Espere tanto a que llegara el mes de octubre para empezar de nuevo y subir fics escalofriantes que estuve a punto de publicarlos antes, mucho antes de este día. Pero no.
Trata principalmente sobre hasta dónde puede llegar la obsesión malsana de Orihime por Ichigo. Está basado en una historia real que le paso a la prima de la amiga de mi amiga (yo, en pocas palabras), excepto por el homicidio, las muertes, los engaños y esas cosas. Celos son celos y vivir en costa te da ideas peculiares (debe de ser el calor)…
Bleach no me pertenece y no me reservo ningún derecho, asi que por favor no me demanden, tengo una tortuga y tres perros que alimentar. AU.
Alguien debería matarla
Primera parte
Escuchaba pasos que no eran pasos, y ella solo se limitaba a cerrar los ojos con fuerza, rezándole o todo lo que se le pudiera rezar mientras se arrepentía hasta de haber nacido. El pánico se había apoderado de cada centímetro de su cuerpo y llevaba contenido en la garganta el grito de horror más profundo y desgarrado.
Ni siquiera en ese momento tan crítico su conciencia la dejaba tranquila, ¿Cómo podría?, ahora más que nunca sentía el dolor aplastante de la culpa.
Naturalmente, las lágrimas comenzaron a descender por sus ojos grises cuando los golpes en la puerta empezaron a estremecerla, con tanta rabia y odio que estaba lejos de parecer humano.
-¡Vete por favor!- gritó finalmente cuando debajo de su cama dejó de parecer el lugar más seguro de la habitación. Suplicó un par de veces más, cegada por la desesperación y la angustia- ¡Por favor, por favor… por favor… DETENTE!- abrió los ojos con desmesura y sorpresa cuando se detuvieron las embestidas a la puerta de golpe.
Ella sabía que tal vez esa sería la única oportunidad que tendría de decirlo, y por eso no lo dudo demasiado.
- Lo siento…- susurró la disculpa con lo último que le restaba de voz, agarrando con fuerza su pecho para que no se le escapara el corazón.
Esa noche moriría, sin lugar a dudas lo haría.
-No sabes cuánto lo lamento…- mencionó, arrastrándose para salir debajo de la cama y morir con algo de dignidad. Respiró hondo, muy hondo, como si fuera lo último de oxigeno que pasaría por sus pulmones. Dio pasos torpes y temblorosos, resistiéndose a llegar. Por la puerta se filtraba un aire frió y turbio, como el que sale cuando abres un congelador, pero más espeso y verdoso. Aquella niebla congelada le pasaba entre los pies, casi besándolos, mientras dejaba un camino pegajoso y repugnante, con un olor tan potente a agua salada que le haría llorar los ojos si estos no estuvieran llenos de lágrimas.
Juntó todo el valor que pudo, pero igual lo perdió rápidamente cuando colocó la mano sobre la perilla… y terminó por girarla, como un último acto de valor estúpido.
Si tan solo pudiera volver atrás... lo cambiaría todo. Absolutamente todo.
(Una semana antes)
La campana que anunciaba el final de las clases sonó tan ruidosa como insistente. Era otro día más que él no lo sabía.
-Kurosaki-kun…- su corazón palpitaba tan fuerte con solo verlo, con solo mencionar su nombre -y Kuchiki-san…- los labios le temblaron y un nudo en la garganta impidió que susurrar algo más. No lo culpaba por querer estar todo el tiempo con ella, siempre había sido tan hermosa, carismática… y perfecta.
-¿Nos vamos Orihime?- no se dio cuenta en que momento fue que dejo de discutir con él. Aun cuando se la pasaban peleando, se notaba el amor entre ellos, las miradas, los gestos, los coqueteos disfrazados de insultos.
-Sí, claro, solo déjame meter mis libros y te alcanzo en un rato- fingió una de sus mejores sonrisas para que su mejor amiga no sospechara nada. Ella no podía darse cuenta de sus verdaderos sentimientos hacia él, ni los celos que le provocaba verla respirar de su mismo aire. Desde que Tatsuki se había mudado a otra ciudad, Rukia se había convertido en la persona más cercana para ella, casi como la hermana que siempre quiso y nunca tuvo.
-¡Te tengo que contar algo!, Es increíble…- la inconfundible emoción en su voz la hizo sospechar lo peor.
-¿Se trata de Kurosaki-kun?- no se necesitaba ser un genio para saberlo. A menudo las personas creían que Orihime era demasiado idiota como para darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. La trataban como si fuera solo una pelirroja tonta con enormes pechos y en verdad lo odiaba.
-Sí, ¿Cómo lo sabes?- Rukia le preguntó con asombro, mirándola de reojo, como si fuera un gran secreto lo que había entre ellos dos.
-Es obvio, los dos se ven muy bien juntos…- los dientes se le apretaron automáticamente con fuerza ante tal mentira. Ella nunca había podido lograr que Ichigo la mirara con otros ojos diferentes a la amistad, y a veces se llegaba a preguntar si lo había intentado los suficiente o le falto algo, algo que únicamente Rukia le pudo dar. Por más que lo intentó, a cada momento y lugar, en cada oportunidad que se le presentó, jamás logró despertar algo parecido al amor en él. No el que ella esperaba y deseaba con tanta desesperación.
-¿Lo dices enserio?- su rostro volvió a iluminarse con una sonrisa aun más grande- Porque me citó en el mirador abandonado esta tarde, dijo que quería decirme algo importante…- su expresión no disimulaba el gusto.
-Ohh, me alegro por ti, y también por él. Por los dos…- Orihime hacia todo lo posible para que las lagrimas no salieran a delatarla. Para alguien acostumbrada a siempre perder, no lo estaba tomando de la mejor manera. Tenía ganas de llorar, gritar, parar el mundo y bajar antes de que el odio acumulado en su corazón le hiciera estallar su enorme pecho.
-¿Te encuentras bien?, Pareces algo agitada… y tú cara está muy roja- esa voz preocupada la hizo salir de sus pensamientos depresivos.
-Estoy bien, no- no es nada- sonrío de nuevo, como si todo estuviera normal- Sabes, ahora que recuerdo tengo que ir al mercado por unas cosas que me hacen falta. Perdón por no poder acompañarte el resto del camino…- opto por alejarse despacio de ella para no decir ni hacer algo fuera de lugar, mientras agitaba la mano derecha en señal de despedida.
-Bueno… ¿Estás segura que no te encuentras…?- Rukia quiso preguntar, pero rápidamente fue interrumpida.
-Descuida, voy a estar bien. No te olvides de contarme como te fue con Kurosaki-kun- Orihime le dio la espalda antes de terminar la conversación. Ya no deseaba verla ni hablar con ella, solo quería alejarse y perderse en el horizonte para siempre.
-Tú serás la primera en enterarte- aseguró contenta, como si le hiciera un favor- Ehh Inoue-san…- maldiciendo entre dientes, se obligo a detenerse para concentrar su atención una vez más en ella.
-¿Qué pasa?- la miró por encima del hombro antes de darse la vuelta, fingiendo interés en lo que sea que saliera de su boca.
-Eres mi mejor amiga ¿Lo sabes?- su sinceridad le hizo sentir escalofríos. Si tan solo no estuviera en medio, y ella no lo amara con tanta intensidad, tal vez podría ser verdad lo que ella estaba a punto de decirle.
-Desde que te conocí, Kuchiki-san, no podría pedir a una amiga mejor, porque ya la tengo…-no pudo evitar sentir remordimiento al terminar de decir aquello. Por más que la odiara, nunca podría hacerle nada malo. Al final del día los malos pensamientos se quedaría siempre dentro de su cabeza, y de esa manera todos serian más felices. Ahora era el momento de sonreír un poco más hasta perderla de vista porque no quería que nada cambiara su modo de verla.
-Nos vemos luego- la escuchó decir antes de darle la espalda por completo y cuando consideró que se encontraba a una distancia prudente, finalmente pudo echarse a llorar tranquila.
Orihime recibió un mensaje de texto esa tarde (para sorpresa de nadie), he iba más o menos así:
"¡Te tengo una gran noticia!, Estoy tan feliz, el lugar al que me llevo Ichigo es único, tiene la vista más hermosa que jamás había visto en mi vida, tienes que verlo. Te espero en el mirador abandonado para contártelo todo cuando llegues, ¡No tardes por favor! TKM. Rukia"
Y obviamente cerró el celular con rabia después de releerlo lo suficiente como para considerarlo masoquismo. Tenía demasiados sentimientos encontrados y en verdad le molestaba el hecho de que supusiera que no tenía nada mejor que hacer por las tardes. Ni siquiera había preguntado primero si estaba ocupada o podía ir en ese momento, como si la vida de todos siempre girara alrededor de sus caprichos.
¿No podía esperarse para humillarla mañana en clases?, ¿Cuál era la prisa? Daba lo mismo a final de cuentas. Iría a pesar de todo, porque ella era su mejor amiga y la amaba con toda la parte del corazón que no estaba destinada a Ichigo.
Tomó el primer taxi que encontró y a decir verdad le salió más caro de lo esperado, no tanto por la distancia, sino por lo defectuoso del camino. Aparte de eso, tuvó que caminar un tramo considerable cuando el conductor se negó a subir el peñasco, e Inoue solo podía pensar: ¡Qué mal lugar para construir un mirador!
Lo primero que miró cuando llegó, fue a Rukia recargada sobre un frágil y oxidado barandal con el horizonte más hermoso del mundo como fondo. Era como un cuadro de matices imposibles.
-¿Kuchiki-san?- al escucharla se sobresaltó un poco en su lugar al escuchar su voz. Casi de manera instantánea corrió a abrazarla con una calidez tan reconfortante como calcinarte, hasta el punto de quererla empujar lo más lejos posible de su cuerpo, pero terminó abrazándola con más fuerza, para que sintiera lo que era estar atrapada.
-Espero que no se te dificultara llegar aquí, hace mucho que nadie viene desde que pasó "aquello"…- se separó con dificultad, algo sofocada, mientras entristecía repentinamente con las últimas palabras.
-¿Qué fue lo que pasó?- solo preguntó para no dejar ir el tema, posponiendo la verdad tan dolorosa detrás del motivo verdadero de estar ahí. Había escuchado historias sobre el lugar, pero nunca creyó demasiado en ellas.
-Hace muchos años ocurrió un accidente en este mismo sitio, creo que justo donde estoy parada…- señaló con el dedo índice el piso- Una chica cayó al vacio cuando el sol estaba a punto de ocultarse. Algunos dicen que fue un accidente, otros cuentan que fue más que planeada su caída, pero lo cierto es que quedo destrozada en el barranco. Dicen que era una mujer bastante joven, con toda una vida por delante. Es una lástima que pase ese tipo de cosas ¿No?- ideas y mas ideas, eso era lo único que le estaba dando. Aunque sería incapaz de hacerlo en la vida real, en su mente corría la escena de ella rodando por las piedras una y otra vez.
-Pero que terrible…- se cubrió la boca con la mano derecha, intentando desviar todas las ideas escalofriantemente equivocadas que pasaban por su cabeza.
-Por esa razón clausuraron este mirador al considerarlo inseguro, pero se olvidaron por completo de la hermosa vista que brindaba…- sus ojos volvieron a ver el crepúsculo que poco a poco moría. El cielo era tan rojo y las nubes parecían hechas de mullido algodón incandescente; todos los tonos cálidos se encontraban en aquel cielo, esperando solamente ser inevitablemente apagados por la oscuridad de la noche. El sol ya no quemaba los ojos y la brisa marina soplaba en el rostro, trayendo consigo una paz tan momentánea como inexplicable.
-¿Qué era eso tan importante que querías decirme?, Al parecer por tu mensaje, te fue bastante bien- Orihime habló con la emoción de alguien que da la hora, sin quitar la mirada del horizonte. Por más que intentaba aceptarlo, no podía evitar sentir como el corazón agonizaba ante la idea de perder hasta el último gramo de esperanza.
-¡Ichigo se me declaró!- su entusiasmo le impidió ver la mueca de dolor en el rostro de su amiga, que solo pensaba en morirse de amor ahí mismo.
-¿Ku…Kurosaki-kun?- esa pregunta fue tan estúpida como innecesaria, pero quería suponer que había una sola posibilidad de estar hablando de alguien totalmente diferente. Quizás otro Ichigo, de otra ciudad, que también estuviera viendo al mismo tiempo porque era una zorra.
-¿Quién mas podría ser?, ¡Claro que es él!, Como es algo tonto le tomó trabajo decirlo, incluso creí por un momento que el orgullo le iba a ganar, pero al final…lo hizo- suspiró profundamente antes de proseguir. Seguir escuchándola era una tortura demasiado cruel. Ella lo tenía todo: un hermano que la cuidaba y protegía, amigos leales, dinero, belleza, inteligencia, determinación… sin olvidar la capacidad de tocar el corazón de todos y la habilidad de hacer brillar la habitación más oscura con una sonrisa radiante, ¿Cómo se supone que alguien pueda competir con eso? Orihime jamás podría saber la respuesta.
-¿Y- y que pasó después?- su voz comenzó a quebrarse, no iba a poder seguir con eso mucho tiempo.
-¡Me dijo que me amaba!, Y que yo era especial para él- faltó poco para que se lo gritara en el rostro, y sabía muy bien que aun no había terminado- Me dijo también que nunca me dejaría ir y que me protegería de todo y de todos. Al final me pidió que fuera su novia…- el corazón de Inoue ya no palpitaba, solo hacia un extraño ruido al moverse. Rukia comenzó a buscar en su bolso, para enseguida sacar algo parecido a un extraño peluche de aquel conejo que tanto le gustaba- Después me dio este Chappy… ¡Y yo le dije que sí!- sus ojos grises nunca la había visto tan feliz como en ese momento. A Kuchiki Rukia la vida le sonreía todo el tiempo. Así seria siempre, y ella, como su mejor amiga, estaba destinada a verla cumplir sus sueños desde una esquina apenas iluminada.
-Pues ya era hora…- mordió su labio inferior y apretó los dientes a más no poder. Todo su desconsuelo pasaba a convertirse poco a poco en un odio profundo y encarnado. Maldecía la hora en que Rukia había llegado a Karakura y se había metido en la vida de todos.
-Orihime… ¿te pasa algo?, tienes los ojos demasiado rojos, al igual que la cara- se preocupaba mucho por el estado de salud de la chica pelinaranja, sin sospechar que ella era la causante de su malestar.
-No, no es nada, creo que me quiere dar una alergia al polen o algo por el estilo…- pensó rápido en una excusa convincente. Ella no tenia porque saber lo que sentía por su nuevo novio. Tampoco tenía la culpa de haberse enamorado de él, ni de ser correspondida, a diferencia suya. No, ella no tenía la culpa de nada, era totalmente inocente, pero aun así no podía dejar de pensar que la vida sería mucho mejor sin ella. A su lado no tenía ninguna sola oportunidad, pero si algo le llegara a pasar, y digamos, desapareciera por un tiempo convenientemente largo, entonces la olvidaría poco a poco y comenzaría a darle mas notoriedad a las personas que siempre han estado a su lado. Solo así la notaria a ella.
-Pues a mí me preocupa, esta es la segunda vez en el día. De regreso pasamos con Ichigo- muy aparte de que el padre de él fuera medico, sabía que quería ir por otras razones. Si tan solo no existiera.
-No es para tanto, pero si eso te mantiene tranquila vamos- ella respondió, con una sonrisa forzada en los labios. Era difícil fingir tanto, pero logró serenarse lo suficiente para continuar hablando- Kuchiki-san, me quede pensando en lo que me contaste sobre este lugar, si digamos, por alguna razón alguien más llegara a caer del acantilado, ¿Sería capaz de sobrevivir?- temió que la pregunta le causara temor por ser demasiado escalofriante, pero en lugar de eso ella rió levemente.
-Pues, depende de la persona- respondió vagamente, sin tomarlo enserio.
-Hipotéticamente, si fueras tú, ¿Saldrías?- la pelirroja aprovecho su buen humor respecto al tema, calculando que tan lejos podía permitirse llegar.
-Sí, ¿Por qué no?, Soy buena escalando- Rukia respondió con una seguridad y naturalidad diferente a la que se esperaba.
-Menos mal, porque se ve bastante peligroso… y las rocas puntiagudas sobresalen del agua. No cualquiera podría lograrlo- entre lo dicho y lo hecho hay un largo brecho; si rodar hasta el agua no te mataba, seguramente las piedras terminarían el trabajo.
-Ya lo creo que no - ella también miró el hostil barranco de mar y piedras. Los últimos rayos se filtraban débilmente de un sol casi consumado. En cualquier momento oscurecería, así que si lo iba a hacer no había tiempo que perder.
-Hay algo en el mar…- las palabras salieron solas de sus labios. Por primera vez dejó de pensar en la felicidad y el bienestar de los demás, llegando a la conclusión de que no podía dejar las cosas así.
-Pues yo no veo nada…- Rukia se recargó un poco más en la desgastada barra de seguridad, entrecerrando los ojos para visualizar mejor. Esas oportunidades solo se presentan pocas veces en la vida. Era una señal. Debía estar junto a él, ese era su destino, solo debía darle un leve empujón a las cosas.
-Sí, hay esta, ¿No lo vez? se esta moviendo y brilla mucho- señaló con el dedo índice hacia el primer punto que encontró en el mar. No importaba cual, ella solo quería que bajara la guardia. Ni siquiera lo veía venir.
-Creo que ocupo lentes entonces, porque enserio no puedo verlo, debe de ser por la falta de luz…- ella seguía concentrada buscando con la mirada algo sobresaliente. En cualquier momento se daría por vencida y volvería a estar en un lugar seguro, era ahora o nunca.
No midió las consecuencias, ni pensó tampoco en ella, en su familia, en todos los que la extrañarían o el hecho de tener una vida por delante, llena de sueños y metas sin cumplir; mucho menos pensó en todos los buenos momentos que pasaron juntas, pues solo lograría acobardarse lo suficiente para desistir.
Con el sigilo perverso de alguien temeroso de ser descubierto en pleno acto de maldad, se separó lentamente del barandal, aprovechando que ella miraba el fondo del crespado mar. Se acercó un poco más y quiso parar por un segundo, declinar el malintencionado plan, pero un solo nombre basto para darle el valor de seguir hasta las últimas consecuencias: Kurosaki-kun.
-Solo quédate ahí…- susurró para si misma, completamente decidida.
-¿Dijiste algo?- Orihime ni siquiera se molestó en responder. Antes de que pudiera voltear, protestar o hacer alguna otra cosa, la agarró del torso y la levantó con una fuerza que ignoraba, seguramente por lo poco que pesaba su desafortunada amiga. Era envidiablemente liviana. Ante eso, Rukia emitió un leve chillido de sorpresa, el cual se volvió de horror cuando se sintió levantada por completo. Hubiera caído seguramente de espaldas, pues había dado casi una vuelta completa en el aire, pero para su mala o buena suerte, alcanzó a sujetarse con tres dedos de la mano derecha.
-¿Por qué?- la escuchó preguntar con terror y desesperación al no saber lo que estaba sucediendo. Su mirada era indescriptible, solo estaba haciendo su muerte mas difícil-¿Qué te pasa?, Este juego no me gusta, ¡Pu-pudiste haberme matado!, ¿Te das cuenta?- intentaba pisar tierra firme, pero todo lo que tocaba se desboronaba bajo sus pies. Era imposible no estar suspendida.
-¡Porque no soportaría verlos juntos, tomándose felices las manos, restregándomelo todos los días en la cara…!- su voz sonó áspera y terrible, como un cuchillo frotándose en metal. Ella jamás se hubiera imaginado escuchar algo así de alguien tan dulce como Inoue.
-¿De qué me hablas?- su rostro trasmitía confusión, como si ella estuviera hablando en otro idioma, incluso parecía que estar en peligro de muerte le importaba menos que esas palabras- Explícamelo en tierra, primero ayúdame a subir, se que empiezan a resbalar lo dedos…- Orihime se enterneció al darme cuenta de que a pesar de lo que había hecho, ella seguía confiando en sus buenas intenciones. La pobrecilla aun tenía la idea de que todo era una broma de mal gusto.
-Quiero que entiendas que si no es para mí, no será para nadie…- colocó su mano sobre la de ella, apretándole los dedos de paso- Y me refiero a Ichigo…- pocas veces lo llamaba por su nombre, pero ella siempre se refería a él de ese modo- Además, ¿Para qué quieres mi ayuda?, Después de todo eres muy buena escalando…- lo último que vio de ella fue su mirada pasmada, decepcionada, dolida. Alcanzó a escuchar un quedo "¿Por qué no me lo dijiste?" mientras caía al vació. La observó desaparecer entre una espesa nube de neblina, escuchando el chapoteo de su cuerpo al caer en el agua. Ahora ya no había marcha atrás, lo hecho hecho estaba y ni para que arrepentirse.
Todas sus cosas las tiro de igual manera al mar. No debía quedar evidencia alguna. La oscuridad de la noche ya lo cubría todo, pero eso era lo que menos importaba. El camino para volver a casa será largo y cansado, pero no importaba, lo más difícil ya había pasado. Si había sido capaz de quitarle la vida a alguien tan cercano, podía hacer lo que sea.
Ahora debía ir a casa de Matsumoto para tener una buena cuartada cuando la policía comenzara las interrogaciones.
Algo le decía que esa noche se tardaría un poco más en dormir.
Si, lo sé, pero créanme, en verdad la va a pagar. Si la vida se rigiera de impulsos, habría mucha gente muerta en la playa.
Me interesa saber su opinión respecto al fic, de verdad se los agradecería mucho.
