~ Los personajes de APH no me pertenecen, sino a la mano de Hidekaz Himaruya. Este fanfic está hecho sin fines de lucro alguno, sino por simple entretenimiento.
La representación de México es llamada Fernando Díaz del Río, y fue producto de un coma vial (¿?). Sólo me queda dejarles la historia a su disposición. ¡Saludos!
~ Progress
Por Berseker.
PRIMER CAPÍTULO
Sus pies tocaban la tierra caliente que compartía en la frontera con su vecino del norte. Miraba. Miraba a lo lejos y admiraba a todas las personas que entraban y salían de su país y del otro, y no podía dejar de pensar en las que trataban de pasar, pero no de esa forma.
Se quedó un momento en silencio y decidió bajar la mirada con levedad, ocultando sus castaños ojos con la gorra que llevaba puesta y perderlos en los papeles que tenía en frente. Desde la mañana había llegado a ese lugar para monitorear el trabajo un rato y verificar que las cosas estuvieran como deberían de estar.
El día pintaba bien. Tan bien y tranquilo, que ya estaba esperando por algo, eso sin contar con la inmensa estrella solar que se levantaba justo encima de él. Las nubes apenas si se acercaban, trayendo consigo suaves brisas para refrescarse tan solo un momento.
De pronto, un par de gritos llamaron su atención. Uno de sus trabajadores se acercó con él, para así ir ambos a ver el meollo del asunto. Los dos caminaron a prisa y solo pudieron encontrar a un oficial de la parte norte, discutiendo con un transportista de su tierra.
- ¿Qué pasa? –preguntó México, alzando ambas cejas, mirando expectante a aquel oficial, un hombre bajo de cabellos rubios apagados y con lentes- ¿Algún problema con el señor?
- Oh, it's nothing –respondió, haciendo ademanes y acomodándose el cinturón frente a él, donde la pistola esperaba en su funda y como sieso tratase de parar la atención de los demás. Pronto la fila de conductores se formaba a las espaldas de los otros- Sólo que necesito revisar su cargamento.
- ¡Oh, por favor! –bramó el conductor, quitándose la gorra y secándose las sienes, húmedas por la reacción del cuerpo al enrojecer y enojarse tanto- ¡Mis papeles se encuentra en orden y firmados por la aduana! ¡Los encargados para eso ya revisaron la carga! ¡Sólo déjeme pasar y ya! ¡Siempre es lo mismo con ustedes, carajo!
- Oh, no, no –exclamó ahora el oficial con rapidez- Así no funciona esto.
- ¿Funcionar?
Fernando clavó su mirada sobre aquél hombre, frunciendo con levedad el ceño. De qué iba lo otro, si a leguas se veía que en el camión de aquél hombre no cargaba mas que fruta y bastos víveres de su casa. Más que eso. La carga se dirigía para Canadá, no para ellos.
- Déjelo pasar –dijo, alzando el rostro- Creo que con eso es más que suficiente. Siga su trabajo, por Dios. –concluyó, antes de dar la media vuelta para seguir con lo suyo
Pero un ataque de rabia le carcomió la sangre al oficial, y en ese mismo acto, le arrojó los papeles que revisaba, justo en sus narices. El moreno volteó con rapidez, molesto, por demás decirlo, y escuchando ya el piteo de los carros. Se acercó bravamente hacia él, marcando esta vez las venas en su frente.
- Recógelos y pídele disculpas –habló con fuerza para ese estadounidense, dejando en silencio a los otros que lo veían- ¡RECÓGELOS Y PÍDELE PERDÓN, CARAJO!
- What the…?
- ¡¿QUÉ TAMPOCO OYES? –alzó la voz ahora, pero para él y toda su gente, alzar la voz era como gritar
- Don't tell me what I have to do, you son of a bitch! –respondió, pero sacando el arma
La gente paró de sonar el claxon de sus automóviles y algunos curiosos hasta se asomaron para ver el alboroto que detenía el tránsito. Pronto empezaron los murmullos, ocasionando que la misma seguridad, de ambos puestos, saliera a ver lo que sucedía y corroborar que no fuera nada grave. Pero, oh sorpresa, ahora su jefe se encontraba más que alebrestado y a punta de pistola, con otro pobre diablo.
- Señor, tranquilícese –dijo el empleado que le acompañaba, tratando de acercarse, pero era más el miedo que los dos empezaran a balearse que desistió al final
- Ándale, recógeselos, cabrón –dijo de nuevo, pero esto al otro, le importó poco- Y vele pidiendo disculpas. ¡YA!
- Oh, Fernandou~
El sonido de la malteada pasar a través de la pajilla, interrumpió la tensión en el ambiente. Una figura apareció ante todos, pero México no se molestó en verla. No iba a distraerse en lo absoluto esta vez, no permitiría que abusaran de su gente frente a él, mucho menos cuando seguía sintiendo la sombra de todos los que intentaban cruzarse por la manera menos fácil.
- ¡PIDELE DISCULPAS!
El rubio americano de ojos celestes fue ignorado esta vez. Avanzó hasta recoger los papeles del duro y caliente pavimento. Hizo una seña discreta con la mano y su trabajador bajó el arma, retirándose del lugar.
- Take them and forgive him -Alfred entregó los documentos a su respectivo dueño
Fernando, ahora ofendido a causa de la acción del rubio, trató de alcanzar al otro hombre, pero la fuerte mano le tomó del brazo, de una forma muy seca. Aun detenido, el mexicano siguió lanzando maldiciones al otro, pero hasta el transportista había optado por cubrirse con su gorra de nuevo y de una vez por todas seguir con su destino.
Todo siguió marchando a su ritmo, aun sin dejar de ver al moreno, quien había terminado como el del problema al final de todo y frente a todos.
- Suelta… -le avisó Fernando, apartando su mano con fuerza, cuando sintió las miradas de los demás automovilistas sobre él. No solo la de ellos, aun la guardia de Estados Unidos no le quitaba los ojos de encima
- No –respondió directo, al fin atrapando la atención de esos ojos color chocolate- Vienes conmigo.
Sintió la mano del americano sobre su brazo, incluso como sus pies se chocaron contra el concreto, siendo arrastrados hasta el auto personal de este. Solo vio cómo la puerta se abría y cómo terminaba dentro, sentado a un lado de él. Volteó a verlo. Ahí estaba Alfred, sin sonrisas y poniendo en marcha el motor.
- ¿A dónde vamos? –preguntó, sobándose el brazo que ahora seguramente tenía las marcas de los dedos del rubio en él.
- Nowhere.
Únicamente se reservó a decir esas simples palabras. Fernando regresó a mirar al frente, escuchando como su raptor seguía tomando de forma molesta su bebida. No cruzaron palabra en todo el trayecto, pero se encontraba más metido recordando la cara del hombre de antes, que tampoco le prestó atención. Pudo sentir la frustración carcomerle por dentro, eso era molesto y lo resentía. Su frente estaba arrugada y no lo ocultaba ni la gorra. Chasqueó la lengua de pronto y soltó una maldición, entonces el otro frenó repentinamente, haciendo que este casi fuera a dar al parabrisas.
- Qué te… ¡¿Qué te pasa? –exclamó, pero entonces su ojos trataron de identificar el lugar donde se encontraban
Desierto. Puro desierto a su alrededor. No había más que el brillante sol, radiando su luz con todas sus fuerzas, indiferente a quien se cruzara en su camino. El panorama le era familiar, aun así. Por mucho tiempo, esas tierras habían sido suyas.
- Eso es lo mismo que te pregunto, Mexicou
Alfred volteó a verlo, dejando su bebida de lado. Recargó el rostro sobre una de sus manos, sin quitarle ahora sí, la mirada de encima. Con un toque molesto, sus cejas marcaron su ceño, y bastó un par de segundos para hacerlo estremecer. El moreno volteó poco a poco, tratando de mantenerse en la postura de antes.
- Ésas no son formas de tratar a mis trabajadores –soltó el estadounidense- Sacando un arma, Fernando, ¿sabes que eso se puede tomar como una señal de agresión? -el mexicano abrió los ojos de par en par, ahora sí, ofendiéndose como nunca lo había hecho-
- ¿Sabes que tampoco son formas de tratar a mi gente, Alfred? –le recriminó en la cara- Tratándolos todo el tiempo como delincuentes, por Dios… -bufó, recargándose en el asiento, sin darle la cara- No tuviste por qué meterte esta vez. Eso era lo mínimo que pudiste haber hecho.
-…
- ¿Ni pantalones tiene esa bola de pendejos para aceptar sus errores? –dijo por último, llevándose la mano a la frente, sacándose la gorra de la cabeza- No estamos jugando, Alfred. -Negó un par de veces con la cabeza y dejó de verlo.
El rubio regresó su mirada hacia el horizonte y no dijo nada.
- Al menos pídeme disculpas…
Alfred frunció el ceño y se le fue encima al mexicano, cayendo encima de él y bajando el asiento con su mismo peso. Quedó a su merced tan rápido y sin pensarlo. Trató de moverse bajo él y así desprenderse de ese encierro, pero las fuertes manos del estadounidense lo apresaban con más y más fuerza cada vez que lo intentaba.
- A-Ah… -gimoteó, de verdad lo estaba lastimando esta vez- A… ¡ALFRED!
- ¿Disculpas, Mexicou? –soltó con sarna, sonriendo de oreja a oreja y con la frente arrugada- Don't make me laugh… -soltó, en un leve susurro
Pegó entonces su frente con la suya, dejándole sentir su jadeante aliento y la humedad que comenzaba a brotar de su cuerpo. Lamió su mejilla de pronto, y la sintió arder. No quería esto ahora, solo quería regresar por donde vinieron, pero la lengua de Alfred se inmiscuyó en la piel de su cuello, después de abrir con fuerza su camisa y de un solo tirón.
- ¡No, Alfred…! ¡No me… Toques! –gritó, alzando la voz- ¡A… Al…! ¡Anngh!
No pudo contenerse, soltó un gemido de sus labios y sus lacrimales humedecieron sus pupilas. Cerró los ojos y juntó todas sus fuerzas, desprendiendo a ese hombre de ojos azules, lejos de su cuerpo. Se reincorporó y abrió la puerta del coche. A penas poniendo un pie sobre la hirviente arena, la mano del otro alcanzó a sujetarlo de la cintura, haciéndolo saltar.
- Si lo que quieres es ir a afuera, está bien.
Su cara dio de bruces contra la arena, que no perdonó inmiscuirse en su boca. Tosió un poco y se limpió la boca con la manga de su camisa, dándose cuenta que ese maldito sujeto lo había sacado del auto con una patada en la espalda. Vaya que le dolía, aun podía sentir la suela de su calzado sobre él. Se llevó una mano a la parte posterior de su cuerpo, masajeando, para calmar el dolor más rápido. Si no hacía algo, esto se iría por el rumbo malo, peor a como había comenzado.
Pero otro dolor lo atacó y le hizo soltar un alarido con fuerza.
- ¡A-ALFRED!
México gimoteó, derramando un par de lágrimas. El aludido había tomado esa misma muñeca y la había llevado hasta el punto más alto de su espalda. Escuchó sus huesos crujir con levedad, causándole miedo sincero, esta vez.
- Alfred, sueltame…
- Sácate la camisa.
- Alfred, enserio, ¡déjame ya!
- La camisa fuera.
Sintió una enorme frustración por dentro, una la bastante grande como para dejar de tocarse con alguien más en un buen rato. Con la mano que aun le quedaba libre, desabotonó uno a uno los botones de su camisa, dejando expuesta su piel a ambos astros dorados que yacían sobre él. Se mordió los labios, tratando de nivelar el dolor de su cuerpo y su mente.
Estados Unidos besó su cuello y bajó por sus hombros, marcando un camino con la punta de la lengua. Atacó su cuello, delgado y bien torneado, dejándole una marca que le durara al menos lo que restaba de esta semana y la próxima. Soltó otro grito gracias a esto. Apretó los dientes, pero entonces sintió como le tocaba sin pudor en medio de sus piernas.
- No… ¡No, Alfred! ¡Así no lo quiero hacer!
Lo escuchó reírse, de esa manera despreocupada, arrogante e infantil. Fernando soltó un suspiro y comenzó a soltar unas risitas nerviosas, pensando que aceptaba que todo se trataba de una mal broma y solo era eso, una broma. Pero al cabo de un segundo a otro, él siguió riéndose únicamente, ya sin la compañía del otro demonio, quien se limitó a sujetar su cabeza esta vez, chocándola contra la arena.
- Esto me duele más a mí, Mexicou –dijo, bajándole los pantalones de tirón, junto con la ropa interior
- Agh… -tosió como pudo, tomando un poco de aire en el proceso- ¡ALFRED, MALDITA SEA, DEJATE DE ESTAS COSAS!
- ¿Yo? –preguntó arrojándolo de él- Eres TÚ quien lo va a HACER, Fernando. –sentenció, resaltando aquellas palabras lo suficientemente bien para que entendiera
Fernando se quedó, mirando el suelo, sintiendo como se le quemaban las manos y la espalda, marcada y descubierta. Soltó unas lágrimas del coraje, que desaparecieron casi al instante de que se derramaron de sus ojos. El labio le tembló, pensando que sería la última vez que lo hiciera en su vida, al menos con ese sujeto.
- Hurry…
Fernando utilizó la misma mano que había sido aprensada por la de Alfred. Le temblaba gracias a una mezcla del dolor y los nervios, pero poco a poco fue acercándose a su entrada, deteniéndose antes de hacerlo, pero lo hizo.
- Kh… -apretó los dientes al sentir uno de sus dedos moviéndose dentro de él- Ah…
- Más rápido.
Se sentía como una vil mierda. No pudo decir otra cosa más que obedecer. Invadía su interior sin detenerse y pronto sintió su miembro ponerse duro, por él mismo. Los lagrimones le caían sin detenerse, pidiéndole a la Virgen que todo se detuviera hasta ahí y no siguiera en otra cosa. Pensó en sacar la pistola, pero se le hizo imposible, al tener a Alfred detrás de él.
- Quiero que grites mi nombre cuando te corras.
El cuerpo de Fernando se condujo de manera propia. Un segundo dedo se introdujo dentro de él y aumentó la velocidad. Si eso era lo que quería, que fuera de una jodida vez para que pudiera largarse y no verlo de nuevo. Seguramente Alfred miraba todo con gran atención, y el pensar en eso solamente lo excitaba más, pero de una forma muy lastimera.
- Al… -tragó saliva- Alfred… Angh… ¡Al…! ¡ALFRED!
Se corrió en su propia mano, dejándose caer al suelo, sintiendo aun los espasmos del orgasmo que lo golpeaban dentro de su cuerpo. No se sintió placentero en lo absoluto, de esa forma no debió haber sido todo eso. Le dio asco, un asco profundo así mismo y una repulsión hacia el otro. Se quedó llorando contra la arena del desierto, pero no le iba a dar el gusto al otro de verlo así.
- Muy bien, Fernando –exclamó entre sonrisas divertidas- Ahora, me toca a mí~
- ¡NO TE ME ACERQUES! –bramó con fuerza- ¡NO ME PONGAS UN PUTO DEDO ENCIMA, ¿ME OÍSTE?
El teléfono celular de Alfred comenzó a sonar. Lo sacó de su bolsillo, sin detener su paso hasta él. Contestó con un agradable 'hi' y lo tomó del cuello, dándole vuelta a su cuerpo y admirando lo aperlado que se encontraba, con el cabello revuelto y la ropa rasgada por sus propias manos. Los tiernos labios jadeaban, producto del placer y el maldito calor que ahora le daba en la cara. No podía abrir los ojos, con dificultad trazó la imagen de ese mal nacido hablando por teléfono, sentado encima de él. Ni siquiera le estaba prestando atención.
- Roger. –y colgó, metiendo el teléfono a su bolsillo- Vístete y vámonos,
Sólo ese par de palabras logró escuchar de su boca. Alfred se levantó, rascándose la cabeza. Se metió al auto, encendiendo el motor y volviendo a absorber su malteada. Tocó el claxon, en señal que debía apresurarse.
- ¡Heeeey! ¡México! ¡Corre! –le alentó con la misma molesta voz de antes- ¡Podemos pasar por unas hamburguesas en el camino!
Fernando se levantó, con el cuello moreteado y los dedos del otro bien clavados en él. Le dio la espalda, mientras se subía los pantalones y se acomodaba el cinturón. El estadounidense seguía pitando sin detenerse, tomando su bebida, tan fastidioso como nunca antes lo había sido.
Se acercó hasta la puerta del coche, pero solo tomó la manija y la azotó con fuerza, quedándose fuera. No le ocultó sus lágrimas esta vez, y retrocedió dos pasos. Tal vez si le ofrecía disculpas, pensaría en entrar, pero eso era imposible, porque el otro arrancó, dedicándole una sonrisa antes de partir.
Pero era la última, porque ahora pensaba que era mejor quedar muerto a mitad de la nada que verle la cara otra vez.
- ¡TE ODIO, ! –gritó con todo lo que pudieron sus pulmones, dejándose caer sobre la tierra, golpeándola un par de veces, hasta ver ese automóvil de color oscuro perderse en el horizonte.
Se quedó solo, únicamente con su sombra y el mal sabor de boca dentro y para sí mismo.
CONTINÚA
