DISCLAIMER: Vocaloid, sus canciones y sus personajes no me pertenecen.
Fear Garden
Una pala, un poco de tierra, y listo. "Ah qué original. Seguro están enterrando a alguien" dirás. No. No es así. Es sólo un jardín. No es muy grande, pero tampoco es como si fuese a crecer mucho de todas formas. Es muy colorido y tiene toda clase de…"pétalos". Incluso algunos tienen diseños. Seguro te encantará.
Su nombre es Fear Garden. ¿Lo quieres conocer?
Aquella puerta de vidrio fue empujada por una delicada mano, con un manicure perfecto y un esmalte amarillo reluciente. La campanilla sonó e inmediatamente la mujer de largos cabellos rosas volteó a ver a su rubia clienta. Le sonrió amablemente y luego volvió a su costura. Estaba a punto de terminar y pronto le entregaría a aquella muchacha de ojos azules que acababa de entrar, su pedido. Una sencilla bata blanca, con un perfecto bordado de flores.
La chica de rubios cabellos se sentó frente a la costurera más famosa de aquél pueblo, y simplemente se dedicó a observar su trabajo. Sus ojos brillaban con emoción cada vez que con suavidad, las manos de la costurera hacían un punto. Los orbes azules seguían cada movimiento, una sonrisa se asomaba por su rostro, cada vez más y más ancha. La mujer frente a ella se dio cuenta pareciéndole un gesto bastante perturbador. Siguió trabajando, a pesar de sentirse cada vez más y más nerviosa; no podía concentrarse.
Cada segundo que pasaba aumentaba la tensión que le generaba la mirada penetrante y la tétrica sonrisa, haciendo que,en una distracción, se pinchase el dedo índice. Automáticamente, abandonó su tarea, apartando la blanca prenda para no mancharla de las pequeñas y pocas gotas de sangre que emanaban de la herida. La rubia susurró algo apenas audible. Pero aún así pudo entenderlo.
"El dolor pronto terminará".
Sin saber bien a qué se refería y temiendo saberlo, la pelirosa se quedó estática, observando cómo la otra, levantándose lentamente, se acercaba a la puerta de vidrio, volvía el letrero de la entrada a "cerrado" y corría las cortinas, ocultando toda visibilidad y con ella, la única entrada de la tenue luz de las seis de la tarde. El lugar se sumió en penumbra. Solo se podía distinguir el brillo aquellos ojos azul cielo.
La muchacha desapareció por una puerta, alegando que buscaría alguna curita, o venda para la mujer. Pero la costurera se hallaba cada vez más extrañada por la acción de su clienta. Se dio cuenta de que debería haber reaccionado, haberla despachado, haberle impedido tomar el control de la situación. Ella no estaba herida de gravedad; físicamente no tenía nada que le impidiera hacerle frente a la rubia que se estaba tomando tantos atrevimientos en su sitio de trabajo, sin mencionar que le ponía los pelos de punta. Sin embargo, sólo se quedó ahí. ¿Por qué?, se preguntaba. ¿Qué le impedía moverse? ¿Qué la tenía allí, paralizada?
Sus ojos. Sus ojos azules, brillantes.
Entonces lo notó. Su cuerpo no respondía a sí misma, como desconectado de la mente. ¿Su equivocación? Ninguno. Ella solo había dejado pasar a una joven clienta. Aunque quizá el error fue aceptar un pedido de la extraña dueña de Fear Garden y haberse pinchado el dedo por distraída.
"Pero el dolor pronto acabará"
La rubia volvió, con las manos tras su espalda, e igual de sonriente. La pelirosa apenas la vio por el rabillo del ojo, pero había notado la escalofriante presencia por sus pasos arrastrados y lo pesado del ambiente de la habitación. La chica no dejaba de enseñar esa dulce y engañosa sonrisa. Se acercó lentamente a la mujer.
Punta. Tacón. Punta. Tacón.
Con cada paso la tensión de una crecía. Y para la otra, la emoción de lo que pasaría después también.
Se detuvo. Se arrodilló ante la temblorosa costurera, que no dejaba de sudar.
"¿Me permites?"
Se negó. Por supuesto que se negó. Pero eso no hizo mella en la otra, sino todo lo contrario...
Sonrisa. ¿De felicidad? ¿De emoción? ¿De éxtasis?
Todas.
Tomó aquella mano, todavía algo manchada de rojo, con tanta delicadeza como fuerza. La mujer no podía oponerse.
Un destello.
Un cuchillo.
Un aullido de dolor.
La rubia ya no podía contener más su emoción. La sangre que le había salpicado en rostro, ropa y cabello, contrastaba con lo azul de sus ojos, el hermoso color oro de su corta melena y con de aquella ropa blanca, ahora decorada con el líquido carmesí proveniente de alguien más. Sus zapatos negros pisaban un creciente mar rojo que no dejaba de brotar de lo que restaba del brazo de la pobre mujer que cada vez se quedaba más pálida.
—Gracias por el pedido—Muy cortésmente se despidió de a quien acababa de mutilar, aunque ella ya no era capaz de responder, entre pequeños gemidos de dolor y agonía que serían todo lo que saldría de su boca en sus últimos momentos, además de los escupitajos de sangre y bilis.
Tomando su nueva bata blanca, que no se había manchado gracias a la precaución de su sastre, con el hermoso bordado amarillo que era lo último que había hecho su nueva adquisición, y tras guardar el cuchillo en su falda, sin molestarse en limpiarlo, salió del lugar. La calle estaba ya a oscuras y en silencio; nadie transitaba por allí después de las seis, a sabiendas del peligro que solía acechar al pueblo durante las noches de viernes. La joven, sin embargo, no percibía ningún peligro; probablemente porque se trataba de ella misma.
Antes de emprender su camino se detuvo frente al local del que acababa de salir, para apreciar bajo la luz del único farol que funcionaba correctamente, su nueva flor.
La blanca y suave mano, de una famosa sastre, con aquellas uñas rosas, esos hermosos pétalos... Oh, ¡y el tallo! ese precioso tallo delicado, que acababa de romper y resquebrajar en medio del éxtasis que le provocaban los crujidos; sin duda era un hueso excelente.
Una nueva flor, para mi jardín.
Un cantante de azul, que se fracturó el brazo al tropezarse en el escenario...
Una actriz de rojo, que se cortó la muñeca con una botella de cerveza...
Un guitarrista de amarillo, que por un misterioso accidente, no pudo volver a tocar con su mano derecha...
Una pianista de blanco que en su depresión, pidió que le quitaran las manos...
Una violinista de naranja, llevada a la locura por su propia música, se colgó de las muñecas, para cortar su circulación...
Una niña de verde que no podía jugar pues nació sin movilidad de los brazos...
La risa psicópata no se hizo esperar.
Todos tienen manos hermosas… Bienvenidos a mi Fear Garden…
¡Holi!
Pues nada, editado. Me puse a releerlo y la verdad me gusta la idea, aunque ya no estoy en el fandum de Vocaloid. Así que pensé en corregir los errores de comas y mejorar un poco la narración.
¡Espero les guste! Quizá me anime a continuar la serie con las demás "flores".
Pues nada, nos leemos :)
Srta_Weirdo en Twitter :D
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