Summary: Como cada año, los tan temibles ''Juegos del Hambre'' han llegado, y con ellos, los nervios de todos los jóvenes inexpertos en los 12 Distritos de Panem. Tsunayuki no es la excepción y teme que el seleccionado sea su querido hermano mayor, también pilar de la familia, Giotto. Pero todo cambia cuando el nombre que aparece durante la cosecha es el suyo… ¡Que comiencen los décimos juegos del hambre!
Disclaimer: El manga/anime Katekyo Hitman Reborn! y la trilogía de libros The Hunger Games son propiedad de Akira Amano y Suzanne Collins, respectivamente. Solo los utilizo con fines de entretenimiento, sin lucro alguno.
Advertencias: Completamente universo alterno. Spoilers del manga/anime en general, hasta el arco de la batalla de los representantes. También de la película y el primer libro, nada más. Fem!Tsuna. Aparición de OoC complementario y muerte de personajes principales. Menciones de parejas como AllxTsuna, XS, B26, 6996, entre muchas otras (sí, habrá yaoi —inserte un gif de fangirlismo aquí(¿)—).
Aclaraciones: —diálogos y/o acciones—, «pensamientos y/o citas», (extras).
Tenths Hunger Games!
Primer objetivo: Tributos.
—¡No quiero mirar! ¡No quiero! —Gritaba y pataleaba, intentando escapar de las personas que intentaban obligarla a ver la proyección sobre la pared. Cerró los ojos con fuerza y se debatía por liberarse de los fuertes brazos que la sostenían, pero no daba resultados.
—Observa. —Le ordenó una dulce voz masculina, suave como el terciopelo pero a la vez tan ácida como el limón.
Y sin saber exactamente cómo, obedeció.
El cuadro resultaba monstruoso. Dos jóvenes notoriamente cansados, sucios, hambrientos, desesperados por salir de aquel martirio. ¿Lo único que los detenía? La persona que tenían uno frente al otro.
El primero de sostenía en alto un filoso cuchillo de cazador, el cual daba la impresión de pesar cien kilos por la dificultosa manera en que lo tomaba, listo para atacar. El otro muchacho tenía las manos desnudas, pero eso no lo hacía menos mortífero. Sus ojos mostraban determinación, una determinación lo suficientemente fuerte como para salir de aquel horroroso lugar con vida.
Tensó los músculos y se abalanzó sobre su contrincante.
Ambos cuerpos chocaron con un chasquido sordo, la lucha de supervivencia comenzó; o mejor dicho, estaba a punto de terminar.
El del cuchillo lanzaba desesperadas estocadas con la intención de golpear algún órgano vital, más el rubio no se quedaba atrás; esquivaba con agilidad los golpes y también proporcionaba los suyos, agregando una que otra patada. Los movimientos de los jóvenes se veían torpes, a consecuencia de días de deshidratación, falta de alimentos y descanso inadecuado. Pero eso era lo que significaba estar en la Arena.
Poco después de lo que pareció una eternidad la batalla terminó, uno de ellos sería el vencedor, coronado como el décimo ganador de la masacre anual.
Cayó de espaldas con un cuchillo enterrado hasta lo más profundo de su pecho, la cálida sangre emanaba a borbotones, tiñendo su de por sí sucia camiseta de un oscuro tono carmesí. Los ojos color miel que anteriormente se mostraban decididos, llenos de esperanza y vida, poco a poco perdieron su brillo. Ahora solo quedaban dos cuencas vacías, dos orbes tristes y opacos…
Giotto había muerto.
—¡TSUNAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA !
—¡HIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII ! —El inesperado grito la despertó, logrando que chillara asustada antes de caerse de la cama.
—¡Tsuna! ¿Estás bien? —preguntó una preocupada voz masculina.
—Hmn —murmuró como respuesta. Sentía la somnolencia y desconcierto típicos tras despertarse después de un profundo sueño. Como pudo logró sentarse y sobar su adolorida nariz, la cual recibió gran parte del golpe.
Un pegajoso sudor frío le perlaba la frente y el cuello, aunque sentía el cuerpo acalorado, como un bochorno. Cubrió su boca para soltar un largo bostezo, además de tallar uno de sus lagañosos ojos, intentando recobrar la conciencia.
—¿De verdad estás bien? —insistió la misma voz de antes.
—Estaría mejor si no me hubieras despertado… —Balbuceó con voz ronca; sentía el sabor de la bilis en la boca—. Eres un tonto, Giotto-nii —infló las mejillas.
El aludido soltó una carcajada y le despeinó los ya alborotados cabellos.
—Es que no dejabas de gritar incoherencias —le explicó tranquilamente—. Además ayer me pediste que te despertara temprano, ¿lo olvidas?
—Mientes —murmuró aún adormilada—, dije que me despertaras temprano solo el día de la cosecha…
—¿Y qué día es hoy? —Le interrumpió el mayor, obteniendo un bufido y una mirada asesina por respuesta. Su intento de persuadirle para dormir un poco más había fallado—. ¡Ey, no me mires así! O Natsu sufrirá las consecuencias… —Sostuvo en alto a Natsu, un pequeño león de peluche anaranjado desde el cuerpo hasta la cresta, parecida a la alocada cabellera de su dueña.
—Dame —le arrebató al leoncito y lo abrazó con fuerza—. No quiero que me recuerdes que día es… tuve una pesadilla por eso —susurró, el simple recuerdo le causó un escalofrío.
—Son los nervios nada más —respondió su hermano en un intento de tranquilizarla, se agachó frente a ella y depositó un beso en su frente. —Anda, ya levántate pequeña.
—Si mamá —rodó los ojos. La luz del amanecer se filtraba por la pequeña ventana de su habitación, anunciando el inicio de un nuevo día, un horroroso día—. Además, ¿qué haces despierto tan temprano? Se supone que hoy es feriado y… —Debido a la festividad llevada a cabo las próximas semanas, los primeros días las clases eran suspendidas, los trabajos en las minas y armerías se veían reducidos a la mitad, además de que se cancelaban los entrenamientos… —oh —se detuvo en seco. Claro, el maldito entrenamiento.
—Ejercitarse un poco no está de más —se excusó con un encogimiento de hombros, restándole importancia al asunto—. Puede que este año sea el elegido para los Juegos, ¡así que tengo que estar preparado! Por cierto —añadió antes de que pudiera replicarle—, te quiero aquí antes del mediodía.
El mayor de los Sawada mostró la más amplia y radiante de las sonrisas, justo antes de salir por la puerta.
—Solo le faltó decir «¡Felices Juegos del Hambre!» para que lo asesinara —se quejó, mordiendo con demasiada fuerza un bollo, logrando que el queso derretido que contenía salpicara sus mejillas.
—¿Y la comida qué culpa tiene? —inquirió su acompañante, que comía de un bollo de igual manera—. Estás haciendo un mohín innecesario, Sawada Tsunayuki.
—¿De qué lado se supone que estás Mukuro? Kami-sama me odia… —Lloriqueó tras limpiarse el rostro, dejándose caer de espaldas sobre uno de los semi-destruidos escalones en los que estaba sentada, a las afueras de Kokuyo Land.
Kokuyo Land había sido un enorme parque de diversiones, mucho antes de los Días Oscuros. Estaba situado a las afueras del distrito en el que residía, entre las montañas que rodeaban al pueblo. Ahora era un inmueble más, que desde fuera mostraba claramente las cicatrices de la guerra. La pintura se caía a pedazos, las ventanas estaban mohosas y destrozadas, las ramas de los tristes árboles que le rodeaban crecieron a tal punto de bloquear la única entrada visible, impidiendo el único acceso visible al lugar.
Pero actualmente nadie hablaba de él, al parecer no tenía la importancia suficiente como para intentar restaurarlo o simplemente demolerlo, lo que le facilitaba las cosas a su residente y único amigo de Tsuna, Rokudo Mukuro.
El peliazul decidió hacer caso omiso a las quejas partidas por la castaña. —La joven Sawada está preocupada por su hermano… que ternurita –se burló, logrando que esta se sonrojara.
—C-Cállate… es normal preocuparse… —se removió incómoda, desde antes de despertar sentía una extraña sensación en la boca del estómago.
—¿Tu súper intuición te dice que algo saldrá mal?
—N-No tengo ninguna súper intuición, solo un mal presentimiento.
—Kufufufufufu~
—¿Tan bueno es tu humor hoy? —No pudo evitar sonreír a pesar de su malestar, era raro escuchar una risa tan prolongada por parte del mayor.
—¿Oya? —El aludido encarnó una ceja—. ¿Por qué lo dices?
—Usaste más fu's de lo normal —ensanchó aún más su sonrisa, con el tiempo había aprendido a distinguir los gestos de su… ¿amigo? No estaba segura del tipo de relación que mantenían, pero al menos era una persona que disfrutaba su compañía—, ¿puedo preguntar a que se debe tanta felicidad?
Mukuro rió de nuevo.
—Hoy es la tan esperada cosecha —Tsuna frunció el ceño, no necesitaba que se lo recordaran—, ¿no es maravilloso? Al fin veremos a veinticuatro personas pelearse hasta la muerte, un espectáculo completamente digno de ver —canturreó con un tono meloso que solo usaba para molestarla.
—¿De verdad te entretiene eso? Espera… ¿tienes televisión ahí? —Señaló la dañada edificación.
—Haces demasiadas preguntas joven Sawada —Mukuro suspiró, tras echarle una larga ojeada de pies a cabeza—. En todo caso, ¿no deberías ir a alistarte ya?
—¡HIIIIIIIIIIIIIIIII! ¡LA COSECHA! —Había olvidado el hecho de tener que verse presentable, y para ello tenía que arreglarse con tiempo. Se levantó tan rápido que estuvo a punto de tropezar, pero Mukuro la detuvo—. G-Gracias… Será mejor que me vaya… —Si no se apuraba, probablemente sería Giotto quien la asesinara a ella—. ¿Te veré entre los candidatos? —Bromeó, a pesar de que ya sabía que él no estaba enlistado.
—Por supuesto que iré, pero no me verás, aunque yo a ti sí. Kufufu~ Casi lo olvidaba… —agregó de último momento—. ¡Felices Juegos del Hambre! Y que la suerte este siempre de tu parte.
Tsuna consideró lanzarle una roca, pero solo apostó por dar la vuelta e irse.
Se cercioró varias veces que no hubiera nadie en los alrededores para cruzar una pequeña brecha en la reja que limitaba el acceso del distrito a las montañas. Los únicos que tenían autorización de cruzar eran los agentes de la paz y los trabajadores de las minas (lugar donde se obtenían los minerales que enriquecían al distrito: oro, plata, cobre, cinc, plomo…)
A pesar de eso, la vida en el Distrito 2 no era del todo mala.
La población era pequeña a comparación de cuando Tsuna tenía cuatro años, pero ahora resultaba más seguro y acogedor. El Distrito se encontraba situado en las Montañas Rocosas de lo que alguna vez fue América del Norte, según le explicaron en la escuela. Las casas no eran muy grandes, pero justas a las necesidades de sus habitantes; aunque en teoría las únicas que encontrabas dentro era a las mujeres, en su mayoría madres adultas; porque los hombres trabajaban en las minas, se encargaban de la construcción de armamento especial para el Capitolio, o eran formados para convertirse en agentes de la paz.
Eso no significaba que los más jóvenes estuvieran todo el día rascándose la pansa. La rutina era la misma para todos: por la mañana la aburrida –según su criterio– escuela, y durante las tardes una especie de clase extra, llamada entrenamiento. Llevado a cabo en un edificio situado junto a la escuela militar, donde entrenaban a los agentes de la paz; consistía en una serie de ejercicios para perfeccionar el dominio de todo tipo de armas, resistencia física, métodos de supervivencia, etc. No era obligatorio, pero todos los jóvenes con edad suficiente lo aprovechaban.
A excepción de la pequeña Tsunayuki, ya que no era muy buena en ello. Solía tropezarse casa dos pasos, enredarse con las cuerdas, caerse en una piscina sin saber nadar, e inclusive se lastimó con gravedad al intentar manejar una lanza. Obteniendo el apodo Buena para nada Tsuna.
Con un gesto de mano saludó a uno que otro vecino, a quienes conocía gracias a su mamá. Tsuna no era buena socializando con las personas, rara vez lo hacía. A veces se sentía sola y ansiaba la compañía de algún amigo, pero descartaba la idea en un instante, ¿encariñarse con una persona para ver después como era obligada a ir a una matanza? No gracias.
—Oh, ¡Tsu-chan! Gio-kun se estaba poniendo histérico —le dijo su madre con un tono angelical y una sonrisa igual de dulce al verla entrar por la puerta—, vamos, es hora de arreglarse.
—Hai, hai.
Dentro le esperaba un baño de agua caliente y un atuendo especial para la cosecha. Reprimió un gemido lastimero al ver lo que su madre quería que usara: un esponjoso vestido azul, con pequeños encajes rosados y zapatos a juego. —M-Mamá… —Comenzó a protestar, pero ella insistió haciendo un tierno puchero, después de eso era imposible negarle algo a Nana Sawada. Tras varios minutos de pelear con sus listones y su peinado, estaba lista para salir.
El vestido se ceñía a su delgada figura, además de que el pálido azul combinaba con la tonalidad ligeramente tostada de su piel; llegaba por encima de sus rodillas, y debajo de estas usaba unas suaves calcetas blancas, cubriendo los raspones en sus piernas. La alborotada mata de cabello castaña que nunca lograba controlar, era sujetada por unos moños rosados en dos largas coletas que caían por su espalda. Verse tan elegante le sacó un diminuto sonrojo, resaltando sus orbes color chocolate.
—Pero que niña tan guapa tenemos aquí —Giotto entró sonriente en la habitación; él no se quedaba atrás, siempre había sido bastante atractivo usara lo que usara. Si no fuera por la diferencia de edad de cuatro años, podrían haber pasado por gemelos. Tenían el mismo tipo de cabello alborotado, a pesar de que el suyo era de un brillante rubio que contrastaba con sus profundos ojos del color de la mantequilla derretida, también compartían la tonalidad de la piel y las facciones del rostro, pero a Tsuna le parecía que Giotto siempre se veía fresco, a diferencia de ella—. Me pondré celoso de los muchachos que se te acerquen… Mi linda Tsunita~ —Lloriqueó, hundiéndola en un muy posesivo y asfixiante abrazo.
—G-Giotto-nii… m-me estás matando…
—Gomen, gomen —se disculpó aflojando su abrazo, más no la soltó—. Te quiero hermanita.
—Yo también te quiero —respondió escondiendo el rostro en su pecho, y de nueva cuenta sintió la latiente preocupación en el fondo del estómago.
Caminaron junto con su madre hacia la plaza principal tomados de la mano, cosa que no hacían desde años atrás. La sensación la reconfortaba, pero aumentaba su mal presentimiento.
Llegaron frente al Edificio de Justicia, dónde se celebraba la cosecha. Siempre se mantenía limpio y ordenado, pero esta vez parecía brillar: colocaron tres enormes pantallas de alta definición para ver en vivo el evento, alzaron un podio en el que situaron unos asientos exclusivos para el alcalde del distrito, el representante enviado por el Capitolio, y el jefe de cada uno de los escuadrones de agentes de la paz (que se dividían en White Spell y Black Spell). Y por último una enorme urna de cristal, llena a rebozar con miles de papeles blancos doblados por la mitad.
Casi todos los residentes se habían agrupado ya, los más enlistados situándose en secciones correspondientes a su edad.
—Buena suerte —susurró Giotto antes de partir a la última sección, entre los más grandes. Dejando a Tsuna en la parte intermedia, para jóvenes de 14 años.
—Igual tú.
Muy a lo lejos alcanzó a divisar a su mamá, Nana conversaba alegremente con otros adultos en la parte trasera de la plaza, ahí se agrupaban el resto de las personas. Padres con la esperanza de que sus hijos fueran los orgullosos elegidos ese año, muchachos mayores de 19 años y niños que aún no tenían edad para entrar al sorteo. Todos conversaban alegremente, algunos comenzaban a hacer apuestas.
El reloj marcó las dos en punto, hora de comenzar.
—¡Bienvenidos, bienvenidos! ¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte este siempre de su parte! —Canturreó el enviado del Capitolio Lussuria, dando inicio a la celebración. Era un hombre de unos 25 años exageradamente afeminado, portaba gafas de sol de un chillón color rojo, un abrigo de cuero negro con basto pelaje naranja, camiseta blanca y pantalón negro decentes, y encima de ellos un extraño faldón oscuro, junto con una rodillera de metal. Su cabello consistía en un largo mechón verde sobre una reluciente calva, una moda típica de los capitolenses.
Comenzaron los aplausos, gritos, y voces coreando la frase.
—Pero antes… veremos una película traída especialmente para ustedes —continuó, y las enorme pantallas mostraron dicha reproducción.
Era la misma de todos los años, sobre la historia de la creación de Panem, un enorme país que constaba de 13 Distritos y la capital de todos ellos, llamado Capitolio. Después de un tiempo fue cuando llegaron los Días Oscuros, la época en la que todos los Distritos se rebelaron en contra del Capitolio, pero doce de ellos fueron derrotados y aniquilaron al decimotercero en muestra de su abrumador poder. Ahí es cuando se firmó el Tratado de la Traición, decretando nuevas leyes para garantizar la paz, y la creación de los Juegos del Hambre.
Los Juegos del Hambre constan de algo sencillo: como recordatorio y castigo por la rebelión, cada Distrito envía a dos jóvenes, independientemente del sexo, entre la edad de 12 y 18 años haciéndolos llamar tributos, para que participen en ellos. Los veinticuatro tributos son mandados a un enorme estadio al aire libre, donde tienen que luchar entre ellos hasta la muerte, y el último en pie se corona ganador, llevando orgullo y riquezas consigo.
—Es el momento de arrepentirse, y también de dar gracias —cita Lussuria, terminando la transmisión—. Mou~ ¡Simplemente adoro eso! —Arrancó risas entre los ciudadanos—. Bien, bien… ¡hora de elegir a nuestros orgullosos tributos! —caminó hacia la urna, y de ella extrajó el primer papelito que encuentra su mano, el papel en el que pudiera estar el nombre de Giotto.
Tsuna no notó que estaba conteniendo la respiración hasta que estuvo a punto de desmayarse. La cabeza le dolía y el estómago aún más, pero no podía hacer nada.
«Que no sea Giotto, que no sea Giotto…», pedía para sus adentros, llamando a cualquier Dios que la escuchara.
Lussuria regresó hasta el micrófono, el retumbar de sus pasos contra la madera provocaba un doloroso eco dentro de su cabeza, los segundos parecían siglos. Abrió el papelito con extremada e innecesaria lentitud, tomándose su tiempo para leer el nombre.
«Giotto no, Giotto no…», intentó pensar positivo, había miles de papeles dentro, no necesariamente tenía que ser el de su hermano ¿verdad?
—Y el primer honorable tributo es… —empieza un cómico redoble de tambores, Lussuria abrió la boca para exclamar en voz alta—: ¡Sawada…
«¡Oh no!»
—…Tsunayuki!
N/A: Asdfgasdfjk... ¿se nota que tengo mucho tiempo libre? Es que mi obsesión con THG regreso después de que vi la película —oh si, porque vi la película por primera vez hace dos semanas. Aunque soy tributo desde que me leí los libros hace unos meses—, entonces dije ¿por qué no hacer los Juegos del Hambre con los personajes de KHR? ¡Que comience la matanza de mafiosos! (?) Comentarios, quejas, sugerencias, jitomatazos... todo por review, y gracias por leer :3
