Descargo de responsabilidad: Inuyasha, personaje y escenarios, no me pertenecen, son de sus autores y a mí, nadie me paga por escribir.


. Introducción.

¿Qué significaba ser para quien amas un pálido recuerdo, un reflejo de alguien más? Kagome sabía perfectamente la respuesta, pero la odiaba con cada fibra de su ser.

Se quedó allí parada, mirándolos con unos ojos vacíos, tristes y solitarios. Siempre fue así. Nadie la vería jamás por ella, se dijo un día y al parecer, tuvo razón. Fue la niña rara, la que veía a gente que no estaba allí y sabía donde como y hasta cuando antes de que algo pasara. Ahora, no era más que un instrumento necesario para llegar a una meta, era la sombra de alguien más y a la vez, la muestra fehaciente de lo que ese alguien hubiera llegado a ser, de no morir de la manera más horrorosa que ella imaginaba.

Kagome miró a Inuyasha con sus ojos ausentes de muñeca rota y él sintió miedo del ahora, repudio de lo que acababa de hacer. La había quebrado. Roto a pedazos. Aunque pudiera ella alguna vez remontar de nuevo un ser desde sus escombros, sería distinta ya, otro ser despojado de toda su inocencia, cargando sueños rotos para llenar la soledad.

Iba a pedirle perdón para tratar de llenar el silencio, pero ella habló pronto, haciéndolo callar.

" ¿Sabes Inuyasha? Hoy desperté de un largo sueño, pero todo era más fácil al soñar que me amarías..."

Le dijo, serena y entonces él supo que ninguna disculpa sería suficiente para remediar las promesas que había atado con sus acciones. Con su mirada ella le llamó egoísta "¿por qué no me dejaste amar a otro cuando aún había tiempo?" Le preguntó ella, curiosa e Inuyasha supo que tenía las de perder. Porque no dejo que el Lobo se acercara a ella. Porque ahuyentó al muchacho de su tiempo. Porque respiraba sobre ella, cortando su libertad.

Se había acostumbrado a que Kagome lo mirara como el centro de su mundo y en el proceso, le había impedido que mirara más allá de él.

A su lado, Kikyo sonrió triunfal y Kagome lanzó al suelo un frasco lleno de fragmentos.

— Mi alma alberga rencor, lamento ya no ser de ayuda — le dijo y sin más, ella marchó, dejando a su paso un camino de lágrimas ardientes, un olor salino brotando de su cuerpo.

Ella estaba llorando y para ser sinceros, a Inuyasha le impresionaba que aún pudiera llorar.

Pero este llanto era distinto. Estaba corrupto, era sólo su ser desprendiendo los restos de la niña que fue, ahogando sus ilusiones destrozadas, su mundo de fantasía en la cruel realidad.

Inuyasha se desesperó. Esta era una marcha, ella no volvería jamás, algo en su andar se lo decía, sus pasos la delataban.

Trató de acercarse a ella y una fuerza lo repelió. Entonces Kagome volteó con el semblante adusto y con furia fría le espetó

— ¡No me toques!— pero él ignoró la advertencia y se acercó de nuevo. Kagome retrocedió, mirándolo asustada...— Inuyasha, un paso más y te mato— le dijo, absolutamente convencida corrió, lejos de él y todo aquello que no le permitía ser libre, mientras que a lo lejos, un par de ojos la observaban con atención.

— ¿Amo bonito, por qué estamos aquí todavía? — preguntó el pequeño youkai-sapo y El Gran Sesshomaru, Lord de las Tierras del Oeste, gruñó furioso, mientras refunfuñaba " estúpido híbrido".