Shortfic de pocos capitulos totalmente de mi autoría, los personajes y descripciones de los mismos se los debo a la gran Stephenie Meyer.
Capitulo uno.
¿Quieres ser mi novia?. Aquella frase en aquél entonces eran las palabras más hermosas del mundo, ¿como fue que ahora todo cambió tan rápido?. Ya no quise ocultar más mis lágrimas, aproveché que él no estaba en casa, últimamente nunca lo estaba. Continué navegando en mis recuerdos, buscando algo que pudo haber sido el disparador de que su amor se disolviera, pero sólo encontre incertidumbre. La cabeza me ardía de tanto darle vueltas al asunto, los ojos dolían víctimas de mi cruel llanto. ¿Cómo la persona que amo puede llegar a odiarme tanto?. Yo no recuerdo haber hecho nada malo, todo es culpa de ella.
Así fue como, en mi mente, regresé en el tiempo intentando reencontrarme con la felicidad, deseando por descubrir que había hecho mal, y castigarme por aquello.
- ¡Te amo tanto! -gritó emocionado mi novio cuando acepté su propuesta.
Sonreí y me lanzé llena de felicidad a sus brazos, dónde el me recibió dando vueltas y haciendonos reir como locos. Ahora no sólo eramos novios, sino también había aceptado mudarme con él la apartamento que habían comprado en Londres, ya que debía de trabajar allí, y me llevaría consigo. Dejar Forks sería dificil, pero aunque no lo crean Charlie aceptó sin rechistar mi huída de casa, hasta me ayudó con mis valijas.
- No puedo creerlo, Bells -admitió-. Siempre supe que tú y Edward terminarían de esta forma después de tanto tiempo juntos.
Tanto tiempo juntos. Lo conocía desde pequeña, pero sólo me limitaba a verlo de lejos, nunca me había animado lo suficiente como hablarle, hasta exactamente un año, cuando fue él el que se confesó y con todo el amor del mundo me pidió de ser su novia. 17 años conociéndolo, 1 año de novios, era lo suficiente como para mudarnos juntos y ser felices para siempre.
Para siempre. Esas palabras me dolieron recordarlas, pero debía continuar con mi historia.
Así fue como nos mudamos a Londres, totalmente enamorados el uno del otro, todo era perfecto. Hasta que lo ascendieron. Edward comenzó a trabajar demasiadas horas, tal vez hasta el punto de quedarme dormida en el sillón esperandolo, pero nunca se quejaba, siempre decía que amaba su trabajo, la industria editorial siempre le había gustado, y aquello era un gran sueño para él, asique no objeté nada. Me limité a observar como cada vez le costaba más entablar una conversación conmigo que no se deba al trabajo, y como de a poco dejamos de demostrarnos afecto como antes, jamás habíamos intimado, como una pareja normal lo hubiera hecho, y me sentía sola. La soledad en casa me llevó a encontrar trabajo en una libreria cerca del centro de la ciudad como acomoda libros, trabajo que me quitaba el tiempo justo que no tenía en que gastar.
Aquella noche me quedé esperandolo, aunque me había dicho que no lo hiciera, que necesitaba dormir para poder estar contenta en el trabajo para que me ascendieran. Pero realmente el trabajo no me importaba, el perder a Edward sí.
Me sobresalté al escuchar su llave revolotear en la puerta, y mi corazón comenzó a latir descontrolado, entonces lo ví. Entró con aire despreocupado, y algo ¿desilucionado?. Sus cabellos cobrizos estaban más desordenados que de costumbre, por lo que supuse que manejó hacia casa con la ventanilla baja. Caminó hacia la sala y levantó la vista hacía mí.
- Hola -susurré sonriendo
Me contestó con una seca y corta sonrisa de lado, continuando su paso hacia nuestra habitación. ¿nuestra? él ni siquiera se molestaba en abrazarme cuando llovía, no se acercaba a más de 20 centimetros de mí, y eso me hacía sentir desdichada. Maldito trabajo ¿que hizo contigo?
Decidí poner un alto, necesitaba recuperar aunque sea uno de sus besos, los que tanto anhelaba. Me dirigí a paso firme hacia la habitación. Edward se estaba vistiendo con su pijama para dormir, su sencillez me volvía loca, era tan perfecto. Me dió la espalda para ir a la cama pero lo paré abrazándolo por la cintura.
Lo sentí tensarse, y me angustió pensar que tiempo atrás su reacción habría sido mucho más sutil.
- ¿Que sucede contigo? -susurré
Él suspiró resignado, y dió la vuelta para encararme.
- Sólo vamos a dormir, ¿sí?
Intentó simular una sonrisa, pero que mal actor era.
Fue entonces cuando me lanzé a sus brazos y lo besé con amor, con pasión, haciendole saber que aún lo amaba lo suficiente como para no dejarlo ir, para seguir aguantando de pie cualquiera sea la razón que provocó todo aquello.
Al principio le costó caer en cuenta de lo que estaba sucediendo, pero luego me ayudó a profundizar el beso, disparando mi corazón de alegría. Nos besamos con ardor. Sus manos bajaron hasta mis muslos y rodeé su cuello con mis brazos.
- Bella -susurró seductoramente mientras sin esfuerzo alguno me ayudaba a enredar mis piernas en su cintura.
Le besé el cuello, aspirando su fragancia, su aroma distintivo que tanto me gustaba. Él se estremeció ante mi contacto y perdió el equilibrio haciendonos caer en la cama. Besó ferozmente cada parte libre de mi cuello y levantó un poco mi polera para acariciar mi vientre con sus perfectas manos. Los escalofríos que esto me provocaba parecian encantarle, porque lo impulsaban a hacerlo con más ganas. Gemí sin pensarlo y pude sentirlo sobre mí, entonces caí en cuenta de lo que estaba sucediendo, y si así es como recuperaría a mi Edward, entonces la parte más pura de mi cuerpo sería para él. Le quité su remera con desesperación, pero él casi no lo notó, estaba más ocupado con la mía propia. Besó la unión de mis senos y me hizo arquearme, dándole acceso completo a lo que sea que quisiera hacerme. Me miró a los ojos, pude notar como sus esmeraldas estaban llenas de deseo, pero algo extraño había en su mirada, algo que no pude decifrar. Volví a sentir sus labios sobre los míos y acerqué mi mano hacia su pantalón, pero al rozar su exitación se sobresaltó y se despesgó de mí asustado y algo enfadado.
- Edward... -murmuré
- Lo mejor es que duerma en el sillón hoy -me aseguró tomando su almohada y desapareciendo fugazmente de la habitación.
Esa noche dormí entre lágrimas, la sensación del rechazo era insoportable, ¿que había hecho?. Tal vez él sabía que nunca habíamos hecho el amor y sólo se preocupaba por mi inocencia, tal vez quería que nuestra primera vez fuera especial. No quería engañarme a mi mísma, estaba claro que él me había ignorado, como últimamente lo hacía. ¿Que debía hacer?, ¿Dejarlo ir?.
Desperté a la madrugada, el reloj de mi mesa de noche marcaba las 3.35 de la mañana. Demasiado temprano para estar despierta, pero no podía volver a dormir producto del mal sueño que me invadía. Me levanté de la cama para ir por un vaso de leche, cuando recordé que Edward estaba durmiendo en la sala. Salí de la habitación en puntitas, sin hacer ningún ruido. Me sorpredió ver desde la sala la luz encendida de una de las lámparas. Me acerqué sólo un poco más, escondiendome tras la pared del pasillo y lo ví. Aún despierto, sentado en el sillón con la mirada hacia el piso y con sus manos sosteniendo su cabeza. Estaba por girarme para seguir mi camino hacia la cocina cuando él habló, haciendome dar cuenta del movil plateado en su oído, estaba hablando con alguien.
- No se si quiero seguir con ésto -murmuró
Alguien del otro lado respondió y su rostro se enfureció un poco
- Por supuesto que no me arrepiento -contestó enojado con el tono de voz un poco más elevado
Él suspiró cansado ante la contestación de la otra persona.
- Está bien, si quieres que te lo demuestre iré a mi oficina, te veré ahí.
Colgó levantándose del sillón. Me sobresalté cayendo en cuenta de que él me vería espiándole y le daría más razones para odiarme, asique instintivamente corrí de manera silenciosa hasta la habitación y me tiré sobre la cama simulando estar dormida. Pasaron unos minutos hasta escuchar sus pasos alrededor del cuarto, revolviendo de manera cuidadosa el closet buscando ropa y cambiándose. Al terminar suspiró pesadamente y desee estar haciendo un buen trabajo como actriz. Parece que si lo hice porque sentí sus pasos alrededor de la cama y luego sus dedos acariciando mi mejilla. Sentí como mi corazón volvía a latir de manera acelerada. Se acercó aún más y rozando sus labios con los míos susurró:
- Lo siento.
Escuché sus pasos ezfumarse de a poco y luego como abría y cerraba la puerta de calle con llave, dejándo todo en profundo silencio.
Mi curiosidad me hizo saltar de la cama, encender la luz y vestirme rápidamente con lo primero que encontré, sin preocuparme por mi cabello ni maquillaje, tomé las llaves de la casa y las de mi coche y salí disparada de allí. El Volvo de Edward no estaba a la vista, pero no importaba, no tenía que seguirlo, sabía donde ir. Su oficina.
Manejé rápido, aunque no me gustaba hacerlo, la calle estaba totalmente desierta y oscura, sentí algo de miedo. Cuando llegué al edificio ví estacionado su coche y estacioné el mío un poco más lejos, intentando memorizar en qué lugar lo había dejado. Entré al edificio y me dirigí hacia la única persona que había en la planta baja, una mujer de unos 40 años.
- Disculpe la hora, pero ¿puede decirme cuál es la oficina de Edward Cullen? -pregunté tranquilamente
La mujer asintió seria, revisó la planilla y me dijo:
- Tercer piso, oficina 34
- Gracias.
Prácticamente corrí hacia los ascensores, deseando no encontrarme con Edward de imprevisto, no sabría que decirle, prefería pasar desaprecibida.
Fuí contando las oficinas con cuidado para no equivocarme. 32, 33...
- ¡Oh, Dios!, ¡Sabes como se hace! -escuché gemir a una mujer
34. Los gemidos constante venían de ahí. Las cortinas americanas negras del gran ventanal de la oficina daban a entender que no había nadie dentro, pero los sonidos lo delataban. Me acerqué aún más y pude notar que había una abertura en un extremo bajo de la cortina, asique me arrodillé en el suelo para poder notar que del otro lado la luz amarilla de una lámpara vieja alumbraba todo lo que nunca hubiera deseado haber visto.
Edward se encontraba sobre una rubia deslumbrante sobre su escritorio, había papeles tirados en el suelo junto sus ropas. Cómo una masoquista me quedé allí, petrificada, viendolo retorcerse de placer, viendolo embestirla con pasión, viendo como ella gemía su nombre. Viendolos llegando al éxtasis, él dejándose caer rendido sobre ella y ella abrazándolo. Lo siento. ¡Que inútiles habían sido sus palabras, por supuesto que no lo sentía!. Él quería algo que nunca había experimentado conmigo, quería sexo, y ella podría dárselo, podría hacerlo feliz.
Noté como su rostro se tornaba serio mientras ella volvía a frotarse contra él.
- Hablaba en serio cuando dije que no sabía si quería seguir con esto -dijo apartándose
- Y yo hablaba en serio cuando te contesté que no te arrepientes de todas las mañanas y noches que nos dimos placer -respondió ella lamiendose los labios
Edward se levantó algo resentido y comenzó a juntar su ropa.
- Te vere mañana, recuerda organizar este papelerio -le ordenó él serio.
Ella asintió
- Claro que sí jefe -contestó seductoramente.
Me levanté de donde me encontraba y caminé hacia el ascensor. Me sentía muerta en vida. Como una pequeña muñeca de trapo a la cuál puedes pisar ya que no sentirá nada. Las lágrimas caían de manera continua, no sé de donde sacaba tanta agua de mi cuerpo. Me subí al coche y decidí que hoy no podía regresar a casa, no podría verle la cara, no podría aguantar frente a él sin quebrarme. Decidí ir a la casa de mi mejor amiga Alice, ella seguro no se molestaría en que fuesen casi las 5 de la mañana. Aparqué frente a su casa y salí apresuradamente del coche, provocando que mi pié se atorara en el cinturón de seguridad y cayera al asfalto de un golpe seco, sumiendome en la inconsciencia.
-Bells, Dios mío, vamos hija, despierta -escuché a mi padre susurrar.
Un minuto, ¿que hacía mi padre allí?.
Abrí mis ojos de a poco, parpadeando acostumbrándolos a la luz. Mi padre se tiró prácticamente sobre mí abrazándome.
- Señor Swan, tenga cuidado -le advirtió el doctor.
- Lo siento -se disculpó volviendo a su lugar
- ¿Que pasó? -pregunté
Mi padre me contó todo, pero yo sabía demasiado bien qué había pasado, porqué había salido tan tarde, qué hacia en la casa de Alice.
Mi amiga entró a los pocos minutos, dando saltitos de alegría al saber que me encontraba bien.
- Bella, no vuelvas a hacerme esto, por Dios, ¡Podrias haberme llamado antes de ir a casa!
- Lo siento Alice, creo que me sentía algo sola y quise ir a visitarte
- ¿A las 5 de la mañana?, ¡vamos Bella!, sé que eres algo loquita, pero no se si para tanto...
Reí ante sus comentarios.
- Llamó Edward, no estabas en casa y se preocupó por tí -me dijo Papá
El dolor en mi interior se profundizó al escuchar su nombre. Si claro, él seguro estaba muy preocupado por mí. Desearía olvidarlo, desearía que el accidente me haya ayudado a borrarlo de mi memoria, a permitirme ser feliz sin él. Entonces tuve la idea que me hizo estar orgullosa de mí misma por pensarla.
- ¿Quién es Edward? -pregunté sinceramente actuando demasiado bien.
Bien hecho Bella, tienes que olvidarlo.
