"Un carruaje para Cecile"


Capítulo 1: "Cotidianeidad insospechada"


DISCLAIMER: "Hey Arnold!" no me pertenece. Ella y todos sus personajes son propiedad de Craig Bartlett y Nickelodeon. Este fic no tiene fines de lucro.


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Las calles se empañaban de un aroma típico a febrero. Los vestigios del invierno, se diluían en finos márgenes de un añejo período de gélido clima. La escuela se volvía ese 'agujero negro' de color rojo, rosa y blanco. Corazones flechados, mariposas y mini cupidos apuntando... Por todos lados, al igual que el año anterior. El amor, comenzaba a sentirse en el aire, podría decirse con facilidad.

—Entonces, tú, mi amorcito... ¿Irías a cenar conmigo en este San Valentín?

—¡Curly, por favor! ¡Ya olvídalo! ¿Sí? —espetó Rhonda con sequedad.

—Pero, ¿acaso no recuerdas que fuimos novios y...?

—¡Sí, cariño! ¡Ya lo recuerdo! ¡Fue aquélla vez, en tu universo paralelo...!

—¡No! —No seré tu cita y ya.

—No me rendiré tan rápido. —Lo que tú digas. —sentenció la chica.

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—¡Niños, buen día!

—Buen día, Señor Simmons.

—¿Cómo se encuentran el día de hoy? —replicó el maestro.

—Veamos... Aburridos, aburridos y... ¿Aburridos? —respondió Helga, fingiendo meditar la pregunta.

—Ja, ja, ja. —rieron todos.

—Bueno, en un rato abriremos los libros de álgebra en la página doscientos catorce, así no están más aburridos.

—¡Oh...! —se quejó la clase.

—Les quería comentar —prosiguió Simmons—, que estamos por entrar a una época muy, pero muy 'especial': San Valentín. —aseveró haciendo comillas en el aire.

—Cómo no. —soltó con ironía cierta rubia. Algunos rieron.

—No sólo porque es la época del año de los enamorados...

—¿Ah, no? —interrogó con curiosidad, Helga.

—No, porque además, pueden expresarle a una persona cuánto la quieren... No necesariamente se trata de 'noviazgos'... —explicó.

—¿Entonces, por qué siempre hablan del 'amor', de los novios y esas cosas, Señor Simmons? —preguntó Stinky.

—¡¿Por qué los tontos se enamoran?! —gritó Harold.

—¡Harold! El amor no es cosa de 'tontos'. Es el sentimiento más bello, puro y que te da la mayor felicidad que pueda haber... Es sentirse flotar, en un campo de lirios, como si fuera el cielo... —aclaró el maestro, al tiempo que le brillaban sus ojos.

—¡Vaya, Señor Simmons! ¿Usted está enamorado? —preguntó Sid.

—¿Yo? Bueno, no... Es complicado. —se excusó con nerviosismo.

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¡Oh, Arnold! Si pudiera decirte cuánto te admiro, cuánto me gustan esos verdes ojos brillantes con los que a todo tú ves, con esa bondad tuya… Si pudiera corresponderte, y si fueras mi Valentín... Creo que mi corazón estallaría. ¡Eres tú, lo que más quiero! —Pensaba—. ¡Un momento, es muy bueno! ¡Debo anotarlo! —se dijo, sacando rápidamente un cuaderno borrador y su bolígrafo.

—¿Lo ves, cielito? ¡El amor está en el aire! —insinuó Curly.

—¡Y a mí me falta el aire! —respondió Rhonda—. Señor Simmons, ¿Podría ir a tomar aire fresco? No me siento muy bien... —argumentó la pelinegra.

—¿Estás bien, Rhonda? ¿Qué te sucede? —la interrogó con preocupación.

—No, ya se me pasará... En cuanto respire algo de aire fresco... —acotó viendo de reojo a Curly.

—Bien, adelante...

—¿Qué quiso decir Simmons, con su perorata de 'San Valentín?

—No sé, Helga... Supongo que quiere que entendamos más el significado...

—Es una estúpida fecha, que los comerciantes y los bobos festejan cada año.

Phoebe no agregó nada más. Acto seguido, localizaron la página mencionada del libro de álgebra en un movimiento casi ensayado.

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—¡Pss! Oye, Arnie... —silbó Gerald, llamando al rubio.

—¿Sí, amigo?

—¿Qué tal va eso de las citas, este año? —preguntó levantando una y otra vez sus cejas.

—¿'Este año'? ¿Qué quieres decir con 'este año'?

—Me refiero, a que el año pasado tuviste dos citas. —dijo haciendo énfasis en la palabra 'dos'—. Dos citas. Dos, Arnie. —insistió.

—Bueno, ahora no tengo ninguna.

—¿Nunca volviste a saber de ella, verdad?

—No... —respondió con tristeza.

—¡Viejo, eso apesta! —agregó el moreno, en lo que se definiría como un susurro, mientras hacían los ejercicios del libro.

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—¡Oh, vamos, Rhonda! ¡Decoré esta mesa, sólo para ti, linda! —dijo Curly señalando una mesa en la cafetería.

—¿Hola...? Nunca te pedí que lo hicieras, extraño niño...

—Pero lo hice por ti, y eso es lo que importa, ¿no? —Rhonda puso sus ojos en blanco.

—Yo creo que es adorable, Rhonda. —esbozó Lila, con su dulce voz.

—¡Gracias, Lila! Le das la razón a este maniático...

—¿Lo ves? El mundo celebra nuestro amor, mi bella... —

Y yo celebraré el día en que me dejes en paz, engendro...

—¡Vaya! La princesa sí que se cree la gran cosa, ¿eh? Digo, Curly será un sujeto completamente demente, pero también tiene sentimientos... —Lanzó sorpresivamente, ante la mirada de los curiosos espectadores de la escena 'Rhonda-Curly.

Todos la miraron desconcertados.

—¡Oh, bien! No pueden negar que el tipo está loco por ella... —se justificó—. Hasta me da un poco de lástima. Ven, Phoebe, vamos a nuestra mesa... —le indicó a su amiga, apartándola del resto.

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—Hola Lila.

—Hola, Arnold. ¿Cómo has estado? Supe que tenías un resfriado...

—Bien, mucho mejor, gracias por preguntar... ¿Y tú?

—De nada, todo está muy bien... —respondió la pelirroja sonriente.

—Bien, nos vemos luego, Lila...

—Sí, Arnold... El gusto de verte.

—¡Igualmente!

Arnold avanzó con su bandeja del almuerzo, distraído, sin notar que estaba por chocar con Ruth P. McDougal.

—¡Ah! —exclamó ella.

—¡Oh, lo siento mucho!

—¡Arthur! ¡Ten más cuidado! —dijo sacudiéndose las gotas de agua que le cayeron en su blusa—. Arnold no dijo nada más.

—¡Lila! Esa pomposa, dulce e insoportable niña por la cual, muere Arnold. ¡Cómo la detesto! Y, ¡por Dios! ¡Ruth! ¡Ruth McDougal! ¡Esa arrogante, presuntuosa, petulante e imbécil niña del séptimo grado! ¿Cómo puedo tener peor mala suerte? ¡A él lo persiguen las idiotas! ¡Oh, destino ingrato, pasadizo secreto a mis más profundos sentimientos! ¡Cómo quisiera que este año ocurra algo diferente, algo... ¡Único! ¡Arnold, tú debes saber lo que siento por ti!

—Ghh... Ghhh... Ghh... —Brainy respiraba detrás de ella—.

—¿Mmm...? —no lo pensó demasiado, y le dio un golpe al chico de anteojos.

—¿Helga? ¿Qué haces detrás de esos botes de basura? ¿Almorzamos?

—Nada, Phoebe. Perdí un... Una moneda, eso es todo. Sí, comamos. —Phoebe la miró con desconfianza.

—De acuerdo.

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Sobre la última hora de clases, Helga estiraba su cabeza para alcanzar a escuchar la conversación que mantenían dos chicos.

—¡Piénsalo! ¡Este año, podías invitar a Lila y a Ruth!

—¿Qué? Eso es una locura, Gerald. No quiero dos citas.

—¡Pero el año pasado las tuviste, Arnie!

—¡Sí, pero sólo por un malentendido! ¡No porque yo haya invitado a ambas!

—¿Acaso esperas que aparezca 'ella' de nuevo? No la has vuelto a ver en un año. ¡Un año!

—No, no sé si la volveré a ver. Ojalá que sí, Gerald...

—Viejo, tú vives atado a un sentimiento del pasado. ¿Y si no la vuelves a ver?

—Tal vez, existen 'los milagros de San Valentín'.

—O tal vez, puedas salir con Lila...

Helga gruñía desde su pupitre.

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—¡Es increíble! ¡Jamás podré decírselo! Por más veces que lo planee o imagine en mi mente, no hay forma de que le confiese a Arnold que yo soy esa estúpida francesa impostada. ¡Vaya suerte tengo! —maldijo pateando una lata de gaseosa, en su camino de regreso a casa—. ¡Para colmo, el 'cabeza de cepillo' le mete ideas tontas en la cabeza! ¡Oh, cómo odio San Valentín! —gruñó.

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Al llegar a su casa…

—Hola Bob... —saludó con indiferencia—.

—Hola Olga... ¿Cómo estás? —respondió distraído, mientras escribía algo en unos papeles.

—Soy Helga, papá... ¡Ash! —masculló con fastidio.

—¡Espera! —le exclamó Bob cuando subía las escaleras.

—¿Sí? —preguntó de mala gana.

—En los próximos días, lanzaré la nueva línea de localizadores de mayor cobertura y calidad...

—¿Y? —respondió la rubia sin comprender a qué quería llegar su padre.

—¡Haremos un comercial, Helga!

—¿'Haremos'? ¿Qué tratas de decirme con eso, Bob?

—¡Tú participarás en el comercial!

—¡¿Qué?! —gritó, dejando caer sus libros—. ¡Bob, es criminal! ¿Por qué querría yo, figurar en tu ridículo comercial? ¡Sabes cuánto odio esas tonterías de la fama, fortuna y celebridades!

—Sí, pero...

—¡Pero nada! ¡No lo haré! —aseguró recogiendo sus libros desparramados en el suelo.

—¡Espera...! ¡Yo...! —Helga volteó y enarcó su ceja.

— Te daré el 10% de las ganancias del comercial.

—Un 20%. —aventuró la chica.

—Un 15%. —rebajó Bob.

—Un 25% y es mi oferta final. —afirmó ella, cruzándose de brazos.

—Mmmm... ¡Está bien, Helga! ¡Tú ganas! —lanzó, vencido.

—Bien. ¿Qué se supone que debo hacer?

—Haré un comercial sobre San Valentín y toda esa estupidez, aprovechando para promocionar mi nueva línea.

—Papá, ¿estás seguro de saber cómo hacer algo publicitario? Es decir, por eso hay sujetos que se dedican a los comerciales.

—Se trata de ahorrarnos costos, Helga.

—Se trata, de que alguien deberá filmar y editar el estúpido spot publicitario y tú no tienes idea de cómo hacerlo...

—En eso tienes razón... Bueno, haré algunas llamadas…

—¿Y seré yo sola...? ¿Nadie más, verdad? Ya que accedí a esto, quiero el papel protagónico absoluto. —amenazó.

—Sí, sí, sí, Olga... Tú y tú.

—Bien. Papá, una cosa más.

—¿Qué tienes ahora? —Soy Helga. H-E-L-G-A.

—Como digas...

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—Bueno, no todo es tan malo, después de todo. Apareceré en un comercial y seré famosa. ¡El público aclamará a la gran Helga G. Pataki! ¡Ja! Y las ganancias irán para mí. ¡Es tan divertido negociar con un Bob desesperado! ¡Muajaja! ¡El 25%! Me pregunto qué haré con ese dinero... —pensaba divertida.

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Al día siguiente...

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—Buen día, Phoebe.

—Hola, Helga. Luces de muy buen humor...

—¡Sí, hasta que algún zopenco me arruine el día...!

—¿Sucedió algo? —Bueno... Sí. Resulta, que Bob quiere hacer un tonto comercial de localizadores, y me ofreció actuar en él...

—Ah... ¿Y lo harás?

—¡¿Phoebe, qué crees?! ¡Me dará parte de las ganancias! ¿No es genial?

—Oh... Pensé que lo harías para ayudar a tu padre, Helga...

—Sí, pero si ayudándolo gano dinero... ¿Qué mejor oportunidad, eh?

—Seguro...

—¡Genial! —dijo otra voz, lejana a Phoebe y Helga.

—¿Qué es ese alboroto? —preguntó la rubia.

—No lo sé, ¿veamos?

Las chicas avanzaron hasta el lugar de cual provenían las voces y quién sabe qué acontecimiento.

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—Es una pena que sólo busquen un rol masculino para actuar. Quiero decir, con mi elegancia y cualidades, ese comercial habría sido un éxito… —soltó con seguridad.

—No lo dudo, amor. —asintió Curly a la conclusión de su amada.

Rhonda le explicaba con arrogancia a Nadine, acerca de sus 'dotes' actorales.

—Seríamos una pareja perfecta para el comercial, dulzura...

—Curly, esfúmate. No necesito tus números hoy. —respondió Rhonda.

—Llámame... —le sugirió antes de alejarse. La pelinegra sólo rodó los ojos.

—¿Qué es lo que sucede aquí? ¿Por qué tanto escándalo?

—¿No lo sabes? ¿Bromeas, cierto?

—No, Sid, bobo. ¿Qué hay? —inquirió Helga.

—Tu padre hará un comercial y le pidió al Señor Simmons hacer un casting aquí.

—¡¿Qué?!

—Sí, qué raro que no lo supieras...

—Es que no puedo creerlo... ¿Aquí? ¿Casting para qué?

—Ah, hola Helga... —dijo Bob.

—Papá, ¿qué rayos haces aquí? ¿Un casting? ¡Es mi escuela!

—Sí, exactamente. El sujeto ese que critica las obras, tu maestro y yo, veremos las audiciones de los chicos de tu clase...

—¿Y para qué audicionará mi clase? Si en el comercial aparezco sólo yo...

—Porque el comercial se llamará 'Un príncipe en apuros'. Verás, hay un tonto que baila con Cenicienta, ella huye, pierde el estúpido zapato, y él, para encontrarla, la llama por su localizador. ¿No es una genial idea? Por eso, quiero conseguir a algún jovencito de tu clase...

—Es lo más estúpido que escuché. ¡Hagámoslo!

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—¡Oh, Arnold! ¡Dios quiera que te elijan a ti! ¡Un comercial en el que tú seas mi príncipe y yo, tu princesa encantada! ¡Me muero por que seas tú! ¡Dios, concédeme ese deseo, y quizás así, este San Valentín sea diferente!


CONTINUARÁ...


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Hola queridos lectores! ¡Feliz San Valentín a todos!

Acá, reportándome con una nueva historia, que no será demasiado larga, que empecé a escribir hace un año atrás, y nunca la publiqué porque tenía pendientes otras **sigue teniendo otras pendientes, otras que no actualiza hace meses y aún así, publica más y más*.

Espero que les guste, es más infantil si se quiere que las demás, y ¡cursi!

No duden en dejarme su opinión.

¡Saludos a todos, gracias por leer!