Disclaimer: Todo a la mujer esa, Meyer, menos la trama crackera.

Claim: Vladimir/Victoria.

Advertencias: ¿Lime, lemmon? Naah, ¿cómo crees?

Notas: Para el reto ¡Aquí estamos! de LOL. Enjoy, ppl. Y dedicado a Alex :D

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Salbaticie


Se encuentran. Se sonríen afiladamente. Se miran amenazantes, retadores y superiores.

Victoria sonríe felina con sus ojos carmesí como finas y astutas rendijas, caminando, con esos pasos gatunos y seguros, directamente hacia él. Porque así es ella; directa, segura y sin miramientos.

Vladimir responde con una sonrisa provocadora (de esas que quieren decir `ven gatito, gatito´de forma muy poco discreta), con un destello perverso en sus ojos duros y envejecidos, y quedándose a la espera de ella. Él es calculador, pensando, viendo los pros y los contras de cada situación (aunque en aquel momento lo que menos hace es calcular; simula hacerlo para tener una excusa y poder quedarse mirando cómo ella se le acerca con paso firme).

Se acercan, chocan y juntan. Se amoldan sin éxito. Las curvas definidas de Victoria se pegan al cuerpo de él intentando encajar en algo que no es un puzzle. Ella no es de las que pierden el tiempo y sus manos se mueven rudas por entre las ropas de él mientras siente las de Vladimir recorrer su espalda, cintura y piernas sin cuidado.

Lo hacen rudo, seco y furioso. Porque Victoria no quiere ser tratada como una dama (con cuidado, cariño y respeto) y Vladimir lo sabe. Sabe que Victoria es más felina que mujer y que con ella no servirá. Que ella prefiere morder a besar, rasguñar a acariciar, gruñir a gemir, e insultar a pedir. Y él no puede estar más de acuerdo con ella porque tampoco está dispuesto a dárselo y ser sutil; no quiere acariciarla y besarla como si fuera una flor, ni embestirla con delicadeza o precaución.

Los dos son salvajes y aquella ferocidad y braveza explota en ellos, tiñiendo y desgarrando todo en su interior, inundándolos de aquel indomable calor, no sintiendo algo por el otro pero sintiéndose complacidos por primera vez en tiempo. Y aquel salvajismo era el que los atraía una vez más.