Cardenales Rojos

By

Izaku-Chan

Allá en el bosque, donde van los cardenales rojos a cantar día y noche, allá encontraremos protección. Lejos de la sangre, de los gritos del mundo. Si éramos muchos no importa, ahora solo somos tú y yo Sakura. Me quedaré contigo solo si tú también te quedas aquí.

Capítulo Uno: Today.

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(Sakura)

Todas las cosas importantes empiezan un día cualquiera, en realidad no importa mucho si es verano, otoño, invierno, primavera, lo único relevante es ese momento en que sientes que algo cambia, lo puedes sentir en el aire que respiras, en el viento que toca tu piel, algo malo viene.

Los soldados del ejército pasan marchando, puedo reconocerlos por sus particulares pasos resonando con fuerza en el asfalto al ritmo de los latidos acelerados de mi corazón. Hace un tiempo iniciaron a reclutar chicos, en cada ciudad, en cada pueblo, voluntarios y no voluntarios.

No sé bien que sucedió, solo sé que el mundo está en guerra. Y aquí desde la azotea de la preparatoria Tomoeda pienso en que no puedo hacer nada al respecto, en lo insignificante de mi existencia y en todo lo que nos será arrebatado.

Japón ha empezado a prepararse desde hace siete meses, pero por ahora no ha sucedido nada en esta ciudad, me es imposible no caminar por las calles con un sentimiento de incertidumbre cuando miro a algunos de los superiores de la preparatoria que ya han cumplido dieciocho años, enfundados ahora en opacos uniformes verdes. No han tomado aún menores de edad, de esta forma las aulas de último año no se mantienen vacías.

Todo aparenta ser normal y eso me parece una especie de tortura, podría enloquecer ahora mismo intentando adivinar cuánto tiempo de esta falsa paz nos queda.

Los países se dividen en bandos, Japón ya ha enviado aviones para ayudar a sus aliados, nuestras tierras aún no han sido tocadas, más sin embargo, soy testigo de que ya lloramos varias muertes, ya vivimos varias ausencias.

A mi padre no le gusta hablar de eso, de la muerte, de la ausencia, del vacio carcome almas y roba sueños. Miro con desconfianza el cielo donde una figura triangular pasa volando a gran velocidad cortando el viento, dejando aún después de haber desaparecido, un zumbido en el aire.

El sonido del timbre para entrar a clases me saca de mis pensamientos, no soporto estar en el salón, porque no aguanto la cara de todos y sobre todo a mi compañera Sasaki llorando a mares porque su hermano ha sido llamado al ejército, no soporto sus lloriqueos, porque me dan ganas de sacudirla de los hombros y recordarle que todo podría ir peor, que…

Pero no puedo, nunca puedo decirle nada, quién soy yo para hacerlo. Meiling, una de mis mejores amigas siempre me dice que yo no puedo comprender a Sasaki. Meiling dice que tiene a alguien y que moriría si lo llamasen al ejército, ambas sabemos que no lo llamarán, porque es chino y la única opción es que él se presente como voluntario para servir a la patria, lo cuál sería un tanto extraño.

Cuando entro al salón me encuentro con los ojos marrón rojizo de Meiling, me observa algo molesta, no es de las chicas que disimula ni un poco, es de las que te mira directamente clavándote esa jodida mirada que en ocasiones y a pesar de la costumbre me hace sentir incomoda.

- ¿Y ahora qué rayos pasa? – Le pregunto pasando a su lado, con los dedos congelados por el aire de la mañana y por haberme aferrado a la fría malla de la azotea.

- ¿Dónde diablos te metes? – Me pregunta – sabes que detesto estar sola.

Me armo de paciencia porque Meiling es así. No es que esté sola realmente, porque es una de esas chicas vivaces y extrovertidas que pueden mantener conversaciones larguísimas con todo el mundo aunque solo giren sobre sí misma, el problema es que por algún motivo a ella solo le gusta pasar el tiempo con tres personas, Tomoyo, su primo o yo.

- ¿Y Tomoyo? – le pregunto, nunca me preocupo por acudir a la compañía de Meiling, porque nuestra otra amiga y ella son como uña y mugre, no sé quién es cual.

- Reunión de coro – dice, entonces arrugo la cara un poco, porque lo he olvidado por completo y hoy es el día en que me tocaba de acompañante de Mei porque Tomoyo ha tenido una reunión con su grupo de coro a inicio de la mañana, Meiling roda los ojos, sé que no me perdonará – lo sé, lo sé – dice como espantando a una mosca- lo olvidaste.

- Lo siento – le digo suspirando, deshaciéndome de mi abrigo, pero al darme cuenta del frío que hace me lo pongo de nuevo, me siento frente a Meiling y me giro hacia ella, porque sé la mucha atención que necesita, hoy está inusualmente seria.

- ¿Qué ha pasado? – le pregunto apoyando mis manos en su mesa y sobre ellas mi cabeza, la miro a los ojos intentando captar alguna señal de lo que sucede, hasta que al fin parece salir de su mente para dirigirse a mí.

- Es Xiaolang – me dice en un tono bajo, aún así su voz suena un tanto rasgada y chillona, todo al mismo tiempo – Creo que quiere enlistarse.

De nuevo regresamos a la mención del tipo que le importa a Meiling, sé lo mucho que le preocupa y si no la tranquilizo ahora, no me quedará de otra más que soportar sus lloriqueos día y noche porque el famoso Xiaolang fue tan idiota para enlistarse a la guerra. Sin embargo por la excesiva cantidad de afecto que Meiling prolifera por él, sería algo que la devastaría en un instante. Mei es algo así como una niña rebelde, por fuera se ve muy fuerte, pero hay cosas que la derrumbarían por completo, como esto.

- ¿Por qué haría algo así? – Le pregunto - ¿Por qué lo haría Meiling? Es extranjero, no tiene la obligación, ¿Por qué motivo renunciaría a su libertad? Para eso no hay marcha atrás, no seas tonta, él no haría algo así.

- Lo haría – me dice. No replico, no soy buena para estas cosas, no tengo un fuerte poder de convencimiento y para mí sería más fácil meterle en la cabeza que su primo sí se enlistará, hasta tendría una serie enorme de motivos para ellos, sería más fácil eso al fracaso al que me aventuro intentando convencerla de que no.

- Loca – le digo. – Estás loca.

- ¿Crees que no lo hará? – Me pregunta al final, intentado convencerse a sí misma, intentando llenarse de esperanza, soy mala para estas cosas, de verdad lo soy, tanto así que no puedo mentirle, pero tampoco quebrarla.

- No lo sé, – Confieso - No le conozco.

Ella simplemente asiente con la cabeza, me limito a acariciar un mechón de su largo y sedoso cabello negro, queriendo transmitir alguna clase de apoyo que no le puedo brindar con mis palabras torpes.

- ¿Y la profesora? – Le pregunto, notando que ya ha pasado alrededor de diez minutos.

- Reunión – murmura Mei con la mirada perdida.

- ¿Hoy es el día de las reuniones o qué? - pregunto, ella se encoje de hombros y unos diez minutos después veo a nuestra amiga Tomoyo cruzar el umbral de la puerta con su característica delicadeza y elegancia. Nos sonríe apenas después de que buscándonos con la mirada, nos localiza en los lugares de siempre.

- ¡Buen día! – Exclama con una sonrisa gloriosa, no pasando desapercibido ni por un instante a la retraída Meiling y mi cara de pocos amigos por el caso.

- Convéncela de que el loco de su Xiaolang no se irá al ejercito – le pido a Tomoyo en saludo, con una pizca de desespero e impotencia.

- El loco de tu Xiaolang no se irá al ejercito – le dice a Meiling mientras acomoda sus cosas en el asiento a su lado - ¿De dónde ha venido esa absurda idea? – Pregunta buscando mi mirada, me encojo de hombros.

- Está tan serio y pasa horas mirando el cielo – suspira.

- Eso no quiere decir nada – replica Tomoyo – yo a veces lo hago, todos lo hacemos, son los acontecimientos Meiling, tal vez está preocupado, pero dime, ¿crees que su madre lo permitiría?

- ¡Claro que no! – Entonces Meiling parece por primera vez tranquilizarse y me siento mejor al ver por fin una sonrisa cruzar su rostro. Tomoyo es estupenda, porque yo lo único que podría hacer es salir con teorías como que su primo ya tiene dieciocho y que si él quisiera hacerlo… por eso mejor cierro la boca, soy mala con las palabras.

Finalmente la profesora no llega y lo siguiente que tenemos en la lista del horario es la clase de deportes, se supone que deberíamos estar enérgicos y emocionados, pero lo cierto es que con el tiempo nadie quiere sudar corriendo kilómetros en círculo, en especial Tomoyo quien con todo eso de la pubertad, etcétera, se ha convertido en enemiga del deporte, porque detesta golpearse las muñecas con la pelota de voleibol, caerse, hacerse raspones, golpear su joven, pálido y delgado cuerpo haciendo cosas innecesarias.

- Diré que tengo la regla – nos informa sentándose en una banca y empezado a poner cara de no sé qué mientras se frota el vientre, excelente actriz. Meiling y yo negamos con la cabeza, resignadas, a unos pasos de nosotras divididos por una malla, está un grupo de último año jugando fútbol, me adentro en la arena de nuestro lado mientras Meiling esboza una sonrisa deslumbrante, dándome un empujón al pasar por mi lado.

- ¡Oye! – le grito molesta, luego respiro porque no es la primera vez que lo hace, especialmente cuando hay algo que llame su atención.

- ¡Xiaolang! – La oigo gritar, me giro solo para notar que ha empezado a agitar las manos tratando de llamar la atención del chico. Pongo los ojos en blanco ¿Por qué alguien puede estar tan obsesionada con un muchacho?

Mis compañeras empiezan a cuchichear cosas, los chicos de al lado son un año superior que nosotras, y todas parecen enloquecer con los superiores, yo lo único que puedo ver, me cruzo de brazos y hago una mueca de hastió, es un grupo de tipos peludos y sudorosos corriendo detrás de una pelota, incluido el primo de Meiling.

Se acerca a la malla para intercambiar palabras con su primita que luce completamente deslumbrada, me doy cuenta que he mirado mucho cuando de pronto su mirada choca con la mía, la retiro al instante y me pongo a dar las vueltas de calentamiento obligatorias por nuestro profesor alrededor de la arena.

- ¡Li!- le grita el profesor a Meiling o al tal Xiaolang, yo no dirijo nuevamente la mirada hacia ellos – Estamos en clases, ¡vamos! ¡Vamos! ¡A correr! – seguido toca el pito incontables veces, tanto que se vuelve insoportable, entonces sé que le habla a Meiling por que la escucho refunfuñar en exceso hasta darme alcance.

- Xiaolang es el capitán de su equipo de futbol – me dice.

- Vale – le digo yo, después de nueve vueltas ya empiezo a sentir el sudor queriendo salir por mis poros, pero aún no lo hace, necesito llegar a la doce, y muestro mi disgusto cuando Meiling me quiere seguir hablando de su primo. – ¡Ya para! ¿Vale?

- ¿Qué mosca te picó? – me pregunta frunciendo el ceño, no contesto, llego a la vuelta doce y sé que Meiling tiene que seguir corriendo, así que la dejo ir, empiezo a caminar lentamente hasta que sé que no se me parará el corazón por detenerme de pronto.

Considero sumamente molesto el hecho de que aunque no lo quiera, Mei hable tanto del famoso Xiaolang que me sé su vida entera. Nació en Hong Kong, China. Tiene dieciocho años, quiere ser doctor, es hijo único, pero no solo eso, es el perfecto hijo único y por lo general tendemos a sentir cierto rencor por la gente perfecta, y es que con tanto que habla Meiling de él, hasta empiezo a creérmelo. Sabe cocinar, limpiar, es el primero de su clase y eso lo sé porque desde que entró aquí el director se encargó de informar acerca de su inteligencia en la ceremonia de apertura.

Me permito descargar mi enojo hacia el asunto en el juego de voleibol, hoy termino muerta, mi equipo ha ganado y tirada en la arena me permito divagar sobre las condiciones de vida que tendríamos sin la presión de una guerra acechante. ¿Serían las cosas diferentes? ¿Seríamos todos más felices? ¿Estarían nuestras vidas ligadas sin las condiciones que nos trajeron precisamente aquí a este lugar y con esta gente?

- Excelente juego – Tomoyo se convierte en una sombra absolutamente negra eclipsando el sol, cuyos rayos escapan graciosamente por los laterales de su cabeza, forzando la vista, poco a poco se convierte en la chica de piel pálida a la que conozco desde la infancia, y además extiende una botella de agua hacia a mí.

- Eres como Blanca Nieves – le digo tomando la botella, sentándome y pegándole un buen trago, Tomoyo no hace ningún comentario pero sé que sabe que lo es, con esa piel tan exageradamente pálida, en secreto me da miedo que esté muriendo,labios rojos y cabello negro.

El sonido de helicópteros resuena ahora y levanto la cabeza para verlos llenando la vía aérea, esto empieza a exasperarme, principalmente porque cada vez que los veo pasar me siento inquieta, otra vez siento esa sensación llenando todo mi pecho, una mezcla de ansiedad y miedo.

No soy la única con la mirada perdida en las alturas, mis compañeros también y el grupo de superiores al lado se ha unido a nosotros, incluso han parado su juego, no puedo evitar observar al primo de Meiling y noto como mi amiga tal vez tiene razón, porque sus cejas completamente fruncidas delatan que cosas locas pasan por su mente al ver esos helicópteros, quito la mirada antes de que me descubra, me pregunto hasta cuándo vamos a vivir en esta perfecta calma, en esta armonía ficticia, al final, como todos, me uno a la decisión colectiva de seguir nuestras vidas como si no estuviese pasando nada.

Como si eso fuera posible.

- ¡A los vestidores! – Pongo los ojos en blanco disgustada, el entrenador ha vuelto a sonar su silbato incontables veces y sin duda logra hacer que nos movamos con más prisa con tal de dejar de escucharle.

Me meto a los vestidores lanzando una última e inútil mirada al cielo, me doy una ducha rápida con algo de frustración, me seco, me pongo el uniforme y me siento junto a Tomoyo quien por su supuesto periodo no ha corrido ni un poco y esperamos a Meiling.

- Luces algo pálida.

- Mas pecosa – digo y Tomoyo ríe acariciando con un dedo el grupo de pecas pequeñas que me cruzan por la nariz de una forma que a ella le parece graciosa.

- Son lindas – me dice, le resto importancia al comentario. - ¿Qué opinas del asunto de Meiling? – Me pregunta en un susurro, apoyo la cabeza en su hombro, ella me acaricia el cabello castaño y un poco húmedo, apenas me roza la camisa del uniforme.

- No lo sé- contesto con sinceridad. Tomoyo toma mi mano, entrelazando sus dedos con los míos, yo no me muevo y me quedo observando lo pálida que luce su mano al lado de la mía y lo estilizado y largo de sus dedos, sus uñas bañadas de un discreto barniz crema.

Nos quedamos en silencio, ahí sentadas, tomadas de la mano, cada una pensando en cosas diferentes, termino por suspirar.

- ¡Mei! – le grito.

- ¡Ya voy! ¡No me dejen! – nos grita desde una de las regaderas. La vemos salir por fin envuelta en una toalla que deja caer sin pudor alguno.

Tomoeda es un poco extraño, así se llama el lugar en donde vivimos, podemos empezar por la playa y subiendo sigue el pueblo, con sus casas de colores, cada una con su balcón y todas siguen en ascenso cada vez más grandes y ostentosas, hasta que todo culmina en una sucesión montañosa impresionante. Para ir a la ciudad debes tomar el tren y aventurarte en el por una hora.

Población: escasa. Es lo único que puedo decir, no importa en qué lugar de Tomoeda vivas, puedes llegar a cada uno de ellos y viceversa tomando el autobús. Y en los festivales de Tomoeda te encuentras a todo el mundo. Siempre he tenido la sensación de que estamos como encapsulados, parece como si los de este pueblo viviésemos en otra realidad.

El clima es extraño, calor, frío, lluvia, nieve, granizo. La gente es más extraña aún, empezando por Tomoyo y Meiling, quienes son personas un poco salidas de un libro. Tomoyo es demasiado pálida y tiene una voz completamente hermosa. Meiling proviene de un importante clan chino que ha caído por la guerra, aparentemente por algún accidente ocurrido en Hong Kong. Meiling habla de un bombardeo y de la automática huida hacia Japón que fue lo primero que se les ocurrió a sus padres y a la madre de su primo.

Las clases pasan con una ola de aburrimiento de mi parte, al final del día oímos las campanadas del reloj de la iglesia que se encuentra en la preparatoria Tomoeda. Se supone que es una preparatoria privada y católica, aun cuando la tercera parte de nosotros no es para nada practicante de esa religión, aquí nada funciona como debería. Hoy llueve. En esta tarde llueve a cantaros y precisamente recuerdo que no he traído un paraguas. Suspiro.

- ¿Quieres que te dé un aventón? – me pregunta Tomoyo, Meiling vive de camino a la mansión Daudoji, por lo que siempre viaja con Tomoyo, a veces pareciera que son hermanas, principalmente por la altura y sus largos cabellos negros bajando un poco más abajo de sus cinturas.

- No, gracias – le digo, considerando que vivo en la dirección opuesta- me gusta la lluvia- susurro al final.

Tomoyo quizás presiente que será inútil convencerme, Meiling me da un abrazo y corre a meterse en el lujoso auto negro de los Daudoji llamando enérgicamente a Tomoyo. Esta última me toma el rostro entre las manos, veo su cara acercarse hasta que choca su frente con la mía, sus dos ojos profundos, oscuros y azules se han convertido en uno solo, como un cíclope, supongo que desde su perspectiva mis ojos verdes se han de haber convertido en uno también.

- Ten cuidado en el camino a casa – me dice- no traje sombrilla – se queja.

- No parecía que fuese a llover – le digo.

- Deberíamos ser más cuidadosas – suspira- el clima de Tomoeda nunca ha sido fiable.

- Vete ya, Meiling te llama como loca.

- Lo sé- me dice, sus ojos vuelven a ser dos y su rostro ahora se ve completamente humano, me sonríe y veo su cabello balancearse de un lado a otro.

Tomoyo entra al auto y me dirige una última sonrisa antes de cerrar la puerta del coche. Suspiro de nuevo y me quedo en la entrada de la preparatoria viendo la lluvia caer. Un viento helado me cala los huesos y al animarme a dar el paso a la salida me tengo que sostener la falda para que no salga volando, cuando el vendaval cesa, me animo a soltar mi falda y ya estoy medianamente empapada.

Meiling y Tomoyo van calle arriba. Yo voy calle abajo en donde las casas se vuelven un poco más modestas. Camino por las calles frías y me doy cuenta que una densa bruma empieza a inundar el ambiente con rapidez tiñéndolo todo de blanco, me froto los brazos como si eso pudiese darme algo de calor, porque un escalofrió me ha atacado, aun así me encanta sentir como me empapa la lluvia sin dejarme escapatoria.

Abro la boca e impulso un poco de mi aliento hacia afuera, viendo como se hace visible por la temperatura. Mis zapatos chorrean aguan y hacen un sonido que en lugar de hacerme gracia me parece molesto. Escucho unos pasos a mis espaldas y giro la cabeza con una leve alarma instintiva, pero me encuentro con los ojos marrones del primo de Meiling, mi mirada sube un poco y me molesto por que el tipo sí lleva una sombrilla consigo a pesar del cielo despejado que hizo en la mañana.

Sigo caminando, escuchando sus pasos todo el rato, a pesar de la sombrilla la lluvia va en nuestra contra y sé que se le han mojada los zapatos. No cruzamos palabra. Es molesto escuchar sus pasos y a veces un poco incómodo el simple saber que camina atrás de mí. Suspiro, me cruzo de brazos mientras camino. Finalmente llego a mi casa, pequeña, de color amarillo pastel, me detengo de pronto y abro el portoncillo que guía al jardín, este hace un chirrido molesto.

Meiling le dice Xiaolang, pero verdaderamente, todo el mundo le llama Shaoran. Entro a casa me quito los zapatos y las medias antes de entrar, aun así voy chorreando agua.

- ¡Ya llegue!

- Tu comida está en el horno.

La voz de mi padre suena desde su estudio, donde nunca sale, inspeccionando siempre piezas arqueológicas, estudiando y preparando sus clases de la universidad, es un gran profesor.

- ¡Vale! – le digo yo, sin detenerme, escaleras arriba.

- ¿Qué tal tu día?

- Normal, ¿Y el tuyo? – empieza a molestarme el estar alzando la voz, así que regreso sobre mis pasos hasta llegar a la puerta de su estudio, él gira hacia mi acomodándose las gafas. – Estoy en casa – le sonrío un poco forzadamente.

- Bienvenida.

Papá me manda a darme una ducha, yo asiento de inmediato y en el baño dejo caer la ropa mojada. Me sumerjo en la bañera dejando que el agua caliente, casi hirviendo, me relaje. Me gusta la sensación.

Salgo hasta que mis dedos están arrugados, me envuelvo en una toalla y entro en mi habitación. Me tiro a la cama suspirando. Cuando me siento decidida a vestirme me levanto, giro mi mirada por instinto hacia el balcón, donde Shaoran Li desde el suyo me observa con una toalla envuelta en su cintura y con otra se seca ese enmarañado cabello suyo. ¿Por qué quienes construyeron estas casas se empeñaron en que los balcones de las casas dieran con los otros? Sin vernos más, cada uno se dirige hacia su cortina y la cierra. Cuando termino de vestirme, la abro de nuevo, él también lo ha hecho pero ya no está en su habitación.

Entonces una explosión me hace gritar, por instinto me tiro al piso, con las manos sobre mi cabeza.

El día ha llegado. Hoy iniciaron los primeros ataques a Japón.


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Y yo sé que debería estar escribiendo GGLBB… pero resulta que por más que lo intento no sale nada, mis dedos escriben pero solo estupideces para esa historia, así que me doy tiempo. La musa llega pero para otras cosas. Así que… ¿Qué diablos? Nunca le he podido dar forma a esta historia y créanme que lleva en mi mente hace mucho, así que hoy escribir el primer capítulo. ¿Qué les pareció? Retorcida para mí. Un poco.

Besos y abrazos.

Con amor: Izaku-Chan.