Bueno, no sé que escribir exactamente pero, igual es mejor que empiece y que no me enrolle demasiado...

Este es mi primer fanfic y nunca antes había escrito algo para que otros pudieran leerlo, básicamente por miedo a lo que puedan pensar o decir. Por eso pensé que publicando aquí sería una forma de empezar a soltarme. (Sí, no sé que hago contándoos mis problemas, me hacía ilusión.)

Me encantaría que quien leyese esto me diera su opinión. Quiero saber lo que pensáis, conocer vuestras ideas, leer críticas que me ayuden o que me desanimen, TODO. Es la única forma que tengo para aprender y para conseguir crear una historia que, si es posible, os pueda gustar.

Gracias por leer esto, espero que os guste y si tenéis alguna duda o queréis spoilers avisadme.

Muchos hacen esto así que yo también: South Park no me pertenece, pero esta historia y el dibujo sí (lo hago lo mejor que puedo xD)

Aún recuerdo ese día como si fuera ayer, el día que nos mudábamos. Iba a dejar atrás todo lo que había ido creando al cabo de mis 10 años de vida. Tenía que decir adiós a tantas cosas que no me importaban nada. No volvería a ver a mis compañeros de clase tocapelotas, mis aburridos profesores sin vida, al perro del vecino que se pasaba el día entero comiéndose su propia mierda...

Tenía una sensación extraña por dentro, sentía el estómago revuelto y tenía ganas de llorar. Mi madre me decía que no me preocupase, que eran los nervios por la mudanza y el cambio tan repentino que iba a suponer irnos a otro país con distinto idioma, pero en realidad yo sabía que no era eso, era algo más, algo distinto que no sabía como describir con palabras.

Al final resultó ser una intoxicación alimenticia por culpa de la comida del avión, estuve dos días en el hospital vomitando como si no hubiese un mañana.

Se puede decir que no empecé con buen pie, aunque tuve suerte porque mis padres ya habían terminado de desempaquetar y de colocar todos los muebles y cosas en su sitio. La casa era increíble comparada con los apartamentos de malamuerte en los que teníamos que vivir por culpa del trabajo de mi padre, cambiábamos de casa como de bragas.

Mis padres me pusieron al día sobre lo que había ocurrido los días que había estado hospitalizada. Habían venido los míticos vecinos con pasteles a darnos la bienvenida, y yo que pensaba que eso solo pasaba en las películas, estos americanos. Estuvieron hablando de no se qué judíos, tampoco presté atención, solo quería comerme el pastel. También me contaron que iría a partir del lunes a la escuela y que tendría que intentar pasarlo "chachi" y hacer nuevos amigos con los que jugar.

Después de una larga charla que empezó siendo sobre la importancia de la amistad y acabó tratándose de lo malas que son la drogas, con la que casi acabo suicidándome de aburrimiento, cogí mi chubasquero, mi bufanda y mi gorro de pato y salí a la calle a que me diera el aire.

El aire me sentó como una bofetada en la cara. ¡Que frío hacía, joder! Empecé a andar para intentar entrar en calor aunque lo único que conseguí fue que se me congelaran más las cejas. Estuve paseando por el vecindario hasta que me detuve enfrente de un lago congelado cercano a una parada de autobús.

Nunca pensé que ese sería el lugar que cambiaría mi vida por completo, que haría que todo fuese distinto y que me transformaría en quien soy ahora. Lo que antes era la vida de una simple niña solitaria pasó a ser una vida llena de inimaginables e incluso perturbadoras aventuras. Y todo eso gracias a la ayuda de unos extraños chavales que, con el tiempo, acabaron convirtiéndose en mis amigos.

Han pasado 6 años desde entonces. Como era de esperar, nada más acabar el curso, tuve que decirles adiós. Fue la primera vez que sentí tristeza en una despedida. De vez en cuando me vienen recuerdos de nuestros momentos juntos, de todas las gilipolleces que pudimos llegar a hacer.

Ha llegado el momento que llevo esperando años, vamos a volver allí, a South Park. Solo espero que ellos sigan igual de imbéciles que siempre. Al fin podré decir que vuelvo a estar en casa, o al menos en el sitio que consideraba mi hogar.

Pero no todo es tan perfecto. Intentaba no pensar en ello aunque sé que no puedo evitarlo, que es irremediable. Si quiero que todo sea como antes e de seguir fingiendo, es muy tarde para dar vuelta atrás. Sé que las pequeñas mentiras crecen poco a poco hasta que nos acaban consumiendo, y eso es lo que me ha pasado.

Cuando se es pequeño todo es más sencillo, yo era una pequeña cabrona y por eso me salía con la mía constantemente. Sin embargo ahora no es tan fácil, ni siquiera sé si podré continuar con esta farsa.

Mi nombre es Mel aunque aquí me conocen como Duck, el niño del gorro de pato. Niño y no niña.

¿Qué debería hacer?

¿Qué ocurrirá cuando descubran la verdad?

El futuro aún está por ver, no sé que será de mí. Espero que todo me vaya bien, aunque lo veo muy jodido...