada. Parecía incómoda-. ¿Cómo te llamas?-preguntó él, en parte porque Lucy no estaba muy dispuesta a aligerar la tensión al meter la nariz de nuevo en su libro.
-Eleonora Black-respondió ella.
-Me suena-musitó Fred; sabía que había oído ese apellido en algún lugar.
De repente, Lucy soltó un gritito y dejó caer el libro al suelo, produciendo un gran estrépito. Freddie y Eleonora la miraron, alarmados, pero a la niña no le importó. Miraba a Eleonora con una expresión extraña, casi asustada.
-¡Tu apellido!-chilló, señalando a la niña.
-¿Qué pasa con él?
-¿Estás emparentada con Sirius Black?-preguntó Lucy.
-¿Pero ése no era…?-saltó Fred, recordando una historia de jóvenes que se transformaban en animales que su tío Harry le contaba de vez en cuando.
-No lo sé-respondió Eleonora-. Es decir… Mi madre es bruja. Papá es un squib, y me contó que lo repudiaron en su familia por serlo, por lo que nunca he conocido a ninguno. Pero mamá dice que todos los magos, aunque sea de forma muy, muy, muy lejana, están emparentados. Y que la familia de papá era una de las familias de magos más famosas-explicó-. De todas formas, ¿quién es Sirius Black?
-Aquí dice-Lucy se agachó para recoger su libro-que era amigo del padre del tío Harry-dijo, mirando a Fred-. Harry Potter-Eleonora asintió-. Dice que lo acusaron de asesinato injustamente y que estuvo doce años en Azkaban. Y que lo mataron antes de que todos se enterasen de que era inocente.
-Vaya-comentó Fred-. Pobrecito.
Eleonora asintió.
-A propósito, ¿cómo os llamáis vosotros?
-Lucy Weasley
-Fred Weasley. Junior.
-¿Junior? ¿Tu padre también se llama así?
Fred se arrepintió en seguida de haber dicho la última palabra. De todas las historias de la Guerra que llevaba escuchando desde que tenía uso de razón, sin duda ésa era la que menos le gustaba. Aún recordaba con claridad la cara que se le quedó a su padre cuando le preguntó, en uno de los cumpleaños de Vic, por qué hablaban de él en pasado cuando estaba delante de ellos.
-No, mi tío. Murió hace muchos años-tampoco era necesario contarle toda la historia a una desconocida.
-Por cierto-intervino Lucy-. Lo siento, pero no me he enterado, ¿cómo decías que te llamabas?
-Eleonora.
-Y a mí no me gusta mi nombre completo-comentó Fred-. ¿A quién se le ocurriría llamar así a alguien?
Eleonora entornó los ojos, y Freddie advirtió que sus iris se oscurecieron ligeramente.
-¿Perdona? ¿Qué tienes en contra de mi nombre?
-Oh, nada. Sólo que es más largo que un día sin pan-replicó Fred. Llevaba toda su vida disfrutando al hacer rabiar a sus primos; ¿por qué iba a cambiar? Además, era divertido ver cómo los ojos de la niña se oscurecían más y más.
-Pues lo siento, pero es lo que hay-replicó Eleonora.
-Podrías acortarlo… No sé, Ellie estaría bien.
Si antes los ojos de Eleonora "Ellie" Black estaban oscuros, eso no era nada para el tono que habían alcanzado ahora, más negro que un pozo sin fondo. Fred se preguntó si sería metamorfomaga, como Teddy, si sólo podía hacer cambiar sus ojos de color, o si no podía controlarlo. Supuso que la tercera opción era la más válida.
Eleonora se levantó del asiento y lo miró con rabia. Sin decir una palabra, abrió la puerta del compartimento y salió, y la cerró tras de sí con tal enfado que el cristal se resquebrajó.
-Bien, Freddie, lo de hacer enemigos lo dominas-ironizó Lucy-. ¿Por qué tenías que ser tan borde?
-¿Por qué tenía que preguntar nada sobre el tío Fred?-sí, era una excusa. Una de las peores que Fred se había inventado en su vida.
Lucy sacudió la cabeza y, sin decir nada (conocía demasiado bien a su primo como para creer que podría hacerle entrar en razón), volvió a la lectura de "Historia de Hogwarts: revisada y ampliada por Hermione Granger"
Fred no se digna a salir de su dormitorio hasta que, cerca de las nueve de la tarde (porque es julio y los días son más largos, hecho que se agradece en un país tan húmedo y oscuro como Inglaterra), su madre lo amenaza con encerrarlo en una habitación oscura sin chocolate durante el resto de su vida. Con un suspiro de resignación, el adolescente baja las escaleras y ayuda a su madre a poner la mesa, evitando en todo momento el contacto visual con Roxanne, que le cuenta a su padre las maravillas de la rata nueva de Daniel Nott. Fred sacude la cabeza, pensando que su hurón, Duna, es infinitamente más interesante, cariñosa y simpática que ese asqueroso roedor. Y no está seguro de si se refiere a Nott o a la rata. Por alguna razón, ver que su padre frunce el ceño ligeramente cuando descubre qué animal es en señal de ligera desaprobación, lo anima un poco. Y ni siquiera está pensando en Eleonora (como si ella necesitase tantas atenciones, ¡ja!).
Se sienta entre Rox y su padre y empieza a comerse su filete de ternera. A su lado, a Roxanne le falta poco para soltar el cuchillo y el tenedor y empezar a literalmente devorar toda la comida. Plato incluido. George le dice que se parece mucho al tío Ron. Roxanne lo niega. Fred, que ha visto comer (o, más bien, meterse comida en la boca) a su tío, puede dar la razón a su padre con todo el derecho del mundo. Su madre les riñe, a Fred y a George, diciéndoles que con tonterías como ésa comienzan las enfermedades y los trastornos alimenticios y que Roxanne está divina de la muerte con su cuerpo. Para trastorno alimenticio, el que tiene Freddie al atragantarse con la carne tras un chiste de su padre. Menos mal que llega súper Rox al rescate y logra que la comida vaya por el conducto correcto.
Se quedan un rato en el salón. Mamá, viendo una película muggle acurrucada en el sofá con papá; Rox, jugando con Duna en el suelo; Fred, haciendo finalmente deberes (la tele y los ruiditos de su mascota no son lo mismo que el alboroto de la tienda, pero también ayudan a concentrarse), y preguntando de vez en cuando algo a sus padres; y George, abrazado a Angelina y sonriendo, con la mirada perdida, volviendo a la realidad sólo para responder las preguntas de su hijo.
No es hasta casi medianoche cuando los cuatro deciden irse a dormir. Fred deja los libros y pergaminos sobre su escritorio (¡así que para eso servía!), se pone su pijama naranja y se mete en la cama. Segundos más tarde, Duna se mete con él bajo las sábanas. Freddie cierra los ojos y acaricia al hurón, y deja, por primera vez en todo el día, que su mente vuele por los cielos que le apetezca. Es reconfortante, después de haber pasado todo el día intentando no pensar en Eleonora. Que es precisamente adonde su mente quiere ir a parar.
Fred recuerda sus ojos cambiantes, su largo pelo negro; el moño que se hacía y que tan elegante le quedaba, que solía acabar deshecho y desparramado alrededor de su cabeza en el suelo de algún aula vacía; recuerda la cantidad de puñetazos y collejas que recibía cada vez que la llamaba Ellie hasta el momento en que ella reconoció que no era tan malo (mentira, llevaba adorándolo desde que lo oyó por primera vez, pero estaba cansada de fingir enfado y de pegar a Fred para disimular), todos los besos que ponían punto y final a sus disputas; el gracioso contraste entre su piel clara y el color oscuro de la de él; pero, sobre todo, lo mucho que echa todo eso de menos.
Justo cuando está a punto de quedarse dormido, Fred sonríe. Después de todo, han sido los mejores meses de su vida, al menos de momento.
Notas de la autora: Ya lo he dicho, pero no me cansaré: adoro a la tercera generación, desde el mayor hasta el más pequeño, pero he de admitir que tengo debilidad, sobre todo, por Freddie y Roxanne.
Siempre me he imaginado a Freddie como alguien con el humor de Fred y George, pero la mala uva y la sensibilidad de Angelina. Y para mí es una combinación adorable. En cuanto a Roxanne, siempre he creído que fue a Slytherin; no me preguntéis por qué, sólo tengo esa impresión. Y que cuando era pequeña era muy callada y observadora (lo cual no significa tímida), pero que estar en Slytherin, como piensa Fred, le ha hecho desarrollar una lengua viperina que no siempre es bien recibida.
Y de Eleonora, Ellie para Fred, puedo decir que me costó muchísimo definir su personalidad y que Fred no está colado por ella sólo por gusto. Ah, y se apellida Black porque me gusta y punto. Aunque, cuando lo pensé, me pasé varios días tratando de buscar el porqué del parentesco con Sirius. Así que me acordé de nuestro amigo Marius Black, a quien repudiaron por ser un squib, y no fue difícil imaginar que se casase con una bruja y naciese Eleonora.
Oh, por si queréis saber las edades de los personajes principales (no todos son de JK Rowling, porque yo creo que Neville y Hannah también tienen derecho a tener hijos), las anoto. Y también sus casas:
Lorcan (Ravenclaw) y Lysander (Slytherin) Scamander (que, por cierto, para mí son mellizos, no gemelos idénticos): 17 años.
Rose Weasley (Ravenclaw): 17 años.
Scorpius Malfoy (Slytherin): 17 años.
Albus Potter (Slytherin): 17 años.
Lucy Weasley (Ravenclaw): 16 años (cumple 17 en noviembre).
Freddie Weasley (Gryffindor): 16 años (aunque cumple 17 en diciembre).
Eleonora "Ellie" Black (Gryffindor; es un personaje no-rowlingniano, pero la adoro igualmente): 16 años.
Benjamin Wood (Gryffindor y primogénito de Katie y Oliver, una ricura): 16 años.
Lily Potter (Gryffindor): 15 años (cumple 16 en octubre).
Hugo Weasley (Gryffindor): 15 años (cumple 16 en octubre).
(Sé lo que pensáis, y sí; me gusta pensar que nacieron el día de Halloween, con dos horas de diferencia, siendo Lily la mayor).
Daniel Nott (Slytherin y otro cielo de chaval): 15 años.
Roxanne Weasley (Slytherin): 15 años.
