Aclaraciones del capitulo:
South Park pertenece a Matt Stone y Trey Parker.
I
Esa mañana, Kenny McCormick no se encontraba precisamente de buen humor. Había salido de su casa dando un portazo; no quería tener que lidiar con uno más de los pleitos de sus padres y estaba seguro que esta vez sería uno grande, pues de nuevo, Stuart McCormick no se había medido perdiéndose con sus amigos en algún pub de mala muerte, prescindiendo así de sus responsabilidades en el último empleo que hasta ahora había logrado conservar por más tiempo.
No era un buen día para Kenny, aunque en realidad no había ido nada bien desde hacía un tiempo.
Sin embargo, parecía que las cosas se habían vuelto aún más complicadas para el muchacho apenas un par de días atrás. Era cierto que desde muy pequeño siempre se veía envuelto en muchos y serios problemas; su familia era quizá la más disfuncional de todo South Park y siempre le tocaba lidiar con las situaciones más peligrosas; aún así, Kenny McCormick siempre se las había arreglado bastante bien por él mismo, tratando de llevar la vida normal y superflua de cualquier adolescente de su edad. Y parecía que todo su plan –fuera cual fuera- estaba funcionando, pues hasta ahora, nunca antes se había sentido tan jodidamente mal.
Suspiro hastiado caminando aterido y sin un rumbo por las calles del frío South Park. En su camino se encontró con un par de conocidos que saludo sin mucho ánimo y al girar en la última esquina, se topó con un grupo de chicas que no dudaron el saludarle con coquetería mal disimulada.
Las vio alejarse, observando con descaro el contoneo de sus caderas y las siluetas de sus cuerpos encantadores.
Kenny McCormick siempre había sido un ligón y su fama de faldero le presidia entre las jovencitas más guapas de todo el pueblo. Había conocido y salido con muchas chicas, era cierto y sin embargo, el rubio nunca se había enamorado.
Y ahora, luego de haberlo supuesto imposible, el joven se creía -si es que no lo estaba ya- muy cerca de estarlo, aunque al parecer, había decidido hacerlo de la persona equivocada. Qué remedio. Nadie dijo que tenía que ser perfecto. El amor es para los tontos que se creen felices.
Cruzó la calle al trote; se dio cuenta que llevaba tiempo caminando sin decidir qué hacer. Miró la hora en un reloj expuesto en el escaparate de una tienda de antigüedades; era un poco más de medio día y comenzaba a tener hambre, después de todo aún no había desayunado nada. Sacó su billetera y registró el capital que traía disponible. Ya se las arreglaría, pues en definitiva no le apetecía regresar a su casa.
Minutos más tarde, Kenny se encontraba frente a V-Games, el viejo local de videojuegos que solía frecuentar con sus amigos. Antes de dirigirse ahí, se había pasado rápidamente por el video club del señor Parker, donde solía trabajar tres veces por semana; el día anterior no se había presentado así que para asegurar su puesto - y su motocicleta- había decidido hacer una visita rápida al viejo, contar una mentira y disculparse dejándole satisfecho.
El V-Games le recibió con la musiquilla estridente de las diversas maquinas de baile y demás videojuegos. Un tropel de chicos - adolescentes y niños- saturaban el lugar con gritos y carcajadas lunáticas y contagiosas. Kenny sonrió un poco dirigiéndose a la máquina expendedora de refrescos, donde se hizo de una coca-cola y deseando no encontrarse con alguna cara conocida se dirigió a uno de los asientos que formaban hilera uno junto al otro a un costado de la de entrada; se sentó y se volvió mirando hacia afuera, viendo el transitar de los coches o siguiendo los movimientos descuidados de los transeúntes.
Suspiró una vez más antes de darle un tragó a su bebida, sintiendo el escozor frio en su garganta.
Se sentía patético, absurdo. Ahí estaba él, lamentándose como una nena en desgracia. Definitivamente, estar enamorado era una mierda.
Lo era y punto; sin embargo, enamorarse de uno de tus mejores amigos lo hacía todo aún más complicado. Más aún si se trataba de un chico.
¿Realmente estaba enamorado de él? ¡Joder!
Si tenía que decidirse, de todas las cosas estúpidas que había hecho en su corta vida, en definitiva enamorarse de su mejor amigo –de un chico-, era por mucho la peor de todas.
Sonrió un poco son cierta ironía y luego volvió a beber de su coca-cola.
No, definitivamente no había sido una buena idea enamorarse de él; definitivamente no había sido buena idea besar a Kyle Broflovski.
Kyle Broflovski. Oh, sí, Kenny McCormick estaba completamente prendado del joven Broflovski. Y ahora se daba cuenta que, aunque – en el mejor de los casos- no estuviera enamorado de Kyle, realmente debía gustarle tanto como para atreverse a besarle. Porque sí, apenas un par de días atrás le había besado, aunque el resultado fuera menos romántico y más nefasto de lo que esperaba.
- Joder – bufó al recordarlo, deslizando su capucha y dejando a la vista la maraña de cabellos dorados.
Se frotó los ojos algo ensombrecidos, pues no había dormido nada bien los últimos días. Y es que enterarse que posiblemente estaba enamorado de Kyle y al mismo tiempo que le rechazaran tan furiosamente, le había provocado una terrible anhedonia. Así fue como terminó encerrado las últimas veinticuatro horas en la monotonía de su habitación, sin ánimos siquiera para comer e incapaz de salir y enfrentarse a su amigo o a quien fuera, liándose con la programación local de la televisión, ojeando la pornografía vieja que acumulaba bajo su cama y haciendo un nuevo record en la PSP.
Sin embargo, pronto comprendió que no podía –ni quería- pasar el resto de su vida encerrado en esa habitación. Sencillamente él no funcionaba así.
Además, no se suponía que terminaran así las cosas, así que ¡por qué carajo creía estar tan enamorado y precisamente de Kyle!
En realidad, ni él mismo lo entendía. Antes de darse cuenta, algo había cambiado y comenzó a sentirse atraído por el joven Broflovski de una manera inquietante. Le gustaba, desde antes –aunque de una manera completamente diferente- y ahora le gustaba aún más. Era su mejor amigo, siempre lo fue; el chico a quien admiraba, confiaba y con quien disfrutaba estar.
Kyle siempre le había demostrado ser un buen amigo, el mejor de todos; siempre pendiente de él de una u otra forma, atento de sus notas, de sacarle de alguna nueva pelea en la que se veía liado, el único que recordaba su cumpleaños, la persona que siempre estaba ahí para él cada que tenía algún problema. Por supuesto, estaba el hecho que volvía a Kyle aún más maravilloso, pues el pelirrojo no solo era un gran amigo, sino también muy atractivo y con una personalidad que enloquecía a McCormick.
En definitiva, Kyle era su persona favorita. Si.
Y ahora estaba enamorado de él. O al menos eso creía.
Atracción, curiosidad, admiración, amor.
Kenny no estaba muy seguro de que era lo que sentía por el bermejo, sin embargo tampoco podía ignorar del todo ese sentimiento, porque sí, le gustaba, mucho y besarle se había sentido muy bien.
Tanto o mejor de lo que había imaginado. Completamente diferente de cualquiera de las chicas con las que había estado, incluso Tammy, con quien llegó a mantener una relación "seria" y por tanto, a sentir algo más "profundo". De cualquier manera, estaba seguro que esta era la primera vez que se sentía así por alguien y en medio de su pletórica confusión, Kenny sólo podía atribuir ese maravilloso sentimiento al amor.
Sonrió inconscientemente recargando su barbilla de una manera infantil en el borde de la pequeña barra que había frente a los bancos donde se encontraba sentado. Si lo pensaba cuidadosamente, había sido un chico muy afortunado durante los efímeros segundos que duró aquel beso; incluso podría decir que valía la pena el disgusto del pelirrojo.
- He-Hey, Kenny – escuchó que le llamaban, sorprendiéndole un poco. Se giro levemente y se encontró a sus espaldas con su compañero de clases –y de toda la vida-, Butters. Llevaba una malteada en su diestra y le saludaba mientras le mostraba una de sus genuinas sonrisas.
Kenny volvió la mirada al frente, deshaciéndose de un largo suspiro.
- "Perfecto. Apenas salgo de casa nuevamente y el primero chico con el que me vengo a encuentro, es Butters" – pensó algo hastiado, antes de regresar la mirada al recién llegado.
- Hey, que hay, Butters – saludó simple, sonriendo brevemente al chico frente suyo. Butters le sonrió más confiado acercándose.
- Te vi hace un momento, creí que estarías con Stan y los demás. Es raro verte sin los chicos – parloteaba el menor, sonriendo cada tanto mientras paseaba sus ojos de un lado a otro. Kenny, que le miraba con atención, no pudo evitar sonreír por eso.
- Venga, Butters, que no es como si tuviéramos que andar siempre juntos – replicó el joven McCormick con algo de sorna. Butters sonrió frotándose los nudillos suavemente y finalmente, se sentó a su lado.
- Es bastante aburrido los domingos por la mañana, eh – continuó, meciendo sus pies levemente. Miró a Kenny un segundo y luego agregó, algo inseguro - ¿Quieres jugar? He-he intentado jugar antes con los chicos, pero siempre terminan ignorándome – contó haciendo un mohín inconscientemente. Luego bebió de su malteada, regresando la mirada al rubio, que para su sorpresa le miraba atentamente – Ah… Bueno, al menos ya no se meten con-conmigo, eh – sonrió algo cortado frotando sus nudillos nuevamente.
Kenny arqueó mucho una ceja; Butters seguía siendo el mismo de siempre. Sonrió levemente con ese último pensamiento alarmando al joven Stotch al momento.
- ¿Qu-qué? – soltó sin quererlo con las mejillas coloradas.
- Ah, Butters, olvídate de esos idiotas, no tiene caso lidiar con ellos – confortó sin preponérselo, más bien pensando en ese montón de zagales que no parecían querer madurar y aún encontraban divertido el molestar a los más débiles. Sin embargo, aquello surtió efecto en el otro, pues al instante pareció fabricar su mejor sonrisa para Kenny, mirándole con gratitud.
- ¡Cierto, son unos idiotas! – Convino animado haciendo gracia a Kenny nuevamente – Entonces, ¿quieres jugar? – invitó de nuevo y con los ánimos renovados.
Kenny lo pensó un segundo y luego simplemente suspiró, cogiendo su coca-cola.
- Lo siento, Butters, pero paso. Hoy estoy jodido – respondió con la mirada perdida en la calle.
Butters le miró decepcionado. Giró sus ojos al frente imitando a Kenny y luego se detuvo observando el semblante ausente de su amigo.
- Oh, bien - murmuró, inquieto – No… no quieres, entonces – El joven McCormick se mantuvo impasible y Butters se preocupó, observándole acongojado.
- Kenny, ¿estás bien? – preguntó inseguro, aunque igualmente preocupado. Kenny le miró de soslayo, observando los rasgos infantiles del rostro de su amigo contraídos en una mueca afligida. De alguna manera aquello le agradó mucho al joven ojiazul, pues era casi conmovedor que un chico como Butters se preocupara por él, por Kenneth McCormick, el bellaco de South Park y amigo de esos grandísimos hijos de puta. De ése hijo de puta que no debería haber besado.
Bufó inconscientemente con una sonrisa imperceptible.
- Si, lo estoy – mintió. Butters se removió incómodo nada convencido, sin embargo ambos quedaron en silencio luego de eso, escuchando el alboroto a sus espaldas. Kenny podía sentir la mirada inquieta de Butters sobre él y el movimiento torpe del columpio de sus pies, exasperándolo.
- ¿De… de verdad? – le escuchó murmuró, insistente. Había hablado muy bajito, quería confortar a Kenny aunque al mismo tiempo temía enfadarle. Kenny –que esperaba venir la pregunta desde hacía un rato- se tardó un minuto en decidir que responder, inquieto con el escrutinio del otro.
- No, Butters, no estoy bien. ¡Estoy jodido, hombre! – respondió al final, sin mutar su expresión.
El rubio se alarmó un poco, frotando sus nudillos insistentemente. ¡¿Lo había cabreado?
- Yo… yo no creo que estés jodido, Kenny – soltó apurado con la vocecilla trémula, intentando corregir su error. El aludido le miró, un tanto sorprendido – Ah… digo que… tu siempre eres tan genial, tienes a tus amigos y les agradas a todos. Además eres… eres muy amable y… - Kenny cada vez se mostraba más interesado por aquel simpático arrebato de sinceridad del joven Stotch - eres el mejor en los videojuegos – finalizó completamente convencido e imprimiéndole seriedad a sus palabras mientras apretaba los puños fuertemente.
Kenny le miró un segundo, antes de soltar una carcajada, pues ciertamente eso último había sido tan gracioso como inesperado.
Butters enrojeció al momento, bajando sus puños lentamente, cogió su bebida y jugueteo con la pajita torpemente, apenas cayendo en cuenta de toda la sarta de boberías que acababa de decir.
- "Oh, cielos, que tonto" – se reprendía mentalmente, colorado hasta las orejas, sin atreverse a mirar a su amigo.
- Butters ¡eres el mejor, amigo! – logró decir el chico entre risas, al tiempo que cogía a Butters del hombro y lo sacudía suavemente. Butters le miró con los ojos bien abiertos, asombrado, dejándose hacer por el otro hasta que de a poco se fue contagiando de la risa.
- Eso fue tonto, ¿cierto? – murmuró con timidez, mientras McCormick recobraba la compostura.
- Sí, un poco – convino divertido – Pero también fue agradable, amigo. Gracias por eso, supongo – completo al final, sonriendo al rubio que de inmediato le devolvió una de sus sonrisas encantadoras.
- No… no necesitas agradecerme por algo así, solo no vuelvas a decir ese tipo de cosas, Kenny – pidió resuelto y amable.
Kenny suspiró, conmovido por la amabilidad del chico; justo el tipo de cosas que diría Leopold "Butters" Stotck.
Porque sí, aunque muchas cosas habían cambiado desde los añorados días de primaria, había otras que simplemente nunca lo harían, como el hecho de que Eric Cartman era un culón hijo de puta y por supuesto, que Butters seguía siendo el chico más amable y tierno de todo South Park.
Por un momento se detuvo a pensar un poco en cómo es que había terminado carcajeándose junto al chico más ingenuo del pueblo, cuando apenas esa mañana se había levantado siendo la persona más pesimista del mundo. Quizás, Butters era la mejor persona con quien pudo haberse encontrado ese día.
- Sabes, Butters, hay muchas maneras de estar jodido – murmuró pasado un momento, algo distraído.
Butters le miró atentamente, mordiendo su labio inferior esperando que continuara.
- Por ejemplo tu mismo – agregó, haciéndose aún más de la atención del rubio – Puedes pensar que estas jodido porque tus padres son unos cabrones inflexibles y sin embargo, para mí, eres un chico con suerte – Butters parpadeó un par de veces, sorprendido, agradándole mucho a Kenny – Lo eres, Butters: tus padres te quieren y se preocupan por ti, tienes una casa bonita, excelentes notas, amigos… porque los tienes –agregó al ver que el chico iba a replicar – y además eres un excelente bailarín, por supuesto –finalizó como broma, haciendo reír al otro mientras el mismo hacía otro tanto.
- Si, supongo que tienes razón – aceptó un tanto avergonzado – aunque mis amigos no son… bueno, ya sabes, no es como ustedes, Kenny – farfullo dando un sorbo a su malteada, cabizbajo, cual niño. Kenny rodó los ojos, apoyando su cabeza en el dorso de su mano.
- Lo son, seguro que lo son – contradijo mirándole fijo – además… ¿qué hay con eso de "como ustedes"? Apuesto a que no tienes ni idea de lo que es meterse en tantos líos por unos cabrones como mis amigos – soltó con sarcasmo, haciéndole reír – Además – continuó Kenny, cambio de pronto su expresión por una más seria – A veces, simplemente no sabes cómo llevar las cosas… incluso con tus amigos - la mirada azul del chico se evadió nuevamente en el exterior. Frunció mucho el ceño y se cubrió la parte inferior de su rostro con la palma de la mano, amortiguando su voz, aunque Butters fue capaz de escucharle perfectamente.
- Ya veo – soltó bajito, luego de un momento – Has peleado con los chicos, ¿eh, Kenny? Oh, pero no te preocupes, seguro que lo arreglan pronto – le animó, sonriente.
El rubio relajó su semblante escuchando a su compañero, sin intentar corregir la errada conclusión a la que había llegado. Suspiró encantado quizá demasiado encantado con la inocencia del rubio a su lado e igual que en las otras ocasiones, le devolvió una sonrisa aunque esta vez, algo irónica.
- Si, tal vez – respondió simple.
- Si – le imitó con ánimo. Luego volvió otra vez a su malteada, bebiéndola como si se tratara de la cosa más entretenida del mundo mientras Kenny le observaba casi divertido.
- Hey, Kenny – le llamó de pronto, interrumpiéndole – ¿Ya has almorzado?
El rubio se encogió de hombros y miró su coca-cola casi vacía.
- Supongo – respondió parco. Butters miró la lata de refresco frente a su amigo y frunció el ceño.
- ¿Una coca-cola? – preguntó de manera infantil. Kenny sonrió, asintiendo sin apuro.
- Sí, bueno. Estoy ahorrando, así que ando contado – contó despreocupado, apoyando sus pies en el banco de Butters – Hey, Butters, dame un poco de eso – le pidió inclinándose un poco sobre él. Butters asintió al tiempo que Kenny le quitaba la bebida de las manos.
- Gracias – murmuró llevándose la pajita a los labios, saboreando la malteada de vainilla del joven Stotck – Nada mal, jovencito – chanceó, haciéndole reír. Luego simplemente se volvió en silencio, observando el paisaje frío del exterior mientras Butters permanecía a su lado, imitándole.
- Kenny, ¿vamos por unas hamburguesas? Venga, yo invito. Acabo de recibir mi mesada, así que está bien, ¿qué dices? – le invitó, con su carita risueña y mirándole con insistencia.
- ¿De verdad está bien? – preguntó algo sorprendido por la repentina –pero bastante tentadora- invitación. Butters asintió de inmediato, animando aún más al joven McCormick – Pues… seguro – aceptó feliz, complaciendo a su compañero aún más – Gracias – agregó al vislumbrar la sonrisa bonita que su amigo le dedicó.
- ¡Claro, vamos entonces! – convino incorporándose de un saltito, algo que hizo mucha gracia a McCormick.
Ambos se acomodaron sus abrigos nuevamente y salieron del V-Games, dejando atrás el sonido electrónico y alucinante de los videojuegos. El aire frío del medio día les golpeó el rostro de inmediato enrojeciendo sus mejillas y enseguida, comenzaron a caminar uno junto al otro; Kenny en silenció mientras que Butters parloteaba boberías y demás ocurrencias con el cariz de un infante.
Lo pensó un segundo, allí mientras observaba al joven sonreír y hablar sobre su comida favorita. Pensó en todo lo que había acontecido últimamente en su vida; pensó en Kyle y en el beso que le había dado; en la cara molesta de su amigo y en el miedo que sintió en ese momento también. Pensó en sus sentimientos y en cómo los mismos posiblemente cambiarían su relación de muchos años. ¿Cómo serían las cosas entre ellos de ahora en más?
Y dolía, porque aún le gustaba, aún le quería, aún quería tenerle cerca, quería a su amigo.
Kyle seguía siendo su persona favorita. Y eso, dolía.
...
¡Hola!
Un gusto saludarles, este es mi primera historia de South Park, así que decidí comenzar con una de mis parejas favoritas. La historia irá algo lenta al principio, pero prometo que muy pronto tomará forma. Así que espero me den una oportunidad y por supuesto, que la disfrute.
¡Gracias por leer!
