Palabras: 527


Si fueras mujer...

Una vez más hablan del tema, de nuevo se tensan, otra vez las palabras suben de tono y el ambiente se acalora. Sus debilidades y miedos se exponen ante el otro.

—Ya te lo he dicho muchas veces, Morinaga —dice tomándose el puente de la nariz entre los dedos.

—¡Pero nunca me contestas nada en concreto, senpai!

¿Por qué tenía que pasar por eso de nuevo? Seguramente era culpa de los asistentes, Mika y Tadokoro. Ellos siempre hablan de temas triviales y casuales.

—¿Cuáles son las cualidades que atesoras, senpai? —repite.

No hay manera de explicarle. Cuando escogió a los asistentes había sido meramente por sus capacidades intelectuales, no más; se lo había dicho. Lamentaba no haber juzgado si eran cotillas o no.

No responde, se siente frustrado. Morinaga es como un niño pequeño, tal vez un perro fiel sería más acertado. ¿Cómo hacerle entender?

—Si senpai me quisiera sólo el uno por ciento de lo que yo lo quiero… —murmura. La frase queda bailando en el aire.

Tatsumi suspira. ¿Por qué le muestra nuevamente esa expresión?, esa que se obliga a sonreír cuando tiene ganas de llorar. El mayor se sabe débil ante tal.

Morinaga sabe que no lo puede obligar. Las palabras de su hermano resuenan en su mente: "Es como si te dijera que ames a una mujer de la noche a la mañana". Claramente no podría, porque sabe que sólo se siente atraído hacia los hombres. Comprende el punto de su familiar, sabe que tiene razón, sabe que tiene que darle más tiempo. Lo sabe. Lo entiende. Lo hace sentir impotente.

Las palabras vuelan, las réplicas sin fundamentos también. Las acusaciones basadas en especulaciones no se hacen esperar y al final la inseguridad, el miedo, y la ineptitud escapan de sus celdas y se manifiestan ante ellos:

—¡Si fuera mujer…!

—¡Si fueras mujer me gustarías igual!

Las manos se apresuran a tapar los labios que han dicho algo que no debería, el corazón comienza a bombear aceleradamente y la sangre comienza a colorear el blanco rostro. La vergüenza lo invade, los nervios lo delatan y las rodillas lo traicionan.

Pero vale la pena.

El rostro del menor se distiende y forma una sonrisa sincera; nada parecida a aquella que le muestra cuando no quiere presionarlo. Los brazos rodean al mayor y lo capturan fuertemente contra sí.

Tatsumi-senpai no quiere mantenerle la mirada. Sabe que tiene todas las de perder contra los cálidos ojos de su kohai, también sabe que a como lo siga abrazando así se derretirá y cederá esta noche también. Aún así no le importa, porque sabe que sólo con él sería así.

No puede evitar corresponder aquel beso que ha dejado de ser demandante con el paso del tiempo, tampoco puede evitar tranquilizarse en los brazos que ya no aprisionan, sino que resguardan. Sabe que a la mañana siguiente se reprenderá por ser tan débil, pero también sabe que a los minutos le dejará de importar.

Y es sólo cuando senpai se rinde que Morinaga recuerda aquella frase que había escuchado:

"No porque alguien no te ame como tú quieres, no significa que no te ame con todo su ser"


Eh~ Este escrito fue hecho a petición de alguien~ La idea era una confesión "accidental", así que... eso~ Espero les haya gustado. ¡Gracias por leer!

6 de enero del 2014