Estaba asfixiado por las circunstancias. Desde que se le habia elegido para desempeñar este "honor" el mundo se le habia venido abajo. Se sentía presionado, exigido y el miedo empezaba a fluir en sus venas a la par de su sangre. Todas las tardes habia estado encerrado en la sala de menesteres intentando reparar esa maldita cosa para cumplir con una de sus misiones en ese estúpido plan. Pero, ¿acaso el impecable Draco Malfoy debía ensuciar sus manos como un mugriento muggle?
Mientra, la situación se le estaba saliendo de las manos pues no habia obtenido ningun acierto en su mision de asesinar a Dumbledore y a cada fallo el miedo crecía un poco más. El collar no habia tenido exito y creía que la idea del licor de Hidromiel tal vez si resultara. Mas, un secreto deseo contrario a su mision le hacia desear que este nuevo intento tambien fracasara. No se sentía realmente un asesino.
Decidió que por esa noche ya habia sido suficiente. Estaba hastiado del lugar y del armario. Se arreglo su tunica y limpió sus manos. Sin querer se le enrredó la manga en un gancho perdido en la sala y ante sus ojos se reveló la marca de su sentencia. Como la odiaba. Su padre, empeñado en ganar terreno en los favoritismos de Su Señor le habia arrastrado a ese infierno y luego El Que No Debe Ser Nombrado le habia amenazado poniendo como carnada a su propia madre. No habia tenido opción. O aceptaba o todo se iba al diablo. Se desenganchó y rápidamente se cubrió. Salió de la sala , necesitaba aire.
Pensó en la torre de astronomía y creyó que era un buen lugar para despejar la mente. Se pusó su capuchón y así como intentando ser invisible se acercó al lugar. Subió lentamente las escaleras, nada le apresuraba. Cautelosamente fue avanzando y una suave brisa poco a poco fue llegando a su rostro. Pero con ella tambien un sonido. Se tensó. Aferró su varita y siguió subiendo para saber que clase de sonido era ese. Jamás habia escuchado algo asi. Al llegar notó una presencia cuya sombra se recortaba en la pared. Esa sombra se movia, danzaba de un lado a otro con una delicada gracia. El sonido ahora completamente reconocible le llegaba a los oidos. Era una canción. La cantaba la silueta danzarina.
Draco entornó los ojos para ver bien quien era la chica que cantaba. Grande fue su sorpresa al descubrir que las luces melancólicas del crepúsculo le daban suaves brillos a una cabellera castaña. Algo dentro de él se removió. Hermione se movía suavemente en el espacio que le brindaba el lugar. Su voz resonaba dulcemente. Draco no conocía la canción. Quizás era alguna muggle. Ella seguía cantando.
Draco se percató que la muchacha estaba feliz. ¿Porque? ºel creía saberlo. La habia visto en la tarde antes del partido alentando al cara rajada y a la comadreja y de pronto le habia dado un beso en la mejilla al pelirrojo. De inmediato ambos se habian sonrozado. Pero Weasley no se quedó atras. Le tomo de la cintura y le habia abrazado. De seguro le daba las gracias.
-Que ridiculos- habia pensado en ese momento. Pero una sensación extraña le habia incomodado. No le presto atención. No lo valia.
Ahora ella bailaba contenta, con una hermoso brillo en los ojos y cantando suavecito. Draco perdió la noción del tiempo. Solo atinaba a verla girar, los cabellos al viento ondeando, la silueta preciosa. ¿Preciosa?, ¿Acasó Draco Malfoy habia pensado que la sangre sucia era preciosa? No, eso no podia ser.
Se agazapó más contra el muro para que la muchacha no lo descubriera. De pronto la castaña se detuvo, miró en la dirección en la que se encontraba el rubio con extrañeza y el corazón del joven se paralizo. ¿Le habria descubierto? Hermione quedó así por un momento pero al no notar nada raro volvió a cantar caminando hacia el balcón. Al rubio de pronto un pensamiento se le vino a la mente. Ella parecía un pajaro. Un pajaro cantarín. Y recordó unos pajaros que anidaban cada temporada en los alrededores de su mansion. Eran gorriones. ºel los conocía bien. A su madre le encantaban. Ella amaba la tonalidad de los machos con su manchón rojo en la espalda. Rojo, que molestia. Mas, a él siempre le llamó la atención la fragilidad de las hembras. Ellas eran castañas, pequeñas y parecían hechas de algodón. No le gustaba pensar en esos pajaros ahora. No era un pensamiento digno de un Malfoy.
Pero ahora ella se los traía a la mente. Porque cantaba bonito como un gorrión, porque su cabello era del mismo color. Y aunque no quería admitirlo, ella lucia delicada, pequeña y suave como el algodón.
Sacudió su cabeza- Que estas pensando Draco. Es Granger. Es tu enemiga. Es la ratona de biblioteca amiga del insufrible Potter y del idiota y pobretón e imbecil y desagradable Weasley - Vaya, no habia notado que odiaba tanto al pelirrojo, pensó.
Hermione volvió a callar y se acomodó el cabello. Se giró y Draco pudo ver una Linda sonrisa en sus labios. Estaba pensando en alguien de seguro. En Weasley pensó Draco. La joven entonces tomó el libro que tenía tirado en el suelo, acomodó su tunica y empezó a caminar a la salida. Draco se sobresalto y rápidamente se acurrucó en un rincón oscuro del lugar. La chica pasó a su lado sin notarlo. Tan absorta estaba en sus pensamientos. Y fue bajando las escaleras tarareando otra vez. Al rubio que aún seguía observandola se le ocurrió que ella bajaba como volando en suave picada. La perdió de vista, mas su voz duró en el ambiente un poquito más. Draco se sentó en el suelo y se dejó llevar por la melodía. No entendía pero ésta le alivianaba el corazón.
-Vaya Granger. No sabía que podías convertirte en un precioso gorrión-susurró. Al darse cuenta de sus palabras un tonó de rosa pálido le adornó las mejillas y notó agitados los latidos. - Niña tonta, me hace pensar cosas que no debo- Dijo de pronto molesto. Se levantó. Sacudió su ropa y rápida pero cuidadosamente bajo las escaleras para marcharse a su sala común.
