Declaimer: Obviamente los personajes no me pertenecen, son de JK y aunque ya me harte de pedírselos como regalo de Navidad, no cambia de opinión… si alguien me da a Harry, Sirius o James, le estaré eternamente agradecida
"...Este fic esta completamente dedicado a esa persona que día a día me hace descubrir que el amor verdadero es posible de encontrar, esto es para vos mi amor, gracias por dejarme descubrir tantas cosas hermosas a través de tus ojos..."
"A través de tus ojos"
por Lady Verónica Black
Capítulo Uno-"¿Por qué no contestas a ese anuncio, Hermione? Puede ser interesante o, al menos, diferente... ¿No estás cansada de cambiar pañales y leer cuentos hasta que esos pequeños monstruos se duermen? Yo no lo pensaría ni dos veces... Además, así podrías salir alguna noche conmigo y divertirte un poco, que muy buena falta te hace... Pareces una solterona vieja y amargada, siempre estudiando y cuidando niños... ¡Dios mío, qué aburrido! Con lo bien que se la pasa una en esta edad con la cantidad de chicos lindos que hay con ganas de..."
Hermione dejó de prestar atención a la charla de su amiga. La voz le llegaba algo apagada desde el baño donde Lavander, como cada noche, se arreglaba para salir. Siempre ocurría igual. Cuando no tenía que trabajar de niñera, y eso ocurría con bastante frecuencia, o tenía un examen inminente, su compañera le insistía para que la acompañara en sus infatigables recorridos por los lugares de moda de la noche londinense. Pero a ella no le apetecía salir, prefería quedarse estudiando a perder el tiempo en un ruidoso bar o discoteca, (donde apenas podía mantener una conversación decente), y regresar de madrugada deprimida y agotada o, por el contrario, demasiado alegre debido al exceso de alcohol y sin apenas recordar lo ocurrido en toda la noche.
Ella no quería, ni podía, perder el tiempo. Debía terminar la carrera ese mismo año, sus padres estaban haciendo un gran sacrificio para pagarle los estudios y no podía hacerles perder más dinero añadiéndoles un año más de estudio. El sueldo de su padre, un humilde dentista en el pequeño pueblo de Surrey no daba para mucho y, además, estaban sus dos hermanos menores que pronto comenzarían a estudiar en la universidad también. Por eso, desde que se marchó a la capital para comenzar con sus estudios universitarios, había trabajado en todo lo que le salía: de niñera, mesera, secretaria, vendedora o asistente de limpieza durante las vacaciones, pasando trabajos a máquina, o dando clases particulares a los de los primeros años... todo con la intención de aligerar a sus padres de la carga económica que sus estudios les estaba suponiendo. Hermione era consciente de que con la beca que recibía todos los años únicamente podía pagar la matrícula, los libros y el transporte a la facultad. La vida en Londres era demasiado cara... Los departamentos, aunque fuesen compartidos por varias chicas, suponían un gran desembolso mensual que sus padres apenas podían sufragar. Por ello necesitaba de unos ingresos adicionales con los que atender su manutención y los numerosos pequeños gastos que se ocasionaban diariamente aunque uno nos los quisiera.
Habían sido cinco años agotadores. Noches enteras cuidando niños mientras sus padres se divertían, o pasando los trabajos de otros a computadora. Días de estudio y entrega sin permitirse un respiro con el único fin de acabar el año completo con buenas notas para poder seguir disfrutando de la beca al año siguiente. Iba a ser su sexto veranos sin vacaciones, trabajando sin descanso con el fin de ganar algo de dinero y así poder ayudar a sus padres durante el año. Se sentía agotada, al límite de sus fuerzas. Pero ya quedaba poco; sólo faltaba un examen y con él habría terminado el año y la carrera. Estaba convencida de que aprobaría todas las asignaturas y, entonces, podría solicitar la beca de ampliación de estudios en el extranjero para el próximo año. Era su mayor ilusión... Había soñado tantas veces con ello. El estudiar un año en la prestigiosa Universidad de arte de Florencia le abriría muchas puertas en su futura búsqueda de trabajo. Sería un estupendo broche para su magnífico currículum. Además, como el importe de la beca era cuantioso le permitiría la estancia y estudios allí sin necesidad de causar más gastos a sus padres. Incluso podría ahorrar algo y mandárselo.
-"¿Qué dices, Mione? ¿Porqué no venís conmigo esta noche?"
El sonido de la melodiosa voz de Lavander a su espalda la sobresaltó. Estaba absorta en sus pensamientos y no la había oído entrar a su habitación.
-"Ya te he dicho que no puedo, Lav. Tengo un examen pasado mañana y aún me queda mucho por estudiar. Algo que tú también deberías hacer de vez en cuando si quieres acabar la carrera algún día" -le respondió ligeramente enfadada.
Después, al ver la expresión ofendida en la cara de su amiga, le sonrió más calmada.
-"Lo siento... Ve y diviértete por mí, ¿sí?"
Lavander la miró con pesar y resignación. Llevaban cinco años juntas, desde que comenzaron sus estudios en la misma facultad, mas ella no había podido seguir el ritmo de su amiga y aún se encontraba en el tercer año de la carrera, al que había llegado gracias al apoyo y la perseverancia de Hermione. A pesar de esto, no existía rivalidad entre ellas. En todos esos años no había surgido el menor roce que las incomodara, principalmente a causa del carácter bondadoso y paciente de Hermione que siempre se mostraba dispuesta a ayudar y a sacrificarse por los demás sin emitir la menor queja.
Lavander la apreciaba sinceramente. Ella era hija única y siempre había añorado la presencia de hermanos, y en Hermione encontró una hermana y amiga al mismo tiempo. La echaría mucho de menos cuando el próximo año se marchara a Italia para ampliar sus estudios. Había intentado convencerla de que se quedara. Sabía que con su currículum no le sería difícil encontrar trabajo en alguna galería de arte en Londres. Pero Hermione estaba tan ilusionada en hacer aquel curso de restauración en Florencia que al final desistió de seguir presionándola, resignándose a no ver a su amiga durante un año entero.
-"Bueno, pero cuando termines ese maldito examen saldremos a divertirnos; estás invitada obligadamente. Pronto será mi cumpleaños y para entonces ya no estaremos juntas" -ofreció Lavander con una sonrisa. Era consciente de los apuros económicos de su amiga y de lo mucho que había tenido que esforzarse para terminar sus estudios a término.
Ella no tenía esos problemas, sus padres estaban bien situados economicamente y podían mantenerla sin problemas. Por ello siempre intentaba ayudar a su amiga de la única forma que podía: por medio de obsequios que aliviaran su penuria. Así que varias veces al mes la invitaba a comer en un lugar bonito y le regalaba ropa o libros que simulaba comprar para ella y que después decía no necesitar porque sabía que Hermione no los aceptaría directamente. Le dolía verla sacrificar horas de sueño o diversión para ir a cuidar niños o pasar noches enteras escribiendo a máquina con el fin de conseguir resistir unas semanas más sin tener que aceptar lo que sus padres le ofrecían.
-"Está bien, prometido" -Hermione miró a su amiga con ternura reconociendo los intentos que ésta hacía por ayudarla-. "Ahora márchate y déjame estudiar tranquila, ¿por favor, si?"
-"Esta bien, pero vos te lo perdes. Esta noche salgo con un chico estupendo: alto, con un exótico cabello pelirrojo y unos ojos azules increíblemente claros que, además, tiene un amigo tan guapo como él."
Lavander hizo un expresivo gesto con la boca a la vez que ponía los ojos en blanco. Hermione no pudo resistir la carcajada ante la cómica mueca de su amiga.
-"¿Pero no estabas saliendo con un abogado que era rubio?" -le preguntó divertida.
-"¿Te refieres a Blaise?" - hizo un gesto de desdén y un gracioso mohín con la nariz-. "Ya n,; comprendí enseguida que era un cretino. Únicamente hablaba del dinero de su papá y del próximo Ferrari que se compraría. No aguanté con él ni la tercera cita, me marché dejándolo plantado en el club de golf" -se acerco a su amiga y la rodeó con un brazo-. "¡Oh, Hermione, Ron es tan distinto. He salido con él sólo dos veces, pero creo que ya lo conozco muy bien. Es simpático, amable, educado, y siempre pendiente de mis menores caprichos. Hasta le gusta oírme hablar" -suspiró feliz y le sonrió-. "Creo que me he enamorado como una niña y, créelo, es maravilloso."
Lavander se separó de su amiga, dándole un rápido beso en la mejilla para luego dirigirse a hacia la salida apresuradamente. Cogió el bolso de una mesita frente a la puerta y se giró para mirar a su amiga que la observaba divertida.
-"Tú deberías hacer lo mismo" -la reconvino seriamente, apuntándola con un dedo-. "Ya tienes veintidós años y aún no has salido una sola vez con un chico. Y no es por falta de pretendientes... Conozco a varios en la Facultad que darían cualquier cosa por salir contigo por lo menos una sola vez."
-"No digas tonterías, Lavander" -dijo Hermione negando con la cabeza-. "Ningún chico me ha pedido una cita en los cinco años que llevo en la universidad."
-"Claro que no lo han hecho... como van ha atreverse si están seguros de que los vas a rechazar. No haces otra cosa más que estudiar, y trabajar. Nunca vas a las fiestas que se organizan en la universidad ni te dejas ver por la cafetería en los recreos. Si fueras más accesible estoy segura que se acercarían" -y con un gesto de resignación abrió la puerta y se marchó.
Hermione quedó pensativa por unos minutos. Apreciaba a Lavander pero a veces la exasperaba con sus continuos regaños. Si ella hubiese seguido el ritmo de vida de su amiga, con fiestas continuas y dedicando apenas unas horas a estudiar, aún estaría en tercero como ella. Claro que le hubiese gustado salir con algún chico y divertirse como hacía su amiga, pero ella no podía permitirse ese lujo. No tenía un padre rico que la mantuviera indefinidamente, debía terminar lo antes posible la carrera para ahorrarle a sus padres más gastos. Bastante se estaban sacrificando ya... Era consciente de las privaciones que había padecido toda la familia durante sus cinco años de estancia en Londres. Nunca los oyó quejarse ni demostrarle el menor resentimiento durante las pocas ocasiones en que podía visitarlos, al contrario, intentaban por todos los medios ocultar sus problemas, sus necesidades y trataban de hacerle su estancia allí lo más agradable posible.
Gracias al sacrificio de su familia y a su propio esfuerzo había logrado terminar la carrera y, en el futuro, ya no tendría que causarles más gastos. Pensaba sufragar íntegramente el curso próximo con la beca que esperaba conseguir y, de no concedérsela, comenzaría a solicitar trabajo en alguna galería o en lo primero que pudiera encontrar, pero estaba firmemente decidida a no permitir que sus padres siguieran manteniéndola. Cuando lograra un trabajo bien remunerado podría ayudar a sus padres y los recompensaría en parte por los grandes sacrificios que habían tenido que hacer. Entonces saldría a divertirse todo lo que quisiera, pero antes no podía.
Se dirigió a la cocina para preparar una taza de café. Se presentaba una noche larga y quería estar despejada para aprovechar al máximo las horas de estudio. Debía aprobar el examen con una muy buena nota. Sería su último esfuerzo en ese año y después se tomaría unos días de vacaciones antes de encontrar un trabajo para el verano. Los ingresos que obtuviera con ello le permitirían mantenerse unos meses hasta que encontrara un trabajo permanente en caso de no obtener la beca. Si se la concedían, mandaría ese dinero a sus padres.
Se sentó en la mesa de la cocina a esperar que hirviera el agua para hacer café, y comenzó a hojear el periódico, reparando inmediatamente en el anuncio al que su amiga se había referido y que muy amablemente le había marcado con un gran corazón rojo. En él solicitaban una señorita entre veinte y treinta años para acompañar a un invidente. El trabajo discurriría durante los meses de verano en una casa de verano en el Valle de Godric, a unos kilómetros del pueblo de Hogsmeade. No especificaba el sueldo ni el horario efectivo, aunque intuyó que se trataría de jornada completa con algún pequeño descanso semanal.
En principio parecía muy interesante, distinto a lo que estaba habituada. Siempre había cuidado de niños, nunca de personas mayores, tal vez de ancianos, como parecía desprenderse del anuncio. Aunque no debía de ser difícil, pensó, y desde luego sería más descansado que ocuparse de varios niños además de las faenas de la casa durante las veinticuatro horas del día. Ya estaba cansada de ese trabajo agotador que había tenido que desempeñar verano tras verano, pero era el mejor pagado de cuantos había podido conseguir. No estaría mal intentarlo, además, le atraía la idea de pasar dos meses en la tranquila paz del campo y alejada de las bulliciosas playas de moda. Lavander tenía razón, no perdía nada con intentarlo. Sí, se decidió, por la mañana llamaría al teléfono indicado en el anuncio para concertar la cita.
Contenta con la resolución tomada, se sirvió el café y se dirigió a la sala a seguir estudiando. Una vez que se puso delante de los libros todos los pensamientos se fueron de su cabeza, centrándose exclusivamente en lo que tenía delante.
Cuando Lavander volvió a las tres de la madrugada encontró a su amiga en la misma posición donde la había dejado, sentada en la sala con la cabeza metida entre libros.
-"Pero Hermione, ¿aún estas ahí?" -le reprochó cariñosamente mientras se quitaba los zapatos y se derrumbaba en el sofá-. "Te vas a agotar. Deja de estudiar. ¡Ya te lo sabes de memoria!"
-"No puedo, Lavander. Aún me queda un tema por repasar y mañana dispondré de poco tiempo. Tengo que terminar de mecanografiar un trabajo y por la noche he quedado para cuidar a los niños de los White" -le respondió con voz cansada, mientras se frotaba los ojos que un rato atrás habían empezado a arderles.
-"¿Pero cómo se te ocurre trabajar de niñera la víspera de un examen? Si necesitas tan desesperadamente el dinero me lo hubieras pedido, ¿no te parece?"
Lavander, indignada, se acercó a su amiga mientras la miraba con una expresión de reproche en los ojos.
-"No es eso" -intentó calmarla Hermione-. "Ya sabes que no me puedo negar cuando los White me piden que cuide a sus hijos. Ellos me han ayudados mucho durante estos años y les debo este último favor."
-"Pues ya podrían ir acostumbrándose a prescindir de ti. ¿Piensas venir desde Italia cada vez que ellos quieran salir de fiesta?"
Hermione sonrió ante el comentario de su amiga, recogió los libros y se dispuso a hacer lo que ésta le aconsejaba. Después de todo ya era muy tarde, y había estado estudiando desde el mediodía.
-"Vamos, no te enojes. Será la última vez" -y tomando a Lavander del brazo la sentó nuevamente en el sofá haciéndolo ella también a su lado-. "Ahora cuéntame cómo lo has pasado con tu príncipe."
El disgusto de Lavander desapareció como por encanto y una amplia sonrisa iluminó su cara. Se estiró lánguidamente y emitió un suspiro de placer.
-"¡Oh, Mione! Lo amo, lo amo tanto..." -sus ojos se humedecieron y expresaron la dicha que sentía-. "Es maravilloso, nunca me había ocurrido esto. No había sentido con ningún chico lo que ahora experimento con él. Cuando me besa y me acaricia me vuelvo loca y le permitiría todo lo que quisiera, pero él se contiene, ¿sabes? Lo percibo en todo momento, a pesar de que lo desea tanto como yo" –tomo las manos de su amiga entre las suyas y las acercó a su corazón, para que sintiera la velocidad de sus latidos-. "No imaginas lo feliz que soy."
Hermione sonrió y la abrazó con fuerza. Ella también era feliz al verla tan dichosa. Había llegado a quererla como a una hermana. Congeniaron desde la primera vez que se vieron, el primer día de clase hacía cinco años. Poco después, Lavander, que ocupaba un bonito y céntrico apartamento en la ciudad le pidió que fuera a vivir con ella y le ayudara a compartir los gastos. Aunque a Hermione le constaba que su nueva amiga no necesitaba a nadie para que la ayudase a pagar el apartamento, pero sí para que aliviara su soledad, pensó que siempre estaría mejor que en la destartalada y cara pensión en la que estaba residiendo. Por lo tanto agradeció su ofrecimiento y se mudó a vivir con ella al mes de conocerla. Eso le permitió reducir gastos y disfrutar de mayor comodidad que en la pequeña habitación de la pensión que sus padres le habían buscado. Su amiga, consciente de su penuria económica, siempre había corrido con pequeños gastos comunes que ella le agradecía y le pagaba de la única forma que podía: ayudándola en sus estudios y encargándose del cuidado del pequeño apartamento; algo para lo que Lavander demostraba una total inutilidad ya que estaba acostumbrada desde pequeña a tener un numeroso servicio domestico que se ocupara de esos menesteres. A pesar de ello, Hermione no se sentía como una criada y le constaba que su amiga tampoco la consideraba como tal.
Lavander era inmadura y delicada, y algunas veces hasta caprichosa, pero Hermione la consideraba como una hermana pequeña y la protegía y cuidaba como tal. Durante los últimos cinco años se había preocupado ante sus continuas relaciones con diversos y numerosos chicos, a los que olvidaba tras algunas citas o cuando era abandonada por ellos. Había sido su confidente y el hombro sobre el que llorar sus continuos desengaños, tanto amorosos como familiares. Los padres de su amiga, siempre ocupados en sus negocios u ocupaciones, parecían haberse olvidado por completo de su única hija que estudiaba a muchos kilómetros de distancia. Hermione se compadecía de ella. La había visto muchas veces llorar tras haber pasado horas junto al teléfono esperando de sus padres una llamada de felicitación por su cumpleaños que nunca llegaba, o los solitarios veranos mientras sus padres se marchaban de viaje a lejanos países con algún grupo de amigos dejándola olvidada en su gran casa a las afueras.
Lavander siempre los disculpaba, siempre encontraba alguna excusa para justificar sus reiterados olvidos y sólo en algunas ocasiones había expresado su desilusión y amargura. Pero Hermione sabía que en su interior sufría por la falta de amor de sus padres e intentaba encontrar el cariño en otra parte. Ella le había proporcionado la mayor cantidad de amor que le pudo dar, mas era consciente de que no podía suplir al de sus progenitores.
Muchas veces había comparado sus respectivos hogares. En el suyo se pasaba escasez pero no de amor y dedicación por parte de todos los miembros de la familia. Sus padres la llamaban a menudo, se interesaban por sus problemas, le contaban sus novedades y, en los pocos días que iba de vacaciones a su casa, se desvivían por atenderla, agradarla, y amarla. Lavander la acompañó una Navidad a su pequeño pueblo tras enterarse de que sus padres se habían marchado de crucero al Caribe y no estarían en casa por esas fechas. Al principio se negó dolida por este nuevo abandono, pero ante la insistencia de Hermione terminó por acceder. A la vuelta de las vacaciones estaba aún más triste y deprimida que antes de salir. Hermione no acertaba con el motivo y terminó por atribuirlo a la falta de comodidades de la sencilla vivienda y la escasez de diversiones del pequeño pueblo, algo a lo que su amiga no estaba habituada ya que siempre había vivido en grandes ciudades. Se sorprendió al saber la verdad por boca de la propia Lavander pocas semanas después:
-"¿Quieres saber porqué estoy triste?" –le dijo con lágrimas en los ojos-. "Porque por primera vez en mi vida me he dado cuenta de lo que no tengo. No tengo una familia, ni un verdadero hogar. Tú lo tienes todo y te envidio por ello".
A partir de entonces no la volvió a invitar a su casa. Lavander se lo agradeció en silencio.
Ahora se alegraba por ella. Al hablar del nuevo chico con el que estaba saliendo se reflejaba en el rostro de su amiga una expresión de felicidad que no le había observado en ocasiones anteriores. Rogaba que éste estuviese realmente interesado por ella y la correspondiera como Lavander deseaba y se merecía. Era la única forma de poder alcanzar la estabilidad emocional que le había provocado la falta de cariño de sus padres.
-"Me alegro mucho, Lav" -le dijo sinceramente y, separándola un poco para mirarla a los ojos, le preguntó con fingida seriedad-. "Y ahora cuéntame cosas de tu príncipe azul. ¿Cómo es? ¿A qué se dedica? ¿Dónde vive?..."
-"Para, para, que pareces mi madre..." -la interrumpió con una sonrisa juguetona. Después, con una mueca de decepción y tristeza en el rostro, añadió:- "Bueno, mi madre no se interesaría por esto, al igual que ha ocurrido en ocasiones anteriores. Está demasiado ocupada con sus comités benéficos para interesarse por quién sale con su hija."
Hermione se apenó al ver el manifiesto dolor de su amiga. Sabía que tenía razón. Sus padres nunca se habían preocupado de cuándo ni con quién salía Lavander y tampoco lo iban a hacer ahora. A pesar de ello, intentó consolarla desmintiendo sus afirmaciones.
-"No seas así. Tus padres te quieren y se preocupan por ti. Están pendientes de tus menores caprichos y te dejan hacer lo que te de la gana. ¡Ojalá los míos fueran así de modernos!"
-"No intentes disculparlos, Hermione" -negó con énfasis. Sabía que su amiga estaba mintiendo y le agradeció el gesto-. "Ellos piensan que el dinero puede suplir su abandono y no es así. Además, esa pretendida libertad que me dan es sólo falta de interés. No pretendas hacerme creer que están actuando como padres porque no lo conseguirás" -se levantó y se dirigió hacia la ventana, separó las cortinas y apoyó la frente en los cristales observando el exterior con mirada ausente mientras dos gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. Sin volverse, continuó hablando-. "Sé que no querían tenerme. En una ocasión los oí decir que vine al mundo sin esperarlo, que les hubiera gustado esperar un poco más para tener hijos e, incluso, que no les hubiese importado no tenerlos. Ellos se quieren mucho y el amor que se profesan lo llena todo, no queda espacio en sus corazones para amar a un hijo. Tal vez si hubiera sido varón mi padre habría mostrado más interés con el fin de sucederlo al frente de su empresa. Pero al ser mujer y, según ellos, estar destinada a casarme y dedicarme a mi familia no creyeron necesario insertarme en el negocio, sin preguntar mi opinión ni averiguar si tenía capacidad para ello. Pensaron que lo más apropiado para una señorita de mi elevada posición social era estudiar la carrera de Historia del Arte, pero no con el fin de ejercerla, desde luego que no, sino para que diera más brillantez a mi pulida fachada de niña rica. Por eso no tengo ningún interés en estudiar, sólo me dedico a perder el tiempo y a gastar el dinero que mis padres me dan" -se seco las lágrimas de un manotazo y se encogió de hombros-. "Que más da... No merece la pena preocuparse por ello, ¿no crees?" -se volvió y miró a su amiga con una sonrisa en los labios que borro repentinamente la triste expresión de momentos antes. Se acercó rápidamente al sofá donde Hermione seguía sentada y, levantándola, comenzó a girar con ella por la habitación-. "Y menos ahora que he conocido al hombre de mi vida."
Continuaron dando vueltas por el pequeño salón abrazadas y riendo durante un rato, hasta que Hermione se deshizo del abrazo de Lavander y se dejó caer en el sofá agotada y aún riendo.
-"Basta, Lav, me maree" -dijo entrecortadamente mientras con ambas manos se sujetaba la cabeza que parecía darle vueltas-. "Cuéntame cosas de él. Estoy deseando poder conocerlo."
Lavander se sentó a su lado riendo a carcajadas ante la palidez de su amiga, mientras se llevaba una mano al corazón para calmar sus furiosos latidos.
-"¡Ay! Lo quiero tanto, Mione" -dijo con la respiración entrecortada.
-"Eso ya me lo has dicho antes. Quiero saber qué hace, que profesión tiene, que es de su vida..." -y frunciendo el entrecejo la miró recelosa-. "No será otro caza fortunas que no da ni con palo, ¿no?"
-"No, no te preocupes por eso, no es como Roger" -negó Lavander con una sonrisa-. "Está en el último año de Arquitectura y trabaja en una empresa para pagarse los estudios. No tiene padres ricos y, al igual que tú, ha de ayudarlos con lo que puede. Cuando termine la carrera, este año probablemente, le han prometido un puesto en el mismo gabinete en el que trabaja pero de proyectista" -continuó entusiasmada-. "Es una de las empresas más importantes de la ciudad y en él entraría como futuro socio... Cuando eso ocurra nos casaremos."
-"¿Ya hablaron de casamiento? ¡Pero si sólo has salido con él dos veces!"
-"Tres" -le rectificó Lavander graficando el número con sus dedos-; "Y desde el primer momento que lo vi supe que ya lo amaba. Fue un auténtico flechazo, desde la primera mirada nos sentimos atraídos el uno por el otro. Parece increíble, ¿no? Pensaba que sólo ocurría en las novelas románticas, pero a me ha sucedido y no lo puedo creer, es algo mágico."
Hermione suspiró resignada. Lavander no cambiaría nunca. Siempre tan impulsiva, tan apasionada, queriendo hacerlo todo rápido para conseguir lo que deseaba al instante. Eran tan diferentes que, a veces, se asombraba de que se llevaran tan bien. Ella se consideraba más fría y racional, no se dejaba llevar por sus impulsos como le sucedía a Lavander la mayoría de las veces. Su lema siempre había sido la perseverancia. Pensaba que con paciencia y tesón, y desde luego con mucho trabajo, se podía conseguir todo lo que uno se propusiera en la vida. Hasta ahora le había dado buen resultado y esperaba continuar de ese modo. Nunca se había desviado del camino trazado. Ni siquiera por amor. No había querido perder el tiempo con chicos, ya tendría tiempo para eso después de que se graduara. De todas formas, no había conocido a algún hombre que le atrajera lo suficiente y, mucho menos, experimentado ese flechazo al que su amiga se refería, y tampoco esperaba experimentarlo. No creía en esas ideas románticas de amores apasionados y deseos intensos.
Volvió a mirar a su amiga que estaba acurrucada en un extremo del sofá. En verdad no podían ser más diferentes. Ella era de estatura media y delgada, no era muy guapa, pero en su rostro de rasgos regulares destacaban unos ojos grandes y ligeramente oblicuos de un intenso color miel sobre una boca de generosos labios rojos, complementando su rostro con forma de corazón con una abundante y desordenada cabellera castaña que le caía en ondas y bucles hasta la mitad de la espalda. Lavander era físicamente opuesta a ella, alta, delgada aunque de generosas y provocativas formas, y muy bella. Tenia el porte y la elegancia de una modelo de Chanel. De unos impresionantes ojos celestes, demasiado grandes para su pequeña cara, bordeados por unas tupidas y oscuras pestañas, de nariz pequeña y respingona, pómulos altos y poseedora de una boca pequeña de labios bien dibujados. Tenia el cabello oscuro y, siempre lo llevaba con un peinado moderno; su rostro siempre estaba cuidadosamente arreglado al igual que toda su persona. Hermione estaba convencida de que cualquier chico se enamoraría perdidamente de aquella deliciosa criatura y la prueba de ello era la cantidad de nombres masculinos que podía enumerar en su larga lista de conquistas. Esperaba que Ron no fuera solamente un nombre más a añadir a ella.
Tenía su misma edad aunque parecía una adolescente ingenua, alocada y caprichosa. Necesitaba estabilizarse y encontrar a alguien que la quisiera y comprendiera, que la cuidara y protegiera. Esa había sido su labor durante los cinco años que llevaban viviendo juntas y ahora ella que iba a dejar de hacerlo esperaba que Ron ocupara su lugar. No lo conocía, sin embargo, instintivamente le caía bien. Nunca había visto a Lavander tan ilusionada. Y si él lo estaba tan sólo la mitad que ella, les auguraba un futuro prometedor juntos.
-"¿Cuándo lo conoceré? Estoy deseando ver a ese súper hombre" -preguntó Hermione y, luego, bromeando con una sonrisa picara añadió-: "¿No temes que te lo quite?"
La ojiazul se abalanzó sobre ella y comenzó a golpearla y a amenazarla con fingida ferocidad.
-"Ni se te ocurra mirarlo siquiera, Mione, ¿entiendes? ¡Es mío!"
-"¿Si no lo miro como voy a saber si me gusta?" -preguntó entre carcajadas, intentando liberarse del ataque de su amiga–. "Tengo que estudiarlo bien para saber si es el adecuado para ti. He de velar por tu futuro como una buena amiga y hermana."
-"Está bien, pero nada de miradas tiernas y sonrisas insinuantes" -accedió Lavander con falso enojo antes de soltarla y, sonreírle ampliamente con un brillo ilusionado en la mirada. Se incorporó de un salto-. "¡Oh, Mione! Estoy deseando que lo conozcas. Te va a encantar. Es tan diferente de los chicos con los que he salido hasta ahora. Tiene veintisiete años y es muy inteligente. No ha terminado aún la carrera porque tiene que trabajar mucho para poder pagarse los estudios y ayudar a su madre, que es viuda, y a sus hermanos pequeños que aún van al colegio. Vive en una pensión horrible, espero que no te enojes... pero es por eso que le he pedido que se mude aquí cuando te marches. Pero no quiere, ¿sabes, dice que hasta que no estemos casados no viviremos juntos. Es tan tradicional en algunos aspectos..." -se quejó con pesar.
-"Pues me alegro mucho por ti. Eso demuestra que tiene más sentido común que tú" - la regañó Hermione-. "¿No has pensado en tus padres y el tremendo disgusto que les darías si se enteraran que estás viviendo con un hombre antes de casarte?"
-"No creo que les importara mucho si llegan a enterarse, cosa que dudo mucho, ya que ellos están cada día menos interesados en mi existencia. Hace tres meses que no hablo con mi madre y en aquella ocasión me dijo que iban a pasar todo el verano fuera y que no podrían verme. Me recomendó que fuera a casa de mis tíos en Santander si no quería pasar sola las vacaciones... Pero no me moveré de Londres en todo el verano. Ron tiene que trabajar y sólo dispondrá de unos días libres a finales de agosto, que aprovechará para preparar los exámenes de septiembre. Únicamente le quedan dos asignaturas y espera aprobarlas este año, y entonces nos casaremos" -abrazó a su amiga entusiasmada-. "Espero que puedas asistir porque quiero que seas mi madrina."
-"Bien, ya veremos..." -la calmó Hermione. No le gustaba la precipitación de Lavander y estaba ansiosa por conocer a Ron y descubrir sus verdaderas intenciones. No sería el primero que iba tras la fortuna de la ojiazul. Ella lo había adivinado en algunas ocasiones antes y logró convencer a su amiga de que los abandonara. Pero esta vez intuía que la tarea sería más difícil pues Lavander se veía muy enamorada. Esperaba que Ron fuera una persona honrada y la quisiera sinceramente. No le gustaría ver sufrir a su amiga de vuelta-. "Entonces, ¿cuándo tendré el honor de conocerlo?"
-"Mañana, si puedes" -le contestó ansiosa. Ella también estaba deseando que su amiga lo conociera. Quería y respetaba tanto a Hermione que en el fondo necesitaba su aprobación. Siempre la había ayudado y aconsejado haciéndole ver muchos aspectos que a ella, con su carácter apasionado, le pasaban desapercibidos. Pero en esta ocasión estaba totalmente segura de Ron, de su amor-. "He quedado mañana con él a eso de las siete que es cuando sale de la oficina. Podemos vernos sobre esa hora e ir a cenar los tres juntos."
-"No sé si podré..." -dudó Hermione con pesar-. "He quedado en casa de los White a las 9:30 y antes tengo que entregar un trabajo y presentarme a la entrevista por el empleo del periódico. Te lo tendré que confirmar mañana después de llamar y concertar la cita."
-"Entonces, ¿estás decidida a intentarlo? ¿No te aburrirás demasiado encerrada todo el verano en una finca perdida Dios sabe donde? Allí no deben abundar cosas divertidas para hacer y vos estás acostumbrada a pasar los veranos en playas bulliciosas llenas de gente joven."
-"No creo que tenga mucho tiempo para aburrirme si tengo que cuidar a un invidente, Lav. Además, me vendrá bien cambiar de actividad y descansar un poco. Creo que una persona ciega no dará tanto trabajo como una banda de mocosos gritando todo el día" -se tapó la boca para disimular un bostezo y se desperezó lánguidamente-. "No nos adelantemos a los acontecimientos. Aún no he sido seleccionada ni tampoco sé si me gustara el trabajo" -y levantándose del sofa de un salto tiró de la mano de su amiga para que hiciera lo mismo-. "Vamos, perezosa, es hora de acostarse. Ya me has entretenido demasiado con tu charla sin sentido y privado de un buen rato de estudio. Ve y acuéstate, y no pienses demasiado en tu príncipe azul que te puedes desvelar" -le aconsejó Hermione burlonamente mientras la empujaba hacia su habitación.
-"Si, tú búrlate que ya te llegará la hora de enamorarte" -le dijo Lavander con malicia-. "No creas que vas a escaparte, orgullosa engreída. Entonces harás las mismas tonterías que todos los simples mortales y, además estoy más que segura, que te encantara" -entro en su habitación y cerró la puerta de golpe ante las narices de Hermione.
Ésta, sonriendo, se dirigió a su habitación. Lavander no cambiaría nunca, siempre sería igual de impulsiva, enamorándose de un chico en el primer encuentro. No dudaba que a ella también le pasaría. Sin duda se enamoraría alguna vez, pero no de esa forma tan tumultuosa y exagerada, nunca podría enamorarse de un flechazo. Ella creía más en el enamoramiento paulatino surgido de la relación diaria, del conocimiento mutuo, de la camaradería y el compañerismo y no en esos flechazos apasionados que te dejaban marcada para siempre. No, ella no era así. Nunca se dejaría arrastrar por la violencia de los sentimientos, era demasiado racional y práctica. Algunos chicos con los que había salido de adolescente, muy escasos en realidad no más de dos, la habían acusado de fría e incluso de ser frígida pues no respondía a sus besos de la forma que ellos esperaban. Suponía que debía de ser cierto pues apenas había llegado a sentir un tibio deseo entre sus brazos, hasta incluso en ocasiones había llegado a asustarla y repugnarle sus caricias. Pero no le importaba, prefería ser de esa forma a sufrir los continuos desengaños que sufría su amiga. Se podía pasar la vida perfectamente bien sin padecer ese sentimiento tormentoso que generalmente acarreaba desdicha y, sólo en muy contadas ocasiones, satisfacción.
Después de desvestirse y ponerse su ligero y vieja camisa de algodón se dirigió a la habitación de su amiga para ver si ya estaba dormida. Abrió la puerta lentamente, tratando de hacer el menor ruido posinle. La luz estaba encendida y Lavander se hallaba sobre la cama profundamente dormida, destapada y abrazando a Pipo, su oso de peluche, con fuerza contra su pecho . Se acercó a ella y la cubrió con la ligera manta que estaba tirada a sus pies, tal como había hecho en muchas otras ocasiones a lo largo de los años, lo que le confirmó su idea de que el amor no cambia a las personas, solo las hace sentirse temporalmente más activas de lo normal. No, Lavander nunca cambiaría, siempre seria como una niña. Se preguntó, sonriendo, que pasaría con Pipo cuando Ron, o cualquier otro, ocupara su puesto entre los brazos de Lavander.
Apagó la luz y salió de la habitación de la misma forma que como entro. Cuando se metió en su cama descubrió cuan realmente cansada estaba. Había sido un día muy duro, y mañana lo sería aún más. Sabía que ya estaba por llegar al límite de sus fuerzas... Por suerte, dentro de unos días habrían acabado los exámenes y podría descansar hasta que encontrara una ocupación para los meses de verano. Volvió a pensar en el anuncio del periódico. La verdad era que le vendría muy bien. Sería un trabajo bastante relajante cuidar de una sola persona aunque ésta fuera invidente; y la paz y soledad del campo le ayudarían a recuperarse del cansancio acumulado durante todo el año. Imaginaba que se trataría de una persona mayor a la que sus hijos no podían, o no querían, cuidar durante esos meses. No sería difícil, incluso si estaba imposibilitada en una cama. Ya se las arreglaría, ella aprendía rápido.
Con un gesto desechó esos pensamientos. Se estaba haciendo demasiadas ilusiones y el puesto debía de tener muchas aspirantes. Lo más probable era que no la eligieran.
Suspiró, bostezó ampliamente y al momento se quedó dormida.
Continuara...
Nota de la Autora:
Hola a Todos! Cómo están? Después de tanto tiempo vuelvo con un nuevo fic, aunque no sea el prometido espero que les guste. Solo les adelanto que sea una historia relativamente larga, por lo menos el doble que "Amor de Medianoche", y talvez un poco más dramática... pero aun así creo que muestra a estos personajes en una faceta de la vida diferente a la acostumbrada.
Este primer capítulo es una pequeña introducción a la vida de la protagonista y su mundo, talvez no sea de lo más interesante pero creo que es necesario para poder entender el porque de varios acontecimientos que pasaran en el futuro.
Espero que me acompañen en esta nueva historia, les deseo lo mejor, y por favor no se olviden de dejarme sus comentarios!
Un beso enorme, cuídense mucho!
Att. Lady Verónica Black.-
"Que la magia los acompañe, las estrellas guíen su camino, pero más que nada griten a todo pulmón: ¡¡Viva Xiao Lang Li, Eriol Hiragizawa, Harry Potter y Los Merodeadores (salvo la rata apestosa ¬¬); Los hombres más lindos y sexys que hay!"
¡¡DEJEN REVIEWS, PORFISS…!
