Capitulo 1

Nos reunimos todos los habitantes del Distrito 5 en la gran plaza para presenciar la cosecha, se ven en el rostro de todos que saben que es lo que va a pasar, quienes pertenecen a la parte baja del Distrito están preocupados, nerviosos, y quienes pertenecen a la parte alta del Distritos sienten pesar, pero igual sólo están allí por hacer acto de presencia. Aunque se supone que el nombre de todos los jóvenes de entre 12 y 18 años del Distrito están en la urna. Es bien sabido por todos que si perteneces a la parte alta de la ciudad puedes pagar una exagerada suma de dinero para sacar tu nombre de ahí. La parte alta y baja del Distrito están separadas por la aldea de los vencedores. En alta vivimos las personas que trabajamos en las centrales eléctricas, y aunque allí el salario no es mucho, alcanza para cubrir los gastos y no vivir la miserable vida de la parte baja de donde sé que no tienen que comer, lo sé porque mi familia viene de allá, eso es lo que mi madre dice, pues cuando yo nací mi familia ya vivía aquí.

En mi familia ahorramos todo el año para poder pagar por la libertad de mi hermano y la mía, así que no tendría que preocuparme por ser cosechado, pero por otro lado si pueden alterar las urnas para sacar nombres también lo pueden hacerlo para meter más veces los nombres, ya sea para que las personas de la parte baja de la ciudad reclamen más teselas o porque hayas hecho enfadar al alcalde, que es el único con poder para modificar las urnas, en mi caso estoy más que seguro que este año seré un tributo, porque de todos los 27 años que se llevan celebrando los Juegos del Hambre he sido yo, el primero en hacer enfadar al alcalde.

El alcalde, Ernest Letac, quien no sólo es el alcalde si no también el jefe de todas las centrales eléctricas, es un hombre ya de tercera edad, es muy avaro y codicioso, fue elegido alcalde justo en el primer año de los Juegos del hambre, en remplazo de nuestro anterior alcalde que fue asesinado por haber ayudado en la revuelta del distrito 13. Letac no es más que un títere del capitolio para mantenernos controlados, una herramienta más para que no nos organicemos como el Distrito 13.

Unas semanas atrás, mientras estaba de turno como guardia en la central eléctrica, uno de los pocos trabajos que hay aquí en el Distrito. Un hombre extraño se me acerco exigiéndome que lo dejara entrar, por encima se veía que el hombre estaba borracho y en esas condiciones y en ninguna podía dejar entrar a nadie no autorizado a la central pues cualquier cosa que pasara adentro afectaría a todo Panem, pues allí es dónde se maneja toda la red eléctrica del país, muy pocas personas entran, sólo los trabajadores, que eran muy pocos. El hombre se altero al ver que no le dejaba pasar, me lanzó una mirada intimidante, alzo su mano e intento lanzarme un puño que pude detener y devolver fácilmente por su condición de borracho. No tenía órdenes de hacer eso, sí una situación así se presentaba debía llamar un agente de la paz, pero no lo sabía, hace poco había entrado a trabajar al lugar. El golpe lo tumbo al suelo, que estuviera borracho también afecto, desde el suelo hombre me miro de arriba abajo, se levanto tambaleándose, traté de ayudarle pero él bruscamente me alejo, finalmente de pie pero desequilibrado se alejo del lugar sin decir nada.

Unos momentos después fui llamado a la oficina de Ernest Letac, no sentía como sí hubiese cometido algún error, sabía que debía llamar un agente de la paz, pero que me podrían hacer si me estaba defendiendo. El camino hasta la oficina de Letac fue eterno, los pasillos parecían mucho más largos. Que llamaran a alguien a su oficina no es una buena señal. Caminaba nervioso, estaba helado y sudando, hasta que entre en la oficina del alcalde, un cuarto inmenso y muy elegante, totalmente pintado de blanco y con un cuadro del primer presidente de Panem a espaldas del Alcalde que estaba sentado en su escritorio, y justo al frente del escritorio estaba el hombre que acababa de golpear en defensa, supe de inmediato que mi sí había cometido un error y que estaba en un gran problema. Supongo que el hombre que había golpeado fue a otra de las muchas entradas de la central dónde si le dejaron pasar, en otro lado sí debieron conocerlo porque para mi sorpresa él era el hermano del Alcalde.

— ¿Quién te crees que eres tú para golpear a alguien como mi hermano?—Fue el saludo que me dio el alcalde.

—Disculpe señor, no sabía que era su hermano. — Dije en mi defensa

—Pues fue un error gravísimo, una disculpa no le quitara el dolor a mi hermano — Sabia que en realidad estaba fingiendo, no lo había golpeado tan fuerte.

—Se lo prometo señor, esto no va a volver a suceder, además estaba cumpliendo con mi deber, su hermano traro de golpearme, sólo me defendía.

—Eso no es escusa, creo que lo mejor es que usted y su familia se larguen de la central eléctrica y busquen dónde vivir en la parte baja de la ciudad.

—No, señor por favor— Rogué — Mi familia apenas vive medio decentemente aquí, por favor no los culpe a ellos de algo que yo hice.

—Mira muchacho, usualmente no soy tan compasivo, pero creo que la mejor solución para pagar tu crimen es que tú seas elegido como tributo este año. El capitolio empieza a sospechar que nadie de la parte alta del ciudad sea elegido, creo que tú serías perfecto. — Dijo con una sonrisa malvada en su rostro que su hermano imitó, ya veía el parentesco —Sí, definitivamente eso es lo que haremos. Retírate ahora y vete preparando para participar en los Juegos.

No podía permitir que por algo tan estúpido todos los esfuerzos de mi familia para llegar a dónde están se esfumaran, no me quedaba más remedio que aceptar ser tributo, sí es que es algo que pueda aceptar o no. Cuando llegue a casa le dije la noticia a mi familia. Mi madre se puso muy mal, desde entonces no ha parado de llorar, lo mismo que mi hermano, luego mi padre es el único que se ha podido contener, pero aun así se le ve que ha llorado cuando nadie le ve. Ahora lo que no sé es si tendré que ofrecerme como voluntario o el Alcalde habrá alterado las urnas para que yo sea elegido.

Como todos los años, de ambas partes del Distrito no reuníamos en la plaza, pasaban el mismo video todos los años que justificaba el atroz crimen de llevar jóvenes a pelear hasta la muerte, ya parecía todo un horrible ritual. Nyriam, la escolta de los tributos, sube al escenario con un extravagante sombrero de plumas verdes y dice:

—Bueno, creo que ha llegado la hora de saber que valientes jóvenes serán los tributos este año. Primero las damas, como todos los años— Se acerco a la urna de la derecha y revolvió y revolvió los papelitos hasta que tomo uno — Tracy Omoth.

Nadie hizo ningún ruido ni comento nada, fue un silencio muy largo. Los agentes de la paz acompañaron a una pequeña niña de aparentemente 13 años a la tarima, los otros habitantes del Distrito solo nos limitábamos a observar. Su ropa gastada mostraba que venía de la parte baja del Distrito. No sabía que era más triste, sí la pobre niña que tendría que convertirse en asesina o su madre, que reconocí de inmediato porque no podía hacer nada más que llorar desconsolada. La niña tenía la piel blanca como el papel, tal vez era por los nervios aunque su madre también tenía el mismo tono de piel, al igual que su mismo color de cabello negro. Casi no puede subir al escenario, parecía que estaba a punto de desmallarse.

—Bien ahora vamos a ver qué muchacho nos representara este año— No supe sí sólo fui yo quien noto el tono de sarcasmo en su voz. Esta vez saco un papel sin revolver, y dijo, tal y como me lo esperaba —Jack Greed.

La atención de todos se concentro en mi, quienes me conocían me ubicaron de inmediato, y quienes no también me reconocieron al ver hacía donde miraban los otros. Mientras caminaba hacia la tarima trate de no voltear a ver a las personas que no dejaban de mirarme. De todos los presentes yo era el que menos esperaban que fuese elegido, la pequeña conversación que tuve con el Alcalde sólo la sabíamos él, su hermano, mi familia y yo. Cuando subí a la tarima pude ver con más claridad los rostros de sorpresa de todo el distrito, todos murmuraban cosas. Gire mi cabeza para ver al alcalde que estaba sentado justo detrás de nosotros y tenía esa misma sonrisa que tenía cuando me selecciono como tributo.

—Y ellos son los tributos de este año, Jack Greed y Tracy Omoth. ¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y qué la suerte esté siempre de su lado— Dijo Nyriam y acto seguido nos escolto, o mejor dicho, nos arrastro dentro del edificio de justicia.

Fuimos dirigidos cada uno a una pequeña habitación donde recibiríamos las que posiblemente fuesen las últimas visitas. La habitación dónde me entraron era muy elegante, toda completamente tapizada y con un extenso tapete vino tinto, y justo en el medio un pequeño sofá. Me senté rápidamente en el sofá, sentí ganas de llorar, pero no lo hice, ya lo había hecho lo suficiente, tan sólo trate de "disfrutar" de la comodidad del lugar.

Sentado en el sofá pensé que mi sacrificio no habría sido en vano, no sé sí el capitolio apruebe que las urnas sean alteradas pero creo que la verdad les da igual, lo único que les importa es tener 24 tributos para mantener entretenidos a todos los ciudadanos, para mostrarle a los Distritos su poder. Así que denunciar lo que Ernest Letac hacía no tendría sentido, además que era como asegurar el cupo de mi hermano en los siguientes Juegos del Hambre, porque era obvio que alguien como nuestro alcalde buscaría venganza.

Mi hermano es apenas un año menor que yo, tiene 15 y el otro año cumplirá los 16, a esa edad podrá trabajar como guardia en la central, y sí yo muero en estos Juegos tal vez juntando los salarios de toda la familia y restando el precio que tendrían que pagar por mi libertad porque para ese entonces ya estaré muerto, tal vez sus vidas mejores, como dice ese antiguo refrán: "No hay mal que por bien no venga".