Dicen que el tiempo lo arregla todo, pero las cosas no son tan simples. Entre más tiempo pase, más difícil podría ser arreglar el problema. Eso mismo es lo que pasa entre un niño de catorce años y sus diez hermanas, al menos una de ellas ahora está en la universidad, por lo que sólo le quedan nueve dentro de la casa.
El inicio del problema ahora parece lejano y sumamente tonto, pero el daño provocado fue real: once años de amor y esperanzas familiares que fueron echadas a patadas, seguido de negligencia y maltrato, lo que terminó con la visita de la policía y los servicios sociales. Al menos las cosas pudieron resolverse antes de pasar a mayores, pero las consecuencias fueron terribles para el implicado.
A parte de tener que recibir terapia con uno de los mayores hijos de puta que la existencia hubiera creado, tuvo que soportar miradas de reproche, y hasta odio de parte de su familia. Incluso sus padres parecían culparlo a él... al principio, al menos hasta que se dieron cuenta que realmente lo echaron a perder. Al final, el sentido común siempre resulta ser más grande que cualquier creencia estúpida del momento, especialmente si se basa en una teoría del momento que fue creada por el aburrimiento de una niña genio de cuatro años: "Mi mayor error", fueron sus palabras. Irónicamente, ahora es la única en la que puede confiar, y no era precisamente de confianza.
Las cosas fueron más lentas con sus hermanas, algunas de ellas seguía mirándolo como si fuera un monstruo, otras se mantenían atentas para que su presencia ocasionara más "incidentes", dos lo golpeaban sin piedad cada vez que tenían oportunidad mientras repetían el error que era. Las cosas mejoraron un poco con el tiempo, sí, el tiempo lo arregla todo. Suficiente tiempo para que las personas miren al pasado y digan "soy una mierda". Al final, acaban dejando de hablarte hasta que tienen lo suficiente para comprar ese cómic ultra raro de internet junto con una nota de disculpas, o te componen una canción y se disculpan frente a un montón de adolecentes que no pueden mantener su lívido bajo control.
Tus padres recortan sus gastos y comen mierda durante meses para comprarte una cama mejor de la que vendieron en eBay, junto con un montón de muebles nuevos, y tu hermana mayor se rompe la espalda en dos empleos para darte un celular que sabe sólo usaras como adorno. Incluso las menores terminan viendo la luz de sus actos y tratan de compensarte de alguna forma sólo para que todo vuelva a ser como antes; un pastel de lodo y algunas fotografías adornadas junto a un regalo hecho con amor.
Todos los regalos terminan acumulando polvo en algún cajón olvidado. Se podría usar el espacio para algo más útil, como ocultar revistas porno, no es que hubiera muchos mirones de los que preocuparse cuando tienes una silla en el pomo de la puerta, la ventilación sellada y ni una sola cámara de la que preocuparte.
Pero las cosas no son tan simples.
Las cosas nunca son las vuelven a ser las mismas. El tema puede pasar a ser un tabú, pero no por eso desaparece y lo saben, y saben que lo sabes. Nada nunca vuelve a ser lo que era antes. Terminas distanciándote de quienes te causaron más dolor e ignorando cualquier petición de ayuda o cualquier tipo de reconciliación. Te cansas de repetir que sólo quieres tener tiempo a solas y terminas por refugiarte en casa de tus amigos o la tienda de comics, pero no soportas las miradas de lástima. El mundo lo sabe, y jamás te deja tranquilo, al menos hasta que alguien termina incendiando una iglesia y los idiotas pasan a otra cosa. Eso no cambia que el mundo se olvide de ti, sólo que la piedad disminuye.
Terminas por comprar marcas baratas de tinte para el pelo en un burdo intento de no ser ese niño de las noticias, y acabas por refugiarte en lugares donde nunca has estado sólo para que nadie te reconozca. La familia no toma bien el cambio de colores, pero no objeta nada... Tú madre se retira con lágrimas reprimidas y tus hermanas sólo hacen muecas mientras lanzan halagos forzados. Te cansas de eso rápidamente y las pasas de lado mientras les pides estar sólo. Ninguna insiste mucho, sólo unas últimas palabras detrás de la puerta y la confianza de que tarde o temprano volverán a ver a su pequeño copo de nieve.
La escuela se vuelve un infierno de miradas y galletas de chocolate que rellenan tu casillero hasta el tope. ¿El mundo no puede darte un respiro? Al menos tienes un amigo cuyo amor por tu hermana parece haberse esfumado en cuanto se enteró de todo lo que te hacía, e incluso te da un lugar para quedarte cuando le explicas cómo te sientes y que necesitas un lugar donde ya nadie te mire.
El tiempo sigue pasando, y aprendes que tintes para cabello son mejores y duran más tiempo sin que tú cabeza se sienta pesada. Es mejor teñirlo una vez a la semana que una vez por mes. Pero las cosas en la familia no mejoran. Los cambios son fáciles de advertir: más solitario, ignorando las llamadas y golpes de la puerta, esperando a medianoche para comer y darte un baño antes de dormir. Dando respuestas simples y cortas cada vez que tus hermanas o tus padres salen de sus habitaciones al mismo tiempo que tú, aparentando que no te escucharon en el pasillo.
Un año.
Las cosas se calman un poco en la escuela, y puedes tener una vida más normal junto a tus amigos; ninguno de ellos vuelve a mencionar el tema, pero evitan cualquier referencia a la suerte o las ardillas. Un gesto agradable, pero también molesto.
Con el tiempo libre y una hermanita superdotada con la cual gastarlo aprendes que toda acción tiene una consecuencia, y que el mundo es como un enorme mecanismo al que tú mismo le das sentido: estudias para no llamar la atención de los maestros; aprendes a boxear para mantener lejos a los matones; te mantienes al tanto de la moda en ropa y música para no parecer raro, todo sea para alejar cualquier tipo de miradas y alejarte del rostro de aquel niño de cabellos blancos que aún vez tras el espejo.
Aquellas codiciadas medallas y trofeos comienzan a llegar, pero ya no les vez sentido alguno; no son más que bronce, plata y alguna otra aleación pintada de oro. ¿Qué era lo increíble en ellas? Ya ni te molestas en darles una segunda mirada, todo lo que puedes hacer es aguantar las felicitaciones de tu familia y tratar de aparentar normalidad.
¿O ya era normal? El mundo de hace un año parece un sueño, un sueño que sus hermanas aún viven y tratan torpemente de invitarlo a dormir junto a ellas. Pero ya no puedes; tus sueños se desvanecieron hace tiempo, ni siquiera puedes dormir sin ayuda de dos pastillas que comenzaron como la mitad de una.
Dos años.
La mayoría de tu familia parece haber perdido la esperanza de volver a ver un copo de nieve correteando por ahí. Todo lo que pueden ver es un pre-adolecente de cabello negro y ojos cansados. Tú mismo has llegado a preguntarte si aquel niño siquiera existió o fue parte del sueño de tu familia.
Te uniste a la despedida de la mayor de todas las hermanas, era el momento de partir a la universidad. Todo lo que veías era la rutina en las acciones de su familia, las risas, los abrazos y algunas lágrimas. Comenzaron las promesas de llamadas que no se repetirían tan seguido y las cartas de días festivos. Todo iba perfectamente normal hasta que llegó tu turno; una sonrisa calmada, una despedida seguido de un abrazo y...
-Lo siento. –Un susurró que lo echó todo a perder. El ambiente y el momento eran perfectos, y nuevamente traían algo que ya no sientes que te hubiera pasado a ti. ¿Por qué tu familia insistía en ser la mugre que saboteara tu mecanismo? Al menos el resto fue igual a como pensaste que sería.
Las cosas no cambian mucho; la rutina del gran mecanismo sigue su marcha, sólo tienes a una integrante menos, nada que le afecte directamente. Pasas tiempo consolando a tu hermanita de tres años y medio y algo más de tiempo en la habitación de tú hermana genio. Ella entiende. De alguna forma, ella entiende lo que pasa y sabe cómo actuar a tu alrededor.
Ella sabe lo que quieres.
La partida de la mayor puso más sensible a la mayoría de la familia, especialmente a la nueva hermana alfa, por lo que es mejor mantenerse lejos de casa el mayor tiempo posible hasta que todo vuelva a ser normal, o hasta que aprendan a no tratar de involucrarte en reuniones o pasar tiempo juntos.
Las primeras semanas cumple la promesa de llamar; ves como tú madre habla felizmente por el teléfono de la cocina, en un momento dado guarda silencio y mira hacia ti, entonces susurra de una forma cree que no puedes escuchar.
-Sigue igual.
Como si tu estado fuera una enfermedad. Aprendes a ignorar ese tipo de comentarios, no es la primera vez que los usa ni será la última. Tampoco es la única que trata de cambiarte a algo que ya no eres. Perdiste la cuenta de cuantas veces tú hermana mayor trató de llevarte a la tienda de comics para leer sobre superhéroes que salvan vidas, protegen a los inocentes y recatan a los niños de una mala vida. Fantasía. Pura fantasía sin sentido, esa es la conclusión a la que llegaste. Los verdaderos héroes visten de azul y están atentos a todo lo que podría hacerle daño a los niños, se los puede ver en las calles y rara vez son tan apreciados como deberían.
Cuando llegaste a la conclusión de que era inútil pedir ayuda a un enmascarado con mayas, dejaste de sentirte atraído por los comics. Al final, no eran más que una pérdida de tiempo.
Comienzas a sentir una gran fascinación con los relojes. Los relojes son perfectos, la perfecta maquinaria que jamás se detiene ni desperdicia nada. Cada reloj tiene su número de engranajes que se mueve, especialmente los de cuerda. Consideras a los relojes de cuerda la primera y más perfecta maquinaria creada por los humanos.
Tras de que Lisa te explique sobre ese extraño interés que te ha hecho comprar más de cinco relojes de cuerda distintos; desarmarlos, y aprender como armarlos. Tú hermanita no puede más que suspirar mientras te explica tu necesidad de que cada cosa tenga una función específica, quizás un escape de la dura realidad que es la acción y consecuencia. Te entrega una pequeña guía de armado de relojes y un modelo para que armes y desarmes hasta que estés satisfecho.
Utilizas cada hora de tus domingos para armar y desarmar ese pequeño modelo. Termina teniendo que recalentar comida por las noches y aguantar las ganas de ir al baño sólo para no desprenderte de aquella perfecta maquinaria frente a ti. A lo lago de los mese memorizas cada pieza, cada función, terminas aprendiendo y comprendiendo el nombre de cada una de aquellas diminutas piezas que forman algo tan simple y perfecto como un reloj.
Necesitas más, y Lisa te da más. Lo suficiente para que sientas como toda tú curiosidad es aplacada y puedas regresara a tus domingos normales; saliendo con Clyde, o jugando ajedrez en el parque, quizás entrenar boxeo, o escribir un ensayo. Cualquier cosa que te mantenga lejos de casa, ya estás más que cansado de que algunas de tus hermanas no entiendan que quieras estar sólo.
Especialmente Luna y su mala costumbre de pasarte entradas por debajo de la puerta.
Tres años.
Supongo que las cosas van bien para ti. Tus notas no podrían ser más altas, tus trofeos y medallas ya superaban a tus hermanitas. Pudiste empezar a ganarlas un poco tarde, pero descubriste que tienes un talento nato para el boxeo, el ajedrez y la escritura. Usas tu tiempo libre en la biblioteca para pulir tus talentos, te inscribes en torneos cuando los primeros tres lugares incluyen un cheque. Tu mejor amigo te apoya y descubres lo que podría ser la verdadera hermandad.
El tiempo sigue pasando y te das cuenta que las cosas comienzan a cambiar en tu hogar. ¿Desde cuándo Leni es tan callada? Debería estar trabajando, y en lugar de eso la vez por su puerta separando telas y reciclando viejos vestidos. Meterse en sus asuntos podría traerte más complicaciones, por lo que la ignoras pese a saber que dejó la puerta abierta para que alguien la vea y se acerque a ella. Ignoras ese pequeño sollozo cuando sabes que te ve y cierras tú puerta mientras la trabas con la silla.
Con Leni quizás podrías haber tenido una mejor relación si no se la pasara disculpándose y sus ojos no te miraran con la misma culpa de hace tres años. Aquella chica había tenido que repetir el último año, y tampoco pudo entrar a la universidad. Ahora se la pasaba de empleo en empleo mientras trataba de encontrar algunos estudios más a su nivel. El otro día la encontraste llorando en la cocina con una carta y un sobre con el logotipo de otra universidad.
No hacía falta preguntar si fue otro rechazo. Así que tomaste algo de agua y la dejaste llorar sola, un abrazo o palabras alentadoras podrían hacerla dependiente de ti y buscar nuevamente un consuelo y apoyo en sus peores momentos.
-Linky... –Murmuró mientras te ibas. Leni se limpió los ojos con un dedo y trató de sonreír pese al dolor que parecía estar sintiendo. –Parece que estaré aquí mucho tiempo.
No había una respuesta para eso, así que la ignoraste y regresaste a tu cuarto mientras seguía llorando. Era complicado tratar con Leni desde que Lori se marchó, así que trataste de evitarla lo máximo posible.
Luna comienza a llegar tarde a casa, hay noches que la escuchas tratando de forzar tu puerta mientras le da pequeños golpes y lloriquea por ayuda. Unos analgésicos por la mañana se asegurarían de que te saludara como si nada hubiera pasado. Recuerdas a Luna por haberte culpado de que su novia terminara con ella al enterarse de la verdadera razón de usar un traje de ardilla, te dijo algunas palabras duras mientras sentías esa peste a alcohol que salía de su boca. ¿Abrir su puerta para volver a sentir aquella peste? No gracias. Prefieres ignorarla y esperar que no cayera por las escaleras mientras se tambaleaba hasta su cuarto.
No entiendes porque después de tres años, Luna todavía parece querer una ayuda que no estás dispuesto a darle. Piensas que debería olvidarse de aquel niño de cabello blanco y continuar por ella misma.
Luan fue menos complicada, ella aprendió a dejarte tranquilo desde el primer año. Aprendiste sus rutinas y hábitos, por lo que pudiste evitar sus primeras bromas; algunas veces fue imposible no probar la crema batida, pero con el tiempo mejoraste y finalmente aprendió a dejarte en paz. Suele pedirte tu opinión y consejos; cosas pequeñas, mientras las respondas te dejará en paz.
Lynn fue la más difícil al principio de todo. Te causó un gran dolor cuando la policía tocó la puerta y el asunto pasó a la luz, las demás actuaban ignorantes mientras dejaban que aquella chica desquitara su furia y te culpara de todo. ¿Lo recuerdas? "Mala suerte. Mala suerte. Mala suerte. Maldita plaga de mala suerte. Muérete. Arruinaste nuestras vidas. Me sacaron del equipo. Perdimos el juego. Sólo nos causas dolor. Eres un monstruo. ¿No te importamos? Eres asqueroso".
Esa chica fue la primera razón para querer mantenerte lejos de casa.
Poco a poco las palabras e insultos fueron disminuyendo, más tarde no se molestó en hacer contacto visual contigo. Comenzaste a alejarte cuando notaste que ella quería acercarse, hasta que dejó de intentar.
Finalmente pueden pasar días antes de cruzarse el uno con el otro.
Lucy fue la más fácil de tratar de todas ellas. Se alejó de ti desde que perdiste el traje y no trató de volver a acercarse hasta la actualidad. De vez en cuando encontrabas un sobre negro bajo la puerta, pero dejaron de llegar cuando tuviste que tirar una bolsa entera de ellos para que dejaran de ocupar espacio.
Todavía sueles encontrar fotografías de Lola posando de forma bonita bajo tu puerta, incluso hay unos junto a Lana, aunque ella se veía un tanto incómoda por tener que usar un vestido, o abrazar de aquella forma a su gemela. Las tiras para que nadie que las vea te tome como pervertido o pederasta y piensas si deberías hablar con ellas sobre el tema. Pero no, eso podría traer más problemas, era mejor dejarlas hacer lo que quisieran hasta que se calmaran y te dejaran en paz.
Lana no te hacia muchas preguntas sobre las fotos, sólo daba insinuaciones y finalmente dejaba el tema con las mejillas rojas. Aprendió a no preguntar más sobre eso y parecía conformarse con una sonrisa y que le desordenaras la gorra. Desearías que Lola dejara de arrastrarla a eso de las fotos y quien sabe que más, sería una molestia menos para ti.
Lisa entiende.
Lily no lo sabe.
Tus padres no han cambiado.
Y el mecanismo sigue su propósito.
