CAPÍTULO 1: ¿Familia lejana?
-Bella cariño, sería estupendo si te apresuras un poco, estamos retrasados y espero que no desees llegar tarde, no disfrutaremos nada de La Push- habló una voz femenina, casi tan suave como la seda, por detrás de mi puerta semi abierta.
-Tía, estoy lista, déjame despedirme de este cuarto desordenado- hablé con tono risueño y cerré mi equipaje, escuchando como la puerta se cerraba despacio.
Eran las vacaciones de verano después un penúltimo año de escuela sumamente aburrido y agotador, por lo que esperé con anhelo este momento. Normalmente no me divertían mucho los veranos enteros junto a la familia de mi tía por parte de madre, pero esta vez era totalmente diferente. ¿Por qué? Esta oportunidad, iríamos a La Push, una playa en forma de media luna no tan lejos de mi hogar, Forks. La Push era distinto a Forks, pues principalmente habían días mucho mas soleados de los que se podían encontrar en Forks unas dos o tres veces por semestre. Pero el principal motivo de mi emoción, descartando el calor y la buena vibra, eran los hombres lobo o lincántropos de la tribu "Quileutes". Hace 10 años mi abuela me narraba historias frente a una gran chimenea en las tardes oscuras y frías, las cuales eran sobre de aquella tribu a la donde verdaderamente ella perteneció. Hace un año –no sé si fue el destino-, mi profesor de historia me hizo disertar sobre la misma tribu, y claro pues todo tenía sentido, entendí con más claridad y el tema me termino por obsesionar. A pesar de las leyendas que eran increíblemente creíbles, seguirían siendo solo ficción, porque aún no puedo encontrar pruebas, pero sigo con las esperanzas de que yo pueda convertirme un lobo color rosa o algo por el estilo.
Me reí rezongando sobre mis estupideces para mí misma y bajé las maletas de la cama con vilo y deslizándolas con sus ruedas para poder bajar las escaleras. Por fortuna mía, mi tío se percató de mi torpeza mezclada con mi equipaje y corrió para ayudarme, con una mirada de compasión, sabiendo que en cualquier momento podría dejar mis dientes marcados en el suelo de madera.
Cuando estaba ya todo listo y dispuesto, me despedí de mis padres de la manera mas amorosa que podría salir de mi alma, sin actuar demasiado. Buenos deseos por aquí, por allá y partimos con una canción que resonaba una y otra vez a través de mis audífonos, mirando hacia la ventana mojada, viendo dos puntos negros que alzaban sus extremidades, como una despedida.
Anduvimos unos 45 minutos quizás cuando llegamos a una mansión en medio de un gran bosque, algo húmedo por la mezcla de temperaturas. Bajé mi equipaje y quedé fascinada, quizás mi mandíbula llegaba hasta el césped, sin que me diera cuenta.
Era una mansión color beige, la cual estaba protegida por rejas verdes y una casucha al lado, donde deduje que estaría el guardia –aunque nada sería demasiado efectivo para cuidar de tan grande monumento-. El patio delantero tenía un sendero de cemento, que lo rodeaba puras áreas verdes y una extravagante pileta, en medio de gran escenario.
-Y aún queda mucho por recorrer, Bella- Habló mi prima 10 años mayor que yo, achinando sus ojos producto de la gran sonrisa con un toque burlón. ¿Se notaba mucho mi impresión?.
Al estar en la gran puerta de entrada, las mucamas Ana y Sarah condujeron amablemente todos mis bolsos a mi habitación, mientras yo estaba a su cola, impresionada y mirando hacia todos lados, encontrando todo cada vez mas moderno y bonito. Cuando subimos aquellas escaleras de mármol y llegamos a las habitaciones, descubrí la mía, aquella habitación suite que en la puerta de color blanco tenía grabado con una letra delicada "Isabella Marie Swan". Entonces fue cuando descubrí todo el aprecio que tenían mis tíos por mí y lo agradecí mirando al cielo mil y una veces.
-Señorita Isabella – Ana me asustó, ya que parecía extranjero en el país mas hermoso del mundo, sentí un poco caliente mis mejillas- La señora Lilian me ha mandado a decirle que se prepare, irán a visitar unos familiares lejanos de usted- y dicho esto se retiró rápidamente, como si no pudiera observar nada dentro de mi habitación.
"¿Familiares lejanos?" pensé "Tengo familiares lejanos, Cool"
Hice lo que se me ordenó, me preparé con la ropa más linda, una polerita de tiritas, sobre ella una falda de flores y unos tacones altos, junto con un chalequito beige. Sonreí al bañarme en mi perfume y no pude evitar un estornudo que desordenó todo mi cabello.
-¡Vamos Bella!- gritaron a unísono mis familiares desde el patio, lo cual oí muy bien pues mi ventana tenía la más linda vista del patio y la playa un poco mas alejado.
Bajé rápidamente, impresionada ante que no me había ni esguinsado nada, y saltando dentro de la camioneta, cerré de golpe la puerta unos segundos después que el motor rugía estruendosamente.
En un santiamén habíamos llegado a una casita –todas lo serían en comparación de la nuestra… ¡Digo! De mi tía- de un color burdeo, la cual poseía escaleras y una rampa que ambas daban a la puerta. Subí aquellas escaleras, seguida de toda mi familia e involuntariamente golpeé dos veces la puerta que estaba semi destruida
"Parece que alguien la hubiera mordido o rasguñado" pensé, tan sumida intentando descifrar por qué tan destruida aquella pequeña puerta que no advertí que allí estaba un hombre de cabellos largos y negros sobre una silla de ruedas. Me miraba con sorpresa, como si fuera una hija que no hubiera visto hace muchísimo tiempo. La lengua se me trabó y no pude ni soltar un hola, además de haber sido interrumpida por los griteríos y aullidos de la gente que se encontraba adentro, al ver que mi prima se asomaba detrás de la estúpida muda ¿Quién era la estúpida? Ah sí, Isabella.
-¿Bella Swan?, Oh- dijo aquel hombre, retrocediendo en su silla de ruedas, intentando enfatizar su sorpresa. Todos se callaron al oír mi nombre, yo estaba ahí, petrificada y asustada, solo atiné a asomarme por el marco de la puerta
-¡Isabella!- gritó un chico semi desnudo rompiendo el hielo, con sólo unas bermudas cafés y con todo el pecho musculoso al igual que sus brazos descubiertos. El no sobrepasaba los 18. ¿Disculpa, te conozco?
-Oh Bella estás enorme, aún recuerdo cuando solías embarrarte con Jake y manchar los sillones de mi esposa- habló otra vez el hombre que me recibió, con un cierto entusiasmo en sus facciones.
"¿Cómo? ¿Quiénes son todos ellos? ¿Me conocen? ¿Quién es ese tal Jake? ¿Porqué están semi desnudos?" gritaba mi yo interno.
No pude entrar hasta que mis tíos y prima me empujaron para que ellos saludaran a la familia, ahora pude ver claramente. Eran 8 chicos que estaban de la misma manera que el segundo que me saludó, todos sentados alrededor de la mesa de comedor, esperando con ansias algo que se tardaba en llegar. En la cocina americana se encontraban dos chicas que me daban la espalda, las cuales movían sus manos con agilidad para poder cocinar y soltar ese olor tan rico a pollo con puré.
El hombre que me recibió notó mi confusión, y rió guturalmente, tratando de llamar la atención de todos dentro de la sala.
-A que no me recuerdas, Bella- habló un chico parándose de su silla para tomar lugar junto a mí- De niño solíamos jugar a la familia y… tú eras mi esposa- intentó tomar un aspecto coqueto y una risa sin timidez salió de mis labios. Mierda, parecía burro.
-Ya Paul, es demasiado, ella no los recuerda, ha pasado mucho tiempo- habló aquel hombre de silla de ruedas, dándole un pequeño apretón en el brazo a Paul.
-De verdad, aún no recuerdo, ¿Podrían decirme sus nombres, no?- hablé por fin, no me costaba nada esconder mi timidez. Isabella, ¿Qué diablos te pasa?
-Okay Bella, yo te los presento, ellos son Quil, Embry y Collin, los cuales por cierto, no deberían estar en esa posición- señaló mi prima a los tres que me daban la espalda mientras se concentraban en la cocina- Sam, Jared, Seth, Brady- luego apuntó a los que me dedicaban una sonrisa amable- Jacob, aquel apartado social que esta observando el partido de beisbol- todos rieron fuertemente, no me avergonzé de reirme pues, mi risa era una hermosa melodía en comparación a todos los chicos- y el es Billy, padre de Jacob- el hombre de la silla de ruedas sonrió- Y las chicas de la cocina son Emily y Leah-.
Al decir esto, Emily se dio vuelta y yo quedé petrificada. Algo estaba mal, algo en su rostro no calzaba en cualquiera que fuera normal. Pestañeé para fijar mi vista y ví aquella cicatriz que empezaba en su frente, recorría su mejilla hasta la comisura de sus labios. Ella sonrió, pero notó la atención especial que le daba a aquel agujero que tenía por su cara, solo colocó ojos melancólicos, sin borrar su sonrisa. Recordé respirar.
Nos invitaron a almorzar y por pura educación acepté, la cicatriz me había quitado el apetito, pero luego de un rato pude seguir la corriente y comí como un monstruo total los chicos se veían peor que yo. Entre risotadas y peleas, pasaron los minutos y sin dar previo aviso eran las 3 pm. Los chicos fueron a dar su siesta de tarde y mis tíos con mi prima salieron junto a Billy, dejándome allí sola con aquel chico que se llamaba Jacob.
Tosí de manera sobreactuada, para observar si despegaba sus ojos de aquel juego de vídeo por un segundo y notar mi presencia. Corrió su rostro en mi dirección, sin quitar sus ojos de la televisión, hasta que hablé
-Asique, Jacob Black ¿No?-
Finalmente me miró, con poco interés de principio, pero luego me miró con mas atención con una mezcla de ternura y lo sentí.
Sentí como una oleada de calor me llenó por completo, la cual me hizo pararme derechamente. Mariposas jugueteaban en mi estómago, mientras que mis manos tambaleaban tímidamente, como si su mirar me hubiera cambiado de un segundo a otro. Me estremecí. Ahora nada parecía importante, nada… ni La Push, ni los lincántropos, ni mi familia, nada. Quería pasar toda la tarde con aquel chico, perderme en esos ojos marrones oscuros, jugar con sus labios carnosos y rosados, embriagarme de ese olor dulce a canela que el viento dirigía hacia mí. Abrí mis ojos como platos, ¿De verdad mis hormonas estaban tan mal?. Empezó a parecerme atractivo, sexy. Esos musculos, ese cabello cortito, esa boca semi abierta. Me volvió loca. Abrí los ojos como platos, al igual que él, por unos segundos pero finalmente sonrió, como si todo cobrara sentido después de un buen rato. Sonreí igualmente, ignorando los sentimientos y pensamientos anteriores.
-Pues…- habló su voz masculina totalmente grave, inhale nerviosamente- Sí, soy yo, no puedo creer lo… grande que estás Bella- se rió nerviosamente, sabía exactamente que pretendía decir.
-Si a mí no me hubieran traído aquí, no me hubiera acordado de ti- "Ups, comentario estúpido detectado"- ¿Han pasado años no?- traté de arreglarlo titubeante
-9 años, Bells- rió mientras sacaba el videojuego y cambiaba de canal hasta la teleserie portuguesa de todas las tardes.
Un momento… ¿Me había llamado campanas?, arrugé la nariz y fruncí el ceño disgustada.
-¿Y porque no haz ido a la siesta como todos tus amigos?- pregunté, sin interés, solo por preguntar.
-Já, yo no soy como esos niñitos que van a dormir siesta con sus mamás- rió Jacob, me encogí un poco riendo también, era demasiado fuerte su risa.
-Entonces señor maduro, ¿Cuántos años tienes?-
-16 señorita y sí, soy más maduro que la mayoría de mi grupo- respondió con tono intelectual, con esa sonrisa burlona que hizo que mi corazón se acelerara. "Bien Bella, ahora eres pedófila"- y tú 17, supongo, siempre fuiste un año mayor que yo-
-Adivinaste- levante mi dedo pulgar como aprobación, riendo.
El sonrió y el momento fue eterno. Nos miramos, por 2 minutos, sin hablar, respirando al mismo ritmo, el estaba sentado en el sillón frente mío, pero parecía que la distancia era infinita Lo quería cerca, lo necesitaba cerca. Y no, ni mi yo interior ni nadie podía borrar el sentimiento en ese instante. Pero, ¿Jacob era un familiar lejano mío? Pedofilia e incesto, sí, así se sentía.
