Este fic sé que puede parecer un poco profano, pero es que siempre que veo a Matsumoto y Shiro peleando me recuerdan a una madre y a su hijo, por eso al final me decidí a escribirlo. Al principio la idea que fuese un poco de broma, pero creo que al final me quedó más serio de lo que esperaba :S
Espero que os guste este primer capítulo y en breves supongo que podré subir el segundo :)
FEELS
CAPÍTULO 1
Rangiku estaba en la cocina terminando de preparar la cena cuando oyó la puerta de casa.
-¡Hola! –Gritó sabiendo que no iba a obtener respuesta, su hijo estaba en aquella edad en la que los padres solo molestan.
Tal y como ella había vaticinado, solo le respondió el sonido de la puerta de su hijo al cerrarse. La mujer suspiró y se limpió la frente con el antebrazo mientras terminaba de preparar las verduras para la sopa.
A la hora de la cena fue a la habitación de su hijo y llamó suavemente antes de abrir, el chico estaba sentado en su escritorio haciendo las tareas del colegio.
-Shiro, cielo, es hora de cenar.
-Ya voy, mamá.
Los dos fueron a la pequeña cocina en la que Rangiku había colocado una deliciosa y suculenta cena.
-Que aproveche mamá. –Dijo él mientras comenzaba a devorar la comida. Ella sonrió y lo imitó. –Mamá, esto está delicioso.
-Sí, ¿verdad? Y bueno, cuéntame, ¿qué tal en la escuela? ¿Has conocido a alguna chica?
-Mamá, no empieces.
-¿Y Hinamori? Hace mucho que no la veo, es una buena chica…
-Mamá, déjame en paz. –Él estaba empezando a cansarse, siempre era lo mismo en la hora de la cena.
-¡Ay hijo, cómo te pones! Una madre debe preocuparse por todo lo que le pasa a su retoño, y tú ya estás en una edad en la que deberías ir pensando en buscar una chica…
-¡Mamá, basta! –Gritó él. Su madre hizo pucheritos, pero él no cedió ante su chantaje, la conocía demasiado bien. -¿Y cómo ha ido tu día? ¿Has encontrado trabajo ya? –Preguntó él para cambiar de tema, ella negó con la cabeza.
-Ya sabes que ahora mismo es algo difícil, pero no te preocupes, Shiro, que dentro de poco las cosas cambiaran.
Él comenzó a comer más despacio mirando su plato de sopa, desde que tenía uso de razón su madre siempre le había dicho que las cosas cambiarían, pero nunca cambiaban.
Cuando acabó de cenar llevó sus platos al fregadero y subió de nuevo a su habitación, todavía le quedaban muchas tareas que hacer. Rangiku observó a su hijo hasta que desapareció por las escaleras, entonces suspiró y se levantó a fregar los platos.
Ya era cerca de media noche cuando Shiro acabó de hacer sus deberes. Estaba cansado y hambriento, por lo que decidió bajar a por un vaso de leche. Con cuidado, pensando que su madre dormía, comenzó a bajar las escaleras, pero entonces vio la luz del salón encendida. El chico se acercó y pudo oír parte de la conversación telefónica que su madre estaba manteniendo:
-Gin, por favor, escúchame…esto no puede seguir así, ya casi no tengo dinero, y encontrar trabajo es casi imposible. […] No lo hagas por mí, hazlo por él. Joder Gin, que también es tu hijo. –Rangiku estaba al borde del llanto cuando se giró y vio que su hijo estaba escuchándola. –Ahora tengo que colgar. –Ella colgó y dejó el teléfono de nuevo sobre la mesa. –Shiro, cielo, ¿qué haces despierto? –Ella trataba de parecer despreocupada.
-Nada, me iba ya a la cama, pero antes quería tomar un vaso de leche. ¿Quién era?
-Na…nadie. –Ella sonrió. –Venga, sube a la cama, que ahora te llevo yo la leche, ¿con dos cucharadas de cola-cao?
-Era él, ¿verdad?
-¿Quién?
Shiro seguía a su madre a la cocina.
-Mi padre. –El chico pronunció esas dos palabras con desprecio.
-No digas bobadas. ¿Cómo de caliente quieres la leche? –Ella trataba de desviar el tema de conversación, no le gustaba hablar del padre de su hijo.
-Mamá, ¿por qué nunca me hablas de él? ¿Qué pasó?
-Shiro, hoy no, no ha sido un buen día.
-Pero mamá, nunca es buen día. Sé que estamos mal, sé que te esfuerzas para que todo parezca que está bien, pero no lo está. Ya no soy un niño, mamá, ya tengo una edad en la que puedo comprender más de lo que crees, tengo una edad en la que necesito saber qué pasa.
Rangiku suspiró y sacó la leche del microondas, después la dejó sobre la mesa de la cocina se sentó, estaba agotada. La mujer enterró la cara entre las manos y comenzó a llorar mientras su hijo la observaba sin saber muy bien qué decir o qué hacer, nunca había visto a su madre llorar, ella siempre estaba feliz, siempre sonreía y hacía el payaso haciéndole sentir vergüenza. Su madre nunca se rendía y verla allí llorando, en medio de la noche, hizo que se le encogiese el corazón.
-Siéntate, Shiro. –Él obedeció y ella levantó la cabeza, apartándose el pelo de la cara y limpiándose la cara. –Tu padre nos abandonó al poco de que nacieses, no sé, supongo que le entró el miedo, éramos jóvenes e inconscientes y un niño…Él me dijo que abortase, que no podíamos tenerte. No teníamos dinero, nuestros padres no parecían apoyarnos y bueno, discutimos y decidimos dejar la relación, pero yo no podía abortar, no cuando te sentía dar pataditas dentro de mí. –Sonrió recordando su embarazo. –Mis padres insistieron en que te diese en adopción, y en algún momento incluso llegué a pensar que era buena idea pero después…cuanto más lo pensaba más difícil me parecía, así que al final decidí quedarme contigo. –Ella alargó un brazo y retiró un mechón de pelo de la frente de su hijo. –Y entonces naciste y, en el mismo momento en el que te vi, me enamoré. No me mires con esa cara, que es cierto. Eras un encanto de bebé, no llorabas casi y parecías muy listo, todos estaban como locos contigo. Tu padre vino a verte, y se le caía la baba, pero se fue, se mudó lejos con sus padres, no querían que supiera nada de ti ni de mí, por supuesto. Fue duro, Shiro, muy duro, pero gracias a mis padres pudimos ir saliendo adelante. Entonces vino la enfermedad del abuelo, y sus medicinas y todo…y luego murió, y la abuela detrás y entonces nos quedamos los dos solos. Por suerte no tengo hermanos y la casa de mis padres pasó a ser mía, pero no tenía dinero, los pocos ahorros que teníamos los gastamos en el tratamiento del abuelo. Unos amigos de mis padres me dieron trabajo, pero entonces estalló la crisis y bueno, no hace falta que te diga cómo estamos. Por eso me decidí a llamar a tu padre. –Ella bajó la cabeza, avergonzada.
-Mamá…yo…no tienes que preocuparte, saldremos de esta, ya lo verás. No hace falta que le pidas nada a mi padre. Ya tengo dieciséis años, puedo buscar algún trabajo a media jornada y, además, si sigo esforzándome así seguro que me dan más becas para ir a estudiar a una buena universidad…-Shiro sonreía mientras miraba a su madre, que también comenzó a sonreír.
-Estoy segura de que sí, mi amor, y ahora venga, a la cama que es muy tarde. No te olvides de la leche.
-Mamá, -dijo él sonrojado, -¿me la subes a la cama?
Ella sonrió y asintió.
-Ahora mismo subo.
Rangiku terminó de preparar la leche a su hijo y subió a su habitación, el chico estaba sentado en la cama con las piernas cruzadas y esperando a su madre, que le tendió la bebida y le dio un beso en la frente.
-Muchas gracias, mamá. Te quiero.
-Yo también te quiero. –Respondió ella antes de salir y cerrar la puerta.
Tumbada en la cama Rangiku miró la foto que tenía sobre la mesilla, era del primer cumpleaños de Shiro y en ella el niño tenía la cara llena de tarta de chocolate. Su pequeño había crecido mucho pero, a pesar de todo, siempre sería su niño, y haría lo que fuera por él.
A la mañana siguiente, cuando bajó a desayunar, se encontró con que él ya se había levantado y estaba en la cocina preparando el desayuno y dejándolo todo perdido.
-Buenos días, mamá, ¿quieres tortitas?
-Buenos días. –Saludó ella mientras le revolvía el pelo. –Sí, pero si no las quemas, mejor.
-¡Mierda! –Shiro se apresuró a quitar las tortitas del fuego mientras su madre reía. –No te rías de mí, que es la primera vez que las hago.
-Si yo no me estoy riendo. –Contestó ella mientras se sentaba en la silla muriéndose de risa. Su hijo cocinando no era algo que pasase todos los días.
-Oye mamá, que te parece si vamos a pasear al parque. Los cerezos están floreciendo y todos dicen que está muy bonito.
-¿Sí? ¿Y por qué no llevas a Hinamori? Es un sitio muy román…-Rangiku no pudo terminar la frase pues si hijo le había lanzado el trapo de cocina a la cara.
-Que ya te he dicho que entre Hinamori y yo no hay nada. Solo somos amigos, A-M-I-G-O-S. –Él se enfurruñó y ella rompió a reír más fuerte.
-Bueeeeno, si insistes, iré contigo al parque, a jugar como cuando eran un bebé regordete de mejillas sonrojadas. –Rangiku apretaba las mejillas de su hijo mientras lo besaba y abrazaba.
-Mamá, déjame en paz, quita. –Él se intentaba zafar del abrazo de su madre aunque sin mucho éxito además, en el fondo, él también disfrutaba de aquellos momentos.
En esos momentos, mientras Rangiku estaba en pijama, despeinada y llena de harina que su hijo le había tirado por encima para tratar de librarse de ella, alguien llamó a la puerta.
-Shiro, ¿esperabas a alguien? –preguntó ella extrañada. Él negó con la cabeza. –Bueno, da igual, ve a abrir tú, que voy a lavarme un poco, que guapa me has dejado.
Mientras el chico se dirigía a la puerta ella fue al baño a lavarse la cara y a tratar de peinarse. Cuando salió del baño Rangiku casi se queda sin respiración pues allí, frente a ella, estaba él, con su traje perfectamente planchado y su sonrisa, justo al lado de su hijo, que lo miraba enfadado.
-Gin…-Ella susurró su nombre y sintió que su corazón se aceleraba. A pesar de los años pasados todavía no lo había olvidado.
-Mamá, ¿estás bien? –preguntó Shiro.
-Creo que hoy no vamos a poder ir al parque, cielo. Ve a terminar de preparar el desayuno, ¿quieres un café?
-Sí, por favor. –Respondió Gin. –Dos cucharadas.
Shiro se fue a la cocina dejando a sus padres solos en medio del pasillo, ¿a qué habría vuelto él?
Hasta aquí el primer capítulo, se aceptan sugerencias para el segundo ;)
