Distrito doce
Contengo la respiración y lo veo dar dos pasos hacia adelante antes de voltear a ver por encima de su hombre derecho, sus ojos son atentos, alertas, esperan el peligro y él está listo para salir corriendo si es necesario.
El conejo mastica el pasto y justo antes de que pueda saborear el sabor amargo de la yerba lanzo mi cuchillo.
Lo atraviesa por el cuello y veo como el animal no sufre mucho antes de dar su última patada de vida.
Aunque me apena lo que acabo de hacer, su muerte significa la vida para mi familia y eso es algo de lo que jamás podría estar arrepentida. Así son las cosas en el Distrito 12, donde la comida es la máxima prioridad y al parecer la última en recursos.
Panem está dividido en doce distritos, solían ser trece, pero después de la guerra solo prevalecieron doce y así continuamos. Hace varios años los Distritos se revelaron ante el favoritismo y crueldad del Capitolio y explotó la guerra entre el Gobierno y el pueblo, pero a la final el Capitolio venció a doce de los distritos e hizo desaparecer el número trece con bombas de alto poder.
No se consiguió nada y la rebeldía solo trajo consigo muerte disfrazada de una lección, los Juegos del Hambre son un recordatorio de la Guerra y una advertencia para quienes sueñen con rebelarse.
Cada año el Capitolio elige a dos jóvenes de cada Distrito y los obligan a enfrentarse en los Juegos del Hambre, el cual es un evento televisado y el más famoso por su desarrollo. Consiste en poner a los veinticuatro jóvenes dentro una arena, enfrentarlos a situaciones extremadamente peligrosas y televisar la manera en que se matan los unos a los otros hasta que solo prevalece uno vivo, un ganador.
Se supone que es un honor representar a tu Distrito y más aún ganar, ya que significa riqueza y una vida de lujos que nunca terminará. Los ganadores se convierten en mentores, lo cual también es considerado un honor, claro si se ignora el hecho de que los ganadores tienen que vivir con el remordimiento de haber asesinado a veintitrés personas para lograr sobrevivir en primer lugar.
Es un matadero de lujo, si me preguntan a mí. Una sádica manera de entretener a los habitantes del Capitolio y dar vida a sus plásticas imaginaciones.
Recojo mi caza y lo dejo desangrar por unos minutos antes de envolverlo en un trozo de tela y meterlo en el bolso que traigo colgado por un hombro. El bosque se encuentra más húmedo de lo habitual ya que esta mañana amaneció lloviendo y la sensación me desagrada.
Los pájaros cantan mientras camino directo al árbol ancho e inmenso que sirve como escondite para mis chuchillos de caza. Los escondo con cuidado y cubro el tronco con hojas largas y verdes antes de seguir mi camino de regreso.
Al acercarme a las rejas ya no estoy rodeada de árboles grandes e intimidantes y el pasto no me llega ni a los tobillos, por lo cual estoy agradecida.
Tal vez pueda intercambiar el conejo en el Quemador por algo de harina y sal, eso duraría más tiempo y Lily podría hacer algo de pan si conseguimos leche de Rel, nuestro inocente vecino caritativo.
Cuando veo las cercas de alambre apresuro el paso y me acerco rápidamente hacia ellas ya que no deseo que ningún Agente de la Paz me llegue a ver saliendo del bosque. Las cercas separan nuestro Distrito del bosque y se supone que tienen que permanecer electrificadas todo el tiempo para evitar que la gente se acerque o escape.
Pero la electricidad es otra clase de lujo y lastimosamente no es considerada una necesidad. Contamos con luz eléctrica por una hora en las noches y nada más que eso, así que cercas electrificadas todo el tiempo? No recuerdo haberles temido nunca ya que nunca han representado amenaza alguna.
Salto por encima de la tercera fila de alambres y troto hasta mezclarme con la gente de mi Distrito en la calle de tierra que me llevará directo hasta el Quemador.
Cada Distrito realiza una actividad diferente, pero una cosa que tenemos todos en común es el hambre y eso es algo que parece no cambiará ninguno de estos días. El Distrito Doce se dedica a la minería, y el polvo de las minas crea una nube espesa por las calles de la Veta, pero la pobreza en la que vivimos no es ninguna sorpresa, somos el último distrito de todo Panem, demasiado lejos quizá para molestarse con nada.
Increíble, la manera en que todos mantienen la vista baja y pretenden no ver nada por miedo. Yo aprendí esa lección a los nueve años, mientras mi padre me golpeaba la cabeza contra la pared de la cocina en nuestra casa, luego de que algunas palabras incorrectas salieran de mi boca. Una cicatriz de dos centímetros en la frente me recuerdan siempre a cuidar lo que digo.
Seguramente la mayoría de esta gente no aprendió esa lección de la misma manera, pero la aprendieron de todos modos.
El intercambio me cuesta unas cuantas mentiras aparte del conejo, pero todo vale la pena mientras camino con dirección a casa con tres libras de harina y una de sal. No moriremos de hambre por los próximos tres o cuatro días.
"Caminando por las zonas bajas, eso no puede ser nada bueno" la voz de mi amiga dibuja una sonrisa inmediata en mis labios, pero es diminuta y muy rara.
"En que te puedo ayudar, Santana?" con una mano en su pecho finge estar herida antes de golpear mi hombro con más fuerza de la que hubiera preferido.
"No seas grosera, Quinn. Acaso no aprendes nada en la escuela?" se burla y decido no contestarle, no serviría de nada ya que nunca escucha ni presta atención cuando no está interesada.
"Ya, en serio" su voz se torna solemne y estoy tentada a caminar lejos de ella, pero no lo hago. No quiero ser grosera. "Estás lista para la cosecha?"
La observo, pero no dejo de caminar con dirección a mi casa. Su rostro es triste y sé que está recordando a su hermano Kaleb, quien fue elegido hace dos años y no regreso con vida. Su cuerpo llegó a casa con unas cuantas cajas llenas de comida en compensación por su vida.
"Acaso alguien alguna vez lo está?" le pregunto pero no responde. Luego de unos cuantos segundos de caminar en silencio me detengo y tomo su mano. "No vas a ser tú" le digo en cuanto sus ojos se encuentran con los míos.
"No puedes estar segura," por un momento suena como una niñita de siete años de edad o tal vez de menos y no como la joven fuerte y luchadora de dieciocho que conozco.
"Cuantas veces está tu nombre?" sus ojos se llenan de lágrimas y suelta mi mano para abrazarse a ella misma.
"Veinte siete" susurra y mi propio corazón amenaza con saltar de mi pecho. Yo siempre evito pedir teselas, no me apetece poner mi nombre a conciencia en la cosecha cada vez que me siento morir de hambre, pero la mayoría opina diferente.
Por eso es que cazo, arriesgo mi vida a diario para proveer a mi familia con alimento; pues prefiero hacerlo yo en lugar de poner mi vida en las sádicas manos del Capitolio.
"Y tú?" su voz es suave y tentativa, sé que en realidad no quiere escuchar mi respuesta porque sabe que existe una gran diferencia.
"Eso no importa. Ni tú, ni yo vamos a salir elegidas."
…
Mientras ayudo a mi hermana con la masa para el pan las palabras que le dije a Santana me dan vuelta por la cabeza una y otra vez y no se van hasta que por fin logro conciliar el sueño en la noche.
Esta noche no comemos, el horno es muy viejo y no cocina muy bien pero con un poco de suerte el pan estará listo por la mañana.
…
La mano de mi hermano al aterrizar en mi cara es lo que despierta; me doy cuenta de que estoy sudando y de pronto recuerdo lo que estaba soñando hace unos segundos.
La cara de mi padre al retorcerse en dolor mientras los Agentes de la Paz lo flagelaban frente a la casa de justicia para que todos puedan ver en donde terminaba el gran Russell Fabray y a donde exactamente lo había conducido su orgullo sin sentido.
Sus ojos gritando que me odian, que es mi culpa lo que le estaba sucediendo, que yo era lo peor que pudo haberle sucedido en la vida.
Si hubiera esperado hasta llegar a casa para molerme a puñetazos, quizás todavía estuviera vivo y los Agentes de la Paz no hubieran saltado a mi rescate. Pero yo tenía tan solo trece años y ya han pasado ya cinco años desde aquel día, pero en mis sueños aun veo su rostro claramente y siento sus puños romperme la cara en mis pesadillas más vívidas.
Con cuidado de no despertar a Ned, salgo de la cama y me dirijo hasta la cocina donde ya puedo escuchar utensilios en movimiento.
"Buenos días, Quinn" mi hermana Lily me saluda con una sonrisa casi de felicidad en su rostro.
"Hola, pequeña" me acerco y beso su suave mejilla mientras paso hasta la habitación de mi madre donde ella está haciendo la cama.
"Buen día" digo despacio y ella se vuelve con una sonrisa idéntica a la de la Lily y se acerca a mí con sus ojos verdes idénticos a los míos, inspeccionando cada centímetro de mi rostro.
"Hija, necesitas una ducha" me dice mientras sus manos acarician mi rostro, para luego halarme hacia abajo y besar mi frente con ternura.
Mi madre es el total opuesto de mi padre; siempre atenta, cariñosa, dedicada y preocupada, esa es mi madre Judy.
"Usted tampoco se ve tan bien que digamos señora Judy" le digo haciéndola reír con ganas, lo cual ya es una ocurrencia poco común en nuestro hogar.
"Te deje preparando la tina con agua, te hice una bonita camisa con unos trapos que la Señora Lanes me ha dejado, pero antes" con sus manos en mis hombros me hace girar y me lleva directo hasta la cocina, donde mi hermana ya está sacando el pan del horno.
El olor a pan recién hecho me hace agua la boca y por la sonrisa traviesa en el rostro de Lily, sé que ella también se siente igual.
"Huele a pan!" Ned aparece en la cocina pegando saltitos de alegría y pasa por mi lado corriendo hasta llegar a Lily.
Me siento en la silla que mi madre corre para mí y la dejo cortarme el cabello como guste, es un placer que no podría quitarle nunca. Observo mi cabello rubio caer en el piso y en la pálida piel de mis piernas mientras la tijera vieja rechina cada vez que mi madre corta otro mechón.
Escucho a mis hermanos reír y bromear entre ellos y cuando mi madre termina con mi cabello la veo sonreír, complacida con su obra. Me dirijo hacia el cuarto trasero y me baño con gusto, hoy por fin he podido quedarme en casa y compartir con mi familia ya que la preocupación de conseguir alimentos no estaba presente, por lo menos no por hoy.
La camisa de la que hablo mi mamá es bonita, se ha esforzado por agregar agradables colores en los filos de la tela blanca y la inicial de mi nombre resalta por debajo del filo de la manga derecha.
Me pongo mis pantalones negros y botines de combate por encima de uno de los tres pares de medias que tengo y la camisa, me aseguraré de sonreír y parecer complacida por el regalo que mi madre me ha hecho, aunque no costará mucho.
Cuando salgo del cuarto trasero mis hermanos ya se han ido a la escuela y mi madre ha hecho mi cama para luego ocuparse en los pocos quehaceres de la casa.
Hace apenas dos meses que salí de la escuela pero aún no he podido encontrar un trabajo, y tampoco es que haya muchos de donde escoger. Podría pedir que me dejen limpiar una de las tiendas en el sector comercial pero mi orgullo es demasiado grande como para permitírmelo.
"Te ves muy guapa" mi madre sonríe mientras me acerco al pequeño espejo que cuelga en una columna de la cocina para ver mi nuevo corte de cabello.
No está mal, luce corto como me gusta, pero no tan corto como para esconder mis rasgos femeninos y según Rachel, hermosos.
"Es la camisa nueva que traigo puesta" alzo los hombros haciendo reír a mi madre en el proceso mientras intento peinar mi alocado cabello. "Regreso por la tarde," me despido antes de salir por la puerta.
Saludo a los vecinos y sonrío a algunos ex compañeros de la escuela, veo a Santana caminar junto a su madre con camino hacia el Quemador y les ofrezco una media sonrisa, la cual apenas me devuelven.
Los López no han vuelto a ser los mismos, en realidad nunca nadie vuelve a serlo después de que los Juegos del Hambre tocan sus vidas tan de cerca como sucedió con ellos.
Kaleb era un joven apuesto, fuerte y educado de veinte años de edad, murió en el tercer día de los Juegos atacado por el joven del Distrito uno, le corto la yugular por las espaldas y las cámaras captaron todos los treinta segundos en los que Kaleb se ahogaba con su propia sangre.
Mis pies recorren un camino muy conocido para ellos y me llevan rápidamente hacia el sector comercial donde la imagen en muy diferente al sector de la Veta.
Aquí no soy la única rubia de ojos verdes que camina entre ellos, pero si soy la única que lleva puesta ropa vieja y zapatos desgastados. Aun así, la mayoría de las jovencitas me saludan con sonrisas picaras y ex compañeros de la escuela chocan mi mano en saludo.
Mi madre solía vivir en este sector antes de casarse con mi padre, quien la hizo renunciar a su vida para mudarse con él a la Veta, de donde ya no pudo salir nunca más.
Al entrar a la tienda de mi novia la campanita colgando del borde de la puerta anunciada mi llegada, pero nadie está a la vista del mostrador.
La tienda de los Berry es muy conocida en el sector mercantil del Distrito, ya que es la única distribuidora de artículos de primera necesidad. Leroy, el padre de Rachel es la persona que más trata con el Capitolio y se encarga de los intercambios que se realizan cada quince días, trabaja para el Gobierno y es la mano derecha del Alcalde, Hiriam Alaez.
Shelby y Leroy saben de mi relación con Rachel, y aunque no la aprueben, la respetan, o al menos intentan hacerlo.
El local se encuentra repleto de fundas llenas de alimentos, filas y filas de fundas que esperan a ser distribuidas entre los siete mil habitantes del Distrito.
No es suficiente, claro que no lo es.
La campanita suena nuevamente y me doy vuelta para toparme con el mismo Alcalde observándome de pies a cabeza con una mirada curiosa, más no juzgadora.
"Tú debes ser Quinn" dice de repente mientras yo intento pararme erguida, tan solo por respeto, no por intimidación.
"Quinn Fabray, señor" estiro una mano, aun confusa de porque el Alcalde conoce mi nombre pero él es rápido en estrecharla.
"Rachel habla mucho de ti, y en conclusión Leroy también lo hace," las mejillas me arden por la vergüenza, porque no puedo imaginar las cosas que Leroy puede hablar de mí cuando Rachel no está escuchando. Seguramente que no merezco a su hija y que tarde o temprano terminaré llevándomela a la Veta, donde no pertenece.
"Espero que haya escuchado buenas cosas, señor" le respondo y suspira meneando la cabeza y soltando mi mano.
"Por supuesto," me dice educadamente.
"Quinn!" el Alcalde y yo volteamos para ver al objeto de mis afectos lanzarse en mis brazos hecha un mar de lágrimas.
"Hey, hey, que pasa amor?" la abrazo e intento calmarla pero sus sollozos solo crecen en volumen y Leroy aparece desde el cuarto trasero.
Su ceño se frunce al momento en que me ve abrazar a su hija con tanta fuerza y supongo que la mirada que le estoy dedicando tampoco ayuda con su buen humor, pero necesito respuestas.
"Qué pasó?" pregunto pero Leroy solo frunce los labios y gira la vista para evitar mirarme.
"En dónde está?" la voz de Shelby se escucha un segundo antes de que aparezca detrás de su marido. Sus ojos no son despreciables conmigo y en lugar de enfurecerse me dedica una mirada de ruego.
"Señor Alcalde, buenos días" saluda la mujer pasando por un lado de su esposo y acercándose a mí.
"Señora Berry, como está usted?" el Alcalde responde y noto como con la voz del hombre, Leroy finalmente alza la vista y se relaja.
"Drama adolecente" Shelby dice antes de poner su mano en mi espalda y guiarme al cuarto trasero. Cuando camino por al lado de Leroy su mirada vuelve a desearme la muerte, pero no bajo los ojos, ni me intimido con su rabia.
Una vez estamos en la parte de atrás me dirijo sin esperar a que Shelby me guie hasta la habitación de Rachel y me siento en el filo de su cama con ella en mi regazo.
"Qué paso amor?" vuelo a preguntar y noto con alivio que ya no llora, solo me observa con el semblante triste y preocupado.
Alzo la vista y Shelby suspira antes de salir de la habitación.
"Amor, dime que pasa" le ruego y sus labios besan mi mentón antes de tomar aliento y mirarme a los ojos.
"Estoy embarazada" la miro y siento como mis brazos pierden su agarre alrededor de su cuerpo lentamente.
El sonido de vajilla al romperse me saca de mis pensamientos y alzo la vista al mismo tiempo que aprieto con más fuerza a mi novia entre mis brazos.
"Qué acabas de decir?" Shelby pregunta desde la puerta, su rostro es pálido y su postura rígida.
Tanto Rachel como yo nos quedamos petrificadas, aunque por muy distintas razones. Ella tiene miedo de su madre y de la reacción de su padre ante tal noticia, mientras que yo tengo miedo por su vida, la de mis hermanos y madre y las nuestras también.
Como se supone que voy a alimentar a dos bocas más si apenas puedo hacerlo con las que ya tengo?
"Yo, mamá yo." Mi novia tartamudea y en cuanto Shelby avanza hacia nosotros con paso firme, dejo a Rachel en la cama y me paro en frente de ella.
Ya no es simplemente mi novia, la chica con la que comparto besos y caricias, y hago el amor ocasionalmente; ahora es la mujer que espera un hijo mío, ahora es mi familia y el principio del resto de mi vida.
"Apártate, insolente" una cachetada resuena en la habitación y la mejilla me arde por el dolor del impacto, pero no me hago a un lado.
"Cómo pudieron? En qué estuvieron pensando? Qué no ves que ni siquiera puede mantenerse a sí misma? Cómo va a hacer contigo y con un bebe en el camino si ni siquiera tiene un trabajo?"
Las preocupaciones de Shelby son acertadas, pero aun así no debería sobre estimarme. No soy de las que se sienta a morir de hambre y espera la muerte con los brazos abiertos.
"Si tu padre se entera de esto, se van a tener que casar y dime Rachel, estás dispuesta a irte a vivir en la Veta? Donde se mueren de hambre y respiran polvo para vivir?"
Me dejo caer en el filo de la cama y me agarro a las sabanas con fuerza. Me siento mareada y confundida, más bien despistada.
Rachel no se merece eso, yo le he arrebatado el futuro casi feliz de las manos embarazándola con mi hijo.
"Si así puedo estar con Quinn y criar a nuestro hijo, entonces sí. Eso es lo que quiero" mi novia responde desde mis espaldas para luego abrazar mi cuerpo y apoyar todo su peso en mí.
No sé qué decir, no sé cómo me siento, no sé si sobreviviremos y tampoco sé si el pan que hay en casa bastara para alimentar a Rachel también, tendremos que comer menos y ahorrar más.
Siento la respiración de mi novia en mi oído y sé que me está respirando, siempre me dijo que mi olor la tranquiliza, que tenerme cerca la hace sentir fuerte aunque las fuerzas hayan abandonado su cuerpo en totalidad.
Pues bueno, yo también me siento capaz con sus brazos abrazándome, me da fuerzas aunque lo ignore y si eso no es suficiente para seguir no sé qué lo sea.
"Yo te amo" le confieso y por un momento me olvido de la presencia de su madre mientras me ocupo en darme cuenta de que eso a la final es todo lo que importa, el Capitolio, el Distrito, las autoridades nos puedes quitar todo, pero las conexiones son lo que nos queda, nuestras creencias y esencia, eso es lo importante.
"Yo también te amo, amor" siento sus labios suaves besar mi mejilla y sé que voy a encontrar la manera de salir adelante, sé que no tengo otra opción y por ella estaré feliz de buscar.
Nos quedamos así unos cuantos minutos, con sus brazos y cuerpo alrededor de mí, mis manos enlazadas a las suyas en mi estómago y su aliento calentando mi cuello.
No sé qué tiempo pasa, ni tampoco me importa porque lo único que quiero es tenerla a mi lado, no puedo separarme ya de ella, no es una opción, ni tampoco lo quiero volver a hacer.
"Tengo una idea," Shelby habla y levanto la mirada, me había olvidado que estaba aquí, "debemos esperar a que la cosecha haya pasado para decírselo a tu padre."
Sus ojos están clavados en mi novia y la idea no me gusta para nada, será una semana en la que no podré estar con Rachel como tendría que estarlo y eso no es una opción, al menos no para mí.
"Falta una semana" Rachel suena tan abatida por la idea como yo me siento.
"Tu padre esta estresado, tiene mucho en sus manos, prácticamente está organizando todo él solo y esta noticia lo único que conseguirá es hacerlo explotar y eso no nos conviene a nadie, tú bien lo sabes."
Por la mirada que le lanza a su hija me hace pensar que hay algo que yo no sé, pero no me atrevo a preguntar, si Leroy ha amenazado la vida de alguien alguna vez, prefiero no saberlo.
"No es mala idea," mi novia finalmente acepta y luego me empuja con sus manos hasta que estoy sentada en la mitad de la cama frente a ella, "mi madre tiene razón, no queremos que esta noticia provoque alguna clase de enfrentamiento entre mi padre y tú."
Definitivamente hay algo que no me ha contado, tal vez algún secreto para nada favorable del Señor Leroy, pero acepto lo que me propone, simplemente porque sé que Rachel conoce a su padre mejor que yo y siendo honesta nunca he podido decirle que no y tampoco creo que algún día podré hacerlo.
"Después de la cosecha te casas conmigo?" mi voz vacila y odio aceptar que es por miedo, pero no a que me diga que no, si no miedo a lo que estar casada significa.
"Por supuesto" me sonríe, pero logro ver en sus ojos color café que se siente tan aterrada como yo.
"Será mejor que vayas considerando ese trabajo como guardia del Alcalde del que te había hablado Leroy."
Shelby sale de la habitación, dejándome aún más aterrada que antes. El Alcalde no es una persona muy querida en la ciudad y más de una vez sus guardias reciben piedrazos que son intencionados para él y nadie más. Claro que el Alcalde también ignora esas muestras de rebeldía diminutas ya que a él tampoco le conviene una visita de los Agentes del Capitolio para investigar sus actividades, ni mucho menos acusaciones en su contra.
"Cuantas veces esta tu nombre en la cosecha?" la voz de Rachel me devuelve al presente y me recuesto en su cama, disfrutando de la comodidad de su colchón y de su aroma que me envuelve completa cuando recuesta su cabeza en mi pecho y besa mi cuello.
"Doce, y el tuyo?" seis por cada año y seis más por las teselas que se nos brindan obligatoriamente anualmente.
"Seis, y Lily?" gracias al cielo que Rachel no necesita teselas y por ser la hija de unos de los miembros del Gobierno tampoco la obligan a recibir teselas, pero su nombre si entra al sorteo.
"Dos veces" el miedo de repente me consume. Mi hermana es muy pequeña, flaca y para nada atrevida, no duraría ni cinco minutos en los Juegos y la idea me aterra, así como también me enferma.
"No pasará nada, ya verás" me asegura mi novia pero en lo único que logro pensar es en que mucho ya está pasando, y no creo poder soportar si pasará algo más.
…
Nuevo fic :), aunque no debería. Esta idea no ha salido de mi cabeza en algún tiempo, pensé que se iría si la ignoraba pero ese nunca fue el caso, así que, que pierdo con darle una oportunidad? Verdad?
Haber, algunas cosillas que deberían saber: Sip, Quinn tiene un g!p en esta historia pero no esperen ninguna explicación acerca de la situación, ya que presento esto como algo común en esta sociedad.
También Katniss aparecerá en esta historia como mentora y les pido que imaginemos que la revolución que ella inicio nunca tuvo lugar, simplemente gano los 74 Juegos del Hambre y es ahora una mentora.
Con eso dicho, espero que hayan disfrutado este capítulo, me comenten que les parece y si gustan, nos vemos en la próxima.
