Ginny, no puedes esconderte de mi.

Siente la piedra fría en contacto con su frente febril y a su alrededor el silencio del pasillo desierto. En repugnantes oleadas llega el hedor de las plumas mojadas y siente entre sus dedos el tacto del desgraciado animal que ella misma ha estrangulado detrás de la cabaña de Hagrid.

Ginny, pequeña Ginny... se una buena niña y haz lo que Tom te pide. Ya casi hemos acabado.

En el bolsillo de su túnica el diario que es su delicia y su maldición pesa como si fuera de plomo

Ginny, Ginny...sabes que no esta bien hacerme enfadar, querida.

Mira al suelo, el bajo de su túnica está empapado. La imagen distorsionada que la mira desde el charco está muy pálida.¿Cómo podría desobedecer? Unos pasos más allá el gato de Filch cuelga rígido e inerte de una argolla en el muro.

No pasa nada. Se dice sin conseguir que su mente acalle mil objeciones. Hace tan solo una hora, en el baño de chicas del segundo piso, ha comprendido que pasan muchas cosas. En aquellos viejos retretes ha obedecido a Tom en todo y, en realidad. se alegra de haberlo hecho... Cuando él le ha ordenado cerrar los ojos inmediatamente ha sentido que algo enorme salía por la abertura, arrastrándose y produciendo un sonido rechinante sobre el mármol. Un aliento pútrido ha rozado su cara. Temblando, aferrada al diario, ha confiado en que Tom no dejaría que nada le pasara... y así ha sido. Pero no puede evitar preguntarse ahora que eran aquellas palabras sibilantes, a donde conducía ese agujero y sobre todo qué es ese ser inmundo y si sigue suelto por el colegio.

La voz ruge en su mente. Siente dolor y terror.:

No hay tiempo, estúpida. Hazlo ¡ya!

Y ella clava sus uñas mordidas en la garganta del pobre pollo muerto, reprimiendo las nauseas, con los ojos cerrados, hasta que la piel se desgarra. Con una arcada siente que la humedad tiñe sus dedos pequeños y gotea hasta el suelo. Su mano traza las letras sobre la piedra sin saber realmente lo que está escribiendo. Tom guía su mano. Pasos resuenan por la escalera y ella corre, corre sin mirar atrás, sin siquiera leer las palabras que ha escrito.

Se esconde de nuevo en aquel baño abandonado, jadeante...aliviada. Todavía con el animal en la mano mira el reflejo que le devuelve el espejo rajado y mohoso. Allí está él, como siempre, detrás de ella, sonriendo. Sus contornos son difusos, solo los ojos granate parecen ser del todo reales. Pero la voz en su cabeza posee una concreción total.

Bien hecho, querida mía, ven, deja que te bese.

Mientras el recuerdo frío de los labios de Tom Ryddle se posa sobre los suyos, Ginny esta segura de ver en el espejo como la figura se hace un poco más nítida. Cierra los ojos y se abandona al abrazo de su amigo, su amante... su amo. Tom.