—¡Parece que lloverá!
—¡Vamos a resguardarnos!
—Pero quiero seguir viendo el juego…
Yo nunca había notado lo apuesto que era Shaoran Li, de hecho, apenas y lo miraba, pero el día de hoy era diferente, por que con su uniforme deportivo, el cabello marrón siendo aplastado por su gran mano masculina y sus impenetrables ojos avellanas adornados de oscuras pestañas; lucía simplemente…
Oh, bueno, creo que no es necesaria tanta explicación.
Mi mejor amiga, Tomoyo, se acercó a mí cuando se dio cuenta de que observaba concienzudamente a nuestro compañero.
—Es muy bueno en deportes. —no tenía ni que mencionarlo, sólo verlo moverse a través de la cancha de baloncesto, de fútbol, de tenis y de quien sabe que otras actividades extras a las clases, bastaba para darse cuenta. — Y también en matemáticas… ¿Has pensado en pedirle asesoría?
Yo la miré como si quisiera fulminarla.
—¿Yo?
—Ajá, me parece que tenías que aprobar la materia para seguir en el club de porristas. —dijo de la manera más casual, como si no supiera que mi orgullo era más grande que yo, una chica de altura promedio y talla pequeña.
Y además del orgullo, también estaba la vergüenza que se calibraba en al menos treinta veces mi peso.
¿Tomoyo se estaría aprovechando de eso?
Probablemente.
—Tal vez se lo pida un día de estos. —eso quería decir "no cuentes con ello".
Mi amiga sonrió de oreja a oreja, mirándome burlona.
—Otro dato curioso…—yo me tapé las orejas tan fuerte como pude. ¿Qué ganaba diciéndome tantas sandeces? Definitivamente no iba a pedirle ayuda a Li para pasar el curso de matemáticas, por muy bueno que fuera haciendo ejercicio y jugando con los números.
—¿Quisieras escucharme? —Tomoyo pareció repentinamente fastidiada cuando me escuchó tararear alguna bobería. — ¡Vamos, deja de portarte como una chiquilla!
—Quizá me veo más grande para mi edad…
—Oh, vamos Sakura. Estoy segura de que te agradará escuchar esto. —por el tono de su voz divertido supuse que no me gustaría del todo. Además ¿Por qué tenía que enterarme de la vida de la mitad del alumnado del instituto? ¡Tomoyo me insiste muchísimo con eso de la conquista de hombres y que debo conseguirme un novio!
¡Y no quiero escuchar más de ello!
¡No necesito un novio!
—Si está soltero la verdad es que…--
—¡Le gustan los niños!
Fobia a los opuestos
Card Captor Sakura
Lady
—¡Oye!
Ah… creo que eso si fue una bomba.
—¡Oye, tú!
¿Por qué los chicos guapos son… así?
—¿Qué no escuchas? —apenas y capté cuando una mano se atravesó por mi campo de visión. Frente a mí se colocaba ese tal Shaoran Li que con su porte varonil me miraba como si fuera un bicho raro. — ¿Te alcancé a pegar con el balón?
Creo que mi gesto fue más bien estúpido cuando me señalé a mí misma y luego gemí un ronco: — ¿Yo?
¡Nooo! ¡No podía verlo como un tipo con los labios pintados y el cabello largo en una coleta bien peinada! ¿Y si le gustaban los rizos?
Tomoyo se rió entre dientes. — Está un poco conmocionada, pero le pasará. —me agarró por los hombros y me arrastró a una orilla de las canchas. Li me examinó el rostro con cuidado, esperando encontrar que me sucedía. — Jo, jo, pero sigan con su juego por favor…
—¡Allá va, Tsukishiro!
Shaoran Li se la había pasado a ese albarino de gafas que a simple vista parece muy atolondrado pero que al tener el balón en sus manos adquiere una velocidad casi sobrehumana y encesta desde cualquier posición. Casi como si fuera arte en sus manos.
Eran como un dúo de oro. Juntos, Li y Yukito eran imparables.
—No me digas, ¿él también es…?
—No lo sé, pero pasa mucho tiempo con Li así que sería fácil suponer que así es. —mi amiga tenía cavilaciones muy razonables.
Ah, que decepción… y pensar que Yukito SÍ que me gustaba.
Verlos juntos era un cuadro hermoso, tan armonioso y que podría ver cuanto tiempo fuera posible, uno a lado del otro, sonriéndose cómplicemente y de vez en cuando. Yo me diría, siendo cualquier otro día, que se debía a su estrategia del juego. Hoy, Tomoyo, me ha hecho ver que poco tiene que ver con eso.
Dios, ¡Que perversión!
La clase terminó, Yukito se acercó a nosotras para saludarnos –Y no era para menos si habíamos presenciado el partido completo sin pestañear-, siendo seguido por su compañero de juegos. — Muchas gracias por su apoyo—dijo con una reverencia cortés.
—¡Argh! —mi mejor amiga me dio un codazo para que no fuera tan obvia cuando di un paso atrás. No, no era homofóbica, no lo era. No lo era. No lo era.
—Ha sido un partido maravilloso. —corrigió Tomoyo, al notar que los otros dos muchachos me miraban curiosos. Miró sonriente a Shaoran quien parecía ser el más extrañado de los dos. —Creo que hacen muy buena pareja.
Creo que mi boca se abrió y se volvió a cerrar, muchas, muchas veces. Yo observé horrorizada a Li y a Yukito quienes le devolvieron el gesto levemente, nuestro compañero ambarino fue quien asintió. — Tal vez es porque nos llevamos bien.
¿¡Y tienen la poca vergüenza de hablar de eso enfrente de una chica que se supone que no sabe nada de eso!?
Creo que me voy a desmayar.
—Eh, Kinomoto…—Shaoran me miró, algo inquieto. Supongo que estaba pálida porque de pronto sentí un escalofrío. — ¿Estás bien?
—Aah, claro, claro. —evasión. Era clarísimo porque yo me alejé tan pronto como pude de ellos tres mirando sobre mi hombro varias veces para verificar que tan lejos iba, Li levantó una ceja, Yukito me miró preocupado y Tomoyo, bueno, ella siempre se burlaba de los demás a sus costillas así que esta ocasión no fue la excepción. Se disculpó con los chicos y corrió detrás de mí.
—Debiste mencionarme que le tienes miedo a los homosexuales, tal vez hubiera evitado decirte todo. —no parecía un reproche gracias a su boca risona y ese brillo socarrón en los ojos amatistas que ella posee.
Creo que mi voz de pronto es demasiado gruesa: —No.tengo.miedo.
—Entonces debiste ver tu rostro hace un momento. —continuó.
—¡Tomoyo…!
Sí, sentía que algo pesaba sobre mi nuca. Volteé. Sí, Shaoran Li me estaba mirando ceñudo como siempre, a lado de Yukito, como siempre. ¿Se habrá dado cuenta de que lo sé todo? Sí, es lo más seguro.
Shaoran.
—No sé porqué pero tengo la impresión de que nos está evitando. —dijo Yukito, cuando vio pasar a esa extraña ojiverde con su bandeja de comida. No teníamos que ser muy listos para darnos cuenta, ella se había dado la vuelta inmediatamente cuando nos percibió, cuando las llamamos, a ella y su amiga la que siempre sonríe, para que se sentaran con nosotros. Después de todo, nos habían apoyado el partido completo.
Y bueno, Tsukishiro es muy sociable. Sobre todo con las chicas…
—Tal vez no nos vio. —susurré sin muchas ganas de creer que era verdad. Desde la mañana Kinomoto estaba muy rara. Generalmente es muy cordial con todos y bromea. Hoy no. Por lo menos, no con nosotros. Además era imposible no ver tanta comida en una sola mesa. Tsukishiro come como si fuera su último día en la Tierra.
—Es posible. —respondió mi mejor amigo, tratando de no preocuparse de más. Yo seguí con mi pudín de chocolate.—¿Y? ¿Ya lo decidiste? —su sonrisa tranquila no me tranquilizaba a mí para nada. Menos ese brillo travieso en sus ojos dorados. — No debes tener miedo, después de todo es lo más normal del Mundo…
—Que bueno que tú lo veas así. —ironicé, de pronto mis mejillas se sentían calientes.
—Nosotros somos chicos. —dijo, como si fuera un gran descubrimiento. Yo le miré aburrido.
—Creo que no lo había notado. ¿Eso lo hace normal?
—Claro que sí. Un día tenía que pasar. ¿Por qué no admites que quieres hacerlo? —Quizá Tsukishiro tenía un poquito de razón. — Somos chicos y nos conocemos bien porque somos del mismo género. No tienes porque apenarte frente a mí, somos iguales. Y si quieres hacerlo pues… —sonrió más ampliamente. — Yo no te diré que no.
Parpadeé, de alguna manera, tenía toda la razón.
—No… ¿No te molesta? —él se encogió en hombros con la afabilidad que acostumbra.
—He superado cosas peores…—sé que está siendo lo más sincero que puede. Creo que es lo que más valoro de Tsukishiro, sólo es un chico bueno.
—Entonces lo haremos, en la primera oportunidad. —concluí, sin querer discutir más. Mi rostro estaba demasiado rojo, comenzaba a sudar.
—De acuerdo, me prepararé psicológicamente. —parecía hablar consigo mismo. — Ya verás que todo saldrá bien, Shaoran.
No sé que demonios se puede preparar, ni como todo puede salir bien pero la sonrisa de Tsukishiro me da buena espina. Él es un genio, después de todo.
Sakura.
—Fallaste la prueba. —dijo el profesor resignado. Yo tuve que advertírselo desde el principio: las matemáticas no son lo mío. Me dio mi horrible F—A este paso necesitarás un asesor. —lo sabía, regresé a sentarme.
Shaoran Li me estaba mirando desde su lugar detrás del mío. Sabía que podía pedirle ayuda a él, tenía fama de ser muy buen tutor, paciente y todo eso…
Tal vez era porque es eso. Es posible.
Li, junto con Yukito, no tienen nada que ver con el resto de los chicos que yo conozco, todos tan hoscos y groseros. Ellos son como los ídolos del instituto a pesar de ir solo en segundo grado. Todo a su alrededor es paz y felicidad. Y ellos siempre están juntos, lo que hace que haya multitudes tratando de saludarlos o espiándolos en el descanso.
Pero ellos son la palabra g.
—No seas prejuiciosa y pídeselo—me había murmurado Tomoyo, tan molestosa como había estado en la mañana. — Seguro que se vuelven buenas amigas.
—¡Tomoyo! —chillé.
—¡Argh! —Ese había sido Li. Lo miré de reojo, parecía que le reclamaba a Yukito por algo. — Estate quieto. —creí escuchar después de un 'apresúrate'. Ah, deben ser juegos por debajo de la mesa.
Gulp.
Tengo que despejar mi mente…
Oh, parece que lloverá todo el día.
—Si no se lo pides tú, lo haré yo. —Tomoyo captó toda mi atención de nuevo.
—¿Qué…? —chillé por lo bajo, —¡No te dejaré hacerlo…!
—Tienes que hacerlo.
—¡No quiero…!
Un asesor. Un asesor.
¡Estoy segura que ni con el mejor promedio en matemáticas se podrá solucionar mi problema! El profesor nos dio otra ronda de ecuaciones, todas diferentes y extrañas… golpeé mi mejilla con el lápiz, Tomoyo escribía con naturalidad.
—Mh, ¿Kinomoto? —volteé igual que mi mejor amiga a pesar de que ella ni vela en el entierro tenía, Shaoran Li no me estaba mirando, de hecho, veía la lluvia por la ventana.
—Ah, ¿Sí? ¿Qué… pasa? —yo debía sonar muy nerviosa. Tomoyo también parecía preguntarse que sucedía.
Yukito, que estaba a lado, miró a su compañero con ternura. ¡Que miedo!
Tragué saliva con dificultad y me enfoqué de nuevo en Li.
—¿Necesitas ayuda con eso? —continuó, yo parpadeé repetidas veces. Mi cabeza trataba de codificar el mensaje.
Sí, no estaba mal. Me estaba ofreciendo ayuda.
Y era obvio que yo la necesitaba. — Aah, si… —bajé el rostro. ¿Para qué me sonrojaba?
Y yo no era la única, creo que Tsukishiro también se estaba sonrosando un poco, parecía entretenido en sus apuntes pero pendiente a nuestra conversación.
¿Sería celoso?
—Yo… —corrigió su voz, para que sonara más seria. —Puedo enseñarte.
—No me gustaría causarte molestias. —susurré, mis ojos miraron con desilusión mi pésimo examen. Yo no podía ver el rostro de Li gracias a mi flequillo que caía sobre mi frente.
—No lo harás.
—¿Hoe? ¿De verdad? —bien, estaba un poco emocionada. ¡¿Sería posible que pudiera pasar mi siguiente prueba!?
—Sólo asegúrense de que no faltes a los entrenamientos. —había intervenido Yukito, sonriendo cándidamente. — Sería una pena tener que practicar solo.
Ugh, lo había olvidado.
¿Tener un novio sería igual de absorbente que tener un novio? ¿Sentirían los mismos celos aun de una chica? Bueno, Yukito no parece demasiado molesto… de hecho, no parece nada molesto.
También es lógico. ¿Para qué te molestas por una chica cuando a tu chico no le gustan las chicas?
—Puede ser después de clases. —concordó Li, mirando a su compañero de siempre. ¿Eso quiere decir que Tsukishiro lo esperará?
—Por supuesto, y después podrías escoltarla a su casa. —Y sucedió, Yukito le había cerrado un ojo.
¡No quiero ir con ellos a casa!
¡No quiero quedarme a solas con ellos!
—¡Baño! —nuestro maestro ni siquiera pudo contestarme cuando había salido corriendo.
Shaoran.
¿Huyó o qué?
—Esa homofóbica…—no estoy seguro de si escuché bien lo que dijo Daidouji. ¿Homofóbica? Miré a Tsukishiro quien también pareció darse cuenta de que el comportamiento de nuestra compañera no era para nada normal. Eso o también había escuchado a Daidouji.
Kinomoto no regresó a la clase y sus cosas quedaron abandonadas durante el resto del periodo. Tal vez se había enfermado repentinamente. Es tan extraña.
Vimos como Daidouji se dispuso a acomodar las cosas de su amiga en su maletín, conversando trivialmente con nosotros como acostumbraba, Tsukishiro es quien siempre le responde. Y si fuera un día común y corriente Kinomoto estaría tratando de hacerme decir algo más que "Ah, sí".
—Entonces está en la enfermería…—dice pensativo, también preparándose para salir.
—Creo que tendrán que aplazar su sesión de estudio. —dice tranquila, yo no asentí muy convencido de quererle ofrecer mi ayuda de nuevo aunque Tsukishiro me obligara, había cedido esta vez después de estar picándome las costillas toda la maldita clase. No me agrada del todo que la gente se me esconda como si tuviera la peste.
—Es una lástima… y con los torneos tan cerca. —suspira mi amigo mientras la amatista le mira con dulzura. — Será imposible que Shaoran pueda darle asesoría si tenemos entrenamiento diariamente. —sentí como enarqué mi ceja derecha porque Tsukishiro y Daidouji se sonrieron como si se pudieran decir todo con miradas. Que estupidez.
Hoy estoy más creativo que nunca.
Ese conejo glotón sabe porqué me ofrecí pero ¿Daidouji?
—Entonces Li te acompañará a casa…—dijo la chica, no sé en que momento perdí el hilo de la conversación y simplemente dejé de escucharlos, esa vocecilla suya no me gusta, insinuante.
—Como siempre. —fue la respuesta de él, quien sonreía apaciblemente. —Es una gran compañía… aunque no es muy bueno para tratar con mujeres.
Daidouji volteó a verme y después de menos de medio segundo me sonrió de oreja a oreja. — Es lógico.
¿Lo era?
—¿Podrían pasarle esto a Sakura por mí? Había olvidado que tengo cosas que hacer y ya voy retrasada. —de repente me pregunto si Kinomoto se creería eso si se lo dijera a ella. Tsukishiro ni siquiera lo duda y afirma con la cabeza, después la despide con la mano.
—Ni creas que lo haré. —gruño, poniéndome de pie y alejándome ya con mi enorme bolso en el hombro. Ya tengo bastante con quedarme a los entrenamientos como para además ser mensajero de mi compañera de clases.
—Tienes que aprender a tratar a las chicas. —sé que se está burlando porque ese es mi gran problema.
No sé lidiar con las mujeres.
Son tan histéricas.
Y gracias a eso medio colegio cree que soy homosexual o algo así, hasta Yukito lo creía. Mis mejillas se encienden sin remedio, soy un caso perdido.
—¿Y crees que llevándole el bolso me volveré experto? —le pregunto como si masticara las palabras cuando creo que ya tengo mi color normal, ya estaba lo suficientemente fastidiado con las dudas sobre mi sexualidad que en realidad nunca me ha importado lo suficiente, con las personas que arremeten contra Tsukishiro y contra mí, con las personas que nos veneran, con los entrenamientos de las siguientes cuatro horas que me esperan y con el día en general. — De haberlo sabido antes juro que lo habría hecho.
Tsukishiro no se ve ofendido, él tiene esa gran cualidad. Me soporta. — Dijiste que querías hacerlo.
—No precisamente con esa chica. —me defiendo. Porque Kinomoto es lo más extraña de todas las mujeres de esta escuela.
La más histérica.
¿No basta ver como siempre sale corriendo?
—Ella es muy popular, si te haces su amigo podrás contactar con un montón de otras chicas lindas que tú ni siquiera habías visto. —razonó en voz alta pensando que desde ese ángulo lo aceptaría.
—No necesito a Kinomoto para conocer chicas…—refunfuñé avergonzado porque sé que de estoy mintiendo.
No sé tratar con chicas. Es imposible que las conozca por mis propios medios y sé que Tsukishiro también lo sabe.
—Shaoran…—me llama en voz baja, lo hace así para que entre en razón. —Hace unos meses a ti ni siquiera te interesaban… y de pronto me dices que quieres conocer a alguna y ahora ¿te echas para atrás?
—No es tan sencillo. —me limito a decir, a regaña dientes.
Que repentinamente me llamen la atención las mujeres no quiere decir que tenga que andar hablando con cada loca que se siente delante de mí. Que no quiera llevarle el bolso hasta la enfermería a una de ellas no quiere decir que me arrepienta acerca de eso de "me gustaría tener novia" que le dije el otro día a Tsukishiro.
Ah, cosas de la edad y las estúpidas hormonas masculinas.
—Piensa rápido. —y tan pronto como lo dijo el conejo ha lanzado el bolso de Kinomoto a mis brazos y yo automáticamente lo atrapo en el aire. — Suerte.
—Ya me las pagarás. —ni siquiera parece una amenaza pero prefiero decir eso a verme callado y derrotado, quizá a sí me vea menos patético.
—Y todas juntas, lo prometo. —sí, se está burlando.
Sakura.
Creo que ya puedo mantenerme en pie.
—Ya te ves mejor, pequeña. —me ha dicho la enfermera tomándome la temperatura, en todas las horas que he estado aquí no he mostrado signos de fiebre pero ella de todos modos me revisa con su termómetro de mercurio. Es una ancianita que viste de blanco y que se ve le gusta que la visiten y que a pesar de eso, no recibe pacientes para cuidar muy seguido.
—Sí, creo que sólo fue la presión. —murmuré quedándome sentada en la orilla de la camilla.
Tal vez Tomoyo tenga razón y si soy homofóbica.
No hay otra explicación, porque no habría sentido pánico cuando vi a Yukito guiñarle un ojo a Li.
—Volviste a empalidecer—la enfermera se apura a revisar mi temperatura corporal, yo prefiero recostarme. Así he pasado el tiempo, aliviándome, recordando y enfermando.
—¡Enfermera! ¡Enfermera!
Parpadeé cuando vi entrar a un chico diciendo que uno de sus amigos se había caído de las escaleras y parecía tener una pierna fracturada, mi nueva amiga se disculpó y me pidió reposar un rato más hasta que pudiera irme a casa. Que pena, con lo poco que me gusta estar sola.
Con razón a la enfermera no le gusta estar aquí, si siempre es tan silencioso y aburrido. Creo que me estoy recuperando por que ya siento calor en el rostro y energía en mis piernas para ir por mis cosas y salir.
—No te ves muy enferma que digamos. —Shaoran Li estaba ahí, mirándome impasible desde su enorme altura. Siento que me examina de pies a cabeza y debo admitir que me intimida. Mucho.
Es esa sensación de que te van a saltar encima no con muy buenas intenciones. Pero él es… eso… y en resumen, es imposible que me sienta así. Es mejor que sentir nauseas, ciertamente.
—Es por ratos…—tengo que ser amable porque yo estoy en contra de cualquier tipo de discriminación. Pero es tan difícil…
Un momento, esa cosa de ahí es mi maletín.
Por lo menos es amable. —Muchas gracias…—sonreí. Li se volteó para examinar el lugar, y dar la vuelta por ahí mientras yo revisaba que todo estuviera dentro. — Pensé que tenías entrenamiento.
Mi compañero voltea. — Pensaste bien… pero con tanta lluvia dudo que se lleve a cabo…—hay demasiado silencio, tampoco me gusta mucho. No es algo incómodo como cuando no hay tema de conversación. De pronto él parece más interesante de lo que seguramente es.
Es demasiado apuesto. Y también eso.
Es que tiene todo un estilo, aunque lleve el mismo uniforme que cientos de alumnos más, a él se le ve elegante. No importa si lleva ese gigantesco bolso deportivo a cuestas.
—¿Qué? —fue tan brusco que me sacó de mis pensamientos de un golpe. — ¿Tengo algo en la cara?
Yo me apresuré a negar, sonrojándome. Era obvio que iba a notar que lo veía mucho. — No me había dado cuenta que muchos alumnos ya están usando el abrigo. —es lo primero que se me ocurre, porque Li parece mayor con su abrigo negro y los guantes a juego. Tiene manos grandísimas.
—¿No tienes el tuyo? —no parece muy seguro al preguntar, debe parecer muy claro que no lo traigo. — No entiendo como no se congelan con esas faldas. —y señala mis piernas descubiertas, yo me encojo en hombros.
—Después de algunos años te acostumbras. —me río porque él parece bastante desconcertado. — Aunque es un alivio que podamos usar el pantalón en deportes, definitivamente moriríamos de hipotermia.
Es la primera vez que lo oigo reírse.
¡Y parece tan hombre!
—¿Irás a casa? —¿Cree que me quedaré toda la noche?
—Sí, estaba esperando sentirme mejor. —digo tranquila. Tal vez las personas como él no sean tan malas como decían en la primaria. — Pero creo que me recuperaré más si me voy. —ya me levanté pero antes de que pueda siquiera pensar en despedirme, Li ya me ha cubierto con el mismo abrigo que lo hacía lucir imponente. Yo debo verme ridícula cubierta hasta las rodillas.
—Sanarás más pronto si no te enfrías. —pareció pensar algo un momento. — No creo que pase nada si te llevo a tu casa.
Creo que me sonrojé completamente. De pies a cabeza, y las palabras se atoran tanto que Li cree que me ha incomodado. — Pero si no quieres…
—¡N-no es eso!
¡Tengo miedo!
—Estás muy pálida. —mi compañero se alarma porque tengo que sentarme de nuevo. — ¿Te sientes bien? ¿Por qué no te recuestas?
No, él se está ofreciendo a ayudarme. No puedo ser cobarde, ni grosera. Si corro otra vez sin duda se dará cuenta de que tiemblo más por mi desconfianza y no por que me siento mal.
—Prefiero… ir a casa…—murmuré pero me interrumpió antes de que pudiera decirle que podía irme yo sola.
—Te acompaño, creo que te puedes desmayar en el camino.
¡Noo!
Shaoran.
El día no parece tener intención de mejorar porque las nubes se siguen acumulando, ocultando cualquier pequeño y cálido rayo solar. Con un poco de lluvia las vialidades se vuelven un caos, los automóviles están detenidos mientras seguimos avanzando por la acera. Será un problema si vuelve a llover porque no traigo sombrilla, me empaparé y terminaré con un resfriado.
—¡Achissst!
Volteé a un lado, recordando que estaba acompañado y que Kinomoto caminaba lentamente detrás de mí, como si pensara que la mordería si se acercaba.
—¿Estás bien? —le vuelvo a preguntar, ella parece insegura a la hora de responder, pero al final como siempre sólo asiente y dice que se siente mucho mejor. Yo hubiera preferido llevarla en un taxi, así no tendría que esforzarse más pero se negó. — ¿Segura? —Kinomoto ha bajado el rostro mientras juega con sus dedos, retorciéndolos unos contra otros.
—Sí…
—¿Es por aquí? —insisto. Me pregunto si le habré hecho algo malo para que esté tan callada.
—Vamos bien. —me confirma con voz pausada. No puedo evitar no quedármele mirando porque ella no es pálida y sin embargo hoy luce como si fuera la mismísima Daidouji. — De verdad no tienes porqué molestarte… si regresas ahora…—se giró un poco cuando señaló hacia atrás, en el camino que ya habíamos recorrido. — la escuela no está tan lejos…
—Ya es tarde y no es bueno que andes así. —la señalé, ella miró –seguramente con la cabeza vacía- mi dedo mientras le hablaba. — Creo que hasta te ves más enferma que antes…
Eso parecía. Me da la impresión de que cuando me mira es cuando su piel se vuelve más y más blanca.
—¿Estás cansada? —la miré un momento porque ella no parece querer aceptarlo, hace una mueca mientras muerde sus labios y parece inflar los mofletes, el color vuelve a ellos. Kinomoto frunce el ceño y niega decidida.
—¡Con permiso! ¡Con permiso! —las demás personas quieren llegar también pronto a sus casas, al igual que yo. Lo único que quiero es que Kinomoto llegue a la suya para poder irme yo también. Si le pasara algo después me sentiría culpable.
He oído el golpe que le ha dado uno de los sujetos a mi compañera, sólo porque estaba en medio del camino. ¿No notaban que estaba enferma y que apenas miraba por donde caminaba? ¿No se daban cuenta de que tenía la mirada perdida y sin pizca de fulgor? — ¡Oiga usted! —y se me ha salido gritarle porque sé que Kinomoto no puede defenderse, porque ella toda avergonzada sólo le pide perdón por entorpecer su ida.— ¡Pida una disculpa!
Y ese tipo me mira como si fuera un maldito demente. ¿¡Quién se ha creído!? Avanzo dos pasos y él retrocede los mismos.
—Li, está bien…—Kinomoto me sonríe como ella suele hacerlo con el resto. Ella tiene una boca pequeñita, rosada y de labios delgados, pero cuando sonríe pareciera que es la sonrisa más grande de todo el colegio. Y la más bonita, además.
Siento como si le diera un buen puñetazo con la mirada, aprieto los puños contra mis piernas y me cayo porque Kinomoto le pide a ese sujeto una sincera disculpa por mi comportamiento, luego se aleja con la misma prisa que antes. Gruñí. — ¡No deberías ser tan consecuente…!
Me sonrió. — No deberías exaltarte tanto por eso…
—¿Y si te hubiera tirado? —estoy más que seguro de que ni siquiera lo había considerado. — Después ya no sólo sería tu resfriado, hubieras caído sobre tu trasero. —me crucé de hombros por que me indigno. ¿Y a mí qué si se caía? La culpa era de ella.
—Lo siento es que…—de nuevo está jugando con sus manos y cuando eso ya no parece suficiente enrolla sus dedos en las puntas de su cabello. — …no me gusta pelear…
Suspiré. — ¿Estás cansada?
Ella me miró con ojos arrepentidos, enormes y verdosos. — No mucho, ya estamos cerca. —asegura, para tranquilizarme. Es demasiado pacífica.
—Entonces será mejor apurarnos. —me di la vuelta y me hinqué extendiendo mis brazos hacia atrás, pasaron algunos segundos sin que nada sucediera, me di cuenta de que la gente que pasaba a mi lado comenzaba a mirarme sin entender lo que hacía. — ¿Subes o qué?
Y Kinomoto renegó más rápido. — ¡No es necesario!
—Es necesario si no quieres llegar mañana. —sin querer me había reído porque siempre que esa chica retrocede parece que quiere echarse a correr. — Súbete.
—Li, estoy bien.
—¡No tenemos toda la tarde, súbete de una vez! —¿Porqué será tan terca? ¡Y me exaspera tanto! Ella parece darse cuenta de que resoplo fastidiado. Tocó mis hombros tanteándolos hasta que dejó sus manos ahí, sin moverse— ¡Rápido!
—Es que…—levanté una ceja cuando la vi colorearse, me miraba desde arriba. Estaba tan ruborizada que me dio gracia, era como un manojo de vergüenza la pobre.
—¿Qué?
Más rojo, más tartamudeo. — ¡Y-yo…!
—Kino--
—¡Soy muy pesada! —soltó, sin más.
—¿Eh?
—Y, y… puedo lastimarte. —concluyó, ese era todo su argumento para tenerme ahí a mitad de la calle, en cuclillas.
—Así, niña. —tenía muñecas muy delgadas, y tomarlas no fue nada complicada, mucho menos jalarla hacia mi espalda haciendo que abrazara mi cuello. — No era tan complicado, ¿verdad?. —sentí la ironía fluir en cada palabra pero no pude evitarlo. ¿Por qué será tan lenta?
Todo el recorrido no hubo más que silencio, que agradecía. Y aunque después no me pareció muy enferma no me decidía a bajarla, no era muy pesada como había imaginado. Seguramente mi entrenador me retaría con ganas pero ya era muy tarde como para dejarla tirada y regresar.
—¿Has notado que el Sol se ve más claro en invierno? —me preguntaba, ya sin parecer nerviosa.
—Nunca me había fijado. —confieso, soy cortante porque no tengo ganas de hablar. Nunca las tengo. Kinomoto suspiró en mi oído y hace cosquillas, agito mi cabeza para quitarme esa sensación abrumante del cerebro. Hay más silencio.
Que demonios— Pero debe ser por la posición de la Tierra.
Aunque no puedo mirarla sé que ha hecho una mueca de confusión como siempre hace cuando le hablo sin motivo aparente y más cuando debió creer que no volvería a abrir la boca hasta que llegara a mi propia casa, se quedó muy callada y quieta.
¿Estará moles…--?
—¡Le quitaste todo el misterio! —la oigo protestar repentinamente.
—¿Era un misterio? —es divertido oírla renegar, es tan infantil como se le ve cuando pasa por los pasillos. El año pasado no coincidimos en el salón pero incluso así es difícil no conocerla, por lo menos de vista, siempre está rodeada de gente y jugueteando o lloriqueando con Daidouji sobre matemáticas. — Oye, la asesoría…
—¡Es verdad! —se ha encorvado para ver mi perfil, pega más su pecho a mi espalda. — ¡Muchas gracias por ayudarme!
—De eso quería hablarte… no sé si esté disponible los siguientes días, por eso decía que tal vez sería mejor si te enseñaba hoy. —trato de explicarlo claramente para que no crea que intento pasar más tiempo con ella o esas cursilerías que las chicas a veces piensan.
—¿Por tus entrenamientos? —ella no parece molesta, ni confundida, ni nada más que curiosa. Yo asentí. Debe alejarse un poco de mí. Debe alejarse un poco de mí. Me abochorno poco a poco porque ella se estrecha contra mí lentamente y yo, siento que quiero retorcerme.— ¡Ah, esa es mi casa! ¡Woah, se ve desde aquí!
Que alivio, ella se ha separado.
—¿Qué… quieres decir? —logro inquirir, respirando profundo.
—¡Que eres un gigantón! —rió suavemente, yo fruncí el ceño pero ¿Qué más daba? Se me escapó una sonrisilla, nada serio. Aflojé el agarre, Kinomoto se agarró más fuerte, apretó sus piernas contra mi cintura. — ¡Oye! ¡No me vayas a soltar! ¡Serás el culpable de mi muerte!
—Vaya, he encontrado mi misión en la vida.—bromeé. Mi compañera volvió a reír mientras yo la afianzaba contra mi espalda una vez más sin lograr el caluroso contacto de antes.
Una amarilla residencia le dio la bienvenida, los primeros adornos navideños estaban ya en la puerta. Kinomoto no protestó cuando la bajé y corrió a revisar el correo. — Bueno, ya será mañana. —dice y aunque se le nota algo desanimada no parece triste.
—¿Esperas algo? —no quiero verme como ella, interesada en todo lo que se me ponga enfrente. Kinomoto sonríe felizmente.
—¡Compré el nuevo disco de Ruby Moon por Internet! —chilla emocionada. — Mi hermano dijo que me estafarían pero yo creo que debe haber un problema en la mensajería.
No era por llevarle la contraria pero creo que su hermano tendría la razón. —Debe ser eso. —me resigno, no puedo permitirme romper las ilusas esperanzas de esa niña. — Entonces, aquí te dejo.
Ella se sonroja levemente, quizá no estaba muy consciente de que ya estaba en su casa. Veo como se quita rápidamente el abrigo para quedar tal como estaba en la mañana, con la falda tableada y la blusa marinera. Eso me hace recordar que tiene piernas preciosas, las vi en la enfermería.
Demonios.
A esto me refería con la atracción que de un día para otro sentí al ver chicas por todos los pasillos de la escuela y el camino de regreso a casa. Ahora me fijo en cosas que antes pasaban desapercibidas para mí. Había que admitirlo, obviamente no en voz alta: Esta Kinomoto tenía su encanto sobre todo porque sus ojos son verdísimos y ese es mi color favorito. Oh. Y además se ha sonrojado. Que extraña.
Un momento.
Creo que escuché mal.
¿Me invitó a pasar?
Continuará.
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