Esta historia está dedicada a una lectora especial. No sé si eres una experta en Legeremancia, pero una vocecita no me dejaba en paz… Yuki, perdona la tardanza.

Capítulo I: No pedí volver

Se tocó nuevamente el rostro. No sabía lo que estaba sucediendo. Lo único que recordaba era estar en sus brazos, sentir las lágrimas de él en su rostro, mezclándose suavemente con las suyas. Ese día, a pesar de que sabía que nuevamente moriría, lloraba de felicidad. Felicidad que solo había sentido por y con él. En ese momento sabía que querían decirse tantas cosas, pero ninguno las dijo, porque con ellos siempre sobraban las palabras. Sus labios se habían movido al compás de los de él, en un beso que había deseado, tanto o más que su venganza contra Naraku. Después sintió paz. Esa paz, que hacia tanto había ansiado.

-Inuyasha –dijo en un pequeño susurro. Subió una de sus manos a su pecho, y se sorprendió. Hacia tanto que no lo sentía latir. De hecho, la última vez que recordaba haberlo sentido, fue cuando se resquebrajaba en pedazos por la supuesta traición de Inuyasha. Hacia cincuenta y cinco años había dejado de latir, incluso antes de su muerte.

A parto su mano. Acaso ella… ¿estaba viva?.. No. Eso era imposible. Naraku la había asesinado nuevamente. Pero si era así, entonces ¿por qué estaba allí?. –. Inuyasha -sin percatarse subió sus dos manos hasta su pecho, y una casi imperceptible sonrisa apareció en su rostro. Su corazón nuevamente estaba latiendo, por él.

Bajo la mirada, buscando aquella herida, pero en su piel no había ni siquiera una cicatriz. Se sorprendió un poco, al percatarse de que estaba totalmente desnuda –. "¿Qué… sucedió?. ¿Otra bruja?" –se enojó. Nuevamente había sido traída a la vida con el propósito de tratar de utilizarla. Cosa que nuevamente no permitiría.

Dispuesta a encontrar a la persona que había interrumpido su descanso eterno, intento bajar de la roca en que se encontraba, pero las piernas no le respondieron, provocando que cayera al frio y duro suelo.

Miro a su alrededor, tratando de identificar el lugar. O, por lo menos encontrar a esa persona, pero estaba completamente sola. Lo único que pudo identificar, fueron restos de una sustancia blanca en el suelo, la cual se iba oscureciendo lentamente, hasta desaparecer, y un extraño olor que estaba en el aire.

Intento levantarse, pero escucho unos pasos. Levanto la vista, y frente a ella estaba lo que parecía ser… un demonio. Un demonio que nunca había visto. Tenía el cabello negro hasta la cintura, y unos símbolos extraños, de color azul, se encontraban a cada lado de sus mejillas, y recorrían, además, todo su cuerpo desde el cuello hacia abajo, los cuales eran perfectamente observables gracias a que estaba desnudo.

-Ya despertaste –dijo con una pequeña sonrisa, mientras la miraba con esos ojos rojos que le recordaban a aquel demonio que tanto aborreció… Naraku.

-¿Quién eres y que quieres? –pregunto de forma seria, mientras trataba de levantarse nuevamente con un poco de dificultad.

-Eso carece de importancia… por ahora –la levanto por un brazo, acercando su rostro al de ella –. Lo importante es lo que tú vas a hacer por mí

Ella hizo una mueca de repulsión. ¿Cómo ese asqueroso demonio se atrevía a tocarla?. Levanto la mano, y le agarro el brazo. Los demonios merecían ser purificados o enviados a donde merecían estar… el infierno.

Una carcajada de burla se escuchó en el lugar, después de que ella colocara una expresión de confusión –. No soy estúpido. Me asegure de que no pudieras utilizar tus poderes - la agarro por el cuello y la levanto, aún más.

-¿Qué… quie…res? –dijo con un poco de dificultad al no poder respirar, pero con esa mirada que siempre la caracterizaba, mientras trataba de soltarse, pero era imposible sin sus poderes espirituales.

-A ti –dijo apretando un poco más fuerte. Ella empezó a sentirse un poco mareada, observando como todo a su alrededor se volvía negro. Apretó con más fuerza el brazo que aprisionaba su cuello, en un intento vano de soltarse. Pero nuevamente fue inútil. Cerró los ojos, y mientras era arrastrada a la oscuridad, sintió una presencia. Abrió con un poco de dificultad los ojos. No sabía si aquella imagen era real, o una simple alucinación, pero aquella mancha roja, fue lo único que observo claramente.

-"Inuyasha"- fue lo único que alcanzo a pensar antes de cerrar lentamente los ojos, quedando sumergida en aquella oscuridad.


Acaricio lentamente la mejilla de la chica que tenía al lado. Desde que la conoció habían pasado casi cinco años. Años en los cuales había cuidado de ella. Cinco años en los cuales había sido su amigo, pero ya no se conformaba solo con eso. Siempre la había considerado una niña hermosa, pero ahora era perfecta. Para él lo era. Para él, Rin, era perfecta.

Miro esos ojos que tanto le encantaban. Deseaba que ella olvidara a su señor, y se percatara de cuanto la amaba. Deseaba tanto que esos ojos solo lo miraran a él -. "Si tan solo ella…"

-¡Kohaku!

-¿Eh?-dijo un poco confundido el chico, al salir de sus cavilaciones.

-Kohaku, ¿qué te sucede?. Te estoy hablando desde hace un rato, pero pareces ido… estas raro –dijo mientras observaba fijamente al chico, que todavía tenía su mano en la mejilla de ella. Él solo sonrió –. Te preguntaba con cuantos demonios te habías encontrado

-No muchos…-nuevamente se perdió en su imagen. Él la amaba, pero ¿cómo decirlo?. Respiro profundo. Kagome, le había explicado algunas cosas respecto a ese tema, y no parecía difícil. Así que no importaba como, solo tenía que decirlo. Ahora o nunca -. Rin, yo quiero… que tú… seas mi… n-novia –la voz le había temblado en cada palabra, y se había ruborizado totalmente. A pesar de que tenía casi diecisiete años, seguía siendo el mismo chico tímido de antaño, y más si estaba con ella.

-¿Novia? –sabía que había escuchado a Kagome, mencionar esa palabra, pero no podía recordar que significaba.

-Sí, e-es cua-ando dos pe-ersonas se qu-uieren y…-no pudo seguir hablando, cuando una expresión de sorpresa apareció en el rostro de ella, quien se quedó observándolo por unos segundos, antes de apartar, la mano de él, de su mejilla. Dejando de mirarlo –. Rin…

-Lo siento… pero yo no puedo… -bajo la mirada, observando la hierba. Agarrando entre sus dedos algunas hojas.

-¿Es por el señor Sesshomaru? - ella no lo miraba, pero pudo percatarse que apretaba sus labios -. ¿Cuándo vas a entender que él no te quiere de esa forma?… nunca podría. Porque tú no puedes darle los descendientes de sangre pura que él quiere –dijo un poco enojado. Él sabía que ella no tenía la culpa de no quererlo, de hecho, a él eso no le importaba tanto como la felicidad de ella. Y, él sabía que era poco probable que ese imponente demonio la tomara como su mujer. Siendo a lo único que podía aspirar Rin, en el caso de que él aceptara aparearse con una humana, era ser una simple concubina… y ella no se merecía eso.

A la chica se le colocaron los ojos brillosos, y se levantó, con la intención de marcharse. Pero él, la agarro por un brazo.

Se sentía el más grande idiota del mundo, ¿por qué tenía que ser tan sincero con ella? –. Lo siento, Rin, yo…

-¡Suéltame! –intento soltarse, pero él aumento la fuerza del agarre, sin llegar a dañarla -. ¡A mí eso no me importa!… ¡yo solo…! -la voz se le quebró - solo quiero estar al lado de él, sin importar en qué condiciones –dijo mientras algunas lágrimas corrían por sus mejillas.

Soltó el agarre que tenía en su brazo antes de jalarla hacia él. La quería más de lo que imagino querer a alguien distinto a su hermana, por lo cual odiaba verla sufrir. Si tan solo él pudiera hacer que ese demonio la amara… lo haría. A pesar de que su alma muriera en el proceso, con tal de hacerla feliz, lo haría.

La aparto lentamente, y se quedó observándola a los ojos -. Si pudiera darte lo que deseas, lo haría –dijo en un pequeño susurro melancólico –. Pero lamentablemente solo puedo ofrecerte… -agarro la mano de ella, llevándola hasta su pecho -, mi corazón, y quisiera… –ella no decía absolutamente nada, solo lo observaba con los ojos llenos de lágrimas que luchaban por no salir.

Sin poder y querer evitarlo, acerco lentamente su rostro al de ella. Sintió la forma suave en que el aire salía por su nariz, lo cual hizo que sonriera inconscientemente. Levanto la mirada, asegurándose de que ella lo observaba –que tú me dieras el tuyo –fue lo último que dijo antes de acortar totalmente la distancia entre ellos y rozar sus labios. Esos labios que tanto ansiaba probar.

Besarla no era como lo había imaginado. Definitivamente era mejor. Trato de abrazarla más fuerte para profundizar el contacto, pero ella metió las manos entre ambos y lo aparto –. Rin… - trato de acercarse nuevamente a la chica, la cual estaba un poco ruborizada.

-No… –con una mano se cubrió la boca, la cual resbalo suavemente por sus labios, descubriendo nuevamente su boca -.¡No vuelvas a tocarme! -él intento hablar, pero ella no se lo permitió -. ¡Entiéndelo, jamás te veré de esa forma, somos amigos! –dijo de forma seria, mientras algunas lágrimas corrían por sus mejillas.

Él trato de hablar, pero ella se alejó, corriendo, del lugar.

El chico tomo en brazos al pequeño demonio que tenía forma de gato, y volvió a mirar por donde ella se había ido.

-Creo que tengo que olvidarla, Kirara –dijo de forma melancólica, para después, también caminar en dirección hacia la aldea.


Corría con todo lo que sus piernas le daban, dejándose guiar por aquel olor. Hacía mucho no sentía ese aroma, pero jamás lo olvidaría. Al principio creyó que era Kagome, pero eso era imposible, ya que su olor había cambiado un poco. Apretó las manos con fuerza. Solo había una persona, además de Kagome, que poseía ese olor tan especial. Pero que esa persona estuviera allí, era imposible. Pero, ¿quién más podía tener ese aroma además de ellas dos?. Negó mentalmente. No podía ser ella. Aquel aroma estaba mezclado levemente con un olor que jamás había percibido.

Diviso a unos metros una gran cueva. Y, sin perder más tiempo corrió hasta allí. Al entrar tapo su nariz con la manga de su haori. El aroma era totalmente enmascarado por aquel olor extraño, que le causaba repulsión.

Miro a su alrededor, observando lo que parecía ser un hombre de pie sosteniendo a otro cuerpo, que parecía ser el de una mujer, por el cuello. Abrió los ojos desmesuradamente, al reconocer a la mujer… era Kikyo.

-Un hanyou – soltó el frágil cuerpo, haciendo que cayera al suelo, para después girarse por completo. Inuyasha, permanecía en shock, pero al ver caer el cuerpo al piso, levanto la mirada con odio –. Una insignificante criatura como tú osa interrumpirme –dijo de forma calmada, pero sus ojos se oscurecían lentamente hasta quedar de color negro.

Inuyasha, agarro fuertemente el mango de su espada, sin dejar de mirar con rabia al demonio que tenía enfrente.

-¡Maldito!. ¡Cómo te atreviste a tocarla! –dijo para después lanzarse al demonio con Tessaiga. Este esquivo fácilmente el ataque, y con una cola de serpiente, que antes no tenía, golpeo al chico lanzándolo fuera de la cueva, cayendo cerca a la orilla de un río que corría a unos metros de allí -. "Maldición…tengo que destruirlo antes de que se trasforme y pueda hacerle daño a Kikyo" –pensó mientras se levantaba. Bueno, al menos tenía que agradecer que lo sacara de la cueva, ya que si adentro utilizaba alguna técnica de su espada, lastimaría a Kikyo. Observo como el demonio salía de la cueva. Su cuerpo parecía estar oscureciéndose.

El demonio le lanzó otro ataque con la cola, pero él lo esquivo. Sin ánimos de alargar la pelea lanzo un viento cortante. Observo que el demonio levantaba una mano, segundos antes de que se lanzara al río.

Él estaba atento por si el dominio salía del agua, ya que no estaba seguro de que el viento cortante lo hubiese impactado. Pero una delgada figura que se asomaba, con dificultad, en la entrada de la cueva, llamo su atención, y sin pensarlo dos veces corrió hacía ella.

-Kikyo, como tú… ¿estás bien? –dijo tomándola en brazos antes de que cayera al piso. Se quitó su haori, y la cubrió con éste.

-Inu…yasha –una pequeña sonrisa, como la que le dedico aquella vez en que nuevamente había muerto, se formó en sus labios. Estaba feliz, lo había visto una vez más. Sin poder evitarlo, sus ojos se cerraron nuevamente, en los brazos de su amado Inuyasha.

Mientras esto sucedía en la entrada de la cueva, del agua salía el demonio en su forma totalmente humana. Parte de su piel se desprendió, como si fuera la ecdisis de una serpiente. Estaba muy débil por haber resucitado a la sacerdotisa, por lo cual, no había podido matar a tan molesto insecto. Se miró el cuerpo, y a pesar de que la herida no era tan grave como antes de la ecdisis, todavía necesitaba sanar más.

-Maldito, hanyou. Después de matarte, ella tendrá que darme lo que necesito – observaba fijamente hacia la cueva, mientras sus ojos se volvían lentamente rojos. Esperaba sanar rápidamente, para así, poder recuperarla antes de que el sello se rompiera, y ella recuperara sus poderes. Después de mirar una última vez se perdió en la profundidad del bosque.


Limpiaba delicadamente el rostro de la chica que permanecía dormida. A pesar de que su expresión era serena, su mirada era de tristeza. Esa tristeza que no sentía hacia tantos años, y que sintió nuevamente cuando lo vio con ella en brazos.

Suspiro. Aunque Kikyo, estuviera nuevamente con vida, ella tenía que confiar en Inuyasha. Después de todo él le había demostrado que la amaba, y además ella estaba… un agarre en su mano la saco de sus cavilaciones. Miro fijamente a la chica que permanecía con los ojos cerrados, y sin pensarlo sus labios se movieron.

-K-Kikyo –la aludida abrió lentamente los ojos, y después de observarla por unos segundos la soltó. Ella solo la observaba. Ahora que lo notaba, si parecían ser de la misma edad, solo diferenciándose en el color de la piel y la forma del cabello. Ella seguía teniendo la piel un poco más oscura que la de Kikyo, y su cabello, aunque ya no era tan ondulado, no era tan liso y largo como el de la otra sacerdotisa. Intento nuevamente hablar, pero la puerta de la cabaña se abrió.

-Hermana, ya despertaste –dijo con emoción la anciana. Kagome, sin esperar salió de la cabaña. Kikyo, solo alcanzo a ver la espalda de la chica, percatándose de que estaba vestida igual que ella –. Te colocamos uno de los trajes de sacerdotisa de Kagome –dijo la anciana, al percatarse de que su hermana había mirado a la otra chica y después sus ropas –. Hermana, ¿cómo es posible que estés…?

-No lo sé –dijo con su tono característico –. Solo recuerdo morir en brazos de Inuyasha, y luego despertar en una cueva. Había un demonio, pero aun no estoy segura de por qué y cómo me resucito. Pero de lo que si estoy segura es de que utilizo un sello… uno muy poderoso

-¿Un sello?

-Sello mis poderes –dijo para después sentarse. Observo nuevamente hacia la salida –. ¿Cuánto ha pasado?, ella luce diferente

-Cinco años hermana –la chica no pareció sorprenderse, ya que tenía la misma inexpresión de siempre

Después de mantenerse por casi un minuto en silencio, hablo nuevamente -. ¿Dónde está Inuyasha?

-Él tuvo que salir con el monje Miroku –se sentía un poco incomoda por la situación, pero prefería que lo supiera por ella -. Hermana, creo que debes saber que Inuyasha… él tomo a Kagome como su mujer - la chica por una fracción de segundo pareció tener una mirada de tristeza, pero inmediatamente, su mirada se transformó en la vacía e indescifrable de siempre –. ¿Adónde vas? –dijo al ver que la chica se levantaba y caminaba hacia la puerta.

Ella ni siquiera miro, o le respondió a la anciana, solo agarro un arco y flechas que estaban cerca de la puerta, y salió. Todavía no tenía sus poderes espirituales, pero aún seguía teniendo buena puntería.

Con pasos lentos, se dirigió al bosque. Ignorando a su paso, las miradas de miedo de algunos aldeanos o los rezos que le dedicaban otro. Sin proponérselo, sus pies la llevaron hasta el árbol sagrado. Cuando estuvo frente a este, no pudo evitar colocar una de sus manos en el lugar donde había sellado cincuenta y cinco años antes a Inuyasha.

-"Logro estar con él"

Siempre supo que eso sucedería en algún momento, pero no podía evitar que le doliera. No podía evitar sentir aquel dolor que en el pasado la destruyo.

La envidiaba. Siempre lo había hecho, y por eso había intentado asesinarla al principio. Kagome, era un poco torpe, le gustaba inmiscuirse en lo que no debía importarle y demostraba sus sentimientos más de lo que debía. Tenía todas las debilidades de las cuales ella había carecido. O, mejor dicho, aquellas debilidades que había tenido que ocultar desde que tenía conciencia. Por eso consideraba que Kagome, era todo lo que ella nunca pudo ser. Ella era ese reflejo empañado del cual se quiso deshacer, pero al final se arrepintió. Kagome, hizo lo que ella nunca pudo, a pesar de que siempre lo quiso hacer… ser normal. Kagome, había nacido de aquellos sentimientos que a pesar de la muerte, aun sentía por Inuyasha, pero a pesar de eso no pudo evitar odiarla, aun sabiendo que ella no tenía la culpa por lo injusto que había sido su destino.

Nunca pidió volver. Lo único que quiso una vez, fue ser egoísta… ser y sentirse normal, pero el destino no se lo permitió. Solo pudo sentir paz al morir, pero nuevamente volvió en contra de su voluntad. Pero eso nadie lo entendió.

Aceptaba que no fue de la mejor forma, pero ella solo intento tener a su lado a la única persona que la había amado y comprendido, pero eso nadie lo entendió. Solo recibió odio por lo que era y lo que quería, menos de Inuyasha y ella. Kagome, a pesar de saber que eran rivales, nunca la odio, o por lo menos no como ella lo hizo. Después de todo, ella conservo las mejores de sus almas, mostrando lo que ella nunca pudo, aunque siempre quiso ser.

Creyó que si Kagome desaparecía, todo seguiría el curso que debió haber seguido, si Naraku no se hubiese interpuesto cincuenta años atrás. Pero después, aunque no quiso aceptarlo, se dio cuenta de que nada volvería a ser como antes, y solo la envidio. Ella estaba viva y estaría por siempre con Inuyasha, cosa que irremediablemente, ahora había logrado.


- No vayas tan rápido, si no me vas a llevar en tu espalda –trataba de llevarle el ritmo, pero ese día Inuyasha parecía tener más urgencia de llegar que de costumbre -. No sé qué tanta urgencia tienes por llegar –dijo con el ceño fruncido, mientras giraba la cabeza para ver al chico que corría a su lado.

-No tengo la culpa de que seas muy lento. Yo voy normal –dijo sin ni siquiera mirarlo, mientras aumentaba inconscientemente la velocidad. El monje suspiro cansinamente, sabiendo que después de eso, Inuyasha, lo despellejaría vivo, pero si no lo hacía, no podría conseguir la información que necesitaba. Saco de su túnica un papel y lo lanzo a la espalda del peliplata, haciendo que éste cayera de cara al piso –. ¡Maldito, monje, ¿qué demonios me hiciste!? –decía totalmente colérico, mientras trataba de levantarse, pero por más que lo intentaba no podía.

-Tranquilízate, Inuyasha, solo quiero hablar contigo –dijo de forma suave, pero con un poco de burla, al observar como el hanyou, no dejaba de intentar levantarse a pesar de saber que sería imposible –. Deja de ser tonto, solo vas a agotarte

-Solo deja que me libere maldito y veras… ¡te matare con mis propias manos!

Suspiro. Inuyasha, jamás cambiaria. Tratando de no reír por la situación, dijo -.¿Qué piensas hacer? –dijo de forma seria, el otro chico lo miro sin entender –. Sé que estas así por la señorita Kikyo –guardo silencio esperando que Inuyasha hablara, pero al percatarse de que no lo haría, prosiguió -. ¿Acaso vas a comportarte como antes con la señorita Kagome? -el peliplata quedo serio por unos segundos.

-No sé de qué hablas –giro su cabeza a un lado -. Solo quiero saber por qué, Kikyo, estaba viva y que quería ese demonio con ella… solo… quiero protegerla esta vez –dijo con un poco de rabia y melancolía al recordar que no había podido cumplirle esa promesa cinco años atrás.

-Espero que no vuelvas a confundir tus sentimientos, recuerda que quien menos merece sufrir es la señorita Kagome

-Eso lo sé –dijo en un pequeño susurro sin mirar al monje, pero después de unos segundos de silencio, levanto la mirada, observando como el monje se alejaba a gran velocidad –. ¿¡Adónde vas monje de los infiernos!?… ¡libérame!

-¡Lo siento, tengo mucho porque vivir! –dijo antes de perderse de la vista del hanyou, que solo lanzaba improperios en su nombre.


-"Maldito monje. Cuando lo encuentre pagara por lo que hizo" –corría, sin dejar de imaginar la forma más dolorosa en que torturaría a Miroku. No solo lo había abandonado después de sellarlo. A demás, lo había dejado durante casi cuatro horas contra el suelo, hasta que llego Kohaku a liberarlo, por pedido del monje cobarde.

Pero cuando estaba cerca de la aldea, sin que se percatara, su cuerpo seguía aquel aroma. Cuando se percató de lo que hacía, ya estaba a unos metros del árbol sagrado. Pero no se alejó, se quedó entre unos arbustos observándola. Ella estaba sentada sobre las raíces del árbol sagrado, de espaldas a él.

-Sal, Inuyasha… ya sé que estas allí –dijo todavía de espaldas. Al menos todavía podía sentir la presencia de demonios, lo que le hacía pensar que el sello era temporal.

-Kikyo… –ese mismo susurro melancólico que siempre utilizaba para referirse a ella, salió de sus labios.

- ¿Quieres saber por qué estoy aquí?. No lo sé… todavía –seguía de espaldas mirando a lo lejos -. Pero esta vez es diferente… mi corazón… late

-Pero...- ella se giró hacia él, con la mano en su pecho.

-No me resucito de la misma forma que utilizo aquella bruja. Él… -no sabía si decirle a Inuyasha, lo que creía había hecho aquel demonio para traerla devuelta. Pero finalmente decidió no hacerlo - debe creer que la perla aún existe

-La anciana Kaede, ¿te hablo sobre todo lo que sucedió? –pregunto un poco nervioso, por lo que ella había dicho.

-No hace falta –no sentía la perla. Al principio creyó que era por el sello, pero después lo descarto, al recordar que había percibido la presencia de Inuyasha, lo que significaba que lo único que no podía hacer era purificar demonios.

Se quedaron en silencio. Solo observándose. Pero después de casi un minuto, él no pudo evitar realizar un pedido, que sabía que ella le negaría -. Quédate aquí… en la aldea

-Sabes que no lo haré –miro hacia el horizonte. Concentrándose en un punto inexistente.

-Por favor Kikyo… déjame protegerte

Ella lo observo. Estaba allí… viva, y era una mujer normal, bueno al menos por ahora. Y, él… estaba allí, con ella.

-¿La amas, Inuyasha? –dijo mientras acercaba lentamente su rostro. Nuevamente estaba allí con él. Nuevamente no había pedido volver. Pero si el destino se empeñaba en sacarla de la muerte y reunirla con él, ella no lo evitaría, porque ella siempre lo amaría más allá de la muerte –. ¿La amas… a ella?

-Kikyo… yo… -no pudo seguir. Ella lo había abrazado. Se quedaron en esa posición por unos segundos, hasta que él, también, la rodeo con sus brazos. Sin poderlo evitar, sonrió. Ya no llevaba ese asqueroso olor a muerte. Aunque, tenía algo distinto en su olor, era ella. Kikyo, nuevamente estaba con vida -. Hay cosas que jamás cambiaran –dijo en un pequeño susurro, abrazándola más fuerte -. Te quiero, Kikyo, y eso jamás cambiara, pero… -no pudo seguir. No sabía cómo había sucedido, pero los labios de ella se habían sellado con los de suyos. No fue un beso frio como los demás. De hecho, ni siquiera era un beso, porque los labios de ninguno de los dos se movían.

Ella intento profundizar el beso, hincándose todo lo que le fue posible. Pero cuando él, se percató de eso, interrumpió el contacto.

-Lo siento –dijo para después empezar a correr en dirección a la aldea –."¿Por qué demonios lo hice?… yo… amo a Kagome. Solo… quiero protegerla" –iba corriendo, pero escucho unos pequeños sollozos, por lo cual se detuvo. Olfateo un poco el aire y corrió lo más rápido que su cuerpo le permitió, en dirección contraria. Kagome, estaba llorando.

Ella estaba frente a unos arbustos. Agarrando algunas hojas que colocaba en una canasta. Pero seguía llorando -.¿Tú…nos viste? –dijo de forma temerosa, mientras se maldecía internamente por no haberse dado cuenta de la presencia de Kagome. Pero todavía no se percataba de su presencia si estaba concentrado en otra cosa. Ella no dijo nada. Tampoco lo observaba. Pero sus sollozos ya no se escuchaban -. Yo…- ¿cómo explicarle lo que sentía por ella, y quería hacer por Kikyo?. Después de lo que ella había visto. Nunca fue bueno con las palabras, y ahora no era la excepción. Sabía que no importara lo que dijera, porque ella lo comprendería, aunque eso la lastimara. Pero él no quería eso. Suspiro cansinamente -. Kagome, yo… -no pudo terminar. Kagome, se había girado hacia él, y tenía fruncido el ceño. Eso no era buena señal. Por lo menos, no para él -, y-yo…

-Inuyasha, un… -unos gritos se escucharon en la aldea – un demonio muy poderoso –intento caminar en dirección a la aldea, pero Inuyasha la detuvo.

-Tú te quedas aquí –dijo mientras miraba de forma fija a la chica. No quería dejarla allí sola, pero sabía que allí no se expondría mientras él se encargaba de destruir al demonio. Ella frunció el ceño e intento soltarse. Él suspiro. ¿Por qué esa mujer tenía que ser tan terca y más en su estado? –. Si no te quedas aquí no podré estar tranquilo –ella abrió la boca con la intención de protestar, pero él no se lo permitió -. Si no quieres escuchar lo que te digo… piensa en nuestro cachorro

Hizo un bufido de molestia, cruzándose de brazos, cuando él la soltó. Ella no lo observaba, pero él si lo hacía -. No vayas por ningún motivo –cuando termino de hablar, corrió en dirección de la aldea.

Cuando llego a la aldea, se sorprendió un poco al ver a aquel demonio allí, destruyendo todo lo que había a su paso.

-¿Dónde está?. ¿¡Dónde está la sacerdotisa!?

Arrasaba con todo a su paso. Pequeños remolinos destruían las cabañas, mientras lo que parecían ser ráfagas de viento, asesinaban a uno que otro aldeano. Las flechas empezaron a caer, como si fueran lluvia, sobre su cuerpo, pero no parecían causarle ningún daño. Sus ojos negros observaban en todas las direcciones, enfocando cada mujer que corría tratando de alejarse del lugar, pero él se lo impedía, atrapándolas en pequeños remolinos de aire, como si fueran una jaula.

Sabía que la sacerdotisa se encontraba con el hanyou, y aunque no se había curado completamente, tenía que llevársela antes de que el sello se rompiera. Pero a pesar de que su olor estaba en el aire, no podía identificar la dirección exacta en que ella se encontraba.

Sonrió, cuando aquel apestoso olor a hanyou llego a sus fosas. Esquivando, por segundos, aquella ráfaga de viento, que parecía ser millones de espadas. Otro movimiento de la espada de aquel asqueroso hanyou, y nuevamente otra ráfaga de viento se dirigió hacia él, por lo que en respuesta, levanto su mano derecha, y con un simple movimiento, el viento cortante se desvaneció.

Era un demonio que manipulaba el viento, al igual que lo hizo una vez Kagura, pero de una forma diferente. No solo parecía controlarlo, también parecía tener la capacidad de crearlo.

-Tú no eres rival para mí, asqueroso hanyou. Si me entregas a la sacerdotisa, tal vez te perdone la vida. Solo tráela ante mí

Un gruñido salió de la boca de Inuyasha, como respuesta, mientras apretaba el mango de la espada. Había lanzado un viento cortante, suponiendo que lastimaría nuevamente al demonio, y cuando chocara contra los remolinos, tal vez saldrían despedidos por los aires algunos aldeanos, pero no les haría daño. Pero nada había resultado como lo imagino. Si lanzaba otro ataque, aquel demonio lo detendría nuevamente, pero si utilizaba otra técnica, podía lastimar a los aldeanos que todavía seguían en aquellas cárceles de viento. Sin otra opción, decidió guardar a Tessaiga, por lo menos, mientras lograba alejar al demonio de la aldea.

Se lanzó hacia el demonio, pero este lo esquivaba con facilidad. Él no lo tocaba, pero aquel demonio tampoco lo hacía. O, eso parecía, pero el viento a su alrededor le provocaba pequeños cortes en el rostro y cuerpo. Solo logro golpearlo una sola vez en el rostro, antes de que una ráfaga de aire golpeara violentamente contra su estómago y lo lanzara a unos metros de distancia.

-Pensándolo bien, asquerosas criaturas como tú no merecen vivir –abrió la mano, y una pequeña llama, que se colocaba lentamente de color negro, apareció en su palma. Todavía estaba débil, y utilizar cualquier tipo de llamas, lo debilitaría aún más, pero esa asquerosa aberración merecía morir de forma lenta y dolorosa.

Cuando levanto la mirada, no pudo evitar sorprenderse por la gran llamarada oscura que se dirigía hacia él. Parecía ser fuego. Pero no solo era eso, parecía tener una gran cantidad de veneno. Trato de levantarse, pero el golpe que había recibido, lo había lastimado más de lo que había creído. Con dificultad se levantó, pero su cuerpo parecía temblar. Saco su espada, dispuesto a contener como diera lugar el ataque, o morir en el intento. Pero antes de que pudiera hacer algo, una flecha iluminada paso muy cerca de su rostro, chocando contra la llamarada oscura. La flecha parecía tener una resistencia que le impedía seguir, pero las llamas a su alrededor, se empezaron a esclarecer, hasta desaparecer, logrando cruzar completamente y purificar el fuego.

Los dos giraron hacia la persona que había lanzado la flecha, sorprendiéndose de que ella estuviera allí.

-Una sacerdotisa –se veía igual a Kikyo, pero era imposible que ella pudiera lanzar flechas sagradas. Olfateo nuevamente el aire, y una mueca de asco apareció en su rostro, confirmando que no era ella -. No me eres de utilidad –levanto la mano, y una ráfaga de aire parecida a viento cortante se dirigió hacia ella.

Inuyasha, corrió hacia ella, pero sabía que jamás lograría alcanzarla a tiempo. Ella hizo una barrera, pero cuando el viento impacto en ésta, provoco que ella cayera de rodillas en el suelo. Miro hacia Inuyasha, y se tocó el abdomen, antes de cerrar los ojos, provocando que la barrera desapareciera.

- ¡Kagome!

Aumento la velocidad lo más que pudo, cuando otra ráfaga de viento fue dirigida nuevamente hacia ella. Tenía que llegar. No podría salvarla, pero por lo menos moriría con ellos. O, eso pensaba, hasta que un boomerang pasó por arriba de su cabeza, y Kohaku, sobre Kirara, agarró a Kagome, alejándose con ella. Y, sin poder evitarlo un pequeño suspiro de alivio escapo de sus labios.

Cuando dirigió nuevamente su atención al demonio, se percató de que algunos aldeanos corrían. La mayoría de remolinos de aire, se habían desecho liberándolos.

-"Se está debilitando"-desenfundo a Tessaiga. Si a aquel demonio se le estaba dificultando controlar el viento, no podría controlar el viento cortante. Lo lanzo, pero el demonio logro esquivarlo con un poco de dificultad. Pero esto provoco que los remolinos que quedaban desaparecieran. Viendo como los aldeanos se alejaban, se dispuso a lanzar un ataque más potente, pero antes de que pudiera realizar el ataque, dos grandes alas y una cola negra de serpiente, le salieron al demonio. Levanto una mano, creando una ráfaga de viento lo suficiente poderosa, para deshacerse del hanyou y la mujer castaña que había empezado a atacarlo.

Estaba muy débil para tomar su verdadera forma, pero ese asqueroso hanyou había salido más molesto de lo que pensaba. Voló en dirección a los aldeanos que huían. Enfocaba a todas las mujeres, pero estaba seguro de que ninguna de esas insignificantes humanas era ella. Lanzo su cola hacia ellas, enrollando con esta a una mujer. Necesitaba recuperarse y comer.

-¡Rin!

Su intención era volver cuando se recuperara totalmente, pero un olor peculiar provoco que se detuviera. Kikyo, se acercaba. Sin pensarlo, se dejó guiar por su olfato, volando en dirección a ella.

Cuando la tuvo frente a él, lanzo a la chica al piso y agarro a Kikyo con la cola. Observándola fijamente -. Te encontrare, sin importar a donde vayas –apretó más el agarre que mantenía en ella, sonriendo mientras lo hacía.

Con un poco de dificultad levanto el arco -. "Si tan solo pudiera utilizar la flecha sagrada, todo acabaría" - Tenso el arco, a pesar de que todo a su alrededor empezaba a volverse negro, provocando que las risas de burla de él, aumentaran. Pero antes de que perdiera el conocimiento por completo, o pudiera disparar la flecha, sintió como su cuerpo caía de forma brusca al suelo. Levanto un poco la mirada, y vio a aquel frio demonio –. "El hermano de Inuyasha" – éste se mantenía tan impasible como siempre, mientras observaba hacía el cuerpo que estaba tirado cerca de ella, volteando después de unos segundos, hacía el otro demonio que se levantaba.

-Un daiyokai –dijo con una pequeña sonrisa –. Sin importar quien seas te matare

-¡Como te atreves a hablarle así al amo Sesshomaru!. ¿¡Acaso no sabes con quien estás hablando, demonio insignificante!? –se escuchó una voz rasposa detrás del imponente demonio. El aludido lo miro, y el pequeño demonio, volvió a esconderse detrás de su amo.

-Jaken, llévate a Rin –dijo de la misma forma inexpresiva que siempre utilizaba para hablar, pero sus ojos, se estaban colocando lentamente, de color rojo.

-Amo, y… ¿la otra humana? –pregunto con un poco de temor.

-No es mi problema lo que suceda con ella –de hecho a él le daba lo mismo si ahora mismo ese demonio mataba a esa simple humana frente a él. O, si masacraba a toda la aldea. Pero lo único que jamás dejaría pasar era que ese demonio se hubiese atrevido a tocar a Rin… lo destrozaría. Vio como el pequeño demonio cargaba en su hombro con un poco de dificultad a la chica, y salía prácticamente corriendo del lugar.

Kikyo, intento levantarse, para agarrar el arco que había caído un poco alejado de ella, pero su cuerpo dolía. Dolía tanto como cincuenta y cinco años atrás. Sin poder levantarse, solo pudo observar, como el hermano de Inuyasha, lanzaba una especie de látigo color verde, logrando golpear directamente al demonio, el cual había caído en el suelo.

Se giró dispuesto a seguir su camino. Ni si quiera la miro, solo paso a su lado, caminando de aquella forma serena y elegante que lo caracterizaba. Pero algo se lanzó hacia él, enrollándolo completamente, sin darle tiempo a reaccionar. Mordiéndolo en un hombro.

La verdadera forma completa del demonio, era una serpiente negra, con alas del mismo color, que poseían un par de cuernos cada una.

Sus ojos se colocaron totalmente rojos, y con la mano contraria intento desgarrar al demonio, pero éste se enrollo con más fuerza a su cuerpo. Hizo un sonido de molestia. Ese demonio se había atrevido a tocarlo. Sin esperar un segundo más se transformó en un perro endemoniado, y apretó con sus colmillos a la serpiente gigante, lanzándola un par de metros.

La serpiente intento erguirse pero su cuerpo volvió a caer. Sesshomaru, empezó a caminar hacia él, pero sin poder evitarlo, cayó al piso –."¿Qué demonios?"- sin poder controlar su verdadera forma, tomo nuevamente su apariencia humana.

La serpiente también estaba gravemente herida, pero se arrastró hasta el demonio peliplata, enrollándolo nuevamente con su cola, apretándolo lo más fuerte que podía, con la poca fuerza que le quedaba. Jamás había devorado a un igual, pero no dudaba que sería una presa más agradable que los asquerosos humanos o hanyo's.

Sabía que si ese demonio lograba matar al hermano de Inuyasha, no habría quien lo detuviera en esos momentos. Se levantó con un poco de dificultad, y tenso el arco. Tal vez no serviría de nada, pero tenía que intentarlo -. "Si el sello se rompiera…" – se concentró, pero un fuerte dolor en el pecho, casi la hace perder el equilibrio. Pero no le importo, tenía que acabarlo o nuevamente moriría… sin estar al lado de Inuyasha. Cerró los ojos y disparo. La flecha se ilumino un poco. No era lo que esperaba, pero fue suficiente para lastimarlo.

El demonio se revolvió dolorosamente, soltando involuntariamente a Sesshomaru, quien impacto contra ella, arrastrando sus cuerpos al precipicio. Intento sostenerse enterrando sus uñas al suelo, pero todo fue en vano. Lo último que vio antes de caer, fue a Inuyasha corriendo hacia ella. Pero por más que corrió, no la alcanzo.

-¡Kikyo! –su mano quedo tendida en el aire, agarrando la nada. Y, nuevamente lloro por ella. Nuevamente había permitido que ella muriera.

Cerró los ojos y sonrió. -. "Viniste, Inuyasha"

Moriría. Pero al menos lo había visto una vez más. Sintió su espalda chocar contra el agua, antes de que una corriente de dolor la recorriera. En reflejo su mano se aferró a los ropajes de aquel cuerpo que había caído con ella. Estaba débil, y el dolor en su pecho no había cesado, pero en ningún momento lo soltó. Se aferraba a él como si su vida dependiera de ello.

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Aclaraciones: Como pudieron percatarse, la historia transcurre años después de la muerte de Naraku. Ame esta pareja desde el día que leí la primera historia de estos dos: Delirio –espero les haya agradado-. Como saben, Sesshomaru y Kikyo son personajes complejos, espero plasmarlos en mi historia como eran en el manga y anime. Son pocas las historias que hay de estos dos en internet, y se cuentan con los dedos las que están en español terminadas.

Es mi primera historia de aventura. Creo que se me da más el drama y romance. Si las peleas son tontitas, disculpen. Sé que es un poco corto, y tal vez no comprendan algunas cosas, pero en los próximos capítulos se irán aclarando. Para el demonio, me inspire en Asmodeo –algunas cositas de su apariencia, aunque no es un demonio japonés. Tiene alas y cola de serpiente-, en Fujin y Amaterasu –si, estos dos últimos son dioses japoneses, pero bueno…- es hijo de estos dos "demonios"

Actualizaciones súper lentas.

Imagen: Cati

¿Opiniones?

Gabrielle Kravinoff

31/10/17