Siete Noches bajo la Luna
Summary: Él era un ninja encargado de proteger al Kazekage, proteger su corazón, pero nunca pensó que llegaría a adueñarse de él... GaaLee
Advertencia: Yaoi, o sea relación Chico/Chico, si no te gusta el género fácilmente puedes cerrar la historia, gracias
Disclaimer: La serie Naruto no me pertenece y tampoco la quiero, aunque si me regalan a Lee y a Iruka-sensei no me quejo -
N/A: Aún no domino como subir a esta página pero mientras tanto ya veré como hago. Lo único que puedo decir por ahora es que el fic es un semi-AU.
Disfruten!!!!
...::: Primera Noche... Conociendo a mi Kazekage :::...
El chico de cabellos negros alzó su oscura mirada hasta encontrar la concurrida plaza. El ardiente sol del desierto se reflejó en su ridículamente brillante peinado, sus labios se curvaron en una hermosa sonrisa y tomó un sorbo de agua de la botella que guardaba entre sus cosas. Del otro lado de la plaza su compañera le hizo una seña. Él asintió levemente y se ocupó en buscar a su segundo compañero. No tardó en hallarlo, sus ojos blancos resaltaban en medio de la multitud. Él también asintió, en espera de que algo sucediera.
Un grito ensordecedor se extendió por toda la plaza.
El objetivo estaba cerca.
El chico de ojos negros y sonrisa traviesa hizo la botella a un lado y se preparó.
Rock Lee. Ninja experimentado, soltero, bisexual por lo que todos sabían o más o menos intuían. Alegre por naturaleza, fuerte y decidido, adorador de la Primavera de la Juventud y dispuesto a dar su vida por la persona que ame. Sincero e ingenuo, escalofriantemente ingenuo, había abandonado Konoha unos tres días atrás, cuando La Hokage le ordenara partir de inmediato rumbo a Suna e impedir el asesinato del Kazekage, quien continuamente se veía amenazado por los ninjas de las naciones vecinas.
Imaginaba que no sería tan difícil, pero ninguna precaución era demasiada.
Volvió enfocar la vista en el podio central de la plaza y contempló la resguardada figura del Kazekage hacer acto de presencia. El pueblo entero enloqueció al verlo, lanzando vítores al aire y riendo. Aún así Lee pudo ver las caras disconformes de algunos habitantes y no eran precisamente pocos. Aparentemente el Kage de Sunagakure era un héroe entre los jóvenes, pero los viejos y ancianos no le tenían el mismo aprecio. Lee se preguntó el porqué.
Algo entonces lo hizo poner en alerta.
Era menos que un sonido, pero pudo percibirlo a la perfección. No estaban solos, alguien más tenía la vista fija en el Kazekage. Lee volteó el rostro disimuladamente, buscando al causante de desatar ese escalofríos que había recorrido su columna vertebral. Del otro lado su compañero Neji pareció sentir lo mismo (o al menos algo parecido) por lo que se pusieron en alerta. Fue entonces cuando Lee lo vio.
Un hombre espantosamente cerca de donde se encontraba el Kage de la Arena que contemplaba a su alrededor con los ojos desorbitados y un rostro que, mínimo, asustaría hasta al más valiente. Rápidamente pero sin llamar la atención, y batallando por llegar a la altura del hombre sin llevarse a ningún aldeano de por medio, Lee intentó llegar a él. Apuró el paso cuando Neji habló por el intercomunicador que llevaba en la oreja y le dijo:
-¡Apresúrate, está lleno de sellos explosivos!
Lee trató de no caer en la desesperación. ¡Pero apuró el paso! Con una mano extendida hacia el hombre, como si de pronto pudiese alcanzarlo, y todo ocurría como en cámara lenta, como si se tratara de alguna película. Sus compañeros contuvieron el aliento. Neji mantuvo la guardia mientras la única chica del grupo, Tenten, se acercaba al Kage "por si acaso".
Finalmente y luego de angustiantes segundos Lee llegó hasta donde se encontraba el sujeto y lo tomó del hombro rudamente.
-¿Qué haces?- preguntó volteándolo con todas sus fuerzas, pero cuando lo hizo comprobó que el hombre estaba lleno de pergaminos explosivos y estaba a punto de encender uno.
Lee abrió los ojos con suma sorpresa.
El pergamino estaba encendido.
-¡¡¡A un lado!!!- gritó como única reacción antes de sentir una poderosa explosión que aturdió sus sentidos.
Ahora sí, Rock Lee, estaba muerto.
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Abrió los ojos al sentir algo áspero y duro contra su ropa. Su cabeza daba vueltas y se veía incapaz de mantenerse en pie. Fue entonces cuando se dio cuenta de que... no hacía falta. Él estaba acostado, o más bien, flotando sobre algo. Ese algo era arena, una enorme cantidad de arena.
Fue entonces cuando cayó en cuenta del enorme silencio que reinaba en la plaza, además, no había sangre, parecía no haber heridos. ¿Entonces qué? Y la vio.
Una enorme bola también de arena que poco a poco se caía a pedazos. La persona que controlaba esa arena sin duda algua era la misma que en ese momento suspendía a Lee unos metros por encima de los demás. El chico Rock miró a ambos lados sólo para encontrar el preocupado rostro de Neji retomando su usual porte frío y, más allá, Tenten se hallaba al lado de un protegido y aparentemente ileso Kazekage que sostenía las palmas de sus manos extendidas hacia el frente.
Lee sintió una corriente de alivio recorrerle al saber que no había fallado su misión, aunque talvez el éxito de la misma no se debiera precisamente a él.
Pero, lo importante, era que el Kage estaba a salvo, aunque Lee no pudiese apreciar su rostro debido al enorme sombrero que portaba. La arena fue descendiendo poco a poco y la muchedumbre miraba, asombrada, la bola de arena decaer. Lee también lo vio. Vio un charco de sangre regarse por todos lados en el sitio donde se encontraba un enorme hueco y en donde habría estado un "terrorista" más.
Así que el atentado no se había llevado a cabo...
Finalmente la gente fue obligada a retirarse de la plaza. Los guardias del Kazekage aparecieron de la nada y en cuestión de segundos ya no había nadie, un silencio sepulcral se extendía por todos lados.
Una vez en el suelo Lee se apresuró a llegar junto a la máxima autoridad de la Aldea de la Arena y averiguar sobre su estado, si no habría salido herido, pero nada más colocarse a su altura los guardias le impidieron el paso.
Neji se puso a un lado de Lee.
El Kage hizo una seña con su mano y los guardaespaldas se apartaron. Tenten se colocó junto a sus compañeros.
-Así que ustedes son los shinobis enviados de Konoha- dijo una apagada voz proveniente del Kazakage.
Los tres ninjas hicieron una reverencia en respuesta. Así era, la Hokage Tsunade los había enviado para proteger a su aliado de un intento de asesinato.
-Tsunade-sama nos ha enviado para resguardar su seguridad lo que dure el Festival de la Lluvia- comunicó Neji con voz impersonal y fría, como requería la situación- Estamos a sus órdenes, Kazekage-sama.
El aludido asintió, complacido por tener tan buenos ninjas a su disposición.
De no haber sido por el grito del ninja que se encontraba en el centro de la plaza talvez él se encontraría ahora hecho pedazos, los aldeanos recogiendo sus restos.
Los ojos ocultos del Kazekage se posaron en el ninja en cuestión. Vaya shinobis insólitos que tenían los de la Aldea de la Hoja. Nunca antes había visto a alguien tan... particular. No sólo su peinado era raro, también lo era su uniforme, su aspecto, todo. Y aún así sentía que no podía ni debía subestimarlo. El chico se veía fuerte.
-Me alegra contar con su presencia- dijo el Kage, y al momento una chica de ojos avispados y sonrisa resuelta se acercó a ellos-. Ella es Temari, se encargará de llevarles a sus habitaciones. Espero que hoy puedan descansar.
Dicho esto se retiró silenciosamente, dejando a tres chicos cansados pero también asombrados. El Kage era mucho más formal que la propia Hokage.
Un suspiro abandonó los labios de Lee al encontrarse nuevamente solo.
-¿Estás bien?- preguntó Neji sin parecer sinceramente preocupado. Probablemente hacía esa pregunta porque pensaba que era la de rigor. Después de todo cuando alguien ha estado a punto de morir se le pregunta exactamente eso¿o no?
Lee asintió:- Sí.
Tenten, a su lado, volvió la vista a ambos chicos.
-¿Alguien sabe qué pasó?- preguntó.
Cuando Neji estuvo a punto de abrir la boca para contestar la voz de Temari le interrumpió.
-El Kazekage le ha salvado- dirigiendo su vista hacia Lee y echando a andar en espera de que los demás le siguieran; le siguieron, en parte demandando una explicación, por otro lado deseosos de tomar su tan merecido descanso. El camino hacia Suna había sido tortuoso y difícil, habían tenido que sortear tormentas de arena y uno que otro enemigo, y, después de todo, venían contra reloj. Literalmente estaban molidos- Ha usado su arena para protegernos a todos.
Esa fue la sencilla explicación de Temari, pero resultó tener un resultado impactante. Así que el Kazekage podía usar la arena, eso sin duda alguna era increíble.
-Nunca había oído hablar de esa técnica sucesoria- murmuró Tenten de forma perfectamente audible.
-Es que...- dijo Temari con una sonrisa- no es una técnica sucesoria.
Los ninjas presentes asintieron esta vez mucho más sorprendidos. Incluso Hyuuga Neji, conocido por ser un genio, se sorprendió de este hecho, aunque por supuesto no lo demostrara.
Temari los llevó hasta un edificio algo alto. Lee procuró fijarla a ella en su memoria. Las cuatro coletas que amarraban ese rubio y brillante cabello, el atuendo de kunoichi que atenuaba sus curvas y la hacían lucir sensual y apetitosa a la vista de cualquiera (cosa contraria a Tenten, quien por razones desconocidas se negaba a usar una falda) y, por último pero no menos importante, un gigantesco abanico que, Lee adivinó, debía ser parte de su armamento.
-Aquí permanecerán mientras estén en Suna- avisó la chica-. Sus habitaciones están en él penúltimo piso.
-¿Quién está en el último?- preguntó Lee recibiendo una mirada reprobatoria por parte de sus dos compañeros de equipo. Temari volvió a sonreír.
-El Kazekage- fue toda su respuesta.
Lee se mostró claramente sorprendido. Así que estarían tan cerca del Kage; de cierta forma resultaba mucho más fácil para ellos, así no tendrían que recorrer grandes distancias si algo malo ocurría y debían intervenir a favor del representante de Suna.
Prontamente Temari los guió hacia sus respectivos cuartos. No eran demasiado grandes pero agradecieron que fuesen separados, lo cierto es que la idea de compartir habitación no les parecía para nada atractiva, siendo que cada uno era quisquilloso a su manera. Por eso mismo Lee sonrió ampliamente cuando, al último, Temari lo dejó frente a un cuarto pequeño, ordenado y con todo lo básico que debería llevar. Nuevamente, la chica repitió lo que había dicho en las otras tres habitaciones:
-La cena con el Kage es a las ocho de la noche en el último piso, al llegar los guiarán, no tardes por favor- y se fue con otra pequeña sonrisa.
Lee asintió (a pesar de que Temari ya se había marchado) y se adentró en su habitación.
Suspiró.
Estaba terriblemente cansado.
Colocó su bolsa de viaje a un lado de la cama y se lanzó a esta sin mucha ceremonia esperando poder dormir un poco. Pero, esa noche, no pudo pegar un ojo.
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No supo por qué pero algo a mitad del sueño lo distrajo. No era un sonido, no era una presencia, no era siquiera un presentimiento, pero sin duda era algo que parecía llamarle. O alguien.
Lentamente se levantó de la cama. Tomando en cuenta el color del cielo aún no era hora de la cena, cosa que agradeció enormemente pues no se veía a sí mismo apresurándose para llegar a tiempo. Soltó un largo bostezo y se talló los ojos con parsimonia, habituando su mirada a la poca claridad del cuarto. Se asomó a la ventana y el viento meció sus cortos y negros cabellos.
Miró cuidadosamente las calles desiertas. Era como si nadie saliera de sus casas por temor a ser devorados por un monstruo imaginario (o talvez no tan imaginario). Sea como fuese él se estaba aburriendo, así que decidió ir a explorar un poco la aldea en la que pasaría los próximos siete días.
Así como había pensado Rock Lee salió de la habitación y seguidamente del edificio, completamente ajeno de la mirada que se posaba en él y que parecía estudiar y analizar cada uno de sus movimientos.
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Lee se preguntó, por décima vez, si Suna realmente estaba disfrutando de un festival. No sólo era por el escaso y casi nulo colorido de la aldea, era también el ambiente, sobrecargado y casi triste. Suna parecía más un paraje desolado y angustioso que una aldea que en una semana disfrutaría uno de los fenómenos más extraordinarios en el desierto: lluvia.
¿Por qué no había nadie en las calles¿Por qué no se oía música, ruido, risas y demás¿Dónde estaban los colores y los juegos¿Y por qué los pocos que se asomaban se le quedaban viendo como si se tratara de un ser de otra dimensión? Lee prefirió no preguntar...
En cambio sus pasos lo llevaron a una de las zonas más desiertas que pudiera encontrar: un parque. ¿Y los niños? Allí no había niños, sólo una figura callada y ausente que ni siquiera se inmutó cuando Lee hizo acto de presencia. De hecho el chico más bien parecía como si no se percatara de nada, sólo se columpiaba lentamente, con la vista fija en sus pies, talvez recordando algo, talvez perdido en sus propios pensamientos, o quien sabe, puede que simplemente estuviese allí para pasar el rato justo como Lee.
Y fue Lee quien se acercó a él.
Al principio quiso hablarle, pero no lo creyó aropiado, talvez porque la forma en la que el otro lo ignoraba era bastante atemorizante y cortaba cualquier reacción en él. Así que lo único que atinó a hacer fue sentarse en el columpio vecino y mecerse suavemente, sintiendo la caricia del viento sobre su rostro.
Pero de pronto el silencio era demasiado... desesperante, sobretodo para él quien estaba acostumbrado a hablar hasta que le faltara el aire, a conversar de uno u otro tema, a hacer charla incluso hasta con su sombra. Simplemente estar ahí era aburrrido, demasiado para su gusto y de un nivel demasiado elevado como para que Lee lo soportara sin tener ganas de halarse de los cabellos y vociferar.
-Etto... ¿no estás aburrido?- la voz de Lee cortó el silencio con la eficacia de unas tijeras. Por toda respuesta el chico a su lado lo ignoró olímpicamente, pero al sentir la negra mirada de Lee sobre sí decidió confrontarlo. Y ese momento fue...
Único.
Lee casi se atraganta con su propia saliva al ver esos ojos turquesa siendo rodeados por esa fina línea negra. Eran intimidantes sin duda alguna, pero intimidantemente bellos. Lee suspendió el aire en sus pulmones al contemplarle, al perderse en ese inmenso océano que amenazaba con tragarlo todo, y de repente sintió que las palabras lo abandonaban y sus mejillas se teñían de rojo. Saber el hecho de que se estaba acalorando no hacía sino ponerlo más nervioso.
Ese chico era... hermoso. Así de simple, así de destructivo, hermoso en toda la extensión de la palabra.
Talvez lo que lo hacía más hermoso, a ojos de Lee, era esa seriedad con la que lo miraba. Era una seriedad tal que hacía a Lee avergonzarse.
-E-Etto...- Lee se maldijo a sí mismo por tartamudear de esa forma- N-No... ¿no estás aburrido?
El chico no respondió, sólo mantuvo su fría e inexpresiva mirada en él. ¡Este chico incluso podía ganarle a Neji en cuanto a frialdad y estoicismo!
-Lo siento...- se disculpó Lee al entender que el otro no respondería, así que volvió la vista al frente y continuó meciéndose, aunque esta vez con menos ánimos. De repente toda su energía se había evaporado, dejando en su lugar un vago sentimiento de tristeza. Y entonces algo pasó.
¡El chico habló!
-Me gusta el silencio- dijo con voz casi dura, carente de emociones, de ese tipo de voces que prefieres no escuchar a menos que sea en un susurro. Su mirada aguamarina volvió a perderse en algún punto muerto entre sus pies.
No hubo más palabras, más sonidos, sólo el ritmo de sus respiraciones y alguno que otro grito lejano en alguna casa apartada.
Y así pasaron las horas, o al menos eso pareció. Anocheció lentamente, el aire se fue haciendo frío, al temperatura descendiendo drásticamente, los colores del cielo volviéndose poco a poco nulos, la oscuridad abarcando todo... Y las estrellas... oh, no había estrellas esa noche, ni había luna ni habían nubes. ¡Qué extraño!
-Que ambiente tan raro...- susurró Lee más para sí mismo que para su acompañante.
Pero por alguna extraña razón este comentario le pareció al otro bastante llamativo. ¿Quién se ponía a hablar sobre el ambiente, más que él? Sus ojos entonces vagaron hacia el otro chico, silenciosamente lo estudió.
-¿Eres nuevo en la aldea?- dijo con voz grave a causa de la poca práctica. Sí, él no era de los que hablaba, más bien era de los que mandaba, pero claro, el chico a su lado no tenía que enterarse¿o sí?
-Así es- respondió Lee con una brillante sonrisa-. Vengo de Konoha, soy uno de los nuevos guardaespaldas del Kazekage- dijo con notable orgullo.
El chico no pareció sorprendido por sus palabras aunque, ciertamente, Lee dudaba que el joven mostrara alguna expresión. El muchacho que se columpiaba pensó que volverían al eterno silencio, pero la voz de Lee se hizo escuchar.
-¿Cómo es el Kazekage?- quizo saber¿y que mejor forma que preguntando a uno de los aldeanos?
-Es malo- fue todo lo que dijo.
Lee abrió los ojos con suma sorpresa. Definitivamente no esperaba esa clase de comentarios. ¿Cómo podía alguien hablar así de su Kage, de la persona que protegía la aldea, que cuidaba sus vidas a diario? Sus ojos negros se llenaron de decepción. A él nunca se le ocurriría hablar así de su Hokage, por más viciosa que esta fuera. Y junto a la decepción llegaba el enojo.
-No pienso que el Kazekage sea una mala persona...
El chico estuvo a punto de preguntar "¿Y tú qué sabes de él?", pero se contuvo, sólo le miró fijamente, y en sus ojos se mostraba claramente una curiosidad casi infantil. ¿Qué razón tendría el pelinegro para defender al Kazekage de esa forma?
-Él salvó mi vida- recordó Lee levantándose de su asiento y mirando fijamente al otro-. Aún no se lo he agradecido- añadió en voz más baja-, pero estoy seguro de que no es una mala persona.
-Si tú lo dices...- fue toda la contestación que obtuvo.
Lee le miró con el ceño fruncido. Estuvo a punto de decir algo más pero entonces reparó en la hora.
-Un momento... ¿qué hora es?- preguntó cayendo en cuenta de que no tenía un reloj a la mano.
-Deben ser casi las ocho- respondió el chico, y ante sus palabras Lee no pudo sino abrir los ojos por completo, como si de repente sus enormes orbes fuesen a saltar de sus cuencas.
-¡Se me hace tarde!- exclamó echando la carrera de vuelta al edificio del Kage.
Oh Dios, si llegaba tarde Tenten lo mataría. Talvez Lee se sintió tan presionado en ese momento que olvidó despedirse del chico en el parque, pero apenas el pelinegro se hubo ido los ojos del otro siguieron el camino que había tomado. Mmm... así que agradecer al Kazekage. Eso sonaba, sin duda, muy interesante. Al menos era algo completamente nuevo, siendo que en Suna no acontecía nunca nada, todos los días eran más de lo mismo, pero este chico prometía acabar con su rutina y¿quién sabe?, talvez consiguiera algún importante cambio.
El chico en el columpio se levantó perezosamente y retiró de sus hombros un poco de arena imaginaria.
Levantó la vista al cielo, allí donde aparecía la sombra de una débil luna.
Caminó lentamente, sintiendo las miradas de los aldeanos clavadas en él. Las luces de las ventanas abiertas iluminaban su triste y apagada figura, sus cabellos rojizos carentes de vida, su piel extrañamente pálida, sus ojos aguamarina fríos cual glaciar. Sí, talvez... dejaría todo de ser tan aburrido.
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Rápido como un rayo Lee reemplazó sus viejas vestimentas por unas nuevas. Un entallado mono verde, calentadores naranja, vendas en las manos hasta casi llegar al codo, chaleco chunin, la bandana de Konoha atada a la cintura, las típicas sandalias azules y prontamente estuvo listo. Casi como una exhalación se dirigió al último piso.
Al llegar una enfadada Tenten lo esperaba, a su lado Neji lucía tan inexpresivo como siempre.
-¡Casi llegas tarde!- le reprendió la kunoichi conteniendo las ganas de arrojarle a su compañero un buen puño.
-P-pero aquí estoy, Tenten-san- se defendió el pelinegro a duras penas.
Y cuando la chica estuvo a punto de soltarle un buen golpe una voz llamó su atención.
-Aquí están- habló Temari apareciendo por una de las puertas.
Lee sonrió al verla. Tenten se acercó a la chica y Neji permaneció en su sitio. Temari los guió entonces dentro de una sala, no muy grande, que albergaba una mesa de tamaño considerable. Contrario de lo que pensaban, no había nadie allí. La habitación estaba prácticamente sola, a excepción de ellos y de, ahora recordaban, Kankuro, quien lucía un atuendo completamente negro y llevaba el rostro pintado como si fuese a alguna batalla.
Los tres ninjas de la hoja saludaron cortésmente.
-¿Y el Kazekage?- preguntó Lee completamente emocionado. Por momentos se olvidaba del chico que había conocido momentos antes y el enojo que le había provocado.
-Llegará pron...- las puertas abriéndose, nuevamente, interrumpieron a Temari- Ahí está- dijo en cambio.
Tenten dirigió una dura mirada a Lee, como diciendo "más te vale comportarte". El chico hizo caso omiso a la advertencia velada, en cambio sus ojos se abrieron como nunca antes, su mandíbula abierta, su expresión haciéndose cada vez más graciosa, en cambio su rostro estaba pálido, y al ver a la imponente figura del Kazekage hacer acto de presencia no pudo contenerse más...
-¡¡¡TÚ!!!- gritó Lee señalándolo acusadoramente...
Continuará...
