Este drabble lo escribí para un reto donde se supone que eres un ángel y tienes que hacer que tu OTP quede junta. Espero que les guste 3

Disclaimer: Ni Haikyuu! ni sus personajes son de mi propiedad

— ¿Vas para tu casa?

— Sí, ¿por qué? —responde Iwaizumi cerrando su bolso.

Oikawa lo observa sonriente y, con la confianza de dos personas que se conocen de toda la vida —y es que lo hacen—, le dice:— Te acompaño.

Esta es mi oportunidad, pienso. Tengo la imagen mental del típico manga shojo donde todo es demasiado cursi, y río en mis interiores. Por Dios, para cosas como esas está el DaiSuga. El IwaOi es un estilo completamente diferente. En todo el camino a casa, las oportunidades para que mis hijos estuvieran juntos fracasaron. Que Oikawa se tropezaba cayéndose de hocico ya que Iwaizumi decidió reírsele en lugar de atraparlo, o que sus manos se rozaran pero justo Tooru cayera en cuenta de que sus agujetas estaban desatadas.

Bufo. Ya estábamos en frente de la casa de Hajime cuando me digo a mí misma, "esto no puede quedar así". Era ahora o nunca.

Y no, no soy Cupido o algo por el estilo. Pero puedo encender una chispa en el corazón de Oikawa. Y eso es todo lo que se necesita para crear un incendio.

— Adiós —se despide secamente Iwaizumi. No lo nombra, porque siempre le sabe mal la idea de despedirse de Tooru.

— ¡Adiós Iwa-chan! —responde energético el castaño. Eso era lo que necesitaba para encender una chispa.

Una chispa se enciende en el corazón de Oikawa mientras ve la espalda de Hajime alejarse hacia la puerta. No quiere dejarlo así como así, necesita hacer algo. Sí, ese algo tan cliché que todos estamos esperando. Motivado, camina con paso firme hacia el moreno, yéndose toda esa motivación por el drenaje al momento que el mencionado voltea. Y Hajime logra ver esa chispa extraña en los ojos cafés del castaño.

— ¿Pasa algo? —pregunta sin querer respuesta en realidad. Sabe que su amigo podría saltar con cualquier idiotez arruinando el momento, como aquella vez que preguntó de que color era un camaleón mirándose al espejo.

— E-Eh... —titubea. ¿Qué se supone que iba a hacer? Cierra los ojos e inhala hondo, mientras el mayor no puede hacer nada más que mirarlo espectante.

— ¿Sí? —cuestiona ya impaciente.

Y sucede en cuestión de segundos. Siquiera Oikawa podría decir con exactitud lo que ocurrió en aquel momento. Solo sabe que tomó la camisa del otro y de un momento a otro sus labios estaban separados por nada en absoluto y hubo una explosión en su pecho, y se sentía muy bien, y... Y estaba besando a Iwa-chan. Y estaba siendo correspondido.