Hola a todos! este es mi primer fic, espero les guste. todos los comentarios serán ultra bien recibidos =)
Saludos!
Fairy Tail y sus personajes no me pertenecen. Ojalá así fuera.
El puntapié inicial lo dio esa tarde de otoño cuando luego de una larga y difícil misión por fin ya estaba de vuelta en su casa, metida hasta el cuello en su bañera, de alguna extraña manera había alejado a Natsu y Gray de su hogar por ese día. En su bañera, entre los cálidos vapores del agua mezclados con el aroma de las sales de baño comenzó a recordar detalles de aquella misión, gestos que jamás había visto en él… y esperaba que se mantuvieran.
En otra parte, esta Loki mirando el cielo y diciéndose a si mismo que no podía ser posible. No podía haberse enamorado, no de ella.
Era un día espléndido, la tarde estaba tibia, el sol brillaba entre las perezosas nubes del otoño, los árboles que teñían sus follajes de un color dorado le daban un toque encantador al paisaje de Magnolia. Aquella chica rubia sentada en un prado observando la ciudad desde lejos, rozaba sus llaves pensando si invocarlo o no, si llamar a ese personaje que adornaba sus días y brindaba alegrías. Cuando estaba a punto de hacerlo, se arrepentía diciéndose a si misma que estaría mal, pues técnicamente lo estaría obligando y si él quisiera podría llegar solo, pues solía auto invocarse –¡oh Dios!¡ Como me trastornas!- reclama Lucy a solas tendida en el pasto.
Sentado en un árbol lo suficientemente lejos para no ser visto, pero si oír lo que cierta chica pudiera decir, se encontraba Loki, observando a aquella mujer, a su dueña. No era sólo la dueña de su llave, sino de su corazón.
Ella no sabía que sentir o pensar, por un lado Natsu fue quien la guió a Fairy Tail, quien la hace reír y quien confió en ella primero que todos. Natsu le mostró la puerta a su libertad. Por otra parte, Loki, que manera de robarle la cordura, no solo por su belleza, sino su dulzura, si incluso ese hombre que casi por deporte conquista chicas tenía sus momentos de auténtica dulzura y lo mejor cada día eran más frecuentes esos momentos.
Él estaba perdido, sabía que la amaba, sabía que había caído, pero eso no era lo que le hacía sentir esa presión en su pecho, sino lo imposible de decirle lo que sentía. Si se lo decía, cometería tabú, pues un ser inmortal no puede estar junto a un mortal, el precio a pagar sería demasiado alto. Prefiero verla desde la sombra toda su vida, se dijo el joven espíritu, a verla llorar y sufrir por el precio.
Fin prólogo.
