HOLAA

Quiero agradecerles a todos los que enviaron sus opiniones. Sinceramente creí que nadie lo leería y que se quedaría en las sombras, como… un fic fantasma, pero no fue así. Gracias y a TODOS los que añadieron mi historia a favoritos.

Inuyasha no es de mi propiedad sino de Rumiko Takahashi, mi ídolo.

Este fic nace de mi despecho de los últimos días así que si notan frases sarcásticas nada estilo Kagome, lo siento mucho.

No hay ninguna advertencia especial. Es un fanfic MirXKag y es uno de los pocos que creo que se han escrito.

Disfrútenlo

Cambio

Mis parpados se abren descubriendo la preciosa imagen que presencio.

Inuyasha…

Inuyasha lo que he querido por este tiempo de búsqueda. No puedo comer, no puedo dormir y cuando puedo hacerlo, él es lo último en lo que pienso y al levantarme es lo primero. Sé que es muy cursi pero de todas formas yo siento algo a lo que me gusta llamarle "atracción fatal".

Mi mirada le recorre el rostro, tomando mí tiempo en pequeños detalles como: El brillante cabello plateado. Los ojos dorados enmarcados por pestañas largas y oscuras. La nariz proporcional con la separación de sus ojos y la curvatura de sus labios perfilados y su rostro ovalado pero con la barbilla ligeramente cuadrada. Siento que mi corazón palpita con fuerza, demasiada. Quizá Inuyasha pueda oírlo y eso me avergonzaría. Respiré fuerte y apreté la mandíbula mientras mis puños se cerraban, mis nudillos se tornaron blancos y no necesitaba verlos para saberlo.

Aun así, Inuyasha está a más de tres metros de distancia de mí, subido en un árbol, apoyado en el grueso tronco de un árbol. Demasiado lejos de mí, quería sentirle más cerca pero me sentía como una chiquilla al pensarlo. Me senté y me fregué los ojos para luego parame y caminar al lago. No estamos en un mal lugar, el pequeño claro es de color verde en diversos tonos y de un rico olor a madera y plantas, además es iluminado por el tenue sol del día. Me arrodillé y tomé agua en mis manos. Cuando el agua me tocó, el sueño se fue de inmediato y pude percibir mejor lo que me rodeaba. Desde la alta vegetación, hasta las pequeñas hiervas que crecían en torno al agua. Regresé al campamento y guardé mi saco de dormir en la mochila.

Sango estaba durmiendo, acurrucada en el regazo de Kirara, su cabello café-caoba está regado por todos, recogido casi en la punta de este y cubría parcialmente su rostro aceitunado. Miroku está apoyado en un tronco con el báculo en su regazo y…

Jamás me había fijado en Miroku. Aunque me doliera admitirlo, ¡Dios! Miroku es muy atractivo. Trago duro mientras veo su perfil. ¡Vaya rostro! Miroku tenía el cabello castaño oscuro, casi negro, bien recogido con la liga blanca. No es tan bronceado como Inuyasha o Sango pero ha estado algunas horas bajo el sol. Sus labios formaban un pequeño puchero y tenían forma de corazón, un rosado corazón. Tenía preciosos rasgos: nariz recta, frente estrecha, barbilla cuadrada, pómulos ligeramente sobresalientes y algunos pocos rasgos afilados. Me llevo la mano a la boca y sin querer, me muerdo la uña del índice.

Agité la cabeza con confusión, repitiéndome que era casi imposible que uno de mis mejores amigos fuera tan imposiblemente atractivo y casi inconscientemente, me acerqué a él. Lentamente, en pocos segundos, ya estaba a menos de 15 centímetros de su rostro. Tragué y apoyé las manos en el suelo grumoso para impulsarme a casi rozar nuestras narices. Casi podía sentir su pesada respiración en mi rostro, tan tranquila, tan diferente a cuando está despierto con aquella sonrisa pícara que le perjudica los labios.

Su espesa y perfilada ceja se mueve hacia arriba e inhala despacio para luego ladear la cabeza a un lado. Puedo percibirle mejor de esa manera. Miroku me ha salvado muchas veces de morir, le debo mucho, en realidad. Él me ha enseñado algunas cosas sobre la época antigua que –obviamente- Inuyasha jamás habría tenido la paciencia para enseñarme. Cosas como la escritura antigua y con tinta, la meditación, algunas cosas sobre trampas con alambre y lazo, la caza y cómo seguir la pista de animales.

Me separo justo cuando siento su respiración alivianarse. Estoy a más de un metro cuando se me ocurre la más estúpida excusa. Levanto la mano y toco su cabello, más suave de lo que pensaba. Miroku se sobresalta al principio, luego su mirada se suaviza y finjo sacarle algo de un grueso cabello que le sobresale.

-Yo… lo siento. No quería despertarte Miroku. Perdón- Enrojezco en un segundo y pongo las manos en mi regazo. Mis dientes aprietan mi labio inferior con nerviosismo pero lo suelto en unos segundos.

-No importa señorita Kagome. Pero…- Su mirada me recorre y por reflejo, yo hago lo mismo. Me muerdo el labio nuevamente y cierro los ojos para esbozar una sonrisa. Me levanto del suelo con la poca dignidad que me queda.

-Deberíamos despertar a los demás- Miroku se pone de pie y se acerca a mí. Yo continúo:- Creo que deber…

-Kagome…- No pensaba que el hecho de oprimir el señorita me afectara tanto, me tenso de inmediato y mi corazón me estalla en el pecho.

-Miroku…- Susurro con la voz aterciopelada y siento como mi boca destila miel al pronunciar aquel nombre.

Algo cae en el suelo, causando un pequeño estruendo. Ambos nos giramos para ver a Inuyasha.

-Naraku, está cerca- Aun estoy algo perdida. Me cuesta asentir con la cabeza.

Camino a Sango y la agito un poco para despertarla. Ella abre los ojos y me pregunta:- ¿Qué sucede?

-Naraku – Le respondo con simpleza.

Ella se levanta casi inmediatamente y Kirara con ella. Miro a Shipoo que se asoma por un tronco de un grueso árbol con los ojos que emanan inocencia. Sus inocentes ojos me miran casi como si hubiera hecho algo malo, y por un segundo, de verdad estoy avergonzada. Se supone que amo a Inuyasha ¿no?

-¿Shipoo? –Tengo miedo de que haya visto como yo veía a Miroku.

Inuyasha vino a mí y me subió a su espalda. Era como un ritual así que ya no sentía nada cuando sus manos tomaban mis muslos y nuestros cuerpos chocaban con violencia. Recorrimos un buen pedazo de bosque cuando Inuyasha anunció:

-Creo que me equivoqué- Dice frenando su avance.

Sango deja salir un bufido mientras que Miroku sigue mirándome serio y temo que esté enfadado pero ¿Por qué? Es decir, sí, me acerqué más de la cuenta pero él se ha acercado a mí más de lo que debería más veces de las que podría contar. Lanzo un suspiro frustrado e Inuyasha me mira como si quisiera regañarme, y lo hace:

-¡No tienes derecho a quejarte! ¡Kagome!

Dejo que me dé un buen sermón porque necesito que mi mente se despeje, pero Inuyasha ya no logra ocupar mi mente. Y me doy cuenta de que Inuyasha me es indiferente o sus palabras son tan repetitivas que ya me sé de memoria todo lo que sale de su boca. Me siento extraña ¿Me veré rara? No tengo nada que responderle, así que cuando me dice tonta, algo se dispara en mí, casi animal. Quiero gritarle y responderle. Mi boca se abre e inhalo para decir algo pero no puedo decir.

-¡Ya déjala! – Yo no he dicho eso. Todos los rostros se dirigen a Miroku que tiene los ojos cerrados en una expresión pacífica. Su postura es rígida, como una tabla.

-Miroku… - Le advierte Inuyasha.

-Creo que por ahora ya hemos perdido mucho tiempo. Si no tienes nada que hacer aparte de descargarte con Kagome, será un largo camino- ¿Me defiende? Miroku me está defendiendo. Mi rostro se siente arder.

-Miroku… ¿Desde cuándo Kagome dejó de ser señorita Kagome?- Sango dice eso como si estuviera casi enojada, Miroku frunce el ceño y me parece que está ligeramente enrojecido. A todos les interesa saber por qué pero Miroku se permite reservarse el derecho de silencio y avanza. Le seguimos en silencio.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

La tarde cae en el Sengoku. Aún está claro pero el cielo tiene manchas violetas. Todos estamos callados, sospechando y sacando sus propias conclusiones, pero yo no tengo conclusiones que sacar. Miroku tal vez, ha dejado de tener respeto hacia mí, odiaba pensar eso. O Miroku al fin me trata de tú, esto me hace feliz. Pero siempre me alegro de que la gente confíe en mí.

Acampamos en un claro cerca del meandro de un río. El clima está fresco pero no me preocupa, he traído un suéter gris de lana gruesa de mi época. Inuyasha trae leña y Kirara -señora de las fogatas – la prende en un periquete. Miroku - con el que he evitado hablar en toda la tarde- e Inuyasha pescan. En el tiempo que llevo aquí, he descubierto que hay animales en el bosque, lo suficientemente ingenuos para caer en trampas de lazo, yo no puedo hacerlas, Miroku puede, pero se usar el arco y… - por estúpido que suene- tomo mi arco y el carcaj y, antes de que oscurezca más, me adentro en el bosque. Este es silencioso, por un momento cierro los ojos y me concentro en el sonido de las ramas moverse. Preparo una flecha y al sonido de hojas moviéndose, lanzo la flecha que le da a un inocente conejo, justo en el rostro.

Me siento mal por unos instantes pero hay que comer ¿no? Tomo al animal café por las patas y la guardo en una bolsa que he traído de casa justo para guardar presas. Alisto otra flecha y busco señales de animales que seguro se han asustado por el ruido. Tengo que adentrarme más si quiero un par de presas más para comer. Ya no queda nada en mi maleta que sea comestible aparte de paté de atún e hígado, pero no son más de 5 latas, seguro para mañana no habrá nada y aunque no había pasado mucho en el Sengoku, sé que aquella agua del río, apenas y tendrá renacuajos y el agua es apenas potable, tendría que ponerle cloro o yodo, y ya no tenía mucho.

Luego de que oscurece completamente, tengo cuatro conejos más y un pavo silvestre, hoy comeremos bien. Al subir la mirada, veo un destello blanco en el bosque. Sé de quién se trata: Kikyo y cuando ella está significa que Inuyasha está con ella. Estoy muy cerca y entrecerrando los ojos, puedo verlos. Están casi a milímetros de distancia. No me incumbe de lo que estén hablando. Si algo he aprendido en este tiempo es que a Inuyasha le gusta el espacio y yo no quiero verla de todas formas. Me di la vuelta y una de mis flechas se cayó, rodando aún más cerca.

Caminé y, a ciegas, busqué la flecha tanteando el terreno. Sin querer escucho su conversación que no me interesa pero mis oídos no se cierran solos.

-¿Qué pasó hoy Inuyasha?- Es Kikyo y su voz en la de siempre, fría.

-No sé qué me pasó.

-Naraku jamás estuvo cerca de tu campamento ¿verdad?

-No. No sé por qué lo hice.

-Si querías separar a esos dos debiste encargarte tú mismo de hacerlo

-No me importa lo que hagan solo… no sé por qué lo hice.

-¿Amor?-

Esa palabra me retumba en la cabeza. La flecha perdida seguirá perdida porque no quiero ir más allá. Me cubro los oídos con las manos. Inuyasha y amor no son una buena combinación. Nos vio. Me vio acercándome a Miroku. Un escalofrió me recorre la espalda recordando lo celoso que es él y que le fascina celarme cuando se trata de tenerme bien alejada o protegida.

Hubo un gran silencio. No quería oír más. Mis sentimientos estaban lo suficientemente confundidos. No necesitaba a Inuyasha para que me confundiera más. Regresé al campamento con la mente cohibida por los pensamientos.

-No tuvimos mucha suerte Kagome - Me informa Sango con rubor en las mejillas.

Sango también es bonita, de hecho, es hermosa. Con el rostro de una mujer. El cabello lacio y sedoso a la vista. Alta, seguro que mediría uno setenta o uno setenta y cinco, y además es esbelta: con el pecho no muy grande, la cintura bien estrecha a pesar de llevar su traje por debajo de la yukata y las caderas anchas junto con las piernas largas. En mi época, ella sería muy codiciada por los chicos y todo lo que ella pide es un Miroku pervertido e infiel… infiel conmigo. Tardo un par de segundos en responder:

-¿Qué tienen?

- Ocho minúsculos peses – Me los enseña y veo que tiene razón. Los peces no son de más de diez centímetros -. Bayas algo agrias y unos tubérculos raros – Las bayas son rojas oscuras y los tubérculos parecen cebollines. Cuando Inuyasha y yo viajábamos solos, él era prácticamente mi sustento, y tomaba estos y los hervía. Inuyasha siempre tuvo que sobrevivir solo así que todos confiábamos en lo que él recogía, ahora él está con Kikyo.

-Estamos de suerte – Les digo sonriente -. Cacé un par de cosas.

Vacié la bolsa dejando ver los cinco conejos de una variedad de colores pero eran bastante grandes, liebres. El pavo silvestre no era muy grande, es como un conejo adulto.

-Increíble – Me elogia Shipoo

-Bien echo Kagome – Me dice Miroku pero mi mente está empeñada en cocer la comida y dormir.

-Gracias – Digo en voz baja.

Despellejamos a los animales y los desinfectamos para que no nos contagiáramos de algo raro. Sango les saca la piel mientras Miroku le ayuda y Shipoo mete unos animales a la olla de agua hirviente. Yo me encargo de mi parte mientras veo a Miroku de reojo. El me mira y desviamos la mirada al mismo tiempo. Sus ojos son profundos y hacen que se me seque la boca.

Luego de unos minutos, tenemos peces asados y tres liebres en el mismo estado. No nos llenaremos pero estaremos parados para mañana, además tenemos las bayas que no eran pocas y no sabían mal y un par de cebollines para todos. Estamos muertos de hambre pero Sango nos reparte la comida uniformemente, a pesar de que se le hace la boca agua. Pienso que ella será una buena esposa y madre, y ahora, justo ahora, le estoy quitando a su… hombre. Acabamos con un pez de diez centímetros, unas de patas de liebre que está bastante gorda y el tronco de los animales está bien partido en pedazos iguales, los dos cebollines, un puñado de bayas, purifiqué agua y le eché hojas de menta para mejorar el sabor.

Mañana tendríamos desayuno y volveríamos a la aldea para que fuera al colegio unos días aunque sinceramente ya tenía el año perdido por faltas. Estaríamos a mitad del año, a mediados de marzo, lo único que me dolería sería ir al mercado y encontrarme con compañeros de clase. Logré acabar primero de bachillerato con un promedio de siete cerrado. Extrañaba mí- no nada despreciable- promedio de nueve coma cincuenta. Comimos y Sango cayó en unos minutos luego de charlar sobre Naraku.

-Ya puedes decir lo que sea que te guardas – Le farfullé a Miroku, cansada de excusas.

-Puedo volver a tratarla de usted. Si eso quiere.

-Sabes que no me refiero a eso. Me gusta que me tutees.

-¿No tienes nada que decirme? – Me acusa más que pregunta

-No. Mira yo…- Me sudan las manos.

-Kagome. Inuyasha no está y Sango duerme. Shipoo está durmiendo igual. Dime lo que quiera-Su voz me transmite una confianza que hace que me tiemblen los dedos.

-No tengo nada que…

-Quiero la verdad – Pego un bote de miedo cuando su voz baja pero se hace más alta y temeraria.

-No sé qué decirte.

-Puedes empezar diciéndome por qué estabas a menos de cinco centímetros de mi rostro en la mañana.

Mi corazón de detuvo y mi boca se secó.

-No tengo…

-Sabes de lo que hablo. Dime por qué.

-No sé por qué lo hice.

-Si querías besarme, deberías habérmelo pedido – Ríe con suficiencia.

-¿Te parece gracioso?... Yo no lo creo- Le espeté

- Mucho. Puedes besarme si lo quieres así.

-¿Enserio? – Mi voz se tranquilizó considerablemente.

-Justo ahora si quieres.

Vi a Sango. Ella me había dicho que odiaba a Miroku y eso me amparaba de quedar como una mala amiga. Si se entera, le diría que ella jamás me había manifestado que Miroku le gustaba. Metafóricamente hablando, estaría besando a un hermano… No un hermano, sería más como besar a un primo, un demasiado sexy primo. Literalmente estaría besando a la persona que le gustaba a mi mejor amiga.

Ambos estamos a menos de una pulgada de distancia y mis manos se habían aferrado a su traje con necesidad. Suspiré, lista para alejarme pero Miroku atrapó mi aliento y capturó mis labios con los suyos. Una agradable sensación se expandió a mi columna y causó una electricidad en mis manos, estas se movieron a su cuello y sus manos, sin morbo alguno, su posaron en mi cintura con delicadeza, como si no quisiera asustarme. Para mi sorpresa, Miroku era tan inexperto como yo. Sus labios, nuestros labios eran torpes, pero eran cálidos y se amoldaban perfectos, como piezas de rompecabezas. Paramos y nos separamos por aire. Nuestras respiraciones son agitadas y mi corazón late a mil por hora con adrenalina, en parte porque en el bosque, cualquiera pasaría y vería a un monje y a una casi sacerdotisa, besándose. O porque Inuyasha o Sango nos verían, más no teníamos ataduras. Él es un hombre y yo soy una mujer y experimentamos cierta atracción, no es malo que de vez en cuando probáramos un poco de lo prohibido.

Me di cuenta de nuestros cuerpos, entrelazadas las piernas y el tronco pegado. Sus manos en mi cintura baja y las mías en mi cuello. Creí por un segundo que Miroku me manosearía pero no se pasaba de aquel lugar ni por un centímetro, ni un segundo. Miroku rozó su labio con el mío y pasó de nuevo. Así hasta que sentía mis labios hormiguear. No llevaba la cuenta, la había perdido a los trece intensos y diez picos, por decirlo así. Nos separamos completamente, descubriendo lo arrugadas de nuestras ropas.

Miroku me sonrió y yo le sonreí mientras nos mirábamos desde lados opuestos. Saqué mi bolsa se dormir roja y me acosté con pereza. Estoy cansada, no mucho pero los ojos me escuecen. Miroku cerró los ojos y se acomodó en el árbol. Sentí a Inuyasha llegar un minuto luego y me alegré de haber dejado la sesión de besuqueos, ahora venía la culpa.

A la mañana siguiente. Cociné el resto de comida y comimos en silencio. El aire es pesado y siento que de vez en cuando Miroku me mira. En una de esas veces, yo le miro y él sonríe de lado.

-¿A dónde fuiste anoche? – Pregunta Sango a Inuyasha. Yo me estremezco y le lanzo una mirada a Miroku, él ya no me ve.

-A pasear.

-Entiendo- Le respondió y comió dándome una mirada de comprensión.

No la necesitaba. Inuyasha jamás sintió algo por mí. Ahora yo… no siento nada por él y eso me alegra. Luego de comer, caminamos hasta llegar a la aldea. Ya era de noche y las serpientes caza almas de Kikyo llegaron. Traduciendo, Inuyasha se va. Sango se marchó a su aldea a hacerle ajustes a su Hiraikotsu y Shipoo se durmió luego de una buena cena de estofado de la anciana Kaede.

Miroku estaba a mi lado, caminábamos al pozo mientras mis labios picaban por unirse a los de Miroku. Este permanecía callado y serio, como si no hubiera pasado nada. Al llegar al pozo, me quedé estática viéndolo. Me volví a ver a Miroku y él jaló de mi blusa para besarme. Dejé salir un gemido que fue callado por su lengua. Mis manos se deslizaron a los extremos de su túnica y sus brazos me levantaron. Estaba sentada en el pozo en menos de un minuto. Sus labios presionaban los míos con deleite y su lengua acariciaba mi boca con vehemencia, increíblemente excitante. Con agilidad, sus manos tomaron las mías y aunque tenía miedo de caer al pozo. Sus manos llevaron las mías a mi cabeza. Esto es lo más excitante que he hecho. Miroku paró y le dio pequeños besos a mi mandíbula y bajaron a mi cuello.

Sus labios succionaron bajo mi oreja. Me quedaría un chupón por lo que lo separé.

Negué la cabeza:- No puedes dejarme marcas.

-No planeaba hacerlo- Sus ojos eran oscuros y brillantes -. No allí al menos.

-¿Qu…?

Sus manos bajaron el escote de mi blusa, esta es elástica por lo que dejaba mi sujetador celeste al descubierto y el clima no esta tan frío, ya no traía el suéter de lana. Su boca succionó justo donde se unían mis senos, tal vez un par de centímetros arriba. Mis manos se fueron a su cabello. Me arqueé y Miroku tomó mi cintura con su mano libre. Luego de un minuto, tenía un "bello" chupón en la unión de los pechos de color rojo intenso. Miroku me besó por última vez y le dije, seductoramente:

-¿Amigos?

Soy una zorra, me dije mentalmente.

-Solo amigos – Nuestros labios se unieron con necesidad para separarse luego con una sonrisa.

No sé qué va a pasar mañana con nosotros. De hecho, no sé si hay un nosotros pero Miroku me gusta, me gusta mucho. Empezamos a balbucear luego de unos minutos.

-Tú me gustas – Declara él mientras me besa el cuello.

-Tú también me gustas…mucho.

Tomé mi maleta y me marché. En tres días, cuando volviera, besaría sus labios hasta que me dolieran los míos. Suspiro en medio de la noche en el interior del pozo. Me echo el cabello hacia atrás y voy a mi casa a ducharme.

La casa está sola. Prendo las luces de toda la morada y dejo la maleta con las latas de paté en la cocina. Subo las gradas de madera que rechinan un poco. Mi habitación está limpia y ordenada, casi como la habitación de un monje.

Monje

Pero luego viene a mi mente la imagen de peludas orejas plateadas y un traje rojo de suave tela. Me saco la ropa y tomo mi bata de baño para anudarla a mi cintura. Voy al baño y abro los grifos hasta que me gusta la temperatura del agua y la bañera se llena. Tomo unas sales minerales de agradable aroma de un frasco de vidrio. Necesito relajarme y reflexionar.

Me meto al baño y me miro desnuda en el espejo. Soy bastante promedio: baja de estatura, pecho ligeramente por abajo del promedio, caderas...no tengo caderas y las piernas normales y simétricas. Me llevo la mano al chupón y pienso en Miroku. En aquel cabello oscuro y esos ojos violetas. Me meto al agua con lentitud.

Y suspiro con su nombre en mis labios:

Miroku…

Fin

NO sé que me pasó estos días pero se me dio por ver a Miroku más de cerca y le encontré muy guapo. Además me sentía original y salió esto. Creo que se quedará como un One- shot pero si quieren que siga… saben el procedimiento. (Este iba a ser un lemon InuXKag)

Adiós y gracias por los reviews que tuvo No te muevas.