Estaba sola. Le gustaba estar sola para poder escapar del mundo. Para poder escapar de ÉL.

Lo vio entrar, y él la vio a ella.

"¿No es un poco tarde para estar por aquí, señorita?" dijo él con una sonrisa en la cara.

"Ya me iba" le respondió ella con voz prepotente.

"Ahora ya no importa, estoy yo" su sonrisa se hizo aún más grande.

"Exactamente por eso me voy"

Él al fin se rindió y decidió quedarse contemplando como ella escapaba.

"Yo…" susurró solo para escucharse él mismo.

Bajó la mirada y cerró su mano, apretando su puño.

Ella se giró hacía él y parpadeó.

En tan solo un segundo sintió movimiento cerca de ella. Empezó a agobiarse, el aire la presionaba.

Antes de darse cuenta estaba encerrada contra la pared. Él se había abalanzado sobre ella y ahora estaba sin salida. Fue un segundo, un parpadeo.

"¿H-hay algún motivo por el que violes mi espacio personal?" dijo ella intentado controlar su sorpresa y siendo lo más fría posible.

"Espera… Yo…" su flequillo le tapaba los ojos, parecía frustrado o avergonzado.

"T-tengo que irme ya. Déjame en paz" dijo ella ya cansada de jugar a un juego del que no sabía las reglas.

Vio como el chico acercaba su cara poco a poco y apartó la suya hacia un lado.

Cerró los ojos.

Él saco su lengua y la acercó hacia su mejilla.

Ella sintió su aliento, la humedad de su boca. Todavía no la había tocado pero sintió como su lengua le acariciaba la mejilla.

"¡¡IIIIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!"

Un grito que sonaba a muerte atravesó todas las paredes de la solitaria y silenciosa comisaria.

El destino decidió que aún no era el momento, y Ema sabía que eso la consolaba pero no la tranquilizaba. La mejilla de Klavier ahora era roja, aunque a él no le importaba.