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Un Ángel del deber
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Es que nadie se lo advirtió, esa era su terrible realidad.
No es que no pudiese imaginarlo, claro que se hacía una idea de cuán importante era eso de la apariencia y la actitud para conseguir la atención de un chico, pero iba en contra de sus principios.
— Si sigues de esta forma el único prototipo de hombre que te buscará será un flacucho sin sex appel.
Su hermana tenía razón, pero no era el momento de ponerse a pensar demasiado en esos asuntos, había cosas más importantes. Se calza las botas y las amarra con fuerza férrea, se levanta de la cama y toma su chaqueta verde olivo, se mira en el espejo y suspira.
Cabello corto, nada de maquillaje, un traje verde oscuro… sí, seguro que no era el prototipo de chica que un hombre desearía. Y es que en sus sueños — porque sí, soñaba como cualquier mujer de 25 años —veía a un hombre más fuerte que ella, con un sentido protector, que la mimase, que la cuidase, que la viera como una delicada flor. ¿Pero cómo atraer a un protector si ella se veía amenazante?
Le da un beso en la mejilla a su padre, quien la envuelve entre sus brazos mientras llora en su hombro, una escena que se ha venido repitiendo docenas de veces. Luego le da un fuerte abrazo a cada una de sus dos hermanas antes de regresar a su unidad. Camina durante 40 minutos hasta la zona militar, sus gruesas botas de caucho dejan amplias huellas en la nieve, siente la molestia de la tela que cubre la porción que su pie no alcanza a llenar, hace tiempo que se resignó a que las botas no vienen en numeración femenina.
La nieve le cae en el cabello y en la nariz, Akane tiene ganas de dar marcha atrás y nunca volver a su unidad. Piensa en las flores que Noriko llevaba en su sencillo ramo, piensa en su rostro brillando de alegría con ese vestido largo y blanco que su amiga heredó de su abuela, piensa en Daisuke y su escueto traje, pero con sus ojos llorosos al ver a su futura esposa entrando a la iglesia. Y piensa en la imagen que le devolvió el reflejo de la copa para el brindis, Akane solo vio a un chico.
Incluso en medio de esa guerra, personas como Noriko y Daisuke podían perseguir la felicidad, pero ella parecía correr hacia el lado contrario todo el tiempo.
¿Acaso tiene que renunciar a todo por un poco de amor? Se muerde el labio, se gira apretando su mano contra su corazón que retumba casi de forma dolorosa, pero no puede dar el paso que la devuelva a su hogar. Mira alrededor de ella, cada vez más personas se conglomeran en las calles en busca de sobras y piedad, un niño tiembla en una esquina, ella tiene el impulso de acercarse y ponerle su chaqueta en los hombros.
Los ojos verdes del pequeño se llenan de lágrimas y apenas alcanza a asentir, Akane le nota los labios amoratados por el clima, siente el escozor en las pupilas por no poder hacer más. Avanza sin atreverse a mirar detrás.
Cuando abre la habitación de su unidad, el olor a hombre le golpea todos los sentidos, es la mezcla del sudor y el lodo de cada entrenamiento, es el humo del cigarro que le arde en los ojos, es el agrio aroma a semen que se oculta en algunas sábanas que no han sido cambiadas. Es ella, que huele igual.
— ¡Akane! ¿Disfrutaste tu permiso?
Kinoshita le da la bienvenida con su amplia sonrisa sin un par de dientes, ella asiente con un gesto mientras se dirige a su cama, se deja caer agotada en el delgado colchón que cruje los resortes bajo su peso.
— ¡Debiste quedarte con nosotros! Fuimos a pasear a los bares y nos divertimos mucho, no sabemos cuándo volveremos a pasarla tan bien.
Todos suelen olvidar que es una chica, en esos años desde que se unió a la milicia todos la habían adoptado como una especie de camarada pequeño, su cuerpo era realmente más delicado y las grandes ropas cubrían por completo lo que la destacaba como mujer, así que se acostumbró parcialmente pronto, sin embargo, en ese momento duele en el centro del pecho.
—Deja de proponerle cosas indecorosas a Akane, ella es una mujer.
Hay un silencio casi sepulcral. Tendo Akane sonríe con una media risa, gira la mirada y ve a los ojos de Ryoga Ibiki, el soldado más reciente en su unidad, desde el minuto 0 había reconocido en ella a una chica, aunque aún ahora no sabe si a su mirada puede convertirse en "su chica"
— No te preocupes Ryoga, esto es así.
Se sienta en la orilla de su cama, inhala y exhala con pesadez. Pese a ser la única mujer su desempeño en el entrenamiento le habían convertido en la segunda encargada después del sargento y esto aumentaba la carga de sus hombros.
— Está bien que se hayan divertido, mañana partimos en una misión hasta China y puede que sea la más difícil a la que nos hemos enfrentado. Somos un grupo unido y volveremos victoriosos de esta lucha ¿Entendieron?
Todos los soldados que dispersos por el cuarto hacían múltiples cosas se levantaron al mismo tiempo, formaron filas y al unísono repitieron "Sí señora"
Akane se dio un golpe mental, además de no ser considerada una atractiva joven tenía que enfrentarse al aumento de edad. ¡Señora! ¿Cómo reaccionaría Shinosuke si supiera?
— ¿Por eso no has venido con nosotros?
— Estuve con mi familia, partir en misiones siempre me pone un poco nerviosa ¿A ti no?
— Claro, pero cuando te veo tan valiente, tan delicada flor enfrentando a los enemigos nacionales, no puedo bajar la moral ¿sabes?
Ryoga se sienta a su lado, el colchón vuelve a protestar, pero a ninguno le parece importante. El joven es de su edad, amplios ojos cafés y cabello castaño, una sonrisa angelical e inocente. A veces incluso ella siente que es su deber apartarlo de tanta muerte. Él pone su mano sobre la de ella y aunque en una situación diferente aquella muestra de cariño aceleraría su corazón, en esta situación la hace sentir la fuente de motivación del equipo, una especie de ángel que no es visto con ojos de deseo sino de salvación.
A veces Akane duda si puede siquiera salvarse a sí misma.
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El viaje en barco hasta China es una pesadilla que se extiende por días, la cabeza no deja de darle vueltas a la tragedia que pudo esperarles al encallar en terreno enemigo, afortunadamente el ejército japonés tenía la zona de la costa cubierta.
Su unidad se reportó con los superiores, la orden era clara, tenían que avanzar hasta el siguiente punto de control del ejército chino, lo que implicaba subir un desfiladero y atravesar un campo de batalla que en el último par de meses había sido la barrera más grande para los japoneses.
El comandante se acerca a ella, un hombre con lentes y la cabeza calva, está segura que mencionaron su nombre, pero no logra recordarlo. En la guerra los nombres son efímeros. Lleva en su uniforme varias medallas, todos miran hacia el frente mientras él camina de un lado a otro pasando sus dedos sobre su mentón.
— Hemos perdido muchos hombres en ese terreno — Akane nota que él repara en ella cuando menciona la palabra hombres, carraspea para disminuir su incomodidad y prosigue a hablar mientras camina — Es muy importante alcanzar el otro extremo, pero no quiero mentirles, muchachos. Probablemente hayan llegado a morir por su país, un soldado también tiene que elegir sus batallas. Si no avanzan, no mueran en vano. Regresen.
El camino desde la costa hasta el área de escalada le parece muy largo, mientras el convoy cruje bajo sus pies y la hace tambalearse dentro, su mente viaja a lugares más felices, donde el olor a carne quemada no alcanza sus fosas nasales. Piensa en él, sus ojos intensos color marrón, su voz suave que se desliza entre los oídos y acaricia sus cabellos, murmura su nombre entre los labios Shinosuke, ese chico que Nabiki no aprueba, el joven que ha estado a su lado menos tiempo del que gustaría, el que toma su mano al correr y el que sigue preguntándole si está bien. Cuando Akane está con él, se siente más ella, más la versión de la mujer que sería de no ser por esa guerra. Tendo Akane, no la dirigente de cuadrilla, no la señora, ni la militar. Solo una chica enamorada de 25 años.
Los cuatro convoys se detienen, el freno es en seco, Akane siente como su corazón comienza a latir con una fuerza inmedible, se muerde el labio al mirar la enorme roca que se alza frente a la unidad. Aprieta contra el pecho su metralleta, un Subfusil Tipo 100. Y comienza a subir la red de gruesa cuerda que está fija en la parte superior.
Otros soldados les miran desde abajo mientras gritan indicaciones, hay fuego enemigo. Los nudillos de sus dedos se ponen blancos del esfuerzo que implica subir aquella roca, su piel se escoce en un rojo sangre, aprieta los dientes mientras sigue el paso de los demás, casi al llegar al borde gira su rostro para mirar los ojos de Ryoga, él le sonríe. Ella le devuelve el gesto.
Todos los ojos que mira, incluso los propios, reflejan el miedo de que esta sea la última vez.
Da un paso sobre la superficie, es recibida por una espesa cortina de humo oscuro, por los gritos de aliados y enemigos, por el pútrido olor de la guerra. Y después de sacar el aire de sus pulmones escucha con voz fuerte un "Adelante"
Lo que sucede después es muerte y destrucción. Los disparos salen de todos lados, la gente cae, sus camaradas mueren frente a sus ojos y ella quiere llorar, pero no puede. El suelo cimbra y espesa tierra mezclada con hojarasca en llamas entorpecen su avance. A su lado Kinnosuke Kashao recibe un impacto de bala en la pierna, el otro en un hombro y el tercero en el costado derecho. Él, tan atractivo que Akane pensó que haría buena pareja con su hermana Nabiki, ahora está en el suelo, cubriendo la herida de su torso mientras aprieta la mandíbula para no gritar de dolor. Akane dispara al soldado chino que no la había visto, el cuerpo del enemigo se desploma a centímetros y ella se tira al suelo, avanza con los codos y arrastrando sus piernas, saca vendas, sigue escuchando los gritos.
— Vas a sobrevivir a esto Kinnosuke, mírame. ¡Vas a salir de esta!
Él niega, pero gimotea cuando Akane le hace un torniquete en la pierna y le inyecta morfina. Escucha a los soldados con la camilla, le pone las manos en el rostro, es una caricia que acompaña de una sonrisa, la más sincera que puede. Kinnosuke le regresa el gesto, una mueca ladeada empañada por el sudor ya la tierra mezclada con ceniza.
Y ella se vuelve al suelo, se arrastra con los codos que ya sangran, más gritos, saca vendas, inyecta morfina, arrastra bolsas con suero y una de ellas revienta en su mano por la descarga de un fusil. Se enfoca en los ojos de quienes salva, no ve más allá de su nariz mientras se sigue arrastrando por el suelo.
El polvo que se alza impide a su tropa ver hacia donde van, ella solo verifica a los heridos y se culpa de los que no alcanza a salvar. Lo que sus ojos ven es terror que sus amigas cuentan jamás debió de ver una mujer.
Piernas cercenadas, intestinos esparcidos por el suelo, olor a muerte y carne quemada. Logra salvar a varios con la ayuda de las camillas, escapa por los cabellos de la muerte gracias a sus rápidos reflejos que la hacen tirar del gatillo sin muestra de piedad.
Aunque siente temblar las manos, en ese momento es ella quien infunde valor al grupo de hombres que se ven en la boca de la muerte. Han avanzado cuando de pronto escuchan la voz del capitán, los tiroteos, las granadas explotando a corta distancia.
Y el maldito sonido de un avión. Akane tiembla, se paraliza por un momento antes de que pueda correr, es el penetrante retumbar de los bombardeos, todo ocurre tan rápido. La mano que la empuja escasos metros para evitar la metralleta del animal de metal que surca el cielo. Los ojos inquietos de Ryoga.
Esos ojos.
El estallido de granadas tan cerca que la aturden, la sangre que ha brincado a su uniforme, las lágrimas que no se permite soltar. Luego otra granada, tan cerca que la lanza contra una pared, sigue escuchando con voz menos perceptible las órdenes "Regresen, regresen" pero su cuerpo no puede obedecer. Escucha un idioma que no entiende, sabe que es chino, sabe que la muerte está más cerca que nunca y que nadie podrá aumentar la distancia.
Se levanta con los oídos sordos, con la pérdida del equilibrio, apenas se sostiene cuando alguien tira de ella, solo se siente caer en uno de los túneles del bando enemigo, el agua en sus manos la regresan a la realidad. La primera imagen es un rostro desfigurado, ha perdido un ojo y ahora flota en el canal, alza la vista aterrada solo para descubrir más cuerpos flotantes, se levanta nerviosa y al girarse choca con el cuerpo de un hombre.
Es puro instinto, alza su subfusil, pero el hombre frente a ella, en un solo movimiento le quita el arma, Akane solo ve su cabello negro antes de lanzarse sobre él a puño limpio, guiada solo por la necesidad de defensa.
— ¡Detente! ¡Basta! — Él para uno de sus golpes, los otros dos han asestado en su rostro, de lleno. Un par de ojos azules oscuros la reprimen y por un segundo ella duda de su estabilidad mental. ¿Qué hace un hombre como él dentro de ese canal? — No soy tu enemigo, soy un prisionero japonés. Ranma Saotome.
Akane no responde, siente que ha escuchado ese apellido en algún lado, eso le causa cierta familiaridad que se traduce en un poco de confianza, aunque no es que tenga mucho tiempo para pensarlo, voces y pasos agitados suenan en alguna parte del túnel. Los nervios le suben por la columna vertebral hasta que siente la mano de él en su muñeca.
Piel fría, dedos largos, una mano amplia con bastante fuerza. ¿Quién es este hombre?
Él está agitado, lo sabe por su respiración, se detienen en un recoveco y la observa de abajo hacia arriba. Ella hace lo mismo, una larga trenza le cae por debajo de los hombros, marcas horribles de un color amoratado en sus muñecas y unos ojos gélidos que relatan horrores.
— Jamás pensé que la guerra llegaría al punto de enviar chicas a pelear.
— No lo hace. Vine por voluntad propia, más importante ¿Cómo puedo confiar en ti?
— No pueda darte ninguna garantía, pero si quieres salir viva de aquí tendrás que seguir mis órdenes ¿Captas?
Y ella no captaba nada, ahora solo se sabía atrapada con ese ex prisionero en una cloaca china que seguro era el canal por el que el enemigo se desplazaba. Si sus tropas se retiraban ¿Cómo volvería a su hogar? ¿Su única opción era seguir a este tipo misterioso?
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Primer fanfic que escribo de esta pareja, seguro son pocos capítulos, si les gusta, si tienen sugerencias o críticas siempre serán bienvenidas. Comenten & gracias!
