Miles de gracias, como siempre a Altariel de Valinor.

Cualquier error que persista es mio.

Los personajes no me pertenecen, son fruto de la mente de Arthur Conan Doyle, y esta versión son la adaptación de Moffat y Gattis para la BBC.

Capitulo 1

El teléfono sonó en mitad de la noche con un estridente timbre que lo hizo sentarse en la cama sobresaltado. Los últimos días habían sido una locura en los que apenas había dormido más de tres horas seguidas y hoy por fin disfrutaba de la perspectiva de una larga noche de sueño. Presionó la techa de descolgar antes de mirar el numero entrante para que dejase de sonar, saliendo de la habitación con rapidez y lo más silenciosamente que pudo para no interrumpir el sueño de su esposa. Antes de llevarse el móvil a la oreja, miró la pantalla donde figuraba un número que no conocía.

- Lestrade – contestó con desgana, sentándose en la silla de la cocina. La línea al otro lado permaneció en silencio unos segundos, aunque podía oír claramente una respiración agitada -, tiene cinco segundos para contestar antes de que cuelgue.

Lo que parecía un sollozo contenido sonó al otro lado, y fue cuando escuchó la voz.

- Inspector…

Lestrade se congelo, hacía dos años que no escuchaba aquella voz.

- ¿Mycroft?

Una risa atragantada o un sollozo, no supo identificarlo, sonó al otro lado mientras la alarma saltaba a la mente de Lestrade. Lo primero que pensó fue que Sherlock había vuelto a hacer de las suyas. Después del caso que acababan de cerrar, su excitación no había disminuido y lo había dejado alterado y eufórico, pero no era la primera vez, y que él tuviera constancia, no lo había llevado en esos dos años a retomar sus malos hábitos.

- Es reconfortante saber… que tiene buena memoria. ¿Podría…? Necesito su ayuda…

- ¿Qué?

- Edificio Chapel… apartamento 427… por favor no sea notorio…

- ¿Es Sherlock?

Esta vez sí distinguió claramente el sollozo al otro lado con un suspiro.

- No, y le agradecería… que no… no le dijera…

- Está bien, Mycroft, no le avisaré. Estaré allí en veinte minutos. No haga nada hasta que llegue, ¿de acuerdo?

- Gracias Greg…

La llamada se cortó y Lestrade se quedó dónde estaba, sentado en la silla de la cocina a oscuras, mirando el móvil como si hubiese estado hablando con un fantasma. Dos años atrás había terminado su corta relación con Mycroft Holmes en no muy buenos términos. Él sabía que los ojos del "cargo menor en el gobierno seguían sobre él, y en alguna ocasión, detectó su intervención discreta en casos en los que, tanto él como su hermano, Sherlock, habían llegado a callejones sin salidas, apareciendo, en plazos más cortos de los habituales, autorizaciones, órdenes de registro o documentos solicitados. Pero nunca Mycroft había vuelto a mantener contacto directo con él o través de terceros, manteniéndose siempre en la sombra en la relación que mantenía con Sherlock.

Y ahora, después de dos años, Mycroft lo llamaba a altas horas de la madrugada y le pedía ayuda…

.

El Edificio Chapel no era gran cosa, aparte de ser discreto y estar situado en una zona agradable, tenía una entrada de parking que compartía con un parking público, lo que hacía del edificio el lugar ideal para personas que no querían que su cara apareciese en las cámaras de seguridad de la fachada del edificio, ya que se podía acceder directamente desde el parking. Lestrade aparcó en la zona pública de la segunda planta y utilizó las escaleras para acceder a la cuarta planta. Tras recuperar algo de aliento, se dirigió al apartamento 427, casi al final del pasillo en una zona donde dominaba más la penumbra que la luz. Con algo de reticencia, dio dos golpes suaves, tras los que se abrió la puerta no más de unos centímetros. Empujo con cuidado, viendo al instante la figura de una persona sentada en el suelo, apoyado contra la pared junto a la puerta.

- Entre y cierre, por favor.

Lestrade hizo lo que se le pidió, entrando en la estancia apenas iluminada. Al cerrar la puerta escaneó en busca de alguien más, sin encontrar a nadie más que a Mycroft, sentado en el suelo, con una toalla ensangrentada comprimiéndose el pecho. Respiraba con dificultad, la camiseta que vestía empapada en sudor al igual que el rostro. La mano que no sujetaba la toalla se dirigió al vaso que estaba en el suelo, con marcas de sangre y del que Mycroft tomó un sorbo de un líquido ámbar, cerrando los ojos y apoyando la cabeza contra la pared.

- Perdone si no le ofrezco… una bebida, Inspector… -soltó una risa borracha ante la incredulidad de Lestrade que estaba petrificado -, tendrá que servirse… usted mismo…

- ¡Voy a llamar una ambulancia! – dijo al fin, alcanzando su teléfono como si hubiese despertado de pronto.

- ¡NO! Nada de ambulancia, nada de policía… necesito su ayuda…

- ¡Estás herido! ¡Por el amor de Dios, Mycroft!

- Ayúdame… te lo explicaré todo… pero no llames… por favor…

En contra de todo buen juicio, Lestrade dejó el teléfono en la mesa cercana y se deshizo con rapidez de la chaqueta, agachándose junto a Mycroft.

- Déjame ver – ordenó, apartando la mano de Mycroft de la toalla. La sangre comenzó a fluir profusamente, pero aun así levantó la camiseta para verla. Era una herida de bala, en el lado izquierdo, centímetros más arriba del corazón. –La bala sigue dentro, necesitas ir a un hospital, ya – volvió a presionar la toalla sobre la herida mirando a Mycroft a los ojos-.

- Lo haré, pero antes tengo… que saber quién lo ha hecho.

- Puedes morir, Mycroft.

- En estos momentos excepto para ti, estoy muerto.

Lestrade apretó los ojos, pensando. Sería fácil ignorar a Mycroft y llamar a la ambulancia y a su equipo para saber qué había pasado allí, incluso a Sherlock para que hiciese entrar en razón a su hermano, aunque esa no era quizá una opción lógica. Sherlock no había mencionado a su hermano en los años que llevaban conociéndose, si no era para dejar claro que no lo quería cerca. Por otra parte, Mycroft tenía un equipo de seguridad. ¿Dónde demonios estaba? ¿Qué estaba habiendo en un apartamento que claramente estaba por debajo de su status? ¿Y por qué, de toda la maldita gente que debía tener a su servicio, lo llamaba a él, que había dejado claro que no se dejaría comprar o manejar por mucho poder que tuviese?

- Debería echar un mejor vistazo a eso – dijo después de unos momentos, suspirando con derrota - ¿Crees que puedes levantarte y llegar al baño?

- Dame otra copa y veremos

- De eso nada – tomó el brazo ileso de Mycroft, colocándolo alrededor de sus hombros, y tomándolo de la cintura, lo puso en pie, haciendo caso omiso del profundo gemido de dolor que soltó. Mycroft era más pesado de lo que parecía al verlo, por lo que Lestrade jadeaba al soltarlo con cuidado sobre la tapa del inodoro. Buscó un botiquín, encontrando lo básico: alcohol, gasas, vendas y tijeras. Colocándose el único par de guantes de látex retiró la toalla y la camiseta, presionando las gasas para intentar detener el sangrado.- ¿por qué no puedo llevarte a un hospital? Puedo no ser nada más que un Inspector de la policía, pero estoy seguro que conseguiría discreción.

- La hija de Pete

- ¿Quién?

- El que me ha hecho esto – la voz de Mycroft era apenas un susurro -, tienen a su hija, era ella o yo… Sólo hay cuatro personas que saben que estaba aquí… que saben de Pete… - la palabra traición ocupó la mente de Lestrade, que comenzaba a entender. Apartó la gasa para ver y cambiarlas por otras, aun sangraba aunque en menos cantidad -. Las heridas de bala siempre se informan… Reserva una habitación en algún hotel barato, cuando estemos allí, llamarás a un número que te diré… alguien acudirá a sacar la bala y coser el desastre… después daremos un aviso anónimo, teléfono desechable, para que la policía venga aquí… escena violenta sin cuerpo… será una desaparición… coge el caso… y no involucres a Sherlock…

- ¿Y qué? ¿Vas a estar en una maldita habitación escondido hasta que encontremos a ese Pete y nos diga quien lo chantajeó para intentar matarte?

- No, voy a encontrar a quien ha pasado por todos mis filtros y ha llegado hasta mí… Tengo que averiguar qué pretende… si es personal o quiere mi puesto para algo más… grande. Pero tengo que hacerlo mientras cree que ha conseguido lo que quería, o al menos que me ha apartado del camino.

- Mierda, Mycroft, no estás para jugar a los espías, ¿no crees?

- No es un juego. Por eso necesito tu ayuda… tendrás que hacer la investigación por mí, te daré los pasos a seguir… seré tu hombre en la sombra… - Mycroft se rio un poco, definitivamente había bebido antes de que Lestrade llegara.

- Vas a ser un grano en el culo peor que tu hermano. Sujeta esto – dijo de mala gana, poniendo la mano de Mycroft sobre las gasas casi limpias -. Tengo en el maletero una bolsa de ropa para emergencias, iré por ella. No vayas a moverte de aquí.

Greg Lestrade volvió a bajar hasta el parking por las escaleras, entrando en la zona pública atento a lo que lo rodeaba. Eran las cinco de la mañana, y la ciudad comenzaba a despertar, debía darse prisa si quería que la salida de Mycroft pasara desapercibida… Se sorprendió a si mismo al darse cuenta de que no cuestionaba a Mycroft, después de casi veinte años de servicio, en los que había sido escrupuloso con el cumplimiento de la ley para llevar a cabo su trabajo, estaba a punto de romper sus propias normas por alguien que hacía dos años que no veía y al que nada debía. Sacó la bolsa de lona del maletero, donde llevaba ropa deportiva, regresando al apartamento una vez más por las escaleras, maldiciendo su hábito de fumar, a los hermanos Holmes y su propia estupidez por no hacerse negado. Al llegar al pasillo de la cuarta planta, algo andaba mal. La puerta del apartamento estaba abierta.

Maldijo por lo bajo al no llevar arma alguna encima. Dejó la bolsa en el suelo y se acercó lo más silenciosamente que pudo, la puerta estaba entornada, escapando apenas una línea de luz. En el silencio que lo rodeaba, pudo escuchar las voces dentro, una de ellas la de Mycroft.

-… necesitas hacerlo –decía Mycroft con la respiración entrecortada. Con cuidado Lestrade empujó la puerta bien engrasada, que afortunadamente no hizo ruido -. Encontraremos a quien la tiene… la pondremos a salvo.

- No lo entiendes – el hombre sollozó, Lestrade logró ver el brazo estirado que apuntaba con mano temblorosa a la cabeza de Mycroft. Este, por su parte retorcía, en sus manos el paraguas que Lestrade siempre había visto que le acompañaba -. Sabes que sólo tiene siete años… y los que han dicho que le harán… no… no… no puedo permitirlo - un nuevo sollozo cortó su voz y vio como el brazo tembló violentamente y se dobló en dos como si hubiese recibido un golpe.

- Pete...

- ¡NO!

Ocurrió demasiado rápido. El llamado Pete volvió a apuntar a la cabeza de Mycroft, Lestrade entró saltando hacia el hombre, lo que lo hizo volverse en el momento que disparaba, enviando la bala a una pared con apenas un chasquido. Mycroft se lanzó hacia adelante empuñando el mango de su sombrilla convertida en una daga, esta se enterró con la fuerza de su peso en la base de la garganta de Pete. Ambos cayeron al suelo en un revoltijo, mientras Lestrade se hacía cargo del arma de fuego y miraba lo que había hecho Mycroft. Había desenroscado el mango de la maldita sombrilla, convertida en un arma que ahora estaba clavada en el cuello de Pete, quien boqueaba mientras se desangraba.

- ¡Dios, Mycroft! ¿Qué has hecho?