Hola a todos, soy Gonlamir.
Este es el primer fanfic que me decido a escribir de YOI. Esta historia está inspirada en el libro Undergroud, de Haruki Murakami y en experiencias personales o conocidas por terceras personas. Tenía que plasmar esta historia de alguna manera y tomé prestados los personajes de Yuri! on Ice, idea original de Sayo Yamamoto y Mitsurō Kubo, para ello.
Este fanfic está ambientado en el año 1995, en un AU (universo alterno) en el que existen hombres con la capacidad de concebir. Sin embargo, no se trata de un Omegaverse. No hay alfas. No hay omegas. Tan solo M-preg.
Espero les guste la lectura y puedan llegar a conectar con los sentimientos que quiero transmitir. Sientanse libres de comentar, sus comentarios serán recibidos con mucho cariño :)
Lunes, 20 de marzo - 8.14 am
Había logrado que Yurio dejase de pellizcarle el abdomen cuando pudo verlo.
¿No había sentido algo parecido antes?
Claro. Era la misma sensación, esa en la que se te seca la garganta y se te encoge el estómago, en la que quieres apartar la mirada, bien por vergüenza o para evitar algo similar. Lo había visto varias veces antes, en diferentes situaciones. odas las veces era un tanto desagradable para él, como espectador. Es diferente cuando el que lo sufre es uno mismo.
Entonces, ¿por qué ahora sentía que algo verdaderamente no iba bien?
Entre convulsiones angustiosas, el chico sentado frente a él se acababa de llevar la mano a la boca para no vomitar.
Y dentro del vagón se volvió un completo caos.
Lunes, 20 de marzo - 7.58 am
Clic. Click. Click. Click.
Un sonido estúpido que engatusa el cerebro. Aquellas bolitas metálicas del péndulo de Newton rebotaban en horizontal sobre el escritorio, marcando el ritmo de los movimiento de los dedos de Victor sobre el teclado, cual metrónomo. Una y otra vez. Lo ayudaba a concentrarse. Eso, y el cigarrillo que tenía entre los labios.
El empleado de la cabina contigua bostezó sonoramente.
— Buenos días, Marooka — saludó sin dejar de aporrear el teclado, con la vista fija en la pantalla del monitor. Era un poco raro que su compañero llegase tan temprano a la oficina. El rostro cuadriculado de Marooka asomó sobre el panel (uno de esos paneles de separación que no llegan al techo) frente a él.
— Nikiforov. Buenos días— la cabeza desapareció. El sonido de papeles siendo manipulados llegó hasta sus oídos. Marooka entró a su cubículo dándole una palmada amistosa en el hombro—¿Desde cuándo estás aquí?— el hombre japonés de corte de cabello clásico observó alrededor. Una cobija descansaba sobre la cajonera de esquina del cubículo. Ah, y ceniceros con restos de colillas aún humeantes rodeando el espacio del monitor de Victor, cual ritual de invocación vudú — Pasaste la noche aquí,¿eh?— masculló orgulloso de poder deducirlo.
— Premio— Victor cesó el movimiento de su manos sobre el teclado para apoyar la espalda en en la silla, dando una honda calada a su cigarrillo antes de apagarlo en el cenicero más cercano— Llévate esto, ¿quieres?— le tendió los ceniceros llenos; Marooka no se negó y con una mirada que Victor interpretó como "dichoso adicto al trabajo, ¿quién trabaja el domingo por la noche?" se fue.
Sus piernas crujieron cuando las estiró, al igual que los brazos. Los ojos le escocían por la privación de sueño. Cruzó los brazos y echó la cabeza hacia atrás. Suspiró. Más bien exhaló todo el aire limpio que le quedaba en sus pulmones. Su cubículo estaba impregnado de olor a tabaco, y una difusa neblina blanca flotaba sobre este. Alargó un brazo y lo agitó para expandir la neblina de tabaco, ayudándose de los ruedines de su silla para desplazarse por el cubículo. Dejándose caer de nuevo sobre el respaldo cuando vio que se dispersaba. Se llevó las manos a la cara.
Hacía mucho que no fumaba como un descosido.
Suerte que la empresa dejase las oficinas abiertas en domingo para los empleados que deseasen acumular horas extras. Necesitaba desconectar de alguna forma y Victor no conocía mejor manera que trabajar horas y horas como un enfermo. Así su mente acababa en mínimos y dejaba de pensar en aquello que lo atormentaba. Solía funcionar, casi siempre.
Marooka volvió con dos latas de café caliente de la máquina expendedora del recibidor.
— Toma— puso una de las latas junto a su teclado- Tienes una cara horrible, Nikiforov- se rió. Victor tomó la lata y la abrió con un chasquido de la hebilla metálica. Dio un largo sorbo de aquel líquido caliente sin preocuparse por el ardor en su boca y garganta. Maroka dejó de reír al verle así— ¿Estás bien, amigo?— preguntó dando un sorbo pequeño a su café.
— No — jadeó Victor tras separar los labios de la lata, como su aquel trago le hubiese dejado sin aire. Se levantó de la silla y salió al pasillo entre los cubículos que dividían los puestos de trabajo. Solo los jefes de departamento y los editores disponían de aquellos paneles de PVC que separaban su zona de trabajo del resto de empleados.
Miró su reloj analógico de pulsera. Las ocho y trece de la mañana. Últimamente estaban de moda los relojes que daban la hora en digitos, pero eran demasiado bastos y grandes para el estilo del peliplateado. Dió un sorbo a su café.
—¿Hay reunión de los de marketing a primera hora?— preguntó contemplando el sector contiguo al suyo. Todavía no había llegado ningún empleado y ya pasaba de la hora de entrada común.
—Que yo sepa no— Marooka se rascó la nuca, bostezando ampliamente.
Vieron acercarse tímidamente a uno de los novatos desde la isla de las revistas (nombre dado por los empleados al departamento que llevaba la edición de las revistas temáticas de la editorial). Sabían que era un novato por el traje oscuro pulcramente planchado y la escarapela plastificada en la que figuraban su nombre y su departamento. Lo veteranos no usaban el identificador, salvo en las reuniones entre departamentos.
—Buenos días- saludó el chico con una acusada reverencia; los dos hombres tan solo inclinaron la cabeza— Disculpen… ¿ustedes saben si hoy había algo… algún evento…?— el novato parecía preocupado, mostrando una sonrisa nerviosa— Es raro que no haya ningún superior en el departamento a estas horas…
—Sabemos tan poco como tú, eeeeh... Minami— leyó Marooka en su identificador.
—A-Ah, ¿no?...—Minami se empezó a poner nervioso.
—Tranquilo, Minami— terció Victor con una media sonrisa cansada- Espera unos minutos más, probablemente no tarden en llegar. Asegurate que todo esté en orden cuando tus compañeros se incorporen.
El novato pareció conforme con las palabras del peliplateado porque suspiró algo más sereno y volvió sobre sus pasos.
—Se te dan bien los niños, Nikiforov— se pitorreó Marooka volviendo a su mesa. Victor se mantuvo inmóvil contemplando las amplias oficinas, sin la vista fija en ninguna parte. Niños.
A sus 28 años no veía niños en su futuro. Ni tan siquiera en un lejano futuro. Toda su vida había visto esa posibilidad como improbable.
No sabría qué hacer con un bebé. No aborrecía a los niños pequeños, era simplemente la sensación de "se mira pero no se toca".
Suspiró apesadumbrado. Puto supuesto condón perforado.
El silencio de las oficinas fue invadido por el súbito bramido de las sirenas policiales, procedente del exterior. Victor se acercó a la ventanas con semblante molesto. Un desfile de ambulancias y coches de policía circulaban a velocidad desmedida por la avenida frente al edificio.
¿Eh? ¿Acaso había ocurrido un accidente cerca?
Dos horas más tarde los empleados del piso sexto de la editorial Godansha, algunos empleados llegaban a las oficinas. Muchos con cara de pánico y murmurando con voz temblorosa.
Victor despegó la cara de la pantalla para escuchar.
— Tranquila, Hirose— oyó la voz de Marooka desde el pasillo.
— Es horrible… Marooka-san… Yo… Menos mal que yo… pero Satoshi…— un sollozo entrecortado hizo eco en toda el pasillo. No tardaron en escucharse más llantos e hipidos, convirtiendo la planta seis en una algarabía. Victor salió de su cubículo, desconcertado. Los empleados que lloraban contaban algo que había ocurrido en las estaciones de metro cercanas.
Minami subió el volumen de una radio portátil para que todos pudieran escuchar el reporte de las autoridades.
— ...la policía afirma que se trata de una acción premeditada para causar el mayor número posible de muertos. A las 8:17 de la mañana, hora punta en que miles de personas se desplazaban a sus puestos de trabajo, más de 300 personas han sido evacuadas de las estaciones de Tsukiji y Kasumigaseki, con claros síntomas de envenenamiento por gas tóxico. La cifra de evacuados es aproximada ya que las labores de evacuación prosiguen. Los hospitales de las inmediaciones han declarado su... —
Lunes, 20 de marzo - 12:32 pm
Makkachin salió a recibirle cuando entró al apartamento, alzándose sobre sus dos patas para lamerle la barbilla. Divertido, Victor dejó el portafolio en la cómoda del hall, acariciando la cabeza de su cariñosa mascota. Caminó hasta el salón despojándose de su abrigo para dejarlo sobre el diván de cuero negro.
Makkachin ladró para llamar su atención. Agitaba la cola con alegría. No veía a Makkachin desde el domingo por la mañana. Yuri debió traerlo de vuelta a casa ese mismo día. Su sonrisa se disolvió al pensar en el japonés.
Aflojó el nudo de la corbata y revisó el contestador del teléfono. Tenía tres mensajes nuevos. Presionó el botón de reproducción. El primer mensaje sonó.
Vitya soy yo, Yuri P. El lunes por la mañana tengo una audición en el Nuevo teatro nacional. Después el tazón de cerdo y yo iremos a comer ramen, ¿te apuntas? Poka!
Biiiip. Victor borró el mensaje. Hacía varias semanas que no veía al chico rubio, pero no le apetecía el plan. Siguiente.
— Victor — contuvo el aliento al escuchar la suave voz de Yuri, levente enlatada por efecto de la grabadora— He dejado a Makkachin en tu casa. Pasó la noche conmigo… he pensado que estaría mejor en tu casa, porque hoy no estaré en casa— las pausas de Yuri eran demasiado reveladoras a veces; lo escuchó suspirar- Le he llevado de paseo y dado de comer antes de irme. Hablamos, ¿vale?... Te quiero.
Biiiip. Dudó antes de presionar la tecla de "eliminar mensaje". Observó el teléfono, decidiendo si llamar al japonés. De alguna forma que Yuri no hubiese aquel asunto lo incomodaba. Anoche sobraron muchas palabras, la mayoría hirientes. Inspiró sonoramente por la nariz y pasó al siguiente mensaje.
— Buenos días- una voz desconocida trataba de hacerse oír a través de un ruido de fondo ensordecedor; Victor pudo distinguir sirenas de ambulancias y gritos— Le llamo del Hospital General XX. Le informamos que….— la voz hizo una pausa— Yuri Katsuki se encuentra ingresado en nuestro hospital por una intoxicación por gas sarín. Este es un reporte provisional que debemos ofrecer a todos los familiares y allegados de las personas afectadas por el atentado terrorista. Le rogamos mantenga la calma.
Biiip.
