La Nivelación
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¡Felicidades! Has sido seleccionada para participar en el proyecto de La Nivelación, favor presentarse en la academia el sábado por la mañana.
Los patios de la Academia se habían hecho un mar de chunnin recién egresados en los que desafortunadamente me encontraba yo. No pude reconocer a ninguna cara de aquella pila de gente que se amontonaba para entrar al establecimiento pero mentiría si dijera que realmente me esforcé en hacerlo. Como seguía en total negación al asunto opté por la entrada de atrás, por el acceso de los pequeños, un viaje que era más largo pero que protegía mi anonimato por completo. Entendía que muchos de los chicos invitados al proyecto no vinieran de una familia de tradición ninja, pero yo sí lo era y aunque mi padre dijera que estaba bien con el asunto, yo era la avergonzada por los dos.
Era otoño y las hojas de los árboles se marchitaban y caían al piso, como una alfombra que cubría la roca del camino pero ni eso me quitaba el enojo de tener que participar en la Nivelación. Había egresado siendo una de las mejores de la clase, volver a la Academia era una desgracia. Y me contentaba sabiendo que nadie allí me conocía para ver mi humillante final.
—¡Hinata! —exclamé sin pensarlo y me descubrí.
—Ino —se volvió y esperó a que le alcanzara. Sus ojos blancos me miraron con inquietud.
Empezamos una conversación superficial, no la conocía mucho y ella menos a mí, sólo teníamos la suerte de habernos topado en clase algunas veces en la Academia. Le pregunté si es que había visto a alguien más de nuestra promoción y Hinata me dio una negativa. Creo que fue un alivio para ambas el habernos encontrado en la Nivelación, de alguna forma me había quitado el peso de encima de haber sido la única cursando ese programa y pienso que la Hyuuga sentía igual. De un momento a otro, los pocos temas de conversación que teníamos los habíamos agotado y caminábamos sumidas en un completo silencio.
Llegamos a la puerta y me despedí de Hinata porque no entraría al instante, le deseé suerte y ella correspondió a mis ánimos para después irse. Me senté en un banco, lamentándome por mi ego herido y esperé a que el estúpido sábado terminara.
No pasaron más de cinco minutos cuando escuché en la lejanía un par de tacones histéricos cruzar por los pasillos. Me arrimé a la puerta para distinguir la figura de mi maestra en las técnicas médicas caminar hacia mi dirección.
—Ino, ¿qué haces todavía aquí?
—Eh, ¡nada! No recordaba cuál era el salón y me senté a esperar a alguien.
—Ven, tu maestro te está esperando. Lo elegí personalmente para ti, es un jounnin bastante experimentado y le tengo mucho aprecio, es uno de mis amigos —comenzó Shizune y dobló rápidamente a una esquina en donde se detuvo para susurrarme una sugerencia mientras me acariciaba el cabello con brevedad—. A él no le gusta que se le queden mirando a la cara directamente —sonrió y luego siguió caminando hacia el interior de la Academia—. Y no te sorprendas que no te hable al principio, no suele hacerlo mucho.
No me atreví a preguntar por qué había sido lo primero y simplemente asentí cuando pude hacerlo, antes de volver a caminar detrás de ella.
Enseguida doblamos al ala donde se encontraban las salas de los alumnos más pequeños, ese peculiar olor a leche y colación me golpeó la nariz y se me revolvió el estómago. Ahora admito que fue, además del olor, el nerviosismo que me invadió de repente. Shizune se volvió a mí con la intención de explicarme algo pero las nauseas nerviosas nublaron mi capacidad de retención y olvidé toda indicación que dio.
Deslizó la puerta con tal fuerza que bastó ese único empujón para que se abriera por completo. Pude ver una multitud de Tokubetsu Jounnin(1) reunidos en la sala, todos ellos tornaron la mirada hacia nosotras. Mis piernas flaquearon y Shizune se adentró en el aula quedándome tontamente sola en la puerta. Ella hizo un gesto con su mano y me hizo entrar, durante todo ese tiempo los Tokubetsu Jounnin permanecieron en silencio. No pude contar cuántos había, sentí mi cuerpo pesado ya que tenía todas sus miradas en la espalda. Había llegado tarde, todos los demás chicos ya estaban sentados en los puestos distribuídos en toda la sala que se quedó en mutismo cuando entramos. Me sentí extrañamente infantil y me dirigí al final de la sala. El murmullo se volvió a encender luego de mi pequeña intervención al llegar última.
—Les pido silencio, por favor —dijo Shizune con una mezcla de tonos, como si estuviera nerviosa y comenzó a repartir unos listados a los Tokubetsu Jounnin, quizás con los nombres de los equipos o algo por el estilo—. Sus fichas personales han sido entregadas a diferentes jounnin que ingresaron en ese programa y los han escogido, o bien, los han sorteado para así conformar las parejas. Este programa está diseñado para que cada uno de ustedes reciba un entrenamiento personalizado con jounnin de alto nivel para mejorar sus habilidades. Esperaran sentados hasta que escuchen su nombre y sólo ahí podrán retirarse con su respectivo profesor —concluyó mi profesora de medicina, sonrió a los jounnin y se dirigió a la salida. Sudé en frío, todos los presentes comenzaron a hacer comentarios emocionados respecto a ésto y yo no podía terminar de lamentarme.
Comencé a mirar a esos flamantes jounnin que quizás nunca habían entrenado a un equipo gennin antes y traté de adivinar quién sería el afortunado de tenerme por alumna. Francamente, no pude ver a ninguno que fuera realmente extraordinario, ¿sería uno de lentes oscuros que reía con un grupo de jounnin que estaba detrás? O quizás, ¿el del senbon en la boca que tenía fama de mujeriego? Era muy difícil decir, habían hombres de aspecto horroroso y otros demasiado jóvenes para estar ahí.
Había un grupo de hombres que hablaban como si se conociera de mucho tiempo y de entre ellos apareció uno que de lejos ya se veía terrible, me aterré. Tenía muchas imperfecciones en la cara y un semblante extremadamente serio. Leyó el papel que tenía en la mano y se buscó ahí, abrió la boca y yo me encogí de hombros. «Que no me llame, que no me llame, que no me llame...»
—Yamanaka Ino.
—¡Presente!
El hombre se aclaró la garganta y en una mala pasada del destino, toda la gente calló. De pronto, todos los Tokubetsu Jounnin estaban mirándome como si fuera una niña de Academia, demasiado infantil como para encontrarme en otra parte que no fuera ahí, en ese preciso instante. No sabía lo que había pasado pero de alguna manera, sentía que había hecho algo muy mal.
—Ya no estás en la escuela —me dijo con voz ronca, como si le molestara que hubiese levantado la mano y gritado mi presencia. Al parecer, lo único que tenía que hacer era levantarme y acompañarlo a la salida. Me agarré la cabeza con las manos y me quejé en silencio. Enseguida me paré de mi asiento con pesar y me dirigí a la puerta, con la certeza de que mi querido profesor deforme me seguiría. Tuve la ligera sensación que me examinaba con la mirada el tiempo que me tomó llegar a su altura y doblé rápidamente a la salida para evitar caer en la tentación de verle directamente la cara, ya había entendido la advertencia de mi maestra.
Como si fuera un deja vu de mi primera salida de la Academia, me llevó a unas bancas en el patio y me senté con los hombros caídos. Él comenzó a hablar de sí mismo, de que se llamaba Namiashi Raidô, que era Tokubetsu Jouunin desde los 18 años y de muchas cosas que dejé de escuchar porque había desactivado mis oídos, y traté de mirarlo sólo hasta el mentón evitando ver toda las cicatrices que me costarían su mal humor. Gracias a su altura, pude darme el lujo de dirigir la mirada hasta la punta de su nariz dando la ilusión de no poder ampliar más el rango de mi visión. Lo poco que alcancé a ver fue la zona de su mejilla y parte de la nariz estaba repletas de quemaduras y queloides que me recordaron a los surcos de la cera de una vela derretida.
Me pregunté qué clase de profesor le habría tocado a Hinata.
Raidô se encaminó a las calles de la Aldea a grandes zancadas sin decir una palabra, sin importarle si lograba mantener su paso. No interesaba tampoco si le preguntaba dónde íbamos porque él me respondía con el silencio, evadiendo las multitudes de gente que se abrían cuando lo veían, porque nadie querría chocar con un hombre así de alto. Yo, que disfruto de poco más de metro y medio de altura pasaba desapercibida a los ojos de la gente común y me retrasaban el paso. Raidô de vez en cuando me buscaba con el rabillo del ojo y paraba unos segundos esperando a que resurgiera del mar de cuerpos que me tragaba y solo entonces, seguía caminando.
—Deberías caminar más rápido —me sugería apenas llegaba a una distancia prudente de él y se ponía a caminar más rápido para alejarme nuevamente de sí. Seguía sin entender a dónde quería llegar y se lo pregunté nuevamente pero supondrás lo que me dijo.
Nada.
Me desesperaba que no me hablara y no podía creer que Shizune lo hubiese elegido especialmente para mí siendo que yo misma me hubiese escogido a un profesor apuesto y hablador. Empecé a pensar en que, si lo aburría tanto me dejaría y así no tendría que pasar semanas a su lado, pero luego me decía que si el hecho de haber entrado a la Nivelación en sí ya era humillante, suspenderlo lo era aún más. Me pasé todo el trayecto llegando y descartando la misma conclusión una y otra vez, sin entender que había caído en la locura.
Llegamos a La Puerta de La Aldea, y los guardias de esa ocasión eran Izumo y Kotetsu—aquel que me entregó la invitación—. Ambos hicieron un gesto idéntico al capitán a modo de saludo, quien les respondió con un ligero movimiento de cabeza y yo los miré sin disimulo. Cuando estuve segura que el de la venda en la cara me había reconocido, tracé una línea imaginaria con mi dedo índice sobre mi garganta. Creo que entendió a la perfección mi mensaje porque comenzó a decirle algo a Izumo mientras me apuntaba. Sí, lo había amenazado pero aquella amenaza carecía enormemente de sentido, por más que lo intentara, Kotetsu jamás sabría por qué se había ganado mi odio.
Una vez que Raidô paró su andar, los árboles ocultaban casi por completo todo vestigio de la Aldea. Giró su cuerpo hacia donde me encontraba y supe que no caminaríamos más por lo que me dejé caer sobre la hierba, cansada. No supe cuándo mi resistencia se había vuelto tan nula. El capitán, en cambio, comenzó a darme una explicación de un no-sé-qué de un-no-sé-dónde que tenía que aprender antes de todo. Pero en medio de su discurso, suspiré sonoramente por la sofocación del esfuerzo de seguirlo y el capitán frunció el ceño severamente ofendido.
—Párate —ordenó el capitán Raidô. Me levanté luego de un momento de turbación, dando una vuelta completa sobre mis talones como lo haría con cualquier persona al momento de mostrar un vestido nuevo. Asuma se habría reído diciéndome alguna tontería, Shikamaru habría suspirado cansado y Chôji me habría comentado algo bonito pero Raidô sólo puso una cara peor de la que tenía. El capitán quemado tensó la mandíbula como tratando de no gritarme—. Hablo en serio. Compórtate como una persona seria. —Confieso que cuando escuché su voz irritada me puse tan tiesa que hasta se me olvidó respirar y tan pronto como se le pasó el enfado, dijo su veredicto—. Eres muy joven para ser chunnin.
—La mayoría de los gennin suben a chunnin a los quince años, sino es antes.
Él no dijo nada, no era la edad a la que se refería sino a la poca experiencia con la que ingresaban los jóvenes al segundo rango.
Raidô, que de pie era mucho más alto que yo, y me miraba con la cabeza torcida hacia abajo y las manos escondidas en sus bolsillos, como esperando a que actuara como debía hacerlo. Me atreví a mirarlo a los ojos, evitando toda sección de su rostro bajo el puente de la nariz, aunque incluso ahí algunas cicatrices llegaban hasta la parte inferior de su ojo derecho y me pregunté qué era lo que le había pasado para haber terminado con la mitad de la cara quemada.
(1) Tobuketsu Jouunin son jounnin con una especialización.
EDITADO Escena modificada.
EDITADO x2 Corregidas las faltas de ortografía.
EDITADO x3
Nota de la Autorísima, edición 2014: AMO con profundidad esta historia, es mi historia favorita de todos los tiempos, y no sólo por la trama en sí, sino que me mostró mi ultimate OTP of destiny from hell. Sé que es ULTRA crack pairing pero no lo puedo evitar D: los amo tanto que moriré en mi vida ficker amándolos con una devoción absoluta.
Ésto comenzó porque con mi hermana y otra autora nos empezamos a dar retos totalmente azarosos, y como mi hermana en ese momento estaba obsesionada con los elders(Shizune, Genma, Raidô, Aoba,...), nominó a Raidô cuando la otra autora nominaba a Ino. Al principio me horroricé porque tienen 20 años de diferencia, para empezar, y jamás se vieron ni menos interactuaron. ¡Hasta que en el arco del Niju Shotai los pusieron juntos en el Equipo Raidô! Como buena fanficker psyco dije: ¡Si están en el mismo equipo se aman! Y ahí tomé el reto que las tres habíamos ignorado sin importarme los demás elementos del reto, entiéndase por la frase, el lugar, etc.
Y ahora, luego de tres años de su término, lo retomo para editarlo porque era noob al momento de escribirlo y por mucho que amo la historia hay detalles que me dan vergüenza y que siempre he querido corregir. Así que eso, sé que seguramente no muchos lo leerán corregido pero al menos yo podré leerlo sin pudor xD
Besos, RP.
