Los personajes no me pertenecen, son de la magnífica Stephenie Meyer, a mí solo me pertenece la historia.
Capítulo 1:El final y el comienzo de la nueva vida.
Bella POV
Tras mucho meditarlo, decidí finalmente mudarme a Forks con mi padre. No es que me agradara la idea, pero mi madre se merecía ser feliz con su marido; y una hija de por medio significa muchas complicaciones. Además mi padre me echaba de menos, y aunque me costara aceptarlo yo a él.
Fue una despedida triste, mi madre lloraba mucho, la iba a echar tanto de menos, y también a Phil, su nuevo marido. Pero tenía que hacerlo, así que me subí al avión sin volver la vista atrás. En Phoenix dejaba a mi familia, mi rutinaria vida antisocial, y el sol, a él también lo echaría de menos en Forks.
Charlie, mi padre me esperaba en el aeropuerto de Seattle. Fuimos en el coche patrulla, mi padre es el sheriff, hasta Forks. Sin conversaciones, ni silencios molestos, simplemente sin decir nada. Yo era así porque lo había heredado de él, si no había nada que decir, ¿para qué abrir la boca?
Mi habitación estaba tal y como la dejé seis años atrás, no sabría decir si era algo tierno o simplemente patético. Deshice mis maletas mientras mi padre pedía pizza para cenar. No había llevado mucha ropa, la de invierno principalmente; sobretodo llevaba libros, me encanta leer, aunque solo pude traer mis favoritos, unos treinta. Pero uno en especial entre todos ellos, el que venía en mi bolso de mano, Cumbres borrascosas. Adoraba aquel libro, por mucho que leía no había historia que me gustara más que aquélla.
Al día siguiente mi padre me tenía una sorpresa, me llevó a La Push, al puerto. Allí vivía un gran amigo suyo, Billy Black. Yo jugaba con sus hijas cuando venía a Forks. Billy tenía una enfermedad que le mantenía en una silla de ruedas desde hacía años. Él y el que supuse que era su hijo nos esperaban en la puerta de su casita.
-Hola Bella, qué alegría verte. Tu padre estaba muy emocionado de que vinieras.-comentó Billy.
-Hola Billy, yo también tenía muchas ganas de volver.-mentí.
-¿Te acuerdas de Jacob, Bella?-me preguntó mi padre.
-Levemente.-admití yo mientras enrojecía.-Ha pasado mucho tiempo.
-Seis años por lo menos. Además hemos cambiado mucho, bueno tú no tanto, te sigues poniendo roja como siempre.-se rió Jacob, lo que hizo aumentar mi rubor.-Bueno, vamos a darle su sorpresa, ¿no?
-Es cierto, vamos al garaje.-propuso Billy y yo les seguí confusa.
-Bueno, ¿qué te parece?-me preguntó mi padre, yo no sabía a qué se refería hasta que golpeó la camioneta roja que había en el garaje.-Tu regalo de bienvenida.
-¿Para mí?-pregunté emocionada.
-Claro, necesitabas un coche, y Billy me hacía buen precio.-contestó Charlie.
-No tenías que hacerlo. Sabes que pensaba pagarlo yo.-le regañé.
-Soy tu padre, Bella, estoy en mi derecho de comprarte un coche.-bromeó él y yo me reí.
-Gracias, me encanta.
-Está algo vieja, pero Jake es un gran mecánico y la tiene en buenas condiciones.-dijo Billy haciendo que la oscura piel de Jacob se coloreara.
Nuestra visita al hogar de los Black terminó antes de lo esperado porque llamaron de la comisaría a mi padre.
-Creo que tendrás que volver sola a casa en tu nueva furgoneta.-se apenó mi padre.-¿Sabrás encontrar el camino?
-Sí tranquilo, no habrá problema.-contesté.
Me gustaba conducir aquella camioneta, quizá fuera vieja, ruidosa y robusta, pero era muy personal. Comenzó una tormenta, típica de Forks, mientras volvía a casa. Apenas si veía algo con toda aquella agua. Fue entonces que la furgoneta derrapó y me salí de la carretera durante la curva, con tal mala suerte que fui a empotrarme contra la ladera de la montaña. Pero podría haber sido peor, de haber sido unos metros más a la derecha habría caído al mar por el acantilado. Los sistemas de seguridad de un auto tan viejo son escasos, por lo que me estampé contra el volante, rompiéndome seguramente algunas costillas en el camino. Los cristales de la luna delantera explotaron contra mi cara rajándome la piel. El frenazo me había roto el brazo derecho y creo que también una pierna. Sangraba por todas partes, estaba empezando a marearme. Abrí, como pude, la puerta del coche, y me dejé caer fuera sobre la tierra mojada. Grité de dolor cuando conseguí extraer mi cuerpo entero de la furgoneta.
Me quedé tendida en el suelo, mientras las gotas de lluvia y las lágrimas caían por mi rostro, esperando que pasara alguien y me ayudara, pero eso no iba a ocurrir.
Empezaba a volverse todo negro, el dolor iba desapareciendo, me sentía como si flotara, como si desapareciera. Lo último que recuerdo es un hermoso pelo cobrizo, reluciente por las gotas de lluvia, y unos preciosos ojos dorados que mostraban dulzura a la vez que ferocidad.
