Hey Mundo Fanfiction, aquí me tienen de vuelta con un proyecto bastante curioso, inspirado ligeramente en el libro Will Grayson, Will Grayson, si no lo han leído, se los recomiendo muchísimo, es verdaderamente genial :D
Volviendo con fics desde el punto de vista del protagonista, un intento de humor, drama, romanticismo, y un enrevesado conjunto de situaciones bizarras.
Bueno, sin mas...
Disclaimer: Inazuma Eleven Go no me pertenece.
Deberes
By Madoka
I
La mejor manera de conocer a alguien es revisando su tocador, su botiquín médico, más específicamente. Si te encuentras con cajas de pastillas contra la jaqueca y migraña, puede que el tipo en cuestión sufra de dicha anomalía por sus constantes ataques de histeria, seguidos del compulsivo comportamiento de un neurótico reprimido con dejos de superioridad; si te topas con laxantes, termómetros, banditas y cientos de pomadas, es mejor reconsiderar la elección que se tuvo al escoger amante, puede que te llegues a hacer de una amiga metrosexual; y si por lo contrario, solo ves en los estantes medicamento para la digestión, es preferible huir de ahí sin decir nada, a menos que quieras compartir tu ropa sucia con un sella calzoncillos perezoso.
Lo digo por experiencia propia; desagradablemente, ya me ha pasado.
Con Tsurugi pude apreciar su excesivo uso de analgésicos y medicamento prescrito para sus crisis nerviosas; después de todo tiene problemas de conducta, psicológicos y familiares, además de ser un obsesivo y le guste el maltrato físico. Quedando al descubierto completamente cuando me pidió que lo sometiera, luego de que me ordenara gritarle su nombre mientras me embestía furiosamente atado a la cama.
A Kirino, desde donde se le quisiera ver, se le notaba a leguas su metrosexualidad para nada disimulada, al contrario, sumamente expuesta y llamativa. Con él no necesite inmiscuirme a profundidad en su cosmetología y fármacos del botiquín; ya la alcoba se decoraba con sus cremas exfoliantes, y las mascarillas de sábila y pepino que se levantaban orgullosas en las repisas de las paredes cubiertas de papel tapiz rosado con flores.
Y por último, de la peor forma posible me di cuenta del estómago flojo de Sangoku, y sus cientos de jarabes digestivos; un día que se nos ocurrió juntar nuestra ropa sucia y dejarme a mi llevarla a lavar, ¿Qué tan cómodo te puedes sentir con una persona cuando ni siquiera te tomas las ligerezas de limpiarte adecuadamente al ir al baño? Un desagradable encuentro con la ropa interior sellada del deportista me fue suficiente para salir huyendo.
Esta vez las cosas se complicaban y me ponían en una pésima situación a la que no lograba encontrar respuesta. Y no porque hubiese dado con un medicamento o productos fuera de mis experiencias en el diagnóstico de personalidad de los posibles amantes con los que comparto las noches, sino que ahí, ¡ni siquiera había un botiquín!
Nada, ni un solo cajón donde se guarden las pertenencias de cuidado íntimo, no, el tocador solo era eso, un maldito espejo colgado de la pared sobre el lavamanos que no tenía mueble, ¡era un desgraciado simplista!
Aparte de lo pequeño que era el cubículo que pretendía ser baño, lo único que halle fue papel higiénico, revistas viejas, y jabón, mucho, mucho jabón. Con eso debía deducir algo, ¿no? Tal vez es un neurótico sadomasoquista como Tsurugi y le gusta mantener todo limpio, pero no había trapos o algo con que limpiar. O un metrosexual como Kirino y le complacía permanecer impecable a toda costa, ¡pero no había toallas, ni secadora, ni desodorante! ¿Qué rayos era todo aquello? ¿Dónde estaban las cosas prácticas que deben estar en un baño? A lo mejor es un sucio perezoso como Sangoku, pero los paquetes de papel me dicen lo contrario.
¿Cómo pretende que lo catalogue? ¿Qué debo pensar de él ahora? ¿Cómo actuare?
Le eche un vistazo atrás del espejo, por si de casualidad se me paso un escondite secreto, pero nada, igual; la pared de ladrillos estaba cubierta por las baldosas blancas.
Me lamente mentalmente el haber accedido a seguirlo, arrepentido de cruzar la puerta, escuchar las bisagras oxidadas rechinar y llenarme de ese falso aroma del ambientador de hogar barato.
Superficial, si, superficialismo y estereotipos; no me importan.
¿Cómo le pude haber dicho que si? Con su socarrona risa, y esa mirada afilada y oscura, ¿Cómo diablos le dije que sí? Oh no, la pregunta que debo formularme en estos instantes no es como, si no ¿Por qué me lo pidió a mí?
De cualquier forma ahí estaba, y me tendría que resignar y cumplir con el cometido que me encomendó de primera instancia.
Me revolví el cabello un poco, acomodándolo, evitando que perdiera su estilizada forma compacta y sedosa, viéndome detenidamente en el espejo. Tenía los ojos ojerosos, debí haberle hecho caso a Kirino cuando me recomendó la base de maquillaje para ocultar mis desvelos; una cara cansada no encanta a nadie, una cara cansada da lástima.
Lástima no quería que sintieran por mí.
Después vino a mi memoria el recuerdo de la última frase que menciono antes de irse; "tu solo deja de pensar y aprovecha. No te mortifiques buscando respuestas a preguntas estúpidas; ¡disfrútalo!". Fue un terrible consejo que me dejo pensando mucho más de lo que se suponía debía hacer.
Y ahí, metido en el diminuto, estrecho, microscópico baño del departamento de Ibuki, es que volvía a pensar demasiado, cuestionándome las verdaderas intenciones con este encuentro "casual" y la repentina y extraña forma en que se me precipito.
"Veámonos en mi departamento", fue lo único que dijo, siquiera me lo pregunto, fue una directa propuesta que bien pude rechazar pero raramente acepte, cuando ya me había negado cerca de siete veces antes.
Suspire cansado y me apoye sobre el inodoro. ¿Salgo? Era mi duda, ¿Qué encontraría del otro lado de la puerta? Además de una cocina la mitad de pequeña que el baño, una estancia horrible y un cuarto sin cama con pisos de tatami, nada bueno.
Total, me dije, dejando salir el aire un poco relajado, ya estás aquí, así que cumple tu palabra.
¿Cuándo caí a sus invitaciones? No tengo la más remota idea, pero seguro ira a enmarcarse sobre una nota que diga, "jamás volver al baño", punto.
¿Qué debía esperar de Ibuki Munemasa en esta ocasión? ¿Un arrogante chico creyéndose macho alfa, un sumiso meloso anticuado y romántico, o un sucio depravado muy rápido?
Un desordenado mental, pensé, alguien sin sentido común.
Bueno, bueno, independientemente de cómo sea en la cama es punto y aparte, tu solo te metiste a la guarida del lobo feroz, Caperucita, ¡jódete ahora!
Me pase la mano por el cabello por cuarta vez en lo que llevaba metido en el cuarto de baño; es una manía muy mala que tengo cada vez que me pongo nervioso. Espera un segundo, ¿estaba nervioso? ¿Por qué? ¿Por qué estaría nervioso por meterme con Ibuki? Me he metido con peores.
Pero con Ibuki nunca, siempre le saque la vuelta cada que abordaba sutilmente el tema y me lo proponía indecorosamente. Incluso he llegado a pasarme de los límites con el entrenador Endou, y la mitad del equipo, pero ninguno del oficial de Japón. Era algo así como una estricta regla que me propuse a cumplir; fuera de mi campo laboral.
El Shinsei Inazuma Japan era como un trabajo para mí, hay que ser profesional ante todo, y no involucrarse de más con tus compañeros. Así que, ¿Por qué estaba ahí a punto de revolcarme con Ibuki?
No lo sabía, pero me dije, "ya que", alzando los hombros y viéndome de nuevo en el espejo.
Y la excelente pregunta siguiente era; ¿Cómo debería salir? Tantos deberías y tantas equivocaciones, ¡debería darte vergüenza todo esto! Gracias porque ya supere mi baja autoestima.
¿Cómo salgo? ¿Completamente vestido, como si nada, o a medias, desnudo? No quiero parecer desesperado, hay que darle curiosidad y ansias al acompañante; algo con que entretenerse, que no se vaya a las directas: juguemos un rato. Aunque, ¿Qué tanto quería jugar yo?
Con esas ideas muy claras en mi cabeza, algo confundido, ciertamente, me quite los pantalones y desabroche los primeros tres botones de mi camisa, dejando al descubierto un poco de piel de mi pecho, con mis piernas largas y tersas bien depiladas, y mis boxers ajustados; me eche el cabello hacia atrás antes de verme en el espejo por última vez, respirando profundamente. Salí del baño.
El trayecto del baño al cuarto es relativamente corto, a pesar de que este en el extremo opuesto del departamento, no tarde más de diez segundos cuando ya estaba parado frente a la puerta corredera de la única y principal habitación.
Me sudaban las manos y comencé a morderme el labio inferior. Estaba nervioso, según parece. Y no se bien aún por qué; no es la primera vez que me acuesto con alguien, cielos, ¿a qué se debe tanta niñería? Ya hable de eso, ya, en buena onda, basta. Deja de morderte el labio y sudar que entonces dejaras de verte apetecible y sentirán lastima, y lastima no deseas transmitir.
Muy tu compañero de equipo, sí, pero es un chico, y todos los chicos tenemos lo mismo, solo en distintas proporciones.
Suspire de nuevo y baje la mirada, pensando todavía en qué sería con lo primero que me topase al abrir esa puerta. En fin, de un movimiento, abrí completamente, sin levantar los ojos del suelo, entre y cerré tras de mí.
Al alzar la vista me encontré a un Ibuki sentado justo en medio de la habitación, en calzoncillos, inquiriéndome perplejo, con los ojos y la boca muy abiertos, me examinaba de arriba abajo. Su rostro se crispo y leves rubores adornaron sus mejillas.
-Whoa- lo escuche exclamar idiotamente con su tono sorprendido, sin despegarme la mirada. Fruncí el ceño y torcí la boca, desviando mis ojos a otro lado.
-¿Qué se supone que significa ese whoa?- le pregunte entre apenado y disgustado, no evitando levantar un poco el tono. De inmediato Ibuki se dio cuenta de mi creciente incomodidad y se retractó, sacudiendo la cabeza nerviosamente, tenso.
-Ah… yo, lo siento… no fue mi intensión… salió solo. Disculpa si te molesto. Fue solo una expresión- se notaba cuanto costoso le era pronunciar aquellas simples palabras. Volteo la cabeza, rascándose la nuca, aumentando la coloración de su cara.
Sonreí de lado instintivamente, después de todo, incluso Ibuki tenía sus momentos adorables.
Lentamente me fui acercando a él, intercalando mis pies por delante, en un sutil pero provocativo movimiento de cadera. Estire mi pierna derecha, rozando con mis dedos su piel, ocasionando que fijara sus desconcertados ojos en mis acciones. Deslice mi pie por su pierna, subiendo gradualmente, aplique un tanto de fuerza, logrando separarle ambas extremidades, me cole entre ellas.
Ibuki estaba completamente anonadado, observándome sin proferir ruido alguno. Di un par de pasos más y me senté sobre su estómago, haciendo que se reclinara sobre sus codos. Flexione mis rodillas a cada lado de su torso y lo sujete por los hombros, sin dejar de verlo directamente.
Relamí mis labios con la punta de la lengua, en un gesto seductor que lo hizo pasar saliva. Apreté mis dedos impetuosamente sobre sus musculosos hombros, reduciendo la distancia entre nuestros rostros, le plante un seguro beso en los labios.
Un beso sumamente curioso y distante, nulo, en pocas palabras. No hubo un beso, Ibuki se negó a abrir la boca, solo se limitaba a sentir el paseo de mi lengua sobre sus labios tensos y fríos. Continúe por unos instantes esperando ocurriera un cambio, pero no, nada, se quedó estático como una piedra.
Abrí un ojo y lo pude ver con la cara sonrojada a más no poder, acompañado de su ceño fruncido y las diminutas gotas de sudor resbalarle la frente.
Resople mentalmente, acabando de una vez con aquel insipiente contacto. Me le quede viendo unos momentos, con mis ánimos a punto de derrumbarse y esa subida de autoestima descendiendo brutalmente hasta el suelo.
¿De eso me estuve mortificando tanto?
Finalmente Ibuki normalizo su respiración, que no tengo idea de cuándo ni cómo la perdió, para fijar sus ojos en mí de nuevo.
Incline la cabeza a un lado, haciendo un gesto muy obvio con las cejas.
Ibuki sonrió, por primera vez en los minutos que llevábamos dentro del cuarto, sonrió sinceramente, con los ojos resplandecientes y apacibles, me miro cariñosamente.
Palmo mis muslos delicadamente, estremeciéndome.
-Hablemos- dijo, tomándome de la cintura, me levanto cuidadosamente, sentándome sobre el tatami a su lado. Por mi parte estaba totalmente aturdido sin comprender lo que sucedida, ¿A qué se debía ese repentino cambio de planes? ¿Hablemos? ¿Qué pretende con ese "hablemos"? ¿Qué hablemos de verdad, charlar, conversar?
-¿Quieres platicar?- pregunte. Este se incorporó, sentándose con las piernas cruzadas frente a mí, aún mantenía su extraña sonrisa en los labios.
-Sí, quiero conversar, hablemos de algo- soltó simplemente, como si no importara y fuera una trivialidad. Fruncí el ceño.
-¿Entonces por qué estás en ropa interior si pretendías hablar desde un principio?- le cuestione, aun sin creerme el revesado giro de los acontecimientos.
Ibuki frunció la boca y arrugo la frente.
-Tú dijiste que me pusiera cómodo; así me estoy usualmente en mi departamento.
-Ah, ya veo- fue lo único que atine a decirle, desviando la vista otra vez. Note la amplia sonrisa de Ibuki, y sentí como tomaba mi mano sobre el muslo. Me gire para verlo, y al fin pude encontrarme con sus ojos.
En línea…
Kirino Ranmaru: ¿Qué tal te ha ido con Mr. Basket?
Shindou Takuto: Mal, muy mal.
Kirino Ranmaru: ¿Y eso? ¿Tan malo es en la cama? ¿Eyaculador precoz, o de plano necesita pastillitas azules?
Shindou Takuto: No, nada de eso, fue peor.
Kirino Ranmaru: ¿En serio? Vaya, y eso que se ve como un chico en forma.
Shindou Takuto: Cierra la boca, ¡No pasó nada, nada! No hicimos otra cosa más que platicar por horas, ¡horas!
Kirino Ranmaru: ¿Qué? ¿Chacharearon? ¿De verdad?
Shindou Takuto: Si, por horas, vimos televisión y pedimos comida a domicilio, ¡nada más, nada de nada más paso!
Kirino Ranmaru: ¡Te dije que te arreglaras! Seguro te llevaste esos enormes boxers grises, cuantas veces te he dicho que deberías tirarlos.
Shindou Takuto: Si, Kirino, muchas cosas debería hacer que no hago, ya se. Pero esta vez no me equivoque en nada, hice lo mismo de siempre; me encerré en su baño, y oh sorpresa, no tiene botiquín. Entre en pánico.
Kirino Ranmaru: Ahí está tu respuesta; le debiste haber parecido un paranoico desquiciado.
Shindou Takuto: Kirino, hablo en serio cuando te digo que estaba bien todo, se quedó impactado cuando me vio, casi babeaba. Nos besamos, bueno, no exactamente nos besamos pero lo intente, y después me dijo que quería hablar, ¡así nada más!
Kirino Ranmaru: Seguro te propasaste con ese beso, Takuto, es que a veces hay que medirse.
Shindou Takuto: Ay Kirino, no me entiendes, te garantizo que iba con todas las de tener sexo, créeme, no sé qué paso que de buenas a primeras se echó para atrás.
Kirino Ranmaru: Bueno, sus razones ha de tener, si supuestamente no hiciste nada malo, te creeré. Se debió asustar y mejor dijo "ay, Dios, un ser tan majestuoso como este no puede ser ensuciado con mis manos mortales. No puedo, no puedo".
Shindou Takuto: Gracias, Ranmaru, eres un amor.
Kirino Ranmaru: De nada, ya sabes; cuando quieras (beso).
Shindou Takuto: En ese caso, ¿Por qué no vienes a la casa? Me quede con antojo.
Kirino Ranmaru: Uy, que si me encantaría, pero he quedado con Minamisawa de ir al cine, así que pues no podré. Tal vez mañana.
Shindou Takuto: ¡Para mañana ya estaré frio! Además, Minamisawa es más homosexual que tú y yo juntos; tú odias a los gays. ¿De cuándo acá sales con él? ¿Le pides permiso a Kurama?
Kirino Ranmaru: No soportare tus ataques de celos, nena. Kurama y yo lo compartimos, no te preocupes (guiño). ¡Chao!
Shindou Takuto: Descuida, no sabes el peso que me has quitado de encima. Adiós.
Espere un rato luego de que se desconectara, para enviarle un icono de una mano con el dedo medio alzado.
Entre el millón de cosas que debía hacer, y extrañamente hacía, una de ellas era ir al entrenamiento de soccer. Hacía mucho calor, sentía el cuerpo pesado y pegajoso, estaba incomodo, empapado en sudor, ya podía apreciar la urticaria rodearme el cuerpo entero.
Tenma se barrió para quitarme la pelota, en un distraído movimiento; me fui al suelo de bruces sin poner las manos.
-¡Shindou! Lo siento tanto- se disculpó apresuradamente, bajando la cabeza y estirando los brazos para ayudarme a levantar. Le hice ademan con la mano de que se despreocupara, que estaba bien, mientras me recargaba en mis rodillas, notando el fino hilo de sangre que comenzó a brotar de mi labio superior. Después de todo si hubo problema.
Me mandaron a la enfermería, donde la enfermera en turno me dio unos analgésicos y un pañuelo para detener la hemorragia. Me había mordido el labio al caer. Le di las gracias, por no haber hecho nada más que calmar mi malestar, y me fui a los vestidores; no volvería al entrenamiento con este clima tan sofocante, bajo el sol y con el labio maltrecho.
Además, no estaba de ánimos, la nocturna conversación con Kirino, la decepcionante situación con Ibuki de cierto modo me afecto, lo único que deseaba en esos instantes era tumbarme en una cama y dormir, y si era con alguien más, mejor.
Con Tenma jamás me he acostado, porque alguna vez, Tsurugi me comento lo emocionalmente aprensivo que es, y esa es una de las imprescindibles reglas de supervivencia que tengo; 1). No tomarle demasiada importancia a nada. 2). No relacionarse sentimentalmente con nadie. 3). Callarse. Y si seguía esas simples indicaciones, todo iba de maravilla. Así que básicamente, Tenma estaba fuera de mi estricto orden de vida.
Aunque en estos momentos estoy fallando deliberadamente con la numero 1; estoy pensando mucho y dándole la innecesaria importancia al particular encuentro con Ibuki, sus razones y su detestable baño sin botiquín médico. Ocasionando, en su defecto, mi falta de concentración y logrando así que mi vida se vaya a la mierda lentamente. Dando inicio con este maldito labio deforme.
De camino fuera de los vestidores, mi móvil vibro en el bolsillo. Era un mensaje por whatsapp, de Ibuki.
"Veámonos en mi departamento", decía.
¿Qué? ¿Otra vez? ¡Ya se me acabaron los temas de conversación interesantes! A menos que quieras que te hable sobre música clásica y mi afinidad por los puros cubanos y las copas de vino, además de que puedo añadir mi multifacético y versátil carácter bipolar y deprimente, acompañado de la bochornosa anécdota que origino todo este disparate ¡y mi necesidad de revolcarme con alguien!
Y como tengo mucho autocontrol, siguiendo mis reglas básicas para la supervivencia en vida, me calle. Y solo le conteste con un "no puedo".
"Vamos, solo será un rato". Un rato suena mejor, pero no lo suficiente como para convencerme, porque sé que solo está alardeando.
"Tengo entrenamiento, lo siento. En otra ocasión". Trate de deslindarme lo mejor que podía, lo cual tardaba en surtir efecto.
"Esta tarde, después de las cuatro, a esa hora no estas ocupado, ¿o sí?". Qué bien se sabe mi rutinario itinerario. "Puedo pasar por ti luego de la práctica. Podemos ir a comer algo".
Y esa fue la gota insistente que termino por derramar mi vaso de paciencia. Busque en mi cabeza algo factible, pero todo lo que hallaba sonaba estúpido e incoherente, y mi prolongada espera la interpreto como una respuesta afirmativa.
"Entonces, ¿paso por ti?".
"No, te veo en tu departamento. Adiós". No me espere a que contestara, cerré la ventanilla y guarde el celular. Resople mentalmente, culpándome de lo idiota que soy al meterme con tipos como él, tipos que no tienen botiquín medico en el baño.
Mire el entrenamiento por un rato, quedándome hasta tarde para hablar con Kirino. Cielos, hablar, esa palabra se volvía tabú para mí, una que debo comenzar a sacar de mi vocabulario sino quiero experimentar el abrumador recuerdo de Ibuki y sus conversaciones, pero ah, qué cosas, hoy la experimentare físicamente de nuevo. ¡Qué emoción!
-¿Cuántas aspirinas te dio Amira? ¿Veinte? ¡Te ves del asco!- soltó sarcástico mientras se sentaba en la banca, secándose el cuello con la toalla.
-Si hubiera tomado veinte aspirinas no me vería del asco, seria al revés, créeme- le espete tratando de sonar divertido, pero de mi boca solo salió una frase decaída y desganada, muy forzosa que obviamente percato Kirino.
-¿Te pasa algo malo, además de lo usual?
-Sí; Ibuki me invito otra vez a su departamento.
-Uh…- fingió asombro, sacudiendo la mano de arriba abajo -. Me compadezco de ti. Es una verdadera pena que ahora tengas un compromiso.
-¡No es un compromiso! Si quiero, no voy, no estoy obligado- me defendí, sentándome a su lado.
-Pero si haces eso, quedaras como una zorra chillona- se alzó de hombros, haciendo un ademan muy obvio con las manos, torciendo la mueca -. Y no quieres quedar mal con tus compañeros laborales, ¿no?
-Ni siquiera sabes lo que significa zorra chillona, que te lo haya dicho Kariya no significa que lo puedas usar conmigo- me señale, frunciendo el ceño ligeramente.
-Me pareció apropiado utilizarlo aquí, total, es lo que eres- rodé los ojos; es inútil tratar de razonar con Kirino luego de un agotador entrenamiento, debí recordarlo cuando me aproximaba, pero no podía pensar en otra cosa más que en la endemoniada tarde que debería pasar con Ibuki.
Suspire.
-Bueno, bueno, ya, dejare de herir tus sentimientos- un momento de silencio -. Bueno, ya dime como te invito.
-Por whatsapp- solté algo decadente, contrayendo mi mueca sin mirarlo directamente.
-¿Whatsapp? Vaya, que tacaño, no quería gastar ni un centavo en un mensaje.
-Hablo en serio, me dijo que nos viéramos en su departamento, como la última vez.
-A lo mejor esta vez sí sucede.
-Uy, si, sobre todo con su insistencia de vernos y venir por mí.
-¿Se ofreció a pasar por ti? ¡Qué romántico!- y juntó sus manos sobre su pecho, fingiendo ternura. Volví a rodar los ojos.
-No, no es romántico, es molesto. Es como un crio insistente y pedante.
-Pero bueno, iras, ganó- y se alzó de hombros, restándole importancia. Kirino tenía razón, independientemente de lo imbécil e infantil que fuera Ibuki, yo iría a su departamento, convencido, a duras penas, ahorrándome la humillación de verlo pasar por mí.
Suspire otra vez.
-Te vas a desinflar, ya basta.
-No, no puedo "bastar". ¡Ni siquiera sé lo que diré, ya se me acabo la charla!
-Ya te dije, a lo mejor esta vez si se hace, no pienses tanto en lo que dirás, sino en lo que escucharas- y me guiño un ojo, picándome con el codo. Resople mentalmente, frunciendo el ceño, ¿Qué debía esperar de un maldito metrosexual liberador? ¡Nada más que positivismo! -. Mira, tómalo por este lado; vas, hacen lo que quieran hacer, y luego te vas al yoga. Hoy es jueves, hoy dan clase.
Como Tsurugi fuma un Wild Seven, Kirino se toma un vaso de Jack Daniel's y Sangoku canta a todo pulmón Somebody to Love; yo hago yoga después del sexo.
No inmediatamente, pero si era la primer actividad física que realizaba luego de dicho acto. Me relaja y hace sentir bien, descansado, tranquilo y sereno, logro olvidarme de mi penosa situación y de todas las congojas de mi vida. Adoro el yoga después del sexo; es tan gratificante y llenador, que a veces solo tengo sexo para hacer yoga, porque se siente increíble esa combinación.
Aunque jamás he intentado juntarlas directamente.
-Lo considerare- le dije a Kirino, poniéndome de pie.
-¿Impaciente?- me pregunto, viéndome pícaramente con una sonrisa.
-Cállate- me di la vuelta y comencé a alejarme, no sin antes escucharlo a gritos que saludara a Ibuki de su parte.
El taxi se detuvo frente al destartalado edificio de apartamentos, donde vive Ibuki. No me gusta esa zona de la ciudad, si, está llena de comercios, centros comerciales y las principales fábricas, perfecta para la vida laboral, social y nocturna, pero está repleta de autos, un espantoso trafico todos los días, uno debe caminar o andar en bicicleta por ahí.
Ibuki me conto, en una de nuestras fastidiosas y eternas charlas, que va caminando al trabajo, no le queda demasiado lejos, ni tampoco la escuela, donde entrena baloncesto. En teoría; ese lugar le sienta bien a él, no a mí.
Le tendí los billetes al conductor y se fue. El edificio es viejo, su fachada antigua es desdeñosa, pero sólida. El departamento de Ibuki esta hasta el último piso, en una esquina, desde aquí abajo puedo ver la ventana de la habitación.
Di un paso iniciando mi andar cuando el teléfono vibro nuevamente. Otro whatsapp, de Ibuki.
"Cambio de planes; veámonos en el Mercado de Chispas del Barrio de Sarasa". Y ahí fue que posiblemente tenga cierta veracidad la suposición de Kirino sobre la avaricia de Ibuki. Me manda whatsapps en lugar de mensajes normales, tal vez es mucho más práctico y sencillo, pero yo tuve que pagar el domicilio de la comida que pedimos la vez que nos vimos. Así que no le está remunerando muy bien el trabajo, al parecer.
No me molestaba haber pagado un par de billetes de más al conductor del taxi, el Barrio de Sarasa está cerca, figurativamente hablando; son unas ocho cuadras, si no es que más. Aunque bien me puede sentar el caminar. Gire sobre mis talones y avance en dirección citada, contestándole el mensaje con un elocuente "ok".
Sarasa se está ubicado estratégicamente en un cruce peatonal muy transitado, donde es fácil perderse entre sus tiendas y restaurantes. Se conforma por cuatro edificios enormes en cada esquina, y por establecimientos diversos en sus alrededores cercanos. Ese sitio se llena de estudiantes a esta hora, y pasado el rato, de adultos jóvenes que salen de trabajar.
Me abrí paso entre la multitud, la muchedumbre y su barullo me hacían doler la cabeza, no soporto el tumulto de gente aglomerada en un solo lugar, es una verdadera merma de tiempo. Las constantes punzadas en la cabeza me hicieron pensar en los analgésicos de Tsurugi, y si debía tomarlos con un trago de whisky.
Finalmente pude librarme del enjambre de personas y entrar en el edificio comercial donde se encontraba Mercado de Chispas, un nombre bastante baboso para una heladería, pero no es asunto mío involucrarme en la toma de decisión de nombres. Subí por las escaleras eléctricas y me pase una mano por el cabello.
Ahí estaba Ibuki, en el preciso momento en que atravesé la cristalina puerta, lo divise esperándome pacientemente sentado en una mesa de la esquina, comiéndose tranquilo un helado de fresa con chispas de colores. Nótese; la especialidad del lugar son las chispas.
-Llegaste- dijo en cuanto me vio acercarme, sonrió. A modo de saludo, me quede callado y levante la barbilla, forzando una media sonrisa en la comisura de los labios. Me quite la mochila y me senté frente a él.
-No sabía que te gustara Mercado de Chispas- dije para romper el hielo, tratando de sonar casual.
-Hay muchas cosas que aún no sabes de mi- sonrió, yo me pase una mano por el cabello y mire en ambas direcciones. Se reclino sobre el respaldo, sacando su móvil del bolsillo -. Además, aquí hay wifi gratis- y lo movió en el aire. Yo solo pude corresponderle falsamente el gesto, con mis hombros tensos.
No es que sea prepotente, pero tengo ciertos estándares cuando salgo con alguien; no salgo con pobres. Lamento la expresión. No necesariamente deben estarse pudriendo en dinero, al menos llevar una vida estable y plena, algo así como yo y mis gastos; sé que soy de familia adinerada, por ello tengo gustos particulares. Aunque puedo adaptarme, a un modo y nivel, ni más ni menos.
Ibuki trabaja medio tiempo en un restaurante de Sarasa, como mesero, vive en un departamento pequeño de un edificio viejo y feo, apenas se logra sustentar la semana, y entrena baloncesto en Gassan Kunimitsu. No es exactamente mi tipo, no llena precisamente mis estándares requeridos para un posible amante.
No quiero sonar pretensioso, pero así es como soy y así me he criado, no puedo cambiar de la noche a la mañana, mucho menos por alguien que ni siquiera sé para qué me quiere.
-¿No gustas un helado?- soltó de pronto, sacándome del repentino estupor en el que me había sumergido. Negué con la cabeza.
-Ahora no, gracias- baje la mirada y me pase una mano por el cabello.
-Bueno, y, ¿Cómo estás?- ¿de verdad daríamos inicio a ese tipo de conversaciones aburridas que la gente normal hace cuando se acaban de encontrar? Detesto esas charlar, son tediosísimas, yo prefiero ir al punto, pero recuerda, no hay que parecer desesperado. Me pase una mano por el cabello.
-Amm… bien, supongo. ¿Y tú?
-Excelente, ha sido un gran día- y sonrió. Esa sonrisa me estaba crispando los nervios. Me dije a mi mismo que esa venía siendo una pérdida de tiempo, uno que bien podría estar aprovechando en algo más productivo que estar "platicando" con Ibuki. Resople mentalmente y suspire. Tendría que faltar a una de mis reglas más importantes, y hacerme escuchar, o soportar por no sé cuánto tiempo más esta estúpida "cháchara".
-Ibuki- comencé diciendo, llamando la atención del aludido de inmediato, que levanto la vista de su helado -. Quisiera ir al grano, sabes, no me gusta estar dándole vueltas a las cosas, ¿Qué es lo que quieres de mí? Y por favor, no me digas que hablar porque estoy empezando a odiar el término que le das.
-¿Término? ¿Cuál término?- pregunto confundido, volví a suspirar.
-Ese, ese de pretender levantar una "conversación" sin mucho sentido. Usualmente cuando alguien me pide vernos, es para hacer otro tipo de cosas, si es que sabes a lo que me refiero- alce una ceja, observándolo inquisitivamente para que entendiera la indirecta que fue directa. Ibuki frunció el ceño, extrañado.
-Pero sí estamos haciendo algo- exclamo a la defensiva. Me pase una mano por el cabello, me comenzaba a dar cuenta de lo poco racional que sonaba todo aquello.
-Creo que tu concepto de hacer y el mío, no son exactamente iguales.
-Sí, sí lo son. Estamos haciendo algo, por supuesto que hacemos algo- pronuncio en un tono demasiado alegre para la circunstancia, consternándome. La tensión era evidente, mi aturdimiento igualmente visible. Ibuki se rio un poco, y luego de colgar en suspenso la frase, remato -. Nos estamos conociendo.
No me habría sorprendido tanto escuchar esa oración, si no fuera porque ya antes tuve el placer y el gusto de oír las mismas palabras pronunciadas de distintos labios, en un tono completamente diferente y de una persona ajena y totalmente contrariada con el Ibuki que tenía enfrente, por supuesto, con las mismas intensiones y sentimientos encontrados. No me habría sorprendido tanto porque pensé jamás escucharlas de nuevo, porque me dedique a no saber más de ellas.
Mis hombros se tensaron instintivamente y me pase una mano por el cabello. Un escalofrió me recorrió la espina y temblé ligeramente, con la contenta y resplandeciente mirada de Ibuki sobre mí.
Reí nervioso, fingiendo una completa empatia, destensando los brazos, los colé sobre la mesa, aparentando calma. Ibuki me siguió la corriente.
-Oye, mira que interesante, suena divertido y todo eso, pero, antes de seguir con nuestra "conversación sobre conocernos", creo que te aceptare tu propuesta inicial, ¿me podrías traer un helado?
-¡Claro, seguro!- Ibuki pareció no percibir mi irónico e incómodo tono, al contrario, se veía complacido de hacerme un favor tan banal como aquel -. ¿De qué lo quieres?
-… ¡Pistache! Si, pistache, por favor, con unas chispas de chocolate, si no es mucha molestia- fingí una risa nerviosa y me pase la mano por el cabello. Ibuki asintió, murmurando un "ya vuelvo", poniéndose de pie y marchando al mostrador.
Mire su espalda frente al aparador escogiendo el sabor, en ese justo momento, salí huyendo del establecimiento.
En línea…
Shindou Takuto: ¿Estas?
Kirino Ranmaru: Si ¿Qué pasa?
Shindou Takuto: ¡Me ha ido mal, terriblemente mal!
Kirino Ranmaru: ¿Qué? ¿Con quién, cuándo, dónde, cómo, por qué?
Shindou Takuto: Con Ibuki, hoy, en el Mercado de Chispas, me compro un helado de pistache, ¡entre en pánico!
Kirino Ranmaru: ¿Qué? ¿En serio? ¿De pistache? Con razón tuviste un ataque de histeria, ¡odias el pistache! Además no sabía que le gustara el exhibicionismo; ¡que pervertido!
Shindou Takuto: No es de lo que se trata, no volvió a pasar nada, me llamo para charlar, conversar, ¡para proponerme que nos conociéramos!
Kirino Ranmaru: ¿Para qué se conocieran? ¿No se conocen ya? A ver, creo Shindou, que te debes calmar un poco y explicarme todo desde el inicio, ya me revolviste, no te entiendo nada.
Shindou Takuto: ¿Qué no puedes entender, Kirino? Ibuki me pretende, Dios, ¿Cómo no me di cuenta? ¡Quiere algo serio conmigo! Le dije que me sentía incómodo con esas pláticas repentinas que le surgieron y ese interés en mí, que fuera al grano, que hiciera lo que quisiera conmigo y san se acabó, pero me contesto con que ya estábamos haciendo algo, ¡que nos estábamos conociendo!
Kirino Ranmaru: Cielos, eso es grave. ¿Y qué le respondiste?
Shindou Takuto: Nada, me quede callado, le pedí que me comprara un helado, y en lo que iba, escape. Salí huyendo, Kirino, ¡entre en pánico y me eche a correr! Dios mío, ¿Qué debo hacer ahora?
Kirino Ranmaru: Bueno, en mi apreciable opinión y consejo, que no me has pedido, pero sé que por algo me has hablado, te sugiero te alejes un poco de él; será lo mejor, tal vez entienda la indirecta de que a ti no te interesa algo serio.
Shindou Takuto: Tengo miedo, Kirino, ¿y si insiste, si me busca? No sé si podré soportarlo. Sabía que no debía meterme con gente del trabajo, debí suponer que sucedería, que esas eran sus intenciones desde el principio.
Kirino Ranmaru: Tú tranquilízate, deberías dejar de pensar en ello, al menos por unos días, enfócate en algo más productico que tu necesidad de contacto físico y compañía. O bien, ¿Por qué no vienes? Ya verás que la distracción te servirá, y quizá medites todos tus errores hasta entonces (sonrisa).
Shindou Takuto: Esta bien, voy para allá.
Me desconecte inmediatamente y me quede quieto un momento frente al ordenador. Debería pensar menos y hacer más, debería olvidar y superar. Debería hacer muchas cosas más que solo buscar amantes fortuitos y compadecerme de mi situación, lamentándomelo todo, un pretexto para las equivocaciones.
Suspire, me pase una mano por el cabello. Tome mi móvil y salí del cuarto.
