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Hay algunas referencias hacia hechos que solo han sucedido en el manga, y como se trata de una historia sobre un futuro próximo también hice unos pocos agregados propios para dar fundamentos a la situación.

–Haikyuu!– y todos sus personajes son obra original de Furudate Haruichi.


Luna-Luna


No puede ser –repetía constantemente.

Ignorando por completo la mirada indiferente que Tsukishima Kei tenía en ese momento, Kuroo Tetsurou trataba una y otra vez de convencerse a sí mismo que era totalmente imposible que "aquel ángel brillante como la luna" al cual observaba mientras se deslizaba dentro de la cancha bloqueando diferentes ataques, pudiera ser quien tuviera cautivos todos sus sentidos.

La altivez con la que aquel rubio observaba a los demás mientras jugaba, en lugar de causarle rechazo como a las personas normales, extrañamente hacía estremecer su interior de tal manera que últimamente le estaba haciendo dudar de muchas cosas.

Pensaba que su rostro inmaculado, sus ojos dorados cargados de seguridad, su cabello corto pero desgarbado como el suyo, su cuerpo trabajado por unos pocos años de entrenamiento… le estaban haciendo perder la razón.

Esto no está bien –, siguió, sin apartar la mirada de aquel espectáculo.

Comenzó a relacionarse con él durante aquella semana de entrenamiento en Saitama con el objetivo de ayudarle a mejorar sus bloqueos. El chico de primer año, aunque en un principio reacio al esfuerzo y a la compañía, aprendió muy rápido algunas cosas. Eso a su orgullo de capitán le pareció fantástico, pero para acabar aceptándolo también en influyó el hecho que le resultaba curioso como reaccionaba Tsukishima cuando era provocado. Fuera involuntariamente o a propósito, al parecer Kuroo podía conseguirlo con una facilidad casi natural.

En algún punto, la tenacidad con la que "Tsukki" se resistía cada vez que le daban ganas de jugar a incitar al pequeño cuervo le terminó resultando poderosamente atractiva. Su forma de enojarse, su mirada de aversión y rechazo, su lengua afilada, su astucia para devolverle cada estocada, su voz sarcástica pero siempre calmada, sus labios… con el paso del tiempo las marcas de aquel rubio de aspecto solitario y lleno de misterios en lugar de difuminarse y pasar, calaron hondo en el corazón del joven de rasgos felinos.

–Kuro. –Se escuchó en el aire un leve llamado.

No estaba seguro de cuando comenzó a hacerse tales ideas sobre Tsukishima, ni por qué. En ese momento solo sabía que sentía la necesidad de ir donde estaba y provocarle de alguna forma, de escuchar su elevada voz de molestia, deseaba hacerlo sonrojar con algo más subido de tono y dejarlo sin palabras… Deseaba lograr transportarlo a un punto en que no se pudiera resistir más, al punto en que se dejase llevar… solo verlo desde la distancia no era suficiente, y solo tenía un único día para lograrlo.

El entrenamiento relámpago en el cual participaba era un pretexto de los entrenadores de Nekoma y Karasuno para organizar en un fin de semana una despedida para los de tercer año que en ese momento solo esperaban su graduación. Kuroo deseaba con todas sus fuerzas tener a Tsukki para sí mismo aunque fuese solo un breve momento. Deseaba… y aunque sabía en líneas generales que hacer para conseguirlo, se debatía en si era correcto hacerlo o no.

–Kuro. –Se escuchó el llamado por segunda vez, ahora de forma más insistente.

Preparar un escenario de caza era muy diferente a simplemente observar furtivamente a la presa que tenía fijada como objetivo, una presa fuera de lo común por ser un hombre al igual que él, pero eso era algo que dentro de la tormenta de su mente ya le había dejado de importar.

Solo dudaba de que tan lejos podría llegar, dudaba de lo severa que podía ser la reacción de Tsukki, y en lo que podía devenir su futuro si algo salía mal, o muy mal… sin embargo, no dejaba de ser un adolescente con dieciocho años recién cumplidos. Edad de efervescencia interna por excelencia para los hombres, en la que un riesgo, entre más elevado parezca, resulta más atractivo de desafiar.

Pasaré entrenando con él todo el día y me acercaré lo más que pueda –decidió sin apartar la mirada de la cancha–. Pase lo que pase no me graduaré con la sensación de no haber intentado nada.

Es imposible que me tome en serio si simplemente voy y se lo digo –pensó.

Kozume Kenma, quien acababa de acercarse a Kuroo solo para ser olímpicamente ignorado dos veces, notó en la mirada de su amigo un fuego y una intensidad que le eran totalmente nuevas, y dentro de esa mezcla irracional el pelinegro no dejaba de seguir con la mirada a alguien que se hallaba jugando en la cancha.

Siendo amigo de Kuroo desde hacía tantos años, sumado al hecho de que sus habilidades de observación estaban perfectamente pulidas gracias a su posición como armador de Nekoma, no tardó mucho tiempo en atar los cabos sueltos.

–¡Kuro! –gritó para llamar su atención de una buena vez.

–Creo que si lo que buscas es ganarte su confianza sería bueno que dejaras de mirarlo como si te lo fueras a comer –le dijo, regresando progresivamente a su característico tono de voz.

Kuroo sintió como si una chispa acabara de recorrer su cuerpo desde su cabeza hasta sus pies, sea por saberse expuesto o por sentir que estaba meditando sobre algo que sabía era prohibido su angustia se multiplico instintivamente. No le quedó otra más que voltear su temerosa mirada hacia su amigo, quien lo veía tranquilamente, con condescendencia.

–¡Kenma! –Dijo el mayor con delatora desesperación–, yo... no...

–Yo no digo nada, Kuro –respondió el pequeño rubio con contundencia–. Solo pienso que si vas y te abalanzas sobre Tsukishima así sin más se pueden complicar las cosas para lo que creo que pretendes hacer.

Un gran alivio se apoderó del pelinegro, aunque no supiera que tan bien tomarse el hecho de que su mejor amigo, en lugar de cuestionar la verosimilitud de lo que pasaba o la sexualidad de su camarada, valorara directamente la situación como un problema real a enfrentar.

No era común que alguien le comprendiera sin decir una sola palabra, pero Kenma siempre había sido así. Desde que le conoció siempre había estado ahí para él, como él había estado siempre para Kenma.

–No es muy diferente a como se hace con las chicas, supongo.

–¿Y cómo sabes eso si nunca en tu vida has estado con una chica? –le preguntó el pelinegro curioso, comenzando a olvidar el temor que le había invadido.

–Creo que yo podría decir lo mismo de ti… –soltó Kenma a modo de zarpazo verbal, mientras se acomodaba observando el partido que se desarrollaba frente a ambos.

Kuroo, un poco tocado moralmente por lo que acababa de escuchar, solo podía darle la razón. Aunque estaba en tal situación por Tsukishima, ese era un caso singular y aislado. Oficialmente le gustaban las chicas y también los encantos de algunas mejor dotadas, pero también era verdad que nunca se había interesado en serio por ninguna más allá de observarlas por –y a veces para resolver– cuestiones meramente naturales relativas a su juventud.

Es cierto que estaba por graduarse de secundaria, a punto de iniciar una nueva vida, pero hasta ese momento todo su mundo había girado únicamente en torno al voleibol, su equipo, sus camaradas de juego, Kenma y poco más.

–Pienso que no lo tienes tan difícil, definitivamente sería útil que te ganaras un poco su confianza para después puedas actuar decididamente cuando sea el momento.

–Das miedo, ¿sabes? –contestó Kuroo sin poder evitar una sonrisa de satisfacción.

–Pero viendo lo obvio que eres para mirar hombres de manera vulgar, está por verse que puedas conseguir algo más que no sea que te crucen la cara.

–Sabes que no es así, Kenma –negó con falsa modestia–. ¿Qué te hace pensar que lo veo de esa forma?

–Porque te conozco lo suficiente –respondió el pequeño sin pensarlo mucho, mientras se estiraba para liberar un poco el cansancio que cargaba.

–Más allá de pensar en si tendrás éxito o si es correcto, creo que deberías pensar que vas a hacer si Tsukishima te acepta, Kuro. –dijo seriamente–. Si lo hace, todo esto dejaría de ser una simple cacería para saciar tus deseos.

–No solo reacciona con algo más fuerte cuando lo provocas. La gente en general se arde mucho con asuntos de amor mal avenidos y una vez terminado este viaje no estarás disponible para él en mucho tiempo… –Kenma fue señalando con flojera cada punto con sus dedos–. Deja de ser un juego divertido cuando empujas a alguien enamorado demasiado lejos para después abandonarlo como si nada.

El razonamiento de Kenma hizo manifiesta la frustración en el rostro atribulado de Kuroo. Bebía los vientos por aquel "ángel de la luna", como le llamaba en sus adentros, y lo que menos quería era herirle de cualquier forma. Aun así estaba más que decidido a hacer lo que hiciese falta para llamar su atención.

Sus sentimientos no eran algo simple y banal que se desvanecería en el momento mismo de liberarse la tensión sexual acumulada –algo que ya tenía muy bien comprobado valiéndose de métodos no muy relevantes– Kuroo, dentro de sí mismo, sentía la necesidad de que su ángel de la luna le mirase de manera especial, aunque fuese solo una vez.

Su corazón se sentía aprisionado, cargado con las cadenas de saberse ausente de la vida de su amor, el cual, con suerte, solo le veía como un compañero de voleibol más. En el fono necesitaba que Tsukki que le hiciese sentir que él era el único siervo de la luz que irradiaba, y con ello como inspiración le serviría felizmente en cuerpo y alma por siempre, tal como había leído en viejos romances de samuráis que hasta el momento de verse envuelto en esa situación consideró como cursis y absurdas historias de gente vieja.

–Lo sé, Kenma, pero nunca me había sentido así… es una mierda inexplicable. –se lamentó–. No estoy seguro de que hacer, solo sé que no quiero que quede así, sin que pase nada.

–Entonces haz lo que creas que tienes que hacer. Si de verdad estás tan decidido lo que sea que hagas estará bien. –le dijo Kenma dándole pequeñas palmadas en su hombro.

Kenma no sabía hasta qué punto su amigo estaba sumergido en el pozo del enamoramiento, él, por medio de observar a los demás, entendía esa clase de amor como un juego muy problemático que exigía de su parte conocer sus reglas al detalle y tener algunas nociones de como jugarlo. Al ver a Kuroo en ese estado de añoranza entendía que él necesitaba de su ayuda para jugarlo, aunque fuese solo un poco de apoyo moral.

El último partido del día antes de la hora de cenar acababa de terminar. Kuroo dio un último y fugaz vistazo a la fuente de su sufrimiento y recupero la compostura antes de buscar junto a Kenma la salida del gimnasio, el amor le abrumaba como olas en el mar, pero el hambre después de un agotador día de entrenamiento se había convertido en un problema más apremiante.

–Quién diría que nuestro gran capitán tendría tales gustos… estás muy jodido, ¿sabes? – dijo, mientras caminaban juntos hacia el exterior. Kuroo, punzado de nuevo por su amigo, solo tuvo para él una respuesta áspera y vacilante.

–Calla…


A veces vivimos nuestras vidas sin suficiente amor y amabilidad. Todos quienes están enamorados confían, añoran y sueñan.
«Sofia Rotaru – Luna-Luna»