Asuka, Shinji y las Mil Grullas
escrito por Random1377 - random1377©yahoo..com
traducción de Miguel García - garcia.m©gmx..net
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propiedad, la retiraré voluntariamente de la web.
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"¡Te odio!"
Asuka Langley Souryu abrió la puerta del reducido apartamento
que compartía con Shinji Ikari y Misato Katsuragi, con gesto agrio
al oír, proveniente de la estancia, el eco de las mismas palabras
dichas por ella dos días atrás.
"¡No me importa! —llegó la respuesta, acompañada por un crescendo
de música—. ¡Yo te quiero igual! ¡Y te voy a seguir queriendo siempre!".
—¿Qué carajo ves? —preguntó Asuka, entrando a la estancia—. ¿La
novela de la tarde?
—¿Eh? —Shinji miró por sobre un hombro, cruzando brevemente
la mirada con ella antes de apartar rápidamente los ojos—. No la
estaba viendo, en realidad —dijo en voz baja—, la... la tenía encendida,
nada más.
La expresión de hastío de la pelirroja se intensificó cuando la
protagonista femenina de la televisión exclamó que EN EL FONDO
no odiaba al protagonista masculino y rogó el perdón de éste.
—Apaga esa basura —masculló, arrebatando el control remoto del
brazo del sofá y punceteando el botón de "off" con el pulgar.
Shinji se miró las piernas, al parecer temeroso de seguir contradiciendo
a la muchacha.
Había sido un par de días muy incómodos. Asuka había vuelto a casa
después de pasar escasas horas bajo observación en el hospital, pero
había estado irascible y retraída... Como si el haber sido salvada por la
Primera Niña, Rei Ayanami, hubiera sido una especie de broma cruel,
gastada por toda la gente que ella conocía.
Misato se había limitado a recomendar que Shinji le diese espacio, pero
en un apartamento tan minúsculo como el suyo, eso era fácil sólo en
teoría. Se topaba constantemente con ella (a veces literalmente) por
más que intentara evitarla. No podía irse a vagar por las calles de
Tokio-3, ni tampoco ir a la casa de su amigo Kensuke Aida, puesto
que este había dejado la ciudad.
En resumen, estaba atrapado.
—Me voy a mi cuarto... —murmuró Asuka en el silencio—... cansada.
Pasó junto al sofá, dándole una última mirada al muchacho, y
deteniéndose.
—¿Qué es eso? —preguntó.
Shinji pestañeó, levantando los ojos hacia ella y volviendo a bajarlos
a las piernas.
—Eh —contestó—, es una grulla. —Alzó el papel plegado para que
ella pudiera verlo mejor, sujetándolo de la cola y la pechuga y tirando
un tanto, haciendo que las alas batieran—. ¿Ves?
—¿Por qué tienes tantas?
—Algo que me contaron, nada más —descartó el muchacho, cohibido—.
Me lo contó Sasaki, la de la clase.
—¿Sadeko? —Asuka arrugó el ceño—. ¿La niñita que siempre se sienta
en el rincón, al otro lado de la Niña Maravilla?
—Eh, sí —asintió Shinji—, ella. Dijo que había una leyenda muy antigua
de que si uno hace mil grullas, los dioses conceden un deseo.
—¿Y las vas a hacer? —preguntó Asuka, sacudiendo la cabeza y dando
media vuelta en dirección a su cuarto—. Hay que ser muy idiota.
—Bueno —dijo el Tercer Niño en voz queda, mirándola irse—, no iba
a hacer mil... Unas cuantas, nada más.
Cuando levantó la vista, Asuka estaba cerrando la puerta de su
habitación.
Suspiró y dejó a un lado la grulla, luego tomó el control remoto y
volvió a encender el televisor, y para la hora de cenar ya había
olvidado el incidente casi por completo.
Por supuesto, varios días después le fue recordado.
-o-
—¡Despierta!
Shinji profirió un cansado balbuceo y trató de rodar desde su costado
y ponerse boca abajo, pero descubrió que no podía, debido a una mano
dictatorial puesta en su hombro... y la mano lo remecía.
—¡Despierta, tonto!
Con un quejido, el muchacho rodó hasta ponerse de espaldas y se
incorporó, manteniendo los ojos cerrados y bostezando.
—¿Asu... ka? ¿Eres tú?
—¿Quién más iba a ser, zopenco? —vino la airada respuesta—. ¡Ya,
DESPIERTA!
Restregándose los ojos, Shinji volvió a bostezar.
—¿Qué hora es? —inquirió.
—Las dos —respondió Asuka, su voz conduciendo la frustración ante
la falta de cooperación del joven—, y ¿ahora por qué carajo no te
despiertas, o quieres que traiga un balde con agua?
—¿Las dos? —repitió Shinji, abriendo por fin los ojos y pestañeando
en la oscuridad de su dormitorio—. ¿Pasa algo? ¿Hay otro ángel?
Aquella era casi la única razón que se le ocurría para que Asuka
estuviera en su dormitorio a esa hora. Eso, o tal vez el apartamento
se estaba incendiando. De haber estado más despierto, se le podría
haber ocurrido que la muchacha estaba al menos hablándole, en vez
de murmurar una o dos sílabas y rehuirlo como lo había hecho desde
el día en que le había hablado en la sala de estar.
—Toma —dijo Asuka, cortante.
Shinji no hizo más que quedar viendo la reducida forma blanca que
le fue puesta delante de los ojos.
—¿Qué es eso? —preguntó inocentemente.
—¡AAAGGH! —exclamó Asuka, haciéndolo dar un respingo—. ¡Es una
GRULLA!
—Ah —contestó Shinji, apegado contra la pared—, perdón.
—¡Estas ridiculeces! —rabió la pelirroja, moliendo en su puño a la
grulla deforme—. ¡Idioteces ridículas! ¡Dime cómo se hacen!
—Son un poco difíciles —dijo Shinji tentativamente—. ¿Cuánto llevas
tratando de...?
—¡YA SÉ QUE SON DIFÍCILES! —aulló Asuka, la voz peligrosamente
inestable—. ¡Llevo toda la maldita semana tratando! ¡QUÉ PELOTUDECES
MÁS RIDI...!
—Yo te enseño.
Asuka se quedó inmóvil un momento, estremeciéndose y respirando
a jadeos cortos y poco hondos. Por último, se calmó, abriendo la
mano y dejando caer al piso el papel arrugado. Sin una palabra de
agradecimiento, se volvió hacia el escritorio del muchacho y tomó
una hoja suelta, tirándola en la cama del joven.
—¿Puedes encender la luz? —pidió Shinji con sumo tiento, esperando
que aquella simple petición no inflamara a la volátil pelirroja—, así es
más fácil demostrarlo.
Asuka lo miró con desagrado un momento, como tratando de dilucidar
si el muchacho se estaba burlando de alguna forma, luego se volvió y
se acercó al interruptor de la pared; lo pulsó.
—Gracias —dijo Shinji, entrecerrando los ojos con la repentina luz del
techo—. A ver, lo primero que hay que hacer es un cuadrado.
—Ya sé eso —dijo Asuka entre dientes, mirando al muchacho doblar
cuidadosamente el papel de modo de hacer un cuadrado con un
pequeño trozo sobrante a un lado—. ¡No soy tonta, por si no lo sabes!
Shinji se sonrojó y asintió.
—Ya sé que no, pero la que me mostraste no estaba hecha con un
cuadrado perfecto, y...
—Ah, ¿y tú eres tan perfecto y yo soy tarada, no? —dijo la pelirroja,
fuerte, con la cara enrojecida.
—¡No, no! —se apresuró a decir Shinji, estirando torpemente la mano
hasta el escritorio y tomando las tijeras—. Es que hay que acordarse
de sacar bien este pedacito que sobra. Es más fácil cortarlo con tijeras
que con la mano.
—Gracias, don Obvio —dijo Asuka, sarcástica, mirándolo empezar a
plegar—. ¿Se empieza doblando en diagonal? —preguntó, con el
entrecejo arrugado—. ¿Por qué no a lo largo?
Shinji titubeó, sopesando con cuidado las palabras.
Tampoco era la mejor época para él. Se había visto obligado a
quedarse sentado mientras la mente de Asuka era ultrajada por
el ángel, carente incluso de la capacidad de consolarla con palabras.
Sumado a eso estaba el haber oído a su tutora, Misato Katsuragi,
llorar en la sala de estar, menos de tres semanas antes... Y se había
sentido demasiado inmaduro para consolarla. Y pronto quedó claro
que no era el salvador invencible, como Asuka siempre le llamaba.
—Es un poquito más fácil —dijo por último—, así cuando haces el
doblez largo, el papel como que se dobla solo. —Alzó el papel—. ¿Ves?
—Hmm —reflexionó Asuka, mirando atenta hasta que él dejó de
plegar—. Me voy a duchar y luego me vuelvo a acostar.
—¿La quieres? —ofreció Shinji con voz suave, mostrando la grulla—.
Puedes quedártela si...
—No necesito tu lástima —masculló ella, dándose media hacia la
puerta—. Buenas noches.
—Buenas noches —suspiró el Tercer Niño, volviendo a dejar caer
la mano a la cama.
Ponderó a la grulla un momento más, luego bostezó, cansado, bajó
de la cama y apagó la luz. Volviendo a meterse bajo las sábanas,
de pudo sino esbozar una leve sonrisa.
Aunque no había dado las gracias, de todos modos Asuka necesitaba
ayuda para algo.
"Aunque sea para algo chico —pensó al cerrar los ojos— es bueno
que a uno lo necesiten".
-o-
Pasó otra semana, lapso durante el cual Asuka pasó mucho de su
tiempo libre plegando papel en su habitación.
"No voy a hacer mil —le había dicho a Shinji una tarde—. ¡Es que
estoy aburrida, eso es todo! ¡Tú y Misato son tan aburridos que TENGO
que hacer algo además de hablar con ustedes!".
En cuanto a Shinji, descubrió que sus días estaban llenos de apatía,
desprovistos de todo enfoque o dirección. Iba al colegio y hacía su
trabajo, pero era cuando mucho de media gana, por estar siempre
pensando en las Evas, en los ángeles, en sus compañeras de vivienda,
en su padre descariñado, o en su amigo herido, Toji Suzuhara. En
efecto, era un asombro que pudiera concentrarse en tema alguno
por más de un par de minutos sin desviarse mentalmente, por lo
general en una dirección más sombría. Llegar a la casa no era mucho
mejor, con Misato siempre en el trabajo, saliendo al trabajo, o
durmiendo siesta.
Una ventaja, no obstante, de la casa respecto al resto del mundo,
eran las grullas.
Shinji se descubrió saboreando cada vez más el tiempo transcurrido
mirando a Asuka plegar las pequeñas aves en su cuarto. Llegaban
los dos en silencio del colegio, hacían la tarea y el aseo del
apartamento. Luego Shinji preparaba la comida, procurando siempre
cocinar suficiente para Misato en caso de que llegara con hambre, y
Asuka se daba una ducha. Luego de aquello, Asuka se iba a su
respectivo cuarto a plegar grullas durante veinte o treinta minutos,
y Shinji deambulaba de habitación en habitación hasta llegar por fin
a la puerta abierta de la muchacha, a mirarla.
A Asuka no parecía molestarle la intrusión del muchacho, o SI ES QUE
le molestaba, se reservaba la irritación, y hasta le hablaba de tanto
en tanto... aunque permanecía más que nada en silencio, cortando y
plegando con un semblante de concentración intensa.
Eso le dio una idea a Shinji.
—¿Adónde vas? —preguntó Asuka al ponerse él los zapatos un atardecer
de viernes después de comer—. ¿No tenías una tarea que entregar
para el lunes?
—Vuelvo enseguida —contestó Shinji, con una leve nota de entusiasmo
en el tono—, voy a tardar unos minutos, nada más.
—Haz lo que quieras —murmuró la pelirroja—. Voy a estar en mi cuarto.
Hacia allá enfiló mientras el Tercer Niño salía, con un leve gesto de
disgusto al oír abrirse y cerrarse la puerta.
—Típico que se escape —murmuró airadamente—, que me deje sola
en este lugar ridículo.
Sentándose y empezando a confeccionar grullas, los pensamientos de
la partida del muchacho de pelo castaño fueron apartados en favor de
la atención al detalle y el plegado meticuloso. Estaba orgullosa de lo
mucho que había mejorado, aunque jamás lo hubiera dicho en voz alta.
¿Por qué le iba a dar tanto gusto un simple pasatiempo como aquel?
—Y no es que sea para algo —musitó—, es solo hacer grullas y nada
más.
Cuando Shinji volvió, diez minutos después, ella alzó la vista.
—¿Adónde fuiste? —preguntó en voz queda, poniéndose en pie y
mostrando extrañeza cuando él le sonrió radiante, con las manos
escondidas detrás de la espalda.
—Ten —dijo el muchacho, sacando las manos de detrás de la
espalda—, se me ocurrió que sería más fácil con esto.
Asuka pestañeó al sacar Shinji un envoltorio pequeño de una bolsa
plástica.
—¿Papel? —preguntó, confundida.
—Papel para origami —corrigió Shinji, con gesto alegre—. Ya viene
en cuadrados perfectos, y todos de colores distintos. —Le extendió la
bolsa—. Se me ocurrió que ya debes estar aburrida de tanto cortar...
Y de tanto blanco.
Asuka tomó el envoltorio, considerando en silencio las ilustraciones:
una rana, un pavo real y —cosa irónica— una grulla.
—Emm, gracias —dijo después de un momento.
Cuando Shinji sonrió y asintió, dando luego media vuelta para
marcharse, Asuka dijo:
—Oye, me voy a duchar. Cuando salga, ¿quieres ayudarme a hacer
algunas?
Shinji se volvió hacia ella, con la cara hecha un paradigma de confusión.
—C... Claro —dijo, tratando de ocultar el asombro—, sería... Sería
bueno.
—No NECESITO tu ayuda —dijo Asuka de improviso—, es que está tan
callado aquí, eso es todo.
—Bueno —dijo Shinji con voz suave, el rostro abatiéndosele un tanto.
Forzó una sonrisa—. Además —Se encogió de hombros—, no creo que
pueda ayudarte.
Cuando ella pareció cofundida, él añadió:
—Creo que la leyenda dice que uno tiene que hacerlas todas solo. Voy
a tener que preguntárselo a Sasaki para saber bien.
—¡No lo hago por eso! —Asuka mostró una expresión de descontento—.
¡Estoy matando el tiempo, nada más! Yo no creo en esas idioteces.
Shinji se apresuró a asentir, retrocediendo un paso ante la vehemencia
de la muchacha.
—¡Bueno, entiendo! —dijo, nervioso, alzando las manos—, igual puedo
venir a hacerlas contigo, si tú quieres.
—¿No te dije acaso que estaba todo muy callado? —preguntó Asuka,
con el gesto ensombreciéndosele—. Te dije que...
Se interrumpió:
—Me voy a duchar, vuelve cuando termine. O no vuelvas, me da igual.
—Bueno.
Cuando Asuka salió del baño, secándose el pelo y con una leve
expresión de desagrado, Shinji estaba en el dormitorio de ella, sentado
en el piso, leyendo el breve inserto que venía con el papel.
—Dice que las grullas son un pliegue solamente de nivel medio —dijo,
sonriendo en tanto ella tiraba la toalla a un lado—. No quiero ni ver
cómo será uno difícil.
—Hmm —murmuró Asuka, recibiendo el papel de manos de él y
examinándolo—. ¿Qué lado empiezo a doblar primero? —preguntó,
volteándolo—, ¿el lado de color o el lado blanco?
—El lado blanco —respondió Shinji—, así el lado de color no se marca
tanto.
—Está bien —contestó la pelirroja, haciendo el primer doblez.
—Ah —dijo Shinji, castañeando los dedos—. Llamé a Sasaki. Me dijo
que la leyenda dice algo así como que, "Se debe posar la mano sobre
cada grulla", así que mientras las toques todas, debería...
Dejó la frase inconclusa, no queriendo usar la palabra "resultar".
No era más que una leyenda, al fin y al cabo.
Los pensamientos de Asuka corrían por las mismas líneas.
—Eeh —Se encogió de hombros—, me da lo mismo.
Por supuesto, esa tarde, durante el resto del rato que los dos pasaron
plegando, Asuka procuró tocar cada grulla hecha por Shinji.
Por si acaso, nada más.
-o-
Una semana después de comprar el papel, Shinji se hallaba con Asuka
en el dormitorio de esta, plegando grullas con total parsimonia. Habían
hecho bastantes, pero había aún más en la basura. "Las alas tienen
que funcionar —le había dicho Sasaki a Shinji varios días antes—, o de
lo contrario no pueden volar donde los dioses para decirles tu deseo".
Asuka no estaba contenta con aquello, pero como ella hacía esto "por
puro gusto", no se había quejado muy fuertemente.
Los dos no hablaban mucho mientras se encontraban plegando, y
nunca se apresuraban en hacerlas. Ninguno tenía en realidad ningún
otro lado donde ir, y había entre ellos el acuerdo tácito de hacer cada
grulla lo más perfecta posible.
Por si acaso, nada más.
—Igual, ¿no te preguntas por qué combatimos? —preguntó Shinji
tras un minuto particularmente silencioso, mirando de reojo a Asuka—.
Digo, claro, peleamos para defendernos, pero ¿nunca te has preguntado
qué quieren los ángeles?
Asuka hizo un alto en su plegar, con la mirada perdida.
—Sí —admitió en voz queda, encogiendo brevemente los hombros al
continuar su actividad—. A veces como que me viene la duda, sobre
todo desde esa vez que gateamos por los ductos de aire... Pero nadie
nos dice nada, así que ¿para qué preocuparse?
Dejó de lado la grulla en que estaba trabajando, volviéndose a mirar
al muchacho:
—Mira —dijo con firmeza—, podemos especular todo lo que queramos,
pero hasta que alguien diga, "oye, la razón es esta", no va a ser más
que perder el tiempo, ¿o no?
—Es que parece no tener sentido —contestó Shinji con voz suave,
también dejando de lado su papel—, estar siempre peleando y no
saber la razón.
—Mi abuela decía que todas las guerras no tienen sentido —dijo
Asuka, pensativa—, así que a mi modo de ver, tenemos que cumplir
con nuestro deber y poner empeño en sobrevivir.
Se levantó, estirándose lánguidamente:
—Me voy a duchar... Nos vemos.
Shinji asintió con el ceño levemente contraído. No había escapado
a su atención el que Asuka se duchara cuando menos dos veces al día,
y a veces hasta cinco, como si no consiguiera limpiarse. Y considerando
lo que le había sucedido cuando el ángel había atacado, no le era
posible culparla.
Pasando la mirada por las muchas grullas de colores (dispuestas en
grupos de cincuenta, no para llevar la cuenta, claro que no, solo
porque así eran más fáciles de mover), no pudo sino sentirse un
tanto asombrado. ¿Había sido apenas tres semanas antes que ella
le había dicho que lo odiaba? ¿De verdad habían sido sólo dos desde
que ella le había pedido ayuda? Pestañeando, miró en derredor,
entusiasmándose más a cada segundo.
—¡Asuka! ¡Asuka, ven!
—¿Qué pasa? —llegó la irritada respuesta—. ¡Recién estoy abriendo
el agua!
—¡No importa, ven! —contestó el muchacho, humedeciéndose los
labios—. ¡Rápido!
—Más vale que sea bueno —masculló Asuka, entrando al dormitorio
un momento después—. Ya, ¿qué?
Incapaz de contenerse, Shinji cruzó rápidamente hacia la puerta,
situándose detrás de ella y poniéndole las manos en los hombros.
Guiándola en un lento semicírculo, cuchicheó:
—Mira. Mira las grullas...
—Sí —rebatió Asuka—, están muy bonitas, Shinji. Muy de papel.
Ahora me voy a...
—Cuéntalas.
La pelirroja se quedó inmóvil, los ojos agrandándosele al escrutar la
habitación. Un suspiro suave escapó de la muchacha al ponerse Shinji
ante ella, con una sonrisa de pánfilo.
—Novecientas ochenta y nueve —musitó Asuka, sintiendo la efusividad
del muchacho empezar a contagiarla—, ¡faltan once y listo!
Se quedaron un momento en silencio, luego se volvieron simultáneamente
y se sentaron en el piso, uno al lado del otro, y tomaron cada uno un
alto de papel. Rápidamente, empezaron a plegar, y el aire del dormitorio
de Asuka se cargó de una energía silenciosa mientras los dos se
esforzaban en hacer cada pliegue impecable, cada doblez lo más prolijo
posible, hasta que hubieron completado cada uno cinco grullas.
—La última —dijo Shinji sin aliento, dejando su quinta grulla con manos
temblorosas, al coger Asuka un cuadrado de papel dorado—, ¡ahora sí!
Asuka titubeó.
—Sabes —dijo con voz tenue, pasando los dedos por la superficie tersa
y reluciente—, no sé para qué me entusiasmo tanto, ni que fuera a
suceder alguna cosa especial. Solo es papel.
Encontrando la mirada de él, extendió la hoja.
—Hazla tú si quieres —murmuró, con la voz desabrida y hueca—, yo me
voy a duchar.
Cabizbajo, Shinji tomó el papel.
—Bueno —logró decir, mirándose las piernas mientras Asuka se ponía
en pie y se encaminaba a la puerta—. Oye, espera un poco.
—¿Qué pasa, Shinji? —respondió Asuka con voz cansada—. Es tarde,
me quiero acostar.
Shinji se encogió de hombros, volteando el papel una y otra vez en
las manos.
—No, nada —dijo en voz queda—. Es que estaba pensando que tienes
razón. Sí es solamente papel. —La miró, ofreciendo una sonrisa a
medias—. Pero igual, hicimos todas estas juntos —señaló, abarcando
la habitación con un ademán de la mano—. Podríamos terminarlas
juntos. —Se encogió de hombros—. Si tú quieres.
La Segunda Niña consideró aquello un momento, mirando el
desparramo de papel en que su cuarto se había convertido.
—Ya, está bien —suspiró, hincándose frente a él y tomando el papel—.
Eres muy cursi, ¿sabías? —preguntó, haciendo el primer doblez—.
"¡Logrémoslo juntos!". Pareces video de autoayuda o algo así.
Shinji se sonrojó, pero mantuvo la sonrisa, haciendo el siguiente
doblez.
—Sí —dijo con una traza de sumisión—, tal vez lo soy, un poco.
—Qué "tal vez" ni que nada —insistió Asuka, volviendo a recibir el
papel de manos de él—. Todo este asunto... Todo esto... fue por
causa tuya y la leyena ridícula esa.
La sonrisa de Shinji se hizo más suave al hacer el siguiente pliegue,
pero no dijo nada. Sin otra palabra, continuaron cambiándose el
papel de ida y vuelta, hasta que no restó sino un pliegue. Por un
acuerdo silencioso, los dos pusieron las manos en el papel, y lo
efectuaron juntos.
El silencio de la habitación se estiró por un minuto completo antes
de que Asuka dejara salir un suspiro largo.
—Listo —dijo en voz muy baja, mirando con descontento a la
milésima grulla—, ya está. No hay magia. No hay ningún hechizo...
No hay deseos... No hay un rayo de luz dorado que caiga del cielo...
Nada más estás tú, yo y un montón de papel.
Shinji asintió, sintiéndose extrañamente defraudado. No había
querido admitirlo, pero había abrigado la secreta esperanza de que
algo sucediera, ya fuese magia o intervención divina; había pensado
que tal vez, tal vez y nada más, la leyenda podía tener un ápice de
verdad. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró, cayendo en la
cuenta de que no había mucho que decir.
El rato siguió, marcado por el ritmo lento y sostenido de la respiración
de los dos y el chirriar ininterrumpido de las cigarras de afuera, y
los Niños permanecieron inmóviles, sumidos en pensamientos de
leyendas, magia, y esperanzas secretas en apariencia incumplidas.
Asuka inspiró largamente para decirle a Shinji que se retiraba, pero
volvió a dejar salir el aire, despacio, al adquirir súbita consciencia de
su entorno.
Nada en su cuarto había cambiado mucho. Las grullas seguían
dispersas por doquier, ocupando cada superficie, moteándolas de rojo,
azul, oro, plata y todos los demás colores del arcoiris. Su ropa seguía
impecablemente doblada y guardada en el armario abierto, un
testamento de su necesidad de orden, más aún a la luz de todo el
caos que la rodeaba. Su despertador seguía contando los minutos y
las horas del día, marcando cada segundo igual que el anterior, sin
preocuparse jamás de qué traería el siguiente. Y ella seguía siendo
ella. Seguía sola, seguía irascible, seguía odiando.
¿O no?
Bajando la vista, Asuka notó que los dos seguían sosteniendo la
grulla, al no haberla soltado ninguno de los dos aún. Pero lo que no
había notado al principio era que el último pliegue que realizaran les
había hecho juntar los dedos, apenas rozándose las puntas. Contrajo
el ceño, preguntándose por qué no lo había notado antes.
"¿Y cuántas veces me habrá tocado estando aquí, haciendo estas
grullas? —se preguntó de repente—. Y a todo esto, ¿por qué está
aquí? Cuando ya me enseñó a hacerlas, ¿por qué lo dejé seguir
entrando?".
—¿Cuál fue tu deseo? —preguntó Shinji en una voz muy tenue.
Eso la sorprendió, le interrumpió las ideas y le hizo mirarlo a la cara,
aunque él seguía mirando la grulla.
—Volver a ser feliz —contestó Asuka, respondiendo con sinceridad
y sin dudar.
—Yo pedí lo mismo —le informó el muchacho en voz baja, con
turbación leve en el rostro al añadir—: Yo también pedí uno, cuando
te empecé a ayudar. —Se sonrojó—. Perdón.
—No importa —musitó ella, mirando aún el punto donde los dedos
de ambos se rozaban—, tú hiciste la mitad del trabajo, también
debería tocarte un deseo.
Shinji no dijo nada por un momento, luego suspiró, e inspiró para
recordarle a Asuka su ducha olvidada. Al igual que Asuka, la
respiración le salió en un jadeo cuando el dedo de ella, despacio,
deliberadamente, se deslizó por encima del suyo, ofreciéndole una
caricia más ligera que la de una pluma. Tragando saliva, Shinji alzó
la vista hasta mirar al interior de esos ojos de zafiro sin fondo,
intentando preguntarle qué hacía, pero descubriendo que la voz lo
traicionaba.
Asuka ni sonrió ni evidenció descontento mientras la boca de Shinji
funcionaba sin sonido. No hizo más que continuar mirándolo a los
ojos, dejando a su atención concentrarse en la sensación tersa de
la piel de él contra la suya, notando la textura levemente más
áspera de la piel del nudillo, y la sensación dura del hueso justo
bajo la superficie. Cada detalle ínfimo se le grabó en la mente,
como si esto hubiera sido el momento más importante, como si
fuese crucial que no olvidara ni un solo aspecto. Consideró su
deseo por un momento, preguntándose si en realidad existía algo
como la magia o dioses omnipotentes que esperaran momentos
como aquel para cumplirlos.
Repasó en la mente el tiempo que habían pasado en el proyecto, y,
por más que intentase, no podía recordar ninguna ocasión posterior
a la tercera sesión en que hubiera estado enfadada, frustrada o
irritada por la presencia del muchacho.
E incluso ahora, habiendo llegado al final del camino para encontrar
que nada les esperaba allí, descubrió que seguía sin poder sentirse
molesta. ¿Sería magia?, se preguntó. Difícil. Pero no podía negar
que, sentada frente a Shinji, tocándole apenas un dedo y mirándolo
a los ojos, no sentía rabia, ni odio, ni desprecio... Ni tristeza.
Recordó el viejo adagio de que el silencio es oro, así que mantuvo
el suyo, pasando lentamente su dedo por sobre el de él, dejando
que el contacto hablara por ella, porque sabía que no sería capaz
de articular todo cuanto le pasaba por la mente.
Cuando Shinji, despacio y tímidamente, contestó la sonrisa y empezó
también a mover el dedo, ella recordó otro adagio: Dios se mueve
en formas misteriosas.
Cierto, pensó, mirando la diminuta grulla dorada.
Muy cierto.
FIN
-o-
Notas del autor: Mmmm, qué bonito, me fascinan los finales
felices. :-) ¿Qué, no estarían esperando un beso, o sí? Por favor,
apenas se admiten a sí mismos que estar juntos los pone
contentos; denles un poquito de tiempo :-) En una nota algo
más seria, este relato fue inspirado por un libro viejo que leí una
vez, acerca de una niñita. Y créanme, es más triste que cualquier
cosa que se me pudiera ocurrir. Los pormenores de la leyenda
—las alas, lo de tocarlas todas— los inventé yo. Hasta donde yo
sé, la leyenda verdadera no tiene tales restricciones, pero tenía
que dificultarles las cosas a los Pilotos, jejé. Ahora, yo nunca he
intentado hacer mil grullas solo, pero como que tiendo a creer en
la magia, así que tal vez algún día, tal vez, haga el empeño ;-)
Otra nota: Este relato fue concebido y comenzado antes del
anuncio de concurso de Ryoma, y conluido (obviamente) antes del
plazo final del 31-8-2002. ¿A qué viene mencionar esto? Bueno, lo
cambié un poquito como resultado de que fuera una entrada tardía
al concurso. Decidí no hacer que nadie le diera una lectura muy
acabada, y traté deliberadamente de alterar mi estilo de escritura
para que no fuese reconocido como mío, dado que los relatos en
concurso debían ser leídos sin ideas preconcebidas acerca de las
habilidades del autor. O de la falta de estas. Algunas partes pueden
parecer un poquito apresuradas, y ya que les pedí a mis prelectores
que no se fueran tan a lo hondo, el único culpable soy yo. No me
gusta trabajar con plazos en mente, y siempre afecta mi desempeño,
así que le voy a echar algo de la culpa a eso :-) No sé si a alguien
le importe, pero eso es :P
Agradecimientos a Ryoma por hacer parte de la prelectura y por
captar algunos errores, y a Blue Taboo por creer que la idea detrás
de esta historia valía la pena de ser llevada a cabo. Gracias, les
debo un favor a los dos.
Los comentarios son siempre bienvenidos a random1377©yahoo..com
