Disclaimer: Los personajes ni el UNV me pertenecen, respectivamente, son propiedad e invención de Masashi Kishimoto y J.K Rowling. Las citas de los epígrafes, corresponderán a diversos autores que nombrare al final de cada capítulo. La idea de este fic si es propiedad mía, pero va sin fines de lucros y bla, bla bla… ya conocen ese rollo. La imagen, tampoco es de mi autoria.
Rated: Inicialmente T, pero escalara más adelante hasta M (Habrá, lenguaje coloquial, humor absurdo, xenofobia y a posterior escenas de violencia contenido sexual-pelusa, y… -redoble de tambores- post-melodrama)
Género: Amistad/General, con obvia inclinación a futuro de Romance LENTO. Quienes me conocen, saben porque recalco lento… No me odien, así me hizo Dios (?
Personajes: Principales; Hinata Hyuuga, Lily Evans, James C. Potter, Remus J. Lupin, Sirius O. Black. Secundarios; Neji Hyuuga, Severus Snape, Peter Pettigrew, y… otros.
Advertencia: El UNV corresponde a Harry Potter y todo lo que este representa, me mantendré con la 'lógica mágica'… (se me haría muy engorroso escribir dos mundos tan distintos juntos, perdón ;-;) Aparecen como familia de la protagonista Hizashi Hyuuga y Neji Hyuuga, y adrede, (porque en el fondo soy una blandengue con el SasuHina xD) el halcón de Hinata se llamara Sasuke ¡Por cierto! la personalidad de Neji será a acorde a la situación, aquí no hay diferencias de ramas/casas, y Hinata es sanguíneamente, auténticamente, hereditariamente, y hinatasamamente, su hermana pequeña, por lo que su relación es diferente a la canónica en Naruto. Neji si adora a Hinata, pero él es un muggle, y tiene "actitudes muggle", las cueles tratare de contraponer y comparar con el comportamiento de hermanas de Petunia - Lily ¡Todos sabemos que Lily era un amor de persona y no se merecía el trato que Petunia le dio! (y por consiguiente el como la cara de cabello nos lo crio a Harry ¬¬) Eso será toda la advertencia~
Espero que la lectura sea de tu agrado n.n
–Hablan–
–Piensan–
…–Recuerdan–…
Días Soleados
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Prologo
(Capitulo introductor)
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_...Con el tiempo te das cuenta de que, en realidad, lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese único instante…_
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Noroeste de Inglaterra, condado de Yorkshire – Inicio de Julio del año 1971…
Parpadeó repetida veces, transparentando en el gris intenso de sus iris y pupilas dilatadas, la incredibilidad de que, finalmente, el momento que su padre anunció desde años atrás que llegaría, estuviera ahora entre sus manos en la forma de una carta que cayó en picada por la ventana. El pulso acelerado de su pecho y la respiración que contenía por la emoción, se vieron mitigados al escuchar el resoplido de cierto castaño quinceañero, quien aún seguía apoyado contra la barandilla del ventanal, tratando de seguir con la vista el recorrido de la lechuza que arrojó la correspondencia con su nombre, la cual ahora ella sostenía tan fuerte entre sus falanges provocando que los nudillos se le tornaran blancos.
–Vaya manera exagerada de enviar una carta– soltó el adolescente contemplado al búho nival detenido sobre el poste de luz, paralelo a la calle del departamento. El ave se mantuvo ululando y con la observando fijamente en el departamento de ellos, como si esperase algo, tal vez una contestación. Bufando, el muchacho giró sobre sus descalzos talones con una expresión ilegible. Parecía molesto y a la vez igualmente sorprendido que la involucrada. –Hmf, ya quita esa expresión de terror, Hinata, y abre el sobre, ¿O esperarás a que vuelva padre para saber qué dice?
Exhalando débilmente, ella bajó el rostro para leer una vez más su nombre impreso en tinta pigmentada negra. En la parte trasera de la postal, sellado con cera roja y un logo en la parte superior, se leía Hogwarts. No había ningún error: aquella era la carta que habían esperado.
–Tiene mi nombre y es...y es la carta para ir a…– las palabras se atoraron en la garganta de la niña. Tembló sin apartar su atención del pergamino que estaba apretujando. –Voy a ir a Hogwarts.
Una de las ceja terrosa del rostro, ligeramente angular y redondeando del oriundo asiático, se alzó por sobre la frente indicándole que, lo que ella estaba diciendo, era absolutamente obvio.
–No sé porque te sorprendes– comentó –ya era sabido que irías. Padre nos lo ha repetido desde que andabas en pañales y hacías desaparecer los muebles de casa. Sólo era cuestión de tiempo, de que tuvieras once años y esas cosas…
Tanto él, como el progenitor de ambos, nunca dudaron de la certeza de que en este año, seis meses antes del doceavo cumpleaños de la menor, llegaría una misiva con la admisión para un colegio mágico, que reside en alguna parte de Escocia a la que ellos estarían privados de acceder por no ser personas mágicas. Y así como les intrigaba y animaba por el futuro inusual que le aguarda a la menor, también les causaba cierto descontento y temores por la presente ausencia que conllevaría.
No obstante, y por convicción unánime de ambos hombres, habían sabido mantenerse a raya y no demostrar abiertamente sus preocupaciones. Ninguno de los dos quería ser quien la detuviera de ser ella misma.
–Voy a ir a Hogwarts, voy a aprender magia, voy a conocer a otras personas como… como yo– la menuda silueta parada en medio de la sala susurró asombrada. Ella se mantenía tiesa, y contenía nuevamente el aire.
Del asombro pasó a la inseguridad. Hinata estaba empalideciendo al grado de entrar en shock, y él la conocía lo suficiente para saber que si no la substraía a un estado más neutral, se desencadenaría alguna situación rara. ¡Y que Dios se los permita, pero Neji Hyuuga no estaba de humor para que empezaran a levitar las sillas o los cuadro colgados en las paredes! Ya suficiente tenía con aquel pajarraco que los vigilaba a la distancia.
Resoplando cansinamente, el castaño atravesó el living del departamento a trancazos, sacudiendo en el pisar duro la melena que le pendía hasta la cintura. Era un accionar involuntario, se dejó crecer el cabello como su padre, pero no le gustaba en lo más mínimo que cuando se irritaba este ondeara. Lo hacía sentirse como un marica.
Colocó sus manos en los hombros de la remera de gamuza con bordados florales, que portaba su hermana en esta tarde, y ejerció una presión moderada, lo suficientemente fuerte para conseguir que el temblequeo nervioso se detuviera.
–Tranquila, respira profundo y cuenta hasta diez, ¿sí? Mírame, mantén tu vista enfocada en mí. Todo está bien, todo estará bien…– indicó el adolescente. Aquellas palabras eran como un mantra para Hinata, y la niña no tardó en considerarlas. El suspiro de alivio que emergió de la boca de él, fue sustituido inmediatamente por una mueca cómica. –Pffh, ha vuelto a cambiarte el color del pelo. Si no te funciona eso de ser bruja, podrás poner una peluquería. Tipos como ese cantante Bowie o la artista excéntrica de Yoko-ono, acudirían sin pensárselo dos veces para que les des el mismo tinte.
Una sonrisa pequeña se extendió por la cara cóncava y femenina.
Automáticamente que captó la pésima broma de Neji, ella corroboró sin soltar la carta, que su flequillo estuviera bajo la boina lila de lana. Era a causa de que usaba a diario aquella prenda, la cual fungía para ocultar el extraño tono que adquirían sus mechones, que el corte carré de Hinata se veía como si fuera un hongo en vez de un peinado.
–¿Está muy azul?
–Un poco más claro, tirando a índigo.
–Umh…– los labios de ella se apretaron en una línea. Se quedó torpemente mirando el jumper amarronado de su hermano.
De momento, evito pensar en la carta que sostenía, se enfocó en intentar volver más opaco el tono azulino de su cabello, fallando en el intento. Nunca tuvo éxito en remediar los desniveles de tonos añiles que adquiría, fue algo que vino con ella desde su nacimiento y que nunca supo controlar a conciencia. Si estaba alegre su cabello se tornaría de un azul brilloso, si estaba triste se opacaría hasta un azul zafiro, y si estaba nerviosa pasaría por distintos tonos de azul.
–Bien, ¿Qué vas a hacer? – Neji soltó los hombros de la niña, los cuales decayeron inmediatamente. –¿Vas a abrir la carta ahora, o esperarás hasta la noche?
–Umh…no sé– susurró agitando la cabeza en una negativa. La voz de ella se oía mucho más baja de lo habitual y tan suave que si no fuera por el silencio de la siesta del sábado, los ruidos cotidianos de coches y transeúntes que derivaban de las calles hubieran impedido que se la escuchara. –Creo que sería prudente que espere a papá. Él sabrá que es lo que debo hacer.
Neji se contuvo de rodar los ojos por las cuencas rasgadas, prefiriendo retomar a su porte inexpresivo.
–Mira Hinata, es tu decisión abrirla ahora o más tarde. Pero tienes que darte cuenta de que en la brevedad, vas a tener que empezar a tomar tus propias responsabilidades y hacerlas por ti misma. Sin vacilar ni dudar, sin dejar que otros intercedan por ti. Ya que…– el muchacho ladeó su torso mirando los objetos que reposaban sobre la mesa oval de vidrio; un libro abierto de filosofía contemporánea que él había estado ojeando y los utensilios de costura que hasta, no hace menos de diez minutos, Hinata había utilizado para remendar el dobladillo de uno de los pantalones de él. Con pesar, dejando ir el sentimiento venidero de nostalgia, Neji añadió. – Ya sabes, no estaremos tan presentes como quisiéramos estar para ayudarte a decidir. Ni padre ni yo estaremos, por lo que tendrás que hacerlo por ti misma.
Era sabido que cuando ella partiera a aprender, con personas que compartieran similares capacidades a las suyas, pasarían meses enteros sin verse, sin tener noticia sobre sus actividades. Se perderían de muchos momentos, vivencias y charlas, y la pérdida sería de ambas partes. Sin embargo, como solía decir Hizashi Hyuuga, el padre de ambos, "todo estará bien… todos estaremos bien", para luego acariciarles las coronillas y cambiar el tema de conversación por uno más mundano, que no gestara mayores ansiedades.
A diferencia de Hinata, a Neji aquella respuesta dejó de bastarle, no le era suficiente para todas las dudas y replantes que se había formulado en varias ocasiones: ¿Por qué tenía, de todas las personas, ser su hermana quien tuviera que irse?, ¿Por qué él no podía ir con ella? ¿Cómo la protegería estando distanciados?, ¿Qué tan extensa es la brecha entre la sociedad normal y a la que pronto ella conocería?, ¡¿Cómo todo esto puede ser siquiera considerado como algo bueno o un don?!
–Tienes razón hermano, siempre la tienes. Debo empezar a madurar y tomar mis propias responsabilidades– apuntó Hinata levantando su rostro hacia arriba, encontrándose con el perfil del joven. La sonrisa amplia e inocente alcanzó los ojos grises de ella, y silenció por completo los temores de él. –Yo quiero abrir la carta y... voy abrirla.
Por unos segundos, Neji no dijo nada.
La niña a junto a él, quien miraba el sobre con dudas pero con una concentración que rayaba en lo determinado, era y sería siempre su pequeña hermana. Alguien a quien debía y quería cuidar hasta envejecer. Quería seguir regañándole ocasionalmente, compartiendo gestos fraternales mientras él le hacía pésimas bromas en relación a su pelo azul y tomaban tazas de té con galletas asquerosamente dulces. Ninguno de los dos tenía recuerdos nítidos de haber sido criados en Japón, país en el que su padre vivió hasta hace diez años y donde ellos dos nacieron. Sólo contaban con las memorias de ser ellos tres. Más bien, él y ella, ambos hermanos, Neji y Hinata. Y quizás por ello, y por el significante lazo de parentesco que tienen los asiáticos para con los suyos, el cual era una herencia de cultura que, como el andar descalzos por el piso de madera del departamento o comer con palillos en vez de tenedores, él acarreaba consigo, asumiéndolo como propio, desde el día en que vio por primera vez a Hinata en la sala del hospital. En aquel entonces ella había sido tan pequeña, una bebe, que fue sostenida por uno de los médicos.
Ese mismo día en que Hinata nació, el 29 de diciembre del año 1959 bajo una noche de luna nueva, también falleció su madre por una ineficacia de atención y cuidado que el obstetra, que la atendió durante el parto, no previó.
A Neji se le acojonaba el alma con el hecho de que Hinata se fuera a ir. Sin embargo… –Tampoco es como si se fuera a ir para siempre, ella volverá. Somos familia, soy su hermano– meditó el castaño antes de que se le escapara alguna sugerencia que pudiera atarla, que pudiera retenerla más tiempo de ser quien es, y que borrara la actual ilusión que se transparentaba en ella al tener finalmente aquel sobre.
No sería justo, no para Hinata.
Neji forzó una sonrisa. –Me parece justo, ábrelo. Pero me lees lo que esté escrito– ordenó pasándole por al lado, con rumbo hacia el pasillo frontal que conecta, a través de un pórtico rectangular, con la cocina. –Pondré a calentar agua para que tomemos una taza de té de matcha con alguna de esas galletas de chocolate que ugh– frunció los labios –te gustan.
–No es necesario, sé que odias las galletas de... eh… ¡¿Eeeeeeh?!– las orbitas achinadas de la menor se abrieron de par en par con una cómica "O" formada en sus labios.
–¿Qué? ¿Ahora me vas a decir que mágicamente ya no te gustan las cosas dulces? Porque eso sería un primer paso para la madurez.
Hinata cerró la boca y siguió de cerca los pasos descalzos de quien estaba por incumplir una de las pocas normas establecidas en casa. Dejaron por detrás la sala de paredes mostazas, adentrándose a la estrecha cocina que se componía por alacenas viejas de madera, mesadas a juego, un fregadero de metal, y cocina y heladera blancas que por el paso del tiempo estaban ligeramente herrumbradas en las suelas.
–Creo que siempre me van a gustar las cosas dulces. Y-y sé…– tartamudeó –sé que el té de matcha es uno de tus favoritos junto al de hojas de menta. Pero… pero a papá no le gustara que usemos sus cosas. Le cuesta mucho encontrar tiendas que vendan productos importados. Él solo los usa para ocasiones especiales y yo no quiero que se moleste.– suspiro resignándose al no ser escuchada –No hoy, no contigo.
–Por si no te enteraste, hoy es una ocasión especial. No todos los días veo un búho que tire cartas en la casa– apeló Neji, a sabiendo que en lo último que se detendría a pensar Hizashi cuando regresara del trabajo de Contador Público del municipio, sería del porque faltaba un par de cucharadas del frasco de hebras.
–Está bien…– las manos femenina arrugaron el sobre y sus mejillas se calentaron al percatarse que el castaño había insinuado que esta era una ocasión especial. Neji rara vez consideraba algo especial, él detestaba cualquier festividad, incluyendo las navidades o cumpleaños. Hizashi solía decir a menudo que Neji era como el personaje del cuento navideño del Grinch, en donde Neji era obviamente el ser verde, peludo y gruñón, que se roba la navidad. –¿Quieres que cuele el polvo de las hebras, o que busque los trastos de cerámico en la cómoda del living?
–Deja de evitar la carta, y léela– mecánicamente el castaño abrió el grifo del agua, llenó la pava de acero inoxidable, y prendió una de las garrafas de la cocina. –Y sin tartamudeos ¿vale?, sabes leer perfectamente, y no me quiero ni enterar que se te burlen en ese internado para brujos porque andas tartamudeando o tropezándote con todo. Esta vez te tendrás que hacer respetar y valerte por ti misma.
–Lo sé– Hinata asintió con una inclinación.
Acomodando la falda de algodón que iba a juego con su remera de gamuza, tomó asiento en la única silla que mantenían en la cocina. Se concedió un tiempo para romper minuciosamente el cello y extraer el contenido de este. Una vez hecho el laborismo trabajo de rascar las gotas de vela roja, mantuvo al sobre de la carta intacta en su regazo. Los temblores compulsivos retornaron cuando sostuvo en sus dedos el par de hojas dobladas perfectamente por la mitad. Tomo respiraciones largas, una y otra vez, acompañando al chirrido de fondo de la pava que se calentaba.
En la cabeza de Hinata se repetía una y otra vez el mantra. Todo está bien… todo estará bien.
A unos pasos de ella, los jeans de mezclilla de Neji se movían de un extremo a otro de la cocina buscando en los recovecos de las alacenas. El adolescente trataba de descifrar en donde escondió su precavido o meticuloso padre, dependiendo el punto en que se lo analice, al pote de matcha que tenía un impreso de hojas verdes con expresiones caricaturizadas. En kanjis amarillas, por los contornos del frasco de vidrio, se podía traducir el nombre de la marca del producto, "Té extra-verde; ¡Saludable para todo heterosexual!".
El ceño de Neji se frunció al encontrar al objeto que buscaba y releer nuevamente la impronta estúpida.
–Es tan ridículo, no entiendo porque padre sigue comprando específicamente esta marca. Deben de haber otras mejores– bufó irguiéndose y pasando a la búsqueda del colador. Miró de soslayo a su hermana, ella se estaba removiendo en la silla como queriendo hundirse en el asiento. –¿Y, qué dice? ¿Algo raro sobre lugares más raros y llenos de niñitas con pelos coloridos?
Hinata vaciló antes de contestar. Eran pocas las veces que ella respondía de manera directa, y por más años que pasaran, aquella característica de su personalidad puede que sea una de las que nunca perdería. Inhalando con lentitud, sintiendo que sus nervios estaban aparentemente controlados, contó mentalmente hasta diez y empezó a leer. La voz infantil, carente de fuerza, casi susurrante, se oyó más clara que hace unos momentos. Neji agradece a los pequeños milagros favorables que no ocurren todos los días.
–Colegio de Hogwarts de Magia y Hechicería. Director: Albus Percival Wulfric Brian Dumble, Du…Dum… ¿Dumbledore? –pregunto, costándole pronunciar el apellido completo de aquel hombre que representaba la máxima autoridad en la escuela.
Hinata alzó la vista por un segundo al escuchar murmurar a su hermano, sobre "–los milagros nunca son completos–" y "–tienes que dejar de tartamudear, no es tan difícil–". Entre los tres Hyuugas, el único que presentaba problemas de acento y pronunciación de ciertas palabras era el padre, pero a él se le podía excusar por haber vivido más de treinta años en la otra parte del mundo.
–Anda, sigue leyendo. Pero sin atropellarte con las palabras, por favor.
Dándose suave palmaditas a sí misma en el pecho, prosiguió. –Estimada señorita: Hyuuga Hinata –los mofletes de la muchacha pasaron de rosa a rojizo. –Tenemos el placer de… de informarle que dispone de una plaza en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.– la vista se le torno ligeramente acuosa –Se le s-solicita que lea la lista del equipo y los libros necesarios, y…– la emoción le produjo un quiebre en la voz. Neji dejó lo que estaba haciendo, apagó la estufa y se volvió de frente apoyándose en la encimera. – y las clases comienzan el 1 de septiembre. Estaremos es-esperando una contestación respecto a su inscripción, la cual deberá realizarse por medio de la lechuza emisora antes del 31 de julio.
Bajó la carta sin llegar a leer las últimas tres líneas, en las cuales, la destinaria presunta que redactó, quien firmó a mano la carta para ella, se despedía cordialmente. A posterior, cuando Hinata revisara en las semanas venideras una y otra vez la carta, leería el nombre de Minerva McGonagall, la subdirectora de Hogwarts. De momento el torrente brillosos que titilaban en las corneas de ella, iluminadas por la luz que ingresaba del ventanal del tendero, se retuvo en sus iris. Un sentimiento cálido similar a la a alegría y a la aceptación, se extendió por su rostro.
–Yo… iré a Hogwarts. ¡De verdad, de verdad iré!
El castaño se abstuvo de regañarle por tartamudear y por ser demasiado lerda para percatarse de un hecho que ya era evidente desde muchos antes que aquella lechuza dejara en la mesa de vidrio la carta.
Las facciones masculinas se destensaron, y se encontró sonriendo con sinceridad. –De verdad irás, eres especial... Y eso– refiriéndose a la carta –es tu primer paso hacia un futuro incierto, pero que, por ser tuyo, estoy seguro que será brillante. No tengo duda alguna de eso, así que nada de lloriquear ¿Entendido?
–Gracias, Neji… –Hinata secó el indicio de lágrimas.
–Y si ocurren dificultades, me aseguraré, como tu hermano mayor, de solucionarlo. Nunca olvides eso, Hinata. Somos hermanos, familia, y ninguna magia o cosas raras pueden quebrar– el chico apunto con el dedo índice tanto a ella como a él. –este lazo.
–¿Ni siquiera m-mi cabello azul?
–Mucho menos tu raro y cambiante cabello azul– Aseguró Neji rodando los ojos. A veces el mismo se tenía como un poco insensible, pero en ese instante, el girar de sus globos oculares, fue lo único que evito que se le escurriera una molesta lagrima traicionera. Estirando uno de sus brazos, sacó aquella boina estorbosa de la cabeza de su hermana, contemplando una melena corta con flecos a los costados y tan vibrante y brillosa como el cielo nocturno. –Hmf, entonces ¿Me vas ayudar a colar las hebras del té, o prefieres ir a buscar el juego de tazas?
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Horas después, estando alrededor de las 21:00 hrs., con la noche primaveral despejada y las luces del living y cocina encendidos, la puerta principal del departamento fue abierta y cerrada tras el tintineo metálico de llaves. Inminente a aquello, la niña secó ambas manos en uno de los repasadores, destapó la olla en la que había improvisado un estofado de verduras con troceado de costillas de cerdo, y fue al living a esperar junto a su hermano.
Ni bien ella atravesó el pórtico de madera trastabillo con sus propios pies cayendo de rodillas al piso. Estaba en su naturaleza ser torpe.
–Perdón…– se disculpó ante el bufido del castaño.
Neji se encontró resoplando por quincuagésima vez en el día, y dejó de lado el segundo pergamino que acompañaba a la carta que llegó en la tarde. Ambos habian pasado gran parte de las horas, entre té y galletas de chocolate, tratando de descifrar o mínimamente entender de qué se trataba eso de 'Lista de equipaje y libros necesarios'. El adolescente se vio alzando una ceja en más de una ocasión, ¿tres túnicas? ¿un caldero de peltre n° 2? ¿Una varita?, las palabras raro y más raro fueron dichas en ya reiteradas ocasiones. La menor por otra parte estaba extasiada, y tenía la corazonada que amaría el libro de Mil Hierbas y hongos mágicos de la autora Phyllida Spore.
Ella adoraba la botánica.
–Estoy en casa– indicó Hizashi en un tono ronco y agotado. La entonación de él en inglés era bastante particular, como si hablara por la nariz. –Lamento haberme demorado. Tuve un día largo en el trabajo y el Sr. Ackerman me ha dejado papeleo en la oficina a última hora… Ese hombre está convencido que por ser asiático no duermo. Ya veremos con que prejuicios me asalta el lunes.
Pasado unos segundos, la imponente figura de más de siete pies de alto, trajeado con camisa y corbata, emergió desde el hall cargando bajo el brazo diestro el maletín y llevando a mano el par de zapatos negros.
–…–Hinata bajó la vista incomoda.
–…– Neji masajeó la parte trasera de su cuello.
El hecho que ninguno de sus dos hijos contestara alarmó al adulto, por lo que pasando por alto la mesa ya preparada para la cena, fijo su atención en las posturas nerviosas de los menores. Sin duda algo de magnitud debe haber acontecido para que Hinata, quien seguía de rodillas en el piso, no llevara puesta la boina y para que Neji no estuviera enfurruñado tras algún libro reprochándole por la demora.
–¿Sucedió algo durante la tarde?, ¿Tomaron el té de matcha?, ¿Hubo alguna visita, discusión o llamado por parte la vecina del piso inferior?– Inquirió el mayor, a sabiendas de lo entrometidos que eran algunos de los otros propietarios del edificio.
Como padre, él recibió innumerables críticas de diversas personas, y las mayorías eran quejas que iban encaminadas a las decenas de veces que Hinata debió ser cambiada de instituto porque los maestros no aprobaban que un niño se tiñera el cabello. Hinata no se teñía el cabello, era una anomalía de la queratina en el cuero cabelludo o algo así especificó un dermatólogo hace años, sin embargo no podía decirles a ninguno de los entrometidos la verdad, prefería dejar que los demás sacaran sus propias conclusiones a exponer que su hija nació con el don de la magia.
Lentamente, incorporándose sobre sus piernas, la niña encaró a su padre mientras empezaba a juguetear apretando sus dedos índices uno contra el otro.
–Papá hoy…hoy llegó l-la…– Hizashi se mantuvo callado esperando paciente. Apurar a Hinata para que hablase, sería siempre contraproducente. – Hoy llegó la carta, y yo… Yo voy a ir a Hogwarts, empiezo las clases el 1 de septiembre, pero antes debo contestar que asistiré y para ello tenemos que enviar una respuesta– los dedos índice de Hinata se apretujaron entre sí –Aunque no sabemos cómo hacerlo. La carta dice que debemos enviarla por una lechuza y-y nosotros no…
Aquella no era, ni por asomo, la contestación que el hombre había estado esperando.
Inconscientemente el adulto soltó el agarre de los calzados, dejando que estos cayeran. Volvió su cabeza, produciéndose una severa torticolis en el cuello para encarar a su primogénito, cuestionando si lo que oyó de la menor era cierto. A lo largo de esta década, siendo que en aquel entonces Neji había sido tan solo un crio de cinco años, el adulto se encontró a si mismo corroborando en la expresión neutral del adolescente si es que había escuchado correctamente.
–Si padre, llegó esa carta. La dejó una lechuza que aún sigue afuera– Neji alzó el sobre abierto junto al par de papeles que habian venido dentro. Luego señaló con el mentón hacia la ventana, donde sí se inclinaban, podrían observar al ave aún posicionada en el mismo poste de luz. –Y por cierto, creo que vamos a tener que contactarnos de nuevo con la Sra. Figg. No es una mujer de mi agrado, detesto que nos mire y diga muggles, suena despectivo de alguna forma– el castaño se apretó el puente de la nariz, aparentando mucha más edad de la que tenía –pero, le dieron a Hinata una lista de cosas raras para que compre antes de ir al colegio, y ninguna de ellas se va a conseguir en las librerías de la ciudad.
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Al cabo de unas tres semanas y tras contactarse por teléfono con Arabella Figg, partieron rumbo a la capital de Londres, en un automóvil hillman, prestado, perteneciente a alguno de los amigos de su padre.
Fue uno de los viajes más largos y tediosos que pudieran recordar, casi cuatro horas en carretera, con un conductor que apenas si sabía lo básico para conducir y unas punzantes sensaciones de pesadumbres en la boca del estómago de los más jóvenes. Hinata evitaba a toda costa mirar por las ventanillas traseras del carro, de hacerlo estaba segura que vomitaría, y aunque Neji aparentemente lo llevase mejor, daba indicios de estar tan descompuesto como ella misma. El viaje fue únicamente llevadero gracias a que Hizashi se había compadecido del hecho de que sus hijos no estaban acostumbrados a movilizarse en automóviles. Hacía cortas detenciones cada cierta cantidad de millas en una estación de gasolina. Hizashi miraba su reloj cada rato, y mantuvo la radio informativa encendida durante todo el trayecto.
Hinata sabía que su padre apoyaba al partido político de izquierda, pero no tenía idea de porque él arrugaba el ceño o difería de lo que el reportero comunicaba por la radio.
–…siguen con eso de la lucha Internacional contra el Racismo y la Discriminación Racial– añadió el adulto con ironía, hablando para consigo mismo. –Estando a más de dos décadas del final de la segunda guerra mundial, ya se habla de tolerancia como si realmente existiera. La Organización de las Naciones Unidas debería centrarse en hechos concretos, poner leyes que sancionen a los idiotas que por nacer en Britania se piensan que los demás hemos sido todos parte del nacismo.– Hizashi aumentó el volumen de la radio –Tks, el reino de Baréin está haciendo lo correcto al separarse de este capitalismo que se gesta y crece día a día en Inglaterra.
Ninguno de los dos menores de edad comentó nada al respecto. Hinata se preguntó a sí misma, una vez más, porque su padre tomó la decisión de vivir en este país cuando parecía no agradarle. La niña no supo darse una respuesta, y dentro suyo, presentía que era mejor no saberla. No sabría cómo lidiar con la culpa de ser el motivo.
Una vez llegado al interior de la capital, atravesando las avenidas principales, alquilaron un piso de dos habitaciones en un hotel de tres estrellas. Residirían allí, como parte de las vacaciones de verano que Hizashi adelantó y de las que ambos menores gozaban por ser estudiantes. Aunque a favor de lo que realmente iba a suceder, es que se alojarían aquí hasta el día que Hinata partiera a Hogwarts.
Los tres se habían tomado toda la noche, del día en que llegó la carta, para inspirarse en una apropiada contestación. Al final, durante la mañana del día siguiente, enviaron la correspondencia por la lechuza que dejó la misiva, y Hizashi rogó porque el ave llevara el correo al destinatario y no se cagara en la carta. Neji ya había sido víctima de que el pájaro le defecara encima.
–¿Iremos a dar un paseo por la ciudad, o puedo empezar a leer alguno de los libros que traje?– Inquirió Neji dejando la su valija aún cerrada sobre una de las camas de la primera habitación.
–Umhp…– tarareó el adulto – Salir a dar una vuelta suena agradable ¿No creen? Aparte, en un par de horas tenemos que ir a encontrarnos con la Sra. Figg, y esto último no lo estamos cancelando.
–Tks, ¿Justamente hoy? ¿Siendo que acabamos de llegar?– el fastidio del castaño fue palpable. –Hinata, di que no. Aún sigo asqueado con el viaje hasta aquí, no me estoy moviendo de la habitación.
–Etto, bueno yo…– Hinata ignoró a media la súplica de su hermano. Nunca tenían la ocasión de salir a vacacionar más allá de la playa o las colinas de Yorkshire, por lo que no estaba dispuesta a desperdiciar la oportunidad. –Me gustaría que saliéramos a pasear, hay una vista hermosa afuera. Pero… por favor papá, no en el auto.
Neji le aventó una almohada a la cabeza con boina morada.
Estacionaron el automóvil en un garaje cercano, y para alivio y contento de ambos hermanos, se dedicaron por pasear a pie en la ciudad hasta la llegada de la hora acordada. Una media hora antes del encuentro, subieron a un bus que los condujo hasta la calle Charing Cross Road, donde habían sido citados por Figg.
Aquella calle podría haber sido exactamente igual a cualquier otra, estaba iluminada de punta a punta, y los peatones transitaban de manera cotidiana por la acera sin detenerse a inspeccionar al trío de rasgos asiáticos: ellos tres fácilmente podían pasar por turistas. Hinata se cercioraba cada pocos pasos, que la gorra violeta se mantuviera lo más ceñida a su cabeza y que ninguna hebra de su fleco escapara.
–Ya, deja de hacer eso– cortó Neji agarrando la muñeca de su hermana y llevándola abajo. –Te avisaré si se descoloca o algo.
–No quiero que nos empiecen a mirar feo– argumentó Hinata inquieta, alisó el pechero blanco de su mameluco de jardinero. La postura de ella era inclinada, estaba concentrada en caminar e ir mirando algún punto entre sus chelsea boots y el cemento de la vereda.
–Empezarán a hacerlo si sigues tocándote la cabeza. Pensarán que tienes piojos o que eres una niña pelona.
–¿Qué s-soy pelona?
–Neji, no asustes a tu hermana– amonestó Hizashi –sabes que se cree todo lo que le dices.
El adulto frotó su frente, y al cabo de un minuto miro de soslayo a sus dos hijos. La niña mordía nerviosa el labio inferior y trataba de entrever en el reflejo de uno los vidrios de tienda de ropa si es que realmente aparentaba no tener pelo. Al costado diestro de Hinata, el adolescente mantenía el imperturbable ceño fruncido y las manos dentro de los bolsillos del jean. El chico sonreía divertido ante el logro de bromear con la inocente niña.
Sacudiendo la cabeza con cansancio, a sabiendas que estos momentos entre sus hijos se iría haciendo cada vez más y más escasos, Hizashi prosiguió a avanzar y evitó mantener contacto visual con el resto de peatones. Por alguna cuestión, esta reunión se sentía como si fuera ilegal (y probablemente lo fuera…).
–Y bien, ¿En dónde nos encontramos con la bruja? – el castaño dirigió la pregunta al mayor. Ninguno de los dos menores estaba enterados de que es lo que Hizashi y la señora Figg conversaron, inclusive y para descontento de la curiosidad del muchacho, tampoco sabían cómo es que su padre se había conocido con dicha británica.
–Hermano, por favor, no le llames así, eso es ser grosero.
–No estoy siendo grosero. Ella me llamó 'simplón muggle escéptico' cuando tenía diez años, por lo que estoy siendo justo, ¿No?
Hinata suspiró y dejó sus inquietudes de lado. Poco importaba si otros creían que no tenía cabello, era preferible aquello a que le dirigieran miradas molestas o le hicieran preguntas sobre lo inusual de la condición cambiante de su pelo. De una manera dura, pero cierta, era su padre quien por lo general la pasaba peor debido a que lo juzgaban como un hombre negligente y hasta cierto punto un abusador de infantes por teñir el cabello de una menor. Obviamente ninguna de esas acusaciones hacían honor a la verdad.
–Muggle es solo es una palabra para llamar a las personas no… no mágicas, no es un insulto. Nunca lo usaría como insulto.
–Brujo y bruja es como se llama a las personas que hacen cosas raras– Neji dio un ligero codazo a la espalda de la niña, restándole seriedad al asunto. –No es un insulto, brujita.
–Llámales magos, hijo. Magos. Nuestra Hinata será una maga–corrigió Hizashi buscando en el bolsillo lateral de su saco, una tarjeta en la que había apuntado la dirección y hora en la que se encontrarían con la mujer.
El adulto trajo consigo, en una carpeta que llevaba bajo el brazo izquierda, documentos y registros patentados de su hija y boletas del dinero que tenía depositado en una de las cuentas bancaria del condado en que residían. Figg había sido bastante especifica en esto último, y le hizo saber que para el futuro académico y financiero de Hinata en esta parte del mundo, a la que él desconocería, sería necesario abrir para ella una bóveda en un banco llamado Gringotts.
–Estamos a horario, faltan cinco para las 19:00 en punto, y estamos frente del local… El Caldero Chorreante. No creo que la Sra. Figg tarde demasiado en llegar.
Tanto padre como hijo arrugaron la nariz. A ninguno de los dos les pareció un nombre adecuado para lo que supusieron sería una cantina o bar, o algo similar a ello.
–Papá…– llamó Hinata sintiendo como una sonrisa crecía segundo a segundo en su rostro. Los grises ojos de ella se encontraron con los de su progenitor, y la calidez se le desbordó por ser llamada maga. –Yo no te decepcionaré. Haré mi mejor esfuerzo para ser… para ser una gran maga. Haré todo lo posible para que estén orgullosos de mí. Se los prometo.
Hizashi se reconfortó momentáneamente de la ternura y asintió lentamente con la cabeza. –Sé que lo harás. No tienes que prometerlo, hija, es algo que con tu hermano, damos por sentado.
–Serás la primera bruja de la que se pueda estar orgulloso. Y si no, bueno, siempre puedes abrir esa peluquería de la que hablamos. Solo abstente de ponerle nombres ridículos como el té de padre, o grasientos como el de ese bar– bromeó Neji, consiguiendo una risita aniñada de la más joven.
–Dejaría que me ayudes a ponerle un nombre. Sin duda, escogerías el adecuado– el rostro redondeado de Hinata resplandecía, y no fue necesario que ninguno de los dos mayores le comentara que tras el tejido de la boina morada, los mechones se habían vuelto de un azul luminoso y agradable.
Al cabo de unos minutos, justo cuando el reloj de bolsillo que llevaba Hizashi señaló la hora acordada, emergió desde el local una señora que debía de rondar por los cuarenta y pico de años. La vestimenta peculiar, túnica magenta hasta la cintura y falda liza de ejecutiva, resaltaban del resto de las pocas personas que quedaban transitando Charing Cross Road. Sin embargo, los rasgos faciales, el rostro flaco y de pómulos marcados con la nariz respingada y cabello terroso ceniza enrulado hasta los omoplatos, la hicieron pasar desapercibida como una británica más.
El taconeo incesante en el caminar de los zapatos de la señora Figg, haría eco a lo largo de las futuras tres horas.
Fue a causa de la emoción que brotaba en cada uno de los poros de la niña, que ella no se percató del intercambio de palabras meramente cordiales de su padre para con la señora Figg. Había desconfianza entre ambos adultos y puede que dada otra situación de la vida, nunca se hubieran dirigido ni siquiera un mísero saludo. Hinata estaba inmersa en la adrenalina ansiosa que le recorría, mantuvo todo el tiempo una mueca dulce y miraba cada detalle con devoción. Absorbía cada anécdota y descripción de lo que harían, se había incluso olvidado completamente de su boina, y cuando ingresaron en el interior del Caldero Chorreante, que claramente no era una cantina, ella no se desilusionó ni registro las miradas ceñudas o reticentes de los clientes que detenían sus acciones para observarles.
Por otra parte Neji fue una historia distinta, él frunció toda arruga de su joven rostro cuando el aire viciado en diversos aromas llegó a su nariz, y la vista del antro tampoco favoreció a su estreñida expresión. A ambos varones Hyuugas les parecía haber viajado doscientos años atrás en la línea del tiempo, era como si estuvieran en alguna taberna rudimentaria. El adolescente pudo contar una a una la cantidad de leyes de salubridad violadas en este lugar, y al cabo de cinco minutos escaló su cuenta a más de veinte.
En uno de los costados de la taberna, un hombre sentado en la barra ocupando dos banquillos, bebía un trago que hedía a alcohol puro, 'Whisky de Fuego' decía la etiqueta de la botella, él se volvió para verles y saludó de manera amistosa a la mujer, tintineando un vaso de cristal que se veía diminuto en su mano enorme. Adrede, el extraño le regaló una amistosa sonrisa tras la espesa barba opaca a Hinata, quien claramente no pudo dejar pasar la altura y anchura de más de tres metros de aquel extraño.
Hizashi colocó protectoramente una mano en el hombro de su hija. Neji, pese a su mente racional que le indicaba a todas luces que aquel enorme sujeto podría aplastarlo con tan solo un pie, lo fulminó con la mirada. Más tarde y como todo hermano sobreprotector que es, se encargaría personalmente de hablar con Hinata para que se mantuviera lo más alejada posible de personas que vistieran andrajosamente y que concurrieran a tabernas.
–¿Ves quien está sentado allí?– la señora Figg apuntó en la dirección del enorme desconocido – él es un viejo amigo mío. Ambos formamos parte de una, emh… organización contribuyente para la sociedad mágica– parafraseó –Su nombre es Rubeus Hagrid, es el guardabosque de Hogwarts. Te cruzarás con él durante tu iniciación del primer día de clases. Harías bien en recordar su nombre.
Informó Arabella apegándose a la niña. La mujer, sigilosamente, coló su propio antebrazo hacia la espalda de la puberta y consiguió zafar la protectora mano del adulto para con la menor. Figg le había especificado a Hizashi la importancia de darle espacio a Hinata en el desenvolverse por sí sola en esta parte del mundo, y se lo repitió una vez más fijando su mirada celeste en los grises del japonés.
–Se ve como alguien amable. Muy alto y con barba, pero amable– concedió la niña ajena a las reacciones hurañas de sus familiares y al intercambio silencioso de los adultos. –Nunca vi a alguien tan grande.
–¡Oh, por supuesto que no has visto a nadie como él! Hagrid es descendiente por parte materna de los gigantes, por ello es la altura. Él es único en su especie, y créeme que tiene un corazón inmenso. Tanto que no le cabe en el pecho y se le ha bajado al estómago– la castaña dio un guiño juguetón a la menor, quien ahora parpadeaba confusa. Hinata no sabía si aquello era una manera de decir que el hombre era alguien muy bueno, o que los gigantes tenían el corazón en la panza. Ni bien Hinata tuviera posesión de los libros que le pedían para Hogwarts, se instruiría lo máximo que pudiera. No quería ser ignorante, su hermano la regañaría si lo fuera. –Pronto te darás cuenta que las apariencias, para personas como nosotros, no son siempre lo que se deja ver. Un semi-gigante puede ser tan o más bondadoso que cualquier humano o criatura, y el azul de tu cabello es tan único y especial como normal.
Las pupilas ónix resplandecieron ante la aceptación. –¿E-en serio? ¿Es normal?
–Dame el consenso de la duda, y puede que hoy lo compruebes por ti misma.
Mientras atravesaban el local, los Hyuugas se percataron que no tan solo era una taberna, sino también una especie de hotel o alojamiento. Figg hizo una impactante propaganda alardeando sobre ello, comentándole a Hinata de la cantidad de inquilinos mágicos que se hospedaban a menudo aquí y que el servicio de habitación era siempre un espectáculo digno de ver, gracias a hechizos de limpieza y encantamientos en los platillos con comida que volando de un extremo a otro por los pasillos.
Si el objetivo de la canosa castaña, quien contoneaba las caderas como si fuera dueña de la posada, era el de impresionar a Hinata con un parloteo incesante, el cual empezaba a aturdir los oídos de Neji, estaba haciendo un gran trabajo en ello.
–¿Hechizos de limpieza?, ya si claro– murmuró sardónicamente el adolescente, pasando por al lado de un poster con una imagen que se movía. En dicha fotografía pegado a uno de los muros, y posiblemente extraído de un periódico del que nunca escuchó siquiera mención, un hombre de mediana edad, cabello ébanos y túnicas hasta la solapas, miraba fijamente a las cámara que lo fotografiaba. Le dio una desagradable impresión a Neji de ser observado. –Eso se…¿C-cómo?
–Son imágenes en movimiento, muy comunes para nosotros aunque no tanto para los muggles. Suele ser llamativo la primera vez– comentó Figg sin voltear a ver al hermano de la niña. Hizashi negó con la cabeza, indicándole a su hijo mayor que no se exasperase, que mantuviera compostura ante el mote usado para llamarles. –Lamentablemente, el cartel que ha llamado tu atención es sobre un…un mago– escupió la palabra –con el cual no comparto la misma ideologías. Es a causa de él, que se están acentuando la diferencia de elites para las personas como nosotros, y si esto sigue así, abarcara al resto del mundo.
Hubo un tono acido en los vocablos de Arabella, y siendo que Hinata era la única de los tres Hyuugas que estaba a la par de la mujer, pudo notar el fruncir de las delgadas cejas terrosas y la mueca de incordio que tan pronto como apareció se esfumó.
Los ojos de la niña recorrieron un par de letras que llego a divisar bajo la foto en movimiento; "¡Sanción en la cámara del Ministerio! ¿ un fanático de los sangre pura, o un psicópata de masas?". Ambos hombres castaños que iban detrás de las féminas, portando expresiones descontentas, no recordarían aquel detalle, sin embargo años después, Hinata habría sabido que ese boletín del periódico 'El profeta' fue la punta del iceberg para el desenlace de una hecatombe que intentaría barrer con todo.
Por el momento, la menor se sumergió nuevamente en la burbuja de emociones positivas que se acrecentaba en su pecho.
Al finalizar el recorrido que continuo por los salones de la rampa inferior, fueron guiados hasta lo que sería el patio del fondo o sector fumador del albergue. Se quedaron de pie por casi tres minutos contemplando una pared alta de ladrillos rojizos y tan sólido como cualquier construcción. Pasado aquel lapso, el cantinero del local, alguien que probablemente era lo suficiente cercano a la mujer para tutearla y que a su vez respondía al nombre de Tom, hizo acto de presencia.
La apariencia jorobada del hombre, con cabeza en forma de nuez e igual de arrugada, fue un factor poco tranquilizador para los Hyuugas masculinos. El hecho de que mirase penetrantemente a Hinata con centellantes ojos pequeños y negros, tampoco favoreció a serenarles.
–Disculpa que te lo pida, Hinata, pero, ¿Traes contigo la carta de admisión de Hogwarts?– Pidió la Señora Figg extendido una de sus manos hacia la menor. –Es por precaución, deben corroborar que eres una estudiante. Te la devolveré una vez Tom la revise.
Instantáneamente Hinata asintió con vigorosidad meneando la cabeza –Si, si la traje– susurró y sacó del bolsillo de su pecho el sobre abierto con los dos pergaminos. Uno de ellos era la lista de cosas que deberían comprar. –Ten.
–Excelente, excelente…– la carta pasó de la mano de la mujer hacia las del cantinero. Tom dirigió una rápida mirada a Hizashi y Neji, como si estuviera considerando algún punto. –Tom, ellos son familiares de la niña. Él es el tutor legal de ella– apuntó a Hizashi –tiene derecho a estar presente, y no me vengas con las idioteces sobre la política de Crouch porque te juro que te estoy dejando sin propina.
El hombre se rascó visiblemente incómodo la calva y devolvió la carta a la dueña, junto con una inquietante sonrisa sin dientes. Hinata intentó devolver el gesto.
–Está todo en orden, en tres horas estaré aquí de nuevo abriéndoles el pasaje. Y por cierto, Arabella…– Tom sacó del interior de una de sus mangas una vara oscura, corta y doblada. Golpeó con ella una sincronía de ladrillos del centro del muro. –Recuerda deambular con precaución, puede que ellos dos sean muggles y ella una maga sin linaje, pero no te olvides que desde tu casamiento has pasado a ser una squib sin apellido que te respalde. Deberías haber pedido a alguno de tus colegas de la Orden, que te acompañasen.
Lo que haya contestado la señora Figg en tono mordaz, no llegó a ser escuchado por ninguno de los Hyuugas menores.
Ambos hermanos quedaron absortos, contemplando maravillados como los mosaicos de concreto se deslizaban desde el medio, en una coreografía perfecta, abriendo paso a una avenida que claramente antes no estuvo a la vista. Cuando el giro de los ladrillos vislumbró un pasaje, las orbitas oculares de Hinata sobresalieron de sus cuencas y un bajo "–woow–" escapó de su boca.
Los sentidos de la menor fueron estimulados en su totalidad. Desde lo visual captó completamente el panorama de paredes y asbesto grises, y la movilidad de su cuerpo se vio llevada por una fuerza mayor a cualquier autocontrol de sí misma, algo dentro de ella la pecho a adentrarse, a dar pasos hacia aquel callejón, a traspasar aquel pasaje que se abrió y del cuales los sonidos de una ciudad nueva la acogieron al instante. El olor a almizcle del callejón en el que se halló parada, difería de cualquier matiz conoció. Los aromas, en su mayoría, provenían de una tienda aparentemente cerrada y con un cartel que pendía de marcos de hierro, Boticario - Sr. Mulpepper. Hinata pasó por alto el lugar.
Alzando hacia arriba su rostro redondo, dejando la perilla perfilada, giró sobre sus propios pies y vio por sobre los edificios similares a los que conocía, pero completamente distintos a todos ellos. Allá, en el horizonte, sus grises ojos se posaron en un mismo sol que alumbraba tanto aquí como en la capital de Londres, el cual se ocultaría en una o dos horas.
Ese sol que compartía todas las personas, iluminaba la perspectiva de una calle larga con escalones desiguales y de tiendas alzadas en boquetes de cemento y rocas. Era el mismo sol para todos.
–Hinata, no te adelantes– demandó Hizashi, ajeno a cualquier sorpresa. –no conocemos este lugar, y lo último que quiero que ocurra es que tú o Neji se pierdan.
–Lo siento, papá… me deje llevar–Tan fugaz como curiosa, la niña vio al primer dúo de extraños que salían de la tienda de boticaria.
Los desconocidos vestían túnicas obsidianas y con bordados de oro en los puños y botones. El más joven de ellos sobresalió por una melena larga, como la de su hermano, y de un rubio platinado, casi blanco. Un color inusual de pelo. Ninguno de aquellos extraños reparó en su presencia, y Hinata se vio tentada por primera vez, en querer sacarse la boina.
Mas no lo hizo.
–Ejem, Sr. Hyuuga, ¿Ha traído los papeles que hemos acordado?– La pregunta de la mujer pasó desapercibida por Neji quien aún no salía de su estupefacción. El muchacho estaba más interesado en intentar descifrar el truco o mecanismo eléctrico que pudo haber movido la pared. Pronto se enfurruñaría al no hallar maquinaria.
Hizashi asintió con estoicismo. –Copias de acta de nacimiento, de ficha de filiación, de domicilio y documentos de registros financieros.
Enumeró dando una palmeada a la carpeta de plástico transparente que se mantenía firmemente bajo el agarre de su antebrazo izquierdo. Se negó a cederle los documentos a la inglesa, él era el padre y tutor legal de Hinata, respondería ante ella y en eso tras la breve conversación que mantuvieron por teléfono, no tan solo hace semanas sino desde que se conocieron, no le dejo espacio a discusión.
–¡Estupendo! Es usted muy diligente, señor Hyuuga– felicitó, como si estuviera hablando con un criajo en lugar de un hombre adulto con quien compartía la misma edad. Hizashi tensó la quijada, y por el bien de su hija, se tragó el aplomo insultante. Si había algo que el licenciado en contabilidad respetase de los ingleses era el código ético y profesional, el cual es similar al que alguna vez tuvo en Japón, en donde el respeto era tácito. La mujer a su lado, se estaba mofando abiertamente de lo que él desconocía, otra vez. –Le indicaré los pasos que seguiremos una vez que atravesemos estas tiendas, a las cuales tendremos que volver más tarde para la compra de calderos y productos para la elaboración de posiciones. Mantengan mi ritmo y no se alejen, asaltantes existen en todas partes y aquí no es la excepción.
Las pisadas largas y rápidas de la mujer, quien conocía de memoria el trayecto, los condujo por lo que era una cuadra infernalmente larga. Se toparon con personas que vestían en mayoría túnicas enlutadas o trajes propios de comienzos del siglo, sin embargo y contándolo a ellos tres, hubo una minoría que portaban prendas coloridas, más convencionales al año que corría.
–Menos mal que no es obligatorio andar disfrazado– murmuró Neji exacerbado. –¿Qué?– el labio inferior de Hinata se superpuso al superior, formando un puchero, nada parecía estarle agradando a su hermano y ella anhelaba que él la aceptara. –Ni pienses que en casa te vas pasear vestida con una toga. Me niego a que te disfraces así.
La adulta, haciendo acoplo de su labor como guía, manifestó un tono de locutora con el que exalto los locales que iban quedando detrás; la librería Flourish and Blotts, la tienda de túnicas de Madan Malkin, y la encantadora heladería de Florean Fortescue, (con esta última se ganó completamente la atención de Hinata) repitiendo a raja tabla que regresarían a cada una de ellas cuando concluyeran los trámites.
Hinata no registró aquello de "los tramites", por lo que cuando estuvo siendo conducida al interior de un edificio alto a mitad de la cuadra, un edificio custodiado por guardias de sombrero policial, su expresión anonada cambio rotundamente al desconcierto.
El edificio de paredes y columnas nacares al que ingresaron conllevaba por dentro un salón inmenso con un enorme candelabro araña de cristal que pendía a más de veinte pies de distancia, las luces relucían cada rincón de la sala sin dejar espacio a penumbras. Hubo en los laterales diversas oficinas ocupadas por criaturas pequeñas, encamisadas con chalecos y de pieles cetrinas y avejentadas. Ciertamente tenían características andrógenas, pero no eran humanos.
A Hinata le picaron las manos ante la sensación amenazante que se gestó en su pecho. Ella nunca fue buena para percibir las situaciones en su enorme, pero la tensión en la sala y los gestos hoscos acompañados de orejas puntiagudas, les dieron una advertencia despectiva y clara. No eran bienvenidos, no al menos su hermano y padre.
–¿Este es el lugar?
–Si Sr. Hyuuga, este es el Banco de Gringotts. –concedió la fémina. De los cuatro ella era la menos afectada ante el escrutinio. Figg conservó en alto la cabeza y los hombros rectos, ajena al sonido hilarante de murmullos y plumas que escribían en pergaminos. –Mantengan la barbilla empinada, y no les den cabida para aconsejar– musitó acercándose lo más posible al espacio personal de Hizashi, la palma zurda de ella se ancló en los omoplatos de Hinata, y poso un ojo vigilante por el costado en el que caminaba Neji. A esta altura, aparte de ella y los Hyuugas, nadie más llegaría a escucharle. –Por lo que entiendo, usted trabaja como contador, realiza a menudo este tipo de diligencias y sabe llevar eficazmente acuerdos con cifras. Pero…– el hilo de voz grave de Arabella se minimizó, los pasos se hicieron cortos y lentos. Se estaban dirigiendo a una de las oficinas ubicadas a la derecha. – sepa que aquí no estará tratando con personas, ¿me comprende? Los oficinistas del banco Gringotts son de raza duende, y así como se dará cuenta en la brevedad, ellos son sumamente inteligentes e intuitivos con todo aquello que refiera a ganancias. Puede que nos den el visto bueno de entrada, pero mantenga vigente que son cero tolerantes con personas no-mágicas… y eso me incluye a mí también, por el hecho que soy una squib– una squib que carecía del respaldo de su apellido de cuna. –Ni usted ni yo podemos, ni por equívoco, faltarles el respeto. De hacerlo, deberemos ir olvidando la idea de abrir una bóveda para Hinata.
–Comprendo, Sra. Figg. – gruñó Hizashi. –Mantendré una 'piel gruesa' para las pujas prejuiciosas de este mundo mágico.
–Necesitaremos más que una 'piel gruesa y oídos sordos'– exclamó la rubia en un tono cáustico. –Déjeme interceder a mi primero, y ¡que sea lo que Merlín designe!
Exclamó jocosamente. La expresión era muy similar al de ¡Que sea lo que Dios quiera!
Posicionando por detrás a los menores, los adultos tomaron lugar frente a la ventanilla de vidrio en la que atendía uno de los duendes. Los pequeños ojos sin esclerótica que diferencian el iris del resto de los globos, se posaron fijamente en la mujer y a posterior, arrugando la nariz ganchuda y larga como sus orejas, se dispararon hacia la niña. Pasó groseramente por alto al japonés y al muchacho.
–Muy buenas tardes, Sr. Gornuk. Soy Arabella Fi-...– se cortó antes de dar su apellido de casada. – soy la decimosexta bisnieta de la casa Shafiq. Tengo la llave de mi cuenta para corroborar mi identidad si le es necesario.
–Serán buenas noches, pasan de las 19:20 horas.– la voz ronca del enano avejentado perfilaba entre la neutralidad y el desdén. –Se quién es usted, Sra. Figg. Los corredores en la bolsa nos mantenemos informado de todo cambio que ocurre para con nuestros clientes.
Los pelos de los antebrazos de Hinata se erizaron, se removió incomoda por detrás de su padre y no pudo mantener su mirada mucho más tiempo en el duende. Buscó el apoyo de la figura calmada de su hermano quien, estando a su lado, tenía una expresión agria, como cuando lo obligan a comer tartas dulces en las fiestas.
–Ya veo, eso aminorará futuros malos entendidos– los dedos delgados de Figg, tambalearon sobre la mesada de la oficina. –A lo que nos compite– aceleró –el caballero aquí presente, el Sr. Hizashi Hyuuga, requiere que habiliten una de vuestras bóvedas para su hija menor, Hinata Hyuuga.
–Buenas noches, sr. Gornuk– concedió Hizashi extendiendo por mera cortesía la mano hacia el enchalecado y formal narigón. Al no obtener contestación al saludo ni miramiento por parte del oficinista, retiró la palma que claramente no sería estrechada.
Arabella, aprovechó aquellos segundos para empujar con suavidad la silueta de Hinata. Provocando que la niña quedara en frente, junto a ellos.
–Ella es Hinata, ha cumplido once de edad en diciembre del año pasado y fue aceptada por el Director Albus en el Colegio de Hogwarts de Magia y Hechicería. Es una maga, y como tal tiene una lista de requisitos para su primer año. Lo que nos lleva a solicitar, además del pedido de abrir una bóveda, el que extraigan de mi cuenta unos cien galeones de oro.
–¿Trae con usted documentos para patentar el trámite de apertura y gestación de bóveda?– La inexistente ceja izquierda de Gornuk se alzó sin elegancia alguna por sobre la reseca tez amarillenta de su arrugado cráneo canoso. La pregunta fue emitida directamente hacia Hinata.
–Emh, yo… señor no…–la niña dudó, ¿Qué se suponía que debía contestar? Se sintió más pequeña de lo que nunca antes se había sentido.
–Traemos todos los requisitos necesarios para una conversión monetaria de libras a… a galeones. Los documentos de identidad están aquí para corroborar– el hombre extendió la carpeta que depositó lo más calmadamente posible para que la criatura tomase. No fue hasta que Figg poso una de sus manos junto a la de Hizashi, que el duende finalmente, en esa incomoda franja de tiempo, se decidió por tomar y revisar los papeles extendidos.
–Hmf, desastroso, tal como recuerdo que siempre han sido los archivos muggles…– la palabra se arrastró secamente en la lengua del duende, en una entonación peyorativa. Neji presionó sus dedos dentro del jeans, le irritaba en desmedro aquel vocablo, pero ahora caía en el hecho que al menos la señora Figg nunca lo utilizó como un insulto. –Veré que se puede hacer. Es un trámite complejo y extenso, de seis a ocho meses, quizás más– Figg castañeó los dientes, Gornuk los estaba tomado por idiotas. –Y siendo que la benefactora es menor de edad, puede que el pedido sea denegado ni bien ingrese a la cámara de contabilidad. No hay beneficio para el banco en mantener una bóveda estancada y sin uso hasta los diecisiete años.
El duende estaba mintiendo –Claro que habían beneficios– meditó con sorna Arabella, haciendo retroceder a Hinata hacia atrás.
–Le pido que reconsidere la oferta– Hizashi trabajó cinco años de su vida bajo un jefe bastante imparcial y con prejuicios estereotipados hacia los asiáticos. Podía manejar esto. –Hay una transacción de 1.500.000 libras en contado, lo que equivaldría a 300.000 galeones. Con un formulario de emancipación financiera, Hinata puede acceder a depositar y retirar dinero de la… de la bóveda– Hizashi se mordió la lengua, al casi decir cuenta financiera. –Mi hija sería un cliente activo, por lo que la inversión del banco podría interceder con los parámetros de impuestos para la paga mensual de lo que equivalga el tener una bóveda en Gringotts.
Si el duende había reconsiderado la oferta del muggle, no lo dejó saber. Bajó con cautela la ceja desaliñada y ojeó una vez más los últimos documentos, los cuales fuera del dinero de contado que se tramitaría de uno de los bancos de Yorkshire, se respaldaba con un contrato hipotecario. De una u otra forma, quienes saldrían ganando en esta habilitación eran los duendes.
A partir de aquel punto, Hinata dejó de escuchar… era demasiado dinero del que estaban hablando, al menos para ella. Retrocedió un par de pasos, chocando accidentalmente contra el codo de su hermano.
La niña sabía que su reducida familia no contaba con herencia alguna de lo que dejaron atrás en Japón, todo lo que tenían a caudado era por el arduo trabajo de su progenitor. Siempre habían ahorrado, desde el remedar la ropa que no tenía más de un año de uso, hasta en el comprar productos en descuentos y cuidar los electrodomésticos… Hizashi a partir de años atrás, tuvo la fe ciega de que algún día llegaría la carta de Hogwarts para ella, y esa misma fe también consistía en que Neji a futuro iría a estudiar una carrera universitaria en el exterior.
Le entristecía el pensar que estaban poniendo todo los ahorros de diez años a su disposición.
Hinata se encontró agachando el rostro, hundiéndose entre sus hombros y apagándose. Sin intensión de que sucediera, algunos mechones de su cabello escaparon por la boina morada, opacándose hasta al grado de llegar alcanzar la tonalidad de un abeto azul.
–Papá, n-no es necesario que…– susurró suave, ninguno de los mayores le escucho.
–Deja que ellos se arreglen, son adultos… bueno, al menos dos de ellos lo son– chitó Neji extrayendo las manos de los bolsillos para acomodar los flecos que se escapaban de la boina de su hermana. Le prometió que estaría atento al desorden azulino, y él no confiaba en eso de que aquí el cabello inusual de su hermana fuese a ser del todo normal.
–Pero…
–Pero nada. Padre no está depositando todo el dinero con el que contamos, no te preocupes por eso. Ahora, ayúdame acomodar esto –enfatizó el castaño sosteniendo un par de hebras en el intento de peinado-hongo de su hermana. Siempre le pareció extraño el cómo las emociones de ella estaban en íntima relación con los cambios tonales del pelo. – Vas a terminar llamando la atención de todos estos enanos encamisados.
–No son enanos, son duendes– añadió, haciendo caso a su hermano y terminando de esconder lo que quizás ya no era necesario que metiera bajo gorras de lana.
–Pffh… vaya diferencia. –susurró el adolescente, ajeno a la clasificación de razas y de cualquier concepto de criaturas mágicas.
Tras un dialogar más fluido, en el que cual Gornuk jamás dirigió la palabra a Hizashi, se llegó a un primer acuerdo de convenio. Quedó pautado para unas dos a tres semanas, el llamado 'plazo de los quince días', el recibir resultados de la audiencia para habilitación o negación del pedido de abertura de bóveda para la niña. De más cabe destacar, que Hizashi tendría que conseguir la emancipación financiera de Hinata, en algún comité de abogados en Londres. Sin saberlo en aquel momento, para antes del primero de septiembre, todo el tramite estaría terminados y una vez más asistirían a Gringotts tan solo ella y Hizashi. En ese día, la muchacha firmaría con su nombre y una gota de sangre sobre un contrato que sería traspapelado por el abanicar de la muñeca de Gornuk hacia un cuaderno de cuero inmenso en el que se registraban todos los clientes del banco de duendes.
De momento, Hinata tan salo quería irse de allí.
Salieron en fila india un cuarto de hora antes de las 20:00 pm., siendo Neji el más apurado en abandonar aquel salón. Arabella les dio un par de indicaciones para que los Hyuugas llegaran a la tienda de Olivander's, en la cual Hinata podría ir probando algunas varitas hasta llegar a la indicada para ella. La adulta se excusó debido a que tenía que ir personalmente a retirar dinero, y en eso no podían acompañarla. La vieron de soslayo, sin animarse ninguno de los tres a volver el rostro en la partida acelerada que tomaron para irse, la adulta fue conducida a la bóveda Shafiq por uno de los duendes de rango menor al de Gornuk. Ambas criaturas narigonas y pequeñas, tenían un porte similar, siendo quizás familia, aunque Hinata no estaba de segura de ello, todos los duendes compartían facciones demasiado parecidas.
Para buena fortuna de los Hyuugas, quien les atendió en el local del final de la larga cuadra, fue un hombre amable, Garrick Ollivander. Él se veía como una década mayor al licenciado en contabilidad, y tenía un peinado similar al del físico Einstein, junto con una personalidad conversadora y abierta.
La niña expreso en un tono quedo de voz que nunca antes había sostenido una varita en sus manos, por algún motivo aquella revelación la avergonzó profundamente. Ollivander muy fue compresivo ante el desconocimiento, y le aseguro que no había motivo alguno para avergonzarse.
–No hay vergüenza alguna en admitir que se desconoce– concedió el vendedor– Lo mejor que se puede compartir con otros es el conocimiento. Lo que tú no sabes, otros pueden compartirlo contigo– el hombre extendió la primera varita, de madera de arce hacia la niña –y lo que tu sepas, quedara en ti si lo compartirás o no.
Neji se mofó sobre el artefacto entregado a su hermana. Debió haber comentado, lo suficientemente audible para ser escuchado, puesto que fue reprendido por la mirada Hizashi. El adolescente no encontraba diferencia entre los palillos que sostuvo Hinata, y los que utilizaban a diario en casa para comer.
–Lo siento, creo que esta tampoco es– los dedos de la niña recorrieron el largo de la vara de madera de algarrobo y la depositó en la mesada de la tienda. Accidentalmente ya había hecho explotar dos veces, con distintas varas, un par de lamparillas de gasoil que pendían ahora sin vidrio, en los costados de los ventanales.
–No se disculpe señorita Hyuuga, son cosas que suelen pasar.
–Umh, debe de ser difícil encontrar la varita para cada mago.
Garrick volvió a los estantes traseros. –No tan así. Tenga siempre presente, que es la varita quien escoge al mago, no al revés. Y hay que descartar las que no son adecuadas para llegar a la que si lo es. La varita es mucho más que una canalizadora de magia, es una compañera y confidente del mago. Incluso, algunas duran para toda la vida– el vendedor se subió sobre una escalera empinada que se sostenía perfectamente por si sola en las tablas del suelo, sin gravedad que contrarreste el peso. –Por casualidad jovencita, ¿Naciste en el extranjero?
–Umh… no sé, no es algo que…
–Nació en Mito, estado de Japón– respondió Hizashi, denotando que su hija no iba a contestar. Comprendía el hecho que no diera datos personales, algunos ingleses, a raíz de las secuelas de la segunda guerra mundial, no se tomaban para bien el que sus orígenes fueran de Asia.
–Eso explica porque la madera de las varitas europeas no funciona– meditó en voz alta Garrick. –Gracias por el dato Sr. Hyuuga, es muy útil lo que me ha respondido. Vuelvo enseguida– la escalera se redirigió al fondo del local, dejando a solas por unos momentos a la familia.
Neji miró por el exterior de la ventana, en esta parte de la cuadra no deambulaba nadie aparte de ellos, y si no se apuraban en menos de treinta minutos sería de noche y no habrían terminado con las compras de la lista.
–Bien, bien, creo que esta servirá. Si, si, esta es la adecuada estoy seguro– Garrick caminó nuevamente al mostrador, trayendo consigo otra caja oscura y con polvo en la superficie. –Hace dos años que no le he vendido varitas a magos nacidos en el exterior. En su mayoría, aunque difieran las etnias, todos son nacidos en países de Europa, lo que facilita la conexión con los elementos naturales del entorno. Uno pensaría que la geografía no incide pero lo hace, y solo un tonto tendría prejuicios sobre eso.
–¿Conexión con los elementos naturales?– Dudó Hinata, observando una la varita que era extraída de la caja. Lo primero que llamo su atención fue el color, albura rosa pálido, también era fina, recta, y redondeada de ambos extremos, debía medir unos…
–Es de madera de cerezo, altamente flexible, con núcleo de pelo de unicornio de 9 pulgadas. Será una varita fiel a usted y que esperara que entienda a la madera que lo contiene– el hombre extendió el artefacto, finamente tallado, a la niña. –Úsela con cuidado.
Titubeante, mordiendo el labio inferior, Hinata tomó la vara entre sus dedos diestros y realizó por tercera vez, un ligero agitar hacia arriba y abajo. La sensación que la embargo fue difícil de exponer en palabras, se sintió extraña a todo a su alrededor, ni siquiera se percató del destello luminoso blanco que la rodeó, ni de como una brisa dulce, imposible de ingresar en el local cerrado, hizo que su boina morada saliera expulsada un par de metros hacia arriba.
Fue una conexión inmediata, un entendimiento por igual. La niña aceptaba la madera inusual y suave, nativa de una parte de su pasado, y la varita le respondió inmediatamente a ella.
–Así que eso es lo que escondes bajo la boina– notifico Garrick antes de mirar a ambos muggles masculinos. El adolescente se agachó con rapidez, agarró la prenda y la recolocó torpemente en la cabeza de su desorientada hermana.–No es necesario que lo escondan de mi muchacho, hace décadas que no trabajo en con el cabello de veela para la creación de varitas. Es un material algo temperamental ¿sabe?, son cabellos valiosos, difíciles de reconocer a menos que brillen o cambien en tono, pero están muy ligados a sus raíces. Muy ligados a quienes pertenecen. En Francia mayormente se los emplea para los núcleos de varitas. Aquí en Londres se las utiliza para crear algunas pociones o alucinógenos, claro está que esa no es mi área laboral.
–Cabello de veela –repitió Hizashi. Ni Neji ni Hinata escucharon la argumentación del vendedor.
–Eso es lo que he dicho, Sr. Hyuuga, cabello de veela– vaciló Ollivander, rascándose incomodo la barbilla. –Ya veo, así que nadie se los ha explicado antes– exhaló pesadamente– El pelo de veela es un material especial, difícil de conseguir pero no imposible. Por lo general devienen de la descendencia misma de las Veelas, quienes son mujeres semi-humanas. Hijas de sirenas, podríamos decir.– Hizashi abrió la boca para protestar; Hinata no era descendiente de ningún ser mitológico, era su hija, era completamente humana y portaba los mismos rasgos que su difunta esposa y el tono de ojos de él. Garrick, acomodando las varitas sin uso que estaban sobre el mostrador, se adelantó al reproche. – Sin embargo, la herencia de sangre no es el caso de su hija. La señorita Hyuuga es nacida de muggles, no posee conexión sanguínea con las Veelas, eso se delata por el color inusual de su pelo. Las auténticas Veelas son de un rubio cambiante o un dorado atrayente, capaz de engatusar a los hombres. Nunca es de otro tono, no al menos por herencia de genes.
Pero eso no quita, que siga siendo 'cierto tipo' de cabello de veela, quizás uno tocado por la varita de una autentica Veela…–meditó el vendedor volviendo sobre sus pasos para guardar las cajas con las varitas que fueron descartadas en la selección.
Hizashi boqueó un par de veces, tratando de entender la información recibida y de la cual, a lo largo de estos siete años, nunca fue informado por parte de Arabella Figg.
El tintineo de la campanilla de la puerta del local, resonó justo en el momento en el que Neji ya había terminado de ayudar a Hinata. El chico estaba ahora reprochando a su hermana por hacer cosas raras y exponerse de esa forma.
–Lamento la tardanza. Me tomó más minutos de lo que pretendía el retirar galeones de mi bóveda, ya han visto de desconfiados que pueden llegar a ser los duendes– Figg alzó en alto un monedero rosado y pequeño en el cual, por medio de un encantamiento de espacio hecho por un empleador de Gringotts, había conseguido hacer caber cien galeones de oro y más. –¿Ya has encontrado tu varita mágica, Hinata?
–Sí, esta es, estoy segura– la niña miró con una sonrisa amplia el artefacto que sostenía. El mango de la vara estaba trazado con un detalle de flores, probablemente propias del cerezo. –Me siento cómoda al usarla.
–Es bueno oír eso, señorita– Ollivander retomó su posición tras el mostrador. –Eso solo nos dice que la varita es acorde a usted, y mientras mantenga su comprensión para con la madera nativa de Japón, ella le responderá y le será leal a su persona como solo lo son aquella con núcleo de cabello de unicornio.
Haciendo resonar sus tacones, Figg se encamino hacia la máquina registradora. –Muy buenas tardes, Ollivander. Tiempo sin vernos, ¿No cree?
–Siempre es un placer verla, Srita. Shafiq. Aunque debería decirle que ya son buenas noches, ¿No cree?
–Figg, Ollivander. Arabella de Figg. Me casé hace nueve años con un muggle, no hubo invitación porque, bueno, ya sabrás… tu eres mestizo, y también te casaste con una muggle en el anonimato– La mujer abrió el monedero, burlándose para sí misma de la cara de sorpresa de Garrick. –¿Cuánto es el precio por la varita?
–Ocho galeones y catorce knuts– el vendedor aún no salía de la sorpresa ante la mención del casamiento.
–¿Sigues vendiendo estuches para varas, cierto? –una de las cejas finas de la mujer se curvó inquisitivamente.
–Por supuesto, Srita…– dudó –Sra. Figg.
–Dame una de piel de dragón, la mejor que tengas, y resinas, varias, para que la mantenga en buen estado– Arabella se volvió con elegancia hacia Hinata. –No te preocupes por el dinero, cariño. Me encargaré de comprarte lo que necesites para tu primer año en Hogwarts. –guiñó juguetonamente el ojo izquierdo. –Tómalo como un regalo de mi parte, por tu pasado cumpleaños. No todo los días se cumples once de edad.
Las mejillas de la niña se enrojecieron ante lo que considero una completa muestra de afecto desinteresa a su persona. Aparte de su padre y hermano, y algunos pocos compañeros con quien compartió cursado en la primaria, nadie más le había dado un obsequio.
–Muchas gracias Sra. Figg– accedió humilde. –De verdad, m-muchas gracias.
El castaño, junto a la menor, pestañeó confundido, no se había esperado que tras esa apariencia y habladuría de bruja mezquina hubiese alguien considerada. Quizás la había juzgado mal, dedujo Neji apegándose a la sonrisa y palabras de su hermana.
Hizashi tensionó la quijada y los músculos del cuello. Él si supo entrever que no se trataba de un regalo ni muestra desinteresada para con su hija ¡por supuesto que no lo era! Arabella les había estado timando, viéndolo y tratándolo como un ignorante de este mundo mágico, escondiéndole información, haciéndose cada cierto tiempo con mechones que cortaban de la melena de Hinata. Cabellos que ahora a través de este desconocido vendedor, sabía de qué poseían valor y que debieron de ser el motivo principal para que la squib 'brindara ayuda', hacia las habilidades de la niña.
Nunca más Hinata volvería a cortarse el cabello. Le haría saber que ya no era necesario que cortara su melena, que podía dejarla crecer como siempre había querido, y que bajo ningún concepto debía permitir que otros se apropiaran de sus hebras azulinas. "–Son tuyas y son especiales, déjalas crecer–" le diría. Y conociendo a la muchachita que había criado, ella no le pediría mayores explicaciones.
Figg debió de percatarse del profundo y creciente desagrado del japonés mayor para con ella, pero no había forma de que supiera que él había develado parte de un secreto que hasta entonces había proseguido por el bien de un hombre que buscaba la cura para un mal que atormentaba a un niño. La cura para un chico que paradójicamente contaba con la misma edad de Hinata y sería compañero de ella en Hogwarts. A partir de este día las investigaciones de Damocles Belby, sobre una cura para contrarrestar los efectos de la licantropía, una pócima que aún no se hallaba, se vería detenida hasta varías décadas despues.
–Por cierto, Ollivader– la squib giró su torso justo cuando estaban en la puerta de la tienda, dispuestos a retirarse. –Sé que no das información emh, personal, respecto a tus clientes, pero ¿Podrías decirme si Lyall estuvo aquí?
–¿Te refieres al Sr. Lupin?– cuestionó Garrick, obteniendo de inmediato un asentimiento de la mujer. –Sí, él ha pasado hace unos días. Vino junto con su hijo a comprarle una varita. Será el primer año del niño en Hogwarts, ¡Él estaba sumamente orgulloso del muchacho!
–Todo lo estamos– admitió –Albus es realmente un buen hombre al admitirle en Hogwarts– susurró Figg para luego cerrar la puerta tras que saliesen los Hyuugas.
Mientras se dirigían a comprar los libros y a posterior las túnicas, Hizashi no había vuelto hablar y custodió con mirada firme sobre las siluetas de sus hijos, quienes iban un par de pasos por delante. El dúo de menores se veía mucho más relajado que en la hora anterior cuando ingresaron al banco de Gringotts. Bromeaban entre sí, o más exactamente Neji apelaba a sus comentarios sarcásticos y Hinata asentía sorprendiéndose o sonrojándose. Una vez que salieron de la sastrería, con la niña llevando un par de bolsas con túnicas de talla small, siendo alentada por Figg a escoger las telas más costosas, y estando Neji, quien cargaba los montículos de libros para su hermana, el adulto llegó a pillarles una línea en la conversación.
El castaño más joven estaba apelando a que él tendría la última palabra sobre la presente mascota que conseguirían para Hinata, o de lo contrario el adolescente estaba seguro que su hermana terminaría acogiendo a algún animalejo torpe.
–¿Recuerdas cuando tuvimos una pecera en casa?– la pregunta de Neji fue capciosa, y el que sus dedos apretaran el puente de su nariz, brindándole más edad que los quince propios, indicaban que no iba a retroceder ante la decisión de ser él quien juzgaría la mascota.
Hinata asintió con la cabeza, aparentemente desconcertada ante la conexión de aquel suceso y el que se estuvieran dirigiéndose al local de Emporio de las lechuzas.
–Bueno de los cuatro peces que teníamos en la pecera, el único que se veía enfermo y tenía alguna especie de retraso para estarse golpeando el cráneo contra el cristal, era el que escogiste. Y lo elegiste porque sabías que nadie más en la tienda de mascotas lo escogería.
–No se golpeaba todo el tiempo la cabeza contra el vidrio, solo un par de veces… un par de veces al día– defendió pobremente Hinata. –Tal vez, solo le gustaba su reflejo. Era lindo.
–¡Genial, teníamos un pez narcisista y nadie nos informó!– Neji rodó los ojos y abanico su cabello junto a las bolsas. –Anda, te dejaré que escojas a tu mascota rara, pero yo tengo la última palabra sobre ello.
–¿Podré ponerle nombre?
–Hmf, solo si significa algo relacionado con la destreza y habilidad. Tiene que dar la sensación de ser un animal inteligente y fuerte, como un halcón.
La rubia dejó escapar una risa fina. Una risa autentica que trato de cubrir con el dorso de la mano.
–Al fin tiene algo de sentido lo que dices, muchacho.– los iris celestes se posaron en los hermanos, quien como ella y Hizashi, avanzaban pasando la heladería en la que no llegarían a detenerse –Coincido contigo, los nombres, al igual que todas las palabras, tienen que ser utilizadas con el mayor grado de precisión posible. El poder en la significación, el don de las letras y el pensamiento, es infalible si se lo emplea correctamente. Es una gracia devenida del habla y la escucha– desvió la mirada de los menores y la filtro en algún punto en la lejanía –Un gran hombre, Albus Dumbledore, mencionó una vez, que el lenguaje es la magia compartida para con todos. Es casi tan poderosa y magnánima, como el sol.
A partir de esa noche, ni Neji ni Hizashi volverían a cruzar más nunca sus senderos con la Arabella Figg.
Pasarían diez años para que Hinata volviera a ver bajo otros términos, a la squib.
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Inglaterra, Capital de Londres; Estación de Trenes– 1ro de septiembre del año 1971…
La ultima indicación que recibieron de la señora Figg cuando salían de la tienda de lechuzas, llevando en una jaula de acero cilíndrico al orgulloso halcón borní negro, fue el cómo encontrar la tarima 9 ¾, la cual, por razones de precaución, no estaría al alcance de la vista ni permitiría el paso a personas no autorizadas a acceder al andén. La niña debería despedirse de sus familiares antes de cruzar la décima columna de la segunda vía de la estación.
…–Lamento que no puedan verla abordar el tren– Arabella les miró compasiva–Las políticas de Bartemius Crouch, nuestro actual líder del Ministerio, han sido últimamente irracionales y favorecen poco y nada a los magos nacidos muggles. Quizás, en unos años vuelva a ser como fue antes de que surgiera este odio por la…– la adulta se contuvo de hablar –Te deseo un buen viaje, Hinata–…
Siendo honesta consigo misma, Hinata no había pensado en ello durante la mañana, ni siquiera cuando guardó el pasaporte dorado para el tren en el bolsillo delantero de su bermuda. Ella no asimiló durante las semanas que estuvieron vacacionando en el hotel la idea de que ciertamente se iría por meses.
Durante el desayuno, en el bar del edificio en el que se alojaron por más de la mitad de agosto, y el cual consistía en una sala de paredes mostazas similares a casa, los iris grises de la menor vislumbraron una escena típica de todas las mañanas en el departamento de Yorkshire. En el cual ella removía lentamente la cuchara en el tazón del submarino, escuchando a su padre comentar sobre las reformas políticas en Britania, para luego, verle sacudir al costado de la mesa un periódico de prensa local por cada vez que surgía la palabra Capitalismo. A la derecha del adulto, Neji sorbía en silencio un café amargo y tomaba notas de una revista que mencionaba artículos de Foucault.
–…ladrones– Hizashi sacudió nuevamente el periódico –Los políticos son todos unos ladrones. No saben dónde colocar más impuestos y suben los costos de tarifas en las residencias de inmigrantes. Hmf, así pretenden hablar de inclusión y rechazo a la xenofobia ¿eh?
–Padre, si no te importa, ¿Puedes dejar, por favor, de mover la mesa cada vez que lees alguna noticia que no te agrada?– Neji frunció la nariz mirando irritado al adulto. –estoy tomando notas.
–Hermano, ¿Necesitas que haga espacio para tus cuadernos?– Hinata contrajo, en su reducido espacio de la mesa el tazón de chocolatada, el servilletero y la panera con donas.
–No. Lo que quiero es que deje de mover toda la mesa.
–Si, si, hijo. Tú sigue con lo que estés leyendo– el contador, ajeno al pedido de Neji, agitó la prensa cambiando la página.
–Sabes que papá se involucra mucho en las noticias. Más a esta hora de la mañana– apaciguo la menor, tratando de tranquilizar al temperamento huraño del castaño– No te enojes con él… Cuando llegue a la sección de crucigramas la mesa dejara de moverse.
Neji asintió, resignando. No podía discutirle a su hermana cuando estaba en lo cierto, aunque tampoco podía tomar notas por culpa de su padre. –No sé cómo voy a lidiar con padre y sus diarios mañana.
Al subir en el auto, justo en el minuto que el motor del carro se encendió, fue que la realidad la abofeteó de lleno. Sintió que su estómago caía hasta el suelo, porque, de alguna manera, Hinata entendió que los estaba dejando y que mañana no estaría desayunando con ellos.
Llegaron con una hora de tiempo a favor, una de las cualidades que el licenciado en contabilidad inculcó en sus dos hijos era la puntualidad. Es a según él, preferible llegar antes, con tiempo a favor, que estarse a las apuradas o sobre el tiempo, y ni hablar de llegar despues de la hora acordada, eso sería…
–…simplemente inaceptable. La puntualidad se está infravalorando, hay que tener en cuenta que, con el tráfico atestado de la capital, uno no puede estar seguro de cuánto nos tardaremos en las calles. Y cada minuto es provechoso.– refunfuñó Hizashi luego de haber estacionado el carro y dirigido a los menores hacia la subida del puente que conecta con la segunda vía de la estación.
El adolescente rodó los ojos. Iban bastante acorde con el tiempo, pero hacerle entender eso a su padre, quien a veces llegaba ser un maniático del control de horario, era una labor imposible y literalmente una pérdida de tiempo. Neji empujó el portaequipaje de la estación, en el que llevaban el baúl con las pertenencias solicitadas por el colegio, mudas de ropa y accesorios personales de Hinata, y la jaula con el halcón. Se acercó hasta quedaron hombro a hombro.
–¿Traes todo lo necesario?, ¿No te olvidaste nada en el maletero?– inquirió, notando la expresión angustiosa de la niña.
–Creo que me dejé en el asiento trasero el frasco con croquetas de merluza para Sasuke– Hinata miró preocupada al ave de majestuoso plumaje oscuro, que, como desde el día en que lo eligió Neji, los ignoraba. –Lo siento– el hablar de ella fue muy bajo, Hinata apretaba la correa de la bandolera blanca que colgaba en su hombro diestro. En dicho bolso de mano, llevaba una muda escolar, la cual se colocaría antes de llegar a... –¿Crees que pueda conseguir en Hogwarts croquetas para él? La lista no decía nada sobre halcones, y temo no poder conseguirle alimento.
–Hnnf, eso es lo de menos– el castaño sonrió de lado, complacido con el animalejo que seleccionó para su hermana. Él estaba parcialmente convencido que con una mascota ruda no molestarían a la niña. Aparte, en estas dos semanas y teniendo un parque a una cuadra del hotel, entrenaron lo suficiente a Sasuke para que respondiera al silbato y se comportara con Hinata. –Es un ave cetrera, sabrá cazar. Almorzará una o dos lechuzas por su cuenta. Puedes dejar que tenga un bocadillo con alguna de las mascotas de los otros brujos.
–Umh… yo no quiero eso– la niña tragó saliva y arrastró sus pies en mocasines por los cerámicos –es decir, no quiero que Sasuke agreda a las otras aves o mascotas del colegio. Me sentiría muy mal si lo hiciera– los iris de la niña se posaron suplicantes en el halcón, esperando que aquel orgulloso pájaro de pico amarillento, la entendiera. –Trataré de conseguirle todos los días croquetas de pescado con arroz… y un poco de tomate. A Sasuke realmente le gusta el tomate.
Neji dejó caer sus parpados como rendijas, sospechó que tras la boina blanca de Hinata, sus pensamientos debían estarla sofocando con algo que no estaba dispuesta a decirle.
Detrás de ambos, el Hyuuga mayor miraba un reloj de bolsillo, alzaba la cabeza en alto, guardaba el alhajero en su saco, y los alentaba a apurarse. Un par de viejas comadronas miraron boquiabierta al halcón, y murmuraron sobre chinos y la capacidad de comer cualquier animalejo vivo.
–Dilo, ¿Qué te está molestando?
–No es nada, Neji, en serio.
–Hinata– llamó molesto.
–No es nada importante… se me pasará.
–Estas –el adolescente detestaba la sensiblería, le ponía incomodo– ¿Estas asustada de no encontrar en el internado de brujos a niñitas raras con cabellos coloridos?
Las cejas de Hinata decayeron y el azul de sus hebras tras la boina se apagó. Ella no había pensado en eso aún. Nunca antes se preocupó por el hecho de no tener amigos fuera de casa, su hermano decía a menudo que poco importaba ser sociable, que estaban bien como estaban, siendo tan solo ellos tres. Hinata, ingenua, le creyó, pero ya no serían solo ellos tres.
Ella se estaba yendo ¿No? Volvería en meses a casa, y aun así, no había podido decirles cuanto es que los extrañaría y que la esperasen.
–No es eso, yo… Yo voy a irme y no querría que me olvi- ¡Auuch!
Los vocablos de Hinata se quedaron en la punta de su lengua. Alguien de una estatura similar a la suya, con las emociones torrentes y un vestido de tirantes opales con estampado de flores, la impactó. Las dos niñas cayeron de traste en las baldosas ocres del puente, quedando ambas, torpemente sentadas y con los brazos sosteniéndoles la mitad del peso.
La melena lacia y larga de la extraña pelirroja las cubrió cual cortina.
Al abrir los parpados que cerró, debido al choque, los iris grises de la asiática se encontraron cara a cara con el rostro de una niña de cabellos rojizos, tez canela y clara, y tan sonrojada como el granate de un tomate. La pelirroja tenía unos deslumbrantes y brillosos ojos esmeraldas que no tardaron en recorrer la figura de la pobre víctima que había llevado por delante. La chica había estado correteando de un extremo a otro, tratando de encontrar un andamio que, según los vigilantes de la estación, no existía.
No fue una buena idea corretear por el puente angosto de la estación. Transitaban personas por ahí, y era sabido que tarde o temprano se llevaría puesto encima a alguien.
–¡Disculpa, perdón, perdón… voy con prisa!– se excusó una voz delicada. Levantándose con torpeza del suelo, ayudó a quien había empujado. –No fue mi intención empujarte, lo que pasó es que yo– la niña hablaba en una dicotomía verborrágica –estoy buscando una plataforma desde hace como una hora, y con mi familia aun no la hemos encontrado. Hay un único tren que se dirige a donde voy, y si no lo abordo perderé el año. Y ya he quedado con mi mejor amigo de que estaríamos juntos, y aun no lo encuentro y él debe estarse preocu-…– la niña pestañeó repetidas veces –¡Por las barbas de Merlín, tu cabello es azul!
–Y el tuyo es colorado– gruñó Neji a la defensiva, recogiendo la boina de su hermana y siendo ignorado por ambas niñitas.
–Nunca antes vi a nadie con una cabellera tan… tan única. Es muy hermosa– balbuceó estando ya las dos en pie. Los dedos diestros de la colorada recorrieron el corto peinado de la asiática, y trató de aplanar, sin éxito alguno, las puntas del cabello añil que se alzaban dándole la apariencia de un hongo. –Woooow…– el tinte de la melena pasó a ser un azul más claro. –Me parece haber leído en los últimos capítulos de La guía de Transformaciones para principiantes, algo como esto…–La pelirroja empezó hablar para sí misma, anonada y cautivada por los cambios tonales de añil. –Se le llama metamorfosis, y solo los magos con linaje sanguíneo puede emplearlo.– negó repetidas veces con la cabeza –No, no debe ser eso. No, seguro que no lo es.
Las falanges de la extraña acariciaron con suavidad las puntas de las hebras. Era curioso, pero los mechones de aquella cabellera azul no poseían resequedad, ni podían diferenciarse de lo que eran las puntas o la hendidura de las raíces.
–Mi pelo es así… desde que nací ha sido así. No sé explicarlo– declaró Hinata encogiéndose de hombros.
Las mejillas de la asiática ardieron ante el halago. Aparte de su padre, quien ocasionalmente les revolvía a ella y a Neji los remolinos del cabello con afecto, nadie más lo había hecho. Y contadas personas consideraban que su melena era hermosa.
Hinata apretó sus labios, deduciendo por los vocablos de la otra chica, un hecho que puede que ambas compartieran.
–Umh, tú… ¿Vas a ir Hogwarts?
–¿Cómo sabes que voy a-?...– la niña bajó titubeante sus botones esmeralda y se mordió el labio inferior, como si estuviera reprochándose por hablar de más– Ehhr, no importa… Perdona por tocar sin pedir permiso, no quise ser descortés. Me gusta mucho tu pelo, es...Bueno, me recordó a algo que leí hace poco en uno de mis libros, pero no debe ser eso– los dedos de la pelirroja dejaron los mechones azulinos. Bajo la cabeza arrepentida, y vio los cordones de sus zapatos. Ella llevaba unos mocasines muy similares a los de Hinata, unos mocasines de instituto. Unos mocasines comprados en la tienda de Madan Malkin. Hinata extrajo del bolsillo de su pantalón el pasaporte para la plataforma 9 ¾, en el mutismo, se lo enseño a la chica colorete. –Se parece a mí boleto… Espera ¡¿Tú también vas ir a Hogwarts?!
–Sí, será mi primer año– Hinata se contagió de la sonrisa amplia y con hoyuelos, que revelaban los dientes nacares de la niña.
–¡También es mi primer año!– extendió la palma en un saludo rápido, hablando atropelladamente.– Soy Lily Evans, pero puedes llamarme Lily, si prefieres.
–Hinata… Hinata Hyuuga.– la aludida devolvió con suavidad el saludo. –Tu nombre es lindo, Lily– mencionó. –me recuerda a los lirios. A las flores, que crecen luego de la lluvia.
–De ahí es donde mis padres me nombraron. Tanto mi hermana mayor como yo tenemos nombres de flores… No es muy imaginativo ni singular, pero es mi nombre– Lily sonrió encantada, aparentemente acostumbrada a esa observación de sobre su apodo. –¿Conoces a otros alumnos?, ¿Puedo llamarte por tu primer nombre o tutearte? ¿Es Hinata, cierto?
El apellido y nombre de la asiática no encajaban en los estándares de Inglaterra. No es que eso le molestara, no al menos a Hinata, ya pasó por compañeros y adultos que pronunciaban erradamente su apellido, a otros que les parecía gracioso, y algunos que ni lo tomaban en serio. De hecho, varios maestros escribían erradamente el apellido y nombre, siendo que podían corroborarlo con la planilla.
Hinata meditó por prolongados segundos, antes de dar una respuesta. Curiosamente Lily fue lo suficientemente paciente para esperarle. –Yo, no conozco a nadie más… y… no me molestaría si quieres llamarme por mi nombre.
–Entonces, encantada de conocerte, Hinata– Lily sacudió con energía la mano aún estrechada de la Hyuuga.
–Lo mismo digo, Lily.
La mano de Lily era tibia, como la suya, y todo en la niña colorada expedía amabilidad y calidez. Trasmitía energía y alegría. Hinata, sin percatarse, se halló olvidándose por completo de su temor de no poder decirle a su familia, algo que ellos ya sabían, y es que ella debía irse.
–Pffh, colegio raro y niñitas de cabellos raros y coloridos, ¿Qué sigue? ¿Niños con narices extrañas o ganchudas?– ironizó Neji colocando la boina en la cabeza de su hermana. El adolescente no se tomó la molestia de acomodarle los mechones, dejó que el flequillo cayera libre por la frente nítida de la menor. Hinata nuevamente irradiaba ansiedad positiva, y lo más importante, aparentemente había encontrado una primera amiga similar a ella. Hizashi le dio un leve coscorrón en la nuca por hablador. –¡¿Qué?! Es la verdad, son azul y rojo, padre, dos de los colores primarios. Tks, ya dijo el empirista Hume en el siglo XVII que la casualidad no existe, y esto, esto– enfatizó con el dedo índice señalando a ambas niñas. –no es casualidad, es un hecho… Azul y rojo.
El adulto rezongó ante el comentario de su hijo. Tomando la manija del portamaletas, el cual había sido olvidado, perfiló a seguir el camino, no sin antes mirar con un gesto comprensivo a la chica junto a Hinata.
–Señorita, nosotros estamos yendo a la plataforma 9 ¾. Podemos indicarle a usted y a sus padres, como llegar si es que lo necesitas.
–¡¿En serio, señor?!– cascabeleó Lily con un agradecimiento colosal transparentándose en la sonrisa más grande que los Hyuugas hayan visto alguna vez. Hizashi confirmó apacible. –Muchas gracias, iré a llamarles de inmediato, no están muy lejos de aquí–soltó su mano del saludo. –Vuelvo en un segundo, Hinata. No te vayas por favor.
–Te esperaremos, Lily.
–Si quieres, iremos juntas en el tren ¡Es una promesa de dedo meñique!– el torbellino pelirrojo, volvió sobre sus pasos corriendo, agitando en alto un brazo, buscando entre la multitud a su familia. –¡Papá, mamá, Tuney, por aquí! ¡Unas muy buenas personas se han ofrecido a guiarnos hasta la plataforma!
Hinata apretó su mano contra el pecho –¿Qué es una promesa de dedo meñique?– pensó, movimiento intencionalmente el dedo más pequeño de su mano que agarraba la camisa de su pecho.
La Hyuuga se quedó de pie, esperando a la colorada. No llegó a escuchar a Neji quien trataba de convencer a su padre que se relajara y dejara de mirar como un neurótico el reloj de bolsillo. Ambos Hyuugas eran igual de tercos, y a la larga, y sin Hinata para trasmitir tranquilidad en el apartamento, algunas conversaciones terminarían en disputa. Ellos lo sabían, y agradecían que la inocencia de la menor ignorase ese hecho.
En el momento que una de las bocinas de tren con destino desconocido, sonó ruidosamente a sus espaldas, y el viento que ingresó a la estación revoloteo el par de mechones azulinos que pendía a los laterales de las orejas del rostro redondo, Lily Evans reapareció entre la pequeña multitud que transitaba al tren, y junto a ella, un hombre ligeramente robusto y sonriente, de cabellos castaños claro y ojos verdes, le acompañaba. Él acarreaba el portaequipaje de Lily.
–Por allá, papá, ¡Son ellos tres!
–Ya les vi, cielo, ya les vimos… Iremos con calma, y no te preocupes tanto por tu amigo. Severus, es un buen chico, él debe estarte esperando, no se irá sin ti– repitió el Sr. Evans, ampliando su sonrisa ante la felicidad de su hija.
El hombre daba la impresión de haber venido de algún picnic, su atuendo consista en un pantalón pardo acampanado, sandalias masculinas, y una camiseta de mangas cortas rosadas, que, en conjunto con el vestido veraniego de la mujer colorada y delgada, quien venía a pasos por detrás, resaltaban con estilo hippie's. La adulta debía de ser la madre de Lily, puesto que era muy parecidas. La señora Evans tomaba la mano a una muchacha quien rondaba entre los doce a trece años. Esa chica seguramente es…
A Hinata no le gustó la forma en que los ojos cafés de la hermana de Lily la escudriñaban, era como volver a los primeros años del kínder, en donde sus compañeros de salón no simpatizaban con ella por ser diferente. Por ser oriunda de Asia y por su color inusual de cabello.
–Gracias por esperar– Lily se paró junto a Hinata, recuperando el aliento, apoyado las manos en la rodilla. Lily había corrido el trecho, pero, pese al pedido de su padre para que se tomara la situación más calmada, ella no podía contenerse. –Ellos son mi papá, mi mamá, y Tuney, mi hermana mayor.
–¡QUE NO ME LLAMES ASÍ!– la chirriante voz de 'Tuney', fue aguda y desafiante. Por algún motivo, ajeno y exclusivo, esa niña estaba irritada. Ella no quería estar aquí, no siendo la que se quedaba de este lado. –Detesto que me llames así, y lo sigues haciendo. Me haces pasar vergüenza en público con ese apodo estúpido– la ira transfiguró el rostro de la castaña en un fuego que rebullía en sus pupilas óxido –¡Me da vergüenza ser familia de un bicho raro como tú!
Hay diversas maneras de decir las palabras, y hay modos de hablar que pueden llegar a ser mucho más hirientes de lo que en sí mismo significan.
Hinata admitía que Neji suele ser un tanto cargoso al bromear constantemente sobre su cabello, pero nunca hubo la intención de herirla o ser cruel con ella. Estaba en el tono de voz de él, sereno y neutro. Sin embargo, aquella situación fue muy distinta a la que tenían enfrente. Bicho raro fue un insulto. Se hizo evidente, para los mayores, que Petunia Evans transparentaba en sus vocablos una furia y resentimiento hacia Lily, la castaña despreciaba a su hermana menor, y lamentablemente la niña, de ojos tupidos en verde, nunca podría ni querría entender eso.
Porque Lily Evans adoraba a su hermana mayor, y también creía, a su propia manera, tanto como Neji, en los lazos sagrados que unen la hermandad.
–¡Pero que tonterías estas diciendo Petunia, ¿Cómo puedes seguir tratando a tu hermana así?!– exclamó la señora Evans, mirando dolida y consternada a su primogénita. –Discúlpate inmediatamente con Lily, señorita. No se van a ir ninguna de las dos, sin reconciliarse.
–No pienso disculparme, ni siquiera quería venir aquí. Me obligaste tú y papá a venir por ella– rabió Petunia. –todo siempre se trata de Lirio. Todo siempre es por ella y sus poderes anormales. ¡Perdimos todo el verano por su culpa!
–¡Por Dios! Ya habíamos hablado de esto en casa, linda. No siempre es por Lily, es por todos. Tu hermana es alguien especial, sí, pero sigue siendo tu hermana– como toda madre, la señora Evans, explotó. La mano de la mujer se ciñó con fuerza, sin generar daño, en la muñeca de Petunia. –Tienes que entender, Petunia, que no puedes menospreciar a alguien por ser diferente.
–Está bien, mamá, no la retes, fue mi culpa. Lo siento, Tun-… lo siento, Petunia, no quería molestarte, ni hacerte pasar vergüenza. No después de lo que de tu carta… Ya no volverá a ocurrir– la voz enérgica decayó antes de volver a mirar a sus padres. – Yo, bueno… les presento a Hinata Hyuuga. Ella también va a ir a Hogwarts, seremos compañeras– comentó Lily forzando a mantener la mueca alegre ante la situación. –Su padre ha sido muy amable al ofrecerse para indicarnos como llegar– Lily inclinó levemente la cabeza hacia Hizashi. –Muchas gracias, señor.
Tras la presentación e intercambio de nombres y tarjetas de trabajo, el Sr. Evans y la Sra. Evans se disculparon reiteradas veces por el accidente de su hija menor al llevarse cuesta arriba a Hinata. Explicaron que Lily era algo atolondrada, una niña muy buena y afectuosa, pero que debido a la situación las emociones la entorpecían. La aludida se sonrojó como un habanero sin poder negar aquella descripción de sí misma. Petunia aprovechó para mofarse abiertamente de que su hermana menor siempre era torpe y nunca hacía nada bien.
Los ojos de Lily se humedecieron, y el puro enojo que empezó hacer mella en ella fue lo que le impidió llorar.
Hinata, ajena a la humedad den los parpados de la otra niña, se sintió que empatizaba con esa descripción. A fin de cuentas, ella era naturalmente torpe, constantemente el suelo la llamaba a caerse.
–Lo siento– dijo una vez más la colorada. –No quería empujarte.
–Está bien, Lily– musitó Hinata, siguiendo los pasos de Hizashi. –Tú… has sido la primera persona que recuerde, que se ha detenido para ayudarme a levantarme. Eso te hace ser amable.
Una vez estuvieron frente a la décima columna de la segunda vía de la estación, el momento de despedirse llego. Hinata tomó el portaequipaje, y miró dubitativa a su reducida familia.
Contuvo en su pecho tantas cosas que quería decirle: Quería pedirle a Neji que no se descuidara de las comidas, que el té no es sustituto de la merienda ni de la cena, que no se ensimismase solo en los libros y que recuerde airear la casa cada día de por medio, puesto que los desodorantes o inciensos de ambiente no son suplentes para la renovación del aire. Necesitaba indicarle a su progenitor que debía tratar de estar a tiempo en casa, sabía que el trabajo de Hizashi era importante y nunca tuvo reproche alguno por la dedicación de él, pero, para su tranquilidad, esperaba que el hombre no dejara tantas horas solo al adolescente. No era sano estar solo.
No obstante, a diferencia de todo lo que iba a decirles, Hinata se quedó mirándolos, detalle a detalle, memorizando sus rasgos y prometiéndose a sí misma hacer hasta lo imposible para mantenerse en contacto con ellos.
Los estaba dejando, y mañana no desayunarían juntos.
–Nos mantienes informados, ¿vale? Recuerda escribir a menudo, y usa los guantes de cuero para cuando saques al halcón de la jaula. Es un buen pajarraco, te defenderá de los imbéciles, pero tiene garras afiladas. No olvides eso.– indicó Neji manteniendo las manos dentro de los bolsillos.
Ninguno de los tres asiáticos eran dados a las muestras afectuosas, los Hyuugas masculinos rehuían al contacto y a cualquier caricia que refiriese invadir el espacio personal. A unos pasos de ellos, los señores Evans abrazaban fuertemente a Lily, e incluso Petunia, de mala gana pero con destellos de lágrimas en las mejillas, fue arrastrada al abrazo grupal y envuelta en el lloriqueo del Sr. Evans.
Petunia debía de ser una chica complicada, pero que de alguna manera le cuesta expresar sus emociones para con Lily. Le dolía dejarla ir.
–Les escribiré cuando llegue y-y cada tres días… Le escribiré todos los fines de semana– los labios de Hinata se sintieron resecos. La sensación de hundimiento se hizo mucho más profunda que durante el viaje en auto. –Me conseguiré ovillos de lana, tejeré bufandas y guantes para el invierno, y sólo…
sólo espérenme, volveré–no llegó a decírselos.
–Lo sabemos– Hizashi retiró la boina blanca. –Y ya no necesitarás esto. No más esconderse, hija. Déjate crecer el cabello como siempre has querido– el licenciado revolvió con cariño las hebras azulinas, y le pareció ver la gratitud de su difunta esposa en el retozo latente del rostro redondo de la menor. Hinata es el último recuerdo que les dejó a él y a Neji, y por todos los dioses que él haría y deshacería el universo por sus hijos. –Son tuyas y son especiales, déjalas crecer, y que nadie te las corte, ni robe.
–Uhm…– Hinata no hizo pregunta respecto aquel repentino pedido.
Caminando por detrás de Lily, quien ingresó primero, vio como la colorada corría temerosa, con los parpados cerrados a presión, puesto que temía al impacto que nunca llegó. Ella fue la primera de las dos en desaparecer, Lily formaba parte de aquel mundo en el que Hinata también era acogida. La niña de flecos azules respiró hondo y siguió el turno, dio pasos dubitativos, más no corrió, y antes de llegar a la pared de concreto, siendo que su equipaje y Sasuke ya habían desaparecido, sintió, en la parte superior de su espalda, una mano firme y familiar, junto con una voz joven, que la impulsó a adentrarse.
–Sé valiente, Hinata– fue lo que escuchó decir a Neji, antes de desaparecer tras la columna de concreto.
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La sensación que la embargó al cruzar aquella pantalla de ladrillos que fungía para las personas mágica, fue similar a la del pase de El Caldero Chorreante al Callejo Diagon. Una parte de ella pertenecía aquí, en donde todos sus sentidos se intensificaban a plenitud. La asiática se encontró aferrándose con fuerza el mango de su portaequipaje, observando con sus dilatadas pupilas, entre medio de una centena de personas, padres, adolescentes, niños de la edad de ella y de la Lily que acarreaban sus baúles y jaulas de animales. A unos metros de distancia, hubo una única vía en el que aguardaba un tren ónix con marcos rojos en los ventanales y de incontables vagones.
El tren se extendía ante ellas para ser abordado.
Inhaló una gran bocanada de verano y perfumes, los arboles a la distancia, el ambiente abierto y despejado, hacía prevalecer los aromas cítricos y dulces. No era para nada como la estación de trenes de Londres, ni las calles atestadas de la capital; aquí había olor a libertad, a naturaleza. Hinata entreabrió los labios, no pudiendo contener ni por un segundo más el jadeo embobado que le surgió desde lo más profundo. Cualquier pensamiento que tuvo con anterioridad, se disolvía en una bruma apacible e invisible, la cual le hacía vibrar su estómago ante el marco de un nuevo panorama.
El rostro de ambas niñas se encontró girando de un extremo a otro, hasta detenerse simultáneamente en la plaqueta con el número de la plataforma 9 ¾. Habían llegado, aquí era.
–¡Esto es muy emocionante, Hinata!– Lily dio un alegre brinco sobre el cemento del suelo, y empujó con fuerza su carril con pertenencias hasta quedar al frente de quien hasta hace diez minutos conoció. –Estamos aquí, de verdad estoy aquí… Y pensar que todo me parecía un sueño lejano e imposible. Uno fantasioso e inalcanzable. –suspiró. –Lo siento, no tiendo a ser insegura, pero estar aquí me supera.
La asiática asintió con docilidad, comprendiéndole perfectamente lo que le estaba compartiendo.
–Cuando llegó mi carta para Hogwarts no podía creerlo… temblé… Tenía mucho miedo de abrirla y no ser aceptada. Mi hermano mayor fue quien me ayudó. –confesó.
–Me pasó exactamente lo mismo. Yo dudé antes de abrir el sobre, pensé que no me querrían aquí por ser… nacidas de muggles. Todo esto es nuevo para mí. Para nosotras.– empatizó Evans mordiendo con fuerza su labio inferior. –Tuve tantos nervios aquella mañana. Me encontré corriendo, en pijama, desde mi casa hasta al parque donde me reúno con Sev. Abrimos juntos nuestras cartas, y fue uno de los momento más felices de mi vida. Él es tan decidido, y admiro eso de él– Lily habló con afecto, transmitiendo el encanto que había perdido momentos atrás.– Desde hace años hacemos las cosas en conjunto, Sev compartió conmigo la magia, y por eso, él es mi mejor amig-… ¡Rayos! ¡Tengo que buscar a Sev! ¡Le prometí que ni bien estuviera en la estación lo encontraría!
–¿Quieres que te ayude a buscarle?– ofreció Hinata, quien intentaba seguir los vocablo acelerados de Lily.
–Uuumh, no soy muy buena dando referencias de la apariencia de las otras personas– los iris verduscos titilaron –Pero tengo una mejor idea, ¿Me esperarías aquí, con mi carril, mientras corro por la estación a buscarle?– las manos de la colorada se juntaron una con otra, en un gesto de súplica –Ya has visto que corro rápido, no me tardaré.
–Está bien– Hinata vaciló, incapaz de negarle nada a aquella sonrisa.
–¡Eres la mejor! Volveré enseguida con Sev – las rodillas de Lily se levantaron por sobre la falda del vestido lizo, y a trote se lanzó en carrera entre la multitud. Volvió su rostro ovalado con un gesto de victoria a mano. –Ya verás, ustedes dos harán buenas migas en menos de lo que digo Quidditch. ¡Tú y Sev tienen ese algo silencioso que me agrada!
Los aperlados ojos siguieron la espalda de la colorada, perdiéndose entre las palabras de la gente, de los padres que despedían a sus hijos y de muchachos que no veían la hora de volver al colegio. A varios pies de distancia, la Hyuuga divisó a una mujer que por tacones se veía alta, imponente, con túnicas de tela similar al color del cuervo y un sombrero de copa. Ella posaba una de sus lánguidas manos, prendida como una pinza, en el hombro izquierdo de un chico moreno, le estaba reprendiendo con palabras que no llegó a oír.
Quizás se quedó mirándole demasiado tiempo.
Quizás lo miró con mayor intensidad de la que nunca sabría.
Pero cuando él le devolvió el rostro, enseñando los aristocráticos pómulos que enmarcaban una barbilla aguda y empinada que en el transcurrir de los años se tornaría bastante masculina, a Hinata le fue, y le sería imposible, apartarle la atención. El pensamiento de que el sol que alumbra aquí será el mismo que alumbra en Inglaterra, dio un vuelco completo en su persona, porque ese niño, él…
–¡…si avergüenzas una vez más a nuestro noble apellido con tu insulso comportamiento, me encargaré personalmente de que te arrepientas de ello, Sirius Orión Black! ¡¿Entiendes?! Ahora camina, tenemos que buscar a tus primas.
En aquel anden extraño y con ese instante a favor, el gris del cosmos se encontró. El niño ceñudo de iris de acero y túnicas negras le observaba, él era como una tormenta envuelta en rayos, soltaba truenos caninos a su alrededor, eran gruñidos que se perdían entre la multitud y contestaban sin palabras a los reclamos de la estirada mujer. La niña de cabellos añil fundió sus ojos rasgados de plata en esa estrella, en él, y reflejó tal vez, a futuro, un vivido día soleado.
Porque a ese niño, a él se le había privado de conocer al sol que alumbra para todos.
Sin embargo, fue notorio, evidente, intuitivo, él quería ser diferente, romper con las barreras de lo que se le había prohibido. De eso, no hubo duda alguna para Hinata.
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Continuara...
Notas de Autora:
Bienvenidooooos!
Aquí de nuevo, con otra idea para un escrito -.- (!)
El epígrafe del Prólogo corresponde a una frase de Antoine de Saint-Exupéry, del libro El Principito.
Quiero señalar del encuentro de Hinata y Lily, el cual difiere ligeramente del canónico puesto que aquí los muggles no pudieron acceder para despedirse de sus hijas en la plataforma 9 ¾. Mi motivo es que ignore un pasaje crucial del libro Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, más precisamente en el recuerdo de Snape, allí los señores Evans si se despiden de Lily… Sin embargo, lo cambie precisamente por la cuestión de lo que está aconteciendo en el Ministerio de Magia con la presencia de Tom Riddle quien, como saben, trato de hacer política durante estos años y bue… así le fue.
En este fic, y precisamente en este año 1971, y en algunos años anteriores y posteriores que continuaran hasta el final de la Primera Guerra Maga, el que los muggles no puedan ingresar se debe a la política del sr. Bartemius Crouch y sus allegados. No es un régimen que mantendrá siempre, hay épocas del año que varían según se permita el acceso de los muggles o no. También hay zonas en las que podrán acceder las personas no-mágicas sin tantos problemas, como lo será el; Callejón Diagon (aunque el ingreso aquí tiene sus riesgos y es en cierta manera es ilegal, para a según, algunos concejales que trabajan en el Departamento de Seguridad Mágica)
Con respecto al cabello de Hinata: Hay una conexión entre el nacimiento de Hinata, el toque de la varita de una Veela y el ciclo lunar. Arabella Figg, bajo las indicaciones de Dumbledore, estuvo en contacto con los Hyuuga y consiguiendo cabellos de Hinata para que el señor Damoclas Belby llevase a cabo una pócima que diera una solución a la licantropía. Sin embargo, tal como pasa en el UNV de Harry Potter, esta pócima va ser exitosa en décadas posteriores.
Por si las moscas, recalco que Hinata es nacida de Muggle, no tiene relación sanguínea ni parentesco con magos, ni con seres mitológicos.
No sé si dar más información sobre el pelo de Hinata o no, puesto que mientras desarrolle el fic iré tirando más datos a medida que avance (._. espero avanzar rápido)
Espero que el prólogo haya sido de tu interés. ;)
Pd: Si notaron a Figg siendo lamebotas de Albus, entonces hice bien mi trabajo :V
Sayo~
