Boda Frustrada

Advertencia: Alto contenido sexual. No apta para menores, leer bajo su propia responsabilidad.


- Vamos, Edward. Alegra un poco esa cara. – Me regaño Emmett mientras conducía por la oscura calle hacia el estúpido club de strippers. Hice una mueca de fastidio que solo sirvió para alimentar aún más su alegría.

No entendía la estúpida necesidad que tenia de llevarme a un club de strippers. Por Dios, mañana me caso, dudo que esta sea una buena manera de empezar un matrimonio. Suspire con amargura, la verdad era que no me importaba como empezaría este matrimonio.

Odiaba esos estúpidos clubes, solo había ido a uno de ellos una sola vez en toda mi vida y fue para sacar a Emmett de ahí. No entendía porque él y Jasper se empeñaban en llevarme a un lugar al cual sabían que odiaba. Pero si protestaba, tendría serios problemas con ellos y no es que realmente me importara, pero no quería que mi mal humor aumentara, por lo que decidí cerrar la boca.

Llegamos al club e inmediatamente lo odie. Era grande, ruidoso, oscuro y con un montón de hombres pervertidos con enormes erección que parecían no estar satisfechos con el sexo que recibían en su casa. Intente no mirar a ninguna de las mujeres semidesnudas a mí alrededor que solo contribuían a ponerme aún más incómodo.

Emmett y Jasper me guiaron hacia un reservado. Era pequeño, había un enorme palo de metal que iba desde el techo al suelo sobre un pequeño entarimado de madera, había una puerta detrás y una silla a pocos centímetros del pequeño "escenario".

- Bueno, pequeño Eddie. Aquí, una muy ardiente chica, te dará un increíble espectáculo privado. – Dijo Emmett y estuve a punto de salir corriendo cuando ambos me tomaron por los brazos y me sentaron en la silla. Suspire cuando me esposaron a esta y quise matarlos.

- De esta no se escapan. – Les dije enojado y Jasper me sonrió antes de ponerme una estúpida venda en los ojos. Escuche la puerta cerrarse y fruncí el ceño. Genial, la situación solo mejoraba. Escuche una puerta abrirse, pero esta vez el sonido no venía de mis espaldas, por lo que supuse que la chica ya había llegado.

Me quito la venda y todo lo que vi fue oscuridad. Escuchaba sus tacones resonando en el piso de madera y, de pronto, la luz me cegó. Pestañe hasta que mis ojos se acostumbraron y vi algo increíblemente impresionante.

La chica frente a mí era alta, cabello castaño largo, pechos grandes y trasero respingón, piernas largas y tan pálidas como el resto de ella. Estaba vestida con un conjunto de un brasear y una tanga, ambos de cuero, botas de cuero con tacón y guantes negros que dejaban a la vista sus pequeños dedos. Tenía una máscara, por lo que solo podía ver sus labios finos y rosados, junto a unos ojos cafés hermosos.

La reconocí al instante y el alivio que me lleno, pero fue sobrepasado por mi enojo.

- ¡¿Qué estás haciendo aquí?! – Pregunte con enojo y su mirada cambio de seria a divertida.

- Es una pequeña sorpresa. Los chicos dijeron que te agradaría, ¿No te gusta? – Hizo el estúpido puchero que bajaba mis defensas y suspire.

- Si me agrada, solo estoy sorprendido. – Respondí y ella camino hacia mí, sus tacones resonando otra vez. Se inclinó hacia mí, sus piernas totalmente derechas, y paso sus dedos por mi rostro.

- Entonces, disfruta. – Sus labios rozaron los míos, pero se alejó cuando me acerque a besarla. Camino de vuelta hacia el tubo, su trasero moviéndose tan provocativamente como siempre. Sus manos envolvieron el tubo y ella dio una vuelta alrededor de él, moviéndose lentamente.

De pronto, una canción demasiado provocativa comenzó a sonar. No tenía idea de cuál era la canción o quien era el cantante, pero era seguro que lo investigaría luego. Las manos de ella se movían lentamente por su cuerpo y el tubo mientras se movía al ritmo de la música.

Se acercó a mí y se arrodillo entre mis piernas, sus dedos acariciaron mi enorme erección. Sus ojos brillaban divertidos y siseo entre dientes. Se puso de pie y camino lentamente hacia el tubo otra vez, mientras yo luchaba contra las estúpidas esposas.

Sus piernas se enredaron alrededor del tubo y su cuerpo se fue hacia atrás, hasta que sus manos tomaron el tubo y ella soltó sus piernas, las cuales quedaron hacia arriba. Bajo del tubo y se paró frente a este, se movía al ritmo de la música, restregando su trasero contra el tubo. De pronto, su top cayo y ella siseo divertida, dejando a la vista sus grades pechos junto a esos hermosos pezones rosas.

Mordí mi labio, conteniendo el patético gemido que intentaba salir de mi boca, mientras ella seguía bailando. Tomándome desprevenido otra vez, su tanga cayó al suelo y ella sonrió. Se dio la vuelta y contoneo su trasero respingo justo frente a mi cara. Entonces, volvió a inclinarse aun de espaldas a mí y con las piernas totalmente derechas, dándome la vista más increíble de su rosadito y mojado coño.

Se levantó otra vez, se acercó a mí y se sentó a horcajadas en mi regazo. Se contoneo sobre mi erección, haciéndome jadear, y sonrió.

- ¿Te gusto mi baile, Eddie? – Me susurro al oído y yo asentí cual idiota sin habla. Sonrió y se contoneo otra vez. – ¿Me quieres follar, Eddie? – Volví a asentir y ella sonrió. Camino detrás de mí y me quito las esposas. Frote mis muñecas pero, cuando volvió a pararse delante de mí, no la toque. Ella ya me había torturado, ahora era mi turno.

Me puse de pie y la deje desvestirme, tragándome los gemidos que querían salir cada vez que ella lamia mi espalda o acariciaba mi pecho. En cuanto estuve desnudo, me sentó otra vez y se quedó mirando mi pene. Se relamió los labios, sus ojos oscureciéndose un poco más.

Se sentó a horcajadas otra vez, pero se mantuvo alejada de mi pene mientras besaba mi cuello y pecho. Mordisqueo mis pezones y gemí, agarrando los brazos de las sillas con mi mano. Su boca subió otra vez hasta mi cuello y luego mordisqueo el lóbulo de mi oreja.

- Vamos, Eddie. Sé que quieres, tócame. – Me susurro y yo, como su fiel esclavo, lleve mis manos hasta sus pechos y lo apreté, pellizcando sus pezones con mis dedos. Ella gimió contra mi cuello mientras yo jugueteaba con sus pezones, pero no quería juegos preliminares, la quería ahora.

Mi mano descendió hasta su coño y me encanto encontrarlo empapado. Ella jadeo cuando introduje dos de mis dedos en su apretado coño y gemí cuando se empaparon.

- Joder, nena, tan mojada. – Le dije y ella jadeo otra vez, contoneando sus caderas contra mis dedos.

- Fóllame, Eddie, por favor. – Dijo clavando sus uñas en mis hombros y gimiendo contra mi cuello.

- Lo hare, nena. En cuanto dejes de llamarme Eddie. – Respondí y grito cuando moví mis dedos aún más rápido. Sus paredes apretaban mis dedos y la sentía cerca del orgasmo, pero no quería que se corriera así, quería que se corriera alrededor de mí.

- Por favor, Edward, por favor. Fóllame. – Jadeo en mi oído y yo sonreí. Saque mis dedos de su interior y ella gimoteo. Mis manos se envolvieron fuertemente alrededor de su cintura y, posicionándola bien, me introduje en ella de una embestida.

Grito y yo prácticamente rugí, era tan jodidamente estrecha. Tome su precioso trasero entre mis manos y la ayude a moverse. Se movía despacio, arriba… abajo… arriba… abajo. Estaba en el cielo, pero quería más. Apreté su trasero y le di un azote juguetón. Ella jadeo y me sonrió, comprendiendo el mensaje.

Sus caderas se movían cada vez más rápido. Joder que sí, esto definitivamente era delicioso. La ayude a ir más rápido y ella se agarró fuertemente el espaldar de la silla, haciendo esos sonidos sexis y majestuosos contra mi oído. Mantuve mi boca ocupada con sus pezones.

- ¡Dios, bebé, me corro! – Jadeo y yo mordisquee su cuello, haciéndola estremecer. Sonreí y baje mi mano hasta su clítoris.

- ¡Córrete para mí, nena! – Le apremie y ella grito, corriéndose con fuerza. Su orgasmo detono el mío y me vine profundamente enterrado en ella.

Nos quedamos ahí, tratando de recuperar la respiración. Ella acariciaba mi cabello suavemente, lo cual me relajaba, mientras yo acariciaba su cintura y dibujaba patrones sin sentido en su espalda. De pronto, la realidad me golpeo.

- Bella, yo… - Me interrumpió con un beso y luego me dio una pequeña sonrisa.

- Solo quería que tuvieses una noche memorable antes de que te cases con esa bruja. – Respondió y se puso de pie. Sentí frio cuando estuve fuera de ella y odie la sensación de vacío que me provocaba estar lejos de ella. Miro un reloj que no había notado antes y luego comenzó a vestirse. – Es tarde, debes irte.

Se acercó a mí y beso mi mejilla.

- Adiós, Edward. – Iba a hablar, pero ella salió rápidamente. Me vestí y me dirigí hacia el estacionamiento. Emmett y Jasper estaban en el auto esperándome, me miraron sorprendidos cuando entre y azote la puerta, pero no hicieron preguntas y se lo agradecí.

Al día siguiente, me encontraba en un pequeño cuarto en la parte de atrás de la iglesia con un estúpido traje esperando el momento en que caminare entre un montón de extraños para unirme por el resto de mi vida a una chica increíble y talentosa, pero que no era la mujer que amaba.

De pronto, la puerta se abrió y Tanya entro, estaba toda arreglada y con el vestido de novia puesto. La mire curioso y ella suspiro.

- No me puedo casar contigo, Edward. Eres increíble y te quiero mucho, pero no te amo. Y sé perfectamente que tú no me amas. No podemos hacer esto, solo nos haremos miserables el uno al otro. – Dijo rápidamente y solo se detuvo a respirar cuando termino. Sonreí y la abrace.

- Gracias, Tanya. Eres increíble. – Le dije apartándome de ella. – Vamos, tenemos un montón de gente a la cual decepcionar. – Ella rio por mi comentario y me siguió hacia la habitación donde estaban nuestros familiares.

- ¿Edward, Tanya, que están haciendo? – Pregunto mi madre y yo le sonreí.

- Tanya y yo hemos decidido no casarnos. – Anuncie y todo quedo en silencio hasta que Alice chillo y salto a mis brazos, abrazándome con fuerza.

- Me alegro tanto. – Dijo sonriendo. Se separó de mí y yo pare de reír cuando escuche la voz de mi padre.

- Pero, pensé que esto era lo que querías. – Dijo mi padre, mirándome con seriedad. Su comentario me enojo. Obviamente, yo no quería casarme con Tanya, solo iba a hacerlo porque él me había obligado, ya que así podría unificar su empresa con la de los Denali, la familia de Tanya.

Había terminado una relación de dos años con la mujer más hermosa del mundo por su culpa y me sentía un completo idiota.

- No, esto es lo que tú querías. – Le dije y Alice tomo mi mano, llamando mi atención.

- Esta en su departamento. – Dijo y se lo agradecí con un beso en la mejilla.

- ¿Adónde vas? – Me grito mi padre cuando Salí de la habitación.

- ¡A buscar a la mujer que amo! – Le grite de vuelta. Corrí hacia el estacionamiento, me subí a mi auto y conduje sobre el límite de velocidad hacia el departamento de Bella, rogándole a Dios que me perdone.

Tal vez no me odie, porque si me odiara no se hubiera acostado conmigo anoche, ¿no?

Llegue corriendo y tuve que tocar el timbre unas cinco veces antes de que me abriera. Se veía tan hermosa como siempre. Su cabello estaba recogido en una cola de caballo, llevaba puestos unos shorts desgastados y la playera de Radiohead que le había comprado el día que fuimos a uno de sus conciertos.

- Edward, ¿Qué estás haciendo aquí? – Pregunto sorprendida, sus ojos tan abiertos como su boca.

- Te amo, Swan. Te amo más que a nada y nadie, pero soy un idiota y me deje llevar por las opiniones y exigencias de mi padre. No sabes cuánto lo siento y sé que no me merezco otra oportunidad, pero soy egoísta y te necesito. Y sé que no puedo venir así, simplemente, y esperar que me perdones, pero necesito que lo hagas. Te necesito, Swan.

Termine jadeando después de soltar todas esas palabras tan rápidamente y entre en pánico cuando ella simplemente me miro con seriedad.

- ¿Terminaste? – Pregunto y yo asentí suavemente. De lo siguiente que fui consciente, fue de sus labios contra los míos. La tome en brazos, cerré la puerta con mi pie y la lleve hasta la habitación.

Dos horas después, Bella estaba totalmente dormida a mi lado mientras yo jugueteaba con su cabella. Mi estómago gruño del hambre y decidí preparar algo de comer. Estaba terminando los omelets cuando Bella entro a la cocina, su única vestimenta era mi camisa.

Se sentó en la encimera de la cocina y me observo mientras me movía de un lugar a otro, preparándonos algún jugo. Termine y me senté en el taburete frente a ella, justo entre sus piernas, mientras comíamos.

- Entonces, ¿Qué somos? – Pregunte curioso y ella me miro divertida.

- ¿Qué deberíamos ser según tú? – Pregunto burlonamente y yo me encogí de hombros.

- Yo quiero casarme contigo, pero eso, tal vez, no sea lo que tú quieres. Así que seremos lo que tú quieras, solo ten en cuenta el hecho de que te quiero como mi esposa. – Su mirada se dulcifico mientras hablaba, pero cambio a seria en cuanto termine.

- Pues, por ahora no seremos más que novios. Necesito un tiempo. – Abrí mi boca para hablar, pero no me lo permitió y continúo como si hubiese escuchado mis pensamientos. – Si, sé que acabamos de tener sexo y eso no es tomarse un tiempo, precisamente, pero me heriste y no me voy a casar contigo hasta que sane por completo.

Camine hacia ella, envolví mis brazos en su cintura y enterré mi rostro en su cuello. Bese ese lugar que la hacía estremecerse en mis brazos.

- Te amo, nena. Y lo siento mucho. – Ella suspiro y apretó sus brazos alrededor de mi cuello.

- También te amo, bebé. Y estás perdonado. – Dijo antes de atacarme con cosquillas, lo que se convirtió en una guerra de "¿Quién le hace más cosquillas al otro?"


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