Tu nombre es Tavros Nitram, acabas de salir del portal de tu casa para ir a la universidad y la verdad es que entre las nubes negras que auguran lluvia y tu hastío, personal no tienes muchas ganas de ir. Estás pensando en que llevas dos años repitiendo las mismas pesadas asignaturas del grado de ingeniería química, carrera profesional que tú nunca quisiste cursar, pero ahí estas. Tú querías estudiar literatura o quizá bellas artes, pero la que entonces era tu novia y tus padres trataron por todos los medios de evitar que escogieras alguna de aquellas carreras por que no creían útiles.

Justo cuando llegas a la facultad empieza a lloviznar, tú miras el reloj de pulsera y te das cuenta de que llegas tarde otra vez. No es que tú quieras llegar siempre tarde, pero la falta de motivación y la ausencia de caras amigas son un problema a la hora de cumplir con tus obligaciones estudiantiles. Y es que te cuesta tanto hacer amigos, eres tímido ¡qué le vamos a hacer¡

Te da mucha vergüenza entrar en el aula y que todos tus compañeros te miren buscar un lugar vacío, además crees que el profesor se ríe te tu inutilidad, por lo que decides ir a la cafetería. Los batidos y las chucherías a precios rebajados te parecen cien mil veces mejor que un montón de integrales, porque te gustan las mates pero no tanto.

Entras en la cafetería, es grande y sencilla. Te gusta sentarte siempre en la misma esquina, pegado a la pared. Allí pasas mucho tiempo dibujando y escribiendo historias que nadie va a leer en una vieja libreta.

Te compras un chocolate desecho y te sientas en tu esquina, te pones a escribir una historia cursi a cerca de un chico que se parece mucho a ti. Mientras escribes esa historia un chico alto se sienta a tu lado. Lleva el pelo alborotado, una camiseta morada y la cara pintada con un macabro maquillaje de payaso. A cualquiera podría asustarle ese chico, pero a ti no. Te gusta, lo observas desde hace mucho tiempo, sus rasgos afilados te resultan muy atractivos.

— ¿Qué escribes? — te pregunta el juggalo. Tu le miras algo sorprendido, desde que lo dejaste con Vriska apenas te relacionas con nadie.

— Es una tontería — dices cerrando la libreta y es que esa historia también habla de un chico muy parecido a él, que al igual que él trabaja en la cafetería de una facultad. Te levantas y te encierras en el lavabo de chicos preguntarte qué mierdas pasa contigo. Ya hace dos años que la idea de relacionarte te abruma y detestas verte obligado a hacerlo. La charla con desconocidos se te hace tediosa. Estás un poco rallado porque tú quieres tener amigos, pero esa magia especial de la amistad no fluye nunca con la gente que conoces.

Decides salir del baño y enfrentarte a tus clases, tomar apuntes a lo loco y luchar en la guerra de comprender todos aquellos conceptos. Eso es mejor que pensar en la nariz del juggalo, te gusta mucho su nariz y fantaseas con deslizar tu dedo por ella para terminar tocando sus labios. Pero lo que más te gusta, tu fetiche por excelencia, son sus manos. Él tiene unas manos grandes, con largos y delgados dedos y con ese tipo tan característico de uña ancha y cuadrada que a veces se pinta de violeta. Te gustaría mucho poder reseguir con los dedos las líneas de su mano, como si supieras algo de quiromancia.

Sales de clase cerca de la una, pero estás más que decidido. Vas a ir a la cafetería y vas a hablar con el chico. Bajas de nuevo las escaleras que te dirigen a la cafetería y asomas la cabeza buscando al juggalo, pero este no está en ningún punto dentro de tu campo de visión así que desistes.

Decepcionado y triste giras sobre tus pasos y te encaminas a ir a tu casa, donde nadie te espera. "Quizá mañana" te dices, como cada vez que quieres hablar con él pero desistes. Antes de salir por la puerta de la facultad notas una mano posarse sobre tu hombro, sonríes tímidamente porque sabes que es una de esas bonitas manos.
—Te estaba buscando, hermano— escuchas su voz grabe y pausada, te gusta su voz. Te giras y ves sus ojos violetas posarse sobre los tuyos.

— Y y-y-yo a ti — dices algo cortado y temeroso — me preguntaba si…

—Me han despedido del curro en la cafetería— le oyes decir antes de terminar tu frase, no sabes ni siquiera si te ha escuchado — No quería irme sin decirte adiós.

Te sonrojas pensando que tal vez, al igual que tú, él se ha fijado en ti y siente la misma curiosidad por ti que tú por él.

—T-t-te gustaría acompañarme a comer, soy Tavros—dices sacando valor de algún lado que desconoces.

—Vale — contesta él con cierta indiferencia, — yo soy Gamzee.

Te pones a andar en dirección a tu casa y te fijas como Gamzee sigue tus pasos, piensas que quizá es un loco homicida pero te da igual. Piensas en lo peor que podría pasarte y te asustas un poco, pero quieres arriesgarte. Invitar a ese chico a comer contigo es lo más emocionante que has hecho en mucho tiempo.

Llegáis al estúpido edificio en el que vives y subís al piso número ocho. V¡Vives ahí con tus padres, pero ellos no están en casa ahora. En realidad tus padres casi nunca están, viajan suficiente como para que tú vivas a tus anchas pero sin tener que pagarlo todo tú solo.

—¿Es tuyo todo esto? — dice el juggalo mirando el amplio comedor que tu madre tiene tan pulcro y limpio siempre, pero que ahora está patas arriba de tus cosas precisamente porque ella no está.

—No, vivo con mis padres — gritas desde tu cuarto, está igual de desordenado que el comedor.

— Guay, a mí, mi viejo me pegaba y me fui de casa— le oyes decir mirando los posters de tu cuarto. Está lleno de hadas, algunos grupos de hip-hop y fotos de lugares a los que te encantaría poder viajar.

Gamzee empieza a comentar cosas a cerca de uno de los grupos de hip-hop que cuelga de tu pared, tú le escuchas hablar y te preguntas qué le apetecerá comer. Preparas unos espaguetis a la carbonara y esperas que le guste, también sacas una botella de faygo de limón. Os sentáis a la mesa y empezáis a comer. De tanto en tanto hace pausas en la comida y te habla y te hace preguntas personales que te dan un poco de vergüenza, pero que contestas tímidamente. Te gusta mucho Gamzee, y te das cuenta que entre vosotros dos si hay esa magia extraña de la amistad.