Si pudiera expresar el mundo en palabras, vería colores. No sola y exclusivamente, pero el torbellino que gira y se desenvuelve con la mezcla del tiempo que nunca deja de moverse a su alrededor es colores y se ha vuelto difícil de ignorar.
Colores cálidos y en su mayoría apagados, convirtiéndose en escamas que se rasgan y entremezclan fluidamente en el tejido del tiempo mismo. Demasiado fugaces como para mirar dos veces parpadeando, demasiado volátiles como para describir con poesía y aun así sintiendo deseos de hacerlo. Son demasiado hermosos.
Quizá eso fue lo que volvió locos a los Señores del Tiempo. Esa calma invita a la observación y contemplación del tiempo mismo, el vórtice que se desarrolla y crece en el reverso de los párpados cuando cierra los ojos, el vórtice que nnunca dja de enmarañarse en la mente de aquellos que han sobrevivido a la iniciación de un Señor del Tiempo.
Piensa.
Y cuando lo hace, raramente cierra los ojos. El vórtice de destellos que recuerda y vislumbra sigue y seguirá ahí, resplandeciendo por siempre. Mientras dure el tejido del tiempo. Eso no significa que quiera volverse loco. Responsabilidades y pena le impiden abrirse con todos sus sentidos a aquello que muchos han intentado comprender desde eones atrás y no han conseguido. Papiros en bibliotecas sobre el misterio.
"Quizá... quizá yo sea especial. Diferente." Pero sabe que no lo es y sigue viajando.
Colores.
Se deja apreciar por aquello que sabe que es real. No es lo mismo, pero es suficiente. No abrirse a un secreto y entregar su alma a los laberintos de la TARDIS le da un sentimiento de superioridad que le mantiene a salvo de su propia existencia mientras dure... de su propia locura. Se centra en lo real. Gotas sobre un papel. Madera en la boca. Los grises de la lengua vacía y el brillante sabor de las palabras de Rose.
Puede centrarse en Rose. Rose no es rosa y amarilla, no en la sucesión continua de esos colores. Es sólida y real, una explosión de músculos elásticos y erráticos en una sopnrisa valiente. A veces intenta describirla con poesía y la imagina tal como ha imaginado al vortice de colores, pero nunca se le compara. Diferentes realidades y él puede describir a Rose.
Rose es blanda, es mantequilla aún sin derretir; divertida y creando nuevas opciones a cada segundo. Imprevisible, todos es imprevisible e invisible con Rose. A veces se siente como si estuviera andando descalzo sobre la arena cuando ella le habla, pero sólo dura un momento, y sigue floreciendo en el instante del segundo. Es valiente. Es humana. Es dolor.
Es dolor porque Rose se acaba y llegará el momento en el que no pueda vivirla nunca. En el que no pueda verla. Se le rompe la garganta en mil pedazos pensando en el dolor de no poder sonreír a Rose, de darse la vuelta exultante y no ver a nadie detrás de él, a su lado. Pertenece agarrada de su mano, corriendo, permanentemente aferrada a la punta de sus dedos casi sin querer. Y sin embargo se irá y reconoce un dolor que todavía no ha sentido del todo en el recuerdo; personas que perdió y a las que puede contar en un instante. Se precia unos instantes en esa habilidad. Hay suficientemente pocos como para contarlos tan deprisa. O quizá ya no.
Así que vive a Rose, cada momento que pasa despierta. Y demonios, no es mucho. "Los humanos duermen demasiado" piensa para sí mismo. Sonríe con cada fibra de su ser hasta que todo su espíritu canta por su acompañante temporal, y hace que todo el tiempo que se le escapa de las manos sea válido e imperfecto, rosa y enraizado con ella a más no poder. Curioso, cómo se le escapa el tiempo cuando hizo un juramento para controlarlo. Una mentira dulce.
"Para siempre." dice y lo cree de verdad, porque ahora ya nadie puede quitarle a Rose. Y siguen girando en un cuadrado con colores imposibles que ahora ya no parecen tan bellos porque ella no puede verlos. Su realidad. La de ambos.
Se desprende de las yemas de sus dedos como mantequilla líquida.
