Renuncia: Todo a Hayao Miyazaki.
Película: The wind rises/Kaze Tachinu.
Insípidos
Jiro (que es soledad perenne) no puede evitar pensarla en las noches cálidas cuando el viento se levanta. A veces le parece que ella no es más que un sueño enredado en su cielo azul y que su pecho se llena de calidez gracias a sus risitas amables. Pero Naoko es real, y Jiro derrama gritos silenciosos, tras sus manos callosas, casi al borde de la euforia. Mientras que sus versos y sus poemas no son más que míseros números y sueños de niñez barata, está Naoko (oh mujer del viento) tocándole tímidamente las uñas y acariciándole las manos aceitosas, mientras se pude en su propia muerte pues el amor de Jiro es egoísta, puramente egoísta, mas ella no le da importancia.
Él se voltea y sonríe entre la oscuridad de la habitación. De repente piensa que ella es lo más hermoso que ha visto en su vida; más bonita que los aviones en el cielo o la lluvia de verano. Naoko es niña perdida en su propia andar, con los pies cansados, y tiene la alegría arrugada por el rostro agotado de tanto enfermarse; y no se cansa de ocultar bajo sus manos pálidas sus labios paspados y sus ojos agotados, temiendo ante la mirada de él, pero lo cierto es que le susurra, cálido: «Ah, pero tú eres hermosa, ¿sabes?». Y Jiro se bebe su respuesta de lágrimas.
Son insípidos contra el verano que los arrulla, quizás un poco egoístas, pero se aman bajo la piel del otro.
Y en medio de la noche Naoko lo mira con los ojitos de muchacha enamorada, apretando los labios tímidos, y mira a su esposo como al primer amor. Jiro tiene viento corriendo en sus venas, en su silencio penetrante, y ella sabe bien que tras sus ojos empañados hay un mar seco que él ansía por navegar. (El mar del viento, piensa).
El resto los ve como si acaso fueran un poco ridículos, aunque conmovedores: ella en su lecho pudriéndose cada día, mientras que Jiro la considera hermosa; y él bajo números y pesadillas bellas creyéndose aventurero, mientras que Naoko le observa con amor rebosante inyectado en las pestañas.
Pero son breves, brevísimos.
Los sueños de Jiro perduran casi una eternidad entera, y se cumplen rápido, llenándolo de euforia.
Naoko, por otro lado, parece un mar de estrellas infinito, con sus ojos de tristeza resplandeciente que llenan a Jiro de calidez que arde (porque la ama la ama la ama la ama la ama).
Pero, de repente ella: «Oh, al parecer, el viento realmente me está llevando, querido mío».
Él la quiere de una manera casi imposible, pero es que Naoko (no) nocturno inmortal. A Jiro se le empañan los ojos de amor, cada vez que la ve.
En realidad ella es (viento que se levanta sobre su alma).
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Naoko
(es el silencio de la noche,
el frío amable del verano)
se marcha y jamás vuelve.
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