Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, la trama es mía.


Prólogo

El maravilloso sonido del piano, provenía de la estancia. Alice sonrió y abrió sus ojos, se acurrucó con las mantas, pues tenía algo de frío y además se sentía lago agotada por la alocada Noche Buena que pasó junto a su amado esposo. Decidió levantarse y estirarse, tomó del suelo la camisa de Jasper y se la puso, abrió las cortinas de la habitación y sonrió al ver cómo la nieve caía despacio. Suspiró, buscó en el armario el presente de Navidad que había conseguido para Jasper. Abrió despacio la puerta de la habitación y lo encontró frente a su piano de cola, al parecer trabajaba con una de sus canciones.

Estaba realmente concentrado, tenía el ceño fruncido y mientras escribía las partituras fumaba un cigarrillo. Hasta que escuchó las pisaditas de su amada esposa, sonrió, detuvo lo que hacía y apagó su cigarrillo. Sintió las manos de Alice, acariciando sus hombros y suspiró. Jasper se sentía agradecido con la vida por aquel regalo maravilloso que le dio. Su Alice.

-Feliz Navidad mi amor. –Le susurró ella al oído.

Jasper se volteó y la acercó tomándole de la cintura, ella acarició el rubio cabello de su esposo, mientras, con su otra mano, ocultaba el presente tras su espalda.

-Feliz Navidad, preciosa esposa mía. ¿Qué tal amaneciste? ¿Te he despertado?

-No… bueno, sí –Alice rió. –Pero sabes que adoro despertar con el sonido de tu piano. Qué más da… ¡Feliz Navidad!

Alice le mostró la caja dorada con un llamativo listón verde a su marido. Jasper tomó el presente y lo abrió. Sacó los ojos como platos al ver el increíble pedal de sintetizador nuevo que su esposa le había regalado.

-Y esta vez, espero que lo uses solamente tú. –Dijo Alice frunciendo el ceño. –Es muy fino. Y no quiero que los otros chicos del bar pongan un solo dedo es este pedal.

Jasper rió. –Alice, no sé qué decir… esto…

-¿Gracias?

-Sí pero, cariño se ve que esto te ha costado un ojo de la cara… esto definitivamente no estaba presupuestado y…

Alice puso los ojos en blanco. –Gané un dinero extra, haciendo una sesión de fotos en la revista. ¿Contento?

Su esposo sonrió y la abrazó fuerte.

-Gracias, amor…

-Eso está mejor –Alice le robó un beso a su marido.

Él besó su frente y caminó hacia la habitación. –Aguarda aquí.

Alice se sentó en el taburete del piano y Jasper regresó de la habitación con una caja blanca rectangular con un vistoso lazo rojo.

-Es mi turno para darte tu obsequio.

Jasper se arrodilló en el suelo y le entregó a su esposa su obsequio, ella lo abrió contenta.

-¡Santo Cielo! –Jasper sonrió ante la reacción de su esposa. Sabía que aquel obsequio le encantaría. Alice tomó en sus manos un bellísimo vestido color turquesa.

-Noté cómo lo veías en la vitrina mientras paseábamos y pues…

-¡Y tú hablabas de salirse del presupuesto! –exclamó ella con una mueca.

Jasper se encogió de hombros. –Ya te hacía falta un nuevo vestido. Y bueno… espero que me lo modeles. –añadió, dibujando una media sonrisa en su rostro y acomodándose en un sofá.

-Mmm, seguro que sí. –Alice se despojó lentamente de la camisa de su esposo, abriendo los botones con lentitud, de abajo hacia arriba. Luego se la arrojó y se puso su vestido nuevo.

-Upsie… -Alice sonrió pizpireta y se volteó. – ¿Me ayudas con la cremallera?

Su esposo sonrió y le ayudó a subir la cremallera del vestido. Acarició los brazos de su esposa y besó su cuello. Luego la volteó con sutileza. Alice sonreía campante y el vestido lucía perfecto en su entallada y delicada figurita. Jasper la miró de pies a cabeza, pensando que cada día, Alice despertaba mucho más hermosa.

-Te ves hermosa. Ese vestido fue hecho apara ti.

-Jazz, de veras… no tenías que hacerlo. –Alice lo abrazó fuerte.

Él besó la frente de su esposa. –Te lo mereces todo –le susurró.

Siempre la amó con locura, se podría decir que desde aquel día que la miró por primera vez. Recordaba lo maravillosa que lucía con aquel atuendo el primer día de clases, Jasper no era un chico tímido, así que se acercó a ella, quien parecía perdida, abrazando sus libros a su pecho. Él se presentó muy amable como el presidente de la Facultad de Artes de la universidad, pero ella, no era una chica que creyera cualquier cosa. Lo miró de pies a cabeza, puso los ojos en blanco y siguió caminando por el pasillo.

Jasper nunca se dio por vencido con aquella chica que se mostraba ante todos, tan correcta. Además, a él siempre le habían gustado los desafíos. Y al no darse por vencido, Alice terminó cayendo redonda ante los encantos del muchacho rebelde de la facultad. Y no solo eso, sino que él quedó completamente encantado con Alice y sin que se diera cuenta, ella había cautivado su corazón.

Jasper creía que Alice merecía lo mejor, por supuesto, que hombre enamorado no pensaría aquello. Él se sentía culpable, pues según él, su amada no recibía la vida que en realidad merecía. El padre y el hermano de su esposa, se lo restregaban en cara siempre. Alice había sido una chica a la cual nunca le faltó nada, es más, tenía todo cuanto quería y siempre lo mejor. Su marido se condenaba por el hecho de no poder darle una casa grande, tarjetas de crédito, los mejores vestidos o las joyas más caras. Sin embargo, ella era la mujer más feliz, pues por lo que a ella respectaba, tenía todo lo que pudo haber soñado.

-¿Por qué tan pensativo? –preguntó ella, mientras se miraba al espejo.

-Ah, pensaba en la reunión de esta noche. –Respondió Jasper con una mueca.

-Estaba pensando en no ir. –Dijo Alice encogiéndose de hombros.

-No, de ninguna manera. Es Navidad y estoy seguro de que querrán verte… Además, tememos un presente para Renesmee.

-Tienes razón –Alice suspiró.

Ella sabía que aquellas reuniones con su familia no eran del todo gratas. Edward, su hermano mayor, era todo un fanfarrón y se creía el hijo perfecto. Y ¿Cómo no? Si su padre se encargaba personalmente de aumentar su ego, pero también, de lanzar una sarta de indirectas respecto al estilo de vida que llevan su hija y su marido. Alice estaba totalmente convencida del amor que le tenía su esposo, sabía que él la amaba de verdad. Tanto como para aguantar a su pesada familia.

El timbre sonó.

-¿Esperábamos a alguien? –preguntó Alice extrañada.

-¿Será Santa Claus? –bromeó su esposo.

-Iré a abrir y tú… ¡Ve a ponerte pantalones!

-Sí, señora. –Jasper rió y fue directo a la habitación.

Alice acomodó su cabello y fue a atender la puerta. Miró por el ojal y se topó con un ojo enorme y luego, la enorme sonrisa de Emmett. Rió y abrió la puerta gustosa.

-¡Hola! ¡Hola! ¡Feliz Navidad querida Alice!

-¡Rose, Emmett! ¡Qué sorpresa! –Exclamó Alice repartiendo sendos abrazos.

-Hola, Alice. Perdón por no avisar que vendríamos. Es que mi queridísimo esposo quiso darles la sorpresa. –Se disculpó la bella melliza de Jasper, dándole un fuerte abrazo a su cuñada.

-¿Y el ocioso de tu marido? ¿Sigue durmiendo? –Preguntó Emmett mirando por toda la estancia.

Rosalie hizo una mueca. –No lo creo, huele a cigarrillo. Tan temprano y ya estuvo fumando.

Alice rió. –Está en la habitación, viene enseguida.

-¡Pero qué galas! ¿A dónde se dirigían?

-Ah –Alice se miró el vestido. –Es un obsequio de Jazz y me lo estaba probando.

-Es precioso. –Dijo Rosalie sonriendo.

-¡Ja! –Espera a ver lo que traje. –Bufó Emmett. –Es mucho más sexy.

-¡Chicos! ¡Qué sorpresa! –exclamó Jasper contento dirigiéndose a la estancia.

-¡Feliz Navidad! –Le interceptó Emmett en un abrazo. – ¡Hey! … ¿Tu esposa no te alimenta? Estás más delgado.

-Mmm creo que se ve igual. –Dijo Rosalie abriéndose paso para abrazar a su hermano.

-Pero que grata sorpresa. ¿Quieren desayunar con nosotros?

-No gracias Alice…

-¡Yo sí! –Exclamó Emmett interrumpiendo a su esposa. –Pero primero ¡Abran sus obsequios! –Añadió frotándose las manos.

-No tenían que molestarse.

-Eh, antes de que los abran. –Dijo Rosalie sentándose en el sofá. –Debo pedirles perdón, pues no he sido yo quien compró sus obsequios. Emmett los escogió.

-Rose… -Ronroneó Emmett, mirando a su esposa de manera pícara. –Recuerda que tu regalo te fascinó.

Rosalie rió. –También a ti…

Jasper se aclaró la garganta.

-Ok, Alice mi cuñada favorita… -dijo Emmett entregándole el presente.

-Soy tu única cuñada. –Alice rió y abrió su regalo. Se carcajeó al mirar el atrevido camisón color rojo. – ¡Es precioso! Gracias.

-Tu turno cuñado.

Jasper rió y abrió su presente lo tomó haciendo un par de pinzas con los dedos. Dándole vueltas averiguando qué forma tenía aquel trozo de tela. Mientras su hermana reía sin parar junto a su esposo.

-¡Es una tanga masculina! –Exclamó Emmett, haciendo que Alice se sonroje y estalle en risa. –Es la última moda en ropa interior masculina.

Jasper sintió todavía estupefacto. –Gracias Emmett... Supongo.

-¡Gracias Em! –exclamó Alice guiñándole un ojo a su esposo.

-Así me gusta. –Dijo Emmett con suficiencia.

Una vez que Rosalie y Emmett se despidieron, Jasper volvió a recostarse en la cama con jaqueca. Últimamente se sentía agotado y tenía dolores de cabeza fuertes. Alice pensó que debería dejar aquel hobby de tocar en el bar por las noches, para descansar más. Pero él era demasiado terco.

-¿De nuevo dolor de cabeza? –Preguntó su esposa arrimándose al marco de la puerta.

-No, no es nada, solo un malestar en el cuello.

-Sí, definitivamente. Emmett es el culpable de tu tortícolis. –Dijo Alice riendo.

Más tarde ambos se prepararon para la cena con la familia de Alice. Llegaron hasta la elegante casa del doctor Carlisle Cullen y Esme, la madre de Alice, les recibió con los brazos abiertos. El padre de Alice los recibió de la misma manera, aunque Jasper sabía perfectamente que no era del todo bienvenido. Aquella casa le traía grandes recuerdos, como las salidas nocturnas con Alice.

Ella se escapaba por la noche, mientras Jasper la esperaba escondido entre los arbustos, con un casco, listo para ponérselo a su novia e irse en la motocicleta que Carlisle tanto detestaba. Pero el mejor recuerdo, era el de aquel día en el que los padres de Alice saldrían de vacaciones. Pensaron que tendrían la casa para ellos solos, pero, lamentablemente el vuelo se canceló, Carlisle y Esme se llevaron una tremenda sorpresa en la estancia de su propia casa.

Jasper rió y tomó la mano de su esposa.

-¡Jasper, tía Alice! ¡Feliz Navidad!

-¡Renesmee! –Exclamó Jasper poniéndose de cuclillas con los brazos abiertos.

La pequeña saltó para abrazarle fuerte. Alice se arrodilló, la niña la abrazó fuerte y besó su mejilla.

-Feliz Navidad, linda. –Alice besó la frente de su sobrina. – ¡Demonios! ¡Sí que has crecido!

La niña contuvo el aliento y tapó su boquita con ambas manos. – ¡Dijo demonios! -Cubrió su boca nuevamente.

Alice contuvo el aliento fingiendo horrorizarse. – ¡Lo siento!

Jasper rió. – ¿Sabes? Santa me encargó un obsequio para ti. ¿Te has portado bien?

La pequeña sonrió y asintió despacio.

-Bien cariño. –Alice le entregó a su sobrina la caja con el presente, le ayudó abrirlo. Era un joyero musical con joyeles de niña.

-¡Joyas! ¡Como, como, como las de la abuelita!-Exclamó la pequeña contentísima.

-¡Oh vaya, cariño! ¡Qué lindas son! –exclamó Esme. –Y espero que ya no tomes prestadas las mías.

Bella y Edward aparecieron en la estancia. Al parecer habían discutido otra vez, pues la cuñada de Alice tenía las mejillas y los parpados rojizos. Ambos saludaron calurosamente a Jasper y a su esposa.

Mientras la mucama preparaba la mesa para la cena, Renesmee tomó a Jasper como rehén para jugar ya que Edward se había encerrado en el despacho para hablar por teléfono y Bella leía un libro. Alice conversaba a gusto con sus padres.

-¿Cómo te va en tu trabajo cariño?-Preguntó Esme.

-Bien mamá. Sabes que adoro la fotografía y en la revista valoran muchísimo mi trabajo.

-Lo sé… las últimas portadas, han sido tuyas. –Dijo su madre con agrado.

-Sí. Y además, he conocido una que otra celebridad.

Carlisle asintió. –Hubieses conocido muchas más si no hubieses rechazado aquella oferta de trabajo en New York.

La sonrisa de Esme se desvaneció, y la de Alice estaba a punto de desvanecerse. Sin embargo no permitiría que su padre piense que tiene la razón.

Alice suspiró contenta. –Creo que quedarme y haberme casado con Jasper fue la mejor decisión que he tomado.

-Y apropósito ¿Cómo le va en su trabajo?

-Bastante bien papá.

-Sigue con aquello de las clases de música ¿Verdad? –Dijo Carlisle aburrido.

-Así es. Sus alumnos lo aman, además le gustan mucho los niños. Adora la música y es lo que le gusta hacer.

-Sí, pero a veces para mantener un hogar, es necesario hacer muchas cosas que…

-Carlisle. –Interrumpió Esme. Luego miró a su hija. –Y ¿Sigue componiendo?

Alice sonrió, siempre conto con el apoyo de su madre para todo. Además Esme siempre quiso mucho a su yerno. Siempre le estarán agradecidos, pues ella fue quien hizo hasta lo imposible para que se casen.

-Sí, mamá, ha sacado unas melodías preciosas.

Jasper se acercó de la mano de Renesmee. La pequeña tiró del vestido de Alice para llamar su atención.

-¿Tía?

-¿Sí cariño?

-Me casé.

Carlisle y Esme rieron.

-Y ¿Con quién, linda?

-Con Jasper. –respondió inocentemente, mientras su tía y sus abuelos reían.

Jasper rió entre dientes. – ¿Cómo dices Renesmee?

-Sí. –asintió con gracia. –el anillo.

Su tío miró su mano. –Oh, ya veo.

-Cariño, Jasper está casado con Alice. –le explicó Esme con ternura.

La pequeña frunció el ceño de manera adorable. –Mi anillo. –le dijo a Jasper estirando su manita.

Jasper y Alice contenían la risa y mientras trataban de sacar el anillo que se atoró, la cena se sirvió.

Edward comenzó a hablar de la gran compañía que dirigía y del viaje que tendría que hacer a Rusia. El único interesado realmente en la conversación era su padre. Bella le ayudaba a Renesmee para que no derrame la comida sobre su vestido. Alice tenía rostro de aburrimiento, sosteniendo su mejilla con su mano, luchando por no quedarse dormida. Jasper simplemente asentía de vez en cuando, simulando seguir la conversación. Hasta que la pequeña Renesmee interrumpió el aburrido monólogo de su padre.

-Papi. –Bella limpió con ternura la comisura de los labios de su hija.

-Cariño, estoy…

-Quiero tocar el piano. –Interrumpió nuevamente, mientras jugaba balanceando sus piernitas sentada en su silla.

-Todavía eres muy pequeña como para poder aprender.

-No es así. –Dijo Jasper, era la primera frase que había dicho en aquella mesa.

Su cuñado enarcó una ceja. – ¿Ah, no?

-No, entre más pequeña se familiarice con el instrumento, tendrá mucha más habilidad.

-Sí. –Dijo la niña con sonrisa angelical.

-Ok, veremos si Jasper quiere enseñarte. –Edward quiso continuar parloteando sobre sus negocios.

Jasper sonrió. –Me encantaría. –Le dijo a Renesmee con rostro cómplice.

-¡Genial! –exclamó Alice guiñándole un ojo a su sobrina.

-Y ¿Cuánto me cobrarás por las lecciones? –Preguntó Edward, mientras cortaba un trozo de su filete.

La sonrisa de Jasper se desvaneció dando paso a un rostro irónico debido al comentario tan fuera de lugar, emitido por su cuñado. Alice frunció el ceño, sabía que su padre o su hermano se encargarían de hacer alguna estúpida glosa.

-No veo por qué cobrarte las lecciones Edward.

-No creo que deberías rechazar un dinero extra. –Insistió su cuñado.

-Edward. –Masculló Bella mirando su plato de comida.

Alice suspiró. –No cae falta Edward. –sonrió con suficiencia. –Tu hija, adora pasar tiempo con mi marido y conmigo. Se siente como… en una verdadera familia. –Contrapunteó Alice.

-Alice. –musitó Jasper.

Edward rió con ironía, mientras miraba a su hermana de manera despectiva.

-Les ruego –Interrumpió Esme. –Que por favor tengamos una cena tranquila. –Añadió mirando a sus hijos con tristeza. –Por, favor. –rogó con un hilo de voz.

Alice desvió su mirada y se percató de que los ojos de su cuñada se habían llenado de lágrimas a causa de aquel comentario tan duro y directo. Eso hizo que se sintiera mal, así que terminando la cena, se dirigió hacia su cuñada para pedirle disculpas. Ella las aceptó y quedaron en salir a tomar juntas un café.

Una vez en el auto y de regreso a casa, Alice se percató de que Jasper estaba tranquilo, incluso después de todo lo que había pasado. Al contrario, ella se sentía terrible y muy molesta. Siempre se preguntaba ¿Cómo era posible que su familia se jacte de tener tanta clase y hacer este tipo de cosas? Suspiró furiosa.

-¿Cómo es que aguantas este tipo de cosas?

Jasper sonrió, aún con la vista fija en el camino y luego tomó la mano de su esposa.

-Por ti.

Alice sonrió mirando a su esposo. –No lo valgo.

-Claro que sí.

Alice hizo una mueca y se cruzo de brazos sin decir nada.

-Además, suelo pensar que eres adoptada. –Bromeó Jasper.

Su esposa rió. –Eso tiene sentido.

Alice besó a su marido en la mejilla. Sabía que tenía a su lado el hombre ideal, y lo mejor de todo era que él le pertenecía. Hoy, y por siempre, como se lo prometió en el altar.


Hola! sí! de nuevo por aquí! *.* las extrañé mucho!

Bien, sobre esta historia... quiero dedicarsela a mi abuelo, todo un valiente.

Imagino que todos han escuchado los votos que se dan en el altar... en la salud, y en la enfermedad... en la riqueza y en la pobreza en las alegrías y en las penas... hasta que la muerte nos separe. Bien, este fic es distinto al último que escribí... como han notado... nuestros queridos personajes están todos casados... Cada pareja enfrentará cosas muy difíciles. El matrimonio, no es un cuento de hadas, sin embargo, es una sublime y hermosa promesa que depende de ambos, mantenerla. Apesar de todo...

Espero que les guste.

xoxo

Cris