Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

La historia es mía y está protegida por Safecreative. ¡No apoyes el plagio!

Canciones del OS

"Paradise city" Guns n' Roses

"Welcome to the jungle" Guns n' Roses

"Darkened Room" Skid Row

"I remember you" Skid Row

Importante: La canción "I remember you", es importante para la trama, (es la melodía desconocida que escucha Bella en el concierto) así como también las notas del autor. Ojalá la busquen y la escuchen, dejaré el link en mi perfil de FF.

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Groupie Love

"Woke up to the sound of pouring rain,

The wind would whisper and I think of you"

El profundo sonido del bajo retumba en mi pecho, mientras el solo de guitarra se acopla a la melodía para dar la entrada a su maravillosa voz…Ésta es aterciopelada, rasposa y a veces en los altos algo aguda, cosa que amo, cada frase eriza mi piel y la taciturna letra me llega profundo al corazón.

Miro sus penetrantes ojos verdes, estos parecen que me contemplan como si yo fuese la única persona importante para él en el universo y ¡Dios!, como deseo serlo… Suspiro enamorada e imagino mis manos colándose en su alocado, largo y cobrizo cabello y mis labios trazan la línea de su masculina mandíbula para consolar el dolor con que interpreta esta balada de rock. Me parece que es un poeta de los tempranos 90's y me gustaría saber la verdadera inspiración de ésta canción, ¿una desilusión de amor? ¿Alguien como él podría haber sufrido por amor?

Vuelvo a suspirar, me pierdo en los compases y en el rostro de mi único amor: Edward Masen, vocalista y líder de la banda de Hard Rock, Black Rose.

—¡¿Bells?!

Salto de la cama del susto de ver a Charlie parado en el umbral de la puerta de mi habitación. La música está a todo volumen y estaba tan ensimismada y derretida mirando a Edward, que no me di cuenta que él seguía en casa, mucho menos que llamaba a mi puerta.

—¿No deberías estar en instituto a esta hora? —inquiere alzando la voz por sobre «los tarros» ―como él le dice a mi música favorita―, poniendo las manos en la cintura encima del negro cinturón de cuero donde carga su pistola.

«¿Y tú no deberías estar en la estación de policía?», pienso mientras los castaños ojos de mi padre recorren mi habitación, niega con la cabeza, se ha rendido, sabe que soy un caso perdido.

No hay lugar de este cuarto donde no haya una imagen de Edward: grandes, enormes, medianas y pequeñas, con su cabello escarmenado, su esculpido torso tatuado y desnudo, sus largas piernas enfundadas en unos ilegales pantalones de cuero. Son tantos posters que ya ni siquiera se ve la pintura deslavada que adorna la muralla, incluso hay en el techo, el cual contemplo todas las noches para dormirme mirando su sexy hermosura, justo como lo hacía ahora, hasta que Charlie me interrumpió.

—¿Ya debería? —contesto inocente, para que no descubra los planes que tengo para hoy, tampoco es como que sea un floja rematada, en verdad soy un cerebrito disfrazada de metalera.

Camino por la habitación, tomó mi mochila llena de pins con la cara de Edward, reviso su contenido: mi billetera, mi discman y mi álbum de recortes con toda la carrera de mi amado registrada en el, hasta el más mínimo artículo del diario. Sí, estoy algo loca, pesa más que la biblia, pero aun así lo llevo para todos lados conmigo, no lo puedo evitar. Bajo el volumen de la radio y expulso de ésta mi recién estrenado CD, regalo de Charlie para mi pasado cumpleaños número dieciocho, lo guardo en su caja y se va directo dentro de la mochila para hacerle compañía al resto de mis tesoros. Por supuesto que amo a papá por conseguir un CD en este pueblo perdido de la humanidad, solo para consentir a su loca hija enamorada platónicamente de una estrella de rock; para mi pobre viejo debió ser un lio. Creo que salté y grité de felicidad como una loca durante una semana arriba de la cama.

—¿Qué planeas, Bells? —su ceja derecha se alza y su bigote se mueve junto con sus palabras, me siento pillada.

—¿Yo? ¡Nada! ¡Solo que no me había dado cuenta de la hora! —Le explico nerviosa, escapo como un rayo de la habitación y corro escaleras abajo—. ¡Adios, Cha..., papá! ¡Nos vemos en la tarde!

Y sin más que decir, salgo de la casa a grandes zancadas para montarme en mi viejo Monovolumen, no puedo permitir que Charlie estropeé mis planes para hoy, después lidiaré con él para que me dé permiso, cosa que me costará toneladas de ruegos y miles de exquisitos platos, para él aun soy una niña, aunque estoy actuando tan irreflexiva que quizá sí lo soy.

¡Todo vale para ver en vivo a mi amor!

Conduzco calle abajo durante dos cuadras y doblo en la siguiente a la derecha, donde pueda estacionarme sin ser descubierta ―ya que la mayoría de las viejas chismosas a esta hora aun duermen, ya saben el dicho «pueblo chico, infierno grande»― y mirar cuando pase el radio patrulla de Charlie. ¡Demonios! ¿Qué hacía en la casa tan tarde?

«Huele, huele que vas hacer algo ilegal, lamentándose el día que dejaste de jugar a las muñecas», me recordó la voz de mi conciencia, pero la ignoré sobre todo la parte de las muñecas, porque en verdad fui una ñoña hasta los quince o mejor dicho, hasta que un ángel caído de ojos verdes y cabello cobrizo me hechizó cantándome Welcome to the Jungle por MTV.

Si no hubiese sido así, lo más probable es que aun andaría de «mejores amigas por siempre» con las tontas huecas de Lauren y Jessica, cantando las odiosas canciones de los asquerosos New kids on the block o algo parecido. Al menos si escucharan a Michael Jackson o Madonna.

Ruego para que Jake —mi mejor amigo— no llegue cuando él aún esté ahí, es tan malo para mentir como yo y a veces, suele ser un poco despistado. Jamás le daría una explicación convincente a Charlie por la cual no está en clases en el instituto de la reserva Quileute.

Miró la hora en mi reloj de pulsera y odio que no exista algún modo eficaz para comunicarme con Jake. ¿Cuándo inventarán un teléfono celular más económico para el alcance de mis miserables bolsillos? ¡Es ridículo pagar miles de dólares por una porquería que parece equipaje o un jodido ladrillo! Por el minuto ―y creo que por mucho― tendré que conformarme con los inoperantes teléfonos públicos.

Veo pasar la patrulla de Charlie por la intersección de las calles, aplaudo de felicidad y ansiosa me pongo en marcha de vuelta a casa. Llego justo cuando Jake está estacionando su Volkswagen Rabbit frente a la fachada. Su auto es una porquería al igual que el mío ―sí, llegamos tarde a las reparticiones de vehículos―, pero al menos está bastante más decente o más confiable, para ayudarnos a cumplir nuestro cometido: Hoy, llevarnos a Port Ángeles y en dos meses más a Seattle.

―¡Hey, Bells! Lindo atuendo ―saluda cuando me bajo de un salto de la cabina de la camioneta.

Le saco la lengua, claro que es lindo y el suyo es similar, de hecho es más que genial. Llevo jeans desgastados, rasgados en los mulos y rodillas, Converse negras, una camiseta blanca de Black Rose, sobre ésta una chaqueta de cuero llena de cierres y costuras, igualita a la del dueño de mis sueños juveniles y otros no tanto... Sí, he decido que solo a mi amado y sexy Edward le entregaré «mi flor».

Aunque sea en mis pervertidos sueños…Bueno, lo cierto es que ahí, ya lo hice.

―Hola, Jake ―saludo llegando hasta él.

―Hola, hermosa ―me atrapa dentro de sus brazos de oso, besa mi mejilla y me da una vuelta por el aire―. ¿Lista para Port Ángeles?

―Wolfie, nací lista para esto…

¡Tiembla Port Ángeles, allá vamos!

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.

Después de esconder mi vieja camioneta en una vía lateral al bosque de detrás de mí casa ―obvio, hay que deshacerse las criminales evidencias―, nos montamos en su auto y tomamos la 101, camino a nuestro destino: Ser los primeros en comprar las entradas para el próximo concierto de Black Rose.

Es un hito importante, no solo porque veremos a la banda en vivo, sino porque también, es el cierre de su primera y exitosa gira mundial. Después de un año de tour, sus integrantes liderados por Edward Masen por supuesto, decidieron cerrar con broche de oro, presentándose por última vez en su ciudad natal, Seattle, para bien de los pobres fans que, luego tanta agónica espera, nos sacamos el premio mayor. Cada vez que pienso que estaré a solo unos metros de mi ídolo, siento que me falta el oxígeno y me derrito por completo.

«Oh, Dios, Edward.»

Los flacuchos de Mike Newton y Eric Yorkie ―compañeros del instituto― están locos por acompañarme al evento, pero en serio, ¿ir a un mega concierto donde habrá sesenta mil personas con ese par de escuincles? No gracias, ni por un millón de dólares. Aunque no me gusta Forks, quiero volver viva al planeta alienígena, solo para tener el placer de volver a ver algún día a Edward. Por lo demás, yo no tengo la culpa que sus novias, Jessica y Lauren ―sí, mis examigas―, no sean tan cool como yo y hagan sangras sus oídos, escuchando porquerías cursis y nada profundas como: «Please don't go girl» de los edulcorados New kids. Las letras de mi Edward son intensas y apasionadas.

Suspiro.

Por supuesto que la mejor y única opción es Jake y, aunque sé que está algo enamorado de mí, definitivamente él que me salvará de morir aplastada por la multitud con su cuerpo de mastodonte. Está tan grande para tener diecisiete años, que a veces me pregunto qué porquería, Billy —su papá—, le mete en la comida, aunque eso no es lo relevante… Lo importante es que él será mi guardaespaldas, además de permitirme que me suba a sus hombros todo el tiempo que yo quiera, solo para complacerme y que pueda ver en todo su esplendor mi dios del rock.

El auto de Jake puede ser anticuado, pero tiene una radio de muerte y unos parlantes para flipar, los vidrios retumban tanto con el sonido de los bajos que a veces me da miedo que se revienten o se caigan todos al mismo tiempo, lo que sería pésimo, pero a la vez hilarante. Lo malo, es que su sistema de estéreo sólo toca casetes.

Take me down to the paradise city, when the grass is green and the girls are pretty…(1) ―cantamos a todo pulmón y cabeceamos al ritmo de la canción justo cuando la cinta se corta―. ¡Cielos Jake, otra vez! ―refunfuño dispuesta a sacar mi discman y recluirme en mi modo autista, es la quinta vez que se rompe. O sea, entiendo que a su radio no le acompañe la tecnología, pero al menos podría comprarse un nuevo casete, ¿o, no?

―Oh, vamos Bells, arréglala para mí, ¿sí? ―ruega coqueto y me muestra todos sus blancos y alineados dientes.

Rodo los ojos y niego con la cabeza, ¿qué puedo decir? Amo a Wolfie. Saco el casete con todo cuidado de su compartimento para no cortar la cinta y busco dentro de mi mochila un lápiz Bic y un brillo para las uñas, el pegamento perfecto.

―Bien y… ¿ya pensaste en cómo te le declararás? ―Jake pregunta como que no quiere la cosa, mientras estoy concentrada en estirar y enderezar parte de la cinta que se ha enredado.

Lo cierto es que él cree que no tengo oportunidad, aun así siento que el corazón se va a salir de mi pecho de solo pensarlo.

He maquinado todo tipo de declaraciones, cursis, románticas, locas, pervertidas, si es que llego a tener la posibilidad. No es que ya no lo haya hecho, le escrito un sinfín de poemas, como así mismo, miles de cartas para contarle que amo cada una de sus composiciones y sus letras, y llenas de diatribas de lo que imagino quiere transmitir, lo que significan para mí y lo que creo que significan para él; no solo le escribo sobre su inhumana belleza y sus ojos que me hacen alucinar. Sé que a pesar de su imagen ruda, debe tener sentimientos intensos y profundos arraigados en su interior, solo pasión corre por sus venas si es capaz de expresarse de semejante forma. No lo sabré yo, cuando mi nerd oculto se ha leído ―y releído― todos los clásicos románticos con todos sus respectivos héroes oscuros y atormentados.

Mi triste realidad: No me ha contestado ni una sola.

Para su defensa, puedo decir… ¿qué es una carta más entre las millones que debe recibir de sus fans de todo el planeta? ¡Vamos que ha sido elegido el hombre más sexy del mundo! Las mías, lo más probable es que hayan quedado en el olvido junto a tantas otras… Al menos, podría haber recibido de vuelta una foto autografiada o algo por el estilo, hubiese sido un buen premio de consuelo; creo que enloquecería de felicidad. No obstante, lo perdono, ya que imagino que su agente está demasiado ocupado para eso y él, demasiado ocupado intentando quitarse de encima a todas las malditas zorras que tiene por groupies, literal o sexualmente. Bueno, como sea.

Y yo que le mandé una foto…

Sí, una donde parezco una chica normal, no, ésta loca adolescente que ha perdido el juicio, porque ahora que lo pienso me muero de vergüenza, ¿en qué diablos estaba pensando? Seguro que en sus comestibles labios haciéndome algo sucio y pervertido. Niego con la cabeza para mi irreflexiva estupidez y por enésima vez deseo que me trague la tierra.

―En verdad, no lo sé ―respondo con sinceridad mientras aplicó el esmalte de uñas en las puntas de la cinta―. Supongo que, cuando lo vea lo sabré.

«Y si me sale alguna palabra», pienso soplando las puntas ya unidas para que se sequen, porque tengo que asumir mi realidad: No creo que sea capaz de articular ninguna. Sé que muero por una oportunidad como esa, pero vamos que el hombre es intimidante con esa mirada felina, altura impresionante y pinta de chico malo, al tenerlo al frente seguro me paralizaré.

Tampoco es como que pueda acercarme así tan fácil, como para poder declararle mi amor, estúpida confesión que por lo demás la tiene que haber escuchado millones de veces. Tengo que tener un golpe de suerte y que me elijan dentro de las centenares de groupies, que ruegan por ser las afortunadas que permiten entrar a sus fiestas y ¡diablos!, como es fuerte la contienda. Siendo objetiva, no tengo mucha oportunidad o no soy competencia fuerte para mujeres como esas: curvilíneas, senos enormes, rubias, altas y vestidas con retazos de tela que cubren lo justo y necesario.

Soy una chica bonita, nariz respingada, ojos y pelo castaño, pero no soy alta ni exuberante, mis curvas son normales y bien puestas, pero nada llamativo como para competir con esas platinadas zorras.

Una delgada capa de lluvia comienza a caer cuando llegamos a Port Ángeles, aunque no es de extrañar, es el clima usual del planeta alienígena. Un insignificante chubasco no estropeará nuestros planes.

Jacob estaciona el auto en la puerta de Tower Records, justo quince minutos antes de las nueve, hemos llegado perfectos, somos los primeros. Aunque para ser sincera tampoco esperamos una aglomeración, la gente de por aquí no tiene gustos musicales tan geniales. Aun así debemos asegurarnos, la cantidad de entradas que llegan para mega conciertos de rock a estos poblados perdidos en el mapa de los Estados Unidos y dejados de la mano de Dios, son muy reducidas.

Nos bajamos y nos apostamos en la puerta de entrada, nos queda una hora y algo de espera.

―Bella, ¿puedes quedarte quieta? ―alega Jake, al ver que hago un pequeño paseo en el puesto, cosa que le molesta, porque tiro el cable de los audífonos que compartimos, para él que le interrumpan oír a sus ídolos es casi un sacrilegio.

Lo miro enfurruñada, estoy demasiado ansiosa y él lo sabe, ya que este es el primer paso ―si es que tengo suerte― que me llevará a conocer a Edward. Le entrego mi discman por completo, levanto el cuello de mí cacheta y me voy caminando en dirección al puerto, necesito distraerme un momento.

La mayoría de las tiendas está abriendo a esta hora, Port Ángeles comienza a despertar y yo intento sacar lo mejor de ello, para no pensar que cuando tenga la entrada en mis manos, comenzará la peor y la más larga de mis agonías, esperar la fecha del concierto. Miró las vitrinas sin mirar, hasta que unos inolvidables ojos verdes llaman mi atención desde dentro de una tienda de revistas.

―¡Mierda! ―grito sin medirme, asustando de muerte a una señora que viene caminado en sentido contrario, la pobre veterana casi termina arriba de un árbol, pero juro que me dará un infarto―. ¡¿Qué demonios le has hecho a tu hermoso cabello?! ―chilló como una desquiciada, sin poder concebir lo que mis ojos están viendo.

Entro como un energúmeno a la tienda y casi mato al dependiente para que me entregue la revista Rolling Stone. Mis ojos se llenan de lágrimas como si fuese yo quien hubiese perdido el pelo. La hermosa melena cobriza de mi Edward, pasó a mejor vida, muerta, c'est fini.

Con ojos frenéticos leo el titular de letras escarlatas, si no me entero rápido que es lo que le ha pasado, me dará algo.

«Edward Masen: 'no permito que nadie gobierne mi vida'»

Siento que mi pecho se oprime, esas palabras me indican que algo malo le ha pasado, pero luego al contemplarlo, olvido mis preocupaciones por unos segundos para perderme en la ilegal portada y en su nuevo look.

¡Jodido hombre! Desnudo, así está el muy desgraciado, sentado en un trono de rey, una de sus largas piernas por sobre uno de los posa brazos y una blanca guitarra eléctrica cubre su —imagino— privilegiada masculinidad.

Babeo, literalmente…, quiero ser sillón, quiero ser guitarra, quiero ser todo.

Y su cabello…

Sus cobrizas hebras desaparecieron para dar lugar a un alocado peinado apuntando en todas direcciones y se ve… ¡Demonios!, no sé si el amor es ciego, pero se ve más hermoso y si al cuadro le sumamos esa sonrisa ladina, peligrosa y destroza bragas, creo que he muerto y he ido al cielo.

Suspiro.

Le pago la revista al dependiente que me mira con algo de susto o como si hubiese perdido el juicio, salgo de la tienda y camino de vuelta, mientras abro la revista y comienzo a leer el reportaje con tranquilidad…

«Tiembla la tierra, Edward Masen ha rugido y fuerte… El niño rebelde, consentido y bonito del Rock, ha desbaratado a su círculo más cercano, pero desde los cimientos…

Como todos sabemos, ésta aventura comienza, cuando el aludido, alumno prodigio de Juilliard, a los diecinueve años abandona su prometedora carrera de concertista de piano clásico, para dedicarse a su verdadera pasión junto a sus amigos de infancia: Emmett McCarty, Jasper Whitlock, Riley Biers y Demetri Vulturi. Conformando así, la banda de Rock más exitosa de los últimos tiempos: Black Rose.

Tocando en un sus inicios en bares bajos de Nueva York, fueron descubiertos por Eleazar Denali, quien dio con ellos tras el fuerte e irrefutable rumor que, una naciente banda de Hard Rock, atraía multitudes y una inmensa cantidad mujeres desmayadas a un antro ubicado en el Bronx. El huracán que generaron después de eso, ya es leyenda: Éxito de inmediato, triple disco de diamante en su álbum debut, Grammy al mejor álbum de Hard Rock, álbum del año, mejor interpretación vocal, fama y dinero burbujeante como la espuma, y millares de mujeres enamoradas de Edward y sus secuaces en todo el planeta.

Nada hacía presagiar que, después de la exitosa gira mundial de Black Rose, que finaliza en la ciudad natal de sus integrantes, Seattle, se produciría un quiebre violento e irrevocable entre líder de la banda y su representante, mientras estaban en el concierto que se realizó en la ciudad de Río de Janeiro. Fuimos en busca de Edward, quien como siempre taciturno y de pocas palabras sólo expresó: «No permito que ningún hijo de puta gobierne mi vida».

Palabras que en cierto modo, aceptan los rumores.

Según fuentes cercanas, el quiebre se produjo cuando Edward descubrió que Eleazar le ocultaba un bien demasiado íntimo y valioso para él, lo que desató la ira del ahora, joven de veintidós años. Lamentablemente, no pudimos obtener mayores detalles que provocaron el fuerte altercado que dicen, terminó en una monumental pelea en la fiesta posterior al concierto en la carioca ciudad.

Ahora, como todos saben, aunque jamás se ha hecho oficial y Edward tampoco lo ha aceptado —así como también ninguna relación amorosa en las cuales se ha visto involucrado— siempre ha sido secreto a voces que Denali, está obsesionado con que Masen se case con su hija menor, Tanya —con quien se supone tuvo un amorío sin importancia al principio de su carrera—, asumimos que para mantener su mina oro cerca o más bien en «familia».

Por otro lado, según las mismas fuentes, al día siguiente del altercado, se vio entrar al hotel, intentando pasar de incógnito, al afamado productor de música, Carlisle Cullen.

¿Tendrán éstos secretos relación con la inesperada y no previsible separación? ¿Será Cullen el nuevo representante de banda? Solo el tiempo lo dirá…

Por mientras esperamos la finalización de la exitosa gira de Black Rose, solo nos podemos conformar con disfrutar de las imágenes que capturamos de Masen al amanecer, solitario en una playa de Río».

Aprieto los dientes de furia y frustración, aunque sé que no debo creer en los chismes, estos me parecen bastante verídicos, esa maldita zorra de Tanya Denali ha hecho hasta lo imposible por atrapar a Edward sin resultado alguno y, cada uno de esos malditos rumores, los he tenido que vivir en una angustiante incertidumbre: que se casaron, que Tanya está embarazada, que Edward le regaló tal cosa…

¡Todas mentiras baratas!

El tiempo le ha dado la razón a mi amor y, tal como él expresó hace algún tiempo en una entrevista para MTV, porque sí, puso en su lugar al chismoso presentador, advirtiéndole que sería la primera y única que vez que respondería una pregunta de ese tipo, solo porque estaba harto de ella y no quería que lo jodieran más. Declaró fuerte y claro:

«El día que comparta mi vida con alguien, voy a ser el primero en anunciarlo. Soy un hombre posesivo y voy a dejarle al mundo en claro, quién es mi mujer».

«¿Qué te habrá hecho ese chupa sangre de Eleazar Denali?», sufro por mi nene mientras recuerdo su frase cavernícola y miró las fotos de él sentado en la arena.

El sol naciente se refleja en el mar y en su rostro de ángel, se ve triste, su cabello aun es largo y cubre parte de su cara, ya que este vuela libre con el viento, atrás han quedado las tenidas de cuero, sus pulseras, anillos y sus uñas negras, está vestido como un chico normal, camiseta, jeans, pies descalzos y en sus preciosas manos de concertista sostiene algo que parece una carta.

Suspiro.

¡Boo! —grita Jake en mi oreja, asustándome de muerte.

—¡Cielos, Jacob! ¿Es necesario que me grites? —lo regaño y sobo mi lastimado oído, quiero golpearlo, lo ha dejado pitando y casi me caigo de culo por su culpa.

—Para hacerte despertar del hechizo de Edward Masen, sí, lo es —se defiende haciendo alusión a la revista que llevo en la manos.

No le respondo, porque sé que está lago celoso y porque hay algo que me preocupa infinitamente más.

—¡Jacob Black, has perdido nuestros puestos! —gritó furiosa mirando calle arriba, donde está Tower Records y ya se ha formado a sus afueras una considerable cola.

Quiero matarlo.

Nop —dice suficiente y recalcando la «p»—. El tonto de Newton está cuidando nuestros puestos.

«Diablos, lo que me faltaba», ahora no sé como lo haré para quitarme de encima al idiota de Mike y sus ruegos por ir conmigo al concierto. Solo espero no encontrarme con medio instituto, si no a esta altura, ya habrán avisado a nuestros padres por deserción masiva, lo que significa que me llevaré un monumental castigo.

—¿Algo importante? —pregunta apuntando la revista.

—Cuando recuperemos nuestros puestos te cuento —gruño y lo arrastro de su chaqueta de cuero en dirección a la disquería.

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Hoy ha llegado el gran día, siento que mis piernas tiemblan y apenas me puedo sostener en pie, estoy emocionada, soy una bomba de adrenalina. Es temprano, son las siete de la mañana y en unos minutos más vamos saliendo hacia el «Kingdome»(2); sí, Jacob y yo, nos encontramos en Seattle.

Después de pasarme dos meses convertida en la desdichada Cenicienta y sin príncipe azul que me salvase, ayer oficialmente, entregué mi delantal de criada o mejor dicho, terminó mi castigo.

Por supuesto que la escapada a Port Ángeles no me salió gratis.

Cuando llegamos a recuperar nuestro puesto en la fila, con horror me di cuenta que medio último año del instituto Forks, estaba afuera de Tower Records esperando ansiosos para obtener una entrada. Resultado: al director Greene casi le dio un surmenaje al percatarse que faltaba gran parte del alumnado, histérico llamó a los padres de los ausentes y por supuesto que al jefe de policía, o sea Charlie.

Mi viejo que no tiene un pelo de tonto, ató los cabos, mi extraño comportamiento de esa mañana, mas todo lo que había transmitido sobre el próximo show de Black Rose en Seattle y de inmediato enfiló hacia Port Ángeles y con refuerzos: todos los demás padres.

Para mi buena fortuna justo apareció cuando Jake y yo, salíamos por la puerta de la disquería gritando y saltando de la emoción, tomados de las manos como un par de niñitas. Sí, nosotros, fuimos unos de los pocos privilegiados que pudimos obtener un ticket, antes de que se desatara el caos. Adolescentes suplicando, otros intentando escapar, padres furiosos y Charlie… sí, furioso a su modo… Para él fue mucho más fácil aguantar la risa que le provocaba su loca hija enamorada de la «Barbie Rockera», subirme de una oreja a la patrulla y, castigarme como su asesora del hogar y cocinera, por todos los días faltantes hasta la fecha del gran evento.

Cumplí mí cometido en silencio, alentada por la experiencia de ver a Edward en vivo y en directo, y por mi pase que parecía estar en llamas dentro del cajón de mi velador. Lo único bueno, es que no tuve que rogar para obtener permiso para ir al recital, ese venía implícito con el castigo.

—¿Estás lista? —pregunta Jacob y su cabeza aparece por la puerta entre abierta de mi habitación. Nos estamos quedando en un pequeño hotel en el centro, cerca del estadio.

—Sí —afirmo acomodando por última vez mi cabello, aunque no sé para qué me molesto. En doce horas más, no creo que quede nada de mi cuidado y liso peinado, mucho menos, de mi maquillaje de ojos ahumados.

Los negros ojos de Jake, fijos me miran a través del espejo.

—¡¿Qué?! —inquiero, su mirada comienza a incomodarme, porque sé lo que va a decir y no lo quiero escuchar, porque mi cerebro no está funcionando de manera normal.

Al contrario de Jacob, que se ha enfundado en su traje gala para la ocasión: tenida completa de cuero, botas, obvio acompañada de una camiseta de Black Rose, su largo cabello, peinado —o despeinado— como lo solía llevar Edward y sus ojos delineados, yo estoy bastante normal. Me he vestido con jeans ajustados —no están rasgados—, una camiseta azul de tiritas y encima mi chaqueta de cuero, siendo honesta, bastante parecida a la chica que aparece en la foto que le envié a Edward.

Es extraño y no sé cómo explicarlo, pero hoy no quiero parecer una groupie más. Quiero ser distinta, quiero ser única, gracias a esa desquiciada idea que se me ha metido en la cabeza de que Edward entre las miles y miles de mujeres que habrán, me note.

Lo sé, estoy chiflada, pero no pierdo nada con intentarlo, ¿verdad?

Wolfie, ahora está aguantando las carcajadas, se nota que se está mordiendo la lengua para no soltar ningún comentario sarcástico sobre mis adolescentes alucinaciones, y yo lo ayudo amenazándolo, antes de que no se aguante más y le termine dando un puñetazo.

—No digas, una palabra —y lo jalo como de costumbre de su chaqueta. Nos espera un largo día, a las cuatro de la tarde abren las puertas del estadio.

Ocho horas después…

Estamos entre los primeros de un aterrador mar humano, esperando que las personas encargadas de la seguridad del evento, se dignen a abrir las malditas puertas. Ya están pasados diez minutos y la multitud, ansiosa, comienza a empujar hacia adelante, gracias a Dios yo tengo mi guardaespaldas personal, protegiéndome con su enorme cuerpo.

Ha sido una larga, pero tranquila espera en un agradable día de otoño, lo mejor es que entre tanta gente, no nos encontramos con el idiota de Mike Newton y compañía, juro que hubiese sido incapaz de escuchar hablar sus estúpidas niñerías durante todo el día. Bueno, la verdad es que puede que lo hayamos visto bastante más atrás, saltando como un mono intentando llamar nuestra atención o colarse con nosotros en nuestros maravillosos puestos, pero ni Jacob ni yo, hicimos comentario al respecto.

La masa se mueve inquieta, grita exaltada, se escucha el maravilloso chillido de una reja, los portones se abren hacia El Edén y mi corazón palpita enloquecido, todo a nuestro alrededor es frenética locura.

—¡Corre, Bells! —grita Jacob y toma de mi mano, para que no me quede atrás e intentar llevarnos primeros al primer control de seguridad.

Mis músculos queman, pero no me importa, ayudada por la adrenalina que viaja por mis venas, corro de la mano de mi mejor amigo como si nos viniese persiguiendo Godzilla. Chillamos de felicidad cuando entramos de los primeros; el control de seguridad de la zona VIP es nuestro. Un joven que apenas miro, corta nuestros tickets y volvemos a nuestra enfebrecida carrera, junto a otras personas, por el túnel que nos dirige hacia la cancha.

Quizá es algo exagerado, ya que nuestras entradas nos llevarán delante del escenario, pero no es lo mismo quedar primeros, que quedar bastante más atrás. Por primera vez en un concierto de rock, la cancha está divida mitad y mitad: sector VIP y sector normal.

Siento que mis pulmones van a reventar e intento aspirar grandes bocanadas de aire para calmar mi respiración. Observo a mí alrededor y no doy más de la satisfacción, Jacob y yo, lo hemos logrado. Estamos en primera fila y justo al centro, frente a frente tenemos el pedestal del micrófono donde ésta noche, cantará Edward.

Mi impaciencia aumenta mientras examino la impresionante escenografía:

Es completamente estrellada. La parte de atrás azulada con estrellas plateadas y el piso también lo es, pero con el fondo de color negro, dos largas pasarelas salen hacia los costados para que el vocalista pueda cantar en ambas partes del estadio, hacia las graderías, donde su ocupantes lo verían como una insignificante hormiga, si no fuera gracias a las pantallas gigantes que enmarcan sus costados. Sobre el escenario, ya hay algunos instrumentos y personas trabajando en las pruebas de sonido.

Un poco menos de un metro y una valla de seguridad —que me llega a la cintura— nos separan de la gigante estructura —que puedo tocar si me estiro—, estrecho pasillo donde ya están apostados sendos gorilas para cuidar que ninguna desquiciada, tenga intensiones de saltarla y subir al escenario a violar a Edward o alguno de los chicos en pleno recital.

Suspiro, mi espera ha terminado, ésta noche por fin podré ver mi sexy dios del Hard Rock.

Cuatro horas más tarde…

Miro mi reloj, solo un par de minutos quedan para las ocho, el público ruge y comienza a aplaudir a un ritmo acompasado clamando por ver a sus ídolos. Siento que el corazón golpea contra mi pecho al unísono de las millones palmas y respiro profundo para calmar mi ansiedad.

Me pregunto qué sentirá Edward en estos momentos. Supongo que es alucinante como también aterrador, salir a enfrentar a sesenta mil enardecidas personas, aunque dudo que un hombre como él tenga pánico escénico o algo por el estilo, siempre se ve tan seguro de sí mismo. Tal vez lo más impresionante, es ver tu sueño realizado en vivo y a color frente a tus ojos.

Las luces del escenario bajan, se escucha el «tac, tac» de las baquetas de Emmett, la gente grita y me parece que estoy sumergida en el tiempo, me paralizo, ha llegado el momento… Los platillos de la batería tintinean y creo que me voy a desvanecer, inspiro, solo un par de segundos quedan para ver a Edward.

La guitarra de Jasper se acopla, la música es sugerente y misteriosa, perfecta para anunciar la entrada triunfal de un ídolo del rock, creo que me voy a desmayar, el mundo da vueltas, pero solo es un instante ya que mi corazón que late enloquecido y retumba dentro de mí al compás de la música, me mantienen en pie para que no me pierda este célebre instante.

El escenario se llena de humo artificial y una haz de luz enfoca su centro a la vez que la mítica, masculina y enorme humanidad de Edward, lento emerge desde abajo del escenario. Alaridos, desmayos, chicas enloquecidas se arrancan el pelo y para mí, el mundo desparece.

Ya no existe Jake a mi lado, las sulfuradas fans, ni el enfebrecido público, Edward se convierte en la fuerza que me sujeta a este mundo. Quiero gritar como una loca que lo amo, pero sé que entre tanto chillido, mis confesiones de amor se las llevará el viento.

Me parece que estoy en una alucinación de la cual no quiero despertar, es Edward Masen.

Edward…

Se encuentra de espaldas, su torso está desnudo y la tenue luz hace brillar sus tonificados músculos y los intricados tatuajes que adornan sus brazos. Sus largas piernas están enfundadas en un ajustado pantalón de cuero negro, rebajado a la altura de sus caderas y su nuevo cabello alocado apuntando en todas direcciones. Su angelical rostro está de perfil y sus delineados ojos verdes, que muero por ver, mirando hacia al suelo. Las uñas negras y las pulseras de cuero han vuelto y en su enorme mano derecha llena de anillos, sujeta el micrófono. Es el príncipe de las tinieblas que ha emergido de su reino para honrar con su presencia a los simples mundanos.

Creo que muero, siento que mi corazón palpita a punto del síncope en la base de mi garganta, vuelvo a inspirar profundo para mantenerme en pie y debo hacerlo, porque la guitarra de Riley se acopla a la melodía, junto con la batería de Emmett y el bajo de Demetri dando pie a la canción con que van a comenzar, canción que desatará más histeria, mas caos...

Edward acerca el micrófono a sus apetecibles labios susurra un candente «Oh, God», la potencia de la música y sus compases van in crecendo, tanto, que parece un bomba atómica antes de explotar… La introducción de Welcome to the jungle llega a su clímax, las luces se encienden del golpe, Edward se voltea, sonríe con esa sonrisa ladina y peligrosa que te puede a llegar a matar, observa con su mirada felina el «Kingdom» que está que revienta, su sonrisa se amplía mostrando sus blancos y relucientes dientes y comienza a cantar, junto con el público que comienza a corear a todo pulmón y a saltar.

Hago lo mismo por inercia, porque quiero grabar ésta noche en mi memoria para siempre, no quiero perder un solo movimiento de mi ídolo. Ese meneo indecente e ilegal de caderas, como con sus manos acaricia el pedestal del micrófono cuando lo deja en el, caricias sinuosas, sexuales, y como levanta sus brazos y baila desplazándose por el estrellado escenario al ritmo de la guitarra.

Corre por el plató, no quiero que cante en las orillas del este, lo quiero solo para mí, pero él bien sabe que tiene que satisfacer a sus enfebrecidas fans, mientras la ropa interior de las más avezadas, comienza a caer como trofeos de guerra a sus pies, premios que él como siempre engreído ignora.

Vuelve a mí, otra vez lo tengo en frente, es irreal, es asesino, es un arcángel que me incita con su baile felino justo en el puente de la canción que es dramático, tenso, truena dentro de mi cerebro y parece que lo va hacer estallar.

―…And when you're high you never or ever what to come down, so down, so down, so down… Yeah!(3) ―canta alargando la «e» de yeah, llegando a un registro alto e imposible, cierra los ojos y cae de rodillas frente a mí.

Muero.

Está tan cerca, quiero tocarlo, necesito acariciar su brillante, sudoroso y esculpido abdomen para comprobar si es tan suave y duro al tacto como imagino. Me armo de valor, me encaramo en la valla y estiro mi mano derecha, pero me detengo ipso-facto cuando sus preciosas y delineadas esmeraldas se abren y se clavan letales sombre mí.

Me estremezco, otra vez creo que me voy a desmayar, la voluntad abandona mí cuerpo y comienzo a hiperventilar. Aun así, sostengo su mirada y le sonrío. Quizá ésta sea la oportunidad con la que tanto he fantaseado.

Nos contemplamos por unos segundos, nuestras miradas se funden verde con chocolate y nuestras respiraciones son agitadas. Edward parece analizar hasta el último detalle de mi rostro, estoy segura que tengo cara de tonta enamorada, abro mis labios para decirle algo aunque no sé qué, mis neuronas parecen haberse extinguido, junto con mis innumerables y pueriles declaraciones de amor. Sus ojos se agradan como si hubiese hecho un importante descubrimiento, luego frunce sus pobladas cejas, traga pesado y de golpe se levanta, rompiendo nuestra conexión que ha sido tan maravillosa como efímera.

―¡¿Qué ha sido eso?! ―grita Jake en mi oído, mientras sigo con la mirada a Edward, quien ha retomado su magistral interpretación de la canción y sus sensuales bailes.

―No lo sé ―articulo anonadada y niego con la cabeza esperando que él lea mis labios.

Estoy en estado de shock.

La primera canción termina con un final teatral y espectacular, fuegos artificiales explotan en los costados de la escenografía. A paso felino, Edward vuelve al centro del escenario, sube su pie derecho sobre uno de los parlantes apostados por la orilla del plató, adopta su acostumbrada pose de chico malo, la banda comienza la introducción de la siguiente canción, él sonríe y saluda a la audiencia―: ¡Seattle! ―La respuesta son gritos enardecidos―. ¡Seattle! ¡¿Están listos…?! ―ruge con su aterciopelada voz, ésta parece retumbar por todos los rincones del estadio y quedar flotando en el aire―. ¡¿Están listos…?! ―insiste otra vez y no sé si son imaginaciones mías, pero prometo que me ha mirado de reojo al hacerlo―. ¡¿Están listos para rocanrolear?!

Sesenta mil yeah, asienten de una sola vez y Edward sonríe y ésta sonrisa no es peligrosa ni suficiente, sino que simplemente hermosa.

Suspiro.

Debe ser impactante oír esa respuesta y todo lo que él ve desde arriba del escenario, todo ese mar humano, adorándolo como si fuera un dios pagano y esperando oírle cantar, y eso es lo que nos regala iniciando una nueva demostración de su desbordante talento.

El concierto transcurre a la perfección, los fans están extasiados y yo también. He cantado y disfrutado cada nota a tal nivel que mi cuerpo vibra e imagino que por mis venas en vez de sangre fluye rock n' roll, pero siendo honesta, no he podido salir del estado de shock y Edward es el culpable porque el maldito, no está cooperando.

Tengo el cerebro en blanco, ya no puedo pensar, intento buscar en los recovecos de mi mente a que he venido hasta aquí y cuál era mi objetivo una vez culminado el concierto, pero no puedo, ya que las infinitas mariposas que revolotean en mi vientre me impiden recordarlo.

Sé que sonará demente y tal vez ver a Edward en vivo me ha hecho perder la cabeza, pero desde que tuvimos aquel apasionado cruce de miradas, él no ha dejado de observarme con sus ojos de pantera que parecen vigilar cada uno de mis movimientos y, prometo que cada minuto que trascurre, lo hace más y más.

«O tal vez, estoy completamente drogada de tanto aspirar involuntariamente humo de cannabbis», trato de buscar una explicación coherente.

Suenan los acordes de mi balada favorita, esto es estar en el cielo y como hecho fehaciente, el ángel caído que a pasos insinuantes se acerca al micrófono que está puesto en el pedestal. El cuadro completo es quimérico, la gente comienza a aplaudir llevando el compás del espectacular solo de guitarra a modo de introducción, Edward acaricia el micrófono como si fuera su amante, tararea las notas que toca Jasper haciendo gala del gran registro de su voz y miles de encendedores se alzan al cielo, iluminando el estadio de infinitas luces titilantes. El ambiente es íntimo, perfecto, juntos, cantante y guitarrista se acoplan a la perfección hasta que la última nota queda suspendida en el aire, suave y preciosa.

—¡Aplausos para Jasper «The Snake» Whitlock, en la guitarra principal! —Edward pide felicitaciones para su compañero de banda, la audiencia responde y él se acerca a Jasper y le da la mano con real afecto, luego vuelve al micrófono y habla otra vez—: Está es una canción…, que trata de luz y de oscuridad, de la inocencia perdida y de esperanza… Es una canción que una sola persona…—detiene su discurso, sus ojos se posan sobre mí, brillantes, ardientes y me da una sonrisa tímida que jamás he visto, vuelve la vista al público y continúa—: No. No, una persona, sino que una chica hermosa, que supo comprender a la perfección lo que estaba viviendo cuando la escribí... Está canción llamada: «Darkened Room.»

Estallan gritos ensordecedores, junto con el bajo y la guitarra y yo… Yo estoy alucinando…

Más mariposas, más erráticas palpitaciones, el particular registro de su voz se alza en el aire, cierra los ojos y canta con el corazón. Es tan profundo que me parece que puedo sentir su dolor, tan novelesco que ya no sé si mis pies aún están anclados al suelo. ¡¿Se está refiriendo a mí?! ¿Será posible que haya leído mis cartas? ¡No! Más imposible aun… ¿Qué haya visto la foto que le mandé y me haya recordado?

Pero no me da tiempo para procesarlo, porque aunque es de no creerlo, Edward está bajando la escalinata para descender del escenario, se acerca, me acecha y ¡madre de todos los dioses!, la gente a mi alrededor se vuelve loca, Jacob me rodea con su cuerpo y cinco gorilas rodean a Edward porque él…, él está frente a mí…

«¡Dios, el corazón se me va a salir por la boca!», pienso cuando su mano izquierda se alza, acaricia mi mejilla, baja su rostro de ángel a mí altura y me obliga a que sostenerle la mirada, para cantar el estribillo casi encima de mis labios…

Tell me when the kiss of love becomes a lie…That bears the scar of sin too deep, to hide behind this fear of running unto you… Please let there be light in a darkened room…(4)

«Que no sea un sueño, que no sea un sueño», suplico en mi mente como una demente, pero los tibios labios de Edward y su suave aliento a menta, me indican que estoy aquí viviendo este momento y más aún cuando éstos, efímeros y candentes rozan los míos. Su característica sonrisa peligrosa se instala en sus labios, suficiente, su mano izquierda deja mi rostro sin dejar de acariciarlo, se levanta por completo en su impresionante altura y sin dejarme de mirarme a pasos sinuosos se aleja de mi cantando y caminando hacia atrás.

Quiero gritar, chillar como la adolescente que soy que ha cumplido su mayor anhelo y saltar arriba de la cama como cuando Charlie cambió mi viejo estéreo por uno que toca CDs, pero estoy tiesa como una jodida momia, solo siento a Jacob protegerme, mi agitada respiración y como palpitan mis venas. Me es imposible creer todo esto que estoy viviendo.

Toco mis labios, aun siento su calidez y su masculino y delicioso perfume, parece que se ha quedado a vivir en mis fosas nasales. Parpadeo para despertar de este maldito transe, quiero que Edward se acerque de nuevo y me bese, quiero subir al escenario y correr hacia él y no puedo, solo sus ojos verdes que no dejan de contemplarme son lo que parecen sostenerme a la tierra.

—¡¿Bells?! —Escucho la voz de Jake que me llama a lo lejos—. ¡¿Bells?! —Vuelve a llamarme y me sacude un poco.

Eso es lo que finalmente me hacer reaccionar, pero ya es tarde la canción a terminado y Edward ha salido del escenario. La gente clama por él enfebrecida y Jake y yo nos miramos, parece tan sorprendido como yo.

—¡¿Terminó?! —pregunto desilusionada, porque es la única palabra que me siento capaz de pronunciar, porque ya no sé qué pensar, mucho menos qué creer.

—¡No lo creo! —grita intentando hacerse oír ya que las imploraciones se vuelven ensordecedoras, me indica hacia el escenario para que vea que en sus puestos continúan los demás músicos animando a la audiencia—. Bells, ¿qué…?

Levanto una mano para interrumpir su interrogación. ¿Cómo pretende que le aclare algo que ni siquiera yo estoy segura que en verdad pasó?

Busco a Edward con ojos frenéticos, cuando unos desconocidos acordes de una guitarra acústica se elevan por sobre el fervor de la multitud que está en llamas. Es Riley que se ha acercado al frente y mientras toca, un cigarrillo adorna sus labios. La melodía es hermosa, suave y harmoniosa, de esas que evocan declaraciones de amor, recuerdos y preciosos sentimientos.

Edward aparece en el escenario, los fans aúllan de felicidad y por la sonrisa que trae en los labios, por lo visto él, también lo está. Choca los puños con Jasper en señal de triunfo, se acerca al micrófono, sigue el ritmo de la guitarra con la cabeza y mira hacia el horizonte, sonríe extasiado y sus ojos brillan como dos estrellas, puedo notar como intenta contener su emoción, ésta debe ser una gran noche para él, llena de momentos del ayer. Inspira profundo y su penetrante mirada se encuentra con la mía.

Suspiro.

Sus impresionante esmeraldas vuelven a mirar el mar humano que clama por él y le dedica unas palabras:

―¡Dios, maldición! ―suelta como siempre sin medirse, se nota que ama maldecir―. Jodidos nervios que tenía por el show de ésta noche…―niega con la cabeza y se jala el cabello con una de sus manos, gesto sexy y nuevo que supongo que ha adquirido por su recién estrenado corte―. Amé salir al escenario, porque Seattle… éste es el último jodido show de nuestra gira mundial y porque este, ¡ha sido el mejor maldito año de nuestras malditas vidas! ―grita extasiado y así mismo responden sus fans―. Aunque hay veces, hombre…―niega con la cabeza otra vez, retira el micrófono del pedestal y da un paso hacia mí―, aunque suene como un jodido marica, ser integrante de una banda de rock, ¡mierda! Es jodidamente difícil… ―el público ríe con él y yo sonrió enternecida―. Y es en esos malditos momentos cuando todo parece una mierda, es que una simple palabra de apoyo es la que te ayuda a seguir adelante… En mi jodido caso… ―da otro paso, para quedar justo en la orilla del escenario, cernido como un gigante frente a mí, me mira, sus ojos están llenos de sentimientos que no sé cómo identificar, de nuevo inspira profundo y sin dejar un segundo de contemplarme declara―: …fueron las palabras de una hermosa chica las que me animaron para llegar hasta el final de ésta jodida locura…―me sonríe―. Isabella Swan… Nena, ésta canción se llama I remember you… y la escribí para ti…

Si ésta noche creí morir e ir al cielo millones de veces, ahora si estoy muerta, porque lo que mis oídos acaban de oír va mucha más allá de lo que mi mente es capaz de comprender. ¿Edward Masen está diciendo que escribió una canción para mí? ¡¿Para mí?! ¿Qué yo soy la fortaleza de sus días difíciles?

«¡Jesús!», llevo las manos a mi corazón, estoy a punto del infarto.

Los brazos de Jacob me sujetan cuando creo desfallecer y lo único que me mantiene fuerte es la aterciopelada voz de Edward que comienza a cantar, pero nada más y nada menos, que la primera estrofa de uno de los primeros poemas que le escribí:

Woke up to the sound of pouring rain…The wind would whisper and I'd think of you. And all the tears you cried, that called my name. And when you needed me I came through…(5)

De unos de mis poemas, con una frase de su propia creación:

I paint a picture of the days gone by…When love went blind and you would make me see. I'd stare a lifetime into your eyes. So that I knew you were there for me…Time after time, you were there for me…(6)

Remember yesterday, walking hand in hand. Love letters in the sand, I remember you…Through the sleepless nights, through every endless day. I'd wanna hear you say, I remember you…(7)

Es la canción más bella que he escuchado en mi vida.

Mis ojos se llenan de lágrimas, pero son cristalinas gotas de felicidad ahora que recuerdo mi sueño: la loca aventura que me trajo hasta éste momento de ensueño, donde pensaba declararle mi amor a Edward esperando ―no sé en qué universo paralelo― que me correspondiera y si no era así, lo iba a raptar…

Okay, convengamos que lo del rapto no.

Y ahora mientras canta para mí —las letras que con tanto amor y esperanza le dediqué y que él infinitamente mejoró—, entiendo que las estrofas nuevas, están llenas de deseos no expresados y jamás vividos, y son su respuesta… La esperada contestación a mis cartas que jamás llegó.

We spend the summer with the top rolled down. Wished ever after would be like this. You said "I love you babe", without a sound… I said I'd give my life for just one kiss… I'd live for your smile, and die for your kiss…(8)

Remember yesterday, walking hand in hand. Love letters in the sand, I remember you…Through the sleepless nights, through every endless day. I'd wanna to hear you say, I remember you…(9)

Y lo perdono, porque comprendo que teníamos que pasar por todo esto para llegar a este momento sublime y perfecto.

We've had our share of hard times, but that's the price we paid. And through it all, we kept the promise that we made. I swear you'll never be lonely…(10)

Un par de lágrimas traicioneras escapan por mejillas, Edward continua cantándome sin dejar de mirarme y sin importarle que sesenta mil personas nos estén observando por la pantalla gigante y lo más probable que en unos días más, en todo el planeta. Otra vez baja del escenario, se acerca a mí —se produce el mismo alboroto anterior—, y cuando estamos frente a frente, seca mis lágrimas suavemente con la yema de los dedos de su gran mano izquierda y luego, me la extiende a modo de invitación.

―Ven aquí preciosa ―susurra sólo para los dos.

―¡Estás loco! ―respondo y niego con frenesí.

―Sí, lo estoy ―lo acepta con descaro, una sonrisa peligrosa se dibuja en sus labios y sin darme chance para decidir, atrapa mi mano dentro de la suya y con fuerza me jala hacia él, ayudado por el traicionero de Jacob.

Subimos al escenario, el público grita, las chifladas groupies gritan, lo más probable queriéndome asesinar y yo…yo quiero gritar porque aún no creo que esto que estoy viviendo sea verdad, sin embargo me rindo, porque no quiero despertar, todo es demasiado hermoso para querer renunciar a este sueño.

Edward rodea mi cintura con uno de sus largos brazos y une nuestros cuerpos, mis manos descansan en su sudoroso y tonificado torso y mis neuronas hechizadas lo único que pueden procesar es: «¡Dios, que alto!»

Escucho a mi corazón, tronar en mis oídos.

Estamos tan cerca que su respiración se acompasa con la mía y siento como su pecho vibra, cuando comienza a cantar:

Woke up to the sound of pouring rain… Washed away a dream of you, but nothing else could ever take you away… 'Cause you'll always be my dream come true… Oh, my darling, I love you! (11)

La banda continúa tocando el estribillo de la canción, pero Edward no lo canta, porque sus labios sin previo aviso han atacado los míos, en un beso ardiente y posesivo. Su lengua entra en mi boca sin pedir permiso y la conquista enredándola con la mía, para convertir nuestro beso en algo prohibido e ilegal, al menos para que lo pasen por televisión nacional. Intento corresponder su beso con torpeza, pero es demasiado devastador para seguirle el ritmo, parece que ha electrificado mi cuerpo… ¡qué vergüenza! ¡Sabía que no debía practicar besos con el espejo! Aunque no me arrepiento de no haber querido aprender con le baboso de Mike Newton.

«¡Maldito hombre! ¡Ha desflorado mi boca y ni siquiera he podido jalarle el cabello!», pienso cuando baja la intensidad de sus labios asesinos y me besa con paciente ternura, un ronco gemido se le escapa ahora que acaricia mi lengua con suavidad y yo no puedo hacer más que derretirme en sus brazos, me ha dejado sin aliento. Se separa de mí solo lo justo para permitirme respirar y me regala una sonrisa hermosa, me contempla un momento y se agacha otra vez para darme un casto beso en los labios y otro en mí frente, inspira profundo, me estrecha hacia él y su voz se acopla a la perfección a la banda que fielmente sigue tocando, para finalizar la canción.

Remember yesterday, walking hand in hand, love letters in the sand, I remember you…Through the sleepless nights, through every endless day. I'd wanna hear you say, I remember you… Remember yesterday, walking hand in hand, love letters in the sand, I remember you…Through the sleepless nights, through every endless day. I'd wanna hear you say, I remember… I remember you… (12)

Los compases finales de I remember you suenan, mientras estoy en los brazos de Edward y él canta la última nota, desgarradora, imposiblemente aguda y hermosa, sumado a la vista desde aquí arriba, de nuevo soy un mar de lágrimas, infinitas luces centellean por el estadio acompañando su arrojada declaración.

—No llores, chica groupie —susurra levantando mi mentón para que lo mire directo a los ojos al son del último rasgueo de guitarra, besa mis labios, luego me ciñe a su pecho y proclama con vehemencia—: ¡Mundo, está hermosa nena será mi mujer y mataré a cualquier cabrón que la mire con ojos calientes!

«¡¿Qué?!», me sostengo entre sus brazos, porque ahora sí que me desmayo…

.

.


¡Bien! He cumplido el desafío, bien o mal, eso lo deciden ustedes o mi querida amiga Merce que por estar haciéndome bulling a mi nula capacidad de síntesis, salió esto, sea lo que sea que es: OS, Songfic, Tal vez, ¿TS?

Porque sí, mis hermosas, para las que quieran saber qué pasó con este Rockero Edward y su Bella tengo escrito un poco más, de hecho eso iba aquí, pero ya saben cuando me viene la locura… y la cosa no me gusta lo corto y ya.

¿Les gusto? ¿Lindos, rewies? ¿Reclamos?

Para la que se esté preguntando, o más bien alegando, "esta ingrata se pone a escribir otra cosa y no actualiza CYNTE", sé que tienen razón, pero no crean que lo dejaré. Solo necesitaba una inyección de ánimo y al menos para mí, esta pequeña historia lo fue, ya que vinieron a mi mente demasiados recuerdos geniales.

Las adoro hasta la próxima.

(Debajo de la nota de autor, un pequeño adelanto de lo que quizá se viene)

Nota del autor:

1. Take me down to the paradise city, when the grass is green and the girls are pretty…: Llévame abajo a la ciudad paraíso, donde el prado es verde y las chicas son lindas…

2. Kingdome: El Kingdome (oficialmente King County Multipurpose Domed Stadium) fue un estadio de usos múltiples ubicado en el barrio de Seattle SoDo. Abrió sus puertas en 1976 y fue mejor conocido como el estadio de los Seattle Seahawks (NFL), los Marineros de Seattle (MLB) y SuperSonics de Seattle (NBA). También fue el estadio de los Seattle Sounders (NASL) y se realizaron numerosos eventos deportivos, importantes conciertos y otros. Fue demolido en el 26 de marzo de 2000. El nuevo estadio de los Seahawks, fue construido en el mismo sitio, y ahora es conocido como CenturyLink Field.

3. …And when you're high you never or ever what to come down, so down, so down, so down… Yeah!: La traducción literal de ésta frase es horrenda, así que les explicaré. Lo que quiere decir es que cuando estás drogado no quieres que termine el efecto o algo así (no soy experta)

4. Tell me when the kiss of love becomes a lie…That bears the scar of sin too deep, to hide behind this fear of running unto you… Please let there be light in a darkened room…: Dime cuando un beso de amor, se convierte en mentira…, que hace la cicatriz del pecado más profunda, para ocultarme detrás de este miedo de correr hacia ti…, por favor deja que haya luz, en la habitación oscurecida.

5.Woke up to the sound of pouring rain…The wind would whisper and I'd think of you, and all the tears you cried, that called my name. And when you needed me I came through: Desperté por el sonido de la lluvia torrencial, el viento susurró y pensé en ti… En todas las lágrimas que derramaste pronunciando mi nombre y en las veces que me necesitaste y acudí a ti.

6. I paint a picture of the days gone by…When love went blind and you would make me see... I'd stare a lifetime into your eyes. So that I knew you were there for me…Time after time, you were there for me…: Hago un recuento de días pasados. Cuando el amor era ciego y tú me hiciste ver... Que me quedaría mirando tus ojos de por vida, porque sabía que estarías para mí. Una y otra vez, estuviste ahí para mí.

7. Remember yesterday, walking hand in hand. Love letters in the sand, I remember you…Through the sleepless nights, through every endless day. I'd wanna hear you say, I remember you…: Recuerdo el ayer, caminado de la mano, cartas de amor sobre la arena, te recuerdo… En las noches de insomnio y en los días interminables, quisiera oírte decir, te recuerdo…

8. We spend the summer with the top rolled down. Wished ever after would be like this. You said "I love you babe", without a sound… I said I'd give my life for just one kiss… I'd live for your smile, and die for your kiss : Pasamos el verano sin preocupaciones, deseando que siempre fuese así. Tú dijiste "te amo, cariño", sin palabras… Yo dije: Daría mi vida por un solo beso, vivo por tu sonrisa y muero por tus besos.

9. Remember yesterday, walking hand in hand. Love letters in the sand, I remember you…Through the sleepless nights, through every endless day. I'd wanna to hear you say, I remember you…:Recuerdo el ayer, caminado de la mano, cartas de amor sobre la arena, te recuerdo… En las noches de insomnio y en los días interminables, quisiera oírte decir, te recuerdo…

10. We've had our share of hard times, but that's the price we paid. And through it all, we kept the promise that we made. I swear you'll never be lonely: Compartimos tiempos difíciles, pero ese es el precio que pagamos y a pesar de todo mantenemos la promesa que hicimos: Te prometo que jamás estarás solo/a.

11. Woke up to the sound of pouring rain… Washed away a dream of you, but nothing else could ever take you away… 'Cause you'll always be my dream come true… Oh, my darling, I love you! : Desperté por el sonido de la lluvia torrencial…arrasó con un sueño de ti, pero nada más podrá alejarte, porque siempre serás mi sueño hecho realidad… Oh, cariño, ¡te amo!

12. Remember yesterday, walking hand in hand, love letters in the sand, I remember you…Through the sleepless nights, through every endless day. I'd wanna hear you say, I remember you… Remember yesterday, walking hand in hand, love letters in the sand, I remember you…Through the sleepless nights, through every endless day. I'd wanna hear you say, I remember… I remember you… Recuerdo el ayer, caminado de la mano, cartas de amor sobre la arena, te recuerdo… En las noches de insomnio y en los días interminables, quisiera oírte decir, te recuerdo… Recordando el ayer, caminando de la mano, cartas de amor en la arena, te recuerdo…En las noches de insomnio y en los días interminables, quisiera oírte decir, te recuerdo…Te recuerdo…

Adelanto capítulo final:

Sonrío, han pasado siete años desde esa irreal noche y ahora que lo recuerdo, aun me parece mentira, sobre todo la parte donde su cursi declaración de película juvenil se derrumbó en mil pedazos cuando soltó esa cavernícola declaración con su boca sucia.

Niego con la cabeza y suspiro enamorada, estos siete años, han sido una locura como también maravillosos.

Contemplo a mi Edward, aun es peligrosamente hermoso, pero ahora es más maduro, más hombre —aunque a veces se comporte como un niño— es un loco grosero, pero lo amo y tengo la suerte de que él, también me ame.

Estoy en un costado del escenario observando lo que él sabe hacer mejor ―bueno no es exactamente eso―, pero supongo que comprenden lo que quiero decir. Cada vez que lo veo cantar, me convierto otra vez en una chica groupie y canto y chillo como loca, no importa la infinidad de veces que lo haya visto, es Edward Masen, mi sexy ídolo del Rock. Sin embargo, ahora existe una gran diferencia y esa radica en que ya no soy una fan más, ahora soy su mujer.

Edward cada vez que puede me mira, a veces se acerca y me besa, y me quita el aliento como si quisiera quedarse para siempre conmigo. Él es afectivo y eso me encanta, desde que estamos juntos no tiene problema en demostrar que me ama aunque a veces sea a su particular, exagerado y rudo modo, tal cual como lo hizo la primera vez, con el planeta de testigo...