Este fic participa en el reto "El Ipod de Rose" en el foro El Escorpión Que Coleccionaba Rosas.
Capítulo uno: The only exception - Glee version
Aquella tarde de Junio el cielo no podía estar más azul, ni una sola nube se atrevía a ocultar al resplandeciente astro rey. Sus rayos bañaban la calmada superficie del lago y a todos los que valientemente habían decidido exponerse a ese calor sofocante, por eso la mayoría se ocultaba bajo la sombra de algún árbol con la esperanza de que ese día nunca llegara a su fin.
Sin embargo otro pensamiento era el que llenaba a la pelirroja, y ella no era capaz de librarse de él, una melodía tranquila y dulce la tenía abstraída intentando recordar de que canción se trataba, sabía que incluso la había tocado con su inseparable guitarra, el objeto al que le tenía mas aprecio después de su varita y al que cargaba con ella a todas partes. Desde la corta edad de siete años se había visto fascinada por aquel instrumento, exhibido en una vidriera de un centro comercial muggle al que la había llevado su madre, y poco después descubrió que tenía talento y había concurrido a clases de música durante años.
De todas formas ella se sentía plenamente feliz sentada sobre la suave hierba, con la brisa acariciando su rostro y teniendo esa mirada plata tan cerca. Porque sí, ella no estaba sola, a menos de un metro, apoyado sobre el mismo tronco, se hallaba Scorpius Malfoy, la persona con la que más le gustaba estar, el que desde los once años era su mejor amigo.
-Rose, Rose, llamando a la pelirroja más distraída de todo Hogwarts-repetía él intentando hacerla reaccionar, para poder traer de vuelta al planeta tierra a la Gryffindor.
-¿Qué sucede?-preguntó la chica algo molesta ante la insistencia, estirándose y contemplando como Scorpius se mofaba.
-Últimamente estas muy distraída, ¿los exámenes te absorbieron el cerebro?-.
La pelirroja le dedicó una mirada cargada de reproche que no causó otra cosa que una sonrisa brillante por parte del muchacho portador de un grueso par de gafas.
-Estaba pensando que solo nos queda un año antes de irnos de Hogwarts-confesó ella con pesar, omitiendo un dato fundamental que se resistía a escapar de sus labios, porque en realidad lo que más temía era irse de Hogwarts y no poder verlo todos los días, temía que él la olvidara y que ese momento se convirtiera en un recuerdo lejano dentro de su mente.
Scorpius suspiró-Anímate, en un año pueden pasar muchas cosas divertidas -entonces puso su brazo sobre los hombros de la chica para darle apoyo, sin saber que tan solo eso bastaba para que el corazón de Rose galopara contra su pecho y sus manos temblaran del nerviosismo.
Que ironía era la vida, siempre había pensado que ella nunca se enamoraría como sus padres o sus tíos, que iba a terminar solterona con un montón de gatos para el resto de su vida pues no creía en los cuentos de hadas ni en el amor eterno, pero allí estaba, contradiciéndose, una excepción a la regla dictada por su cerebro calculador tan brillante como el de su madre. La pelirroja ya sabía que desde hacia al menos un año su corazón ya tenía dueño, pese a que este ni siquiera tenía la más remota idea.
No era un secreto que ellos dos eran los mejores estudiantes de su generación, eran capaces de pasar con la máxima calificación cualquier examen pero en cuanto a temas del corazón dejaban mucho que desear, pues por más que Rose le diera señales, Scorpius no las captaba, lo que generalmente causaba la risa de Albus Potter.
-Tienes razón, no debo pensar en eso-comentó Rose despejando esa niebla que inundaba su alma y llenándose de una ansiedad tan potente que incluso lograba que le costara respirar. Porque ese era el día, había estado meses intentando decirle a él lo que sentía: pero tenía miedo, miedo de que se burlara de sus tan preciados sentimientos y que su amistad se esfumara. Tenía la concepción de que el amor duraba poco, por eso nunca se había preocupado como otras chicas de su edad a buscar novio, prefería la soledad al dolor, eso era lo que siempre se repetía hasta que los sentimientos la desbordaron. Por eso después de una lucha exhaustiva, había decidido tomar valor y confesársele, toda una odisea para esa chica que se sonrojaba con solo mirarlo.
-¿Iras a la madriguera este verano?-cambió de tema el rubio, alejado su brazo de ella para poder alisarse aun más hacia atrás su cabello perfectamente peinado, aquella era una vieja costumbre que conservaba a pesar que sus amigos se burlaran diciendo que parecía mas una rata de biblioteca que un chico de dieciséis años. De hecho ese era el perfil que todo el mundo en Hogwarts tenia del primogénito Malfoy, el de una simple rata de biblioteca que solo sabe estudiar, la única que sabia la verdad era ella, sabía que tras ese par de gafas existía un chico sumamente divertido.
-Así es, nana Molly no nos perdonara si no probamos cada una de sus tartas- contestó ella con alegría.
El chico sonrió, adoraba ir a la casa de los abuelos de Rose durante el verano, sentía una calidez que no se respiraba en la gigantesca mansión en la que vivía, donde el silencio y la quietud te hacían sentir enfermo y solitario. Automáticamente apretó con furia la carta que había recibido esa misma mañana y tenía en el bolsillo desde entonces, estaba furioso por su contenido pero prefirió no decirle nada a la Weasley, por el momento prefería no dar explicaciones.
-Scor, tengo algo que decirt…-comenzó ella, tras una exhalación profunda, enfocando con sus ojos tan azules como el cielo al muchacho, pero entonces se detuvo. Un silencio incomodo invadió repentinamente la atmosfera, Rose acababa de notar como él jugueteaba con algo dentro de su bolsillo a la vez que una expresión de rabia se reflejaba en los espejos de su alma, que para Rose eran totalmente transparentes, podía saber que algo le sucedía con solo una mirada. ¿Quizás había vuelto a pelear con su padre?, pensó ella de inmediato, recordando la conflictiva relación que existía entre él y su progenitor, aunque de inmediato lo rechazó ya que no había ninguna razón para ello, entonces… ¿se sentiría incomodo?, dedujo ella imaginando que el joven ya se veía venir la confesión. El miedo volvió a paralizarla como algún tipo de veneno y por unos momentos su garganta no le respondió.
-¿Has visto a Albus?-la ignoró él, con la voz levemente mas grave y tensa.
-¿Albus?-susurró ella confusa ante la pregunta tan de improviso-debe estar con su novia-indicó con seguridad sintiéndose algo celosa de su primo que había sido capaz de confesarse a la chica que le gustaba y ahora ya llevaban seis meses saliendo juntos, mientras que ella seguía atascada en ese torbellino de palabras sin saber que hacer.
-Mira ahí viene-indicó él poniéndose de pie de inmediato y haciéndole señas a Albus y a otro de sus amigos para que se acercaran hasta allí. Rose sintió como un pedazo de plomo se alojaba en su estomago, la indecisión la mataba y era consciente de que acababa de perder la oportunidad nuevamente.
Los dos chicos llegaron hasta la sombra del árbol y comenzaron a hablar despreocupadamente, aunque enseguida el muchacho de ojos verdes notó la palidez de su prima y la alejó unos cuantos metros para decirle algo sin que los otros dos escucharan.
-¿Estas bien?-soltó con preocupación a la vez que examinaba a la pelirroja.
-Sí, perfectamente bien ¿Por qué pregu…-fingió ella cruzándose de brazos aunque al ver la mirada del Potter supo que había sido descubierta y decidió callarse.
-No le dijiste otra vez ¿cierto?-adivinó enseguida el joven de cabellos oscuros con una mirada sumamente comprensiva hacia su prima.
Ella empezó a balbucear intentando defenderse pero cuando él comenzó a reírse débilmente su rostro no tardó en tornarse de un rosa chillón, ahí fue consciente de que acababa de delatarse.
-Rosie-la provoco Albus-¿Qué estas esperando para decirle?, Scorpius es distraído y no lo va a notar hasta que se lo digas directamente-le aconsejó con una sonrisa tierna.
-Tienes razón Al, le diré mañana en el tren-se prometió la chica juntando determinación y sonriéndole con amabilidad al chico. Potter al ver la verdad reflejada en su rostro dejó de insistir y rápidamente se acercó a los otros dos chicos, Rose quedó sola a medio camino entre el árbol y el lago. Entonces observó nuevamente al rubio conversando animadamente, una alegría le lleno el alma al ver esos ojos platas tan brillantes nuevamente, entonces lo supo, al mismo tiempo que recordaba la canción. Entendió que valía la pena confesarse, valía la pena correr un riesgo una vez en su vida si era para estar con él, ella entendió que por primera vez en la vida podía confiar en el amor, porque Scorpius Malfoy era la única excepción a la regla.
