TITULO: Escápate Conmigo

Serie: Todos los caminos conducen a la carretera.

One Shot

TV Show: Supernatural

Pairings/Warning: D/S (Wincest)

Category: Slash. Angs, Drama, Romance, etc, etc

Raiting: PG-13

Disclaimer: Yo no poseo a los personajes de Supernatural, pertenecen a sus creadores y respectivos socios comerciales. Ésta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.

Lo único mío son la historia, las ideas y OCC (Personajes originales).

De todas maneras si te gusta la historia y quieres publicarla, te pediría que antes lo consultes conmigo.

CAMPAÑA LE FAY : No permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más saldremos adelante. ALZA LA VOZ, NO TE QUEDES CALLADO ANTE EL PLAGIO.

COPY LE FAY : Después de horas de ingeniar y escribir, me di cuenta que mi trabajo necesita estar asegurado para que lectores como tú, quienes me permiten continuar con vida, sepan que lo que leen y está escrito por mi se encuentra completamente garantizado, en escritura y presencia. te lo mereces y ésta solamente es una de las pocas cosas que haré por ti. Gracias por leerme y espero disfrutes tú lectura. Cualquier comentario, estoy a tus órdenes en FeedBach

Tiempo: En calidad de Universo Alterno.

FEEDBACK: ó

MSN:

Nota:Realmente Hago hincapié en la pareja de este fic.

¿Qué es Wincest?. Bueno, es una contracción de Winchester (por el apellido de los personajes) y el incesto (amor entre familiares), así que esto es básicamente su significado. Si no te agrada, entonces no lo leas. De esa manera te ahorrarías algún sentimiento de contrariedad. Pero si te da curiosidad, entonces adelante. Gracias

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Recordando que esto es AU, por ende el carácter de los personajes tiene OCC (por algo es un fan fic, ¿no?)

El primero de una serie de pequeños relatos sin conexión entre si y en Universo Alterno donde el principal tema es: Todos los caminos conducen a la carretera. Ya verán por qué.

Te agradezco por leerme, porque gracias a ti sigo viva en este mundo

KLF

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La tienda era elegante, de esas que muy de vez en cuando en la vida y dada su posición económica llegaría a visitar.

Los ojos lo observaban desaprobando su atuendo, gritándole con la mirada que no pertenecía a ese lugar. Y sí, todos ahí tenían razón, no era de ese lugar pero si estaba ahí no era precisamente por él sino por el muchacho todo sonrisas que murmuraba cosas a su lado.

-¿Y bien? Carraspeó, tratando de relajarse.- ¿El señorito al fin se decidió?

-No me digas así. Gruñó el otro, tomando un traje a su derecha para mirarlo más de cerca.-Lo haces ver como si fueras mi guardaespaldas.

-Guardaespaldas no, bebe. Medio sonrió.-Chofer o algo por el estilo.

-¡Dean! Riñó el que volvió a colgar la prenda en su lugar.-No digas eso.

-Vamos, Sammy. Rió el aludido recargándose en una de las columnas de la tienda.-Si fuera por todos esos ya estaría fuera de aquí de una patada en el trasero.

-No lo permitiré. Señaló, mirando a todo el personal que de un momento a otro se giró aparentando que hacía otra cosa.-Tú vienes conmigo y nadie tiene el derecho de tratarte de forma indistinta. Además, eres cliente. Guiñó, continuando con su búsqueda.

Dean suspiró cruzándose de brazos. Sam siempre sería así de ingenuo y facilarreglacosas. Pero la verdad era que había situaciones que no se solucionaban así de simple, aunque fuera un cliente.

-¿El señor encontró algo de su agrado? Indagó un hombre quien se acercó a ellos y miró a Dean como lo venían mirando desde que cruzó la puerta.

-Si por mí fuera no estaría aquí, amigo. Respondió tratando de controlarse.

-Pero esto ya no depende de mí, así que mejor pregúnteselo a él.

El hombre bufó y se acercó al que continuaba analizando muy de cerca la ropa.

Dean sonrió cuando Sam le pidió ayuda, eso si, dejando muy claro que si no los atendían de buena manera entonces se irían.

Por muy importante que fuera la tienda, eternamente según reglas del mercadeo: el cliente siempre tiene la razón, por eso al tipo no le quedó más que fingir una sonrisa.

Y es que tal vez entendía un poco la disconformidad de los vendedores pues su chaqueta de cuero, jeans y pinta de vago-desobligado-bueno para nada y play boy de esquina no ayudaba en mucho a la imagen de ese lugar tan elegante, pero no podía hacer nada pues esa era su personalidad y se sentía conforme con ella muchas gracias.

Por eso sonrió con la autosuficiencia y galanura que lo caracterizaban cuando Sam lo llamó desde el extremo opuesto de la tienda.

Con la frente en alto y sin nada de que avergonzarse se dirigió hacia el chico que le mostró un frag.

-¿Qué te parece este?

-Que es… ¿negro?

-¡Dean!

-¿Qué quieres que te diga, Sammy? Para mí todas estas cosas son exactamente igual de aburridas y monocromáticas.

-¿Quisieras aunque sea hacer un esfuerzo y aparentar que te gusta uno?

Dean suspiró y con ojo crítico miró la prenda que Sam le mostraba.

-De acuerdo, quizá la faja del smoking es excesivamente llamativa. ¿Por qué no elijes uno clásico y ya?

Sam negó, regresando el traje a su percha.

-Debe ser algo especial, Dean. El día y ella lo ameritan.

No podía decirle que No a esa descomunal sonrisa que de vez en cuando hacía acto de presencia, sobre todo en momentos que Sam catalogaba como de absoluta felicidad. Por eso asintió, pretendiendo que buscaría algo "digno" para todo.

Y mientras se perdía entre los cientos de sacos negros, blancos y grises, se detuvo a meditar un momento si realmente valía la pena estar ahí.

En menos de 72 horas el chico que discutía sobre colores y combinaciones con uno de los encargados del lugar iba a casarse.

El muchacho que había visto crecer y que cuidaba sin tener en cuenta sus veintitantos iba a casarse con una linda chica que parecía tener perlas en lugar de dientes, ojos que brillaban más que el pequeño diamante que Sam le había regalado y cuya cabellera era tan linda que incluso él, admitía, le tenía envidia.

Si, el chico sangre de su sangre que decidió un día partir de casa y enrolarse entre las filas del derecho fiscal iba a casarse y a pesar de que llevaban pocos meses preparando la boda, aun no podía creerlo.

No existía un motivo en especial para eso, bueno quizá si, la cosa era que tal vez no deseaba asimilarlo porque eso significaba que lo perdería para siempre.

Si, tal vez estaba siendo todo lo melodramático que no había sido en su vida, pero siendo sincero por primera vez desde que Sam le soltó la bomba, no deseba que se casara. No lo quería, porque eso daría a entender que Sam se alejaría en definitiva de su vida. No más hermandad y camaradería, no más burlas sobre su cabello de niña o su cerebro de geniecillo. No más solaparse frente a sus padres ni mucho menos hablarse en el mudo idioma que desde niños habían desarrollado.

Lo iba perder y al cuerno las palabrejas de que iba a ganar una hermana. Idioteces, si él hubiera deseado una hermana se la habría pedido a sus padres.

-¿Y este? Indagó el chico que apenas ayer lo buscaba a media noche por miedo al monstruo bajo la cama.

-Es mejor.

Sam volvió a sonreír y de inmediato se metió a un probador.

La verdad era que todos los malditos trajes eran iguales o al menos esa impresión le daba.

-¿Y el señor no hará su elección?

Dean le enarcó la ceja al sujeto ese que no dejaba de mirarlo de pies a cabeza. ¿Se estaba burlando de él?

-Quizá te de el gusto, estiradito, pero todo depende del novio.

-Gracias al cielo que usted no es.

-¿A qué vino eso? Indagó enfadado.

-Usted lo sabe bien. Y sin más se retiró.

Si, era un hecho, estaba por patear a todos esos y mandarlo todo a la mierda.

-Hey, Sam, ¿por qué precisamente tienes que comprar en esta tienda de porquería?

-¿Qué?

Se mordió la lengua cuando su hermano salió anudándose la pajarilla y caminando hacia el espejo.

Era su imaginación o se veía… ¿genial?

-¿Qué decías?

-Nada. Nada. Murmuró, parándose detrás del muchacho que le sacaba un pedacito de cabeza solamente.-Es solo que…

Sam se giró y lo miró esperando su aprobación.

-No voy a comprarme nada que a ti no te guste. Eres mi hermano, mi mejor amigo y padrino de honor, así que confío en ti.

Se sentía halagado. La boca seca se lo recordaba.

-A buenas manos te encomiendas. Esos tipos no piensan lo mismo. Sonrió, señalando a los que aun le miraban fijamente.

-Me importan un cacahuate. Gruñó.-Si no fuera porque Jess se empeñó en que comprara aquí…hay tiendas mejores. Dijo asegurándose de decirlo lo suficientemente alto como para que el personal lo escuchara.

-Bueno, en ese caso…

Dean se acercó a su hermano y lo miró detenidamente.

El tuxedo lo hacía ver tan diferente y al mismo tiempo tan igual al Sam que conocía que movió la cabeza para despejar la nostalgia.

Aun no se casaba y ya lo extrañaba.

-Creo que la corbata te pega más. Señaló, desajustándole el moño con sumo cuidado y buscando entre las corbatas una que fuera perfecta.

Sam lo miró detenidamente sin mover ni un solo músculo. Dean podía ser…Dean, pero cuando se trataba de él su excesiva atención lo hacía sentir diferente y aunque su hermano le dijera nena, también especial.

Desde que nació su mundo se había conformado primordialmente por su hermano mayor y nada más. Ni siquiera, y no se avergonzaba en admitirlo, sus padres representaban tanto como ese chico frente a él que le dedicaba horas extras cuando bien podía hacer otras cosas.

Dean fue quien le enseñó a montar en bici y a beber más de dos cervezas sin marearse. Dean fue quien le animó a invitar a salir a la primera chica que le gustó y él fue quien lo alentó a seguir sus sueños.

Dean, siempre Dean pero era justo que lo idolatrara de esa manera porque quizá sin él jamás habría logrado nada.

-Bueno, Romeo, creo que ya está. ¿Qué te parece?

Sam salió de su ensoñación cuando su hermano lo giró hacia el espejo.

La corbata gris combinaba y resaltaba acertadamente.

-Creo que no soy tan bueno para nada como lo piensan, ¿eh?

-Es…perfecta Dean. No habría podido hacerlo sin ti.

-Oh, bueno, es que yo se lo que hago. Guiñó, alejándose de su hermano.

No había hecho tanto en realidad pues la anatomía de Sam podía usar cualquier cosa.

Siempre decía que su hermano era muy diferente a él, había nacido con cierta clase que él no tenía y eso lo demostraba cuando hablaba o en ese momento, donde con ojo analítico continuaba mirándose.

-¿Y tú?

-¿Yo?

-Si, ¿no vas a elegir algo?

Dean sonrió negando con la cabeza.

-Quizá alquile algo más tarde o ese día por la mañana. No te ofendas Samantha, pero no pienso desgastarme buscando algo que solo utilizaré una vez.

-Dean, yo voy a pagarlo.

-No lo dije por eso. Gruñó.-No quiero tus limosnas.

-Dean, no me digas eso, ¿ya vamos a empezar otra vez con lo mismo?

El mayor resopló. Sam había prometido pagar por los trajes pero él no lo permitiría. Rayos, era el hermano mayor y aunque nunca quiso pisar un aula universitaria no significaba que fuera un holgazán.

Su trabajo módico en la refaccionaría y sus ahorros dejaban lo suficiente como para darse algún lujo de vez en cuando. Decir o insinuar lo contrario golpeaba su orgullo.

-Si ya elegiste entonces vístete y salgamos de aquí. Aun hay que buscar los zapatos y todo lo demás que vas a comprar.

Con las manos en las bolsas de la chaqueta se dirigió al mostrador dónde después de dar su tarjeta, de la cual se sorprendieron quizá porque tenía fondos, salió de la tienda.

-¡Dean! Se supone que yo debo pagar por esto. Rebatió Sam diez minutos después cuando salió de la tienda con un par de bolsas de compra.

-Cállate. Yo soy el mayor y se lo que hago.

-¡Dean!

-Que estudies, trabajes en ese gran bufete de abogados importantes y ganes más que yo no significa que tengas que comprar el mundo.

-Pero Dean…

-Considéralo mi regalo, dado el caso que no te obsequiaré una licuadora. ¿Tienes una idea de todas las licuadoras, extractores y cafeteras que te darán? Al menos tú si sabrás sacarle partido a esto.

Sam hizo un puchero que el otro prefirió no ver. A veces tenía la maldita manía de hacer cosas que le habían funcionado de niño cuando deseaba algo y que milagrosamente aun lo hacía.

-Dean, me haces sentir como un maldito.

-Tú consciencia, Sammy, tú consciencia.

El más joven suspiró, resignándose a hacer o decir cualquier otra cosa. Cuando Dean se indignaba no existía poder humano que volviera a contentarlo más que el tiempo. Por eso lo siguió y se embarcó en las siguientes cosas que necesitaba.

Un par de horas después tomaron asiento en una de las numerosas bancas del centro comercial. El refresco entre sus manos era un respiro entre tantas personas y compras.

-Por eso no voy a casarme. Señaló Dean después de lanzar su lata al bote de basura.-Es una cosa espantosa eso de ir de compras.

-Si no te casas igual lo harás. La chica que viva contigo también comprará y la acompañarás. Se mofó el otro.

-Si, aja, ya quiero ver yo a la chica que diga: Dean Winchester me ha acompañado a un centro comercial. No Sammy, solo contigo lo he hecho, solo contigo.

El aludido abrió la boca pero decidió no decir nada. Dean odiaba ser excesivamente afectivo pero existían momentos donde sus sentimientos tintineaban un poco y expresaba más que toda una vida. Eso le gustaba de su hermano, que podía aparentar ser un macho mujeriego sin sentimientos pero en realidad era todo lo contrario.

-¿En verdad nunca has pensado en buscar una persona que comparta tú vida? Indagó, cambiando un poquito de tema.

-Ya sabes la respuesta, Sam.

-Si, pero me da tristeza que solo saltes de cama en cama para al final quedarte solo. No te lo mereces, tú eres…

-Hey, hey, hey, confesiones de fiestas de pijama no. Ya estoy grandecito para eso.

-Dean. Suspiró Sam.- ¿Por qué jamás me permites decirte lo que siento u opino de ti?

El aludido negó, incorporándose de la banca.

-No necesitas decirme nada, Sammy. Pronunció, señalándole al otro que era hora de marcharse.-No es necesario decirme nada que ya se. Murmuró, haciendo caso omiso al chico que no escuchó nada y le pedía se lo volviera a decir.

Sam siempre protestaba sobre su situación con las mujeres. La pareja más estable que había tenido fue durante la preparatoria, cinco formidables meses de sexo y quizá un poco de cariño pero nada más. Él no había sido hecho para el compromiso y la realidad no era porque no lo quisiera, sino porque cada mujer que besaba o acariciaba necesitaba de algo que jamás conseguiría. Eso su hermano no lo entendía y por ello le daba la lata sobre su soledad.

Pero era mejor de esa manera a vivir engañado.

-Dean, solo quiero que me prometas algo. Concluyó Sam antes de subir al auto.

-¿Qué me lavaré los dientes después de comer? Sonrió el otro.

-Hablo en serio, Dean. Quiero que me prometas que al menos intentarás buscar a alguien.

-Sam no…

-A alguien a quien amar y con quien pases el resto de tú vida. Señaló el más alto enseriando sus facciones.

Dean se estrujó el rostro antes de suspirar y asentir.

-Si solo con eso mantengo el tema lejos, entonces lo prometo.

Pero el otro negó.

-Así no, Dean. Tiene que ser enserio. Me preocupas y ya que no pasaremos tanto tiempo juntos, al menos deseo saber que buscarás a alguien.

-No soy dependiente de ti, Samuel. Gruñó el ojiverde.

-No quise decir eso. En dado caso yo lo soy más de ti pero ese no es el punto. Dijo, antes de que el otro hiciera algún chiste al respecto.-Lo único que deseo es que seas feliz porque aunque digas que lo eres con tú trabajo y el auto, se que te hace falta alguien.

-Pensé que serías abogado, no psicólogo. Rió.

-Dean. Imploró con el ánimo un poco cansado. Siempre era lo mismo cada vez que trataba de que su hermano entendiera su preocupación hacia la vida vana que llevaba. Lo quería demasiado como para verlo terminar solo y sin alguien a su lado que lo amara.

-Está bien, Sammy, está bien. Trataré de hacer lo que me dices.

-¿Es en serio? Indagó, tratando de pillar algún chiste.

-Si. Asintió el mayor, mirando fijamente los ojos de su hermano.-Lo prometo.

Sam se sintió conforme y solo entonces entró en el auto.

De verdad esperaba que Dean cumpliera su parte pues el corazón de su hermano era tan grande que marchitarse en la completa soledad solo le traería dolor a él.

Al llegar a casa de sus padres se encontraron a su madre y a Jessica afinando los últimos detalles del enlace.

Su padre miraba televisión cuando Dean se sentó a su lado.

-¿Qué tal el día? Sonrió, obsequiándole una cerveza

-Ni lo preguntes. No espero ver el día en que me guste un centro comercial. Indicó, bebiendo un buen trago de la botella.

-Eso dices ahora pero ya verás cuando tengas a una chica a quien acompañar.

Su padre sonrió subiendo el volumen del partido de baseball, sin embargo él reprimió el comentario.

Todo sus conocidos esperaban, sobre todo su familia, que a sus casi veintisiete años eligiera una chica linda y tierna con la cual casarse o al menos quedarse de por vida.

Aunque sonara cursi, él si creía en eso del de por vida, en lo que no creía era que encontraría a alguien para cerrar o comenzar el cuento de su vida.

La verdad era que aunque se esforzara en buscar, esta simplemente no aparecía ni lo haría.

-Papá. Llamó Dean después de que los red socks hicieron una carrera.- ¿Qué pensarías si te dijera que tengo un…?

-¿Amor oculto? Señaló su padre finalizando la oración.

-Ham…si, eso.

-Pues que ya era hora de que lo admitieras.

Dean frunció el entrecejo.

-Quizá tú madre también lo notó pero yo te conozco bien Dean, y se que desde hace muchos años lo mantienes escondido.

-La verdad no se si sea eso. Justificó, bajando la mirada.-Tal vez solo estoy confundido.

-Yo no lo creo. Negó su padre palmeándole el brazo.-Tú sabes que no soy del tipo de hombre que va por la vida expresando sentimientos, eso lo sacaste de mi. Guiñó.-Pero si observo y desde que tenías quince que noto algo extraño en tú mirada cada vez que te hablamos sobre buscar o formalizar relaciones.

No soy psiquiatra, hijo, pero no necesito serlo para decirte que tienes a alguien metido hasta los huesos y que jamás saldrá al menos que tú lo desees.

El ojiverde miró sus manos un momento antes de ver a su padre.

-¿Crees que es tiempo de dejarle ir?

Estaba admitiendo, muy a su pesar, que esa persona si existía y que quizá era eso lo que le impedía avanzar en el terreno amoroso que le diera forma definitiva a su vida.

-No se si es tiempo de hacer eso. Señaló John sonriendo un poco.-Pero quizá es momento de que te plantes frente a esa persona y dejes salir todo eso que llevas arrastrando desde hace tiempo. Tal vez las cosas no saldrán como las deseas, pero al menos te librarás de todo eso.

Si, lo sabía, no todos los cuentos eran de hadas y sin embargo…

-Me acabo de dar cuenta de eso.

-¿De qué?

-De que estoy enamorado de alguien.

John volvió a palmearle el brazo.

-Nunca es tarde, hijo. Lo bueno es aceptarlo, asimilarlo y dejarlo fluir. Ya lo verás.

Si, ya lo vería. Lo malo era que tenía menos de 72 horas para asimilarlo y dejarlo fluir.

La pregunta real era, ¿deseaba hacerlo?

Lo malo tal vez de aceptar algo es convivir mañana, tarde y noche con ese algo que solo da vueltas en la cabeza y que deja conclusiones tan estúpidas como la luna de queso.

Dean comprendió que jamás debió de aceptar lo que en toda su vida mantuvo reprimido. Durante dos días consecutivos no supo lo que era dormir y ver un montón de escenas hiladas a sensaciones que jamás se le habían cruzado por la cabeza. Ahora el mirar a Sam resultaba más complicado que con sus padres. Sentía un gran letrero luminoso pegado en la frente que decía algo sobre prohibiciones, pecados mortales y una palabra que iniciaba con i y terminaba en ncesto.

Asimilarlo y dejarlo fluir resultaría más sencillo con algún desconocido pero con un Sam que se le acercaba al parecer más que antes, lo rozaba, le sonreía, ponía ojos de cachorro abandonado y pucheros que solo le provocaban mirar su boca para arrinconarlo y besarlo, era una odisea que continuara aun en aparentemente una pieza.

Suspiró hondo cuando llegó a su casa y se dejó caer en la cama. Estaba comenzando a pensar que no sería buena idea aparecerse al día siguiente en esa boda que le estaba provocando dolor de estómago. ¿De coraje? No, de puros celos y resultaba hasta gracioso decirlo porque jamás en su vida los había experimentado…bueno, tal vez cuando vio a Sam besando a Johanna Willis en el parque, o cuando uno de los vecinos le sonreía de más, o cuando la profesora de biología de la preparatoria se le insinuaba, o cuando…

Si, era un hecho, estaba jodido con todas las de la ley.

-Mierda. Gruñó, ocultando la cabeza bajo la almohada.

Si, se estaba pensando muy seriamente eso de no ir a la boda. Sus padres entenderían, Jessica entendería, Sam…quizá no pero ya lo asimilaría después.

No es que fuera antisocial, todo lo contrario, pero después de la asimilación estaba comenzando a pensar que aparecerse en la ceremonia solo le a) dolería o b) rompería su corazón.

Quizá ambas y con toda la gama de sensaciones expuestas a menos de 48 horas de una boda, debía alzar al menos a media hasta la bandera blanca.

Jamás pensó que llegaría a sentirse de esa manera y una parte de él se alegraba, pero la otra…

-¿Y ahora quien es? Bufó, levantándose de mala gana de la cama y caminando hasta la puerta.

Y ahí, aguardando con una ancha sonrisa que llegaba hasta la luna se encontraba…Su hermano.

-Hay, no.

-¿Qué?

-Nada, nada. Dijo moviendo la mano.- ¿Qué quieres?

Sam enarcó una ceja y como pudo se abrió paso al interior de la casa.

Dean pensó que su hermano no tenía asimilado el concepto de: "no te quiero dejar entrar".

-Vine por ti. ¿A que lo olvidaste?

-¿El qué?

-La fiesta de despedida de soltero, Dean.

Ah, si, la fiesta esa que un mes atrás había planeado en un bar con todos sus amigos y obviamente los de Sam.

-¿Es hoy? Indagó con un gesto de dolor.

-Pues si, mañana me caso. Rió el más joven, buscando algo en el armario detrás de la puerta.

-Pero…me siento mal. Remilgó.

-Se te pasará en cuanto te bebas la primera cerveza. Estuviste dando la lata todo el mes y ahora lo cumples. Anda, vamos, todos están ahí. Señaló, pasándole su chaqueta de cuero.

Dean hizo una mueca de fastidio pero como las manos de Sam quemaban prefirió hacerle caso, tomar las llaves del Impala y salir.

-Eres un fastidio, ¿lo sabias? Indicó, poniendo en marcha el auto.

-Sip, pero yo se que así me quieres.

No daría respuesta a eso ni mucho menos le permitiría a su mente volar hasta la segunda estrella a la derecha, por eso condujo y trato de sintonizar algo que no tratara del amor, corazones rotos, heridas y esas cosas que comenzaba a ver como idiotas. Lo que necesitaba era una cerveza que lo tranquilizara.

Pero al llegar al bar, el bullicio de sus amigos, de las bromas y demás, solo le dio más en que pensar cuando terminó el primer tarro de cerveza.

-¿Mal de amores? Preguntó el barman, quien le alargó otra ronda.

-A estas alturas ya no se. Respondió, alzando el tarro en su honor.

Y entre más bebía más se preguntaba el porque la vida lo odiaba tanto como para hacerle recapacitar justo en esos días que estaba enamorado, idiotizado, muerto por un hombre que iba a casarse al día siguiente y que no bastando con eso, era su hermano.

-Que me den un tiro ahora. Murmuró, bebiendo más.

-Hey, ¿te ocurre algo? Pensé que serías el alma de la fiesta y desde que llegamos estas aquí bebiendo calladamente. Así no eres tú.

La voz de Sam a su lado solo le erizó los vellos de la nuca. Empezaba a sentirse como una niña ante su primer amor. Pero la verdad era que Sam era su primer y, maldita sea, único amor.

-Nada, solo estaba pensando en cómo harán Jessica y tú para arreglarse en las mañanas, Samantha.

-Dean. Gruñó el chico golpeando el brazo de su hermano.-No empieces con eso.

-No lo hago, es solo que…Sam, ¿puedo preguntarte algo?

Y a pesar de que estaba muy entretenido mirando el duelo de bebedores, asintió. Dean siempre sería su prioridad.

-¿Qué pasa?

El aludido tardó un momento en responder.

-¿Jess es tú verdadero amor?

Sam parpadeó.

-Bueno, por algo la he elegido, ¿no?

Pero Dean no deseaba esa respuesta.

-Apresuraste las cosas, ¿temías perderla o algo por el estilo?

Sam tuvo que taparse un oído cuando el barullo aumentó.

-No, solo que no tenía caso aguardar más.

El ojiverde lo miró atentamente unos minutos antes de volver a beber.

-Aun no me respondes. Guiñó, sonriendo de esa manera que hasta los hombres derechos le decían hazme lo que quieras.

El otro viró la mirada, bebiendo un poco de la cerveza de su hermano.

-No creo que a estas alturas tenga que responder a eso, Dean.

-¿Por qué no? Nunca es tarde para algo, ¿sabes? Se arriesgó a decir.- Que tal…que tal si ella no es lo que pensabas y antes de cometer…

-¿Una tontería? Medio sonrió el otro.

-Si, una tontería. Continuó, invadiendo de más el espacio personal de su hermano. -Te das cuenta de que existe en la vida alguien que si es… ¿eso para ti?

Sam bebió otro poco. No era el primer trago de la noche, de hecho ya llevaba varias copas encima, por ello no le importó acercarse un poquitín más hacia Dean quien lo miraba tan atentamente y… ¿sus labios siempre habían sido así de apetecibles?

-No quiero pensar en eso ahora. Yo solo quiero divertirme contigo esta noche.

-Eso se escuchó tan sugerente. Susurró el ojiverde, mirando alternadamente ojos y boca mientras sonreía como solía hacerlo.

-¿En serio? No parece. Continuó Sam, acercándose solo un poquito más. Hasta ese momento podía percibir la fragancia de su hermano. Ahora recordaba que siempre le había gustado, era tan varonil y tan Dean al mismo tiempo que no reprimió el impulso de inclinarse y oler a su antojo.-Hueles tannn bien. Señaló.

-Tal vez pueda oler mejor. Insinuó el otro y aunque una lucecita en su interior le daba patadas, él no quiso hacerle caso. No lo haría, no lo haría y no lo haría.

-¿Dean? Susurró sin alejarse.

-¿Mmm? Respondió acercándose un poco más.

-¿Dean? Dijo, mordiéndose el labio inferior.

-¿Dime? Lo miró a los ojos con intensidad.

-Yo… ¿A caso su hermano siempre se veía igual de comible?

-Sammy… ¿qué tal si nos largamos de aquí?

Aunque una voz en su cabeza le decía que esa fiesta era suya, no la escuchó, sino que asintió con la cabeza y se levantó al mismo tiempo que el otro lo hizo.

Así entonces y sin comunicarle nada a nadie se retiraron del bar, entre miradas cargadas de una luz antes no vista y con pensamientos que quizá nunca habían cruzado la barrera del límite fraterno.

-¿A dónde vamos? Preguntó Sam cuando las luces de la calle le pegaron en el rostro despejándolo un poco.

-A donde la nena nos lleve. Respondió, sonriendo un poco al compás del viento en su rostro.

Sam solo asintió. Algo en su interior sabía demasiado y aunque debía morir por ello, no se inmutó. En parte el alcohol estaba cooperando y en otro su parte aguerrida lo empujaba a sacar de una vez todo lo que estaba experimentando.

De hecho siempre había estado ahí, latente, pero hasta ese momento donde la separación se veía inminente era que reaccionaba un poco.

Iba a casarse, iba a casarse y perdería a Dean.

Desde siempre habían estado y hecho todo juntos. La familia, los amigos, los conocidos y desconocidos decían que eran como mellizos y que jamás podrían estar separados.

Él siempre les había dado la razón a modo de juego y solo en ese instante donde una puerta con un número grande estuvo frente a él, lo comprendió.

-Si te incomoda…

Pero Sam negó, posando un dedo sobre los labios de un Dean que los besó.

-Quiero hacerlo.

No dijeron más, simplemente bajaron del auto y si bien el más joven cerró la puerta, el otro lo arrinconó rápidamente.

-Solo una vez, la última. Susurró sobre sus labios, rozándolos solamente.

-Solo una vez, la última. Repitió el otro, percibiendo el aliento caliente de su hermano.

Así pues conscientes, a pesar del alcohol, es que decidieron dar el siguiente paso y tras probar por primera vez de eso prohibido y que siempre se habían negado, es que hicieron el amor.

Lo llamarían así porque fue eso lo que hicieron entre sábanas duras y revueltas, en medio de la oscuridad de una habitación desconocida pero envuelta en luz cálida de dos corazones que se volvieron uno entre caricias y gemidos, entre suaves palabras y nombres coreándose una y otra vez en medio del orgasmo.

Durmieron abrazados y como jamás en la vida, sintiendo el calor de sus cuerpos y el roce de dedos que terminaron entrelazados.

Una noche mágica y para recordar.

Por eso cuando Dean despertó y vio que Sam no estaba, solo pudo sonreír y no pensar en nada pues sabía que si su hermano no se hubiera ido para regresar a ser solo eso, él jamás lo habría dejado marchar.

Se vistió despacio y salió del hotel sin pensar en nada en realidad. Sin recordar nada, sin ser consciente de que no se había duchado para preservar un poco más ese olor que estaba manteniéndolo vivo.

Ni siquiera hizo el intento por asistir a la boda, sino que después de dos horas de estar sentado frente al televisor apagado, sujetando una botella de cerveza que jamás se abrió, comprendió que su destino era vivir así de solo por el resto de sus días y que su final de cuento no era de hadas.

Siempre había tomado decisiones rápidas y sin complicaciones, por eso cuando empacó unas cuantas mudas, cerró su casa y se subió al Impala no pretendió mirar atrás. Simplemente adelante y sin cuestionar. Pero quizá algo dentro de él lo estaba reteniendo un momento porque pasó otra hora sobre el auto sin ni siquiera arrancarlo.

Ese aroma le estaba quemando y por primera vez en todo el día pensaba en esa rubia con dientes de perla y cabello envidiable que tendría la felicidad que él jamás e imposiblemente tendría.

La envidió solamente, odiarle significaría transgredir en emociones que la chica no se merecía. La envidió como cualquiera en su posición lo haría y por eso solo movió la cabeza y se decidió: partiría.

¿Cuánto tiempo? El necesario para aceptar y asimilar que la vida no siempre es como se desea y que había actuado o entendido quizá demasiado tarde. O quizá cuando debió de hacerlo.

-Hey.

Dio un brinco cuando alguien golpeó el vidrio del copiloto.

-Pero que rayos…

Gruñó y abrió la puerta, mirando de forma interrogante al muchacho que lanzó una mochila en la parte trasera del auto y cerró la puerta para después mirarlo.

-Sabía que te encontraría aquí. Al menos valió la pena el maratón que corrí.

Sonrisa inmensa y ojos brillantes llenos de júbilo.

-Sam, ¿pero qué?…tú…la boda…

Pero no obtuvo precisamente una respuesta, sino que los labios que hincharon los suyos de tantos besos se volvieron a posar sobre ellos y le obsequiaron el sabor a gloria del que jamás se cansaría.

-Escápate conmigo. Susurró Sam sobre sus labios, lamiéndolos, degustándolos.

Y lo comprendió porque como la familia, los amigos, conocidos y desconocidos decían: eran uno y no necesitaban de explicarse el teorema de Pitágoras para entenderse.

Arrancó y simplemente no miró atrás.

-¿A dónde vamos? Musitó Sam a su lado, quien sonreía sobre su mejilla mientras le besaba.

-Hacia donde nos guía la carretera. Guiñó, cerrando el pacto que había comenzado entre los dos.

Jamás se hablaría de la boda o de la novia, ni mucho menos de la familia, solo del camino a tomar en esa inmensa carretera que era su vida.

El cuento acababa de comenzar y lo mejor de todo era que empezaba con: el felices por siempre.

FIN

Era tiempo de hacer algo.

Ojala les haya gustado

KLF

Nota final: Si el tipo o color de la letra es demaciado oscuro, culpen al servidor. Gracias por entender