En ese momento no hab a dudas, no ten a que parar Deb a luchar contra el veneno, deb a luchar contra Zaheer; deb a luchar contra su muerte, contra la destrucci n, por todo lo que ella cre a era bueno; ten a quem ndole detr s de las pupilas la imagen de su padre cayendo, la rabia siempre hab a sido un motor que le mov a a hacer cosas imposibles, pero esta vez era m s que rabia, era desconsuelo, determinaci n, furia vuelta fuego y roca.
Si esa era su ltima oportunidad para cumplir su deber, se encargar a de regresarlo a la prisi n en la que pas tantos a os. Ya estaba decidido.
Las emociones eran intensas, el dolor era avasallador.
Cuando sinti la mayor a del veneno salir de su sistema, dej de pensar, dej de doler dej de sentir.
Y ahora, ese era el problema, no sent a nada.
Antes, hab a tenido tanta energ a, tanta insolencia envuelta en una sonrisa torcida, con las cejas alzadas y los pu os crispados, siempre lista.
Luego, hab a encontrado su balance, hab a hecho un cambio,
no solo en los reinos, si no en s misma. Pod a notarse al pasar el tiempo, c mo su lado espiritual hab a crecido, c mo sus prioridades eran m s contundentes, al igual que sus acciones.
Servir, sacrificarse, proteger, restaurar el balance.
Esa era su misi n, y al fin la hab a entendido.
Cada noche, al mirar el techo, cre a que no podr a hacerlo de nuevo, que hab a acabado todo, que no era m s que el final del legado, que no podr a hacer nada bien, que sus in tiles piernas la hac an d bil.
Y sin embargo, hab a momentos, cuando Meelo le miraba con alg n insecto escondido en las manos, o cuando Ikki revoloteaba a su alrededor, o cuando Jinorah meditaba a su lado
Estaban esos instantes, en los que Korra sentia cosquillas en las plantas de los pies, cuando Bolin le hac a sonre r,
cuando los maestros aire iban a decirle que aprendieron algo nuevo.
Cuando volvi a casa, con sus padres y Asami le confeccion una silla para montar a Naga de nuevo, y sali corriendo a los p ramos cubiertos de nieve, y su piel ard a de fr o, y su pecho quemaba con la intensidad del fuego de un drag n.
Y estaba la mirada sonriente y orgullosa de Mako, esper ndola de regreso, para darle una noticia, que Katara estaba ah , para ayudarla. No se permiti emocionarse tanto, sin embargo, el aire entraba directo a sus pulmones como peque os soplos de tormentas de nieve ella estar a bien.
Y si as se requer a que fuera, ella ser a Korra, el ltimo avatar, el que habr a ense ado a la humanidad a protegerse a s misma,
a tener y controlar su propio orden. Y se lo ense ar a en una silla de ruedas, si fuese necesario.
