Los personajes pertenecen a la inigualable Stephenie Meyer y sólo la historia es de mi propiedad.

Capítulo beteado por Carla Liñán [MaeCllnWay], Beta FFAD
www facebook com / groups / betasffaddiction

"Cualquier semejanza con la realidad, es pura coincidencia".


El actor Edward Cullen fue elegido en el puesto número uno como "El hombre más sexy del mundo" —decía la voz de la periodista del canal de televisión.

Si fuera en otro momento, o mejor dicho hace un par de años atrás, yo hubiera estado saltando y gritando como loca. Pero no fue así, pues la madurez ya se había adueñado de mí, mental y físicamente. Y, aunque tuviese dieciséis años, me estaría derritiendo por ese bombón inglés, como lo llamaba antes.

Pero volviendo al caso, creo que el esperar tanto por siquiera verlo alguna vez, y esperar a que se cumpliese mi sueño —que nunca se hizo realidad—, hizo que terminara restándole importancia. Con el paso de las horas, los días y los meses, comprendí que no era algo esencial en mi vida. Es por eso que lo dejé a un lado, concentrándome en mis estudios, para después graduarme de la universidad.

Así que a mis 23 años finalmente me había graduado como Traductora de Inglés, escritora y editora.

Estaba feliz con mis logros y ejercí mi profesión durante un año como traductora, para luego irme a Estados Unidos con la oferta de una enorme oportunidad que no podía rechazar. Me ofrecieron trabajar en una editorial inglesa y mi función principalmente consistiría en traducir los libros que fueron escritos en español y traducirlos al idioma inglés y, de acuerdo con mi evolución, me ascenderían de puesto o no. Mi propósito era que, con el paso del tiempo, pudiera ganarme mi lugar y llegar a escribir mi propia historia, pero sabía que todo dependía del empeño y evolución que tuviera con mi trabajo.

Inmensamente feliz por esa oportunidad, me mudé a Estados Unidos, dejando a mis padres, Renée y Charlie, mi país y mi hogar.

Cuando llegué a mi destino, comencé a acomodar mis cosas en la casa que había mandado a construir hace unos seis meses con el dinero que había ahorrado con mi antiguo trabajo. Luego de haberme instalado esa noche, me dispuse a descansar para al día siguiente ir a comprar las cosas que le faltaban a mi casa, como artículos para la cocina y cosas de aseo personal.

Mi anhelada casa era de dos plantas, con dos habitaciones —una para huéspedes—, dos baños, cocina y comedor, además de un hermoso patio trasero y cochera para mi automóvil. Así que tenía bastantes cosas que comprar.

Cuando finalmente llegó el lunes, me desperté temprano y me pegué un baño; me puse una falda negra hasta sobre la rodilla, una camisa blanca y unos zapatos negros con tacón, discretos y elegantes. Terminé de arreglarme, haciéndome hice una coleta y equilibré mi atuendo con un maquillaje suave: solo un poco de sombra, rubor y brillo labial.

Cuando llegué a la empresa, me di cuenta que todos estaban vestidos de manera elegante y agradecí al cielo de que yo hubiese optado por venir con un atuendo igualmente sobrio.

La bienvenida del presidente de la empresa fue muy grata para mí. Me hizo sentir cómoda y además de que todos eran muy amables conmigo. Era increíble ver toda esta gente trabajando y saber que estaría haciendo lo que más me gusta. Me mostraron mi oficina, la cual estaba poco decorada, pero me avisaron que yo sería la que elegiría la decoración. Ellos solo esperaban a que les enviara todos los colores y los muebles que a mí me gustaran.

La verdad es que me sentí muy cómoda con mis compañeros, excepto por un par de chicas rubias que me miraban con la 'nariz alta'. Pero, como ya me esperaba algo como eso, decidí no darles importancia y me concentré en lo que realmente me interesaba: mi trabajo.

.::.

Ya habían pasado cuatro semanas desde que me había establecido en Estados Unidos y realmente estaba feliz por estar aquí. El clima era muy agradable y hasta los vecinos eran atentos conmigo. En el trabajo, había tenido dos traducciones que realizar hasta ahora y eran realmente fáciles, así que entregaba los capítulos en tiempo y forma, esperando su publicación.

En mi día libre, decidí mimarme un poco y fui a comprarme un pastel de chocolate. Esa no había sido mi primera opción, pero desafortunadamente en este país no tenían mi postre favorito: el 'Dulce de leche', o al menos eso fue lo que me dijeron en la pastelería a la que había ido. Solo encontré pasteles con cremas de distintos sabores y cosas por estilo, y el chocolate era otro de mis favoritos. Luego de retirar mi pedido, me di cuenta que la chica no me había dado el pastel con la caja que debía envolverlo.

—Lo siento, ya no quedan más —se disculpó—. Hace días que estamos sin cajas.

No me quedó otro remedio que llevarme el pastel sin ninguna protección. Sin embargo, al momento de tomarlo, una de mis manos tuvo mal equilibrio y comenzó a tambalearse a un costado. Traté de equilibrar la torta, pero con mi torpeza natural fue algo imposible y supe que se me iba a caer. Pero como último intento, traté de rescatarla, alzándola un poco. Por supuesto, ese fue el peor error que pude haber cometido, y sin querer estampé el pastel en el rostro de un… ¿chico?

— ¡Oh, mi Dios! —solté un gritito. Estaba muy sorprendida por lo que acababa de pasar. Pensé que se me iba a caer al piso, no que la fuera a estampar en el rostro de alguien. ¡Esto sí que era vergonzoso!

— ¡¿Pero, qué rayos…?! —exclamó el chico cuando el resto de la torta, que hace un par de segundos había estado plasmada en su rostro, cayó al piso. Mi vergüenza era inmensa, tanta que no sabía dónde esconderme o qué hacer.

—Lo siento, lo siento, lo siento… yo… —exclamé con mortificación.

No sabía qué decir. Traté de arreglar el desastre, sacándole todo el chocolate que tenía en el rostro. Cuando terminé, noté que tenía unos magníficos ojos verdes que me hipnotizaron completamente. Eran realmente atrayentes.

—Por favor —le dije a la vendedora, que miraba atónita la situación. Parecía que no sabía si reírse o ayudarnos—. ¿Dónde… dónde está el baño? —le pregunté. Todavía un poco aturdida, nos señaló el fondo del local con el dedo—. Venga, vamos al baño —le dije al perfecto desconocido.

—Deberías tener más cuidado —respondió. Yo solo atiné a suspirar con cansancio, pues no era la primera vez que mi torpeza me metía en problemas.

Sin embargo... yo conocía esa voz. Estaba segura que había escuchado esa aterciopelada voz en otro lugar. O quizá mi cabeza estaba tan enredada que ya comenzaba a pensar en cosas sin sentido.

Caminamos apresuradamente al baño y él se enfocó a lavarse la cara, quitándose los restos de betún que tenía en el rostro. Una vez limpio, giró su rostro hacia mí y me quedé automáticamente en shock cuando descubrí a quién le había embarrado la cara con betún de chocolate.

¡Oh, por Dios! ¡Era Edward Cullen!

Mi corazón estaba acelerado a mil kilómetros por hora. Esto no podía estar sucediéndome a mí. No podía llegar a conocerlo de esta manera.

¡Trágame tierra!

Necesitaba recomponerme antes de delatar mi momento de fangirl delante de él. Venga, Bella, ya no tienes dieciséis años, me recriminé mentalmente.

—Lo siento… —fue lo único que pude decirle en ese momento.

Sin embargo, me regaló una de esas hermosas sonrisas que siempre veía en televisión y hacían que me llenaran el alma.

¿De verdad todavía provocaba esa sensación en mí?

—No hay problema. Sé que no fue tu intención. Vi que no pudiste hacer nada al respecto —explicó, aún manteniendo esa sonrisa—. Oh, disculpa, no me presenté como debía. Mi nombre es Edward Cullen —dijo, extendiendo su mano para estrechar la mía.

En el momento en el que nuestras manos se tocaron, una pequeña corriente eléctrica nació de esa unión, extendiéndose por todo mi brazo. Y podía apostar que a él también le había sucedido lo mismo, ya que ambos nos soltamos de repente.

—Mi nombre es Bella Swan —me presenté, tratando de apartar de mi mente lo que había sucedido hace un par de segundos atrás. Había sido... extraño—. Es un gusto conocerte, Edward —él sonrió de nuevo—. Y, de verdad lo siento —me di cuenta de que necesitaba huir de ahí, antes de que cometiera otra estupidez—. Bueno, creo que es hora de irme. Oye, si puedo hacer algo para redimir mi torpeza de hace un rato, te agradecería que no dudaras en pedírmelo.

Era casi imposible concentrarme con sus ojos verdes, que me atrapaban. ¡Enfócate, Bella!

—Ahora estoy un poco apresurado, pero… ya tendré tiempo para pensarlo —esbozó una sonrisa torcida—. Y te voy a tomar la palabra. Quizás podríamos ir a cenar. Si quieres, puedes darme tu... ehm... —suspiró nervioso. Pero… ¿nervioso por qué?—, tu número de teléfono. Prometo llamarte y ponernos de acuerdo para ver el lugar y la hora.

Yo sonreí por su amabilidad. Tomé un papelito de mi anotador, que se encontraba dentro de mi bolso y apunté mi número para luego dárselo. Él lo tomó y lo guardó en su bolsillo.

—Nos vemos luego —me despedí—. Y de verdad, lo siento.

Antes de darle oportunidad de responder, me di la vuelta y salí de ahí, todavía completamente en shock. De manera autómata, llegué hasta mi auto y me quedé apoyada contra él por un buen rato, repasando lo sucedido hace no más de veinte minutos, pero mi mente seguía sin poder asimilarlo.

¡Había conocido a Edward Cullen! ¡Y me había sonreído! ¡Hasta me pidió mi número!

Por una parte, estaba completamente emocionada, porque había conocido a la persona que había sido mi amor platónico y hasta había estrechado mi mano. Pero por otro lado, estaba confundida por la extraña corriente eléctrica que había sentido al tocarle, y un tanto desilusionada porque sabía que nunca me llamaría. Era obvio, teniendo a tantas chicas rubias, exóticas y con cuerpos esculturales, y todas ellas arrodilladas a sus pies, pidiendo por un poco de su afecto. Definitivamente, yo no encajaba en su lista.

Pero al final del día, estaba absolutamente feliz. Había conseguido cumplir mi sueño: conocer al guapísimo Edward Cullen. Y lo había tenido para mi solita, aunque solo por unos minutos.

Recordé su imagen unos minutos atrás: vistiendo unos jeans azules desgastados y una camiseta blanca; con su cabello cobrizo luciendo despeinado, algo tan característico de él. No pude evitar que mi corazón volviera a latir apresuradamente ante el recuerdo de ese perfecto ser humano que yo siempre quise conocer. Ni entre mis sueños más locos me había imaginado encontrarme con él de esa forma.

¿Quién iba a creer que iba a poder conocerlo aplastando, literalmente, un pastel en su hermoso rostro? Si alguien me hubiera dicho hace años que esa sería mi especial forma de encontrármelo, probablemente me hubiera reído.

Había perdido un pastel, pero había logrado realizar el sueño que creí más imposible.


Estoy editando los primeros 2 capítulos. Próximamente tendré corregido el segundo, y ya seguiré con la historia.

¡Saludos!